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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Quiero una narración extensa que vertebre todo eso y lo sitúe en un plan, una estructura mayor. Un mapa donde uno pueda guiarse, y desplazarse dentro del propio mapa. Hágalo grande, gigantesco; porque se trata de perderse en él. José Óscar López (1) Nacemos en la oscuridad producto de una serie de efectos fisiológicos que nunca comprenderemos del todo. Pero al ver la luz se produce un giro argumental: revolviéndonos, entre gritos, nos preguntamos qué sentido tiene verla si no viene acompañada de una revelación trascendental: Al nacer gritamos Vida, y un día nos alcanza el rebote gritando Muerte (2). Los maestros nos alejan del ritmo musical de la vida para prometernos una estabilidad que nunca llegaría. Según ellos, estudiar garantizaba un futuro, pero no basta, en algún momento retiramos la lupa, desconcertados, no hay llama pero hay que seguir viviendo, alguien nos ha engañado, nos dijeron que ardería, que la lupa y el papel nos permitirían incendiar el mundo, quemarlo, reducirlo todo a cenizas. Pero era mentira (3). Lejos de poder aprehender la misteriosa álgebra de nuestro entorno, cada minuto es indispensable. Todo parece formar parte de un flujo en sí mismo contradictorio: el esfuerzo por atraparlo todo, por no dejar una gota de energía sin gastar, y el sinsentido que se esconde ensombrecido por debajo de las mesas en la hora de la merienda, detrás del televisor, bajo el primer coqueteo juvenil. Pero era mentira. Nada está firme en el Templo del Bienestar. Nos han vendido un buen papel de regalo, pero dentro hay niebla y cuchillos oxidados (para morir lentamente). Creemos en Dioses lejanos (que nos querían destruir), en Instituciones (que sólo querían nuestro dinero), y nos olvidamos de lo más importante: la Naturaleza. Acomodados tomando un refresco en la terraza, se nos olvida que la vida va de moverse, no de asentir felizmente (a regañadientes) todo lo que viene: Siempre volverán. Siempre / Mundos nuevos con otras nuevas órdenes. / Vuelve otro horror científico, / otra visión del arte. / Otra imaginación, otra intención. // Y nunca despertamos. Ni lo haremos (4). La megalomanía de los rascacielos nos ha alienado, porque sólo nos bastaba una choza y algo de comer: Los nuevos arquitectos se obsesionan / buscando no lugares, poéticas del humo, / el arpegio del aire, el circuito de un pájaro (5). Pero no, queríamos más, ansiábamos más. Tener la abundancia en sí misma mientras que el vecino se moría en su podredumbre. Esa es nuestra dinámica. Y los tiempos cambiaron. Decimos que hemos entrado en crisis, en decadencia, pero quizá sea nuestro precio a pagar por el acomodamiento al que sometimos a la vida. No nos preocupamos de nada y el Vacío ganó por goleada. No teníamos portero, ni guardaespaldas. Nos tirábamos los puñales entre nosotros mismos, como buenas marionetas movidas por un hilo invisible. Vimos pasar las oportunidades, los trenes, los amores, los detalles. Y ya no nos queda nada, el fuego quemó todo. Y tenemos ceniza. Pero lejos de guardarla, incluso, nos la hemos comido, y entonces lo hemos sentido: la brevedad de nuestra existencia, el rápido fluir del tiempo, y los segundos desperdiciados, ahora irrecuperables («¡Qué idiotas fuimos!)… (¿Qué idiotas seremos?»). Situados en el ártico desértico, dudosos en la elección del clavo ardiendo o el tablón de madera en el naufragio, el vértigo nos ha podido y nos hemos mareado de darle tantas vueltas a las cosas. «Es que ahora todo está muy mal», «la única solución es irse». No hay nada firme, todo se ha vuelto difuso, laberíntico, hay muchísimas bifurcaciones y la decisión se ha vuelto invisible, pura reverberación en el ambiente: La generación de mis padres apenas tenía oportunidades. Por contra, la mía tiene tantas que a veces no sabemos por dónde tirar, a qué dedicarnos. Y luego llegar a la madurez es muy decepcionante porque te das cuenta de que habrás hecho tres carreras, varios másters que en el fondo no sirven para nada por el excesivo paro que hay. La verdad es que tener tantas posibilidades para todo nos ha terminado por complicar la vida (6). Y en esta madeja enmarañada una decisión clave: el viaje. «Viajar. No viajar». «¿Merecerá la pena?». Dudas. Instrumentos que suenan en los desconciertos. Desligado del viaje turístico, ha nacido, por obra y gracia de nuestro tiempo contemporáneo la necesidad de buscar nuevas oportunidades, nuevos objetivos, nuevos rumbos que llenen nuestra jarra tan vacía de sentido: Sí. El límite, la frontera. Eso es lo que nadie quiere saber (7). Porque, afrontémoslo: El viaje es el proceso que te lleva / del punto A / al punto B / o tal vez es el tiempo que separa / tu cuerpo (A) de tu cuerpo (B). / Siempre en un viaje hay tiempo, / cuerpos, coordenadas y procesos, / pero hablar de los viajes no es posible, / o al menos sólo de los viajes de vuelta / (con la frente marchita). / Una definición es un viaje de vuelta / las palabras / empiezan en B. / En A, al principio, estás solo (8). Es al comienzo, y no al final («Qué idiotas fuimos») donde estás contigo mismo y la soledad del ambiente: no es la Muerte la que nos arranca, es la Vida la que nos separa. Pero viajamos para juntar las piezas, para descubrirnos a nosotros mismos, ver aquel monumento que se nos apareció en sueños o visitar a la familia que tanto echábamos en falta. Moverse, de una localidad en otra, se ha vuelto un movimiento indispensable. Motivado por todas y otras muchas circunstancias, no siempre es tan bonito, no siempre está motivado por la libertad, sino por el encadenamiento. Pero… «¿Y qué?», «¿Cuál es el problema de todo esto?». Siempre vemos el abismo antes de llegar. Temblorosos, ni siquiera el sol nos calienta. No damos un paso de fe, no saltamos a la oscuridad. No probamos, a saber, si la vida era aquello que aprendimos o era otra cosa, una aventura, un corte con el machete entre las plantas de la jungla. Hay miles de cosas ahí afuera, esperando inocuas a su mejor intérprete, a la ocasión perfecta en la que manifestarse: Literalmente tropezaron el uno con el otro, los dos de pie a la puerta de una librería de Manhattan una lluviosa tarde de sábado, mirando el escaparate y esperando a que parase de llover (9). «Estamos obligados a conectarnos», susurró alguien entre la multitud. Dado que, en otra vuelta de tuerca, nacemos siempre in medias res, en la mitad de un entorno desconocido. Debemos dibujarnos un hogar en el que podamos habitar. En medio de un argumento imprevisible, con leyes naturales que se siguen sucediendo invariablemente, héroes invisibles, historias olvidadas, datos que se escapan, personas que nos dejan, despedidas amargas (pero necesarias), debemos edificar algo nuevo. Sin paredes, deberá tener un techo para recordar la tarea ególatra de Ícaro. Con columnas, que rememoren los apoyos que nos rodean. Sin una posesión de tierra específica, sólo el fuego que nos trajo Prometeo para sobrevivir. Con lo fundamental, el que tenga algo que le sobre será expulsado. De un modo parecido, no tan utópico, es el viaje: nos vamos construyendo un mundo, una esfera imaginaria, allá a donde vamos. No es que nos desarraiguemos de nuestro hogar, sino que echamos raíces en otros sitios. Fermentamos en otras culturas. Aspiramos otros ambientes. No es el viaje lo que da miedo, sino lo desconocido: Hasta al cabo de un rato no he notado que todo me parecía extraño, y ése ha sido el momento en que me he dado cuenta de que se abrían ante mí nuevas fronteras. Supongo que el sentimiento de desasosiego unido a la emoción con que algunos describen el momento en que, desde un barco, se pierde de vista la costa, es muy similar al que yo he experimentado en el coche al comprobar que el paisaje que me rodeaba me resultaba cada vez más extraño (10). Acostumbrados a ver los héroes en las películas, quemamos nuestro propio argumento desechando ser el protagonista de nuestra propia vida: ¿Quién estará pensando en este mismo / instante, al otro lado del planeta, / en esta soledad? // Simplemente se trata de cerrar / puertas, abrir ventanas. No es la vida / una ciencia precisa (11). Pero hay que atreverse, sea por placer, sea por un empuje forzado. El viaje es la matriz de la vida, el movimiento nos recupera, nos renueva como el ave fénix que se quemó, pero que volvió cargada de energía. Sea cual sea, el primer paso siempre es el principio de una historia de alcances inimaginables, mitológicos: —Los sitios siempre son lo que uno espera —dijo ella—. Ése es el problema que tienen los sitios y al mismo tiempo el rasgo que los redime. Estoy segura de que en el pasado no era así (…) En cierta manera es agradable encontrar con lo que te esperas. Es como si los sitios pudieran ser pasivos, igual que la gente. Se limitan a desplegarse, con sus catedrales y sus desiertos. La pasividad también es hermosa. Hoy en día coges lo que te dan, y si todo se está volviendo feo, lo único que puedes hacer es intentar aleccionarte a ti mismo para pensar que es hermoso, hermoso (12). Porque nosotros no somos prisioneros. No nos están preparadas caídas ni trampas, y no hay nada que nos deba dar miedo ni atormentar. Estamos puestos en la vida como en el elemento a que somos más afines, y hemos llegado a ser, por una milenaria acomodación, tan semejantes a esta vida que, cuando nos estamos quietos, apenas se nos puede distinguir de lo que nos rodea, por un feliz mimetismo. No tenemos ninguna razón para desconfiar de nuestro mundo, pues no está contra nosotros. Si tiene espantos, son nuestros espantos; si tiene abismos, esos abismos nos pertenecen; si hay peligros, debemos intentar amarlos (13). Porque, tanto si vamos solos como acompañados, el viaje es lo importante, la sensación de que se abre algo nuevo tras el muro tapiado. Respirando por medio de la soledad, de la introspección, de la meditación necesaria, o de un buen amigo que pueda, por otro lado, subtitular los comentarios y sucesivas miradas en todo el proceso: Si voy solo, / dudo de la vida. / Si voy acompañado, / dudo de la muerte (14). Pensando que quizá nos equivocamos desde el principio. Que Eva no cometió ningún pecado. Que Adán lo permitió. Que nos rendimos a la Naturaleza y estamos perdiendo una batalla originada desde el mismo estallido del universo. Que hay que pensar menos y actuar más. Dejar de mirarnos por dentro, observar más nuestro alrededor. Cuidar las papeleras, acariciar a nuestros amigos. Promovernos en la primera línea de infantería y no en esos estrategas que, jactanciosos de su sabiduría, sacrificaron miles de vidas en un solo gesto. Tomar un camino, el final se determinará por sí mismo. No pensar en lo que recorrimos, simplemente que nos sirva de advertencia, como aquellos carteles de prohibido el paso por los que tanto lloramos después: Que el universo es un jardín a nuestro paso (15). Habrá que elegir el punto que más se aproxime a nuestra felicidad. La vida ha enterrado el mapa, / no el tesoro (16) y grabarnos a fuego, experimentando cómo todo se abrasa, que sin esfuerzo no hay recompensa, que antes de que el futuro llegue sucede el presente. Elegir ese punto sabiendo que, al final, no nos va a permitir restaurar el sistema, que va a ser sin retorno, para siempre, sea para bien o para mal: Como el atleta que ha sacrificado / su cuerpo y juventud por un cronómetro, / pienso en sílabas, números, acentos / me olvido de sufrir hasta la meta (17). No sabes cuántas historias de amor hay escritas en las paredes, en los fríos asientos de los autobuses, en los resabiados pupitres de las escuelas, en las tímidas puertas de los aseos. No lo sabes. Como tampoco cuántas personas se enamoran al cabo del día y cuántas mujeres pasean tus gestos y me obligan a recordarte. Lo bueno es que yo tampoco lo sé. (18) El capitalismo ha ido tejiendo sus redes y nos ha entrampado. Creemos que nuestro hogar está donde se encuentran nuestras pertenencias. Pero es mentira, como también lo es donde experimentamos la sensación de comunidad. El hogar está allá donde nos podamos comunicar con nuestro entorno: con las calles, preguntándoles cómo se sienten ante tanta pisada, con los árboles, con nuestra pareja y nuestros hijos. En definitiva, nuestro hogar se encuentra a cada paso, pero tenemos que construirlo lentamente (para evitar malas experiencias) cuidando cada detalle. No importa que no sea donde se puso la primera piedra, lo importante es saber que hemos cumplido nuestro objetivo, nuestro sueño, cuando nadie creyó y todo estaba lleno de obstáculos. _______________
(1) LÓPEZ, José Óscar, Los monos insomnes. Lisboa: Chiado, 2013, p. 47. (2) FERNÁNDEZ MALLO, Agustín, Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus. Madrid: Alfaguara, 2012 (ed. orig. 2001), p. 33. (3) SERRANO LARRAZ, Miguel, Autopsia. Barcelona: Candaya, 2013, p. 24. (4) GARCÍA, Juan de Dios, Ártico. Valencia: Germanía, 2014, p. 52. (5) Ibid., p. 24. (6) GARCÍA, Cecilia, “Jenn Díaz: «Tantas facilidades nos han complicado la vida» en http://www.larazon.es/detalle_hemeroteca/noticias/LA_RAZON_374488/1665-jenn-diaz-tantas-facilidades-nos-han-complicado-la-vida#.Ttt1xQ3NEuondP0 (Fecha de consulta: 10-VII-2014). (7) GARCÍA-VILLALBA, Alfonso, Esquizorrealismo. Málaga: E.D.A. Libros, 2014, p. 141. (8) ESPEJO, José Daniel, Música para ascensores. Murcia: Consejería de Educación y Cultura, 2007, p. 14. (9) AUSTER, Paul, La trilogía de Nueva York. Barcelona: Anagrama, 1996 (ed. orig. 1987), p. 113. (10) ISHIGURO, Kazuo, Los restos del día. Barcelona: Anagrama, 1990 (ed. orig. 1989), p. 32. (11) GARCÍA, Juan de Dios, Ártico. Op. cit., p. 41. (12) DELILLO, Don, La calle Great Jones. Barcelona: Seix Barral, 2013 (ed. orig. 1973). p. 106. (13) RILKE, Rainer Maria, Cartas a un joven poeta. Alianza: Madrid, 2014 (ed. orig. 1946), p. 86. (14) ALCARAZ, José, Edición anotada de la tristeza. Valencia: Pre-Textos, 2013, p. 16. (15) LÓPEZ, José Óscar, Los monos insomnes. Op. cit., p. 21. (16) ALCARAZ, José, Edición anotada de la tristeza. Op. cit., p. 7. (17) GARCÍA, Juan de Dios, Ártico. Op. cit., p. 19. (18) ALCARAZ, José, La tabla del uno. Madrid: Instituto de la Juventud, 2012, p. 64.
1 Comentario
por HÉCTOR TARANCÓN ROYO "Un fugitivo no se oculta en un laberinto. No erige un laberinto sobre un alto lugar de la costa, un laberinto carmesí que avistan desde lejos los marineros. No precisa erigir un laberinto, cuando el universo ya lo es." Jorge Luis Borges El aleph Te levantas para trabajar y desayunas con desgana unos cereales que llevas ya demasiados años comprando. Hay algo que sabe raro. Huele a chamusquina. Pero no importa demasiado, tienes un objetivo, un apoyo, que te asalta cada vez que suena el despertador. Te aferras a ello como a un clavo ardiendo (amigos, familiares, trabajos, novios/as, trabajos, etc.), como la columna vertebral que la da sentido a tu frágil fisicidad. Y un día, después de lavarte la cara, te sientes como si te encontraras al otro lado del espejo: ¿eres tú mismo o es otra persona la que ves? Y, en ese caso, ¿cuál de todas ellas? ¿El marido ejemplar? ¿El alcohólico malhumorado? ¿El gracioso del trabajo o el falso de tu grupo de amigos? ¿No será, por casualidad, que hay algo más allá fuera del marco que nadie se ha molestado en explicar? ¿No sería una verdadera utopía salir de esa nada que todo lo consume y encontrar el punto de contacto entre las realidades? Tirar del hilo sin miedo a que se rompa. No cortarlo. Seguir el hilo de Ariadna como si fuera una metáfora del mundo, una guía entre la desesperación y el horror de la vida. La obra que vas a experimentar, Neo-Nada, es un vacío, un agujero de gusano. Te transporta, sin que lo sepas, a un mundo totalmente diferente. ¿Por qué no traer de vuelta, en esta época llena de prefijos y sufijos una acción sin conclusión? Sin más intención que la de mostrar repeticiones en las historias, nuevos conceptos, condensación de imágenes y líneas sutiles que, en todo caso, debes poder completar a tu manera. Con libertad, porque, al contrario de lo que se nos hace creer, no hay nada prefijado. Lo que puedas sentir será tuyo para siempre, será tu propia verdad, será tu secreto interior. Eso sí, tiene forma de laberinto, pero ¿cuál? ¿Existió de verdad? ¿Es todo una treta para darle profundidad a algo que no la tiene? Este cuatro de octubre la compañía teatral Onírica Mecánica inauguró la nueva temporada, en su sede Utopía, invitando a otros autores a presentar sus proyectos, como ocurre en este caso con el poliédrico Domingo Llor, que profundiza en las investigaciones que lleva realizando en estos últimos años: historias inacabadas, actualizaciones mitológicas, ausencia de historia, pura visualidad, potenciación de la imaginación, etc. Toda una trayectoria editando y produciendo vídeos que cristaliza en la exposición Out of frame (2014), que cuenta con catálogo online (http://issuu.com/domingollor), en la que las imágenes se detienen en una vigésimoquinta parte de un segundo (frame) determinado para evidenciar gestos, momentos y escenarios que pasan desapercibidos ante el rápido flujo de la vida cotidiana. Volvemos a empezar: «-¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí? —Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar —dijo el Gato. —No me importa mucho el sitio... —dijo Alicia.— Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes —dijo el Gato». ¿De verdad queremos salir del laberinto? Y, en todo caso, ¿de cuál? Porque no hay un único laberinto, los hay de muchos tipos y cambian en cada momento, por lo que no existe ninguna guía fácil que permita resolverlos. ¿Merece la pena adentrarse, como Teseo, en el laberinto? ¿O ya estamos en uno sin darnos cuenta? «El drama de Ícaro es la toma de consciencia de la imposibilidad de escapar del laberinto» (MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ NAVARRO, Cuaderno […] duelo), de la ambición desmedida, de caer una y otra vez en los mismos errores, en la lógica de la abundancia, cuando todo lo que quería lo tenía a su alcance. Mejor borrón y cuenta nueva: «pero esta noche Ariadna, / mientras desfilaban rostros anodinos y ajena alegría / por la taquilla del Laberinto, / ha recordado de nuevo las promesas, / la sangre seca de su hermanastro / entre las uñas de su amado Teseo, / su lado vacío, todavía caliente, / entre las sábanas de un motel de Naxos…» (ÁNGEL PETISME, Constelaciones al abrir la nevera). ¿No vamos experimentando la sensación de que las mismas historias de siempre nos han ido acompañando desde los tiempos antiguos? ¿De qué se nos ofrecen, de manera triunfalista e hiperestetizada, al menos en el cine, una serie de estructuras, salpicadas de tópicos vergonzosos, que se repiten sin cesar? ¿No valdría la pena arriesgar, situar a Ariadna en una feria? Traer los referentes a la actualidad para desmitificar lo que la tradición ha encumbrado y conectar un hilo que está bastante más cercano de lo que nos parece: «el pasado —pensaba— estaba unido al presente por una cadena ininterrumpida de acontecimientos que se derivaban los unos de los otros. Y le pareció que justo hacía un instante había visto los dos extremos de la cadena: y cuando tocó uno de ellos el otro tembló» (ANTÓN CHÉJOV, El estudiante). Todo se encuentra, en realidad, en la habilidad del lector: «Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas» (JORGE LUIS BORGES, Pierre Menard, autor del Quijote). Los referentes actualizados pueden ofrecer nuevas cuestiones, aclaraciones, y nuevos debates, como bien supo ver el propio Borges al decir que si Pierre Menard, escritor ficticio, pusiera por escrito palabra por palabra la obra homónima de Cervantes resultaría otra diferente, pues el contexto sería bastante diferente y, lógicamente, su valoración también. Cortamos en muchas ocasiones los comienzos de las historias: supongamos que al final entramos en el laberinto movidos por una sensación extraña. Quizá porque lo vimos tan claro como Aquiles cuando tuvo que decidir entre la cotidianidad aburrida y la fama espectacular. La dualidad típica, el cruce, la escisión, el destino trágico: ¿salvar a toda una ciudad de un monstruo que los devora cual Saturno? ¿O preguntarse siquiera por qué el monstruo merece la muerte? («—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El minotauro apenas se defendió» JORGE LUIS BORGES, El aleph). Si el monstruo no ofreció ningún atisbo de barbarie ¿significa eso que era culpable realmente? A veces no hay héroe ni villano, ni prometida, ni recompensa. Nada. Esta es la historia de tu vida. Pero tienes que darte cuenta. Y que, algún día, nos engañamos a nosotros mismos y nos decimos: «he conseguido salir, he superado este obstáculo, este dolor, la vida en sí misma». Que lo hemos conseguido, hemos batido el duelo y el dolor ha terminado por irse. ¿Sería entonces lógico volver a Ítaca? La respuesta es no. Podríamos volver, regresar con la familia, con la amada, pero los años habrían erosionado la poca autenticidad que quedaba en todo eso. Todo habría cambiado, y tú mismo serías diferente. Tendrías que huir o terminarías por volverte loco. Porque, al fin y al cabo, «somos nómadas, nuestro carácter es errante. Siempre en movimiento, sin reposo. En la búsqueda es donde nos encontramos sin llegar nunca a nada» (SERGIO DEL MOLINO, La hora violeta). El reposo lo destruiría todo, mientras que el viaje revitalizaría la búsqueda. Mejor, la no-búsqueda, el no-descubrimiento. El impulso dinámico humano por hacer algo y no coger polvo: «avanzar // dejar atrás la casa / perder amigos y salud / dinero / y avanzar / y avanzar / y avanzar / remando como un héroe / y estar más lejos cada vez de Ítaca // y avanzar más / aún / igual que un camicace ciego / hacia ninguna parte» (NATXO VIDAL, La niña que jugaba a la pelota con los dinosaurios). Pero nunca logramos escapar de nuestro perseguidor. De tanto pensarlo somos nuestro propio enemigo. El minotauro se autodecapita, Teseo se suicida debido a su sed de sangre: «como nosotros, no imaginarían entonces que, muy pronto, aquel territorio laberíntico en el que sólo podían moverse conducidos por el dogal invisible de los celadores se iba a convertir en algo parecido a un hogar. O en un antihogar: un espacio que, precisamente por ser la antítesis de un hogar, acaba convirtiéndose en él» (SERGIO DEL MOLINO, La hora violeta). Nos acostumbramos a vivir con nuestros miedos en el aire. No los palpamos, pero están ahí, presentes en todo momento como una premonición largamente enunciada que se cumplirá algún día. Y, en todo caso, volar a ras de suelo, casi a pie de la vida, a pie de página: «qué bueno haberme dado la vuelta / a mitad de tantos caminos, / elegir otros que ni siquiera lo parecen, / desmitificar las oportunidades, / los beneficios, el orgullo. // La gente lo llama perder trenes, / pero trenes —como dice / Jorge Riechmann en su poema— / solo son los que conducen a uno mismo. // Billetes por favor. / Salimos cuando a mí me lo parezca» (JOSÉ ALCARAZ, Edición anotada de la tristeza). Intentando seguir el hilo de la vida que Ariadna nos tendió desde nuestro nacimiento para no perdernos por las calles, los portales, ¿el laberinto contemporáneo? Francisco Jarauta rescata de El aleph borgiano la opacidad del mundo, la ausencia de luz de nuestras ciudades, la incapacidad de vislumbrar nuestro entorno, nuestra vida. No vemos más que paredes, tocamos a nuestro alrededor pero lo único que sentimos es frialdad, una ausencia de emociones sin precedentes. Deslocalizados, emplazados en una corriente tecnológica que ya no tiene lugar para el tiempo del cuerpo humano, vas a asistir a «una narración extensa que vertebre todo eso y lo sitúe en un plan, una estructura mayor. Un mapa donde uno pueda guiarse, y desplazarse dentro del propio mapa. Hágalo grande, gigantesco; porque se trata de perderse en él» (JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ, Los monos insomnes). https://www.youtube.com/watch?v=DrQWuCNpNpk RESUMEN DE LA OBRA https://www.youtube.com/watch?v=MRDuMZmBXvI "neo-nada" [galería de imágenes]
por HÉCTOR TARANCÓN ROYO El hombre no tiene una sola y única vida, sino muchas, enlazadas unas con otras, y ésa es la causa de su desgracia. (Chateaubriand, citado en Auster, 2011: 7) El viento mece las velas, bailan en el mar mientras José Alcaraz, nacido en 1983 en Cartagena, observa cómo se pierde el puerto a lo lejos, cómo se difuminan los contornos poco a poco en el viaje hacia el centro de la existencia humana, cruzando sin prisa la calma de la felicidad, batiendo el envite de las fuertes olas de la tristeza. Dando rodeos, visitando otros lugares en busca de su Ítaca personal, con añoranza y optimismo, sin dejar de pasar, de forma obligatoria, por la fatalidad de la Laguna Estigia: la felicidad como superación de los momentos de tristeza. Como la pulsión tejedora de Penélope, como el Destino tejido por Las Moiras, y las vidas acumuladas, que no terminan de acabar, en 2006 comienza La tabla del uno (Accésit Injuve, 2012) para (re)componerla a lo largo de los años, en el fragor de las experiencias, resultando una nueva producción, más matizada y profunda, como estadio intermedio de la tristeza. Al ritmo de la multiplicación, además, confirma su presencia con Usted está aquí (Premio Murcia Joven, 2007), primera incursión en el panorama literario, al mismo tiempo que oda a la visión poliédrica juvenil, caracterizada por su acercamiento y fascinación únicos. No obstante, como lo de las matemáticas, por desgracia, no encajaba muy bien para un hombre de hispánicas, decide seguir la máxima de Roland Barthes: escribir en blanco, dejar que los sentimientos afloraran sin dejarse abatir en Edición anotada de la tristeza (Premio de Poesía Joven de RNE 2012), donde los versos sobrevuelan las páginas a baja altitud, rozando el riesgo, palpando la vida: la propia huella del lector. Tres obras, todas premiadas, juegan en la rayuela temporal compartiendo vivencias, erigiéndose como verdaderos palimpsestos, siempre inacabados, a la espera de completarse con las sensaciones del lector. Finalmente, con el ánimo de no fallar prematuramente, nos deshacemos del diabólico tiempo del reloj (como bien decía Cortázar), para dejar que los conceptos que destilan los poemas fluyan, vertiginosos e incandescentes, por el texto sin sujeción alguna. A modo de conclusión, un truco: los versos dan cuenta de la esencia de la existencia humana, por lo que pueden mezclarse sin problemas, nada perderá su sentido. Emprendamos el viaje, nada volverá a ser lo mismo. «Entonces, ¿por qué no palparnos, de arriba abajo, para ver si estamos todos o nos falta algún trozo de espíritu?, ¿por qué no vivir todo si el mundo es cuestión de todos? Ubiquémonos. Encontrémonos» (Alcaraz, 2007: 10), situémonos en la cartografía emocional de la sociedad, tracemos circunferencias que nos permitan (re)encontrarnos, porque «la vida ha enterrado el mapa, / no el tesoro» (Alcaraz, 2013: 7). La recompensa tintinea a la espera, el objetivo es encontrar los detalles sutiles de la vida, buscando los sueños, disfrutando de la experiencia en comunidad. En todo caso, se trata de sintonizar una banda sonora en concreto, que José Daniel Espejo interpreta a la perfección al enfatizar en los versos de 2007 los compromisos, y los ideales, que modelan nuestro futuro, el tono enérgico que emana de uno mismo para adherirse a los demás, así como el tono atrevido y sencillo presente en toda la obra: «la clave está en la búsqueda de un ideal: el de una visión (mejor diríamos cosmovisión) totalizadora capaz de extraer lo concreto sin perder de vista el plano general en, vuelvo a machacar, el aquí absoluto y el absoluto ahora» (Espejo, 2008). Presta atención, «no desatiendas nunca ni la tierra ni el cielo. / Cuida de tus principios, educa tus finales. / En un cuaderno limpio mantén al día siempre / tus sentimientos. Llora, para limpiar la atmósfera / de malas emociones. Y si algún día tiemblas / sin remedio, convéncete de que tú sólo vibras» (Alcaraz, 2012: 63). Transmite tu propia energía como un altavoz a todo volumen a todas las personas que lo merezcan, crea tu propia historia, tu propio mundo, lejos del ruido desinformativo, no dejes que corten tu voz: «me suena demasiado esta leyenda, / tanto como me suenan los hombres ignorados, / la sociedad perfecta, las ideas gastadas, / la desinformación, las tarjetas de crédito… // Pero hay un tiempo / de paz y de sosiego, / fíjate bien, / tras el atronador ruido de los anuncios / de la televisión. / Entonces reflexiona» (Alcaraz, 2007: 19). Propongamos nuevas formas de contactar en la presentidad, en la corporalidad del instante, silenciando las tecnologías, las sirenas que nos intentan atraer. Hay que hacer un esfuerzo por «comprender. / Comprender. / Comprender. / Extenderse / como una mancha de alegría / en la conciencia» (Alcaraz, 2013: 15). No es fácil irradiar, y la energía deviene en muchas ocasiones en una rabia y furia ante el ilógico devenir de la vida sin objeto, vacía: «cuando me ocurre abismarse así es porque no hay más lugar para mí en ninguna parte, ni siquiera en la muerte. Es un duelo artificial, sin trabajo: algo así como un no-lugar» (Barthes, 2005: 22), apretamos profundamente desilusionados los dedos contra la injusticia, contra el sentido de la existencia, como Roy Batty al hacerlo con su creador en Blade Runner (1982). De este modo, escribir es, en cierto modo, un proceso continuo de tensión, de tour de force contra el vacío blanquecino, de puesta en escena con los males danzando, con final catárquico: «La he desatado, una vez más. La ato y la desato de forma rutinaria» (López, 2013: 52). La escritura es caprichosa, nos inspira y nos esquiva, pero es necesaria como modo de expresión frente a la vida: «Pero eso es justamente lo que necesito, tensión. Si ahora perdiera empuje, me desmoronaría. Saldría volando en cien direcciones diferentes, y nunca sería capaz de recomponerme» (Auster, 2011: 35). Aunque expresar los sentimientos siempre es una tarea incompleta, non finita: «Trazar otra vez la misma distancia. La distancia de la partida en la que quedaste partido. Partida que no supiste ganar y que habrás de repetir una y otra vez. Para volver a perder. Para volver a partirte» (Hernández Navarro, 2011: 14), en constante acecho de volver a recaer: «ha sido fuerte, pero es frágil, ya se está desmoronando. ¿No lo oyes? ¿No oyes cómo se derrumba?» (Serrano Larraz, 2013: 145). Por eso Alcaraz se muestra como un observador en la lejanía de los anteojos, como un flâneur fantasmal, que (des)aparece, que pasea por la vida, con maleta llena de recuerdos y paraguas protector, que recupera los instantes desapercibidos a diario: «Sale el sol y el parque alumbra / otro niño al que se le escapa un globo. / Unos se fijan en lo alto que sube, / otros en el llanto del pequeño, / hay quien ve una metáfora de la vida / (hilo frágil que sujetamos / hasta el último instante). / Y yo, que venía a respirar, / siento vértigo por la altura del globo, / pena por las lágrimas del niño, / rabia por la vida, que nos exige / apretar fuerte los puños para sujetarla» (Alcaraz, 2013: 36). Como la nube que atraviesa el cielo, como la cuchilla que traspasa el ojo en un Un perro andaluz (1929): «Quieren ponernos / una venda en los ojos / y no saben que es la cinta / que vamos a cortar / en la inauguración / de una nueva mirada» (Alcaraz, 2013: 19). Mirar los acontecimientos bajo una nueva perspectiva, como esos palimpsestos antes mencionados, aunque puedan producirnos una asimetría irrecuperable: «Pensé que cuando conocemos mejor a las personas, estas dejan atrás imágenes de ellas mismas, visibles solo si nos esforzamos para verlas: las que tenían cuando nos produjeron impresiones que no se corresponden totalmente con las que un tiempo después ya nos hemos hecho de ella, corregidas. Desconocidos perfectos, fantasmas mudos que solo recuperan su elocuencia en nuestra remembranza o a través del ejercicio de la fantasía» (López, 2013: 43). Los momentos, en una mirada de Jano, capaz de ver de manera simultánea el origen de los acontecimientos y su final, nos obligan a pararnos a reflexionar: «Qué bueno haberme dado la vuelta / a mitad de tantos caminos, / elegir otros que ni siquiera lo parecen, / desmitificar las oportunidades, / los beneficios, el orgullo. // La gente lo llama perder trenes, / pero trenes —como dice / Jorge Riechmann en su poema— / solo son los que conducen a uno mismo. // Billetes por favor. / Salimos cuando a mí me lo parezca» (Alcaraz, 2013: 52). Los versos nos ofrecen una multitud de sensaciones que entran dentro de nosotros para acompañarnos: «La verdadera vida no es reducible a palabras habladas ni escritas, por nadie, nunca. La verdadera vida ocurre cuando estamos solos, pensando, sintiendo, perdidos en el recuerdo, soñadoramente conscientes de nosotros mismos, los momentos submicroscópicos» (DeLillo, 2010: 27). Por esto, como también sugiere Paul Auster en Fantasmas (1986), el lector deja su huella en la obra, pero también debe inscribirse en el espacio vacío, llenando los segundos, dosificando las notas, los poemas, asumiendo esa perspectiva durante todo el día. De esta manera, podremos ver lo que el poeta ha visto, sentir lo que él ha sentido, experimentar lo que una vez fue, tocar, en definitiva, el vértigo al andar: «Hablar con uno mismo / es ir haciendo patria / del corazón. // Para cualquier viaje, / para cualquier paseo, / el espíritu / de una mudanza. // […] Una tarde luminosa, / sin índices / ni prólogos. // Tan sólo ser. // El perfume / es la mejor / de las ausencias. // Cada vez / más / cadáver. // Vivo aconteciéndome» (Alcaraz, 2012: 81-82). Tú, lector, «tú que me estás leyendo, ya tienes media culpa / de este poema. / Te has ganado el permiso, / la licencia para matar / cualquiera de mis pensamientos, / porque ahora también son tuyos. / Pero, cuidado, / piensa que cuando me abandones / tus recuerdos serán / las huellas de este dulce crimen, / y sólo yo, / arrugado entre las palabras, / el cuerpo del delito» (Alcaraz, 2012: 65). En la lejanía «alguien habla en voz alta / de la canción perfecta. Dice / que ha de tener poesía en los versos / e invitar al baile. // La imagino, a medida que la voz / de quien la define queda al fondo. / Y me veo bailando esa canción / extasiado por el ritmo, / creyéndome parte del aire, / de todo el universo, ilimitado. // Hasta que la música, de pronto, se detiene / a escuchar esa parte de certeza incómoda / que con su espada de silencio / atraviesa el corazón de los poemas, // y, como en el juego de las sillas, / pierdo, vuelvo a quedarme de pie, / vuelvo a quedarme solo» (Alcaraz, 2012: 85). Quedarse solo, sumergirse en el mar, disfrutar de los silencios. Son las consecuencias de alejarse, ¿o no? Juan de Dios García analiza la tristeza característica del poemario de 2013 desde el frío, desde otra visión que enfatiza el margen, el distanciamiento necesario que no se deja abatir: «Muchas de estas notas son poemas de situación emocional y, otras, de reflexión sensitiva, de pensamiento que impresiona, de sacudida breve y directa. Todos ellos con su dosis de entusiasmo, melancolía, belleza o lo que tenga a bien llegar a la orilla de los versos […] Nuestros fracasos, pues, aparecen mezclados con nuestros éxitos más felices» (García, 2013). Desde este punto de vista, le damos la vuelta al asunto para decir que la felicidad, más bien, se produce por la superación de los fracasos, del sentimiento de realización ante el imparable giro de la vida: «y él [Proust] mira hacia atrás y decide que todos esos años en los que sufrió, aquellos fueron los mejores años de su vida, porque le hicieron ser cómo era» (Dayton y Faris, 2006). Como bien dice el autor ante las oportunas preguntas de Ruby Fernández: «Me gustaría aclarar que escribí el libro en nombre de la tristeza que aprende y no se deja abatir. Esa no teme nada. Ahora mismo la imagino como una bala que, en vez de entrar, sale de la herida» (Fernández, 2013). Enfrentarse contra la adversidad es arduo, pero obligatorio y, con el paso del tiempo, satisfactorio, por lo que no es de extrañar que, en esta línea, a veces partida, encontremos un uso, muy sugerente e inteligente, del humor: «¿Te imaginas que Dios existe / y que al buscar en Google la palabra Universo / no lo reconoce ni de milagro? // Asusta suponerlo: / si también los dioses tienen amnesia, / ¿qué dèjá vu ancestral / hará que vuelvan a creer en nosotros?» (Alcaraz, 2007: 12), quizá no haga falta, ya que «[…] Tal vez no te parezca nada justo, querida / pero, como ya sabes, la justicia / es un gran cuento chino, / o romano, no sé. / Además, esto sólo es un poema» (Alcaraz, 2007: 16), o también una forma alternativa de aprovechar el tiempo: «Vaciar relojes de arena en la playa, / sería una bella forma de perder el tiempo» (Alcaraz, 2013: 33). Y esta manera no es casual tampoco, ya que, progresivamente, los poemas se escapan, como granos de arena, entre los dedos, en el aire, en nosotros mismos… Las frases se cortan, se interrelacionan, y también se alejan jugando al escondite, resultando, sobre la unicidad de los versos, una autonomía conceptual magistral. En el primer poemario las disposiciones varían sin demasiada atención a las rimas, jugando con el espacio: no sólo es importante qué se dice, sino cómo se dice, para más tarde introducir en su última obra las gotas de lluvia caídas, como un animal agazapado en la hierba, un catálogo de las emociones irrepetible, que hace pensar que «la vida discurría en voz baja, se movía con una lentitud astuta, como un animal acorralado en su madriguera. El mundo parecía estar a siglos de distancia» (Baricco: 2005, p. 42). El círculo, poco a poco, se está terminando de abrir (porque cerrarlo, está comprobado, es imposible). Mirando al paisaje nos (re)encontramos: «Era extranjero. Aún no lo sabía: / en los Balcanes se habla con la nieve. // Alguien se lo contó mientras buscaba / la niñez contenida en tres bobinas / de celuloide mudo: hilanderas / griegas iban tejiendo el horizonte / de sus últimos días en Avdella // […] Sangre y persecución. No entiende ya en qué guerra ha combatido […] Era extranjero, pero entonces supo: la guerra está tan cerca que parece estar lejos» (García, 2014: 28-29). Una lejanía irrepetible ante los acontecimientos, un buceo por uno mismo, un pensamiento honesto en el mundo que nos relata Rilker, su gran poeta: «No hay medida en el tiempo: no sirve un año, y diez años no son nada; ser artista quiere decir no calcular ni contar: madurar como el árbol, que no apremia a su savia, y se yergue confiado en las tormentas de primavera, sin miedo a que detrás no pudiera venir el verano. Pero viene sólo para los pacientes, que están ahí como si tuvieran por delante la eternidad» (Rilker, 2014: 41-42), «esto, sobre todo: pregúntese en la hora más silenciosa de su noche: ¿debo escribir? Excave en sí mismo, en busca de una respuesta profunda. Y si ésta hubiera de ser de asentimiento, si hubiera usted de enfrentarse a esta grave pregunta con un enérgico y sencillo debo, entonces construya su vida según esa necesidad: su vida, entrando hasta su hora más indiferente y pequeña, debe ser un signo y un testimonio de ese impulso» (Rilker, 2014: 26-27). That’s How People Grow Up, canta Morrissey en la lejanía de la melancolía. «El amor se hace amor en el recuerdo / al igual que los hombres se hacen hombres / en su reflexión» (Alcaraz, 2007: 17). La vida nos ahoga, pero sólo buceando se encuentran los tesoros. Burbujeando, segundo a segundo, sin parar de buscar en el fondo. «No se puede estar siempre pensando en lo que habría podido ser. Hay que pensar que la vida que uno lleva es tan satisfactoria, o incluso más, que la de los otros, y estar agradecido» (Ishiguro, 1990: 245). «Siempre se vuelve a él con más gozo, con más gratitud, y, no sé cómo, mejor, más sencillo en la mirada, más profundo en la fe en la vida, y más dichoso y grande en la vida…» (Rilker, 2014: 40). Encontrando la recompensa, atesorando las ganancias. «El libro ha sido mi monasterio; el silencio, / mi maestro; la soledad, mi noviciado. / Y en todo este tiempo, el pensamiento de ser / contra la adversidad / ha prosperado por encima del resto, / como el silencio por encima del ruido» (Alcaraz, 2012: 87). __________ —Alcaraz, J., (2007), Usted está aquí en López García, V. (ed.) et al., Poesía: Literatura Murciana Joven 2007. Murcia, Instituto de la Juventud. —Alcaraz, J., (2012), La tabla del uno en Vives Duarte, Isabel (ed.) et al., Catálogo Poesía Injuve 2012. Madrid: Instituto de la Juventud. —Alcaraz, J. (2013): Edición anotada de la tristeza. Valencia: Pre-Textos (Premio de Poesía Joven de RNE 2012). —Auster, P. (2011): El libro de las ilusiones. Barcelona: Anagrama (2002). —Baricco, A. (2005): Seda. Barcelona: Anagrama (1996). —Barthes, R. (2005): Fragmentos de un discurso amoroso. Madrid: Siglo XXI (1977). —DeLillo, D. (2010): Punto omega. Barcelona: Seix Barral. —Edición anotada de la tristeza (2013) Cortometraje dirigido por Domingo Llor. España, Cartagena. —Espejo, J. D. (2008): “José Alcaraz Pérez / Usted está aquí”, en Trabajando con el vacío [En línea] España, disponible en: http://josedanielespejo.blogspot.com.es/2008/01/jos-alcaraz-prez-usted-est-aqu.html [Consultado el día 20 de abril de 2014]. —Fernández, R. (2013): “Entrevista a José Alcaraz”, en Koult [En línea] España, disponible en: http://www.koult.es/2013/10/entrevista-a-jose-alcaraz/ [Consultado el día 21 de abril de 2014]. — García, J. D. (2013): “Introducción a Edición anotada de la tristeza, en Alcaraz, José, Como no iba diciendo [En línea] España, disponible en http://josealcaraz.blogspot.com.es/2014/04/resenas.html [Consultado el día 21 de abril de 2014]. ___ García, J. D. (2014): Ártico. Valencia: Germanía. —Hernández Navarro, M. A. (2011): Cuaderno […] duelo. Murcia: Nausícaä. - Ishiguro, K. (1990): Los restos del día. Barcelona: Anagrama (1989). — López, J. Ó. (2013): Los monos insomnes. Lisboa: Chiado. —Pequeña Miss Sunshine (2006) Película dirigida por Jonathan Dayton y Valerie Faris. Estados Unidos, Fox Searchlight Pictures / Big Beach [DVD]. - Rilke, R. Mª. (2014): Cartas a un joven poeta. Madrid: Alianza (1903-1904/1908). —Serrano Larraz, M. (2013): Autopsia. Barcelona: Candaya. Imágenes de DOMINGO LLOR basadas en la lectura de Edición Anotada de la Tristeza de José Alcaraz |
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