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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
por DIEGO RECHE En las Poesías completas (Renacimiento, 2019) de Miguel d’Ors aparecen tres índices y uno de ellos es de nombres propios y referencias, lo que permite indagar en algunas de las palabras que más se repiten en su obra poética. Hay muchos topónimos, pero destacan, como creo que es lógico, los de los lugares en los que ha vivido: Santiago de Compostela, Pamplona, Granada o Poyo (Pontevedra). Y junto a ellos, un lugar, Wyoming, en el que nunca ha estado (según confiesa en la página 14 de los preliminares), pero que se convierte en un símbolo idílico, en una especie de Arcadia, con la que acaba teniendo sus más y sus menos. Wyoming es un estado interior de Estados Unidos con una población de medio millón de habitantes y una extensión que es la mitad de España. Es decir, un territorio con pocos seres humanos, dos y pico por metro cuadrado y un clima continental de inviernos fríos y veranos calurosos, un paisaje con altas llanuras y las famosas Montañas Rocosas. Dentro de él está el parque de Yellowstone, el del oso Yogui, es decir, un lugar montañoso, solitario y de praderas, uno de los locus amoenus favoritos de Miguel d’ors, desde luego. La primera aparición del nombre de Wyoming está en el poema ‘De estética’ del libro Curso superior de ignorancia (1984). Aparece «la nieve de Wyoming» dentro de una enumeración de lugares hermosos, asociados a una imagen del lugar: Copenhague y el viento Norte, los olivos de las Cícladas, el Orinoco... Y ahí, como uno más, la nieve de Wyoming. El poema desemboca en «lo hermoso es todo aquello / donde no estoy yo». A partir de aquí, la idea de la felicidad se desarrolla en varios poemas mediante el símbolo de una imagen: la nieve de Wyoming o simplemente Wyoming. Consciente o inconscientemente aquí nace una palabra clave que será importante en sus libros siguientes. Y así, en Canciones, oraciones... (1990) aparece dos veces y siete en La música extremada (1991). Como la escritura de ambos libros es coetánea, pues por suerte el autor pone las fechas de creación de sus poemas, encontramos que los dos de Canciones, oraciones... se fechan en 1996 y 1990, mientras que los del otro libro lo hacen en fechas intermedias a estos dos y la mayoría en otoño curiosamente, por si alguien quiere investigar por qué escribe tanto en otoño. Después de esta lluvia intermitente de Wyoming parece que el poeta lo va dejando a un lado. No aparece en el siguiente: La imagen de su cara (1994) y luego vuelve a surgir dos veces en el libro Hacia otra luz más pura (1999). Empecemos por los poemas de Canciones, oraciones... y así en ‘¿Cuándo será que pueda...? (p. 392) de 1986, se menciona a Wyoming en un alejandrino: «Babilonia, Wyoming y el siglo LXXXIII» (supongo que eligió dicho siglo por cuestiones métricas) y aquí Wyoming, con su encanto paisajístico, es un lugar del mundo que el poeta podrá ver fuera del tiempo, en la parusía, y donde un poco más abajo afirma que todas esas cosas no tendrán entonces el menor interés. Y en el mismo libro, cuatro años después, vuelve a mencionar a Wyoming en el poema ‘Quod era demostrandum’ (p. 398-399) «porque mucho me temo que la nieve / de Wyoming se quede donde estaba». El poeta, que ha estado enumerando sus derrotas cotidianas antes de ser el fracaso perfecto, menciona a la nieve de Wyoming como ese hermoso lugar al que finalmente no irá nunca. Pero es sobre todo en el libro La música extremada donde más aparece esta palabra. Y pienso —no científicamente, claro— que tal vez en algún momento al autor se le pasara por la cabeza, por qué no, titular al libro La nieve de Wyoming. Yo lo haría si se me cruzara siete veces por los poemas. No seguiré el orden del libro, sino el cronológico. Y así, de 1987 son tres: ‘D’Os’ (p. 369) en el mes de septiembre, e ‘Incompetencia’ (p.362) y ‘Blus de la tarde de domingo’ (p.359), que son de octubre. En ‘D’Os’ el poeta se desdobla en dos yoes, y de nuevo en una enumeración aparece Wyoming como un tema poético: «Yo hablo... / de robles, de Wyoming, de la luz que ilumina mi memoria» y se pregunta «de qué estará hablando / en mis versos / ese desconocido / llamado / yo», donde el poema se encoge gráficamente hasta esos versos finales de tres y una sílaba (bueno, dos por ser aguda). En ‘Incompetencia’ hace la explicación del símbolo y la define así: «Mi idea de la felicidad se parece a la nieve de Wyoming». Este verso está a mitad de una enumeración posterior a la tesis con la que arranca el poema: «Evidentemente no soy el hombre adecuado». Y, a continuación, enumera y contrasta las cosas que le gustan (relacionadas con la calma y el orden) donde se engloba el verso mencionado, y las que no (la precipitación y las sorpresas). En ‘Blus de la tarde de domingo’ el poeta enfrenta nuevamente la realidad del lugar en el que se encuentra aparentemente: una tarde de domingo con lluvia y de octubre, con los lugares en los que le gustaría haber estado en ese momento, entre ellos, claro, «la nieve de Wyoming». Digo aparentemente porque ya aclaró Miguel, tomando como ejemplo el poema ‘Octubre en la ventana’, que la realidad poética no tiene por qué ser autobiográfica, y el poema no tiene por qué ser escrito dicho día y en dichas circunstancias. El poeta no es un notario de los hechos, sino que hay una recreación poética que no le quita realidad a la intención ni a la idea. De octubre de 1988 es el poema ‘Cuando estés en Wyoming’. Creo que es fundamental para entender el símbolo que el poeta ya ha hecho suyo y de sus lectores. En este caso la palabra Wyoming no es una parte de una enumeración, sino el título del poema. El poeta se desdobla para hablarle a un tú, que es él mismo, al que desengaña. Le rompe el mito cuando descubra que allí también está la vida y el nombre desabrido de la maldita realidad. Y a partir de aquí el símbolo de felicidad idílica empieza a tambalearse. Pero en ‘Nada puede la vida’ (p.367-368) de noviembre de 1988, el poeta se resiste y vuelve a enfrentarse a la realidad y al cerrar los ojos aparece de nuevo la nieve de Wyoming, que además, al hacerlo en el último verso, aglutina todos los significados de la felicidad perdida. En diciembre de 1988 aparece de nuevo la nieve de Wyoming, y de nuevo como uno de los paisajes que ‘Siente el alma y conoce de la verdad de aquel dicho que dijo San Francisco, es a saber, Dios mío y todas las cosas’ que es el “breve” título de este poema de alabanza. Cronológicamente el último poema con la palabra Wyoming es de 1989 y se titula ‘Ante un foto de 1948’. En su estructura sintética, la infancia y los recuerdos de aquella foto se convierten en un país llamado Hogar que termina en esta estrofa: «Conmigo lo he llevado / a través de los años. Solamente / que hoy lo llamo Wyoming», manteniéndose el símbolo ahora cristalizado también en el recuerdo de una foto que convierte a Wyoming en mucho más que en aquel paisaje inicial con nieve. Parece que el autor, por un tiempo, abandona Wyoming, hasta que en 1999 en Hacia otra luz más pura surgen dos rescoldos de aquel nombre simbólico. El primero en ‘El secreto’ (p. 295), donde el poeta, en un momento inesperado, buscando níscalos encuentra la felicidad entre los amigos y en la sierra de La Alfaguara, y contrapone entre guiones esta aclaración: «—nada de Wyoming—». El viejo símbolo asumido por él y por sus lectores que comprendemos este guiño, reaparece brevemente, como si el poeta desengañado del mismo nos hiciese ver que ya no funciona.
La última vez que aparece Wyoming es en ‘Mis aventuras de Jeremiah Johnson (o de la doble vida de los dos d’Ors)’ (p. 286-87). El poeta, en un diálogo consigo mismo, reflexiona sobre la aventura de la vida, que está en la realidad cotidiana (padre de familia y funcionario, aquí me siento tan identificado) tanto o más que en esas películas del Oeste con colonos, caravanas y territorios indios por Wyoming. De nuevo el baño de la realidad, aunque aquí Wyoming sea solo el escenario de la película. Desde hace veinte años, que yo sepa, no ha vuelto a aparecer Wyoming, que fue paisaje idílico y símbólico de la felicidad, y eso que habría tenido hueco en unos cuantos poemas de tema parecido, aunque tal vez con los años agradecemos más la vida real que se nos escapa. Por eso quizá es Wyoming un símbolo con el que el poeta está en continua contradicción y él mismo se encarga de desmontar cuando choca con lo cotidiano: «entonces / a ver qué territorio de esperanza te inventas, / a ver con qué palabras escribes los poemas / que hoy escribes soñando con Wyoming». Aunque me gusta la idea de ordenar los distintos poemarios inversamente a su publicación, el único problema que le veo a esta antología del revés es que, si desconocemos al autor y sus guiños, Wyoming no nos dirá nada porque aún no entenderemos su simbología. No obstante, está claro que la mayoría de sus lectores somos los entregados a la causa y conocemos los vericuetos de su obra, que por fin podemos ver concentrada, como el Avecrem, en un solo libro con más de seiscientas páginas (toda una vida) y que nos permite estas comparaciones y estos juegos interpretativos con los que algunos disfrutamos del verano.
1 Comentario
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7/11/2023 07:50:51 am
Buenos días señor / señora,
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