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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
por AITANA MONZÓN but YOU KNOW MEN Anne Carson Santo Tomás de Aquino, en Summa Theologiae (Tomás de Aquino, 1964: 133), no considera que la pusilanimidad sea pecado. Por su parte, Giorgio Agamben entiende la pusillanimitas como hija de la acidia, y la nombra «escrúpulo pequeño que se retrae espantado frente a la dificultad y al empeño de la existencia espiritual» (Agamben, 2006: 27). En sus ficciones, Emily Brontë y Anne Carson, aunque separadas exactamente por ciento treinta y dos años, parecen hacer visible la pusilanimidad a través de sus personajes masculinos. Para ellas, esta tendencia apocada y retraída del ser humano puede ocasionar tragedia y duelo. Prueba de esto son Heathcliff, protagonista de Wuthering heights (Brontë, 2003) y Law, objeto lírico en The glass essay (Carson, 2021). Así pues, ¿podríamos cuestionar a Tomás de Aquino y decir que, si la pusilanimidad desemboca en maltrato psicológico, violencia verbal o abandono hacia el presunto objeto amoroso, habría de considerarse pecado? Este ensayo pretende comparar cómo Heathcliff y Law, desde una posición patriarcal privilegiada, ejercen dependencia emocional y manipulación de manera pasiva sobre sus víctimas a través de la desaparición, deshumanización y una serie de símbolos que orbitan alrededor de dichas masculinidades. SOBRE EL GHOSTING En primer lugar, la desaparición de la figura masculina —entendida como inacción o inhabilidad de afrontar una situación dramática/amorosa— origina en la persona abandonada un sentimiento de orfandad. Si aplicamos la teoría de la otredad de Emmanuel Levinas, diríamos que al mostrar el Ego —Heathcliff, Law— su rostro al Otro —Cathy, voz—, por el mero hecho de haber compartido un vínculo emocional, el Ego debería sentir compasión por el Otro, y consecuentemente, se vería incapaz de reprimir, esclavizar o perjudicar a la otra parte (Paperzak, 1999: 21). Sin embargo, esto no es del todo así. Heathcliff huye, literalmente, tras escuchar a escondidas —ergo, ocultando su rostro— parte de una conversación que malinterpreta (Brontë 2003: 81). Por esta malinterpretación piensa que Cathy le desprecia y, en lugar de interrumpir en la estancia para ofrecerle su rostro y, con él, las razones de su amor, decide someterla a un duelo y una espera irreparable a la par que tormentosa. Esto provoca en la víctima una sensación de culpabilidad y fustigación literal. Como se aprecia en el capítulo noveno del primer volumen, Cathy, presa de la manipulación pasiva de Heathcliff, desarrolla una conducta psicosomática que, entre otras cosas, la induce al “starving” (87) y, a largo plazo, será decisiva para su trágico final. Esto, en el poema de Carson, podría definirse como «the language of the unsaid». (Carson, 2021: l.546) También en el ensayo/poema carsoniano existe un abandono por parte del hombre, que es el pretexto por el cual la voz poética se lamenta. Los versos 279-280 nos dicen que Law «spoke / without looking at me». Law actúa deliberadamente, pues sabe que enfrentarse al rostro de la mujer implica enfrentarse a la verdad, es decir, a la belleza. Como Heathcliff, su inacción resulta en cobardía, puesto que al no decir a la cara las razones por las que quiere acabar la relación, denigra a la voz poética, haciéndola sentir inservible e indeseable. Como Catherine, también ella nos da muestras de su depresión cuando dice «When Law left I felt so bad I thought I would die» (l. 213) o «Perhaps the hardest thing about losing a lover is / to watch the year repeat its days» (ll.188-189). Sin embargo, a diferencia de Cathy, es consciente, una vez ha sido abandonada, de la relación tóxica de ambas. Relación que puede equipararse al matrimonio entre el cielo y el infierno en la simbología propia de William Blake. El amor tóxico crea dependencia, necesidad. A lo que Carson, irónica, retórica y abatida, se pregunta: «What kind of necessity is that?» (l. 274). De acuerdo con Agamben, la relación amorosa implica cierta incorporeidad. Lo que hace que el Ego desee al Otro «[n]o es un cuerpo externo, sino una imagen interior, es decir el fantasma impreso, a través de la mirada» (Agamben 2006: 60). Lo intangible persigue. Así, el fantasma se consolida como una figura simbólica para ambas narrativas, invocando la pérdida del objeto amoroso y creando un vacío en la persona sometida. Podemos decir que en el caso de Law y Heathcliff, su falta de presencia atormenta y obsesiona a las mujeres hasta llevarlas a situaciones psicológicas críticas. En cuanto a Carson se refiere, y puesto que su narrativa se enmarca en la época contemporánea, podríamos llamar ghosting al abandono de la voz poética. Este término de origen anglosajón, de acuerdo con el Cambridge Dictionary (2021), hace referencia a la interrupción repentina de una relación afectiva por una de las partes, sin explicación aparente. Siguiendo este principio, en el caso de Brontë, este ghosting resulta paradójico, incluso insultante, puesto que no es Heathcliff sino Catherine, aun después de muerta, quien sigue acarreando las secuelas del fantasma metafórico de Heathcliff convirtiéndose ella misma en el propio fantasma. SOBRE LA CARNE Por otro lado, la pusilanimidad como rasgo humano se ve reflejada en el aspecto físico del varón. A través de su conducta para con la mujer, su cuerpo es observado como algo infrahumano y, por tanto, denigrado/denigrante. Recurramos de nuevo al concepto de otredad de Levinas pero cambiando los papeles: ahora el Ego es Cathy/el yo carsoniano y el Otro es Law/Heathcliff, puesto que son caracterizados como animales o bestias —moralmente inferiores—. El ejemplo en The glass essay es abstracto y sutil: Carson recurre al siguiente juego de palabras (pun): «What meat is it, Emily, we need?» (Carson, 2021: l. 27). La necesidad por satisfacer un deseo que, a causa del abandono, es lejano e inasible, se manifiesta, no obstante, en lo tangible. La pregunta puede tener múltiples respuestas: Carson podría aludir a un sustituto de la persona amada —y, no olvidemos, manipulador—, como también podría estar lanzando una pregunta retórica al aire: ¿de verdad necesitamos a este pedazo de carne? También puede ir más allá del duelo y, una vez fuera de la relación —viendo la situación con distancia crítica—, poder aludir a un plano más metafísico. ¿Qué es aquello que necesitamos para alcanzar la plenitud? Tal vez la carne pueda simbolizar el propio sufrimiento del cuerpo —físico, psicológico— abandonado. O, quizás, que la carne sea el propio cuerpo herido que se sacrifica por un amor corrosivo. «Heathcliff is a pain devil» (l. 365). Así nos lo hace saber Carson. En el caso de Wuthering heights, la animalización es más directa y evidenciada. El hecho de que se asocie a Heathcliff con una bestia —literalmente, “brute”— (Brontë, 2003: 67) está muy ligado a su carácter manipulador para con Catherine. Muestra de esto es la violencia verbal que ejerce sobre ella, o el chantaje emocional del capítulo XI en el volumen primero, donde espeta: «I’m not your husband, you needn’t be jealous of me!» (111). Todo esto podría parecer contradictorio si mantenemos que la animalización implica una dinámica violenta activa. Sin embargo, como se ve más adelante en la novela, sólo cuando Catherine ya está muerta, Heathcliff aparece compungido y se lamenta. De nuevo, como en la escena de la huida, siempre estuvo en sus manos recuperar a Cathy de una manera sana y cívica. Y prefirió no hacerlo. SOBRE EL ESPACIO SIMBÓLICO Paradójico resulta que al final no sea el hombre quien, por su condición de animal, quede atrapado en una jaula, sino que sea la mujer, la víctima, quien acabe sometida en una dinámica abusiva invisible —puesto que la dependencia emocional no se ve—. Tal y como dice Carson, «well there are many ways of being held prisoner» (Carson, 2021: l.253). En este sentido, hay símbolos que actúan como canalizadores de esta subyugación, haciendo que la mujer quede indefensa. Estos símbolos son comunes, remiten a la inacción del hombre e indican opresión. Orbitan en torno al concepto de melancolía, que es el estado en el que acaban Cathy y la voz poética a causa de ese abandono y dependencia emocional. En palabras de Agamben, siguiendo la teoría de la cosmología humoral medieval, la melancholia es la «relación con la pérdida de un objeto amoroso» (Agamben, 2006: 51) que puede conducir a quien la sufre a un desenlace aciago —como en el caso de Cathy— y está comúnmente asociada a la tierra, al otoño o al invierno, al frío, al elemento seco. En ambos casos: al páramo. (38) El propio título, The glass essay, remite a esta naturaleza fría e invernal que se instaura en la psique de la mujer, siendo parte esencial de su proceso de duelo, abatimiento y aprisionamiento. En el poema/ensayo, el yo sufre las consecuencias del abandono del amado y se encuentra en una «atmosphere of glass» (l.45). Las «windows» (l.157) y la cocina sitúan el espacio de des/encuentro entre el Ego y el Otro. Por un lado, el cristal es un elemento aislante. Aísla del frío del páramo donde se desarrollan ambas historias, pero también establece una distancia con los cuerpos. En ambos casos, el hombre —como apunta Carson en el verso 73: «Well he’s a taker and you’re a giver»— ha huido, ha escondido su rostro y ejercido en la mujer sometimiento, hecho que se refleja en el espacio que ella habita. Por otro lado, la cocina enmarca a la mujer en una esfera doméstica, en parte dinámica heredada de la estructura patriarcal. En esta estancia, la voz poética carsoniana recuerda el dolor de la ruptura y la toxicidad de Law, tal y como puede verse en los versos 25-26, donde confiesa: «my ungainly body stumping over the mud flats with a look of transformation / that dies when I come in the kitchen door». También es en la cocina donde Catherine confiesa su amor tormentoso hacia Heathcliff y de nuevo, invocando esa unión de opuestos a la manera de Blake, dice: «My love for Heathcliff [...] resembles the eternal rocks beneath: a source of little visible delight, but necessary» (Brontë, 2003: 82). La víctima cree necesaria esta unión porque hay una dependencia que la atrapa física y psicológicamente. Sin embargo, sobre la necesidad reconoce la voz carsoniana: Everything I know about love and its necessities I learned in that one moment when I found myself thrusting like a baboon at a man who no longer cherished me. (Carson, 2021:ll. 292-6) Todos estos símbolos recaen en el páramo, que canaliza la naturaleza árida y oscura del hombre y sigue sometiendo, aunque ausente, a la mujer. El páramo es una gran construcción alegórica que refuerza esa unión entre el cielo y el infierno. Etimológicamente tiene sentido. La naturaleza indómita participa en esa animalización del varón que comentábamos antes: la rudeza del acantilado y la esterilidad del arbusto llevarán, de manera indirecta, a la víctima hasta su trágico final. Actúa, pues, igual que un espectro sobre la psique de la víctima. En palabras de la voz poética, «my lonely life around me like a moor» (l.24). De manera indirecta, sí, pues es el entorno el que se va fusionando con su personalidad. No Heathcliff directamente, ya que se le ha relegado a una categoría inferior dada su pusillanimitas. Es el entorno natural el que refleja su bestialidad, evocando melancholia, desazón, locura, espera, duelo, abandono, orfandad. Por eso, «At the middle of the moor / [...] depression» (ll.63-4). CONCLUSIÓN Tanto la de Carson como la de Brontë es una historia de deseo no saciado que coloca a quien lo sufre en una posición de desconsuelo y abandono que puede acarrear graves secuelas psicológicas. Gran parte de esta situación se ve motivada por la inacción o pusilanimidad del objeto amado —el hombre— ante su incapacidad por reconocer un obstáculo entre los cuerpos, ya sea el deterioro del Eros en el caso de Law, o el exceso de tormento amoroso en el de Heathcliff. Dado que esta inacción resulta en maltrato psicológico y abandono hacia la mujer, podríamos concluir diciendo que Santo Tomás de Aquino podría haber meditado más detenidamente la condición pecaminosa de la pusillanimitas. BIBLIOGRAFÍA
—Agamben, Giorgio. Estancias: La palabra y el fantasma en la cultura occidental (Pre-Textos, Valencia, 2006). —Brontë, Emily. Wuthering heights. London: Penguin Random House, 2003. —Cambridge Dictionary. ghosting. Cambridge Dictionary, 4 Jan. 2021. —Carson, Anne. The glass essay. Poetry Foundation, 4 Jan. 2021. —Levinas, Emmanuel. On Thinking-of-the-Other. New York: Columbia University Press, 1893. —Paperzak, Adriaan. To The Other: An introduction to the Philosophy of Emmanuel Levinas. West Lafayette, Indiana: Purdue University Press, 1993. —Tomás de Aquino, Santo. Summa Theologiae 1ª. ed. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1964, p.133.
1 Comentario
por CONCHA GARCÍA En octubre del año 2004 visité por primera vez la ciudad de Neuquén, ya que estaba interesada en la poesía que se escribía en la Patagonia argentina. A través de la poeta Graciela Cros fui muy bien recibida por la mayoría de sus poetas. Una de ellas fue Macky Corbalán, junto a Gerardo Burton y Raúl Mansilla. Macky había nacido en una población cercana, en Cutral Co (1963), que en lengua mapuche quiere decir agua y fuego. Esta población está a unos 50 kilómetros de Neuquén. Recuerdo a Macky en su casa, entusiasmada, era toda vitalidad. Sus rizos y sus gafas, sus proyectos junto a su compañera Valeria Flores, también presente en nuestros encuentros mientras estuve en Neuquén (donde regresaría en un par de ocasiones más, en la última ella ya no estaba). Me regalaron unas pequeñas revistas de radicalidad feminista y lesbiana que autoeditaban en aquel lejano sur: Fugitivas del desierto. Se trataba de una serie de ediciones artesanales que contenían declaraciones valientes sobre la visibilidad lésbica en aquellas tierras y se repartían solidariamente en varios territorios de la Patagonia. El nombre encajaba perfectamente en aquellas tierras mineras, petroleras, duras, ventosas, cálidas en su gente y amorosas y reivindicativas a través de la poesía de sus poetas. Macky Corbalán murió con 51 años en Neuquén (2014). Dejó una obra poética importante, representativa no solo del espacio patagónico desde el punto de vista geográfico, sino vital, focalizado en su preocupación por lenguaje y la manera de no autoengañarse con el mismo. Nada de autobiografías sollozantes, ni de largos poemas autoconfesionales al modo neofeminista. Decía: poesía es siempre ir contra el poder. Me sorprendió que en tierras tan alejadas de mi centro habitual se tomase la poesía no como un ejercicio estético, sino que la poesía formaba parte de la cotidianidad en sus anchos paisajes: EL ÓMNIBUS cruza el paisaje como una flecha incontrolable; en su interior la pasajera de arena culmina una nota de adiós y abre la ventanilla. Como dice el también poeta neuquino Gerardo Burton: «Su pensamiento poético evoluciona desde la concepción de la poesía como hecho epifánico hasta la certeza de que el poeta, la poeta, se diluyen en un proceso creativo en el cual ya no dicen poesía, sino que son hablados por ella: los poetas son el lugar donde la poesía puede decirse, y generar entonces una ruptura en el lenguaje, algo así como “escribir para abrir heridas sin sutura posible en el lomo duro del poder” y abarcar de esa manera todo aquello que es marginado por el poder: los pobres, las mujeres, los niños, los animales. El mundo frágil y vulnerado». Esta poesía, la de Macky Corbalán, regresa de tanto en tanto a mi memoria y recuerdo ese mundo frágil y vulnerado descrito por ella:
TRAFUL La piedra que arrojo al lago arruina, por un momento, la quietud áurea de la inconmovible pupila azul fijada en el cielo. Lo mismo que yo, otras, otros, ahora y desde hace cientos de años. Yazgo a su vera, bajo el sol, enmascarada en lo natural pero intrusa. Piedras, musgo, arena y agua permanecen amalgamadas en el aire amoroso de la taimada erosión; giran —pareciera-- en un movimiento de beso eterno. Menguada por el despliegue, me siento humana, ese es mi veneno, ese y pensar. Los poemas de Macky Corbalán transgredieron en una tierra históricamente de hombres (pioneros, trabajadores, soldados). Ahora está asimilada y forma parte del imaginario poético de la Patagonia como punto de partida hacia un imaginario más amplio sin marcas geográficas. Su obra es una referencia, así como la de otras poetas como Irma Cuña, Graciela Cros o la poeta mapuche Liliana Ancalao. No puedo olvidarme de los paisajes aquellos, de la aridez de los mismos y de la impresión que me provocaron. Mis propios pasos me iban conduciendo a otros lugares, siempre dentro del mundo de la poesía, que convocaban a sentir que estaba dentro de una red simbólica donde nadie era más importante por tener más libros publicados. Maky me regaló tres de sus poemarios: La pasajera de arena (1992), Inferno (1999) y Como mil flores (2007), que guardo como un tesoro. Espacio Hudson, dirigida por el también poeta Cristian Aliaga, editó su obra reunida en 2015. Su poesía en España puede encontrarse en las dos antologías que he coordinado: Antología de poesía de la Patagonia (CEDMA, Málaga, 2006) y La frontera móvil (Carena, Barcelona, 2013). LEVÍSIMO rumor sobre la hierba en que, acostadas, veíamos el día moverse con el sol por el cielo. |
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