LA BIBLIOTECA DE ALONSO QUIJANO
Reseñas
PILAR SANABRIA. TRÁFICO DE INFLUENCIAS (Ayuntamiento de Lucena, Córdoba, 2022) por CONCHA GARCÍA COORDENADAS PARA OVILLARSE EN LAS PALABRAS La poeta cordobesa Pilar Sanabria (1963) es autora de varios libros de poesía, también ha obtenido varios premios, entre ellos el Premio Meridiana del Instituto Andaluz de la Mujer (1998), así como el Premio Córdoba de Igualdad de la Diputación (2018), en cuanto a la poesía, el Mujerarte (2003), Juan Bernier (2007), entre otros. Ha sido periodista radiofónica durante más de treinta años, lo que le ha permitido experimentar radiografías variopintas de la condición humana que gracias a su trabajo como entrevistadora le han dado un saber lejos de las aulas. Tráfico de influencias es su último poemario hasta ahora, editado por el Ayuntamiento de Lucena y al cuidado de Jacob Lorenzo en un libro que imita un bloc de espirales exquisitamente editado en la colección: Costillas (pero no de Adán). Se trata de cuarenta composiciones, todas ellas tituladas en un estilo que navega entre la prosa poética y el versículo. La densidad temática gira alrededor de cuestiones como el amor, el deseo o la mirada crítica hacia la sociedad de su tiempo. Lo que hace que estos poemas brillen de una manera especial es la densidad de inspiración surrealista. Recordé el largo poema de André Breton ‘Fata Morgana’, escrito en 1940 en Marsella, mientras esperaba el visado que lo ayudaría a huir de la Francia ocupada por los nazis. También recordé las Chambres. Poème du temps qui ne passe pas (1969) de Louis Aragon, con sus dobles y triples sentidos que ofrecen al lector la posibilidad de aguzar su ingenio para interpretar, en ese laberinto de metáforas, ciertos sinsentidos rellenos de agudeza verbal y mental con un fondo de desesperación y desengaño. En la acumulación de metáforas cuyo arraigo está más en el surrealismo que en la visión onírica encontramos una poética marcada por el primer poema titulado ‘Lugar’, con una cita de otro surrealista, Tristan Tzara. «Se busca un estar», comienza diciendo la voz poética, y lo repite a lo largo del poema, después de cada búsqueda, una pausa muy breve para que su voz oracular nos vaya abriendo el paladar de los sentidos a lo largo del libro. Lo onírico parte de esa voz que sueña y desea, las asociaciones libres no impiden un vuelo verbal donde la coherencia hay que buscarla en la raíz de un pensamiento que no se reprime y asocia en un «aluvión del cerebro» todo aquello que marca su estilo. Como dice Joaquín Pérez Azaustre en el prólogo: «no hay cálculo, sino caudal, o: no hay irracionalismo de fogueo, sino una emoción de carne y cicatrices nutriendo la lectura». Veamos algunos ejemplos:
Muere un café en el retablo de mi paladar En la contemplación hallo la ajena estampida del coraje Subes por una tubería de huesos, en ellos derrumbas un talud sin palomas Ahora es un milagro la ebriedad tras tu ropa despiadada, hidra en aquelarre, cáliz insomne de mi deseo Y yo errante argumento en la fiesta de sus sobras Estos ejemplos son apenas una muestra de este despliegue metafórico donde el yo permanece en las afueras, pues la voz que habla se va de un lugar a otro, a veces con verdadera entrega al amor de su madre: «Mi madre creyendo en sus zapatos como en dos peces con calma». Ella le ha dado un giro a la realidad y propaga su decir en imaginarios que seguramente se nutren también de varias lecturas, como la de Charles Bukowski o Jack Kerouac, autores que menciona en el poemario. Las influencias son visibles y audibles: la voz va delineando poema a poema un mundo cuyos “aullidos” —pensando en el poema de Allen Ginsberg— se perciben por el ritmo de los textos de original singladura en el sentido de viaje imaginario. Al hacer la experiencia de leer varios poemas seguidos se te queda en la mente ese despliegue, esa irrupción de sentido alógico, una pasión por las palabras en hilera llenas de matices, hay que esforzarse para entrar. Una horma visible, como ella misma confiesa en la del poeta también cordobés José Luis Rey, pero yo creo que también está ahí Pablo García Baena, o de raíz aún más cordobesa y barroca, algunos destellos de Luis de Góngora.
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CONCHA GARCÍA. CUOTA DE MAL (Huerga & Fierro, Madrid, 2022) por NONI BENEGAS Cuota de Mal (Huerga&Fierro 2022) de la autora cordobesa Concha García (La rambla, 1956) se suma a una importante obra literaria, compuesta de varios poemarios premiados, ensayos sobre poesía, diarios de viaje y antologías de autores de la Patagonia, una zona del imaginario de Concha, que ha hecho realidad a fuerza de recorrerla y seleccionar las voces de su poetas. Acostumbrada a leer y a presentar a su autora, me sorprende este libro que da un giro a su obra y avanza en busca de una forma que atrape algo así como “lo real”. O al menos, que registre la dificultad del lenguaje para “aprehender” con palabras y conjugaciones algo del orden de lo vivo. Es un libro compuesto de instantes, escritos a la manera de “Koans”, esa especie de “adivinanzas cifradas” de la tradición Zen, donde el maestro plantea al alumno un problema. Un problema que puede parecer ilógico o banal. Pero, para resolverlo, hay que desligarse del pensamiento racional corriente. Hay que trascender el “sentido literal” e intuir el que se oculta. Cuyo tono, en los poemas de Concha, es decir, el tono que baña la escena que allí se muestra, lo decide el título. Por ejemplo, el tercer poema se titula “Run-Run” y alude al runrún que: Como un chorro de aceite/ empapa la superficie/ del pan, del pescado,/ de la mano que unta el cuerpo/ no entero, a pedazos: el brazo,/ la garganta y ojalá las cuerdas vocales,/ parte del pie, las orejas./ Oyó tantas músicas, pero cuántas quedan. Una música pegadiza, pues, ese runrún que como aceite nos inunda y se repite en bucle en nuestra cabeza. Otro poema, el titulado “Anaquel” en alusión a los estantes de la biblioteca, comenta el sucidio de varias mujeres poetas, Sylvia Plath, Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik y Anne Sexton: Con ellas leo que la poesía/ puede ser un enigma cuando/ no sabes qué decir y lo somatizas/ en tu cuerpo. Y concluye el poema con esta nota que para mi lectura, ofrece la respuesta: Hace un tiempo/ albergaba una honda satisfacción/ que no era producida por nada./ Abro la ventana, noto aire,/ el sol de la calle deja ver/ millones de motas/ que se dibujan flotantes/ en el haz de luz./ El libro es inmenso, compañía para un año entero. Para que se hagan una idea de la diferencia que supone de los libros anteriores de Concha, nos ofrece en la segunda parte una muestra del procedimiento actual. Aparece un poema a la manera de un koan, el de la pagina 61, titulado “Cuadrados”, que es una suerte de construcción cubista, o en abismo con un tema dentro de otro, elíptico. Está escrito en primera persona y en presente: Tengo miedo de recordarme/ las habitaciones se arrancan de sus camas/ caminas hacia abajo/ la soledad del portero de la finca/el amor siempre es contundencia/que no deja pasar lo impenetrable. Para mi lectura, el cuadrado de la habitación se abstrae del objeto cama y señala a su vez el cubículo donde vivo, que a su vez, mientras bajo las escaleras de la finca, reaparece en el chiscón del portero que esta solo adentro, y cuya soledad repica la mía que temo recordar. Hasta que de pronto un pensamiento me revela que solo el amor blinda lo incomprensible de esta vida que vivimos, y da sentido a lo que no lo tiene. Instante fulgurante que el poema atrapa. La siguiente composición, la de la pagina 62, se titula “Nada”, y parece reescribir el poema anterior en tercera persona y contarlo en pasado. Ha salido de la habitación/ ha sentido que alguien la pensaba/ha bajado hasta la calle / se ha imaginado cómo era todo. / Ha contado las monedas,/ ha elaborado una teoría por la cual puede estar en varios lugares/ sin necesidad de estar presente/ Ha tenido la tentación de existir mientras caminaba / de tocar su mano, de cambiar de dirección,/ de matar a la bestia que los asesina./ De hundir tus manos en la sangre sobre la hierba tan verde,/goteada de brillantes momentos de lluvia/ hasta que el sol las derrita. La secuencia contada en detalle de memoria, y con la distancia que crea la tercera persona, disuelve la potencia enigmática del poema anterior que no aclara nada, apenas señala los pasos que separan al yo poético de la revelación final. Revelación que en esta composición se trasmuta en deseo de cosas por realizar. Cosas anheladas, “nada” , como el titulo indica. Sin embargo, esa nada es el estado en el cual nos movemos permanentemente. Es esa “cuota de mal” que añadimos a la sociedad con nuestra vida fantasma hecha de retales, deseos imposibles, fantasías en las que nos perdemos con tal de abstraernos de una realidad insoportable, que no atinamos a cambiar.
Un libro inmenso, que nos sitúa escena tras escena ante nuestra propia falla, pero que el hallazgo de la forma perfecta para decirse redime con su belleza y contundencia.. RAÚL ALONSO. JUVENTUD (POESÍA REUNIDA 2000-2020) (Cántico, Córdoba, 2022) por CONCHA GARCÍA Raúl Alonso (Córdoba, 1975), además de haber publicado varios libros de poesía recogidos en Juventud, también es un exquisito gestor cultural y gerente de la editorial Cántico. Ha ejercido de profesor de meditación y muchas más cosas. Ha obtenido varios premios como el Poesía Joven Radio 3 y el Ciudad de Córdoba Ricardo Molina. La aparición de su obra reunida hasta 2020 recoge toda la etapa en la que fue escrita para cerrar un ciclo donde los poemas apenas están retocados. El libro, además, tiene en sus cubiertas una obra maestra, ilustrada por Ginés Liébana, y hay otras ilustraciones de Manes Sánchez y Andrés Aragoneses, también bellísimas. Octavio Paz decía que las palabras entran por el oído, aparecen ante los ojos, desaparecen en la contemplación. Toda lectura de un poema tiende a provocar el silencio. Pero antes necesitamos el lenguaje; sin este, no sería posible alcanzar entendimiento alguno, la lengua poética que me gusta debe ser transparente, dejar entrar en la luz que proyecta, la palabra. Se necesita la palabra y después se entra. Aunque cada uno de los cinco poemarios recogidos en esta obra reunida no carece de ese hilo conductor: provocar silencio en el interior, es decir, pensar, pensar hacia adentro. Estefanía Cabello, en su excelente prólogo, lo dice muy bien: «La búsqueda del poeta va hacia la belleza y la verdad». Una búsqueda donde cada libro, con un lenguaje diferente, apunta hacia el mismo lugar. Pero nos vamos a encontrar con escenas cotidianas, nada de lenguaje hermético, nada de lenguaje poético constreñido o trivializado, y a la vez cada libro es una línea que establece contacto con los otros poemarios, siempre con un fondo temático donde la ciencia, la tecnología y lo religioso o metafísico se abocan al amor, no al amor de pareja, sino al amor universal. La plaga (2000) es un vaticinio, una visión de catástrofes que aún no han sucedido. El tiempo y el espacio fluyen en el poema coordinándose con tiempos de varias realidades y azuzan al lector para que lo descoloque por ejemplo el poema primero: Mire en cualquier dirección y vea al insecto. / Se aproxima y usted no puede esquivarlo / piense una verdad-insecticida rápido / ¡Piense una verdad! / ¡Rápido! / ¡Rápido! Despierta, lector, en cualquier momento puedes darte cuenta de que la vida acaso no tenga sentido, pero no solo la vida, también la clase de vida que se lleva. ¿Somos felices? ¿Hay que ser feliz? Lo cotidiano y la transfiguración de la realidad se pueden entrelazar, porque así es, como en el bello poema titulado ‘La invasión’. En muchas secuencias aparentemente pueriles, pero saludables de vida, acontece un juego de espejos mentales que nos sugiere pensar en que lo que está aquí y ahora posiblemente no estará allí luego. El movimiento de los acontecimientos es constante, unos se tragan a otros, no para la existencia nunca. Su poesía trae ecos del budismo. Raúl Alonso ha estudiado la historia de las religiones, es un territorio que conoce. Nos habla del satori, que es la iluminación en el budismo zen, cuando se descubre de forma clara que solo existe el presente creándose y disolviéndose en el mismo instante, como cuando se pregunta cómo se puede definir “ese segundo”. Tarea imposible. Recordemos la anécdota de San Agustín paseando por la playa mientras trataba de desvelar el misterio de la Santísima Trinidad. Al ver a un niño que quería vaciar el mar en un agujero, le dijo que aquello era imposible, a lo que el niño le constestó que más imposible era conocer dicho misterio. En el poema ‘Canto a mí mismo’ se ve toda la trascendencia que hay en un acto cotidiano como ir a buscar la prensa y que tanto recuerda algunos poemas de Álvaro de Campos: Mientras tanto Raúl sale a pasear. / Es un buen día pero sólo / pretende recoger en el estanco / la prensa de hoy. Esa búsqueda, es, sobre todo, la búsqueda de Dios. Me viene a la mente un pensamiento de la filósofa Simone Weil, que precisamente estoy leyendo estos días: «La desdicha hace que Dios esté ausente durante un tiempo, más ausente que un muerto, más ausente que la luz en una oscura mazmorra. Una especie de horror inunda toda el alma y durante esta ausencia no hay nada que amar. Y lo más terrible es que si, en estas tinieblas, el alma deja de amar, la ausencia de Dios se hace definitiva. Es preciso que el alma continúe amando en el vacío, o al menos, desee amar».
En El libro de las catástrofes (2002) el engranaje de preguntas y certezas se va elaborando para requerir una escucha activa, o en su caso, una lectura. La cuestión es acertar con las preguntas, la verdadera filosofía no da respuestas sino que hace preguntas, y no vamos a encontrar recreos palabreriles sin sentido. Todo lo contrario, el gran estallido del amor puede crear ese estado de Satori que he mencionado antes. Sin embargo, te das cuenta de que esta poesía está poblada de seres contemporáneos, de paisajes que son cruzados por su mirada, bien sea en la realidad cotidiana, bien percibiéndose de las partículas que vemos arremolinarse en los rayos de sol, como bien apunta una cita de Lucrecio que el autor ha colocado oportunamente en este poemario. En ese sentido, esta poesía es más filosófica que religiosa stricto sensu. Aunque la búsqueda de Dios, o del bien, nos lleve imaginariamente a los altares católicos, no nos engañemos, en algunos poemas hay verdaderas oraciones al Cristo, pero bajo mi punto de vista, la inquietud que los mueve es panteísta. Una poesía más llena de conocimiento que de certezas, porque es en la pregunta donde hallaremos cada uno su propia respuesta. La carta de presentación que cada poeta amigo/amiga hacemos de su poesía es un aliciente más: Pablo García Casado, Juan Antonio González Iglesias, Pablo García Baena, Jaime Siles, Aurora Luque y yo misma. De El amor de Bodhisattva (2004), bellísimo poemario, engranaje del anterior, aprendemos, como dice José Antonio González Iglesias, esto: «La enésima dualidad de ese libro reside en que permite una lectura selecta y una lectura popular. Un volumen que apunta a dos minorías quizás concéntricas, la de los lectores de poesía y la de los iniciados espirituales. Se sumerge sin problemas en la cultura de masas». Jaime Siles en Temporal de lo eterno (2014) nos da algunas claves de lectura, pero no desde la filología, sino desde el hombre, desde el lector, haciéndonos percibir el ritmo de los versos, la partitura de palabras, esa casa del ser. Me gusta mucho el final del poema ‘Blancura’: Hay un minimalismo casi puro, / que llegaría a ser puro del todo / si ese concepto no estuviera en mí. Apartar de la mente cualquier idea preconcebida, cualquier pensamiento; dejar fluir, incorporarse a la velocidad de la época. Siguiendo el pensamieno de Gilles Deleuze, que hablaba de las intensidades y los devenires, de las velocidades y los ritornellos. Estamos viviendo nuestro tiempo, no otro, y hay que saber cuál es la velocidad que nos pide, ese fluir del poema que también es el de la propia existencia y que Raúl Alonso nos regala. Aurora Luque nos hace entrar, por último, en el extraño libro Lo que nunca te dije (2018). Y vuelvo a una cita de Octavio Paz: «Para sentir un poema hay que comprenderlo: oírlo, verlo, contemplarlo, convertirlo en eco, sombra, nada. Comprensión es ejercicio espiritual». Aurora Luque nos informa del estupor que sintió por este libro, y sufría por desconocer para siempre ese amor y esa soledad sacramentales. Para terminar, una pregunta: ¿en qué creer? En la juventud, sí, pero solo mientras dura, es tan efímera como nuestras vidas enteras, como ese instante que ya pasó, en guardar la esencia de lo que se ha vivido para repartirla como un perfume y quien tenga olfato, que la sienta. A todos nos atañe la experiencia poética, solo hay que percibirla. Mejor dejar la lógica y la razón a un lado, sentir lo que somos, seres especiales, seres de un día, de un instante, y saberlo, porque no sabemos casi nada por muchos agujeros negros que se descubran. Quizás todos, como dice uno de sus versos, seamos parte de lo mismo en el borgeano poema ‘Ley del retorno’: Todos los días de la vida / con sus mañanas claras y sus noches / son las señales claras de otros días / que viviremos con distintos nombres. CONCHA GARCÍA. VASTA SED (Cántico, Córdoba, 2020) por MANUEL GUERRERO CABRERA Tengo todo el instante resumido en un libro y abro las piernas para mentir. La editorial Cántico, de Córdoba, presentó la colección de poesía “Palabra de mujeres” bajo la coordinación de Raúl Alonso, quien ha conseguido que contemos con una nueva obra de Concha García. En verdad, y como la propia poeta manifiesta en el prólogo, se trata de una selección de algunos poemas que formaron parte de Otra ley (1987), Por mí no arderán los quicios ni se quemarán las teas (1986), Ya nada es rito (1988) y Desdén (1990). En otras palabras, una revisión de textos que vieron la luz hace más de treinta años, pero que conservan la misma fuerza y sugerencia de entonces; probablemente, como dice la propia Concha García: «Era un decir oscuro que daba luz al deseo. Las palabras para decirlo no fueron halladas en el repertorio de mi tradición y me inventé la manera de cantar el goce de estar viva»; una aportación original que ha logrado que sea una de las voces de mujer más destacadas en la poesía hoy.
Atónita habla de ahondarse y rápida vigila la manta como si ebullición fuese ser solo pauta o inverosímil temporalidad. El rasgo principal de los poemas de Vasta sed es el sugerente erotismo que hallamos en ellos, estimulado, además, por el estilo intenso de la autora que en sus breves poemas plasma una original visión femenina. Amo el desliz con el que me lo dijiste, y tu perfil abrasando mi acarreo de besos y tu izamiento al ser tendida toda la tarde en tus alfombras y tus succiones de esfinge arrebato en dos jornadas que yo amé. Y esa terrible manera de decantarse por lo absoluto. El poemario ofrece un prólogo o, mejor dicho, una introducción firmada por la poeta acerca de la selección publicada. María Rosal, otra indispensable poeta cordobesa, ha manifestado en alguna ocasión (la memoria me lleva a la presentación del libro Freud me debe una explicación, editado en Lucena) que no es habitual hallar metapoéticas o autoras que reflexionen sobre cómo han escrito; por lo que esta introducción resulta muy valiosa para comprender el ánimo de nuestra poeta, ayer y hoy, y conocer mejor sus propósitos estéticos o poéticos. Los textos poéticos recogían vivencias lejos de los estereotipos femeninos de aquellos años en España. [...] Era un decir oscuro que daba luz al deseo. Las palabras para decirlo no fueron halladas en el repertorio de mi tradición y me inventé la manera de cantar el goce de estar viva. Así, luego expone cómo el yo poético se plasma en el amor, y sus modos, en otras mujeres; para concluir que estos poemas ya no están sujetos a su tiempo, al contrario que la poeta: «la mujer que escribió aquellos poemas ya no está»; sin embargo, Concha García es consciente de lo que han aportado estos versos: «una nueva mirada para visibilizar el sujeto poético femenino sin sesgos tradicionalmente patriarcales». En definitiva, Vasta sed nos devuelve una serie de poemas que Concha García escribió hace más de treinta años, como si los hubiera escrito hace unas semanas, pues tienen, y me repito, la misma fuerza y sugerencia de entonces por el siempre necesario erotismo y la expresión original del amor a la mujer. [...] y me como los dedos de mi amante que no me amó, y me lamento de la humedad que da eso en la mirada, todo más lejos, y me acuso de divinizar lo que toco con el ojo, y me asusta llevar la incertidumbre en los besos, y me pongo celosa porque soy olvidable. ANTONIO TELLO. EN LA NOCHE YERMA (Vaso Roto, México, 2019) por CONCHA GARCÍA Antonio Tello (Villa Dolores, Argentina, 1945) vive en Río Cuarto, en la provincia de Córdoba. Residió en Barcelona desde 1976 hasta 2014, aunque de Barcelona no se ha ido del todo. Curiosamente destruyó toda su poesía y en su nueva etapa, a partir de 2004, publicó Sílabas de Arena, Nadadores de altura, O las estaciones, Lecciones del tiempo y En la noche yerma.
Además de una extensa obra narrativa, ensayística, es considerado por la crítica como una de las literaturas más relevantes de la Argentina del exilio. Antonio Tello ha publicado la mayor parte de su obra también en Barcelona. En momentos tan agitados como los que vivimos, sentir que no se es tan solo de un país, nos coloca en la visión de un poeta que parte de moldes alejados del sujeto enraizado en un territorio desde el cual la voz se agencia del mismo. En la noche yerma consta de treinta cantos escritos bajo el molde de Ezra Pound y T. S. Eliot. Los cantos son verdaderos mosaicos culturales del siglo XX. El poema de Antonio Tello se eleva a ras de suelo, no desde la alta cultura. La decadencia de la civilización enfocada en una de sus riquezas, el lenguaje, cada vez más degradado, se siente en carne propia. La voz profética de esta narración se apuntala con referencias a las escrituras sagradas, La Ilíada y La Odisea, a modo de soporte de una tradición oral. Esta voz, que parece retumbar con una melodía rítmicamente pausada, se estremece ante la usura que continuamos padeciendo, expandiéndose más allá de cualquier territorio. Antonio Tello va desgranando, a modo de monólogo dramático, en cada uno de los cantos, una serie de meditaciones sobre la historia de la humanidad desde el lado peor del ser humano, acentuando la decadencia y agonía de nuestra cultura. La falta de recursos para los más pobres, la eliminación de las humanidades, la invasión de la técnica en todas las esferas, la degradación del territorio, parecen confabularse con mayor intensidad en estos tiempos tratando de borrar del mapa los mejores logros del ser humano. El hombre es un lobo para el hombre, ya lo dijo Plauto hace más de dos mil años. La condición humana no cambia, somos nuestros peores enemigos. Libro apocalíptico, escrito con la rabia de quien observa y siente cómo se adueña del mundo “la fiera economía”, “los hijos de la nación”, “el holocausto narcisista del cazador”. Como dice el crítico Jorge Rodríguez Hidalgo: «El poema de Tello es su contador, el poeta que levanta la voz para nombrar y crear, para decir y falsear (urdir los versos más tristes), para ser o para no ser (el lenguaje devora / el nombre de las cosas). El hombre, el poeta en ciernes, ante el estéril paisaje del tiempo por venir, reducido al silencio después de la gritería, debe aprender la gran lección del mundo, que le llegará por medio de su música primordial, la voz libre de obediencias. Ese hombre, ese poeta, es, a su vez, el proscrito, el extranjero, el exiliado hombre y vate que firma el poema». Destaquemos que si el poeta no solo es un fingidor, sino un visionario, tomando la corriente de la poesía simbolista y las secretas afinidades entre el mundo sensible y el mundo espiritual, vamos a notar, leyendo En la noche yerma que lo que nos queda en esta tierra es sufrimiento y conciencia por haber sido partícipes del mismo: y tú yo vástagos de una / escritura fosilizada desgarros de horas / perdiéndose ante sus ojos / pereceremos… Fue Ezra Pound en sus escritos contra la usura quien advirtió que la historia de este maldito siglo no nos enseña más que la violación de estos principios —la propiedad es un derecho— por una usurocracia demo-liberal: «La doctrina del capital ha demostrado por sí misma que se la podía resumir como un permiso concedido a los ladrones sin escrúpulos. La usura se ha convertido en la fuerza principal del mundo moderno. El combate contra las finanzas internacionales se convirtió en el punto más importante del programa Nacional Socialista». Advirtamos que los partidos de extrema derecha avanzan poco a poco con una velocidad arrasadora. Si la poesía es revelación, la de Antonio Tello nos revela lo que ya sabemos o intuimos, sin olvidar que allí donde todo se ennegrece, muy cerca renace la hierba de nuevo. La visión epifánica del poema no es otra cosa que la esperanza en el renacer. Antonio Tello deja una gran preocupación por el lenguaje en este largo poema. Si lo perdemos, ¿cómo nombrar? La poesía es un antídoto contra el olvido y la imaginación es tan necesaria como el aire que respiramos. |
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