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EL COLOQUIO DE LOS PERROS

ARTÍCULOS

TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO

VERSOS CELEBRATIVOS Y EXQUISITOS: BASILIO SÁNCHEZ

27/3/2020

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por SILVIA GALLEGO SERRANO

        Este gran poeta cacereño presenta una unidad profunda en su trayectoria, una coherencia que se amplía en cada entrega. Nos centraremos en su primer libro, accésit de Adonáis en 1984, A este lado del alba, y el último, excelso premio Loewe (en su trigésima primera edición), He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes. Convoca los cinco sentidos para gozar del mundo. Por ejemplo, en los dos libros aparece una fuente y la naturaleza en plenitud («el regalo de lo inmenso»). Este nogal es símbolo de lo originario y puede ilustrar el misticismo de la obra. Desde el primer poemario mencionado aparece un panteísmo vitalista que mantiene una comunión amorosa con el universo.
         Desde la visión de María Zambrano de la razón poética, consigue una esencialidad en la forma y el contenido, se sitúa en la línea de la poesía como conocimiento y una visión  humanista. Plantea la poesía como cobijo y recinto ético, además «una forma/ de sentirte tú mismo siendo otro»; porque el poeta sería «el que ha pintado un pez en la dovela».
        Se da una reflexión sobre la escritura, especialmente en la tercera parte del último poemario, vinculada a la plenitud y al oficio del espíritu ante el misterio: «Hay que estar muy adentro / en la circunferencia de la noche / para encontrar las cosas que nos salvan la vida». Además, según el texto de la contracubierta de Piedad Bonnett, se trata de un «artesano de la palabra» cuyo libro reafirma la visión de la poesía como «acto de fe».
         Esta concepción de la poesía se vincula con lo sagrado, por ejemplo «la poesía es un mensaje en la pared de una gruta» o «un libro de poemas / es un campo arrasado por un viento / repleto de semillas». Predomina la emoción y el tono celebrativo, como aparece en estos versos: «Hay en el interior de cada uno / un hombre conmovido / que no nombra las cosas con grandeza, sino con gratitud». Además, se manifiesta con claridad la actitud del sujeto lírico: «La primera conquista es la de la ternura. / Luego viene la de la soledad, / esa conquista / que nos abre las puertas del silencio». Vertebra la obra la noción de que «uno escribe un poema para sentirse vivo».
          Sabiamente el poeta concluye: «las palabras son mi forma de ser». Se trata de un ejemplo de la hondura y sencillez de la obra, tras un proceso de decantación y lecturas muy bien asimiladas. En una entrevista para El Cultural (11/03/2019) señaló el cacereño: «la verdad debe estar a la altura de la belleza».
         Conviene recordar también dos libros en prosa que, como señala Álvaro Valverde (Cuadernos Hispanoamericanos, Octubre 2019) podrían pasar, en sentido estricto, por entregas poéticas: El cuenco de la mano (2007, que se lo dedica a las imágenes del padre y la música de la madre; en el que alude por ejemplo al «cielo doméstico») y La creación del sentido (2015; unos relatos de carácter autobiográfico). También resulta esencial su libro anterior, Esperando las noticias del agua (2018), ya que según el citado crítico extremeño, conforman las dos obras «una suerte de bilogía, más allá de su indiscutible independencia».
        La primera obra, ya citada, presenta un lirismo absoluto: «evadidos del diente de los años / los ojos que te hicieron infinita (…) / como un grito de agua que estalla entre las piedras / para empapar de espiga nuestros cuerpos». Parece contener elementos que después desarrollará en la amplia trayectoria: «en la orquestal liturgia de las cosas»; en esa «deshabitada luz distinta» y en ese último verso que cierra («donde la aurora espera»). Con coherencia y sentido el sujeto lírico del reciente poemario premiado considera: «acercarnos con afecto a las cosas / nos permite intimar con lo sagrado» porque «no hay ningún escritor / que no se sienta abandonado por las estrellas». Una invitación a la relectura, a compartir el prisma de esta propuesta.
      Concluimos con una larga cita que ilustra la calidad de la obra y la situación del fenómeno de la recepción. Publicado por Alejandro López Andrada en el Diario de Córdoba (30/3/2019): «Si no viviéramos en una sociedad tan zafia, vulgar y soez, la poesía de este autor se habría leído en todos los colegios, institutos y universidades del país, un país insensible y prosaico hasta la médula, muy necesitado de ternura, lirismo, delicadeza y emoción. Todo eso bulle en todos los ángulos de la obra poética de Basilio Sánchez (Cáceres, 1958), un autor que, de residir en otro país, por ejemplo, Francia, sería a estas alturas una gloria nacional. Y es que estamos, sin duda, ante uno de los grandes poetas europeos del momento. Prueba de ello es que en cualquiera de sus libros, muchos de ellos premiados, fulge el vértigo de la poesía limpia, auténtica, en la que nunca cabe la impostura, pues nace y pervive hermanada con la luz y el puro temblor del aire matinal que eterniza las cosas y los seres más sencillos, como hiciera en su día la poesía mayestática de Juan de la Cruz, poeta universal».
          El poeta Basilio Sánchez advierte en una entrevista para La Nueva España (del 13 de junio de 2019) de que «el poeta es un hombre arrodillado» porque se trataría de una forma de resistencia íntima, de recogimiento y búsqueda del centro. Una invitación a la llamada celebrativa de sus versos.
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MEDITACIÓN POR LA PUREZA: NIEVE, SANGRE Y ÉBANO

16/3/2020

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por JOSÉ FILADELFO GARCÍA GUTIÉRREZ

      La pureza es lo inmanente brillante. La pureza no es consciente de sí misma, es la conciencia misma. La pureza no es consecuencia de lo múltiple o de la paradoja, ella es su mismo motor, y eso la vuelve indistinguible de Dios. La pureza que es consciente de sí misma conoce la comparación, se divide a sí, se convierte en mundo, y dejar de ser ella para conocer su reverso, lo oscuro, el mal. Mundo es lo que surge de la comparación, de los opuestos. La pureza es el otro mundo en este mundo. La pureza es el bien mismo, es su característica más alta. La pureza es verdad inefable ante la conciencia comparativa, metafórica. Toda comparación con ella son sombras, reflejos de un mundo distante, el suyo. La pureza entre nosotros nos embarga e indigna: ¿cómo es posible que exista lo que perdura en sí mismo y es incomparable?
      Blancanieves no es culpable de abrirle la ventana a la madrastra. Tampoco la voluntad que la llevó a abrir la ventana fue motivada por la curiosidad, ese morbo que pierde a los entendidos, esa oscura pasión por la incertidumbre, búsqueda peligrosa de lo que, sin buscar, nos encuentra: rebasar la frontera de la sabia paciencia. No es la curiosidad el fundamento que la llevó a abrir la ventana, a recibir el listón, el peine y la manzana; tampoco la vanidad, pues la pureza no se mira a sí misma como separada de sí y anhelada; no es el placer por el apetito de la posesión material, los bienes (espejismos) de los sentidos. La pureza recibe al visitante como se recibe a sí misma, transparente e inobjetable. La pureza no concibe la ética basada en el trato de las dos dimensiones que conviven en un mismo individuo: la apariencia y la intención oculta. La ética de la pureza es la contemplación de todo en una sola dimensión, la real, la única. La pureza delante de una intención oculta no la concibe como tal, como sustraída, resguardada, prohibida. Todo para ella es como ella. No hay que denostar su ingenuidad con la risa del mañoso, de aquel que en sí mismo vive en los dos horizontes, lo aparente y lo oculto. La pureza es ingenua y así debe perdurar, para no olvidar que existen los mundos posibles en un mundo artero y dividido.
       Blancanieves no es culpable de estar en armonía con su propia esencia: ¿cómo podría renunciar a sí misma sin caer en las manos de su contrario, la astucia ocultante, egoísmo subyacente? De renunciar a sí misma caería en la falibilidad. No obstante, Blancanieves no morirá, y ahí es donde surgen los custodios que, aunque impuros, tienen en sí la certeza de superarse a sí mismos, saltar sus propias bajezas, para admitir o repudiar al intruso. El custodio permite que la pureza perdure en el mundo dividido e irreconciliable. Lo enanos, trabajadores y fraternos, conocen el reverso de la nobleza, el egoísmo, y son suspicaces, mas la suya no es la suspicacia de la paranoia, que persigue para no ser perseguida, sino la suspicacia del vigilante, el faro que, al iluminarse no consuela al intruso con la imagen del puerto, sino le advierte. La advertencia de los enanos a Blancanieves, aunque bondadosa, es infructuosa, es necesario que lo sea, pues la pureza advertida dejaría su inmanencia, se volvería sucia, pues su región no es la suspicacia, el desdoblamiento de un lenguaje que no dice lo que dice, sino que dice otra cosa (la madrastra exterminadora como vendedora bondadosa): el mal de la polisemia, del múltiple camino.
       La condición de víctima en Blancanieves no se establece con la trampa de quien se funge víctima en un contexto adverso, para pasar desapercibido, para propiciar (usar) en los otros la misericordia a su favor. Blancanieves desconoce lo que es ser dominado o dominar, y por tanto, desconoce los beneficios y los peligros de ambos: los obsequios del poderoso, la manutención de la víctima o su destrucción, o el control total y satisfecho del poder o la enajenación, respectivamente. Su ignorancia de la victimización y del victimario es sabia para los que saben observar sin suspicacias: el origen y destino de la conciencia (Blancanieves, su ejemplo) es la pureza. No hay albedrío en la pureza, convergencia de caminos; la pureza es luz, y por lo tanto, unívoca. La ingenuidad no aprende nada, solo se recibe a sí misma; la ingenuidad es un día tan claro que toda forma se diluye en lo luminoso, es la ceguera lúcida, abierta. Blancanieves irrita a los acostumbrados a la trampa, al maratonista que paga por llegar primero sin mover un solo pie. La pureza, aún muerta, es inmune a la destrucción, y además, vuelve a la vida.
       El terror de Blancanieves en el bosque es la tentación de perderse a sí misma, de morir lo que es. La ingenuidad de la pequeña rebasará sus dudas: la pureza, finalmente, no muere, expulsa la manzana, desprende de sí el mal. Esta expulsión no forma parte de su voluntad, no decide extraerla, sino que viene de su esencia, su naturaleza: no la expulsa para afirmarse a sí misma. La esencia de la pureza repliega por inercia al intruso. La pureza no se niega, siempre admite, pero siempre perdura. El bosque no la suprime, sino que le deja a su alcance el resguardo (bosque es perdición, pero también acogida), la cabaña de los enanos, custodios. El cazador que destazará a Blancanieves es sorprendido por el destello de la ternura de la pureza, y renuncia radicalmente, no se contiene, no es prudente, porque quien es prudente tolera lo adverso sin renunciar a sus intenciones. El cazador se deshizo de su encomienda, como quien renuncia a sí mismo. Es un agente del submundo que se redime y burla al destructor: la madrastra engulle entrañas de jabalí. Qué habrá hecho después el cazador (mundo paralelo a la narración), sino vivir conmovido, alterado en lo profundo por el resplandor.
      Una vez en resguardo, la visita del mal. Blancanieves asomada por la ventana: contemplación de lo bello en la desnudez de su eterna disponibilidad. No hay culpa en ese acto, y sus consecuencias (la parcial muerte de la niña), no son la respuesta punitiva a su ingenuidad: se lo merece por ser ingenua, por no ser impura. Quienes abanderen este juicio merecen quedarse en la soledad de la paranoia, sin salvación. La ventana que expone a Blancanieves y la madrastra es la sección de la cabaña donde la responsabilidad se hace evidente: la pureza de lo inmaculado y la pureza de la destrucción. La pureza del mal no es contemplativa y serena en su mismidad, sino dominante, expansiva, una conciencia que no puede habitar consigo misma y se enajena, se vuelve lo otro, se abandona, vacuidad que la lleva a deambular fuera de sí para hallar un reposo, aunque este se funde en el dominio del otro, en su supresión, su muerte. Moralidad delicada: la responsabilidad de este acto la tiene la madrastra y su identidad impostada, por salir de sí misma, desquiciada, y entrometerse en otra entidad y sujetarla hasta enajenarla, hasta matarla. Débil propósito: la pureza no se pierde a sí misma.
       La pureza de Balancanieves no es responsable de nada, ni de sí misma, porque para ello requerirá de la reflexión, que es un distanciamiento escrutador entre lo que se es y lo que se hace. La pureza no se divide a sí misma, es un acto contemplativo, siempre en el presente. No se separa lo que es uno: toda unidad es ingenua en su idea y es insumisa. Féretro de cristal: lo que oculta la muerte es transparente a la vista, la carne de la yaciente está incólume, manifestación material de lo inmutable. La putrefacción se sustrae, el sol nunca se pone en la pureza. El príncipe es el custodio mayor, y eso es lo de menos, pues ser feliz, entonces, para Blancanieves, es redundante. Pero también es lo de más: hombre feliz concilia para sí mismo el mundo, reposa y contempla, contempla y vigila. Los errores del distraído y del necio son matices que, de lejos, el mundo quiere impregnar en la pureza. Ese mundo se traga sus propios pinceles. La pureza no vive de sus contempladores, pero siempre agradece. La pureza es el inmanente brillante, se la alcanza por la intuición, se la contempla sin la aprehensión. Uno es feliz en su ejemplo, y Blancanieves no es mía; ella lo es todo, pero nadie, hasta ahora, la habita.
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ASÍ LOS CREADORES

14/3/2020

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por MANUEL ÁNGEL GÓMEZ ANGULO

Búsqueda no es necesariamente sinónimo de creación.
Gabriel Herzog
 
Soy un argonauta del soplo.
Zéno Bianu
 
Quien oculta a su loco, muere sin voz.
Henri Michaux

       Corría el año 59. Rollins (1) empezó a pasearse de una punta a otra del puente, por su sector peatonal, con la boquilla entre sus labios, asintiendo con la cabeza a medida que soplaba y movía de arriba abajo y de abajo arriba el arco de su saxo, para marcar el compás, mientras largaba aquellos fraseos larguísimos, interminables. Dicen que al anochecer.
         Los paseantes que acertaban a tropezarse con él de vuelta a casa o camino del trabajo nocturno, los automovilistas que iluminaban de repente aquella silueta en un fogonazo con el capirote luminoso de sus faros, pausaban su marcha, abrían sus ojos y aguzaban sus oídos preguntándose quién podría ser aquel tipo de raza negra y mentón de guardaespaldas, quien, con una tozudez a prueba de meteorologías, inagotable, tocaba el saxo sin descanso semana tras semana; para quién tocaría por aquellos lugares, qué podría perseguir aquella música, ¿intentaría colmar lo que para él se había convertido en un paréntesis espiritual a la búsqueda de equilibrio emocional, una permanente exploración de su blue note (2) particular, acaso escrutando en ella el infinito, lloviera, nevara, hiciera sol o tronara?
         Después de un largo interregno sin grabaciones, ausente de los clubes y de los estudios, alejado por deseo expreso de cualquier evento público o privado, tres años, lo que para otros músicos hubiera significado la muerte en vida, real o artística, desconcertado por lo que por entonces acarreaba Ornette (3) en un cacho de plástico, consternado por el enorme desafío que suponía el Kind of blue (4), Rollins se había exiliado para encajar tan duros golpes y para poner orden en su cabeza. Y, sin embargo, a pesar de su denodado esfuerzo por intentarlo, no terminaba de hallar un nuevo espacio sonoro. Resbaladizo, burlón, se le escurría, sin duda, por los cables de aquel puente de oxidado metal colgante, el de Williamsburg (5), el más hermoso de Nueva York, hoy día pintado curiosamente de azul.
         Porque no era un necio, ¿sabría Rollins con toda certeza que la nueva senda, la que él había cubierto en un tiempo y luego abandonado, había sido ya irremediablemente ocupada y lo que era peor, balizada, por Coltrane? JC no solo había encontrado un camino —un camino de verdad, único, sin trampas— y había perfeccionado un sonido, sino que él en sí era el sonido. Rollins probablemente lo intuyera desde que grabara en 1956 un disco en su compañía, el de los tenores y la locura (6), y se diera cuenta de que su propia música, en comparación con la de JC, estaba empezando a despedir, a pesar de su inequívoca destreza y energía, de su avanzada tradición, un aroma a añejo, a ese polvo de talco rancio al que huelen la ropa y la piel de los ancianos. También habría caído en la cuenta, porque tampoco era un zopenco, de que Coltrane había de ser el último; Rollins había descubierto que, como músico total que era, JC amenazaba con cerrar por sí solo, no ya por su revolucionaria manera de tocar el tenor sino por el alcance de su obra compositiva, el bucle y, con ello, todo lo que el futuro le pudiera deparar a esa música de los demonios.
         El jazz, por entonces desenfrenada evolución, fusión de fusiones, capaz en su vorágine de fagocitar y transformar cualquier otra música o innovación en algo caduco en escasísimo margen de tiempo, no solo elevaba su cabeza con el soberbio y original impulso de JC, por encima de toda la tradición, por encima del pájaro incluso (bop y post-bob incluidos), sino por encima de todo aquello que habría de venir, tanto como decir que Coltrane era alfa y omega, principio y final, renacimiento y muerte, tanto como decir que a partir de él, todo lo que viniera no sería sino puro desarrollo de lo que él inició o dejara inconcluso.
        Rollins sabía que se había quedado rezagado ante tanta sacudida, que le habían echado la pata. Poco restaba ya por expresar, por soplar o, peor, por innovar. Entonces, ¿qué añadir si se acercaba el the end, tras su punto final, tras su coda de cierre, si ya estaba todo dicho o predicho? Aun así, con ese retiro, él siempre albergó la esperanza de no pasar por un continuista, un clásico que hurgara en las raíces del bop para estirarlo un poco más. Qué hacer. ¿Mantenerse o imitar? Él intentó con valentía buscar otra salida, otro camino. One entrance, many exits (7). Si algo había de existir, sin duda, siquiera un pequeño resquicio, él lo encontraría y por ello perseveró, insistió. Cosas de la condición humana.
       Por el centro del puente, pasaba la línea férrea, el metro. La percusión de aquel estremecimiento ensordecedor sobre los raíles, que ahogaba sus solos, le dolía aún más a Rollins. El insistente recuerdo de un tren, un tren azulado (8) había irrumpido en sus dominios, hasta ese momento bien plantados, con una fuerza locomotriz tan imparable que lo había arrastrado todo por delante: su época anterior, en su caso, su persona incluso y, cómo no, también todo aquello que él seguiría tocando sin cesar sobre ese puente como un poseso en el caso de que no llegara a lo que deseaba, tan lleno de potencia como siempre, pero con un eco tan insignificante que parecía quedar a años luz de lo que componía y desarrollaba en los escenarios el nuevo maestro.
         Coltrane, en definitiva, había desenterrado con el concepto de su música una especie de santo grial que era a la vez resurrección y fin de los tiempos en el jazz. Rollins, músico de categoría, por su parte, no tenía esa capacidad genial, pero aún habría de grabar excelentes álbumes para Impulse!. Por desgracia, aquejado por aquella conmoción, como si de un catarro crónico o de una fiebre pertinaz se tratara, la ulterior deriva en que desembocaron sus paseos por aquel puente —el traje del free no le sentó nada bien porque eso eran cosas que Albert Ayler se encargaría de ilustrar algo mejor—, aquello contra lo que luchaba a contracorriente y buscaba, sin encontrar lo que deseaba o esperaba, se daba de bruces contra aquello que ya poseía: su propia, personal y estupenda música.
         Todo llega. Y, una vez concluidos los paseos y sus monólogos sobre el East River, transcurridos esos tres años de cura, Rollins regresó al fin a una escena que nada tenía que ver con la de 1959, lleno de brío y frescor y novedad, en 1962, año en el que JC se une a Dolphy (9) (otro que tal bailaba), convencido de lo que tenía que hacer, para grabar y publicar un magnífico disco, que se tituló precisamente The bridge [El puente] (10). Y fue en ese preciso momento cuando aparecieron los críticos, hasta ese instante agazapados en un silencio expectante, y una parte de sus seguidores; y allá en manada se le echaron encima, estupefactos, irritados y con las manos en la cabeza para reprocharle que no sonara como Coltrane, que no siguiera sus designios, su hoja de ruta (probablemente este álbum y su crítica, y no el puente Williamsburg en sí como lugar de búsqueda catártica, serían la causa de la prolongación de por vida de su obsesión y de sus fijaciones).
         Desgraciados. Cómo iba Rollins a sonar como Coltrane. Por qué. Él tenía su sonido y su estilo. Hubiese sido tanto como pedirle a un mal imitador de la política —y Rollins no era un imitador ni mucho menos— que recreara los discursos de Churchill; a un escritorzuelo —y Rollins era brillante escritor de partituras: ahí están estándares como ‘Blue seven’, ‘Airegin’, ‘Oleo’, ‘Sonnymoon for two’, para confirmarlo— que escribiera otro Quijote, otra Ilíada u otra Odisea; al integrante de una murga carnavalesca —y Rollins era grandísimo intérprete e improvisador— que se reencarnara en Bach, casi tanto como intentar encajar a tornillo clasicismo en barroco...
          En este 2020, Rollins festeja su noventa cumpleaños. Sigue soplando como si en ello le fuese la vida. De hecho, da la impresión de que no ha dejado de hacerlo desde sus tres años en el puente, de que no se ha bajado de él, con el traqueteo del metro a su lado y su enérgico sonido continuo brotando enloquecido de la campana de su tenor, hasta el punto de que, irritante a veces, se ha convertido en un disparatado perseguidor de otro perseguidor que lo precede. Pero Rollins ha de saber que en su fraseo, en sus solos, hay algo de mudez, de acabamiento, por muy profundos que quiera hacerlos parecer en su extensión; ha de saber que la revolución musical en el jazz pegó un brinco con Parker (11) (el primer perseguidor) para despertar de nuevo con la sacudida de Coltrane; Rollins ha de saber que él navegaba entre ambos como un enorme transatlántico que nadie habría de hundir y que la caprichosa trayectoria de la bala por la que el genio se siente tocado, a él lo esquivó; ha de saber que por mucho que indague, busque, experimente, ensaye, sería imposible pegarle otro volantazo, definitivo éste, a la historia del jazz; que su carrera a punto estuvo de quedar sepultada allá a finales de los cincuenta con la irrupción volcánica de JC y su lava de ideas infinitas; que sus idas y venidas desde ese instante se asemejarían menos a un recorrido inteligente que a un pataleo del niño que pretende a toda costa llamar la atención de sus padres; que su lenguaje posterior estaría abocado a resbalar por una ladera llena de hierbas húmedas en la que al final esperaba el fango de la indiferencia o el aplauso de un público melancólico, a precipitarse por un purgatorio de notas salvajes y desquiciadas, por un campo de asfódelos atronador y próximo al infierno, a ese infierno que no tiene nunca escapatoria y que se llama vacío, una deriva logorreica sin asideros que él inició a partir primero de su propia música —la buena— y posteriormente a partir de otras músicas exageradamente vanguardistas —el free del que hablábamos más arriba— o vergonzosamente comerciales —¡ay, tanto calypso!—, importuna, insufrible, en la que su tenaz búsqueda pretendía y pretende disfrazarse de acto comunicativo y, lo que es peor, de creación... En cualquier cosa con tal de fingir que no uno se da por enterado y de que cuando él todavía estaba ahí, en su cumbre, un enorme paso hacia adelante (12) lo había sobrepasado en su pasmo... En cualquier cosa con tal de no dejarnos escuchar como valiosa contrapartida esa pausa, ese estruendoso silencio que, tras el desastre, se impusieron a sí mismos Schönberg o Miles...
        Y ahí sigue... Y así sigue... Y sigue... Y sigue... Rollins... Insistiendo tercamente en borrar de un plumazo... Con esos repetitivos estertores... perpetuos y hueros... Su fructífera y envidiable primera etapa... Recorriendo su puente (13) sin parar... Sin encontrar la salida... Sin entender o entendiendo que él era otro eslabón... Tan válido como su maestro Hawkings (14) (aquel al que algunos dicen faltó Rollins al respeto)... Otra cosa completamente distinta a JC y no menos legítima y preferida por muchos profesionales del saxo y conocedores de la historia de la música... Ave fénix que quiso ser... Y se extravió entre tanta nota innecesaria... Cenizas... Inextricable selva virgen... Desvarío... Y así... Al fin y al cabo... Por qué no decirlo... Como él... Rollins... no hace sino (per)seguir a gran parte de los artistas... De una u otra suerte... Así también... Porque ocurre en todas las esferas del arte... Frente a los grandes innovadores... Frente a los clásicos... Tanta querella vacua... Sigue... En sus limbos obsesivos... En su ceguera sin escapatoria... Él con la música... Los demás con su palabra y su papel en blanco... Su piedra virgen y su cincel alzado... Su pintura y la gama silenciosa de colores ante el pincel extraviado... Así... No puede haber otra explicación... Remeda... Sigue calcando Rollins la actitud... El comportamiento indescifrable... De la gran mayoría de los creadores...

NOTAS
(1) Sonny Rollins (1930), uno de los más grandes saxos tenores de la historia del jazz, creador del magnífico corte ‘Blue seven’ (del disco Saxophone colossus), sigue en activo.
(2) Consiste en bajar un semitono el tercer y séptimo grado de la escala pentatónica mayor para lograr un efecto musical diferente. Sería la nota característica que da color al jazz. También es el nombre de uno de los mejores clubes de jazz de Nueva York y, asimismo, el de uno de los mejores sellos discográficos de su historia.
(3) Ornette Coleman (1930-2015), el ‘harmolódico’ autodidacta, solía tocar un saxo alto de plástico (de color blanco). Sus primeras composiciones fueron todo un anticipo de la feroz vanguardia de mediados de los sesenta, propia y ajena.
(4) La que está considerada como la obra cumbre del jazz, Kind of blue, fue grabada en dos sesiones, el 2 de marzo y el 22 de abril de 1959 en Nueva York, para el sello Columbia. Fue publicada el 17 de agosto de ese mismo año y planteó la superioridad de lo modal (las composiciones se basan en escalas o modos en lugar de acordes) en el jazz. El trompetista Miles Davis, que contó con la ayuda inestimable del pianista Bill Evans, comentó que el resultado final había sido un intento frustrado de revivir los ecos lejanos de su infancia. Participaron en él los músicos Julian Adderley, al alto; John Coltrane, al tenor; Winton Kelly, al piano (solo en uno de los cortes, más inclinado ese al blues que a lo modal); Paul Chambers, al contrabajo, y Jimmy Cobb, a la batería. Sobre su génesis existe abundante material bibliográfico y fotográfico.
(5) El puente de Williamsburg, con algo más de dos km de longitud, se construyó en 1896 y fue renovado en 1990; une el barrio neoyorquino de Lower East Side con el barrio de Williamsburg, en Brooklyn.
(6) Tenor madness (Prestige, 1956) es el título del álbum grabado a modo de justa musical por los dos monstruos del tenor de los cincuenta, el que ya estaba allí como un bisonte, Sonny Rollins, y el que hacía su aparición como un búfalo, John Coltrane. Había en ese álbum como un intento de hacer resurgir la porfía entre dos opciones, dos estilos, dos vías que ya veinte años atrás protagonizaran Coleman Hawkins y Lester Young, salvando las distancias y sus distintas concepciones musicales, claro está.
(7) Mal Waldron (1925-2002), pianista.
(8) Blue train (1957) es el título del único álbum de Coltrane para el sello Blue Note.
(9) Eric Dolphy (1928-1964), excelente multinstrumentista de corta vida que pretendió hacer natural el salto del be-bop al free, fue celebrado por su personal y discordante fraseo con el clarinete bajo.
(10) Tras su retiro temporal, Rollins publica, en 1962, The bridge, un trabajo al que injustamente se le reprocharía el que ignorara los avances de la música de John Coltrane (1926-1967) y por lo tanto no se recreara en el sonido de este. Lo que persigue con denuedo cualquier músico de jazz es poseer un sonido propio, distinto a los demás, identificable en cuanto toca. Rollins ya tenía el suyo, y muy maduro, cuando Coltrane comenzó su ascenso en la escena jazzística.
(11) A Charlie Parker (1920-1955), genio indiscutible del jazz, lo apodaban Charlie Chan, Yardbird o Bird [Pájaro]; Julio Cortázar, gran amante y conocedor de esa música, lo homenajeó en su relato El perseguidor (1959), bajo otro pseudónimo, el de Johnny Carter.
(12) Giant steps (Atlantic, 1959), el fenomenal disco de Coltrane que habría de presentar un verdadero terremoto en la historia del jazz.
(13) Curiosamente la palabra puente da nombre a un interludio musical con el que se conectan dos tramos de un tema y con el que se puede eludir la monotonía, crear sorpresa o llegar al clímax para dar o no paso a su desarrollo final; no todos los temas lo tienen; al decir de los expertos, el más famoso e impactante puente fue el que creó Charlie Parker en el tema de Ray Noble ‘Cherokee’, con el que aseguran da comienzo el bop.
(14) Coleman Hawkins (1904-1969), apodado Bean [frijol, judía], otro grande del jazz, creador de la llamada improvisación en su instrumento (el solo de ‘Body and soul’ de 1939 es de escucha obligatoria para todo aquel que desee acercarse al jazz como aficionado o curioso) y de una forma de entender esa música y que constituye los cimientos del saxo tenor tal como lo conocemos hoy en día; fue al saxo lo que Armstrong a la trompeta.

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    ARTÍCULOS

    El Coloquio de los Perros.
    Revista de Literatura.
    ISSN 1578-0856


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    UNA LECTURA DE "LOS MISERABLES"
    SOBRE QUEBEC Y SU LITERATURA
    ¿POR QUÉ TAYLOR SWIFT?
    MUNDOS CONTROLADOS. ESTUDIO COMPARATIVO DE NOVELAS DISTÓPICAS
    EL PAN EN LA MESA, LA COMPAÑÍA CASERA
    SEMBLANZA DE KAZUO ISHIGURO
    "LECCIÓN DE COCINA", DE ROSARIO CASTELLANOS
    LA HERENCIA DE HAMLET
    NOVELISTAS Y NALGAS
    SHAKESPEARE, "PROFESOR DE FILOSÍA". EL PRIMER SUEÑO DE ROMEO
    CARLOMAGNO PÉRALTE: JESUCRISTO NEGRO LATINOAMERICANO

    2022
    JOHN COLTRANE EN AMBAS DIRECCIONES A UN TIEMPO
    PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA JUAN REJANO. CRÓNICA DE CASI UN LUSTRO (2019-2022)
    LA BATALLA DE ARGEL: EL TEMA COMO EN UN ESPEJO
    EL METATEATRO EN TRES OBRAS DE PALOMA PEDRERO
    ULISES: UNA PASIÓN LITERARIA
    DYLAN Y GINSBERG SOBRE LA TUMBA DE KEROUAC
    EN OLISSIPPO, BREVES APUNTES SOBRE LISBOA
    EL PINTOR DE LOS OJOS VENDADOS
    L
    WALDO SANTOS: HOMENAJE Y LECTURA
    WHAT LOVE IS IT, CATHY, WE NEED? PUSILLANIMITAS Y MASCULINIDAD TÓXICA EN HEATHCLIFF (BRONTË) Y LAW (CARSON)
    MACKY CORBALÁN, POETA

    2021
    ANA LUISA AMARAL O LA SENCILLEZ DEL EXCESO
    LA SUAVIDAD DEL SONIDO DE LA ARMONÍA
    POESÍA INDÍGENA (ACTUAL) CENTROAMERICANA: UN ACERCAMIENTO CONTRAHEGEMÓNICO
    CARLOS PÉREZ SIQUIER, LA LUZ DEL SUR
    PETRARCA Y LOS ORÍGENES DEL SONETO
    ALFREDO RODRÍGUEZ, AGENTE DOBLE
    HACIA LA ESPAÑOLIDAD DE CORMAN McCARTHY
    LOS PROVERBIOS FLAMENCOS
    LA TRAGEDIA DEL ARTE
    «SE HACE LENGUAJE EL CORAZÓN Y CANTA» IN MEMORIAM JESÚS HILARIO TUNDIDOR
    LA DESTRUCCIÓN IDENTITARIA EN DR. JEKYLL Y MR. HYDE Y ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS
    DESDE EL LUGAR DEL LECTOR
    DESDE EL ‘PICASSO’ DE COLEMAN HAWKINS HASTA EL DE JAVIER DENIS. LAS DISTANCIAS SALVADAS
    MÁSCARA(S): ESTA (NO) ES TU CARA. DE PAUL MCCARTHY A GORDON VON STEINER
    LOS ESPACIOS COTIDIANOS
    RECEPCIÓN DE "LA REGENTA" EN SU TIEMPO
    EL MALESTAR DE LA CULTURA REFLEJADO EN "LA TIERRA BALDÍA"
    LA NATURALEZA DE LA NADA

    2020
    ECOS DE TENNYSON EN POETAS ESPAÑOLES DE HOY
    WYOMING EN LA POESÍA DE MIGUEL D'ORS
    LA LUCIDEZ ANTE LA VIDA DE MIGUEL CATALÁN
    MÁS DE UN GRAMO DE DULZURA EN LA LITERATURA: LOS AUTORES REGALIZ
    DEJA QUE YO TE LO CUENTE
    ENSAYO DE UNA HIPÓTESIS (DIVAGACIONES SOBRE PINTURA)
    LA BÚSQUEDA DE HUYSMANS
    MORRICONE NO SOLO COMÍA SPAGUETTI
    CARLOS GARDEL Y JOAN TOMÁS
    LA ESCRITURA OBSTINADA: LOS CUENTOS DE JESÚS GARDEA
    "SEDA" DE ALESSANDRO BARICCO Y SU AFINIDAD CON HERMANN HESSE
    CONTEXTOS DE "EL AMERICANO" DE HENRY JAMES
    23 DE ABRIL. DÍA DEL IDIOMA
    EL DESBORDE EN LA POESÍA DE FRANCISCO LAYNA RANZ
    VERSOS CELEBRATIVOS Y EXQUISITOS: BASILIO SÁNCHEZ
    MEDITACIÓN POR LA PUREZA: NIEVE, SANGRE Y ÉBANO
    ASÍ LOS CREADORES
    UN NUEVO MODELO DE MUJER EN LA LÍRICA HISPANA DEL BAJO BARROCO

    2019
    LA LITERATURA DOMINICANA DEL SIGLO XXI
    OMNE ANIMAL POST COITUM TRISTE EST
    LA CUEVA DE MONTESINOS: UN DESCENSO A LOS INFIERNOS
    13 HABITACIONES PROPIAS EN UN CULIACÁN DESPUÉS DE LAS BALAS
    EL MUELLE DEL PUERTO GRANDE
    UN IMPERDONABLE OLVIDO DE LA LITERATURA ARGENTINA: LIBERTAD DEMITRÓPULOS
    AL OTRO LADO DE LA TRINCHERA HABÍA UN POEMA.
    EN TORNO A AFGANISTÁN: DIARIO DE UN SOLDADO
    DE GUILLERMO DE JORGE

    EL DESTINO Y LA IMPOSIBILIDAD DE SER FELIZ EN LA COSMOVISIÓN GRIEGA
    PICASSO Y LA POESÍA
    JACK FINNEY, DETECTIVE DEL TIEMPO
    "LA VIDA PERRA DE JUANITA NARBONI" DE ÁNGEL ÁZQUEZ: LA DIÉGESIS DE UNA NEUROSIS
    MÁNCHESTER: LA CAPITAL INGLESA DE LA MÚSICA ROCK (1976-1991)
    EL SÍNDROME DE KOTOV
    HOMENAJE A ANAHÍ LAZZARONI
    JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN: COMO SI EL TIEMPO NO MURIESE
    LA SANTA MENTIRA
    SOBRE POESÍA Y REDES
    PAPEL PINTADO
    SANTIAGO AGUILAR Y CARLOS GARDEL. EL ESPAÑOL QUE SUPO QUE EL REY DEL TANGO ERA FRANCÉS

    2018
    DEL SILLÓN A LA JUNGLA
    ILDEFONSO RODRÍGUEZ: EL OFICINISTA DEL RÍO
    EL MUNDO DE 1984 Y SUS PARALELISMOS CON LA REALIDAD CONTEMPORÁNEA
    LA INFLUENCIA DEL PAISAJE EN LOS POETAS VALENCIANOS CONTEMPORÁNEOS
    EL PROGRESO EN LA CAVERNA
    UNA EXTRAORDINARIA APORTACIÓN A LA BIBLIOGRAFÍA GARDELIANA: "LA LÁGRIMA EN LA GARGANTA" DE YÉPEZ-POTTIER
    LA SOMBRA DE DELIBES ES ALARGADA
    PANFLETO CONTRA LA NOVELA NEGRA
    METÁFORAS CONTEMPORÁNEAS DE DIOS
    EMILIA PARDO BAZÁN, LIBROS Y CABALLEROS EN EL SIGLO XIX
    UNA NIÑA Y UN NOBEL
    LA HISTORIA DE AMOR (FALLIDA) ENTRE KIM Y THURSTON
    LA NOSTALGIA DE JAIME GIL DE BIEDMA EN "MORALIDADES" Y "POEMAS PÓSTUMOS"
    SESÉ, ME ACUERDO
    HEMINGWAY Y LAS COINCIDENCIAS
    MEDITACIÓN DEL CANTÁBRICO
    VIGENCIA DE UNA LITERATURA INVISIBLE: ALFREDO PAREJA DIEZCANSECO
    DOS FOTOGRAFÍAS DE GUERRA
    LA MIRADA AL MUNDO DE FERNANDO DEL VAL
    LAS CÉLEBRES ÓRDENES DE LA NOCHE: DESTIERRO, ASESINATO. LAS CICATRICES DEL MONSTRUO

    2017
    DON BALÓN DE BABA
    TERATOMA: REGRESO A LA METRÓPOLIS DEL SIMULACRO
    HOY HE CONOCIDO UN ÁNGEL
    LOS LUGARES AMADOS DE CÉSAR ANTONIO MOLINA
    POETA EN BUENOS AIRES
    ESCRITORES VALENCIANOS EN EL EXILIO DE AMÉRICA
    CARLOS MARZAL: REFLEXIÓN Y HONDURA EN EL SENTIR POÉTICO
    LA CONVERSIÓN DE LA VÍCTIMA EN VERDUGO
    BREVE REVISIÓN DEL PRINCIPIO DE ECONOMÍA DEL LENGUAJE
    POESÍA Y TRADUCCIÓN: UNA LECCIÓN DE GEOMETRÍA
    JOHN WILLIAMS Y SU ANTOLOGÍA DE POESÍA INGLESA DEL RENACIMIENTO
    TED KOOSER, CUANDO MENOS ES MÁS
    GAMONEDA INTERIOR: EL PASO AL VERSO VERDADERO
    ALFRED KUBIN O EL MOVIMIENTO NOCTURNO DE LA CONCIENCIA

    2016
    SHINY HAPPY PEOPLE? UNA DESMITIFICACIÓN DE LA VISIBILIDAD DEL UNDERGROUND NORTEAMERICANO
    NOTAS SOBRE EL ESQUIZORREALISMO
    CUBISMO PICTÓRICO. MODERNISMO LITERARIO. UNA ESTÉTICA COMPARTIDA ENTRE STEIN Y PICASSO
    SOBRE CASPER KANG: EXTRAÑOS LABERINTOS, BUCLES Y CAOS
    DERIVAS SONÁMBULAS: SÍNDROME DE MOEBIUS
    JAVIER LOSTALÉ: LA POESÍA COMO LLAMA Y CENIZA
    LA POLICÍA SEMÁNTICA
    DISECCIONES DE LO COTIDIANO: FOLLAR O NO FOLLAR, HE AHÍ EL DILEMA
    HERAKLÉS: LA IMPORTANCIA DE SER DISTINTO. UNA VISIÓN DE LA HOMOSEXUALIDAD EN LA MIRADA DE JUAN GIL-ALBERT
    EL ALMA DE PACO MIRANDA: ELEGÍA EN CINCO MOVIMIENTOS CRONOLÓGICAMENTE DESORDENADOS (MÁS UN SUEÑO Y UNA PESADILLA)

    2015
    HOMERO EXPÓSITO: LA METÁFORA EN EL TANGO
    LA HONDURA HUMANA Y NARRATIVA DE JOSÉ LUIS SAMPEDRO
    ARANOA. UN TEXTO IMPERFECTO
    ESTARÉ BESANDO TU CRÁNEO. "PRINCIPIO DE GRAVEDAD" DE VICENTE VELASCO


    LOS AÑOS DE FORMACIÓN DE JACK KEROUAC


    ALGUNAS FUENTES FILOSÓFICAS EN LA NARRATIVA DE JORGE LUIS BORGES



    EDWARD LIMÓNOV: EL QUIJOTE RUSO QUE SINTIÓ LA LLAMADA A LA ACCIÓN


    EXILIO Y CULTURA EN ESPAÑA


    VIGENCIA DE LA RETÓRICA: RALPH WALDO EMERSON, MIGUEL DE UNAMUNO Y EL AYATOLÁ JOMEINI


    LA VISIÓN DE RUBÉN DARÍO SOBRE ESPAÑA EN SU LIBRO "ESPAÑA CONTEMPORÁNEA"


    PUNTO DE NO RETORNO


    JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD: ENTRE LA NOCHE Y LA CREACIÓN


    EL HIELO QUE MECE LA CUNA


    NO FUTURE


    MUERTE EN VENECIA: DE LA NOVELA AL CINE


    GUILLERMO CARNERO: DEL CULTURALISMO A LA POESÍA ESENCIAL


    ARCHIPIÉLAGOS DE SOLEDAD DENTRO DE LA PINTURA


    JUAN GOYTISOLO, NUEVO PREMIO CERVANTES, LA LUCIDEZ DE UN INTELECTUAL CONTEMPORÁNEO


    LA INFLUENCIA DE LUIS CERNUDA EN LA OBRA DE FRANCISCO BRINES


    EL LENGUAJE POÉTICO, REALIDAD Y FICCIÓN EN LA OBRA DE JAIME SILES


    EL ENSAYO COMO PENSAMIENTO GLOBAL EN LA OBRA DE JAVIER GOMÁ


    DESIERTOS PARADÓJICOS, DESIERTOS MORTÍFEROS


    DOS POETAS ANDALUCES Y UNA AVENTURA EXISTENCIAL


    "NEO-NADA", DE DOMINGO LLOR


    EL SOMBRÍO DOMINIO DE CÉSAR VALLEJO


    LAURIE LIPTON: DANZAS DE LA MUERTE EN UNA ERA DEL VACÍO


    MUJICA. LA SAPIENCIA DEL POETA


    IMITACIÓN Y VERDAD. JOHN RUSKIN


    LA OBRA LUMINOSA DE ÁLVARO MUTIS A TRAVÉS DE MAQROLL EL GAVIERO


    SIEMPRE DOSTOIEVSKI. REFLEXIONES SOBRE EL CIELO Y EL INFIERNO


    ANÁLISIS DEL PERSONAJE DE OFELIA EN HANMLET DE WILLIAM SHAKESPEARE


    EL QUIJOTE, INVECTIVA CONTRA ¿QUIÉN?


    ESQUINA INFERIOR DERECHA, ESCALA 1:500


    BAUDELAIRE Y "LA MUERTE DE LOS POBRES"


    "ES EL ESPÍRITU, ESTÚPIDO"


    CONEXIÓN HISPANO-MEJICANA: JUAN GIL-ALBERT Y OCTAVIO PAZ


    LADY GAGA: PORNODIVA DEL ULTRAPOP


    LA BIBLIA CONTRA EL CALEFÓN. LAS IMÁGENES RELIGIOSAS EN LOS TANGOS DE ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO


    VILA-MATAS, EL INVENTOR DE JOYCE. UNA LECTURA DE "DUBLINESCA"


    UNA BOCANADA DE AIRE FRESCO: EL NUEVO PERIODISMO


    COMO LA VOZ DEL ANIMAL NOCTURNO. BREVES ANOTACIONES SOBRE LA TRAYECTORIA POÉTICA DE CRISTINA MORANO


    JOHN BANVILLE: LA ESTÉTICA DE UN ESCRITOR CONTEMPORÁNEO


    KEN KESEY: EL MESÍAS DEL MOVIMIENTO PSICODÉLICO


    CINCUENTA AÑOS DE UN LIBRO MÁGICO: RAYUELA, DE JULIO CORTÁZAR


    LA INCOMUNICACIÓN Y EL GRITO


    QUEVEDO REVISITADO: FICCIÓN, REALIDAD Y PERSPECTIVISMO HISTÓRICO EN "LA SATURNA" DE DOMINGO MIRAS


    LAS RIADAS DEL ALCANTARILLADO


    MÚSICA EN LA VANGUARDIA: LA ESCRITURA DE ROSA CHACEL


    MULTIPLICANDO SOBRE LA TABLA DE LA TRISTEZA: UNA APROX. A LA TRAYECTORIA POÉTICA DE JOSÉ ALCARAZ



    RUBÉN DARÍO EN LOS TANGOS DE ENRIQUE CADÍCAMO


    THE VELVET UNDERGROUND ODIABAN LOS PLÁTANOS


    "TREN FANTASMA A LA ESTRELLA DE ORIENTE" DE PAUL THEROUX: EL VIAJE COMO FORMA DE CONOCIMIENTO


    EL TEMA DEL VIAJE EN LA PROSA FANTÁSTICA HISPANOAMERICANA



    GUERRA MUNDIAL ZEUTA


    LA HAZAÑA DE PUBLICAR UN NOVELÓN CON SOLO 25 AÑOS


    JACINTO BATALLA Y VALBELLIDO, UN AUTOR DE REFERENCIA


    EL OJO SONDA: LA MIRADA DE TERRENCE MALICK


    SURF Y MÚSICA: MÚSICA SURF


    EL PERSONAJE METAFICCIONAL DE AUGUST STRINDBERG



    MARCELO BRITO: PRIMEROS PASOS HACIA EL TREMENDISMO EN LA OBRA DE CAMILO JOSÉ CELA


    EPIFANÍAS JOYCEANAS Y EL PROBLEMA AÑADIDO DE LA TRADUCCIÓN


    EL VALLE DE LAS CENIZAS

    RASGOS BRETCHTIANOS EN "LA TABERNA FANTÁSTICA" DE ALFONSO SASTRE


    AL OESTE DE LA POSGUERRA. JÓVENES EXTREMEÑOS EN EL MADRID LITERARIO DE LOS CUARENTA


    LORD BYRON Y LA MUERTE DE SARDANÁPALO


    JUAN GELMAN. UNA MIRADA CARGADA DE FUTURO


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