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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
por ALBA SAURA CLARES 1.- Introducción Juan Gelman (Buenos Aires, 1930) es actualmente uno de los más afamados poetas argentinos en vida. A lo largo de su extensa producción poética, que comenzó en 1956 con Violín y otras cuestiones y que se extiende hasta casi nuestros días, podremos observar un escritor que aboga por dos aspectos esenciales en torno al hecho poético: compromiso de renovación con lo estético, el lenguaje, las formas… y un compromiso social y político de gran envergadura, que lucha a través de la poesía a favor de la libertad y de los derechos fundamentales del pueblo. Ante estas dos amplias cuestiones que recorren los diferentes poemarios de Juan Gelman en este artículo será necesario apartarnos de aquellos elementos estéticos de renovación y ruptura con anteriores concepciones poéticas, para poder así ahondar con mayor profundidad en la poesía de Gelman como una poesía de lo social, cercana al hombre, una poesía que lucha y que entiende esta como la única manera lo poético. De esta forma, a través de la asimilación directa del celebérrimo verso de Gabriel Celaya «La poesía es un arma cargada de futuro», la pretensión de este trabajo es mostrar a Gelman como un poeta con una clara mirada social, de lucha, una poesía que se dirige al hombre y que lo incita a iniciar lo revolucionario. Es Gelman un poeta luchador y rotundamente cercano a la revolución desde sus primeros poemarios, motivos que arrastrará durante toda su vida (real y poética) y que lo convertirán en cantor desgarrado en pos de la justicia y la libertad del hombre. La poesía de Gelman lucha, y sobre esto vamos a dirigir una mirada a través de este estudio, analizando algunos de sus poemas, con la pretensión de plasmar una panorámica genérica de su visión desde los inicios en Violín y otras cuestiones. Además de ello, partiremos del hecho irrevocable y completamente necesario de comprender la poesía de lucha (como suele ocurrir con este tipo de arte) unida a un tiempo de especiales vicisitudes, de injusticias sociales, de revoluciones políticas, de falta de libertad de expresión, de cruentas guerras o de asfixiantes regímenes dictatoriales que propicien esa necesidad de que la poesía cante ante la esperanza de un futuro mejor: la poesía combatiente de Juan Gelman como respuesta a un desconsolador período histórico en Argentina. En otro aspecto, es interesante analizar la figura de Gelman también a lo largo de una visión formada por la nómina de unos autores que han resultado esenciales para la conformación del panorama y la identidad diferenciada y distintiva de Hispanoamérica, aquellos que se ven sustentados y justificados por obras ya tan emblemáticas como Fundadores de la nueva poesía latinoamericana de Saúl Yurkievich (Yurkievich, 2002) y que se han presentado como una nueva voz y manera de entender el hecho poético: Jorge Luis Borges, Vicente Huidobro, Oliverio Girondo, Octavio Paz, César Vallejo, Pablo Neruda y José Lezama Lima. Entre ellos encontraremos diferencias radicalmente opuestas y sólo nos remitiremos a una explicación genérica de algunos de sus puntos básicos a partir de la confrontación que suponen con la obra gelmaniana y partiendo de la consideración de la necesidad de comprender unos antecedentes poéticos para la llegada a este autor. Como último hecho a tener en cuenta, la elección de los diferentes poemarios y poemas se enfrentan, sin duda, a la imposibilidad de acoger la vasta producción del poeta y su motivación ha sido supeditada en exclusividad a la realización del presente estudio y a la búsqueda por mostrar formas, variantes, temas y estilos de la poesía de Juan Gelman a través de sus diferentes épocas. 2.- Juan Gelman: su poesía de lucha en torno a la historia argentina del siglo XX Como ya adelantábamos en la introducción, vamos a analizar la obra de Juan Gelman partiendo de la base de su concepción como un poeta social, que cultiva una poesía de lucha, que mira al hombre. El término “poesía de lucha” vamos a diferenciarlo en este trabajo de una “poesía militante”, inscrita a una determinada tendencia política y entendiéndola como aquella poesía que se presenta como medio para criticar aspectos sociales, para reivindicar derechos fundamentales y para luchar, finalmente, contra aquello que oprime al hombre y a la sociedad. Es por ello que resulta necesario realizar una breve perspectiva relacionando aspectos de la biografía de Juan Gelman y de la historia de Argentina en el siglo XX para una mejor comprensión de la obra de este autor. El poeta nacerá en 1930, año sin duda significativo en el panorama argentino pues comenzará lo que se conoce como la Década Infame, que se alargó hasta 1943. La crisis del irigoyenismo (tendencia política personalista que recogía todo el poder en la figura del presidente Hipólito Irigoyen), unida a la que estaba transcurriendo a nivel mundial en torno a la caída de la bolsa de Wall Street en 1929, provocó en Argentina una situación económica precaria, que generó hambre, revueltas, huelgas y malestar social y que finalizó en el golpe militar encabezado por el salteño José Félix Uriburu. En 1938 serán convocadas elecciones que, criticadas por un gran fraude electoral, llevaron al poder a Roberto Ortiz y Ramón Castillo. Sin embargo, esta democracia, al menos aparente, será prontamente destituida, el 4 de junio de 1943, mediante un golpe de estado, tomando la presidencia Pedro Ramírez y cuyo ministro de guerra será una figura emblemática en la historia de Argentina: Juan Domingo Perón. Este gobierno militar recurriría a prácticas autoritarias como la disolución del Congreso, proscripción de partidos políticos, control de los medios de comunicación e intervención a las universidades. Desde su infancia, la atmósfera en la que vive Gelman es de represión e inestabilidad política, como podemos comprobar[1]. (1) Con el primer gobierno de Perón dará sus primeros pasos en el ámbito de lo poético y literario Juan Gelman, en 1955. Fue uno de los fundadores del grupo conocido como El pan duro, que fue integrado por jóvenes militares comunistas que proponían una poesía comprometida y popular. El primer libro que este grupo publicó fue el de Gelman: Violín y otras cuestiones. Este libro y los primeros acercamientos a militancias políticas comunistas por parte del poeta se realizarán en torno al triunfo electoral y el encumbramiento por parte de las masas de Juan Domingo Perón. Con él, tal y como la oposición temía, su popularidad ocultó, en forma de democracia, una perpetuación de todo el poder bajo su persona. El 16 de septiembre de ese mismo año un levantamiento militar en Córdoba dirigido por el General Lonardi, conocido como la Revolución Libertadora, derrocó a Perón, obligándole a exiliarse. Sin embargo, esto no lo apartó del panorama político: el tiempo demostró que el peronismo era un verdadero movimiento social y se recuperaría, volviendo su líder a la historia argentina en 1973. [1] Es necesario recordar que Gelman es hijo de inmigrantes judíos ucranianos que huyeron de la inestabilidad política europea en busca de un futuro mejor en Argentina. A su padre dedicará el poema xii de Bajo la lluvia ajena (notas al pie de una derrota) de 1980, donde comparaba la situación de exiliado del propio autor con la de su padre: «Mi padre vino a América con una mano detrás y otra delante para tener bien alto el pantalón. Hay diferencias, sin embargo: él fue a quedarse, yo vine para volver (…) Papá, tu cráneo se pudre en la tierra donde yo nací como muestra de la injusticia mundial». (Gelman, 1994: 321) El gobierno de Lonardi fue rápidamente reemplazado por Pedro Eugenio Aramburu. Con su gobierno, se intervino el Partido Peronista, la CGT y la mayoría de sindicatos. En 1959, Gelman, influenciado por la Revolución cubana, comenzó a adherirse a la vía de la lucha armada en Argentina, disintiendo con la postura opuesta del Partido Comunista. En 1966, el gobierno del presidente Arturo Illia fue destituido en otro golpe militar bautizado con el nombre de «Revolución Argentina» y que puso al cargo del país a un hombre de larga tradición cristiana y occidental, el Tte. Geral. Juan Carlos Onganía, cargo que ostentaría hasta 1973. El propio Gelman, demostrando su carácter de lucha y defensa contra los gobiernos dictatoriales no sólo desde la palabra, sino también desde los hechos, entrará en la organización guerrillera conocida como las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), de orientación peronista–guevarista, que realizaba acciones políticas contra el dictatorial gobierno de Onganía y sus ataques directos a la ciudadanía como la conocida “La noche de los bastones largos” contra el alumnado universitario. A finales de 1973, entrará a formar parte de los Montoneros, guerrilla de orientación peronista con la que se funde las FAR. Montoneros fue la principal fuerza de guerrilla urbana que ha existido hasta la fecha en América Latina. Bajo el lema «Perón o muerte», al que acompañaban sus violentas acciones, acostumbraron a las masas a la violencia y a la venganza y formaron una falsa imagen de Perón, idealizándolo como revolucionario. Aunque Gelman formó parte de los Montoneros, a los que había llegado por medio de las FAR, desde el comienzo fue crítico con el gobierno, primero de Cámpora y, posteriormente, de Perón. A través del gobierno de Héctor Cámpora, en 1973, Perón volvió a Argentina y al poder. Sin embargo, desde su regreso se comprobó que su imagen idealizada desde el exilio iba a ser muy distinta en su tierra: al mismo tiempo que su llegada estaba teniendo lugar, columnas de Montoneros, FAR y JP eran ametralladas por elementos de la derecha peronista sin que Perón intentara evitarlo. A su muerte, en 1974, Perón dejaba en el poder a su segunda esposa, María Estela Martínez de Perón. El frente peronista se fue fracturando aún más y el terrorismo guerrillero se consolidó. Para imaginar la esfera social del momento, a principios de 1976 cada cinco horas se cometía un asesinato político y cada tres estallaba una bomba. En 1975 Montoneros envió a Juan Gelman al exterior con el fin de poder denunciar la violación de derechos humanos que se estaba viviendo durante el gobierno de Isabel Perón. Así, el escritor se encontraba fuera del país cuando el 24 de marzo de 1976 un golpe de estado comenzó la dictadura militar autodenominada como Proceso de Reorganización Nacional y que hasta 1983 impuso un régimen de terrorismo de estado que causó la desaparición de 30.000 personas, a cargo de la presidencia militar de Jorge Rafael Videla. Salvo una breve entrada clandestina a Argentina en 1976, Gelman permaneció exiliado en Europa trabajando de traductor para la UNESCO. Las gestiones de Gelman lograron el primer repudio publicado en 1976 en el diario Le Monde a la dictadura argentina. A su vez, estar en el exilio provocó en Gelman una gran tristeza, que podemos observar en poemarios suyos como Hechos y relaciones (1980) Si dulcemente (1980) o Citas y Comentarios (1982), no sólo por la lejanía de la patria, si no por haber dejado atrás a sus amigos, a sus compañeros de lucha o a sus propios hijos en la batalla contra la dictadura. Además, debido al antiguo acercamiento de Gelman a Montoneros, su situación era más complicada: Montoneros fueron brutalmente perseguidos, torturados y asesinados; en poco tiempo una organización tan fuerte como esta había desaparecido totalmente. En 1983, derrotados en lo económico y militar (donde destaca lo ocurrido en Malvinas) y fuertemente presionados por la opinión pública nacional e internacional, los militares devolvieron el gobierno a los civiles y se realizaron elecciones que llevaron al poder a Raúl Alfonsín. Sin embargo, la llegada de la democracia no supuso el inmediato regreso de Gelman. Durante el gobierno de Alfonsín continuaban abiertas investigaciones en torno a supuestos homicidios y otros delitos imputados a Montoneros, con orden y captura de todos sus miembros. La presión ejercida en parte por otros escritores como Augusto Roa Bastos, Juan Carlos Onetti, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Eduardo Galeano o Octavio Paz, entre otros, consiguió que en 1988 la justicia dejara sin efecto la orden de captura de Gelman y este pudiera volver al país en junio, tras trece años de ausencia. Además de los ya citados Hechos y relaciones, Si dulcemente y Citas y comentarios, dejará con el exilio tras de sí otros títulos como: Hacia el Sur (1982), Com/posiciones (1986), Interrupciones I (1986), Interrupciones II (1988) y Anunciaciones (1988). Tuvo que llegar 1989 y el presidente Carlos Menem para que, junto con otros sesenta y cuatro ex integrantes de organizaciones guerrilleras, Juan Gelman fuera indultado. Esta medida fue rechazada por el escritor, sumergido en plena batalla por encontrar los cadáveres de su hijo y su nuera desaparecidos y a su nieta, con vida, nacida durante la dictadura de Videla. En su rechazo público expresó con duras palabras en Clarín del 4 de julio de 1999: «Me están canjeando por los secuestradores de mis hijos y de otros miles de muchachos que ahora son mis hijos»[1]. (2) Al respecto, bello y desgarrador es Carta abierta a mi nieto, un texto escrito en 1995 (y publicado en 1998) donde Gelman nos hablará de ese deseo ansioso que como él otras muchas personas tuvieron por encontrar a los hijos de los fallecidos o desaparecidos durante la dictadura: Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración. (…) pensé todos estos años en qué hacer si te encontraba (…) Pero ahora sos grande. Podés enterarte de quién sos y decidir después qué hacer con lo que fuiste. Ahí están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con precisión científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen. (…) Quién sabe cómo serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera. 12 de abril de 1995 (Gelman, 1998) En definitiva, esta panorámica realizada a lo largo de la historia de Argentina desde el nacimiento de Gelman nos sirve para sacar algunas consideraciones interesantes en torno a la relación que esta tenga con sus formas de entender lo poético. En primer lugar, la convulsión de Argentina en todo el siglo xx será un claro motivo para que se presente como consecuencia una poesía que abogue por lo social, que defienda la lucha, que grite por los derechos fundamentales: una poesía como un arma de gran fuerza. A la vez, la adhesión desde temprana edad de Gelman a movimientos comunistas como las FAR o, posteriormente, a los Montoneros, también nos presentan su ideal activo no sólo a través de la palabra, sino también en la práctica, en los hechos. Ha vivido de pleno todos los trágicos sucesos ocurridos, ha tenido que llorar la muerte de sus hijos a causa de la dictadura, se ha acercado al hombre y junto a él se ha arropado: Juan Gelman no sufre en su poesía como un obrero, un campesino o una madre que llora la muerte de sus hijos; él ha sido uno de ellos y como tal escribe y lucha. [1] Cita extraída de Montanaro, 1998: 99. 3.- Juan Gelman en el contexto poético hispanoamericano Como señalamos en la introducción de este trabajo, es interesante comprender la figura de Juan Gelman y su renovadora poesía a partir de la panorámica de aquellos autores hispanoamericanos de mayor relevancia, que han supuesto un hito en diversos aspectos para la conformación del alma poética de Latinoamérica, en su confrontación o acercamiento a ellos. En primer lugar, la relación de Gelman con dos de los autores analizados por Yurkievich en Fundadores de la nueva poesía hispanoamericana, José Lezama Lima (Cuba, 1910-1976) y Octavio Paz (México, 1914-1998), a los que el poeta añade a Alberto Girri (Argentina, 1919-1991), contemporáneos suyos, es, en muchos casos, de enfrentamiento. La concepción que Gelman tendrá de la poesía y la defensa de esta como un arma social no hallará lugar para una poesía intimista que se centre en los sentimientos personales. Ni en ello ni, por supuesto, en una poesía lúdica, una poesía que se entienda sólo como arte para disfrutar, para deleitar al lector. Vicente Huidobro, Oliverio Girondo o el propio Jorge Luis Borges quedarán así muy distanciados e, incluso, enjuiciados por Gelman. En un poema de Relaciones, “Bellezas”, arremeterá por este motivo con otros poetas a los que el tiempo ha alejado de la poesía social y los ha situado en una poesía más intimista que mira al propio poeta como objeto principal de la poetización y no a la sociedad y a sus necesidades de cambio: Octavio Paz Alberto Girri José Lezama Lima y demás obsedidos por la inmortalidad creyendo que la vida como belleza es estática e imperfecto el movimiento o impuro ¿han comenzado a los cincuenta de edad a ser empujados por el terror de la muerte? (…) Octavio Alberto José niños ¿por qué fingen que no llevan la calma donde reina confusión? ¿por qué no admiten que dan valor a los oprimidos o suavidad o dulzura? ¿por qué se afilan como viejos en la vejez? ¿por qué se pierden en detalles como la muerte personal? (Gelman, 2007: 44) En este sentido, el último verso es sin duda esclarecedor para la comprensión del poema. Será Gelman contrario a toda poesía que se centre en la muerte de la persona, del individuo, en las cuestiones existenciales del hombre en particular y defenderá siempre lo poético como el medio para hablar de la muerte de todos los hombres, cualquiera que sea: desde una figura emblemática hasta un pobre obrero; una poesía que se preocupe de las dudas existenciales para la humanidad y no para la persona. Acercándonos ahora a una figura como es la del poeta peruano César Vallejo (1892-1938), encontramos quizás un medio para entender lo poético menos distante; si no tanto en cuestiones estéticas, al menos sí en lo que concierne a la realización por parte de ambos de una poesía que no se mire únicamente a sí misma, que vaya más allá del hecho poético como algo bello, una poesía donde el poeta abandone la torre de marfil en la que tan bien se habían resguardado los simbolistas y modernistas y salga a la calle y comprenda los sufrimientos y las necesidades del pueblo. En una entrevista realizada al poeta peruano por Antonio Ruíz Villaplana a finales de 1937, César Vallejo, en relación a esa escritura modernista anterior y toda la tendencia que con ella se relacionaba, hablará del «literato de puerta cerrada» y afirmará al respecto: El literato de puerta cerrada no sabe nada de la vida. La política, el amor, el problema económico, el desastre cordial de la esperanza, la refriega directa del hombre con los hombres, el drama menudo e inmediato de las fuerzas y las direcciones contrarias de la realidad, nada de esto sacude personalmente al escritor de puerta cerrada. (3)[1] Para Vallejo, estos poetas de puerta cerrada son un producto de la sociedad burguesa. Él es un poeta que aboga por una actitud comprometida, cercana, involucrada en su entorno. Estos conceptos serán no sólo los que pueda compartir el poeta argentino, sino los que defenderá a través de sus propios textos poéticos, como veremos en el apartado siguiente. Gelman no sólo lucha con la poesía, se involucra en ella; a través de sus poemas teoriza sobre esta manera de entender lo poético, defendiéndola. [1] Para más información, Vid. Caudet, 1993: 355. Tanto Vallejo como Gelman, además, tienen la peculiaridad de ser poetas no sólo para el pueblo, sino provenientes de él: de familias proletarias (en el caso de Gelman inmigrantes ucranianos), de barrios donde el hambre es algo común, de limitaciones económicas… Por ello, ambos hablarán del dolor humano, de la tristeza. Vallejo lo hará desde una visión más solitaria en sus primeros poemarios como Los heraldos negros o Trilce, para pasar a una más humana en Poemas humanos o España, aparta de mí este cáliz, mientras que en ocasiones la voz de Gelman la escuchamos, además, llena de rabia y rebelión. En el poema “Los nueve monstruos” del poemario Poemas humanos de César Vallejo podemos leer, acerca de ese dolor: Y, desgraciadamente, el dolor crece en el mundo a cada rato, crece a treinta minutos por segundo, paso a paso, (…) ¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo que hacer. (Vallejo, 2012: 43) Gelman sabe que hay mucho que hacer, que desde que Vallejo escribió estos versos aún el camino sigue abierto, que nada se ha conseguido todavía, pero que no debe perder la esperanza y, por eso, desde sus comienzos, consciente de esto, afirmará en el poema “Viendo a la gente andar, ponerse el traje” de Violín y otras cuestiones: …a traer el futuro sobre el lomo, hablar familiarmente con el tiempo y saber que acabaremos y de una buena vez por ser dichosos… (Gelman, 1975: 19) En “Ruiseñores de nuevo”, uno de los denominados como poemas de José Galván, juego poético muy recurrente en Gelman consistente en atribuir sus creaciones a otros autores o a traducciones, leemos: «… de César Vallejo caen caminos para que los pies de la poesía caminen». (Gelman, 2010: 91) Gelman se sabe deudor y paseante de los textos vallejianos al compartir juntos el ideal de mirada a la humanidad y lucha por ella. Diferencias se nos plantearán, sin embargo, si lo que hacemos es comparar a este autor con Pablo Neruda (1904-1973). Este chileno, considerado, junto a Rubén Darío, en muchas ocasiones, como el “gran cantor de América”, presentará algunas diferencias con la obra gelmaniana, aunque mostrarán algunos puntos en común desde, por ejemplo, la propia temática: amor y política, los dos temas recurrentes en Gelman tan presentes también en Neruda. Por su parte, el poeta chileno necesitó un proceso: su llegada a la poesía social (y militante en algunos casos), partiendo de una poesía intimista plagada de melancolía, coincidirá con su regreso a América, a la raíz, con su ascenso al Macchu Picchu, que se narra siempre como el elemento esencial que hizo a Neruda redirigir su visión poética y su forma de entender la literatura y expresar sus nuevas convicciones; Neruda en Macchu Picchu siente ser ese gran cantor y siente que con su canto puede ayudar y decir todas las injusticias acalladas, por lo que dirá en el extenso poema Alturas de Macchu Picchu: Sube a nacer conmigo, hermano. Dame la mano desde la profunda zona de tu dolor diseminado. (…) Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta (…) Acudid a mis venas y a mi boca. Hablad por mis palabras y mi sangre. (Neruda, 2005: 31) Sin embargo, en Juan Gelman no encontramos ninguna ruptura abrupta temáticamente hablando. Desde su primer poemario hasta el último, la lucha será constante; el tono podrá variar desde el más atrevido de la juventud al más melancólico del exilio o el más desgarrado de los últimos años. Pero junto a esa lucha desde lo poético, será también una poesía cargada de esperanza, una poesía cargada de un futuro al que mira constantemente con la confianza puesta en él y en los hombres que luchan para construirlo. 4.- La poesía social y de lucha gelmaniana Este último punto pretende trabajar de manera directa con los textos de Juan Gelman para presentarlos, en primer lugar, como testimonio y corroboración de las tesis expuestas sobre la poética de la lucha de este poeta y con el fin de dibujar toda la línea de matices que ampliamente recorre esta concepción de lo social y de la lucha en la poesía gelmaniana. En primer lugar, el poeta argentino, tal y como nos presenta en su primer poemario, Violines y otras cuestiones de 1956, se acerca a lo social a través de la propia observación. El dolor que padece no es ni imaginado ni tratado desde la distancia: aparece en los poemas de Gelman desde su parte más cercana, desde la propia ejemplificación con las escenas cotidianas que el autor ve y quiere mostrar. Habla del hombre común de la calle, de una colectividad a la que el autor pertenece y a la que describe en poemas como “Viendo a la gente andar, ponerse el traje”: Viendo a la gente andar, ponerse el traje (…) viendo, sí, cómo la gente llora en los rincones más oscuros del alma y sin embargo sabe reír y andar derecho, viendo a la gente, bueno, viéndola tener hijos y esperar y siempre creer que van a mejorar las cosas y viéndola pelear por sus riñones, digo gente, (…) (Gelman, 1975: 19) Así, continuaremos encontrándonos con un Gelman cercano a los más desfavorecidos. Es común hallar en Gelman poemas en los que se hace mención a la colectividad a partir de la presentación de una desgracia individual, pero mostrándola de manera generalizada, así como el uso de nombres propios como metáfora del hombre común, del proletario cualquiera. Ocurre en poemas de El juego que andamos (1959) como “Accidente en la construcción”: Roberto, José, Antonio, Juan, Esteban bajo sus nombres de albañil se fueron de la vida. (…) En silencio construyen su eternidad: el pueblo que no olvida. (Gelman, 1975: 61) O en otros como “Huelga en la construcción”, del mismo poemario, Gelman se muestra consciente de todo aquello que ponen en juego los obreros a causa de las huelgas o manifestaciones. Situado cercano a ello, quiere mostrar toda las caras de esta lucha constante: «...tal vez María llore estos asuntos / llorará para adentro. / Se ha de secar la cara con la noche. / El hombre no sabrá, una pena menos». (Gelman, 1975: 46) Es también destacable al respecto el poema “Pedro el albañil” de otro de sus poemarios más emblemáticos por las innovaciones a nivel estilístico que con él introdujo, Gotán (1962): «Aquí amarán, aquí odiarán, decía Pedro, albañil/ cantando, levantando las paredes, se le habían endurecido las manos del oficio…». (Gelman, 1975: 100) A esos hombres a los que les habla, les insta a la lucha de manera constante, especialmente en sus primeros poemarios. Tiene referencias continuas a luchar «como varones», fórmulas coloquiales muy presentes en la poesía de Gelman. El poeta se nos presenta entonces, al menos en sus años de juventud, cuando los golpes a lo largo de los años no lo habían dejado más triste o melancólico, con gran valentía, llamando a la batalla a los hombres igual que él lucha a través de sus versos. Veámoslo en “Testamento de Pepe Díaz, soldado” de El juego en que andamos, donde el fusilamiento por un compañero es motivo de orgullo. Todo está ya perdido, pero la muerte no es negativa en los primeros poemarios gelmanianos si se lucha por la vida y por los ideales personales: La muerte a pie, a caballo, esto se acaba, (…) andan copas, de brindar por el tiro que te espera (…) Nuestros hijos dirán que fuimos padres de merecerlos, alzarán ardiendo lo que seamos, pólvora o ceniza, tendrán su primavera Nicaragua, libertad, paz, mantel, café violetas. Y viviremos, pues, como te digo. Allá, más adelante. Porque hoy toca morir como varones. (Gelman, 1993: 19) De igual manera lo encontraremos en “Masacre de guerrilleros” de Cólera buey (1964), otro de sus libros más emblemáticos: Persíganlos como a bestias mátenlos Con esa amistad particular (…) Y todavía así gendarmes nadie Se ha terminado de morir, nada Dejará de alentar Hasta el día del triunfo final Por fin hay muertos por la patria. (Gelman, 1975: 415) Y es que Gelman entiende su papel en la sociedad de una manera clara. Para él la poesía tiene una función determinada y debe cumplirla, no puede quedarse al margen del dolor ajeno, no puede doblar la cara ante el espanto o la desgracia, ante las injusticias o el sufrimiento. El poeta para Gelman es, en ocasiones, un guía que entiende que su destino es la lucha a través del hecho poético y así lo cumplirá. Estas ideas nos recuerdan a dos grandes poetas hispanoamericanos: Pablo Neruda y Jorge Luis Borges, ya mencionados en este trabajo. El primero, con la ya explicada subida al Macchu Picchu, siente que ha encontrado su labor, su función en la sociedad, que él debe ser un sacerdote de lo poético, un medio a través del cual se puedan dar a conocer las reivindicaciones desde el hombre más humilde. El poeta encuentra el destino poético y desde ese momento Neruda entregará su poesía a lo social y militante. También Borges entenderá la poesía como un destino irrevocable que el poeta sólo puede cumplir (y que en Gelman se convertirá en una obligación), como afirmó en el discurso al recibir el premio Cervantes: «…pero hay algo que no quiero olvidar, y es esto: me conmueve mucho el hecho de recibir este honor en manos de un Rey, ya que un Rey, como un Poeta, recibe un destino, acepta un destino y cumple un destino y no lo busca, es decir, se trata de algo fatal, hermosamente fatal…». (Borges, 2004: LXXIX) En Gelman, la poesía en ocasiones surge de él de manera visceral, le irrumpe en una bocanada poética, como en “Gotán” de Cólera buey: Yo no escribí ese libro en todo caso me golpeaban me sufrían me sacaban palabras yo no escribí ese libro entiéndanlo. (…) Yo nunca escribí mis libros. (Gelman, 2008: 184) Pero, principalmente, por lo que aboga de manera recurrente Juan Gelman es por defender su poesía que se sabe política, que se muestra como poesía de lucha desde su propio conocimiento y su propia exigencia. Es por ello que se enfrentará a los poetas que se apartan del camino de la poesía como un arma combativa, defendiendo el innecesario embellecimiento del poema y arremetiendo contra quien sí lo realiza, como en “El facto y los poetas” de Gotán, donde hace una relación con aquellos poetas que no se atreven a hacer una poesía comprometida - como la que sí realizaría Gelman- , aquellos que no son censurados porque su poesía es correcta, es amable, es una poesía que no ahonda en el hombre y en sus problemáticas; es por eso por lo que sienten, según Gelman, la vergüenza de saberse cobardes: Los poetas se mueren de vergüenza, ningún decreto los prohíbe, ninguna radio los calumnia (…) Muchos de ellos se encuentran sin cojones en el momento culminante del cariño: no es problema, se escriben un versito y pa´la posteridá. (Gelman, 1994: 61) Pero a Gelman el poema, la poesía, lo encierra, no le deja apartarse de la senda de la lucha a través de las palabras poéticas, como en “Joderse” de Cólera buey: La mala tentación el poema que se asoma con cara de pobre y pide lástima humilde nunca busca otra cosa que arrinconarte una vez más entre la sangre y la pared entre la espada y la pared entre la sangre y el papel. (Gelman, 1975: 144) Creerá, por tanto, Gelman en esa poesía como arma que vence y como medio para enfrentarse. No perderá sus fuerzas, sino que continuará durante toda su vida con el mismo convencimiento de ser la vía idónea para la llegada de lo revolucionario, esperando incluso en “Condecoraciones” que la poesía reciba la consideración merecida «y alguna vez condecorarán al poeta / por usar palabras como fuego, / como sol, como esperanza…». (Gelman, 1960: 105) Y, mientras tanto, el poeta seguirá escribiendo. Veámoslo en “Confianzas” de Realizaciones: Se sienta a la mesa y escribe “con este poema no tomarás el poder”, dice “con estos versos no harás la Revolución”, dice “ni con miles de versos harás la Revolución”, dice (…) No alcanzará perdón o gracia por ellos “con este poema no tomarás el poder” dice “con estos versos no harás la Revolución” dice “ni con miles de versos harás la Revolución” dice Se sienta a la mesa y escribe. (Gelman, 2008: 42) Y en esta mirada constante a la sociedad, gozará de gran importancia su preocupación repetida por los niños, por la infancia: en ellos ve el progreso, el futuro al que siempre mira esperanzado Gelman, pero a cambio sabe que son los más desfavorecidos y por ellos, más que por otros, hay que luchar para conseguirles crear un mundo con menos injusticias. Lo veremos en poemas como “Niños: Corea 1952” de Violín y otras cuestiones: … Hermanitos, ¡qué nuca perseguida la vuestra y cómo duele aprender a contar por bombardeos y el cielo por pizarra! ¡Cómo duele, hermanitos, saberse de memoria la h de hambre saberse la muerte de memoria y saberse a los yanquis de odio puro, cómo duele, hermanitos! (Gelman, 1975: 28) O en “Irak, Andrea” (nombre con el que llama a su nieta) de País que fue será: Te roban la palabra en niños como vos. (…) Cierro los ojos llenos del otro que no tendrás. Tallo verde, sumérgete en tu fuego. (Gelman, 2004: 50) Un caso destacable es el hecho de que, tal y como ocurrió con Pablo Neruda o César Vallejo, esta poesía que tiene una mirada dirigida a lo social esté relacionada (de manera más o menos directa) con el marxismo o con las tendencias comunistas. Como ya hemos analizado en el apartado segundo, Gelman estuvo desde joven cercano a los movimientos políticos de izquierda más radicales, en torno a los cuales se entiende, en algunos aspectos, su obra. Algunos de sus poemarios como Fábulas presentan paratextos de Lenin («Todo es ilusión, menos el poder») o Karl Marx («El escritor no considera en modo alguno sus trabajos como un medio. (…) sacrifica su existencia a la existencia de ellos, cuando tal cosa es necesaria»). Por este motivo, en una poesía de aire combativo como esta del siglo xx no podía dejarse de lado la Revolución Cubana. Este movimiento fue visto por muchos escritores como la realización de sus deseos y pretensiones más fuertes y produjo la alegría y euforia de que, al fin, se pudiera realizar la revolución esperada. Veían en la lucha del Che Guevara y de Fidel Castro la visión idílica de lo que debía transmigrar a sus países y pusieron en ellos la esperanza de externalizar la revolución. Así, no sólo Juan Gelman, sino otro de los más destacados escritores argentinos, Julio Cortázar, presentará una visión idealizada del comienzo de la Revolución Cubana, que se turbará conforme avancen los años y los ideales propuestos no se vean cumplidos. En Todos los fuegos del fuego, de 1966, ya tratará la temática de la Revolución Cubana en relatos como “Reunión”, con el que abre este libro, a través de una vívida narración en primera persona, bajo la voz del Che Guevara. Las referencias a la Revolución Cubana las encontraremos en Gelman en poemas como los que conforman la parte del poemario Gotán titulada “Cuba sí”, que da también nombre a un poema, y otros como “Camilo Cienfuegos”, “Habana revisited” o “Fidel”, donde leemos: «… fidel es un país / yo lo ví con oleajes de rostros en su rostro / la Historia arreglará sus cuentas allá ella / pero lo vi cuando subía gente por sus hubiéramos buenas noches Historia agranda tus portones / entramos con Fidel con el caballo» (Gelman, 2001: 46). Además, con motivo del asesinato de Ernesto “Che” Guevara, escribirá un extenso y desgarrador poema, con una mirada triste y desesperanzada por la muerte “Che”, el gran icono por la liberación y la revolución. Se titula Pensamientos y fue escrito en 1967. En él, el estribillo constante señala a la sociedad como la culpable de permitir el asesinato: Soy de un país donde se llora por el Che o en todo caso se canta por el Che y algunos están contentos con su muerte "vieron" dicen "estaba equivocado la cosa no es así" dicen y cómo carajo será la cosa no lo dicen o (…) el comandante Guevara entró a la muerte y allá andará según se dice (…) Pregunto yo ¿quién habrá de aguantarle la mirada? ¿ustedes momias del partido comunista argentino? ustedes lo dejaron caer ¿ustedes izquierdistas que sí que no? ustedes lo dejaron caer ¿ustedes dueños de la verdad revelada? ustedes lo dejaron caer ¿ustedes que miraron a China sin entender que mirar a China en realidad era mirar nuestro país? ustedes lo dejaron caer (…) (Gelman, 1975: 240) Dejando atrás la Revolución de Cuba, en otros poemas de Gelman el elemento combatiente y revolucionario nos muestra a un poeta más ansioso, más emocionado, necesitado de esa revolución, por ejemplo en “31 de marzo”: «y pienso pienso pienso / se fue otro mes / y no hicimos la revolución», (Gelman, 1960: 109) o “Diez”: «…y repite obsedido una palabra: / revolución, revolución», (Gelman, 1960: 111) ambos poemas de Gotán. Sin embargo, durante los poemarios del exilio a su tono de lucha se le une otro más melancólico, más triste y melodramático que, como vemos en “Nota VII” de Notas (1976) se convierte en una llamada desesperada, llena de interrogantes, de todas aquellas cuestiones que el exilio no le responde: ¿estás vivo? / ¿estás muerto? / ¿hijo? / ¿vivimorís otra vez / otro día / como Moriviviste estos tres años En un campo de concentración? (…) …niñito de mi sed arrancado (…) Toda la noche golpeándome la puerta. (Gelman, 2007: 110) También, en otras ocasiones, dirigirá una mirada a sí mismo de joven, a su lucha, a su evolución, a su cansancio, en poemas como “Viajes” de País que fue será (2004): En los cafés donde fui, la realidad se sienta a la mesa de lo que no sucedió. Tengo familia en lo que se hizo mal. La fatiga finge que sueña, ignora su claridad terrible, no vuelve a la dorada juventud… (Gelman, 2004: 54) O se planteará, en un tono más desolador en libros posteriores como el anteriormente citado, País que fue será, sobre lo útil de su propia poesía. Él, que siempre creyó en la lucha desde lo poético, en que esa era su mejor arma para enfrentarse al mundo, la falta de soluciones, el mantenimiento de las injusticias, el propio hambre de la gente, el dolor que persiste… le hacen sentirse derrotado, como leemos en el poema “Dorso”: Esta desolación escribe al dorso de un poema que nunca fue. Qué importa eso, dicen las hambres de mi país… (Gelman, 2004: 52) Además de con la Revolución Cubana, la relación de muchos de los escritores hispanoamericanos con la Guerra Civil Española es muy destacable, así como su apego a la resistencia republicana. Ya César Vallejo escribirá España, aparta de mí este cáliz y Pablo Neruda España en el corazón sobre la lucha y los años de la Guerra. En Gelman lo observamos en un poema como “Rojos”, de Relaciones (1973), donde hace referencia a la Guerra española a partir del asesinato de Federico García Lorca: llueve sobre el río de la Plata y hace 36 años casi que mataron a Federico García Lorca pero (…) y eso ¿qué tiene que ver con la muerte de Federico García Lorca con el fusilamiento de Federico García Lorca en Granada en 1936? ¿o el crepúsculo al oeste en España no enrojece de sol sino de sangre de Federico García Lorca poeta cada día cada día cada día? (…) ¿cuándo mataron a Federico García Lorca en Tucumán? ¿Cuándo lo fusilaron en Azul Santa Fe Salta? (Gelman, 2008: 44) Este poema, además, resulta interesante ya que plantea el dolor y el sufrimiento, cualquier causa de lucha, como universales y generalizadas. El poeta argentino no combate por liberar a su país de la dictadura de Videla o de tantas anteriores; no sólo por eso. Como poeta, escribe una poesía que lucha contra cualquier crueldad, cualquier ataque contra las libertades personales, a favor de todo hombre que sufra. No importa si Lorca fue fusilado por un gobierno autoritario en Argentina, en España o en Alemania para Gelman: lo mataron por cuestiones políticas, por represión militar desde el gobierno, por defender sus ideales… lo mataron a él, como mataron a otros, muchos otros a los que Gelman también quiere dar voz y dar poesía. Porque, como finalizará diciendo Gelman en el poema “Cambios” también de Relaciones: Nosotros no solamente queremos la igualdad en la muerte también queremos la igualdad en la vida queremos la justicia en la vida aunque sea corta y larga la muerte. (Gelman, 2007: 40) Cerramos, así, esta breve panorámica a lo largo de la poesía social y política de Juan Gelman y sus diferentes manifestaciones a lo largo de su extensa obra poética. Se trata de una concepción de la poesía que, aunque ya veíamos adelantada en otros autores como César Vallejo o Pablo Neruda, alcanza en Gelman toda la fuerza desgarradora de una literatura que no tiene miedo a luchar hasta el último momento y que insta al movimiento por la liberación de lo opresivo y la defensa de los derechos fundamentales, de una poesía que dirige su mirada al futuro y que está cargada de fuerza y esperanza para seguir con la batalla constante. Juan Gelman ha dedicado su vida a la poesía y a la lucha, «entre la sangre y el papel» y continúa haciéndolo, porque aún quedan muchos caminos para que «los pies de la poesía caminen» y porque siempre habrá un poeta al que le quede la esperanza de que, aunque no alcance el perdón, el poder o la Revolución, sigan quedándole fuerzas para decidir que «se sienta a la mesa y escribe». Bibliografía
—Dalmaroni, Miguel (1993): Juan Gelman contra las fabulaciones del mundo. Editorial Almagesto. Buenos Aires. Colección Perfiles. —Bethell, L. (ed.) (1997). Historia de la América Latina. 12 Política y sociedad desde 1930. Barcelona: Crítica. —Borges, J. L. (2004). Textos recobrados (1956-1986). Buenos Aires: Emecé. —Caudet, F. (1993). Las cenizas del fénix. La cultura española en los años 30. Madrid: Ediciones de la Torre. —Fabry, G. (2008). Las formas del vacío. La escritura del duelo en la poesía de Juan Gelman. Amsterdam: Ediciones Rodopi B. V. —Gelman, J. (1960). Poemas. La Habana: Casa de las Américas. -------------(1975): Obra poética. Buenos Aires: Editorial Corregidor. -------------(1993). Antología poética. Montevideo: Vitén. -------------(1994). Antología poética. Buenos Aires: Espasa Calpe. -------------(1994a). De palabra (1971 – 1987). Madrid: Editorial Visor Libros. -------------(1995, publicada 1998, diciembre 23): Carta abierta a mi nieto. En Brecha. Montevideo. -------------(2001). Pesar todo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económico. Libros Tierra Firme. -------------(2004): País que fue será. Madrid: Editorial Visor Libros. -------------(2005): Oficio ardiente. Edición del XIV Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Ediciones Universidad de Salamanca. Edición Mª Ángeles Pérez López. ------------(2007). De palabra. Poesía III (1973-1989). Madrid: Editorial Visor Libros. -----------(2008): Otromundo. Antología 1956 – 2007. Madrid: Biblioteca Premio Cervantes. Fondo de Cultura Económico. -----------(2010). En abierta oscuridad. La palabra calla lo que dice. Madrid: Editorial Siglo XXI. -----------(2012): Poesía reunida. Buenos Aires: Seix Barral. Montanaro, P. (1998): Palabra de Gelman (en entrevistas y notas periodísticas). Buenos Aires: Corregidor. —Neruda, P. (2005). Canto general. Santiago, Chile: Pehuén Editores. Vallejo, C. (2012): Poemas humanos. Red-ediciones. —Yurkievich, S. (2002). Fundadores de la nueva poesía latinoamericana. Edhasa. Notas (1) Es necesario recordar que Gelman es hijo de inmigrantes judíos ucranianos que huyeron de la inestabilidad política europea en busca de un futuro mejor en Argentina. A su padre dedicará el poema XII de Bajo la lluvia ajena (notas al pie de una derrota) de 1980, donde comparaba la situación de exiliado del propio autor con la de su padre: «Mi padre vino a América con una mano detrás y otra delante para tener bien alto el pantalón. Hay diferencias, sin embargo: él fue a quedarse, yo vine para volver (…) Papá, tu cráneo se pudre en la tierra donde yo nací como muestra de la injusticia mundial». (Gelman, 1994: 321) (2) Cita extraída de Montanaro, 1998: 99. (3) Para más información, Vid. Caudet, 1993: 355.
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por PEDRO GARCÍA CUETO Desde que el mundo va cercenando nuestros pasos, desde que nuestras esperanzas de libertad se ven restringidas por un sistema que cosifica al individuo, a expensas del mercado, donde la vida ya no significa nada y somos solo números que aparecen en nuestro carné de identidad, la idea de la disidencia cobra relevancia. Se puede ser disidente desde la lucha política —ha habido muchos escritores que han criticado el Régimen establecido, como, por ejemplo, la mayoría de nuestros poetas y novelistas en el exilio—, pero se puede ser disidente desde la denuncia en la novela, como hizo Shakespeare, cuyas obras de teatro rasgan el mundo, lo despiertan de su letargo y nos muestran el salvajismo de la condición humana, la búsqueda incesante de poder y la maldad que lleva dentro el hombre, los personajes de sus obras son espejos de muchos de nuestros políticos, pero también Saramago denuncia en sus novelas la sociedad totalitaria en la que vivimos, donde la televisión nos ofrece el mundo del corazón o se nos revelan las cloacas de la gente, para que el tedio en que vive el ser humano sin cultura, pueda saciarse. Pero ha habido un escritor cuyo pesado y legado está presente en cada libro, cuya lucidez aún nos desarma, porque nos ofrece el más moderno ensayo sobre la vida cotidiana, donde nunca podemos estar verdaderamente informados (recuerdo El castillo, donde K. busca siempre al agrimensor, parábola que se parece mucho a nuestras elecciones, con políticos de los que apenas conocemos nada, salvo su imagen prefabricada en los telediarios), donde nunca conocemos nuestros derechos, porque, cuando pretendemos informarnos, siempre hay un no sé, llame a otro teléfono, etc. El hombre moderno, tan informado que ya no sabe diferenciar la basura de la información veraz, vive su desarraigo del mundo, su pérdida de valores, su sensación de vivir para pagar deudas, para no ser, al fin y al cabo. El hombre moderno también se ve inmerso en procesos absurdos como J. en El proceso, donde nadie conoce la culpa, pero la denuncia y el mal sigue, porque está enquistado en nuestra sociedad. Los hombres que lucen trajes caros y que pertenecen al mundo de la política pasean sus denuncias, sus juicios, sin problema, porque ya saben el veredicto, la absolución por dinero, mientras que el hombre corriente vive condenado a una viva de deudas, que nunca acaba de pagar. En ese universo, Kafka desvela la condición humana, lo que hace que vivamos en un mundo de sombras, heredero fiel de Dostoiesvki, hombre que conoce el crimen y castigo en que vivimos los hombres modernos. Pero es en sus Diarios (1910-1923), donde mejor amanece la realidad de Kafka, que no es otra que la del hombre cotidiano, presa de sus obsesiones, envuelto en la desidia de una vida absurda, que no entiende de compasión. Hombre enfermizo, que contempla en su cuerpo la degradación de un siglo que ha nacido con la tara de la locura y de la guerra y, que, sin duda, contiene con otros dos los cuatro jinetes del apocalipsis, el hambre y la muerte. Kafka nace en un siglo que ha derramado más sangre que ninguno, un siglo donde nacen los totalitarismos, donde el exterminio de los seres humanos se convierte en una forma de dejar paso a los mejores, alimañas que siguen vigentes en muchos lugares del mundo. Kafka contempla su cuerpo, como si fuese ya una distorsión del hombre sano, un cuerpo enfermizo, envuelto en la sinrazón de las alucinaciones: Estoy inquieto y lleno de ponzoña. Ayer, antes de dormirme, tenía en la parte superior izquierda de la cabeza una llamita fría y trémula. Sobre mi ojo izquierdo, hay una tensión que ha adquirido ya carta de naturaleza. Pero también mete el dedo en la llaga en la problemática social, la que nos hace esclavos del sistema, la que juega con el hombre para convertirlo en nada, cosificando su identidad: El mundo tremendo que tengo en la cabeza. Pero, cómo liberarme y liberarlo sin que me desgarre. El hombre moderno se destruye, lo hace la sociedad que le hace pagar un precio demasiado alto por tener cosas, envuelto en la soledad inmensa de un mundo que rezuma desprecio por los valores individuales: La destrucción sistemática de mí mismo en el curso de los años es asombrosa; ha sido como la lenta fractura de un dique, una acción premeditada. Y el miedo en el trabajo, el temor a los inspectores, los que deben decir si valemos o no, hombres que se encargan de etiquetarnos como burda mercancía, como ganado para ser consumido por los hombres del poder: Esta tarde, a la salida, he visto, mientras daba unos pasos, a unos miembros totalmente imaginarios de la comisión que tanto miedo me había dado por la mañana; se me acercaban o se cruzaban en mi camino. El temor al poder, el de la política, con sus redes económicas, el de la Iglesia, con su Dios y su Cristo como emblema de bondad, para que los hombres no tengan entidad propia, es clave en la obra de este escritor moderno. Y, para concluir, cito un largo párrafo donde Kafka sabe que la felicidad no se ha transmitido de padres a hijos, porque nuestras desdichas no son mejores que las de los que nos antecedieron, sino simplemente distintas, todos vivimos el calvario de nuestra dependencia del poder y de nuestro lugar (ínfimo) en la sociedad: Es desagradable oír contar a mi padre, entre incesantes indirectas a la suerte de los jóvenes de hoy y sobre todo a la de sus hijos, las penalidades que tuvo que soportar en su infancia. Nadie niega que, durante años, por insuficiencia de sus ropas de invierno, tuvo llagas abiertas en las piernas, que pasó hambre con frecuencia, que ya a los diez años, incluso en invierno y muy de mañana, tenía que tirar de un carrito por las aldeas, pero estos hechos reales, comparados con el hecho no menos real de que yo no he pasado todas esas calamidades, no le permiten —cosa que se niega a comprender— sacar en ningún caso la conclusión de que yo he sido más feliz que él… No cito el párrafo entero, porque quiero dejarlo en ese punto, donde apreciamos que nadie es feliz porque todas las épocas nos niegan la libertad, Kafka lo sabe y ha dejado un legado esencial en su obra, nunca llegamos a saber cuál es el absurdo de nuestra vida, porque, en la madeja en la que nos movemos, siempre hay fisuras, las que provoca un sistema que nos niega la denuncia a todo aquello que no nos hace felices. La obra de Kafka clarifica lo que digo, obra lúcida y sangrante que, nacida en una época convulsa, se abre a la nuestra como un puente a nuestros ojos heridos para siempre. |
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