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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
por BERTA GUERRERO ALMAGRO y ALDO FRESNEDA ORTIZ Todos saben... Y no saben que la Luz es tísica, y la Sombra gorda... César Vallejo ‘Espergesia’ Amanecer y alegría regeneracionista. Mediodía y fortaleza. Luz crepuscular y melancolía. Nocturnidad y abatimiento. Las antítesis semánticas constituyen la base del pensamiento occidental desde la Antigüedad. Todo ha sido considerado en relación con sus contrarios y, al tiempo, estos se han sucedido en un cíclico devenir que ya estudiaron relevantes figuras como Pitágoras, Heráclito y Nietzsche. En este trabajo, la antítesis día-noche, y, especialmente, el ámbito nocturno, constituye el foco de interés; a través de él se va a realizar un recorrido por dos poemarios de César Vallejo —tan bellos como oscuros (Ferrari, 2009: 37)—: Los heraldos negros y Trilce. Las composiciones incluidas en estos títulos —los símbolos, el léxico y el halo que las envuelve— se caracterizan por ofrecer claves propias del escenario nocturno (1). En César Vallejo, vida y creación se entrelazan estrechamente. Como señala Juan Larrea en “Significado conjunto de la vida y obra de César Vallejo” (1975), el fallecimiento de su madre y su encarcelamiento suponen duros golpes para el poeta; contrariedades que lo llevan a crear una poesía un tanto intrincada y sombría, insertada en el ámbito nocturno. A ello se une la ignorancia del poeta, el no saber ni hallar respuesta alguna a los interrogantes que lo atormentan, por lo que el lenguaje —para expresar precisamente el desconcierto y la búsqueda incansable— ha de ensombrecerse y afectar, primeramente, al nivel emocional (2). Los heraldos negros —donde todavía se perciben tintes modernistas (3)— y Trilce —poemario de una originalidad absoluta (4)— ofrecen una progresión ascendente, más cerrada según se avanza, en la dilatada noche que Vallejo transita (5). LOS HERALDOS NEGROS O LA CLARIDAD AGONIZANTE Impreso en 1918 y distribuido en 1919 (Ferrari, 2009: 10), Los heraldos negros es el poemario con el que Vallejo se introduce en el ámbito de la nocturnidad; bebe de esa copa de mal que para él es la noche (“La copa negra”, v. 1, [Vallejo, 2009: 77]), donde, según el sujeto de “Comunión” (Vallejo, 2009: 61, v. 3) puede residir «el champaña / negro de mi vivir», y se inicia la fiesta posmodernista. Sin embargo, si el propio adjetivo del título del poemario supone una entrega a lo sombrío —con el recibimiento de emisarios oscuros—, aún es posible vislumbrar en su interior el crepúsculo que precede a la más impenetrable noche. El misterio y la oscuridad invade Los heraldos negros, pero todavía el lector no se sitúa en el hermetismo de Trilce. Aquí «labra / imperiales nostalgias el crepúsculo» (“Nostalgias imperiales”, vv. 1-2, [Vallejo, 2009: 81]). La melancolía, como un “Avestruz” (Vallejo, 2009: 62-63), picotea el corazón del sujeto del poema así titulado y la lluvia —fenómeno habitual en la obra de Vallejo— resbala por las calles de Lima, como en “Heces” (Vallejo: 2009: 75-76) o en “Lluvia” (Vallejo, 2009: 107); por caserones olvidados, como en “Hojas de ébano” (Vallejo, 2009: 83), y se mezcla con la abulia que experimentan los protagonistas de las composiciones: «Ni sé para quién es esta amargura! / Oh, Sol, llévala tú que estás muriendo, / y cuelga, como un Cristo ensangrentado, / mi bohemio dolor sobre su pecho» (“Oración del camino”, vv.1-4 [Vallejo, 2009: 86-87]). Las tinieblas ya están en Los heraldos negros, pero también el remedio para disiparlas: la actitud solidaria, el interés por la humanidad. Carlos Javier Morales Alonso, en César Vallejo y la poesía posmoderna (2013: 48), expresa la necesidad que experimenta el poeta peruano de empatizar con el otro, de abrirse afectivamente para identificarse con él. Poemas como “La cena miserable” (Vallejo, 2009: 101) muestran la apertura a los demás y, con ello, la llegada de la luz. Sin embargo, la noche domina la poesía de Vallejo, y no sólo es una intuición, sino una certeza. Como reza el inicio de “Yeso” (Vallejo, 2009: 79): «Silencio. Aquí se ha hecho ya de noche,/ ya tras del cementerio se fue el sol». EL OSCURO SUBSISTIR EN TRILCE En 1922 se publica Trilce, poemario críptico donde el retorcimiento del lenguaje alcanza elevadas cotas de libertad incluso en lo que ortografía se refiere. Al otorgar, en ocasiones, más interés a lo fonético que a lo gramatical, Vallejo adopta un idiolecto donde lo sensorial adquiere prevalencia sobre lo intelectual. Como apunta Julio Ortega en César Vallejo. La escritura del devenir (2014: 40): «el lenguaje no es ya una red para captar la realidad, ni siquiera su mapa a escala, sino que es un instrumento para decir otra cosa, para un decir otro». La sombra se cierne de modo pleno sobre el poeta y el tono melancólico persiste en unos versos retorcidos y aguados —poemas como el número XV (Vallejo, 2009: 128), el XXXIII (Vallejo, 2009: 142), el LXIII (Vallejo, 2009: 165) o el LXVIII (Vallejo, 2009: 169) lo demuestran—. En relación con la mencionada apertura a los demás como medio para disipar las tinieblas, hay que indicar que no debe incluirse el amor de pareja ni los tintes eróticos en ese haz luminoso que clarifica las sombras. Morales Alonso (2013: 187) se refiere a la ansiada e imposible unidad entre dos que muestran los poemas de Vallejo de tono erótico; unidad que conlleva brutalidad y violencia, como el poema número IX (Vallejo, 2009: 125), el la cual se transcribe y analiza a continuación: IX Vusco volvvver de golpe el golpe. Sus dos hojas anchas, su válvula que se abre en suculenta recepción de multiplicando a multiplicador, su condición excelente para el placer, todo avía verdad. Busco vol ver de golpe el golpe. A su halago, enveto bolivarianas fragosidades a treintidós cables y sus múltiples, se arrequintan pelo por pelo soberanos belfos, los dos tomos de la Obra, y no vivo entonces ausencia, ni al tacto. Fallo bolver de golpe el golpe. No ensillaremos jamás el toroso Vaveo de egoísmo y de aquel ludir mortal de sábana, desque la mujer esta ¡cuánto pesa de general! Y hembra es el alma de la ausente. Y hembra es el alma mía. Formalmente, el poema se estructura en torno a un leiv-motiv: «volver de golpe el golpe»; se compone de tres estrofas —de seis y siete versos— y un dístico final. En él, el sujeto poético mantiene relaciones meramente físicas que no consiguen satisfacerle, ansía repetir rápida y violentamente el acto sexual para sentirse completo, pero la tercera estrofa se abre admitiendo el error: a pesar de ello se siente solo. En la primera estrofa, el sujeto expresa la necesidad que experimenta de repetir con violencia y unidad —de golpe— el acto sexual. Describe el órgano sexual femenino, que se asocia con la válvula abierta en suculenta recepción (vv. 2-3). El uso reiterado de la letra “v” a lo largo del poema, cometiendo incluso errores ortográficos (“vusco” [v. 1], reiteración en “volvvver” [v. 1]) se puede vincular gráficamente con el órgano sexual femenino (Torres Martínez, 1999: 119). Asimismo, resulta interesante mencionar la reducción en el empleo de esta letra a lo largo del poema, lo que también puede conectar con la propia materia de la composición —recordemos que el guarismo es un aspecto llamativo en la poesía de Vallejo, por lo que no parece ocioso otorgarle atención—. Así, en la primera estrofa aparecen nueve uves; en la segunda, seis, y en la última, tres: las dos primeras cifras son múltiplos de la tercera, que es tres, y es precisamente la relación con los demás —sin caer en la de pareja— lo que propugna el poeta peruano como medio para acceder al ámbito diurno. La relación sexual se presenta ya como un acto fallido en la segunda estrofa; gráficamente, la separación de la palabra “vol ver” se vincula con lo expuesto: puede simbolizar un bache en el acto, separación, brusquedad, dificultad. Asimismo, el vusco del primer verso es sustituido ya por el busco ortográficamente aceptado, lo que permite relacionarlo con el decaimiento del acto sexual. Gramaticalmente destaca el uso verbal del presente de indicativo en las dos primeras estrofas, mostrando la cotidianeidad y frecuencia del acto sexual, así como la insatisfacción que le produce al sujeto poético. En la tercera estrofa ya se expresa el fallo del acto sexual; éste no sacia al sujeto, tras él continúa sintiéndose solo y vacío: «Fallo bolver de golpe el golpe» (v. 14). Se puede considerar que el empleo de la letra “b” en “bolver” apoya ortográficamente esta idea. Además, el sujeto expresa que jamás podrá calmar su egoísmo (“su toroso vaveo” nunca será ensillado), el roce de las sábanas nunca cesará. Ello se percibe en otros poemas de Trilce, donde retorna a la temática sexual y a los tintes eróticos: el número XIII (Vallejo, 2009: 127) o el XXX (Vallejo, 2009: 139-140). Para cerrar el poema, el dístico empleado muestra una construcción paralela, con el empleo del tiempo verbal en presente de indicativo para expresar la soledad continua que sufre el sujeto, la ausencia que siente su alma incapaz de colmarse con los vínculos duales. Como se ha mostrado, el hermetismo de Trilce se torna accesible cuando el corazón domina a la razón y se abordan de tal modo los poemas. Las quiebras ortográficas, las onomatopeyas y las vinculaciones entre grafía —ya alfabética, ya numérica— y contenido pueden conducir a la confusión al lector, a la oscuridad intelectual, pero también a la claridad de entendimiento. Sin embargo, empatizar con la poesía de Vallejo no supone el desvanecimiento de la nocturnidad en ella, pues la noche es perpetua en estos versos. A veces suspendida por recuerdos abstractos, aunque finalmente recuperada, como en el poema XXVIII (Vallejo, 2009: 138-149); en otras ocasiones, interrumpida por un elemento material, como en el poema XXXIX, en el que se prende un fósforo (Vallejo, 2009: 146-147), o en el LVI (Vallejo, 2009: 159), donde se vuelve a mencionar este objeto en el amanecer negro y angustioso del sujeto; sin embargo, la sombra siempre regresa. En síntesis, la poesía de Los heraldos negros y de Trilce, tan oscura como nostálgica, nace de la incomprensión del propio poeta y desemboca en el desconcierto del lector. Ante la insuficiencia del lenguaje, se abordan procedimientos originales que permiten transmitir lo inaprensible. El dolor ante la pérdida y los golpes constantes de la vida encuentran reposo en la tumba del ser que sufre, donde la tristeza que produce el aguacero resulta redimida en un sueño dulce y eterno. ————-- (1) «La poesía de Vallejo posibilita la aprehensión de lo real en movimiento y la vislumbre de lo inaprehensible. Ella propone una percepción exploratoria (a veces a tientas y a ciegas, a tontas y a locas) de lo que está fuera de razón, de orden, de medida; propone una presunción sugestiva de lo oscuro, de lo profuso y lo confuso, de aquello que escapa al entendimiento, de lo que no puede enunciarse, de lo que no llega al discernimiento» (Yurkievich, 1992: 26). (2) En palabras de Américo Ferrari (2009: 37-38): «Sobre la oscuridad de la poesía de Vallejo habría mucho que decir […]. El poeta sondea causas desconocidas y choca con límites inexplicables. Si el lenguaje de estos poemas es tan a menudo oscuro, es porque se tensa en un perpetuo esfuerzo por expresar niveles de la realidad en los que nada es claro. En el umbral de la obra el “yo no sé” abría una perspectiva de interrogación y de búsqueda; al final de la obra esta perspectiva sigue abierta; el mundo y el destino del hombre se presentan todavía al poeta como un enigma, pero de carácter fundamentalmente afectivo y emocional». (3) Sostiene José Miguel Oviedo en su “Introducción” a Los heraldos negros de la edición de Archivos, que este poemario «debe considerarse básicamente como una manifestación tardía del postmodernismo» (1999: 10). (4) Saúl Yurkievich apunta en su artículo “En torno a Trilce” (1975), que «pocos libros hay en la literatura contemporánea de la lengua castellana que contengan a la vez, como Trilce, tanta innovación y calidad poéticas». (5) No obstante, es interesante señalar que la noche vallejiana irá dejando paso en Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz a un incipiente amanecer en el que se vislumbra la esperanza de un cambio. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS —Ferrari, Américo (2009): “César Vallejo entre la angustia y la esperanza”, en Vallejo, César (2009): Obra poética completa, Madrid: Alianza.
—Larrea, Juan (1975): “Significado conjunto de la vida y obra de César Vallejo”, en Ortega, Julio (1975): César Vallejo, el escritor y la crítica, Madrid: Taurus. —Morales Alonso, Carlos Javier (2013): César Vallejo y la poesía posmoderna. Otra idea de la poesía, Madrid: Verbum. —Ortega, Julio (2014): César Vallejo. La escritura del devenir, Madrid: Taurus. ____ (1975): César Vallejo, el escritor y la crítica, Madrid: Taurus. —Oviedo, José Miguel (1999): “Introducción” a Los heraldos negros, en César Vallejo (1997): Obra poética, coordinado por Américo Ferrari, Costa Rica: ALLCA XX. —Torres Martínez, Raúl (1999): César Vallejo, poemas y tormentos, San José: Universidad Estatal a Distancia. —Vallejo, César (2009): Obra Poética Completa, Introducción de Américo Ferrari, Madrid: Alianza. ____ (1997): Obra poética, coordinado por Américo Ferrari, Costa Rica: ALLCA XX. —Yurkievich, Saúl (2002): Fundadores y continuadores de la nueva poesía Latinoamericana, Barcelona, Edhasa. —Yurkievich, Saúl (1992): “César Vallejo: La violencia del rechazo” [en línea], en Revista de literatura hispánica, vol. I, nº 36 <http://digitalcommons.providence.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1602&context=inti> [Consulta: 30/9/2014]. ____ (1975): “En torno de Trilce”, en Julio Ortega (1975): César Vallejo, el escritor y la crítica, Madrid: Taurus.
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por BERTA GUERRERO ALMAGRO En la oscuridad del abismo nacen las más encantadoras flores. Para hallarlas hay que buscarlas con la mirada dispuesta a ello, con los ojos inundados de melancolía y novedad. Charles Baudelaire supo otorgar un perfil nuevo a la antigua capital parisina, hizo emerger la belleza entre la desgracia y la ilicitud, extendió su apatía al ambiente y estableció una relación simbiótica entre ellos para invadir toda su obra e invadirse él mismo de un spleen cautivante y particular. Para conocer la obra de Baudelaire, resulta bastante ilustrativo el poema CXXII de Las flores del mal intitulado ‘La muerte de los pobres’. Según el esquema de la obra, esta composición se incardina en la última parte del libro, titulada “La muerte”, que abarca desde el poema CXXI al CXXVI. Seis composiciones conectadas por su temática, como expresa el título del apartado, y, además, por su forma: están construidas, excepto la última —cuya extensión es superior—, con una misma forma métrica: el soneto. Se trata de la sección final de la obra baudeleriana; sección homogénea y unificada tanto por su fondo como por su materia, lo que ofrece una impresión final de redondez y perfección. He aquí el poema citado (se trata de la traducción realizada por Ignacio Caparrós para la editorial Alhulia [Baudelaire, 2001: 433]): CXXII LA MUERTE DE LOS POBRES La Muerte es quien consuela, y ¡ay! quien hace vivir: La meta es de la vida y es la sola esperanza Que embriaga y nos eleva, igual que un elixir, Y para ir a la noche nos dona la pujanza; En la escarcha, la nieve, la galerna al rugir, De este negro horizonte es luz vibrante a ultranza; Es el famoso albergue que en el libro inscribir, Donde dormir, sentarse y gozar la pitanza; ¡Es un Ángel que tiene en sus dedos magnéticos El reposo y el don de los sueños proféticos, Y quien hace la cama de indigentes y rotos; Es gloria de los Dioses, granero espiritual, Es la bolsa del pobre y su país natal, Es el pórtico abierto sobre Cielos ignotos! UN POETA CON LA CAPACIDAD DE CONDENSAR UN SIGLO En Baudelaire se aúna la tradición y la innovación, el Romanticismo que abre el siglo XIX y el Simbolismo que lo cierra. Aunque con Las flores del mal inicia una nueva vía en la poesía francesa del momento, no desaparece en él un característico poso romántico que resulta perceptible especialmente en el ámbito de la forma. La convivencia, pues, de tradición e innovación es propia de su obra, como se percibe en este poema. En cuanto a la forma, ‘La muerte de los pobres’ se construye empleando una estrofa clásica muy presente en la tradición poética: el soneto. Se trata de una forma surgida y perfilada en Italia, de carácter concentrado, cuyo sentido va desarrollándose paulatinamente a lo largo de los catorce versos que la componen —organizados estos, generalmente, en dos estrofas de cuatro versos y otras dos de tres versos— para eclosionar en el verso final. Esfuerzo, trabajo y excelencia en la creación de un soneto que cala en el lector y lo azuza con su impactante y laboriosa belleza. En ‘La muerte de los pobres’ aparecen dos estrofas de cuatro versos denominadas serventesios, cuya rima cruzada sigue el esquema ABAB; los tercetos ofrecen, en el original francés, la combinación de rima CCD, aunando los primeros y segundos versos por un lado y los terceros por otro. En la traducción, sin embargo, hay tres rimas en los tercetos en lugar de las dos que aparecen en el original. El esquema métrico de la traducción, por tanto, es CCD en el primer terceto y EED en el segundo. También el esfuerzo por lograr la perfección formal se percibe en la estructura sintáctica de la composición. Este poema se compone de once metáforas que definen y perfilan con nitidez la muerte desde la perspectiva de los seres más desfavorecidos. Tal serie de metáforas definitorias da lugar a una estructura sintáctica muy trabajada y pulida, ofreciendo una imagen final de sencillez. Es importante señalar que estas metáforas definitorias constituyen los atributos de un sujeto que sólo aparece una vez —encabezando el poema—, y al que se refieren en cada ocasión a través del verbo copulativo es. Sencillez formal obtenida gracias a la búsqueda de la palabra necesaria, de modo que la complejidad del tema —que se le escapa al lector por desconocer su totalidad— queda contrarrestada. Este trabajo exigente en la estructura del poema también se percibe en su sentido, que se condensa en un molde exacto y, al mismo tiempo, no deja indiferente al receptor. En ‘La muerte de los pobres’ se percibe una combinación de opuestos, pues lo mísero se entreteje con la dicha eterna, la muerte con la vida y el fin se convierte tan sólo en un principio sin límites. De modo general, el poema se halla invadido por una sensación de tranquilidad, pues la muerte se presenta como refugio final y anhelado asilo frente a una realidad de miseria y pobreza. No obstante, en el primer terceto resulta evidente un incremento de tensión conceptual y rítmica mediante la inserción de una oración exclamativa que desemboca en el estallido cadencial del segundo terceto. Respecto a la innovación, esta se encuentra sobre todo en el tratamiento del tema. Baudelaire, como apunta Enrique López Castellón en sus notas a Las flores del mal (Baudelaire, 2013: 653), no presenta la muerte como destrucción ni abismo —lo que resulta más habitual en la tradición literaria— ni como terrible fin a la existencia humana, sino como un modo de consuelo y sostén para la afrentosa vida del pobre. La muerte se convierte en la esperanzadora salvación a las existencias malditas. No se trata, pues, del modo más frecuente para tratar el tema de la muerte, por lo que se apunta un atisbo de novedad literaria y de originalidad en él debido a su más reducida aparición. Sin embargo, este atisbo de innovación no deja de remitir a un origen lejano en el tiempo, y, por tanto, no tan novedoso. La concepción de la muerte como salvación y pórtico de una vida más allá es una antigua idea religiosa y a lo largo de la historia literaria también se perciben muestras. Tal es el caso de Jorge Manrique y las Coplas a la muerte de su padre, donde, tras la muerte, llegamos a una morada sin pesar, o de Teresa de Jesús y su invocación a la «muerte tan escondida». EL ABISMO SALVADOR ‘La muerte de los pobres’ se caracteriza, a grandes rasgos, por un elevado número de metáforas que atrapan plástica y vivamente algo tan abstracto y desconocido para el hombre como el goce que puede proporcionar la muerte. Siguiendo a Verjat y Martínez de Merlo (2013: 475), la muerte se presenta en el poema, de modo general, como remedio al spleen, como salida al tedio vital. Es mediante las once apuntadas metáforas como Baudelaire presenta una serie de definiciones de la muerte; innova, en cierto sentido, respecto al tema y, al mismo tiempo, contrapone una concepción popular de la muerte —de raigambre más atea: la muerte como fin— con una esperanzadora —de tono religioso: la muerte como inicio—. Se produce en el soneto, por tanto, una contraposición de fuerzas entre el deseo común y el particular, entre la fe y el ateísmo, entre las ganas de vivir y las de morir, entre el fin de la existencia y el inicio de una nueva vida. Es digna de señalar, además, la oposición en el soneto entre el espacio terrestre y el celeste; la cual permite establecer en el soneto una estructura bipartita: las dos primeras estrofas se vinculan con un ámbito más terrenal y las dos siguientes, con el celestial. En relación con el contenido del poema, en el primer serventesio, la muerte —a la que se refiere el poeta en mayúsculas— es presentada a través de una personificación —mediante el pronombre quien— como un ser capaz de consolar (definición 1) y de ofrecer aliento para vivir (definición 2). Seguidamente, con un término de connotaciones positivas como meta, se presenta cual destino final tras la agotadora carrera de la vida (definición 3) y como la única esperanza capaz de embriagar al pobre y otorgarle fuerza para continuar (definición 4). La muerte, pues, personificada en un ser capaz de otorgar consuelo y fuerzas al ser humano miserable, rompe con la vida hastiada y apática a la que parece estar condenado. Sólo con la esperanza de llegar a la meta en la carrera de la vida el ser humano puede continuar viviendo; sólo la idea de la muerte funciona como un narcótico salvador, embriaga al hombre durante su vida y lo eleva, haciéndole intuir el descanso final. En esta estrofa, la muerte aparece también comparada con un elixir en la primera estrofa; sin embargo, tal símil puede considerarse, más que una definición autónoma, un complemento de la cuarta definición —la muerte es una esperanza similar a un elixir—. Respecto a la segunda estrofa, la muerte es presentada como luz en medio de la helada y ventosa oscuridad, como guía ante temporales y situaciones adversas (definición 5); también como albergue donde alcanzar reposo más o menos profundo —ya durmiendo, ya descansando sentados— y disfrutar del alimento (definición 6). Resulta interesante destacar la referencia que aparece en esta estrofa a el libro; referencia que ofrece posturas encontradas entre los investigadores. Por un lado, Verjat y Martínez de Merlo rechazan que Baudelaire se refiera a la Biblia debido al empleo de minúsculas y consideran que el poeta francés hace referencia a Las memorias de ultratumba, de Chateaubriand, donde se puede leer: «Tendrá pasaporte para la Eternidad quien dé pan a los pobres y les abra el albergue» (Baudelaire, 2013: 475). López Castellón, en cambio, rechaza esta idea y destaca su procedencia bíblica (2013: 653), aunque reconozca la extrañeza de que «Baudelaire, tan dado al uso innecesario de mayúsculas, se refiera aquí al “libro” por antonomasia, la Biblia, en minúscula». En Lucas 10: 30-35, se ubica la parábola del buen samaritano, en la que un hombre que ha sido asaltado por unos ladrones es llevado por el buen samaritano a un albergue donde podrá descansar y alimentarse —imagen que conecta con el soneto de Baudelaire—. También en el poema LIX (verso 26) y en CII (verso 23) aparecen posadas que se vinculan con el albergue de este poema. En cuanto a los tercetos, estos están más relacionados con el ámbito celeste. En el primero, la muerte se presenta como un espíritu alado y poderoso, un ángel —también en mayúsculas— con dedos atrayentes que concede descanso y alivio (definición 7). Capaz de adivinar el porvenir y de ofrecer así bienestar y seguridad a los pobres mortales; un ángel que otorga a los seres de más crudo futuro un lecho final en el que reposar. Finaliza el poema de modo anafórico, con el verbo es a la cabeza de los tres versos finales del segundo terceto. En ellos, la muerte queda metaforizada, a través de un serie de yuxtaposiciones, de modo elevado e incluso celestial: medio de alcanzar la gloria de los dioses (definición 8), estado que almacena y proporciona alimento para el alma —como si de un granero se tratase— (definición 9), patria en la que alimentarse y destino del humilde (definición 10) y medio de acceso al paraíso desconocido (definición 11). Por otro lado, es interesante hacer referencia a los elementos contrapuestos que atañen a la religión. Baudelaire combina biográfica y literariamente fe y ateísmo hasta el punto de despistar al lector e inducirle la duda hacia el verdadero sentido de lo que expresa. En este soneto, a través del tema de la muerte, el poeta francés defiende la existencia del alma y ofrece consuelo a los seres más humildes ante la miseria padecida en vida, pues, tras fallecer, los espíritus de estos pobres serán recompensados con la salvación eterna en el Cielo. En definitiva: en este soneto, Baudelaire combina elementos encontrados para ofrecer perspectivas múltiples y transformar algo comúnmente considerado terrible e indeseable en positivo y gratificante. La muerte se erige como salvadora de las clases más sufridoras y desfavorecidas, como el verdadero modo de abandonar el dolor que el cuerpo ha padecido en la tierra y alzarse al cielo para conceder goce al espíritu. Tal combinación de elementos contrapuestos es algo habitual en el poeta francés, que encuentra tremendamente atrayente esta unión de fuerzas contrarias. Destaca, siguiendo la terminología de Greimas, el empleo de la isotopía del amparo --consuelo, esperanza, fuerza—, del descanso --albergue, dormir, sentarse, reposo, cama— y del placer alimenticio --gozar, pitanza, granero, bolsa— para hacer referencia a lo desconocido y calificado en la tradición como aterrador. Las contradicciones y atracciones hacia aspectos desagradables y destructores —en los que nace una belleza terriblemente seductora— son, pues, fundamentales en la obra de Baudelaire. La tradición y la modernidad se conjugan en sus poemas para hacer que florezcan creaciones originales, auténticos pórticos de un nuevo estadio poético. El hastío que impregna las composiciones y que dirige al lector hacia el abismo no provoca, sin embargo, su aniquilamiento, sino un resurgimiento particular plagado de espléndida fatalidad. Las flores del mal crecen entre una sublimidad aciaga, pero tan gratificante que resulta complicado no dejarse llevar por ella.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS * Baudelaire, Charles (2013): Las flores del mal, edición bilingüe de Alain Verjat y Luis Martínez Merlo, traducción de Luis Martínez Merlo, Madrid: Cátedra. _____ (2013): Las flores del mal, edición bilingüe de Enrique López Castellón, ilustraciones de Eduardo Arroyo, prólogo de André Gide, epílogo de Théopile Gautier, apéndice de Walter Benjamin, Madrid: Abada. _____ (2001): Las flores del mal, edición bilingüe, traducción analógica de Ignacio Caparrós, en conmemoración del 180 aniversario del nacimiento de Charles Baudelaire, Prefacio de Pedro José Vizoso, Salobreña: Alhulia. |
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