JORGE GARCÍA TORREGO. EL DESPERTADOR DE SÍSIFO (Lastura, Ocaña, 2018) por MIGUEL-ANGEL REAL LA POESÍA PARA DARLE SENTIDO A LO BANAL
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ANTONIO MUÑOZ MOLINA. TUS PASOS EN LA ESCALERA (Seix Barral, Barcelona, 2019) por PEDRO GARCÍA CUETO La trama de la nueva novela de Antonio Muñoz Molina, como si fuera un juego de sombras, nos va seduciendo desde ese personaje alucinado que es Bruno, el cual vive en Nueva York con su esposa Cecilia llevando una existencia anónima, una ciudad llena de solitarios. El escritor de Jaén ya había plasmado sus obsesiones neoyorquinas en Un andar solitario entre la gente, donde los anuncios de la gran ciudad desvelan un mundo que ya nos ha convertido en autómatas, pendientes de nuestro teléfono móvil y seducidos hasta la saciedad por la publicidad.
En esta novela Bruno es el pesado que habla del cambio climático, del final del mundo, de tantas cosas que presagian a ese ser derrocado de la existencia, ese ser que se rompe en jirones por la modernidad, para salvarlo todo, pero sin estar preparado para salvar nada, trasunto del hombre moderno que, como pude comprobar hace poco, habla de la dosificación del aparato móvil para su hija, mientras ella lo usa frenéticamente. Esta hipocresía social vive en esta época y queda reflejada en la novela. La marcha de Bruno y Cecilia a Lisboa es también la huida, como Ulises en su búsqueda de otra Ítaca, lejos de la tejedora Penélope. La novela va trazando el humor y la ironía con que nos seducen sus protagonistas, seres que ya no entienden el mundo, lo viven como la planta que respira, pero sin comprender su paso existencial. Despedido en los tiempos de Wall Street en 2008, no deja de ser uno de esos viandantes que atraviesa el mundo zombie, entregado al placer de lo apocalíptico para sentirse diferente si logra manifestar su rechazo a todo. Aunque participe de ello, ya se considera un ser “con existencia”. El pulso narrativo de Muñoz Molina es siempre brillante, su prosa enriquecedora, tiene muchos meandros para llegar al cauce del río que es el ser humano y su vacío existencial, latente en cada página. Sin duda, en Bruno ya no vemos a ese solitario de los setenta, sino al hombre del siglo XXI envuelto en una búsqueda de sí mismo, a través de la tecnología y los anuncios de publicidad, que ya estaban presentes en su anterior novela. Las ciudades, tan distintas que alumbran la historia, sirven de oposición latente, la Nueva York ultramoderna y esa Lisboa con sabor antiguo que parece respirar su reconstrucción tras el famoso terremoto que la hizo sucumbir. Logra Muñoz Molina una novela que plantea preguntas sin respuesta: ¿ha de ocurrir una nueva catástrofe?, ¿sobrevivirá el planeta a tanta barbarie tecnológica? El amor también está presente en un mundo que ya no volverá a ser el mismo. Tus pasos en la escalera toca los grandes temas de nuestro tiempo. ANA PÉREZ CAÑAMARES. QUERIDA HIJA IMPERFECTA (Ya lo dijo Casimiro Parker, Madrid, 2019) por MARÍA ÁNGELES MAESO Ana Pérez Cañamares en su último libro aborda el tema de la maternidad, y el hombre seboso y trajeado, aquel de su conocido poema, “Capitalismo”, el que se mete por la noche en nuestros sueños, tan capaz de todo lo peor como ella nos lo presentó, también nos saldrá al paso por aquí. Pero Ana sabe cómo golpear sobre aquel espacio reservado que acogía “al eterno femenino”. La maternidad y el tema religioso eran los campos de exploración poética que los manuales del franquismo adjudicaban a las mujeres poetas, porque, nos decían: “Es raro encontrar en la mujer un sentido revolucionario en la poesía”. Y para confirmarlo expurgaban y forzaban la obra poetas tan grandes como Ángela Figuera, para hacerlas encajar bajo títulos como: “Ángela Figuera o la maternidad”. Ana, tan valiente como Ángela, lo encara, y no será el ángel del hogar quien revolotee a sus anchas por aquí, pero, de ahí a ventilar ese ángel de un plumazo, ¡cuidado!, nos advierte esta poeta, que esto va más despacio, que el monstruo sigue acechando por aquí. Oye sus pasos de puntillas en cada pico de culpa o miedo, y para conjurarlo indaga por capas de la propia experiencia acumulada, a sabiendas de que el paradigma feminista: “lo personal es político” le abre paso para sacar de su encierro el tema de la maternidad, tal como ella lo encara en Querida hija imperfecta, ya en otros libros precedentes, en los que es fácil ver la consistencia de un hilo que comienza en la madre de la poeta y que continúa en la hija. En Las sumas y los restos (2012), dice: “Desde que murió Mi madre me está leyendo” “La recuerdo bien Sólo tengo que dejar a mano los espejos” Pérez Cañamares nos lleva con cuidado a ese juego de espejos por donde todo va despacio. Ella se asoma y ve la mirada de la madre en la suya y, a su vez, la suya en la de su hija. Así es como, en uno de los grandes poemas de este libro, la oímos deliberar lentamente sobre el legado que ella pueda estar traspasando:
“Si veo a mi hija convencida de que mis amores, mis otros libros mis otras vidas son rivales para ella me pregunto de donde ha sacado la idea de lo que una madre pueda ser.” A ese lento mirar se adecúa el ritmo de los poemas, fijado por un verso corto. El que se ajusta al modo de abrirse paso un pensamiento que no esperábamos ver en el espejo. Así nos lleva con cuidado por ese hilo que recorre el miedo, porque no hay manual ajeno que le sirva de ayuda, porque ha comprobado que la maternidad es un largo camino para amar nuestras propias imperfecciones. Una tarea que conlleva soledad y que, finalmente, conduce al reconocimiento de “un no saber” que late en preguntas tan ingenuas como ésta: “Si somos madres y no reinas, ¿por qué nos hablamos desde las alturas?”. Interrogaciones serenas que no ahuyentan al monstruo de la culpa, al que tanto le gustan las ojeras, porque todo va despacio, sí, más de lo que creemos: “Años me llevó afinar la puntería para dispararle sin matarme. Ahora agoniza bajo mi cama y sólo revive alguna noche de insomnio. Le enseñó tres o cuatro recuerdos felices unas fotos festoneadas de sonrisas y él regresa a su escondite.” A diario vemos que ese legado de lo siniestro no ha desaparecido. Pero Ana Pérez Cañamares nos dice que cualquiera de las formas que tome el hombre seboso se desvanecen disparando cuatro recuerdos felices. Y eso conlleva un compromiso en serio con la vida. Querida hija imperfecta es un libro necesario que sigue disparando al monstruo. ALBERTO MARTÍNEZ ROMERO. HISTORIAS HIPPIES DE UN VIEJO CABALLERO (Vitruvio, Madrid, 2018) por ANTONIO MARÍN ALBALATE De un tiempo a esta parte, cada vez más, el suelo patrio (regional y local incluidos, claro) se halla invadido por una legión de “poetas” que, sin pudor alguno, buscan su sitio en ese parnaso terrenal donde, afortunadamente, pocos serán los escogidos, porque, como ya se sabe, el tiempo acaba poniendo a cada uno en el lugar que le corresponde. Resulta abrumador y patético ver cómo salen a la luz sus mierdas, incluso en editoriales de esas de “prestigio”. Una moda, una nueva corriente de aire hediondo que se ha implantado en esta España nuestra, una literatura de usar y tirar que, como suele suceder, atrapa a lectores poco exigentes, y me refiero, sobre todo, a los más jóvenes. Menos mal que, afortunadamente, buena parte de esa juventud, la que se pelea a diario con el manido folio en blanco para dejar en él lo mejor de su verbo poético, no entra en ese juego y acude, en sus lecturas, a los poetas de toda la vida, o sea, los auténticos. Digo todo esto porque, al margen de esa basura emergente, hay poetas que lo serán siempre por el hecho de haber nacido con ese don. Conocidos o desconocidos, estarán siempre ahí, sin impostura alguna, mostrándonos su verdad desnuda. Alberto Martínez Romero es uno de ellos. Exiliado de sí mismo, en Totana, pueblo donde nació y vive, Alberto escribe porque le «gusta la melancolía de las afueras donde pasean su soledad perdedores silenciosos». Alberto moja su pluma en la herida y escribe porque mientras lo hace no piensa, bien sabe que la solución es no pensar (Solución no pensar, Sinmar, 1997), como titulara su primer libro de poemas. Escudándose en el teórico político y filósofo saboyano Joseph de Maistre cuando afirma que «todos los grandes espíritus tienden a la exageración», Alberto, en ‘Hamlet de saldo’, asegura: Cuando oigo La palabra amor O pienso en mi pasado, Me entran ganas De matar a alguien. Aunque sea a mí mismo. Alberto, con su poco de exageración, abierto en mitad de la herida, viene a ser ese río de bíblica sangre fluente por las venas de estas Historias hippies de un viejo caballero, libro de reciente publicación que oscila entre lo místico y lo carnal, donde prevalece por encima de todo la celebración de la vida, pese a que, como suele suceder, no siempre sea una senda de vino y rosas. Un libro desnudo de artificio, como el propio poeta, mostrándonos sin tapujos la emoción de cuanto ha vomitado su voz, siempre en lucha contra la migraña del tiempo, recordándole al dios del verso cómo fue su infancia y adolescencia, cómo su madurez en un pueblo de provincias que huele a muerto, Totana «es una ciudad enterrada junto a un cadáver y el cadáver soy yo mismo». Hay en estas Historias mucha ironía y mordacidad, mucho dolor y mucha inteligencia ante la puesta a punto del poema. Leamos lo que nos dice en ‘Alma y pasado’: Mi pasado es más oscuro Que el alma de un mafioso. Mi pasado es más negro Que una tortilla francesa Hecha con huevos podridos. Mi alma es un féretro cubierto De lágrimas. O en el poema que le sigue, ‘2013 (tras alejarme de Dios)’, donde reconoce los errores cometidos tras alejarse del Dios de su fe. De pronto mi vida Se convirtió en una gran farsa: Mentía más que un político. La verdad pasó a ser para mí La divisa excluyente. Con todo lo que eso conlleva… Para el corazón. Martínez Romero es un poeta lúcido, leído y cultivado por múltiples tendencias poéticas para, finalmente, reconocerse deudor en este libro de las voces de dos de mis grandes amados poetas: Leonard Cohen y Charles Bukowski. Poeta de consignas, ha dejado en estas Historias, tan rotundas como por ejemplo: «Dios no está de moda», «Hay que ser felices para vengar a los que sufren» o «El mal existe pero el futuro pertenece al amor». Aforismos que nos dejan una honda reflexión imposible de eludir. Un poeta, gracias a Dios, políticamente ‘agnóstico’, como titula un poema que se sitúa del lado de la utopía, o lo que viene a ser la imposible acracia, cuando afirma: Soy demasiado inteligente Para ser de izquierdas Y demasiado razonable Para ser de derechas. En estas Historias hippies de un viejo caballero late, no hay duda, el corazón de quien, tras mucho sufrimiento, termina reconciliándose con el viejo amor que viene a ser la alegría, mientras lee a Esquilo. Y al mismo tiempo, en muchos de sus poemas, muestra al mundo cuanto le debe a sus seres queridos, padre y madre, a quienes tanto ama. Como todo buen hijo, bien nacido, se siente orgulloso de ellos y, por tanto, lo expresa con la otra palabra, la que se dice en verso. Verso y prosa, de todo hay en este artefacto literario, poesía en resumen con la que Alberto forma un todo, una unidad de ser y estar en el mundo para, recreándolo a través de su mirada, devolvérnoslo un poco más limpio, lejos de la chusma, cerca de lo etéreo donde anidan las alas de los ángeles. Conocedor de todas las desdichas y de todos los temblores, se considera un ‘Místico descarriado’, como titula el poema que cierra el libro. Recordemos que su anterior poemario, publicado en 2010, al igual que este, en Vitruvio, se tituló Catecismo para espíritus descarriados. Pasen y lean estas Historias hippies de un viejo caballero, déjense llevar como hojas de otoño, caídas del árbol de la tormenta, por el viento suave de sus páginas. Yo ya lo hice y, afortunadamente, no salí indemne de su belleza brutal. Ahí dejo lo dicho. Disfruten. FAMOSOS SANTOS LOCOS
A la generación beat La carretera huía hacía las montañas Como un pajarillo asustado. La carretera huía hacia las montañas Como una mirada perdida. La carretera parecía tan extraña En aquel coche que robasteis. No estáis en Denver, No estáis es Los Ángeles Estáis en la carretera Entre almas sin rumbo. Vuestro destino reposa en el sonido de una vieja trompeta Que alguien toca en un café moderno y triste. Vuestro destino reposa en una trompeta zumbada. La primavera llegó como una canción distinta, Os pilló soñando nuevas patrias. Como los santos, vosotros siempre partís Hacia regiones remotas |
LA BIBLIOTE
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