LA BIBLIOTECA DE ALONSO QUIJANO
Reseñas
ALMUDENA TARANCÓN. CAMINO DE PIEDRA AZUL (Ediciones en Huida, Sevilla, 2018) por JESÚS CÁRDENAS DE DENTRO AFUERA La mirada y el olfato cobran sentido cuando la sensación de lo capturado o lo curioseado fluye de fuera adentro o viceversa. Almudena Tarancón debuta con Camino de piedra azul, reivindicando la palabra como fluido presente en la naturaleza y que encuentra respuesta, volcándose, en el interior, y como si fuese un claro, se propaga hacia afuera. Durante su presentación en el Ateneo de Sevilla, Pedro Luis Ibáñez Lérida dijo de Camino de piedra azul, [que era] atisbo de futura y fecunda palabra poética, nos encamina a ese lugar sin nombre donde renacemos si osamos despojar lo banal de nuestras vidas. Su título es literal, es decir, tiene base real, existe en Carmona (convirtiéndose la ciudad en influencia y remitente al mismo tiempo), y también, simbólica, pues nos conduce a mirar atrás pero también a seguir mirando adelante. Como seres en el camino del fluir, como pequeños puntos que transitan en una línea infinita. Por eso, ya de entrada, les digo, es fácil no ya aproximarse a este libro, sino coger de la mano a la autora y andar por los mismos caminos, identificarse, en resumidas cuentas, con lo escrito. Este es el verdadero sentido de la poesía que nos cala hondo en este poemario nada más empezar: ser en el tránsito. El libro se abre con la cita de la venezolana Gabriela Kizer, donde habla del modo en que las palabras, al interiorizarse, se vuelven extranjeras. Cabría preguntarse por qué nos empeñamos en escribir poesía, por qué nos empeñamos en escrutar con nuestros sentidos (mirada, oído, tacto) el mundo que está ahí, al alcance de todos. Acaso el poeta cuando contempla persigue una verdad con el lenguaje. Una verdad en un horizonte azulado sin límites, en convertir que la memoria sea líquida, atraerla hacia nuestro interior y, luego, expulsarla, conformada, revitalizada. Porque, quizá, esa es nuestra respuesta ante el mundo. Y tal vez por eso la poesía siga resultando necesaria. Porque necesitamos seguir viendo, oyendo. Este libro se parece, en la forma en que se dispone, a un diario (y aunque no muestre el dato espacio-temporal, casi lo intuimos) por el modo en que el sujeto se detiene y nos detiene en cada poema haciéndonos partícipes de su contemplación. Camino de visión contemplativa, desde un punto de vista exterior, donde puede verse al sujeto divisando los alcores, como dirá en el poema de título homónimo al rótulo del libro: Este viento indómito se bate sobre las formas alcoreñas y colores de la vega Además, el camino conlleva sobrecogimiento, una visión mística, un punto de vista emocional, como dirá la autora en el mismo poema: penetra por las ventanas de mi casa y mis sentimientos Almudena va combinando palabras según el dictado de su pensamiento a lo largo de una cuarentena de textos junto a una tercera parte, que funciona como apéndice, compuesta por veintitrés textos, cuya extensión es breve, de hecho son escasos los poemas que van más allá de una página, acompañados, en algunos casos, por citas de diferentes poetas, que completan y refrendan el sentido que la autora quiere ofrecer en un determinado poema. El amor, el ser, la propia identidad (en relación consigo misma, con el otro y en relación con el lenguaje poético) y la escritura misma son las vías —y las claves— por las cuales la autora transcurre imprimiendo una singular fuerza emocional, así la poeta no tarda en dar su definición de las cosas, como lo hacen los escritores, se apropian de la realidad para dar una nueva versión de ella, para crear ese otro mundo, el establecimiento de mundos paralelos, cuya materia ha resultado ser un filón para la narrativa de ciencia ficción. Afirmaba Paz que la poesía «no es una actividad mágica ni religiosa»; no obstante, el espíritu que la expresa, los medios de que se vale, su origen y su fin, muy bien pueden ser mágicos o religiosos. Mientras que en la religión lo sagrado cristaliza en el ruego, en la oración, en el éxtasis místico, en un diálogo o relación amorosa con el creador, el poeta lírico entabla un diálogo con el mundo a través de dos situaciones extremas: la soledad y la comunión. A pesar de que el sujeto halle en el camino piedras u obstáculos, el primer obstáculo que tenemos los seres es el tiempo, el paso fugaz de las horas («resbalan minutos huidizos» o, en otro poema, «Si solo soy un soplo en el tiempo»), aunque no es empleado con un tono elegíaco o pesimista sino, más bien, consentido, pues el día dio para mucho («cuando el horizonte huye / mi sombra se consume/ serena y confiada/ al atardecer»); aunque los caminos sean serpenteantes; ahí estará, susurrando su voz hasta nosotros. Una poeta que busca la luz del tiempo («Ayer / aprendí sola a mantener el equilibrio […] // Hoy / funambulista sobre un pensamiento», escribe en el poema ‘Acróbata’). En el camino el sujeto se va encontrando hitos, siempre resuelto con vocablos legibles, de fácil comprensión. La autora sabe transmitir con sus lectores el dictado de lo telúrico, de lo misterioso que se esconde bajo lo sublime del lenguaje poético. Las palabras se muestran pero no revelan el significado completo, el sujeto no acierta a encontrarlas aunque las persiga a conciencia («Yo busco palabras errantes donde mueren los sueños, / donde no hay falsos atardeceres ni auroras inventadas»). Y persigue, también, un modo para plasmar lo corriente de la manera más elocuente posible sin retóricas ni un lenguaje impostado, sino de una forma natural, como debería fluir la propia vida («Somos el pulso equilibrado de nuestras manos / y cada acto fluye con ternura entre / materia, relación y tiempo», en ‘Desnúdate’); camino de una búsqueda para llegar, al fin, al otro, a vosotros lectores («Escribe hoy poemas para mí, / dice una voz», se dice el propio sujeto a sí mismo). El lenguaje se aparta de lo común para trascender en la anécdota. Ya desde el título donde las imágenes visuales y metáforas revelan lo no conocido, en lo que como buen peregrino ha de descubrir, como la flor entre la maleza («Amor / estrella polar / destino seguro», leemos en el poema ‘Significados’). Hay versos que fulguran, que son destellos en el cielo mientras el caminante mira hacia dentro («Todo busca su propia naturaleza»). Por ello, y habiendo considerado el libro como diario, el sujeto necesita dar sus coordenadas, referente de que su base es real, localizable, incluso necesita volver, después de haber caminado, contemplado, pensado, vivido, en ‘Almizcle y sándalo’:
Vuelvo sedienta a beber de ti, surtidor, origen, a bajar a aquel monte donde el fluir de tu ser hace brotar almizcle y sándalo. La poesía de Almudena Tarancón es personal, intimista, con vocación de propagarnos el fluido de la existencia: de dentro afuera. Y lo logra en su primer poemario, Camino de piedra azul, donde cada poema se refleja en el claro horizonte de sus expectativas, donde consigue pellizcar: «Silueta de sal diluida, / lágrima a lágrima, / en los recuerdos».
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ANTONIO J. SÁNCHEZ. BUSCANDO A VELÁZQUEZ (Ediciones en Huida, Sevilla, 2018) por MANUEL GUERRERO CABRERA SEVILLA, ARTE Y LITERATURA La película Perfectos desconocidos (Álex de la Iglesia, 2017) trata de cómo durante una cena unas parejas amigas y un soltero deciden jugar a leer en voz alta los mensajes que les llegan al móvil y atender las llamadas en altavoz. A medida que avanza la noche y comparten los mensajes, se percatan de que, pese a la amistad, ni se conocen tanto ni cuentan todo lo que les pasa. En esta misma situación me encuentro con Antonio J. Sánchez (Sevilla, 1971), que se trasladó a la capital española por amor, donde trabaja de gestor económico, poeta de Balance de situación (Guadalturia, 2011), Leyenda urbana (Origami, 2012), Tebeos (Voces de tinta, 2014) y Libro de horas (Lastura, 2017), ganador del Premio «Saigón» de Literatura en 2008 y el Premio de Poesía Miguel Baón en 2015; una persona muy comprometida con lo cultural y a quien siempre le estaré agradecido de las palabras que dedicó a mi hija al poco de nacer y que utilicé como improvisado epílogo en uno de mis libros. Y toda esta información la he escrito de memoria, doy mi palabra (escrita aquí), además de otras cosas demasiado personales que me callo, porque no hay que contar aquí. Por lo que el día que supe de la novela Buscando a Velázquez, me sentí como uno de los personajes de la película antes mencionada: ¿Antonio J. Sánchez, de Sevilla, novelista? ¿Cómo pudo ser? ¿Desde cuándo? Buscando a Velázquez (Ediciones En Huida, 2018) trata de Lorenzo Castilla, un becario de Historia del Arte, oriundo de un pueblo de Segovia, que llega a Sevilla en 1997 y encuentra por azar una pista sobre dos cuadros desconocidos de Velázquez, lo que hará que den con ellos y se realice una subasta. La novela pasa por distintas fases de género, de la novela de misterio o intriga, en la búsqueda de los cuadros de Velázquez y la organización de la subasta, a la neocostumbrista-social con una buena relación o descripción de situaciones de un protagonista foráneo con la ciudad de acogida, Sevilla, pasando por la humorística y la amorosa o sentimental. La acción se divide en tres partes muy claras: la primera es la búsqueda y localización de los cuadros, la segunda confiere de lo relativo a la subasta, y la tercera actúa a modo de epílogo, para cerrar tramas secundarias. En el tratamiento de los personajes, Lorenzo Castilla lleva el peso fundamental de las tramas y de la novela en general. Es el personaje principal y el más completo, de cual se nos ofrece una imagen terminada: confiado, sincero, íntegro, serio y apasionado en Historia del Arte; su personalidad deja en evidente contraste la de los demás personajes, con Lucas (su guía por Sevilla, una suerte de Virgilio fiel e inteligente) en que este es burlón, con Luis Carlos (presidente de la asociación APTA) en que este es oportunista y deshonesto, o con Yolanda en que esta es decidida y resolutiva. Por lo tanto, no hay aspecto que no pase por él, pero el autor puede estar tranquilo, porque Lorenzo es un personaje sólido, incluso en los momentos de humor, como en su breve experiencia en el camino del Rocío. Tan sólido como Sevilla, pero esta ya tiene valor y fuerza de por sí. Por esto último, uno de los aspectos más interesantes de la novela es la expresión y representación de la sociedad sevillana, que no tiene reparos en mostrar amor por su ciudad, no solamente lugares conocidos de la ciudad (la catedral, la Casa de Pilatos, la Alameda…), sino también bares (también reales: el Tremendo y Casa Morales); su gente (destacamos la descripción de las distintas «tribus urbanas» en el segundo capítulo); y, en especial, sus costumbres, como la atención dada a la Semana Santa en uno de los mejores capítulos de la obra y el modo de asumirla como algo antropológico y social, junto con lo religioso.
Sevilla es una ciudad tradicional, muy aferrada a su pasado, para lo bueno y para lo malo. Y nada hay más tradicional que las devociones religiosas. Además, las hermandades tienen aquí un peso enorme, que va más allá de lo religioso, y se instala en lo cultural y en lo social. Esto nos lleva al gran motivo de la obra, que parece oculto, pero que está muy presente y se nos pasa: la defensa de la cultura y del arte, que lo perdido en estos ámbitos es irrecuperable. Valga como muestra la indignación de Lorenzo al conocer el derribo de la casa solariega del siglo XVIII de los Acosta de Villablanca, o el modo en el que Lucas le informa de cómo ha cambiado la Plaza del Duque en menos de cincuenta años que, de estar rodeada por palacetes nobles, ha pasado a estar llena de edificios modernos de grandes almacenes sin valor artístico. Es esta tesis la que da sentido al final de la obra que, evidentemente, no describiremos aquí. Quizá, en el futuro, exista una sociedad mejor preparada, sin tanto ánimo en lo lucrativo y más en lo artístico, para comprender el valor del hallazgo de un Velázquez o de la obra de otro gran artista. Dijo Rilke que la patria es la infancia y con Buscando a Velázquez conoceremos la de Antonio J. Sánchez. Como dice Lucas en la novela: «Es que saber de arte no es aprenderse de memoria un montón de fechas y nombres, sino conocer el mensaje que quiere transmitir cada obra». Y la suya transmite amor y admiración por Sevilla, la literatura y la cultura. JOSÉ LUIS ABRAHAM LÓPEZ. MIS DÍAS EN ABINTRA (Ediciones En Huida, Sevilla, 2018) por ANTONIO AGUILAR RODRÍGUEZ Mis días en Abintra es el nuevo libro del poeta cartagenero José Luis Abraham López, publicado por Ediciones En Huida en la colección raro Pegaso. José Luis Abraham nos presenta su particular “Españoles por el mundo”, su edición especial de “Poeta en Abintra”, un espacio que se presenta al lector como un destino de viaje, y que se va fundando con una actitud a medio camino del comentario de tripadvisor y del aventurero romántico del siglo XIX, cuando ingleses y alemanes viajaban por el sur de Europa inventando su Grecia ideal, refundando sobre un terreno ya fundado una nueva realidad, en este caso un nuevo espacio para habitar. La primera noticia que tenemos de Abintra es prácticamente desde el avión, se nos ofrecen ciertas pinceladas con cierta presunción de objetividad, que obviamente es falsa, y de la que se sirve para “describir” no tanto real como poéticamente Abintra. A lo largo del libro he disfrutado de este desplazamiento continuo de la realidad física a la realidad poética, del lenguaje fosilizado de la frase hecha al hallazgo poético. Hay en general un desplazamiento que da pistas sobre lo que está sucediendo, pistas sobre la realidad de este espacio insular, no tanto físico como moral o lingüístico, por ejemplo en el primer poema que se presenta como una nota de una página de un libro de viaje pero que usa de una forma particular el guion, aparecen unas palabras quebradas que revelan un secreto, unas palabras escondidas en las palabras comunes, escondidas por el uso, por el cansancio de no ver más allá. Primer indicio, tal vez, de que no se trata de un anecdotario o de un diario o de las dos cosas. Hay también desplazamiento en otros momentos del libro, los lemmings que desplazan a las ovejas, o las luces del atardecer que desplazan al atardecer real. Se trata de una realidad inesperada y escondida que necesita una escritura nueva, como un inexperto taxidermista, para recolocar las palabras como esqueletos, clasificar, rotular, seleccionar. Se sirve además de todo un inventario de frases hechas, que también se valen de ese mecanismo de desplazamiento y con las que ironiza y se distancia a la vez, con la que muestra un tratamiento poético en este propósito, y nos lleva de la orografía y el detalle de Abintra al interior de este espacio, que es un espacio moral, entre otras cosas. Hay muchos ejemplos: A estas alturas todo es toser y cantar (p. 18), cualquier tiempo pasado no pudo ser mejor (p. 17), para hacerme el sueco (p.23)... Desde dentro, como apunta la etimología de la palabra, destaca que esa creación del espacio se hace desde la casa, desde el espacio doméstico de una habitación, con la última barrera de las ventanas, de la luz velada, así que lo que se muestra muchas veces es una impresión, una intuición de lo que es probable que suceda al otro lado. Un juego, porque ese nuevo espacio está cerca y distante por momentos, se desplaza desde la experiencia a la probabilidad.
Es un nuevo espacio y un espacio que ha convivido a la vez con el autor desde el inicio, un espacio moral, donde la mentira también se muestra como identidad: Las mentiras crean monstruos -dices, respiran el tiempo justo en el que te das cuenta de su poder de devastación. Sólo entonces estás en el lugar y la hora para convertirte en aquello que abominas. O en la página 21: Una vez que entro en el mundo de los ojos cerrados y prometo decir la verdad Y nada más que la verdad. O cuando afirma: Amigos inseparables para lo malo y para lo peor. Lo curioso de este recurso es que todo viaje implica un desplazamiento. Además como los viajes del siglo XXI, los viajes de la clase media no son una estancia definitiva, es una temporada en Abintra, como anuncia el título. Además este desplazamiento, que por lo normal en los poetas se asume como previsible, no nos da respuestas, porque esta edición de “Poeta en Abintra” nos deja preguntas, como la buena poesía, cuestiones como por qué llegar, desde dónde, veintiuna razones entre otras cosas para llegar a Abintra que son aludidas pero no enunciadas, para que el lector complete ese espacio desde su propio viaje hacia su propia Abintra. Eterno, insondable y cautivador Cuanto miro, Menos este rostro que al trasluz aviva, Enmudece y me trae aquel otro. Sin duda alguna, Algo más de cuarenta años juntos Ayuda a que el roce haga el cariño. Salvadas nuestras diferencias, Amigos inseparables Para lo malo y para lo peor, Aunque el don natural que uno dispone Para la belleza Al otro le parezca una ventaja inmerecida. Cuando nos conocimos era miércoles -me cuentan- Y llovía a las ocho y pico de la mañana. EL SILENCIO. SAÚL SUANE (Ediciones en huida, Sevilla, 2017) por Manuel Guerrero Cabrera Una de las definiciones de enunciado que tuve que estudiar en la preparación de oposiciones era la de que aquel estaba comprendido entre dos silencios. Lejos de su certeza o falsedad, me parecía que esta afirmación hacía necesaria que para que se diera un enunciado debía haber silencio. Algo así ocurre en El silencio de Saúl Suane (Córdoba, 1984), quien ya había publicado en 2009 Las aguas y las horas (Groenlandia): el silencio existe porque la voz existe. Estos dos elementos, junto al agua, están indisolubles en este volumen. Pero hay una cuestión muy llamativa en este libro. El autor indica la cronología de la obra: desde invierno de 2007 hasta verano de 2009, dos años y medio; y, además, coloca cada una de las tres partes del libro en un lugar; esto es, «La voz» en Córdoba, «El silencio» en Madrid y «La pregunta» en Córdoba de nuevo. En definitiva, rasgos vitales de la necesidad de su enunciado y, por consiguiente, de sus silencios en la veintena de poemas que nos ofrece. En la primera parte, «La voz», nos encontramos con una poesía casi sin adjetivos, con bastantes verbos unidos a la preferencia por los sintagmas nominales. Poemas en los que la voz simplemente quiere hacer acto de presencia, sin matices. De manera etérea, pero presente, el silencio: Que era libre Creí Se anclaba a las cadenas que no existen a las ataduras que no se ven Que era libre Creí Ahora no sé dejar de amar La segunda parte, que da nombre al poemario, contiene la mayoría de los mejores poemas del conjunto, casi todos en la estética de la sección anterior. Textos muy basados en la imagen, enriquecedores y sugerentes; en los que la melancolía se presenta mediante motivos de agua, como la lluvia o las lágrimas: Una lágrima vaciada de mi cuerpo. […] Rompe el silencio la muerte, el duelo de amor. La última parte se intitula «La pregunta», en la que la voz y el silencio crean poemas como enunciados conjuntamente, sin que una prevalezca sobre otro. Así, el poema final nos brinda probablemente esa «pregunta» que el poeta, sobre su voz y su silencio, no deja de hacerse:
¿Debo volver mi cuerpo hecho interrogación hacia el cielo o la tierra, o debo dejar ir todo cuanto la marea fue dejando en mi orilla? La marea, como otras imágenes relacionadas con el agua, están presentes en los poemas de esta tercera parte. Los ríos, los mares, etc. parecen corresponderse con el tiempo, el elemento esencial que anima estos últimos poemas de El silencio. En relación con lo dicho al principio sobre el enunciado, basta recordar aquel principio del signo lingüístico de Saussure, acerca de que su significante es lineal mediante una secuencia temporal, como el poeta lo establece en cada verso, en cada imagen del agua, de lo temporal: Caminar sobre los mares, en los ríos me perdí. Y yo te buscaba, yo te buscaba. Y este cuerpo mío que traigo, y esta voz mía que traigo, en los ecos se pierde. ISMAEL CABEZAS. SUTURA (Ediciones en huida, Sevilla, 2015) por ANTONIO GÓMEZ RIBELLES Una sutura provoca una cicatriz. Es tan sencillo como que todas las heridas dejan huella, a pesar de que sanen y permitan seguir la vida. Pero ahí quedan, para que no se olvide. Sutura es el nuevo libro de Ismael Cabezas (La Línea de la Concepción, 1969) que viene casi de la mano del anterior, el brillante Pisadas en la nieve sucia, que ya reseñamos aquí. Muy cercanos en el tiempo, pero muy oportuna esa proximidad porque son dos visiones de la realidad que miran hacia fuera y hacia dentro, exterior e interior. La misma voz poética asentada y potente. Si en Pisadas nos mostraba una visión crítica de una sociedad castigada, en Sutura aparece un intimismo anclado a lo confesional y a la melancolía. Un libro sin secciones que comienza con una serie de poemas que nos enlazan con Pisadas, pero que nos llevan en un continuum desde la derrota colectiva al fracaso individual. Poesía narrativa con un cuidado gusto por no perder el sonido del verso. Poesía dura que no deja de lado la belleza. Vamos por partes. LA MEMORIA. LOS OLVIDADOS Somos lo que nos falta, o somos lo que perdimos. La memoria construye siempre, pero hay que elegir el sentido. Recordar se convierte en el libro en lo que fuimos y lo que creímos llegar a ser. No se cumple nunca lo prometido, lo que nos prometimos, lo que nos merecimos o creímos merecer. Somos los olvidados y el recuerdo se convierte en soporte del dolor. … recuerdo haber jurado aquella tarde no cortarme el pelo jamás, inútil juramento de un adolescente que no lloraba nunca. de ‘Corte de pelo’ LA FOTOGRAFÍA El recurso de utilizar la fotografía no es sólo lo visual, la fotografía es un relato, una narración de lo que fue y de lo que se fue, eso tramposo que construimos, eso que ahora es sólo un certificado de defunción mientras suena Joy Division, Ramones, Morrissey, Nico y la Velvet… … todas las fotografías y las noches de juventud acaban siendo completamente iguales, una vana ilusión de todo cuanto quisiste poseer y nunca jamás podrás alcanzar. de ‘Fotografías de juventud’ MELANCOLÍA Todo es juventud perdida porque el poeta envejece antes de tiempo. Porque a pesar de que el tiempo sea necesario para aprender a escribir, cuando lo hayas conseguido sólo te quedará hablar de lo que quedó atrás («mísera melancolía, devuelve cuanto robaste»). Y ese aroma de tristeza. El dolor por la juventud perdida para siempre en la larga noche del tiempo, las palabras escritas una y otra vez sobre el viejo cuaderno para solo contar una vez más la historia de una derrota de ‘Paseo en noviembre’ TÓPICO ¿Qué ocurre si los tópicos son verdad, si son la realidad? Dadas las divergencias sobre qué es la realidad y el propósito de la poesía de encarnarla, solo nos queda asumir como propio el discurso del libro. Conocemos a los poetas, nos persiguen en sus libros y sabes contar de tantos que lamentan su paraíso perdido. Antologías de jóvenes que dejarán de serlo “ellos, los últimos poetas”. Emergentes sumergidos que vivirán su derrota, la de no ser quien quisieron ser y quieren hacer que la farsa siga, el sueño de alcanzar “la efímera gloria de la poesía”. El poema ‘El pájaro de ala rota’ dibuja esta línea del ascenso y declive del poeta, el mito de la juventud que será el éxito y la ruina. Así que la derrota se convierte en el discurso, el tópico que da sentido a la poesía de Ismael Cabezas, la continuidad del realismo. BELLEZA Belleza y derrota son dos líneas que se entrelazan y que se convierten en tesis, reconocimiento del fracaso iluminado de belleza a pesar de todo. En ‘Sobre la mirada’ se recoge la realidad y la belleza como una misma cosa, un poema que después de hablar de cicatrices, derrotas, tiempo, poemas, poetas, cansancio, termina con este verso: y en todo ello puedes ver la belleza. SUICIDAS
Plath, Pizarnik, Sexton, Trakl, Lowell, Curtis, Dyer, los suicidas habitan el libro, como un referente. Prozak, Tepazepam, Amitriptilina, Lorazepam, inundan los cuerpos de los personajes, que ya no pueden soportar sin ellos la derrota, imagen de la supervivencia asistida. No saques conclusiones equivocadas. Los poetas suicidas serán los mismos que los artistas suicidas, que los músicos suicidas, y los mismos que los ciudadanos suicidas. Nadie promueve nada. Pero nos encantan esos personajes oscuros, esa idea romántica. Nos llaman los que fueron capaces del exceso final, los bellos suicidas. Quitarse la vida no tiene por qué ser la más meditada de las decisiones, … de ‘Un día perfecto para el pez plátano’ ESPERANZA ‘Aún resta esperanza’ y ‘Declaración de intenciones’ son los dos poemas finales, la derrota cerrada con un canto a la vida posible. Todo cuanto tienes es tiempo hurtado a la muerte, debes de saberlo y guardar el secreto, ahora toca invocar a la vida. de ‘Declaración de intenciones’ Un gran libro de un gran poeta que permite releerle y esperar lo próximo. Iniciado ya el camino con sus dos últimas publicaciones en editoriales con buena distribución y catálogo, creo que se puede esperar un futuro prometedor de una voz asentada y propia. A seguir. |
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