LA BIBLIOTECA DE ALONSO QUIJANO
Reseñas
PABLO BALERIOLA. CARNE TRISTE (Cántico, Córdoba, 2023) por ELENA TRINIDAD GÓMEZ Quizá, con un poco más de retraso del que se acostumbran las reseñas de las novedades en la actualidad, y con el nuevo aire que siempre trae septiembre entrando por la ventana, traigo la reseña de este nuevo libro, degustado con calma y con cariño, desde los ecos de la complicidad que ofrece compartir prácticamente generación y lugar de nacimiento. Todos tenemos, en mayor o menor medida, una necesidad de ser nombrados, y más si somos nombrados desde la inocencia, desde el blanco puro de la infancia, donde surge el punto de inflexión en el que tiempo después todo se quiebra.
Pablo Baleriola nos habla en Carne triste desde una voz lenta, como él mismo dice, un narrador agotado ante el ruido de la producción incesante, los antidepresivos y las vacaciones que se vuelven cíclicas a la espera de que un día, como narra en ‘Un muchacho que duerme’, «nadie te habla ni te espera, ni siquiera tú porque te pierdes». Su poética comienza en un habitáculo, un constante intento de hogar cuando el mismo yo se ve agotado ante la gentrificación de las grandes ciudades, las idas y venidas en busca de un espacio donde habitar, donde existir. El autor se encuentra en una huida permanente hacia un no sabe dónde, sin fin. El texto, en un logro literario a modo de simulador Game Boy, nos muestra un cuerpo agotado que vuelve a Pueblo Lavanda en busca de lo reconocible como si de Ash se tratara, de los orígenes y el amor de la familia, sin olvidar el reconocimiento en los otros, en esos amigos que tomamos como parte de nosotros. Carne triste se divide en tres partes que podrían ser perfectamente tres libros distintos que se encuentran en un diálogo constante por la búsqueda de la identidad desde diferentes perspectivas: desde el espacio habitable, la convivencia con los demás hasta la voz más introspectiva. La obra funciona a modo de capas que se van encontrando, levantando, por parte del lector. Las emocionales imágenes no paran de generarse en una lucha persistente entre lo frenético y lo violento de la vida, a la vez que el autor nos muestra un imaginario riquísimo y generacional, pero sin dejar de lado la idea de amplitud, de abrazar lo excepcional sin miedo, sabiendo que todo tiene cabida, diálogo, encuentro. El autor ha logrado reunir la belleza de los instantes ya vividos y se muestra como un poeta de la memoria. Una voz lenta, sí, pero no por ello menos original; al contrario, de esa idea de voz que se desdobla nacen dos fuentes importantes de producción: la vital y la narrativa, que siempre terminan encontrándose. Aquí empieza el diálogo, la escucha del otro, que en este caso es un autor de gran calado y emotividad, presente y futuro.
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GAIA GINEVRA GIORGI. MANIOBRAS SECRETAS (La Bella Varsovia, Madrid, 2018) por ELENA TRINIDAD GÓMEZ La poesía muchas veces evoca la ternura, y Gaia Ginevra nos habla desde la introspección de una generación negada en la ecuación del mundo. Una generación que ve truncada sus sueños y que observa con ojos críticos los aciertos y errores de los que vinieron antes. ¿Puede acaso huir de esa oscuridad que ni veíamos venir? Maniobras secretas se trata de un poemario. Ginevra hace de la poesía un espacio habitable, reencontrándonos con lo puramente físico desde unos versos orgánicos sin caer en la idea impostada de la naturaleza que envuelve la poesía actual, estética que llevamos sufriendo desde hace más de cuarenta años en nuestro país. Maniobras secretas es una obra legítima, sincera con la generación a la que corresponde con versos así: y me pregunto / qué sabe mi generación / de la oscuridad.
Es en la conciencia de lo tangible donde enmarca Ginevra Giorgi su discurso; todos los sentidos se convierten en imprescindibles y el viaje se vuelve en una experiencia casi onírica. El yo se convierte en un espectador y crea lazos de unión entre la propia poeta y los elementos puramente terrenales que componen cada poema, la experiencia vital de lo mínimo que atesoramos todos si miramos más allá de nuestro ombligo. consisto en ruinas transepocales rara vez me sitúo casi siempre sospecho de la metamorfosis de la ceniza no tengo escapatoria Podemos leer y disfrutar una voz madura, que aunque hable desde el entusiasmo de la juventud no huye de la consecuencia de vivir: el sufrimiento, la cadencia, el límite, ese límite que se materializa en muerte. Acepta los límites de su existencia, de su cuerpo ante un mundo que parece ilimitado, pero no lo es, rápido y confuso que no da espacio a la ausencia, la duda, la fragilidad. Se trata de una poesía cíclica, que acude a los mismos temas pero desde experiencias distintas. Maniobras secretas explora el dolor del cuerpo que nombra y que sufre los espacios habitados. El dolor de aquello que fue, ese retorno que otorga la palabra cuando no queda más que memoria. Gaia Ginevra Giorgi se ha convertido en una de las voces poéticas más renovadoras e importantes en Italia. Su universo, elegante y emotivo, nos adentra en lo físico de la naturaleza, dejando de lado todo artificio. el silencio no tiene sinónimos sino muchos contrarios yo no hablo nunca yo nunca digo ayúdame, tengo miedo MUNIR HACHEMI. COSAS VIVAS (Periférica, Cáceres, 2018) por ELENA TRINIDAD GÓMEZ Munir Hachemi (Madrid, 1989) conoce muy de cerca qué es sentirse inmigrante en su propia tierra —su padre es argelino, su madre española— y a partir de la propia experiencia ha sido capaz de crear este diario ficcional que es Cosas vivas. Un libro que rompe con los límites de la novela y hace homenaje a Bolaño; que busca aunar sin complejos diferentes luchas sociales —antiespecismo, explotación laboral, inmigración…— que se muestran atomizadas en el espectro de izquierdas, haciéndonos ver que toda explotación es seguida y retroalimentada por la otra y que los discursos no pueden ser independientes. Este escritor madrileño afincado en Granada también se dedica a la poesía, ha publicado varios cuentos y escribió anteriormente dos novelas que fueron autopublicadas, pero con Cosas vivas busca adentrar un arma afilada dentro del mercado literario —aunque ya podemos confirmar que lo ha conseguido— y moverse en los círculos culturales con mayor visibilidad. Visibilidad que le es más que justa y merecida, una obra que es especialmente necesaria. No podemos olvidar que toda expresión artística es un posicionamiento político en mayor o menor medida, pero que siempre lo es.
Cosas vivas nos presenta a cuatro españoles que buscan emigrar a Francia en verano (entre ellos el propio Munir) para trabajar en la vendimia. Cuatro jóvenes, que excepto por G, no tienen urgentes necesidades económicas y que lo único que buscan es capitalizar la experiencia. Pero para tener experiencias hace falta dinero, la precariedad del universitario sólo les permite adentrarse en el sufrimiento de las granjas, en el desprecio por su condición de inmigrantes, dejando a un lado todo romanticismo que sólo le es aceptado a quien puede pagárselo. En realidad, todo ocurre de un modo menos ruidoso, la violencia se hace presente poco a poco en el diario, como se hace presente en nuestro día a día. La radiografía a la precariedad la muestra sutil, te mata sigilosamente. La lengua, en esta historia, es una herramienta política especialmente importante: Munir se reconoce en aquel que repudia por compartir el argelino como dialecto, admitiendo tener un mínimo de lazo de unión con aquel personaje (Mohammad) que usa la fuerza como arma; también el conflicto al que se enfrentan sus amigos al no saber francés; el prejuicio hacia aquel que no habla tu mismo idioma y que su comunicación es desconocida para ti. Los amigos funcionan como un coro de voces donde, realmente, lo que está presente en el diario, es el diálogo interno de Munir con su vivencia en el camping de Francia, con el dolor de los demás y el suyo propio y todo lo que el sufrimiento que ello conlleva: querer huir del trabajo, pero sentir la necesidad de echar horas para compensar el viaje hasta allí, para no sentir que todo ha sido un error, un despilfarro de medios y posibilidades; no encontrarse tan perdedor, tan defraudado. El viaje es un símbolo de la pérdida emocional y económica que persigue a su generación desde los inicios de la crisis de la década anterior. Su escritura es fresca, busca agitarnos y no dejar a nadie indiferente con una expresión cruda pero valiente, directa, como no puede ser de otro modo cuando se pone en juego la vida. Hay que romper una lanza a favor de esta sutil revolución hecha novela que se libera del miedo de expresar todo tipo de explotación. Este prometedor escritor no es una promesa, es un hecho, y lo celebramos con conciencia y alegría. OSCAR TUSQUETS. PASANDO A LIMPIO (Acantilado, Barcelona, 2019) por ELENA TRINIDAD GÓMEZ El concepto pasar a limpio, tan asimilado por la mayoría de mortales, es concebido como un modo de poner orden a nuestras ideas. Organizar y clasificar cuarenta años de reflexiones que habían divagado por su mente es la tarea que ha llevado a cabo Oscar Tusquets en Pasando a limpio.
Por un lado, tenemos la recopilación de ideas del veterano arquitecto, pintor y diseñador barcelonés; y por el otro, capítulos compuestos exclusivamente por citas de diversos artistas (como Oscar Wilde, Andy Warhol y su admirado Dalí) y suyas. Esto es lo que hace que sea una atrevida publicación por parte de la editorial. «El arte no es lo que ves, sino lo que haces ver a los demás». Con esta cita de Edgar Degas hace referencia, casi al principio del libro, a su concepción del arte. Nos enseña que no aprendemos a ver hasta que el artista no muestra aquello que ha sabido captar. El arte hace que valoremos aquello que tenemos a nuestro alrededor, que miremos con ojos otros ojos, unos más sensibles. Como Tusquets resume en una de sus citas: «Hasta que Edward Hopper no pasó a limpio su interés por los suburbios de las ciudades estadounidenses no los valoramos». Su lucidez es palpable en capítulos exclusivamente de temática pictórica como ‘Entender Las Meninas’. Con un estilo fluido nos habla de las peculiaridades de interpretación arquitectónica y de la incorporación del espectador en el cuadro por parte de Velázquez, donde se deja ver por qué es una de las mayores obras de arte de la historia. También aprovecha para rechazar la ambiciosa interpretación foucaultiana de la obra, que defiende la idea de que lo que se refleja en el espejo no es otra cosa que el retrato del pintor a los reyes, teoría que Tusquets cuestiona exponiendo que, en tal caso, se aparecería reflejada la espalda del pintor. Se trata de uno de los puntos fuertes del libro. Mientras tanto, en Innovación arquitectónica trata con acierto el falso mito de que la tecnología revolucionaria trae consigo innovación arquitectónica. Entre otras cosas, analiza la balanza que en su momento estuvo inclinada a favor del barroquismo, una etapa recargada y ostentosa que ahora tiende a la apariencia pobre, mínima. ¿Adónde nos llevará esa influencia de la Bauhaus en la arquitectura? Pone sobre la mesa diversas cuestiones, pero hay que decir que nos ofrece pocas respuestas. En el capítulo de Gran Benidorm destruye con un acertado análisis, apoyado por citas de reconocidos sociólogos y arquitectos, la idea del Benidorm de la especulación, enseñando las bondades ecológicas de los rascacielos y lo que ha beneficiado al litoral mediterráneo. Esos edificios que permiten la visibilidad del mar estés donde estés, paseos inmensos a pie de playa, y la posibilidad de ir andando a cualquier lugar, lo que evita el uso de transporte. Es una ciudad barata, muy barata, un lugar ideal para el trabajador medio con vacaciones pagadas. Tusquets es un burgués (como se autodenomina) encantado con el veraneo proletario, del guiri borracho en cualquiera de los cientos de garitos de la ciudad a las cuatro de la mañana. Un burgués fascinado por la innovación y eficiencia de la ciudad más sostenible del Mediterráneo. El análisis arquitectónico es uno de los puntos fuertes que sostiene el libro. Resulta revelador para el buen lector que hará del recorrido por una catedral una experiencia más consciente, percatándose que iluminación y adaptabilidad son pilares esenciales en la arquitectura. Tusquets critica el modo de iluminación artificial tan extendido en el mundo, donde la ausencia de luz natural hace que la experiencia casi sacra de visitar monumentos se convierta en algo un tanto superficial. En realidad, la iluminación se convierte en una tema recurrente a lo largo del libro, no deja de recordar la necesidad de espacios luminosos donde la luz artificial sea casi anecdótica. Hacia el final del libro utiliza un extenso capítulo sólo para nombrar todo aquello que le molesta. Como no podía ser de otro modo, como si se tratara, en ciertas ocasiones, del típico cuñado enfadado que viene a darte lecciones, da soluciones a gran parte de los problemas que plantea: los puentes venecianos, lo políticamente correcto, el transporte aéreo... Se trata de una obra que, aunque en muchos casos sea anecdótica, también resulta esclarecedora. Un libro lleno de intervenciones y referencias a la búsqueda de la elegancia y la eficiencia, donde también hay espacio para una concepción del arte innovadora, se echa en falta la intervención de voces femeninas. Por desgracia, las creadoras son totalmente olvidadas en este diario reflexivo. ALBERTO CHESSA. UN ÁRBOL EN OTROS (La Estética del Fracaso, Cartagena, 2019)
ELENA TRINIDAD GÓMEZ. AFECTOS DE LEJANO ALCANCE (Balduque, Cartagena, 2019) por ANABEL ÚBEDA BERNAL Elena Trinidad Gómez (1997) era para nosotros la “poeta-breve” desde aquel día que presentamos la antología Siete menos veinticinco, ya que la condensación de sus imágenes nos obligaba a abrir aún más los oídos y el corazón. Hoy, con Afectos de lejano alcance, Elena da el pistoletazo de salida a su poética, dándonos su voz en papel, y conquistando la cima de La Montaña Mágica, en esta tercera edición de su concurso. Su primera obra ha sido publicada en la editorial Balduque y desde la portada se muestra un árbol casi infinito, que simboliza la vida. Más allá de la poeta está ella como lectora y como “bibliotecaria” de sus amigos, pues siempre sabe dar la bocanada exacta de ensayo o poesía cuando no sabes qué elegir. Esto también se muestra en las citas que abren el poemario, de parte de Albert Camus y Manuel Machado, mojan nuestros pies advirtiéndonos de lo que se nos viene encima, en ellas ya la vida no parece pertenecernos y el dolor de la partida de uno mismo o de los otros, nos deja el poso amargo que trae consigo la vida adulta. El poema que abre esta primera obra es un canto a la infancia, a un recuerdo que nos devuelve la imagen de una niña escalando las rocas de la playa y con imágenes tales como «uso mis brazos como pilares / en las rocas» o «recorro perfilando / los vientres de los / cangrejos» que se unen a un concepto de patria muy personal donde no existe la bandera, sino simplemente el yo de la experiencia. Frente a esta primera patria, la de una misma antes de todo, llegamos al poema XI, donde la patria real de la voz poética se convierte en uno de sus dolores, recordándonos, en cierto modo, a la Generación del 98. A continuación, entramos en un segundo bloque que se mueve entre lo directo y lo velado, como el del amor en forma de admiración, aunque también se muestran otros que destacan por la presencia del desgarro. El ejemplo más claro es ‘Cartografía de silencios’, donde nos remite a otra voz que la acompaña o, en la imagen de la madre en ‘XVI’, donde en una escena muy clara nos muestra tanto el apoyo incondicional de la misma como el miedo a la pérdida en sus ojos. Si continuamos poniendo pilares a estos afectos, encontramos también la cara de la cotidianidad, presente en autores coetáneos como Álvaro Bellido o en los comienzos de Luis García Montero, que se hace presente en un poema de estética contemporánea como ‘Lentejas con verduras para cenar pasadas las doce y media’, en el que la poeta nos sitúa en el momento de la deglución mientras visualiza un libro y remite su pensamiento a esos “poetas” que parecen más áureos que pedestres; o poemas similares, como ‘Cúpula’, donde el repetitivo ritual de fin de año, trae una muerte en el calendario para darnos nuestra resurrección. Como no podía ser de otra manera, dentro del poemario de Elena hay citas pretextuales extraídas de autores como José María Álvarez y, por contra, del mundo de la música como las de Christina Rosenvinge o Rosalía, que nos muestran la simbiosis de la tradición y la modernidad dentro de la misma voz poética. Además, si hay dos leitmotiv que surcan todo el poemario son la presencia de la mujer, desde el primer verso hasta el final, y la sombra del final o de la muerte.
Afectos de lejano alcance es un poemario feminista, desde las palabras de la propia autora en su presentación, y por poemas como ‘Grumo’, donde se reivindica el papel de la mujer rural siempre desplazada en las luchas pero que fue sostén por mucho tiempo de la propia sociedad, o en poemas dedicados al amor como ‘XVII’, donde la voz poética interpela a una joven llamada Dasha, que parece olvidarse de sí misma en una constante búsqueda de afecto; o en ‘Diálogo’, donde las metáforas del siglo XXI se entremezclan con la imagen destruida de la mujer tras una violación, así como en la propia presencia del yo en ‘XIX’, en el que se descubre con la confusión propia de no saber ya la importancia de un te quiero. Para mantenerme clavadísima al suelo sin verte, preciso de dos palabras alumbrando el camino. Aunque, si te soy sincera, olvidé su significado. Y desde la misma perspectiva femenina, se nos muestra una fobia a la sangre y una aceptación de la pérdida que coinciden con el presenciar o presentir la muerte de los otros, remitiéndonos a las palabras de Camus, Elena nos enseña que hay muchas formas de morir más allá de lo físico, a pesar de su importante presencia, en versos como «Nadie dice nada al verme / bajo la cabeza huyendo del dolor / desangrándome», o en otros como ‘Txulo (dialéctica del vacío)’, donde un hombre deja flores en la tumba de su amada y la visión se centra en el bastón. Frente a la muerte se alza la juventud y la revalorización de la misma, en poemas como ‘Manhattan’, en el que nuestra piel no ha hecho más que rozar el paso de los años —parafraseando a la autora— y sabemos que nos queda mucho por conseguir. Por todo ello, y lo que aquí no se muestra, Afectos de lejano alcance es un canto al proceso de madurez, al paso de las estaciones y de las experiencias que nos mueven a aprender casi por obligación lo que es el dolor y las diferentes formas de amar a la vida y a los otros. Es una poesía ya depurada desde su primer vagido y que se mueve en lo urbano, llevándonos a ciudades como Salamanca o Manhattan, sin sacarnos de las páginas de un libro cuidado por el editor y por la poeta para darnos el hálito que nos impulsa a seguir caminando. |
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