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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
por JUANDE MERCADO Quizás a mucho de ustedes la palabra “Nuevo Periodismo” no les diga nada. En cambio, para otros con cierta propensión a la obsesión compulsiva de leer (y, en verano, a releer), hay ciertos libros que, por arte de birlibirloque, se convierten en un faro con un haz lumínico capaz de llegar a otros primos hermanos de letra impresa escondidos (tímidos ellos) detrás del libro madre, cuales afluentes torrenciales de un Yeniséi libresco. Señores, este fenómeno paranormal, con secuelas psíquicas preocupantes para ciertos practicantes de esta rara religión, lo sufro cada verano en mis magras carnes con la relectura de El Nuevo Periodismo de Tom Wolfe. Vivimos en el periodo de la historia de la humanidad con el mayor abanico de oportunidades de ocio. Es por ello que hay ciertos bípedos vertebrados que se amodorran en el sofá viendo partidos del mundial de fútbol, hay otros más coquetos que prefieren la tostadora solar de la playa y, los menos, en franco peligro de extinción, prefieren el disfrute individual de una buena lectura sencilla y nutritiva. Me incluyo en esta última tribu de homínidos. ¿Qué hace especial a El Nuevo Periodismo? No puedo ser demasiado objetivo y advierto, de antemano, que me hubiera gustado ser el hijo bastardo de Tom Wolfe, pero este librito, sin ningún apego por la trascendentalidad pedante que algunos autores imprimen en sus libros, es un catecismo de 214 páginas sobre cómo se coció una nueva forma de contar historias por parte de una nueva generación de periodistas norteamericanos: una forma de contar historias fresca, entretenida y desacomplejada, alejada de los estándares de la seriedad canónica a los que el periodismo norteamericano anterior a la década de los sesenta tenía acostumbrados a sus lectores. Sería injusto echar solo pestes de revistas literarias cultas, con cierta carga elitista, como The New York Review of Books, que de largo son preferibles a cualquier revista europea, pero el nutritivo ensayo que Wolfe escribió en 1973, pocos años después de que el género estallara como si fuera un “verano del amor literario”, es uno de esos libros clave para comenzar a investigar y entender qué demonios le pasó a la sociedad norteamericana de mediados de los sesenta. En esa década mágica, acaecieron tantos fenómenos sociales y culturales y, ¡a tanta velocidad!, que nadie en el ardor del “directo” pudo prever los efectos perennes que esos cambios sísmicos iban a tener en el futuro inmediato. Nuestra vida actual es totalmente deudora de esa liberación de usos y costumbres que fue la Contracultura y que tan certeramente supieron captar y narrar el ejército de “nuevos periodistas”, con Wolfe y Talese a la cabeza. Por ejemplo, si un adolescente del siglo XXI quisiera saber cómo fue la revolución psicodélica de Kesey y Leary, debería leer Ponche de ácido lisérgico de Wolfe. Si quisiera desentrañar cómo es por dentro una comunidad que practica el amor libre, debería leer La mujer de tu prójimo de Talese (eso sí que es una inmersión total en la historia: al bueno de Gay casi le cuesta el matrimonio). Si quisiera vivir en primera persona cómo fue una manifestación antibelicista, lo más aconsejable sería que cogiera de la mano a Mailer y se encaminara hacia Los ejércitos de la noche. Si quisiera saber qué es lo que pasó realmente en la guerra de Vietnam, qué duda cabe que es indispensable zambullirse en la lectura de Despachos de guerra de Herr. El Nuevo Periodismo consta de dos partes totalmente diferenciadas. La primera parte es un ensayo de 80 páginas en el que Wolfe (¡el tipo engaña con esa pinta de dandy gañán sureño con trajes blancos hechos a medida!) imparte una lección magistral acerca de cómo se fraguó una revolución periodística y literaria de primer nivel, primero, en revistas como Esquire y en suplementos dominicales de periódicos como The Herald Tribune (a principios de los sesenta, contaba con Brestlin y el propio Wolfe como plumillas destacadas) y The New York Times (en sus filas, el poderoso Talese) y, después, tras el éxito arrollador de la publicación de A sangre fría en 1966 que significó la irrupción en tromba de las “non fiction novels”, Wolfe explica el ocaso de la novela tradicional norteamericana como género literario predominante de las letras americanas. Su reinado indiscutido abarcó casi un siglo: desde 1870 hasta 1965. La segunda parte del libro son 135 páginas en las que se recopilan nueve extractos de novelas o reportajes enmarcados dentro del Nuevo Periodismo y en los que, aun habiendo pasado cerca de cuarenta años de calendario desde que las piezas fueron escritas, muchas de ellas mantienen una absoluta vigencia. Buena prueba de ello es que editoriales como Anagrama han vuelto a reeditar recientemente títulos bandera del género como La izquierda exquisita & Mau-mauando al parachoques. Este humilde articulista desconoce si la edición original americana incluía algún reportaje de Talese o H. S. Thompson. Sí puede decir que, desgraciadamente, la edición española no incluye ninguna pieza de los autores anteriores y estas ausencias lastran la redondez de lo que hubiese sido una recopilación completa sobre los “nuevos periodistas”. Cada texto está precedido de una entradilla escrita por Wolfe donde el maestro de Richmond desgrana algunos datos biográficos del autor y escribe una sinopsis de cada pieza conectándola con el marco histórico de referencia en que cada una fue escrita, aparte de destacar algún que otro logro narrativo alcanzado. Es muy posible que la prosa de Wolfe sea cargante para ciertos lectores a los que les agota el uso reiterado de onomatopeyas (me incluyo entre ellos), cierta tendencia malsana a explayarse con las descripciones de ambientes sociales (sin menoscabo de ese gran fresco épico de la high society neoyorquina que es La izquierda exquisita) y el abuso de signos de puntuación cuando la narración no lo requiere (¡qué le vamos hacer: los genios son así de caprichosos!); pero es indudable que, al igual que antes hicieran Fante o Hemingway, Wolfe es un extraordinario y original contador de historias. Y quien sabe contar historias desde un punto de vista narrativo original y, a la vez, posee un estilo propio dotado de una prosa chispeante que rezuma frescura y espontaneidad, tiene muchas más probabilidades que otros escritores de alcanzar una legión incondicional de lectores. Wolfe los tuvo, tiene y tendrá a pesar que ya arrastre ochenta y tres tacos a sus espaldas. Desde 1970 (año de publicación de La izquierda exquisita) hasta 2012 (año de publicación de Bloody Miami, su último libro), Wolfe se ha convertido por méritos propios en el mejor narrador de la América urbana y ha diseccionado con fino bisturí, causticidad marca de la casa y una prodigiosa pluma las costumbres sociales de diversas generaciones de americanos que han vivido en una era de opulencia material nunca vista antes siendo el notario de los deseos insatisfechos, de los secretos más inconfesables y de las frustraciones personales y colectivas de una sociedad enferma por el dinero y el prestigio social. Es algo premeditado por Wolfe emular a su querido Balzac y disputarle el título de mejor cronista de los ritos y costumbres de unas elites narcisistas, ebrias de éxito económico y reconocimiento social. Los frescos sociales de ambos autores son ambiciosos en la forma y en el contenido y la principal diferencia entre ellos son los 150 años que separan sus vidas y sus obras. ¿Llegó a España el Nuevo Periodismo? Sí, amigos, llegó y no tan tarde como se podría pensar en primera instancia. Es cierto que la Contracultura española, comparada con la americana, fue un movimiento minoritario y muy localizado en ciertas ciudades ya que los íberos vivíamos los rigores opresores del franquismo y la ciudadanía, cada vez que reivindicaba algún pequeño espacio de libertad personal y colectiva, era golpeada con la vara verde de la represión. En ese claustrofóbico ambiente político y social, la desinhibición total de usos y costumbres sociales era una quimera. Existieron pocos españoles capaces de salir al extranjero para vivir afuera lo que aquí dentro estaba totalmente vetado. Para más información, lean el último libro del locutor radiofónico Jesús Ordovás, en el que narra su peripecia hippie, primero, por Europa y, más tarde, por Estados Unidos. A pesar de todos los obstáculos políticos y sociales, hubo una editorial pequeña de tamaño (por entonces) y grande de espíritu (antes y ahora) llamada Anagrama que apostó por la publicación de libros más relacionados con el subsuelo urbano que con el alto copete literario. En una fecha tan temprana como 1973, el lector español podía disfrutar de la edición española de, por ejemplo, La izquierda exquisita. Unos pocos pioneros iluminados como Jorge Herralde, fundador de Anagrama o, Pepe Ribas, fundador de Ajoblanco, contribuyeron a abrir ciertas ventanas de libertad en un país acostumbrado a las habitaciones literarias en penumbra, con una especial predilección por libros tristones como Tiempo de silencio. Gracias a la labor de estos y otros editores patrios contraculturales, la juventud española de las grandes ciudades pudo descubrir productos culturales diferentes que daban fe de la existencia de una realidad social technicolor que en nada se parecía a la suya propia. Todo un contundente efecto placebo y un ejemplo a seguir para el joven patrio. Este se dio cuenta que podía aspirar a vivir de una manera más libre y, a la vez, se podía crear una escena cultural alternativa que estuviera en las antípodas del aburrimiento estructural de la cultura oficial. A los curiosos impenitentes de la literatura nos faltan horas de reloj para leer todo aquello que, parafraseando al bueno de Morrisey, “diga algo sobre nosotros y sobre nuestras vidas”. Sin ser estrictamente necesario disfrazarse de Harold Bloom, sí que recomendaría encarecidamente a todo aquel que quiera pasar un buen rato de ocio veraniego de largo aliento mi particular Santísima Trinidad del Nuevo Periodismo: Ponche de ácido lisérgico de Wolfe (Anagrama), Honrarás a tu padre de Talese (Alfaguara) y Los ejércitos de la noche de Mailer (Anagrama). Si el ejercicio de masoquismo fuera de padre y muy señor mío, aparte de los antes citados, aquí va una bibliografía ampliada: ____ A la rica marihuana y otras especias de Terry Southern (Capitan Swing, 2012). ____ La Izquierda Exquisita y Mau-mauando al parachoques de Tom Wolfe (Anagrama, 2009). ____ Los Ángeles del Infierno, una extraña y terrible saga de Hunter S. Thompson (Anagrama, 2009). ____ Retratos y encuentros de Gay Talese (Alfaguara, 2010). ____ Miami y el sitio de Chicago de Norman Mailer (Capitan Swing, 2012)
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