LA BIBLIOTECA DE ALONSO QUIJANO
Reseñas
ANTÓNIO CARLOS CORTEZ. SKIN DEEP (Difácil, Valladolid, 2024) [Traducción: Verónica Aranda] por SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERRERO-STRACHAN En 1967, Philip Larkin, poeta de quien no diríamos que era moderno o que le podía interesar la cultura juvenil, escribió ‘Annus Mirabilis’, en el que menciona a los Beatles: «entre el final de la prohibición de lady Chatterley / y el primer elepé de los Beatles». No sé si es la primera mención a una banda de rock, desde luego sería una de las primeras, algo más bien poco usual en la Inglaterra de entonces, no digamos ya en otros países. Desde entonces mucho ha cambiado. Los poetas colaboran con cantantes de rock, a Bob Dylan le han concedido el premio Nobel de Literatura, en su estela hay varios cantantes que han publicado libros de poemas. Sobre todo, al menos para lo que ahora nos interesa, el rock se ha convertido en parte de la cultura popular y de masas. Es difícil entender la cultura de gente que anda entre los cincuenta y los ochenta sin atender a la influencia que el rock ha tenido en sus vidas. Incluso un poeta tan dandi como es Luis Antonio de Villena habla de esta música en varios de sus artículos y en alguno de sus poemas, al igual que el vanguardista Antonio Martínez Sarrión escribió ‘Ummagumma’ o esos versos finales de ‘Canción triste para una parva de heterodoxos’ donde surge el Lou Reed de Berlin (‘Sad song’). Otra cosa es utilizar la música como elemento vertebrador del libro. En ese caso el poeta puede optar por hacer de la música el tema principal o buscar una fusión entre lo musical y lo poético (que la forma y el contenido encuentren una adecuación con las características, un tanto inasibles, de la poesía). Skin Deep es un caso interesante, por lo que tiene de apuesta y de calidad literaria. Ya el título remite al rocanrol al tomarlo de una canción de The Stranglers, grupo de punk-rock de la década de 1980. Además de ellos, comparecen The Smiths (repetidas veces), Siouxsie and The Banshees, Depeche Mode y algunos otros en un libro que no es una celebración del rock propiamente dicha, sino una reflexión sobre la poesía. Llama la atención esto: que siendo en gran medida un libro sobre poesía, aparezca una música en un principio tan alejada de la eufonía poética y de la tranquilidad de espíritu que asociamos a la escritura. Visto desde otro ángulo, el arrebato poético sí que tiene que ver mucho con el frenesí rockero. La poesía de Skin Deep no la podemos catalogar dentro de la inspirada por algún tipo de exaltación de la sensibilidad: no ve el lector el arrebato ni la mirada extremada de algunas odas visionarias propias de quienes traen al mundo noticias embriagadoras acerca del futuro de la Humanidad. Lo que António Carlos Cortez nos da, por el contrario, y por fortuna, es una poesía reflexiva, una poesía de la experiencia si la expresión no estuviera tan devaluada. El libro está dividido en dos partes a la que ha añadido una tercera de inéditos. Comienza el libro tras la aceptación de que hay un mundo que ha desaparecido. Con tal asunción el poeta se pregunta si el realmente tiene sentido buscarlo. No desespera, lo busca, busca también al poeta (al que llama orfebre-grabador), escribe variaciones sobre lo que pueda ser un poema, sobre su encarnación: «ese rostro vago / y concreto del poema y su luz de cobre / La infinita aurora boreal de tu vida». Y en ese último verso me detengo y pienso que quizás la poesía tenga mucho de aurora boreal, que quizás si seguimos leyéndola la única razón radica en ese momento inicial del que no queremos, ni podemos, prescindir. Aquí me viene al recuerdo Friedrich Hölderlin, su Hiperión en concreto, también un libro en el que, de un modo indirecto, el poeta habla de un amanecer. La diferencia, y es importante, está en que Cortez circunscribe a la vida de una sola persona aquello que el Hiperión hölderliniano traslada a la sociedad, pero los dos saben que la poesía es algo muy diferente a la escritura (aunque también lo sea), regida por una ley interna que rechaza casi todo lo que son las costumbres y actos coagulados en eso que llamamos vida (y aquí aparece otra línea de fuga hacia el rock). El poema que da título al libro lo componen dos citas: una de Morrisey y otra de Alfonso Costafreda. El poeta lleva, confiesa, seis años en busca de algo para al final con el poeta español concluir que hay una distancia insalvable entre el deseo (de la escritura) y la realidad (de sus poemas), pero queda la duda de hasta qué punto es confesión si en realidad el poema son dos citas ajenas, hasta dónde otras voces pueden ser la del poeta, porque ‘Skin Deep’ no es un poema con dos citas sino dos citas que forman un poema (y una de esas citas es, además, en sí un poema).
La poesía (también la vida) es asunto de cómo miramos el mundo. También de cómo la vivimos, lo que Cortez llama versión: «La vida depende de la versión», como también el poema cambia en cada versión. Todo platonismo, por fortuna, queda abolido, roto en mil pedazos en cada intento de escribir un poema, pues no hay reglas externas y sí que hay perspectivas y versiones. “A love like blood” es la segunda parte del libro (los títulos lo son de canciones de grupos de la década de 1980), atravesada por el rock en mayor medida aún, en parte porque es un recuento de un tiempo y de una actitud. Son poemas en prosa, casi un diario de unos años juveniles en el que la música tiene un papel destacado: «la locura de la música sensual de los días jóvenes»: esta última frase de ‘Midnight summer dream (1984)’ resume la función que la música tiene en el libro. La complementa otra escrita con anterioridad: «el mundo queriendo habitarnos con la fuerza de las elegías» (y el recuerdo de Hölderlin regresa (pues tienen algunas elegías una fuerza épica superior a muchas odas). En esta segunda parte el tono es elegíaco: la juventud perdida o el tiempo en que todo lo creímos posible. También en ella encontramos reflexiones sobre lo que sea la poesía: «la otra escritura que está por dentro de la escritura y produce, en el secreto empeñado en ser motor de imágenes, explosión de un incendio erótico, la sucesión de planos» o la función de la música: «La música es en la poesía la astucia que libera a quien escribe de la cerebral melodía que borra el vuelo alto del lenguaje». El recuerdo de una juventud que se ha alejado eso es, resumiendo mucho, Skin Deep, y la reflexión sobre el oficio de la poesía. Un libro muy interesante, en que forma y contenido logran una exacta adecuación: el tono épico del rock atempera su fuerza para tornarse en rememoración, levemente elegíaca de un mundo desaparecido. En tiempos en que los nacionalismos achican los espacios comunes, la editorial Difácil tiene el valor de lanzar la colección “El sueño de Europa”, con la pretensión, digna de encomio, de acercarnos poetas de otros países, y lo hace con este libro, muy bien traducido (digámoslo también y hagamos justicia al trabajo de la traductora).
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MARISA LÓPEZ SORIA. EN CONSIDERACIÓN TE ESCRIBO (Difácil, Valladolid, 2023) por ANA CÁRCELES ALEMÁN No es necesario ponderar la obra de Marisa López Soria, tampoco es necesario resaltar que sus lectores forman una gruesa línea continua y trasversal, pues recorre todas las edades: los niños que juegan a imaginar y leer con la magia de sus hermosos álbumes ilustrados, los jóvenes que se sumergen en las aventuras de sus peculiares héroes y heroínas y los adultos, que disfrutan su narrativa y su poesía. Su obra literaria, con el sello de importantes editoriales, es traducida y reconocida con premios nacionales como el Premio Lazarillo. Abordar casi todos los géneros le ha permitido a Marisa componer su amplia obra como un prisma de múltiples caras que configuran un cuerpo unitario de rigurosa identidad y fondo esencialmente poético. Aunque su narrativa tiene gran peso específico, yo diría que MLS siempre ha estado escribiendo a la manera poética, porque no ha renunciado nunca a la sublimación de las emociones y los sentimientos, no ha renunciado nunca a esos contrastes, de efectos tan inspirados, entre la rebeldía y la candidez, entre la decepción y el entusiasmo, entre la realidad y la magia. No ha renunciado tampoco a mostrar el amor, el dolor y la rabia, aunque estos últimos aparezcan bien revestidos de sugerente ironía y, sobre todo, MLS siempre se esfuerza por trabajar la palabra, su sonoridad y su sentido íntimo, desplazándola de la frase hecha, de la expresión empobrecida, acuñada, común, y así encuentra la metáfora aguda, la imagen lúdica, el humor... Y eso que ha venido haciendo con maestría es una constante tanto en su literatura infantil y juvenil como en su obra lírica. Es un rasgo identitario que atraviesa toda su escritura. En consideración te escribo, así como Muy señores míos, es la renovada edición del poemario que en 1995 mereció el Premio Fundación Emma Egea. La autora aclara esta circunstancia en una página de agradecimientos final. MLS ha incidido en el proceso constructivo y ha introducido leves variaciones en los poemas e incluso aporta nuevos poemas a esta edición. El resultado es un todo orgánico, como un edificio en el que importan tanto los materiales como el proceso y resultado final. Ya decía Jorge Guillén, a quien le gustaba publicar variantes de sus poemas en sucesivas ediciones, que el poema no se termina nunca y el autor tiende, si lo cree pertinente, a mejorarlo en cualquier otro momento. Es una suerte que Marisa haya querido entregarnos En consideración te escribo de 2023, epístola vital sobre el eje temático de vicisitudes amorosas que hoy aparece renovada. La edición lleva portada —magnífica, con mensaje— firmada por el fotógrafo artístico Frédéric Volkringer. Rosa Regás afirma en el prólogo: «El rostro picasiano de Marisa no es más que una reproducción del alma que tiende a expresarse desde las distintas perspectivas del sentimiento, uniéndolas para convertir en cordura la contradicción, en orden el caos, en transparencia la extravagancia o el enigma». Así mismo, Pilar Adón expone en la contraportada: «Los poemas se suceden intimistas y, a la vez, subversivos; secretos y, al tiempo, dados a la extroversión. Libérrimos. Tiernos e insolentes. Valiéndose de la naturaleza y el descaro para hablar de un desamor que viene seguido de libertad». El libro, que consta de 67 poemas, está divido en tres apartados. El primero se titula “Poemas en consideración”: son 37 textos de diferente extensión, con tendencia a la brevedad, algunos tan breves como un disparo emocional. El segundo es “Poemas de ira y escarnio”, con 27 poemas. El tercero, “Ex/ordio”, tiene sólo tres poemas. Curiosamente el exordio está al final, quizá aludiendo a su raíz “urdimbre” (ordire) o a «orden, disposición de las cosas en el lugar que les corresponde». La cita de Yourcenar que preside el primer apartado nos pone sobre aviso: «No hay amores estériles, y es inútil tomar precauciones. Cuando te dejo, llevo dentro de mí el dolor como una especie de hijo horrible» (Fuegos). La segunda parte lleva citas de Rilke (Elegías de Duino): «Todo ángel es terrible / habla, proclama», y de Ana Ajmátova: «Por mi boca gritan muchas gentes». Mientras que el breve Exordio lleva cita de Delmira Agustini: «Ven, oye, yo te evoco. / Extraño amado de mi musa extraña». Tal como las citas prometen, la intensidad de las emociones se acentúa, también las llamadas de atención y las reivindicaciones de libertad según avanzamos en la lectura, de manera que resulta una trama afilada que espolea como agudo acicate la conciencia del lector. La autora ha creado una voz lírica segura de sí misma que se dirige a un “tú” desamorado, exponente torpe de la cara oscura del amor que ya no merece ser amado. Y esta voz femenina que se expresa como una nueva heroida, aporta ideas fundamentales respecto a fortaleza de espíritu, libertad y dignidad; la voz lírica defiende su planteamiento argumental con un lenguaje rico, claro y jugoso; a ratos áspero, punzante, atrevido en justa correspondencia con el asunto. Los poemas mantienen una expresión sorpresiva que obliga a los lectores a reflexionar, porque las palabras aparecen hilvanadas en un régimen de libertad que les devuelve plena significación denotativa y, a la vez, textual. Abundan los hipérbatos, los juegos de palabras, las repeticiones obsesivas o las elipsis y la contención, pero todos los recursos están al servicio de la idea comunicativa directa, de la caracterización, de la gran carga emocional también. Es interesante el trabajo realizado con la entonación y las pausas, la prosodia. Sustituye la mayor parte de los signos de puntuación por espacios blancos para que la respiración del lector —emotiva, no solo sintáctica— marque la cadencia y la intencionalidad. Así, la lectura se impregna de emoción. Magnífico es ‘Éxodo al Mal Menor’, que se lee con el contagio emocional de la voz lírica: «Desecho los olivos asomados a la carretera / desecho la tierra rasurada y los ocres baldíos / ásperos secos / desecho los dedos desmayados de la palmera...». La enumeración de metáforas bellísimas es la base de la estructura del poema, y la progresión, con final irónico: «Por montera el mundo / desechándote». Muy presente está la belleza que, imprescindible, salpica o bien domina imágenes, versos y poemas: «Dafne proclamada / habla hoy / rechazando tu flecha de oro» en ‘Resonancias’. O la dura contundencia del tiempo, presencia muda impasible al dolor, como en el poema ‘Autoría’, esculpido con lenguaje impecable: «Atentado en parsimonia / gota a gota / perversamente / a diario». O ese golpe rotundo de reafirmación personal en ‘Eh, tú’: «Tú ya no me conciernes». Un poema de desamor completo en solo cinco palabras: el tú, el yo, el adverbio temporal y la negación del verbo concernir, aquí con significado amoroso. O las alusiones metaliterarias, como los primeros versos de ‘Clamor’: «Ya ves que apenas si me quejo / hipar innecesario / tejiendo estoy jamases para ti / a Dios pongo por testigo». Notamos que la visión deformada (por el humor, la ironía, el sarcasmo) de lo trágico y doloroso produce un impacto en el lector que, de inmediato, empatiza con esta voz poética que sabe poner la pizca de sal y pimienta en la circunstancia amorosa menos deseable. Porque En consideración te escribo es un poemario de amor roto, frustrado, de desamor. Y veremos que esta voz femenina no se conduele, antes bien se yergue sobre las circunstancias gracias a una fuerza sanadora que brota de su conciencia. Veamos el poema ‘Acto reflejo’: «Trataré de explicarlo / (seguramente es algo así como un acto reflejo) / de piedra o de una pieza inerte desmayada / me quedo quieta inmóvil / para dar la impresión de que no hay nadie. / Mas cierta desazón / saber que estoy columpiando el silencio / con el desasosiego de no encontrarme luego... / No puedo comprobarlo en términos científicos / —tan frágil trance— / pero el recogimiento generalmente / me favorece. / No estoy y no me duele».
En los poemas parece que la acción y la reflexión —siempre en ese orden— cautericen las heridas emocionales y los sentimientos superen lo elegíaco y queden a salvo de la amargura mortal y la rabia. Marisa López Soria ha creado un yo poético que recorre el amplio espectro que va del amor y la ternura al desamor y la deslealtad. La insensibilidad del otro revela el valor del sentimiento más puro. Con franqueza el yo lírico reivindica su independencia de ese tú aniquilador, un tú casi pretexto, receptor de los reproches de un yo con superioridad moral. La superioridad de esta voz poética reivindica la dignidad del amor, la sinceridad, la presencia, la ternura... No solo la seducción. Y es ahí, al expresar esas convicciones, donde los poemas muestran su intensidad lírica persuasiva y el resultado feliz de su trabajo con la palabra, con la morfología, con la sintaxis, con la modalidad oracional, hasta extraer la máxima expresividad y belleza. En consideración te escribo es una obra rica, original en sus planteamientos estilísticos y temáticos, moral, rotundamente lograda. Marisa López Soria nos entrega un poemario lírico imprescindible, audaz y nuevamente actual. JORGE TAMARGO. LOS ARGUMENTOS DEL TRÁNSITO (Difácil, Valladolid, 2020) por FERNANDO DEL VAL PALABRA QUE CULTIVA EL HUERTO Celebrar la existencia no es conducta evasiva. Los que no sostienen la mirada a la muerte o no afrontan las penalidades de la vida no la celebran. Todos somos incompletos, pero, si acaso, ellos más: parecen incluso nacidos de una costilla. Ni los suicidas vocacionales son felices cuando afrontan el acto que los salvará de sí mismos. Dice Julian Barnes que sólo la palabra vieja sirve: muerte, congoja, tristeza, pesar, sufrimiento. «Nada modernamente evasivo o medicinal». Pero de la oscuridad de esas palabras nace una luz de asunción que permite, constelada, sobrellevar el día a día, y celebrarlo. En un libro tan gozoso como el de Jorge Tamargo hay mucha consciencia de finitud. Sin ella, no hay celebración: hay espasmo. Los argumentos del tránsito (2020) es un libro celebratorio con el fundamento de la autoconsciencia. Y Jorge celebra la vida midiendo el verso, inserto en la tradición, sin temer el presente y, diría, sin miedo al futuro. Pocos versos hay que leer para advertir su tono dispuesto a la batalla de la vida. «Porque memorizas, piensas y temes, el viaje / no es un paseo». Es decir, a la imaginación y a la inteligencia se superpone la memoria. Y el olvido —sin olvido—: «(…) Quise ser todo cuanto / pudo aliviarte. Estoy contigo. Ya no / soy. No existo. Pero en ti todavía canto / para ti». Jaque a la reina, que es la muerte. Qué más se puede pedir. Tamargo no escribe pensando en el lector. Tampoco ejerce el solipsismo. Tamargo es un autor que escribe desde dentro del lenguaje. Tamargo exprime la potencia creadora del idioma y nos ofrece su néctar desconcertante. Da igual si lees: «(…) donde / el trallazo de dios, ya curva matemática, / ensaya la agrimensura del tiempo» y fantaseas con la aparición del personaje de Kafka en mitad del primer segmento del libro: el maravilloso agrimensor de En la colonia penitenciaria, tan condenado y poca cosa que conduce a la sonrisa, casi a la felicidad. Y da igual porque detenerse de forma exclusiva en las resonancias directas, indirectas, o imaginadas, de Tamargo es caminar un sendero fidedigno, pero incompleto. Hacerlo transforma las migas de pan en trampas que desvían del destino. A las sugerencias de Tamargo debemos añadir el reconocimiento de una labor creadora que parecería surgiera de la nada, si no supiéramos ya demasiado, nunca es demasiado, y si no lo supiéramos, a él, a Jorge, inserto en la tradición. Una de las cosas mejores suyas es que nos hace desaprender, olvidar lo leído, y nos permite zambullirnos en el lenguaje sin otro objeto que el lenguaje. Tarea tan inútil como trascendente, ya que, en el mejor de los casos, somos seres para el placer estético. Pero abandonarse a él requiere de esfuerzo receptor y de materia prima sobre la que efectuar el abandono, siendo esto segundo, obvio, lo más complicado. Bien. Pues Jorge Tamargo es un poeta tan musical, o sea, tan poeta, que otorga al lector la posibilidad lujosa de despojarse del entendimiento y de abandonarse a la lectura sensitiva. Acunado o zarandeado por un ritmo que no excluye acordes ni sonido melódico. El ritmo significa. Y la forma que deja el sonido en el espacio, también: «(…) aprendes a nombrarlo casi todo. No lo conoces, / pero lo nombras». Si un poeta no es visionario, no es poeta. Pero si sólo es visión, tampoco es poeta. Son la cultura y el pensamiento la inteligencia que ejerce de contrapeso a la imaginación: así, de lejos, el caballo va desbocado, pero, si la cámara gira y mete zoom, observaremos que las manos de Jorge aprietan las riendas. «Es la imaginación / tu último baluarte, el sexo / de tu inteligencia, el verdadero aguijón / de tu memoria». Los argumentos del tránsito es un libro lleno de palabra vieja —la que consuela— y de palabra nueva —la que invita a la esperanza—. Es un libro nuevo que es viejo; y que se convertirá en antiguo. Todos debemos darle las gracias.
ADRIÁN BERNAL. TODAS LAS CIUDADES DEL FUEGO (Difácil, Valladolid, 2015) por HÉCTOR TARANCÓN ROYO ¿Qué supone habitar la ciudad en pleno siglo XXI? ¿Modelamos nuestro entorno o sucede al revés? ¿Nos pertenecen los espacios a la población, o la denominación de “público” es ya algo del pasado? Adrián Bernal sitúa Todas las ciudades del fuego en esta encrucijada, tan actual, que alterna el empoderamiento y la incertidumbre, lo normativo y lo creativo, con el objetivo de reivindicar, ante todo, un lugar desde el que poder hablar, un sitio, en definitiva, al que llamar hogar. Publicado por Difácil, y ganador del XIII Premio Internacional de Poesía Martín García Ramos, el poemario participa del intento de desmenuzar, si no ver a vista de pájaro, los distintos elementos de la ciudad moderna, como ocurre en el caso del magistral Las ciudades invisibles de Italo Calvino, o los versos, más intensos y directos, de poetas como Cristina Morano: «haces tuya la ciudad que habitas / poniéndola a tus pies con insolencia / y dejas que la pueblen automóviles, / que la inunden las lluvias, los turistas / o los universitarios. // Si pudieras mirarte ahora, / esperando la noche como cualquier adicto, / contando los trabajos perdidos este año, / ¿podrías afirmar que lo esperabas? / ¿Hasta dónde has ganado o perdido algo / que tuviera que ver con tu destino? // Tú tenías un nombre, / y una idea de lo que hacer / con el tiempo que te correspondiera» (Las rutas del nómada, p. 20). Desde luego, se podrían destacar otros muchos autores y corrientes, pero, a riesgo de caer en la simplificación, cabe situar el poemario en su misma, y terrible, actualidad: precarización de la vida, capitalismo emocional dominante en casi todos los elementos diarios (instrumentalizar a las personas, cuantificar los sentimientos), pérdida de la libertad de expresión gracias a la Ley Mordaza, etc. En un tiempo en el que, paradójicamente, el ser humano debería modelar su futuro, sentir la ciudad como algo propio, se produce, sin embargo, una desconexión: «se calcinan babilonias, / se funden vinilos / como papel en blanco / que alimenta otras palabras, / otros sonidos, / y reímos inmisericordes, / satisfechos / al comprobar / que nos arden las manos / y que ya es imposible / del todo / controlar / este incendio» (p. 20). El lugar aparece, como en los versos citados de Morano, como algo lejano, impropio, aunque sea en ese preciso momento donde la literatura, en relación a la teoría sostenida por Vicente Luis Mora en Pasadizos. Espacios simbólicos entre arte y literatura, muestre su poder: la recuperación del sitio público mediante la escritura, la rememoración, la ferviente creencia, como ocurre en este caso, de que todavía hay esperanza a pesar de todo. Si la escritura tiene un lugar físico, también real, corpórea, es su reivindicación: «entonces la ciudad será con nosotros o contra nosotros / pero no sin nosotros» (p. 16). Aún más, frente al tiempo de la máquina, los objetos, el contacto “frío”, Adrián Bernal apuesta por lo íntimo: «nos ponemos en marcha y comienza la música, / a través de los cristales escucho la lluvia caer, / cierro los ojos / y siento cada gota en la cara, / cada nota, / cada acorde, / el tempo siempre el mismo: mi corazón que late» (p. 25). Dado que la ciudad arde y reclama a sus habitantes, el poeta alicantino resalta, a la vez que lamenta, el papel de la poesía: «los poetas ya no escriben poesía, / maldicen, aúllan, amuelan / hojas de afeitar, / se despiertan al alba, madre, / sobreviven. / Los buenos poetas ya no escriben poesía, / la vida dura demasiado poco / escondida debajo del colchón, / guardada a puñados en los bolsillos del gabán, / resumida a la deriva en una botella» (p. 56). En definitiva, desde un estilo directo, impotente, desesperado ante la situación actual y, como resultado, ardiente, doloroso, Adrián Bernal trata de situar la poesía en su contexto, en su espacio de ejecución para que así la ciudadanía, a la vez que el cariño y el amor, pueda sentir su hogar, su santuario, su banda sonora, diríamos, perfecta: «haz lo que sea preciso, sonríe, / roba, / mata, incluso / sueña, / pero que no deje de sonar la música, / viejo amigo» (p. 62). DULCE INTRODUCCIÓN AL INCENDIO [Fragmento]
Las calles, mi amor. Son estas calles las que nos vuelven locos. Estas calles nuestras que ya no conocemos. Estas calles nuestras abatidas por el frío o el calor. Estas calles abatidas y aun así no muertas. No muertas y aun así tampoco vivas. No del todo. Calles con grandes rótulos en las puertas de las casas y los comercios. Grandes rótulos como heridas monstruosas deletreando carnicerías, deletreando comisarías, deletreando bancos, franquicias, fosas comunes. Grandes rótulos como yugo en el cuello de los niños, de los esclavos, de burócratas, de animales; rótulos gangrenados por el peso de los días, por las piedras arrojadas desde los televisores, los campanarios, los palacios de invierno; rótulos cuya resina moribunda desciende las paredes y cubre el cemento y nos adhiere a una tierra sin dueño, como si un hombre o una mujer perteneciera a un lugar cuyo polvo no ha mordido. |
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