por DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR [Extraído del nº 31, 2012] Roberto Juarroz (Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, 1925 - Temperley, 1995) ha sido uno de los poetas argentinos más importantes del siglo XX. No obstante, la estrella de su fama ha ido brillando y apagándose de forma intermitente desde la publicación de su primer libro (Poesía vertical) en 1958 hasta hoy. Imprescindible a veces, secreto otras, Juarroz es un poeta al que siempre merece la pena leer; que siempre nos sorprende con algún verso genial, alguna paradoja que nos deja inmersos en un mutismo enorme donde rompen las olas. La reciente edición de una antología de su poesía en la editorial Cátedra supone una afirmación de su carácter de clásico y, con motivo de dicha publicación, El coloquio de los perros me ha pedido que elabore una lista de tres razones para leer a Juarroz con la intención de descubrir la grandeza de este poeta a quienes aún no han tenido el placer de leerlo. Originalidad Juarroz no es un poeta original, en el sentido en que aplicamos este adjetivo para describir el estilo de un escritor. No quiere epatar. Su originalidad no consiste en llamar la atención, en desviarse de la norma y proclamarse raro frente al resto de escritores o frente a la Historia de la Literatura. Fue tan poco original, que su primer libro se llamó Poesía vertical y su último libro, ya póstumo, Decimoquinta poesía vertical. Entre esos dos, siempre respetó el título de su primera obra y se limitó a añadir el ordinal correspondiente. Nunca quiso cambiar de estilo, sorprender a sus lectores. Para él la poesía era otra cosa que una técnica y una cierta fama alentada por los críticos. Era una misión y una forma de vida y, pese a todo lo que he dicho, fundada, sobre todo, en lo original. Julio Cortázar afirmó de su compatriota: «Todo el tiempo he tenido la sensación de que usted logra asomarse a lo que busca con esa visión totalmente libre de impurezas (verbales, dialécticas, históricas) que en el alba de nuestro mundo tuvieron los poetas presocráticos, esos que los profesores llaman filósofos». Ahí, en el alba, reside la verdadera originalidad de Juarroz. En su manera de enfrentar la poesía como un lenguaje inocente, que desconoce la realidad tal y como nos es dada, como si estuviéramos en el origen del mundo, como si todo pudiera ser puesto en duda; preguntando, constantemente, como los niños, cosas elementales, que se saben: ¿Por qué las hojas ocupan el lugar de las hojas / y no el que queda entre las hojas? Lo original es no saber esas cosas. Usar la poesía para demostrar que nada se sabe de esa manera impersonal, impuesta. La poesía es el espacio del origen, el más cercano a la nada. Cuando uno se pone a escribir, sobre el vacío de la página en blanco, el mundo no existe. Cada nueva palabra lo crea de la nada, de una nada donde las hojas pueden ocupar, o no, el lugar que queda entre las hojas. Muchas veces se olvida esto. Juarroz no lo olvidó nunca. Todos sus poemas son una pregunta por el arché, por el origen, por lo que sostiene al mundo. Las metáforas arqueológicas llenan sus versos, en una incesante, obstinada, búsqueda de un origen que se sabe perdido, inaccesible y, no obstante, motor inmóvil (por seguir en estilo presocrático) de toda realidad manifestada. Filosofía Soy consciente de que hay muchos lectores de poesía que, cuando les hablan de filosofía, sacan su pistola. Tranquilos. Vuelvan a enfundar. La lírica de Juarroz es probablemente la más filosófica del siglo XX y todo ello sin citar a un solo filósofo en sus versos. Juarroz tiene una actitud filosófica porque para él la poesía es el espacio donde conocer y cuestionar. Toda su poesía es una pregunta por el mundo, el hombre y la palabra. Creo que la mejor forma de explicar esto es reproducir íntegramente el que probablemente es su poema más conocido: El mundo es el segundo término de una metáfora incompleta, una comparación cuyo primer elemento se ha perdido. ¿Dónde está lo que era como el mundo? ¿Se fugó de la frase o lo borramos? ¿O acaso la metáfora estuvo siempre trunca? El ímpetu de este poema es filosófico. No se trata de una poesía descriptiva, sensorial, que reproduzca una visión personal de alguna realidad concreta dotándola de un componente emocional, social o visual, que es la tendencia predominante en la poesía. Es un poema escrito para hablar, de forma abstracta, conceptual, sobre la realidad misma, lo cual podría ser una definición de filosofía. No obstante, Juarroz no creía en el carácter sistemático y excesivamente lógico de la filosofía convencional. Para él, la poesía supera esa limitación del discurso filosófico y se convierte en un espacio privilegiado donde el concepto convive con la imagen; lo universal, con lo temporal; la abstracción, con la angustia del hombre como ser en un mundo sin origen. Ética Todo lo dicho anteriormente deja ver la actitud ética que domina la poesía de Juarroz. El poema juarrociano se convierte (para él tanto como para nosotros) en una doble obligación. La primera tarea, lo primero que el poema nos ordena (1) hacer, es cuestionar todo aquello que no es dado en el lenguaje y el pensamiento como algo sabido, incuestionable. Este trabajo destructor nos lleva muchas veces a un espacio límite, a un abismo (que, junto al origen, es su otro gran espacio simbólico) donde todos los fundamentos que considerábamos sólidos e indestructibles se deshacen como ilusos castillos de arena. La segunda orden, lo otro que debemos hacer, es saltar. No retroceder ante el abismo encontrando rápidamente alguna divinidad o nuevo fundamento que disimule la grieta abierta, sino enfrentar ese enorme acantilado de la ausencia de origen y de fundamento y trabajar en él: cultivar el vacío, cultivar el silencio, no apartar la mirada y, finalmente, hacer lo que no puede hacer la filosofía y sí la poesía: saltar. Un salto más allá de la lógica que está destinado a caer, evidentemente, pero en ese descenso podremos descubrir nuestra esencia limítrofre, el ser ausente de las cosas, la posibilidad infinitamente abierta que es el mundo. Creo que no hay mejor razón para leer a un poeta; porque, tras ese salto, nunca se cae en el mismo sitio del que partimos: Todo salto vuelve a apoyarse. Pero en algún lugar es posible un salto como un incendio, un salto que consuma el espacio donde debería terminar. He llegado a mis inseguridades definitivas. Aquí comienza el territorio donde es posible quemar todos los finales y crear el propio abismo, para desaparecer hacia adentro. (1) Una característica estilística muy destacada en su poesía, es la abundancia de verbos en imperativo, de verbos infinitivo impersonal con carácter imperativo y de perífrasis verbales de obligación. ![]()
3 Comments
por ANTONIO COSTA GÓMEZ En Colombia la literatura refleja la vida, y viceversa, como en todos los países. Y allí hay mucho de exagerado, confuso, hinchado, violento, en la literatura y en la vida. Héctor Abad en El olvido que seremos relató cómo mataron a su padre y a muchos liberales en Medellín. Los paramilitares con la complicidad del gobierno sembraron el terror en el país e hicieron imposible toda discusión. Germán Castro Caicedo en Que la muerte espere habla de campesinos asesinados y arrastrados de aquí para allá por unos y por otros. Que parecen aplastados por una maldición bíblica, que no saben por dónde vendrán los tiros. Lo malo es que la muerte no espera. Pero algunos se rebelan contra ella, como Albert Camus en El hombre rebelde. Haría falta que leyeran más a Albert Camus. Juan Gabriel Vásquez habla en El ruido de las cosas al caer de cómo lincharon a un elefante que se había escapado de la antigua hacienda de Pablo Escobar y causaba destrozos en los sembrados. Pobre elefante, que no tenía la culpa de la hinchazón “caligulesca” de Escobar. La novela habla del ruido que hacen las cosas al caerse de un avión dinamitado por Escobar, es el ruido y la furia de Colombia. Pero al hablar del elefante tiene su toque de lirismo. Sí, hay demasiada truculencia, demasiado realismo mágico. Demasiados coroneles y demasiadas guerras interminables. Y demasiados excesos garciamarquiamos. Gabo se inspiró en las novelas de caballerías, pero los caballeros se dedicaban solamente a pelear y lo arreglaban todo con las armas. Creo que ya les hace falta un poco de paz burguesa. Hace falta el relato de Italo Svevo sobre cómo un viejo cruza sencillamente una calle en Trieste. Los colombianos tienen un orgullo nacional ilimitado. Creen que, a pesar de todo, su país es el mejor del mundo. Escuchándolos ellos tienen la mejor comida, el mejor queso, las mejores mujeres, el mejor lenguaje, la mejor música. Entonces, ¿por qué no disfrutar de esas maravillas en paz? Les hace falta alguien que cante su “suave patria” de colegialas que llegan por la tarde, y el sabor del pan como hizo Ramón López Velarde en México. Sentir la nostalgia, el paso del tiempo, las fantasías junto al agua, los juegos de los niños. Sí, les hace falta la lírica. Las canciones nostálgicas en el bar El Sotareño de Popayán, donde el viejo Agustín Sarria pone sus vinilos inagotables en la penumbra. La hacienda El Paraíso, cerca de Cali, en la que se desarrolla María de Jorge Isaacs, donde los niños meditan con las piernas puestas encima de los pequeños canales. Tomar un canelazo en el laberinto de terrazas de El Gato Gris, en La Candelaria de Bogotá. Dos viejos tardan cincuenta años en declararse en El amor en los tiempos del cólera y al final deciden quedarse en un barco en el río Magdalena y no volver nunca más a la tierra donde se destrozan los sueños. En un cuento de Álvaro Cepeda Samudio un hombre intenta olvidar un piano blanco toda la vida sin conseguirlo («cuando entré por primera vez en esta casa y lo vi en su rincón, abandonado como un gran animal blanco y triste, comprendí que debía alejarme enseguida de aquel lugar, que no debía volver más a esa casa»). Les hace falta ese lirismo. Los edificios duermen en el tiempo como si flotaran en el río Magdalena en Mompox. Hay tiendas perdidas en mitad de Los Andes, en el departamento de Tolima, que uno no sabe cómo alguien se atrevió a colocar sobre los abismos. Las terrazas escondidas tras los árboles en Aracataca se llenan de recuerdos que no se atreven a ser Macondo. Hay que evocar esas cosas, como han hecho Candelario Obeso en Mompox, Aurelio Arturo en el sur, Gabo en algunas páginas sobre Macondo. En los museos de Bogotá se ve a unos viejos de la cultura Tumaco, en el Pacífico, que se ríen descaradamente, mostrando todas sus arrugas, como si conocieran la falacia de las doctrinas y no les quedara más que disfrutar los momentos. Son como pequeños nietzsches líricos, que te dicen: déjate de gilipolleces y de armas y respira lo que todavía queda de vida. Les hacen falta esos poetas. Sí, ya han contado demasiadas desmesuras, demasiadas grandezas épicas. Y se han rasgado demasiado los testículos como Fernando Vallejo. O demasiado nadaísmo estridente de Gonzalo Arango. Ya va siendo hora, joder, de aburrirse un poco, o de tomar una copa. De escuchar a Chopin o arreglar la camisa de hilo. Ya está bien de la Guerra de Troya, de la Biblia, de la Tragedia Griega, de todas esas cosas que influyen en la literatura y la vida de Colombia. Tal vez ya basta de cierto Faulkner. Y si no, hay que buscar en la Biblia el Cantar de los Cantares. O en Faulkner aquel cuento sobre las reminiscencias de un olor a verbena. Tal vez hay que mirar los zapatos viejos que no nos atrevemos a tirar, como decía Luis Carlos López en un poema que está grabado en piedra en Cartagena de Indias. O recordar esos días en que nuestra alma está un poco torcida, como un cuadro en la pared difícil de enderezar, como dice el irónico metafísico Rómulo Bustos. El expresidente Uribe es como el Cid Campeador de los colombianos y quiere su epopeya de la guerra y muchos se la cantan. Pero Colombia ha tenido ya demasiadas epopeyas descomunales, demasiadas hazañas bélicas como aquellas de los tebeos. Hace falta un poco de poesía o de emoción o de zumbido. Como ese desgarro interior y maldito de la poesía de Raúl Gómez Jatin («toma mi poesía con este brazo, / acabo de arrancarlo»). O como las páginas de la novela del romanticismo, María, en la que no ocurre nada, pero uno alucina a cada instante con la pasión de la naturaleza («las nubes se extendían como una bailarina de Oriente que apartara sus velos»).
Siéntense a saborear el sentido de la tierra que todavía queda, como diría Nietzsche. García Márquez empezó escribiendo en Barranquilla unos textos que se inspiraban en el Natanael de Los alimentos terrestres de André Gide. El Natanael de Gide invitaba a disfrutar y a saborear la vida como fruta abierta sin pensar en maximalismos ni en doctrinas. Hay que salir de la Historia feroz e interminable e instalarse en los instantes, y tomar guayaba. Hay que dejar de pelear por Helena, como decía Derek Walcot, y acostarse con ella. O colocar bien el culo, como las gordas de Botero. Sí, creo que Colombia tiene ya demasiada acción desaforada, demasiado realismo mágico. Necesita más el poema, el acordeón, la canción de Medellín inspirada en las rancheras mejicanas, el canto suave de los llanos. Los libros de Juan Gossaín (Puro cuento, La muerte de María Abdala) que incitan a la magia irónica y a disfrutar del Caribe. No me hace ilusión ver en Cartagena de Indias los entierros al ritmo de champeta, eso me sugiere que van a empezar los tiros. Prefiero las siestas indolentes, las viejas fotos en blanco y negro guardadas en los armarios. Los poemas sobre Este lugar de la noche («ahora que las niñas se desvisten, / con un secreto temor, / y en el fuego bailan duendecillos azules»). Los Nocturnos de Silva en la casa enfebrecida por la vegetación de Gustavo de la Espriella. |
ARTÍCULOS
El Coloquio de los Perros. ESTARÉ BESANDO TU CRÁNEO. "PRINCIPIO DE GRAVEDAD" DE VICENTE VELASCO
SALZBURGO VISIONARIA DE TRAKL LOS AÑOS DE FORMACIÓN DE JACK KEROUAC HAFEZ, LAS TABERNAS MÍSTICAS ALGUNAS FUENTES FILOSÓFICAS EN LA NARRATIVA DE JORGE LUIS BORGES EDWARD LIMÓNOV: EL QUIJOTE RUSO QUE SINTIÓ LA LLAMADA A LA ACCIÓN PERO, ¿QUIÉN ERA FERNANDO PESSOA? EXILIO Y CULTURA EN ESPAÑA VIGENCIA DE LA RETÓRICA: RALPH WALDO EMERSON, MIGUEL DE UNAMUNO Y EL AYATOLÁ JOMEINI LA VISIÓN DE RUBÉN DARÍO SOBRE ESPAÑA EN SU LIBRO "ESPAÑA CONTEMPORÁNEA" LIBROS Y VOLCANES PUNTO DE NO RETORNO JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD: ENTRE LA NOCHE Y LA CREACIÓN PERROS CARIBEÑOS EL HIELO QUE MECE LA CUNA UN VIEJO QUE NUNCA SE RINDE EN EL KALEVALA NO FUTURE MUERTE EN VENECIA: DE LA NOVELA AL CINE NIKOLAUS LENAU, EL OLOR DEL ARMARIO GUILLERMO CARNERO: DEL CULTURALISMO A LA POESÍA ESENCIAL ARCHIPIÉLAGOS DE SOLEDAD DENTRO DE LA PINTURA JUAN GOYTISOLO, NUEVO PREMIO CERVANTES, LA LUCIDEZ DE UN INTELECTUAL CONTEMPORÁNEO LA INFLUENCIA DE LUIS CERNUDA EN LA OBRA DE FRANCISCO BRINES XU ZHIMO, PASIÓN POR EUROPA EL LENGUAJE POÉTICO, REALIDAD Y FICCIÓN EN LA OBRA DE JAIME SILES EL ENSAYO COMO PENSAMIENTO GLOBAL EN LA OBRA DE JAVIER GOMÁ DYLAN THOMAS EN EL CABALLO BLANCO DE NUEVA YORK DESIERTOS PARADÓJICOS, DESIERTOS MORTÍFEROS DOS POETAS ANDALUCES Y UNA AVENTURA EXISTENCIAL "NEO-NADA", DE DOMINGO LLOR EL SOMBRÍO DOMINIO DE CÉSAR VALLEJO SEFERIS EN LAS MONTAÑAS DE CHIPRE LAURIE LIPTON: DANZAS DE LA MUERTE EN UNA ERA DEL VACÍO MUJICA. LA SAPIENCIA DEL POETA IMITACIÓN Y VERDAD. JOHN RUSKIN LA OBRA LUMINOSA DE ÁLVARO MUTIS A TRAVÉS DE MAQROLL EL GAVIERO SIEMPRE DOSTOIEVSKI. REFLEXIONES SOBRE EL CIELO Y EL INFIERNO ANÁLISIS DEL PERSONAJE DE OFELIA EN HANMLET DE WILLIAM SHAKESPEARE SÁNDOR MÁRAI EN NÁPOLES EL QUIJOTE, INVECTIVA CONTRA ¿QUIÉN? ESQUINA INFERIOR DERECHA, ESCALA 1:500 BAUDELAIRE Y "LA MUERTE DE LOS POBRES" "ES EL ESPÍRITU, ESTÚPIDO" CONEXIÓN HISPANO-MEJICANA: JUAN GIL-ALBERT Y OCTAVIO PAZ LADY GAGA: PORNODIVA DEL ULTRAPOP LA BIBLIA CONTRA EL CALEFÓN. LAS IMÁGENES RELIGIOSAS EN LOS TANGOS DE ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO VILA-MATAS, EL INVENTOR DE JOYCE. UNA LECTURA DE "DUBLINESCA" UNA BOCANADA DE AIRE FRESCO: EL NUEVO PERIODISMO COMO LA VOZ DEL ANIMAL NOCTURNO. BREVES ANOTACIONES SOBRE LA TRAYECTORIA POÉTICA DE CRISTINA MORANO LUBICZ-MILOSZ, EL PROFETA CALLADO JOHN BANVILLE: LA ESTÉTICA DE UN ESCRITOR CONTEMPORÁNEO MIROLAD PAVIC, LOCO COMO EL VIENTO DEL ESTE IVO ANDRIC, UNA NOCHE JUNTO AL DRINA KEN KESEY: EL MESÍAS DEL MOVIMIENTO PSICODÉLICO CINCUENTA AÑOS DE UN LIBRO MÁGICO: RAYUELA, DE JULIO CORTÁZAR LA INCOMUNICACIÓN Y EL GRITO QUEVEDO REVISITADO: FICCIÓN, REALIDAD Y PERSPECTIVISMO HISTÓRICO EN "LA SATURNA" DE DOMINGO MIRAS CRUZANDO EL DANUBIO CON ELÍAS CANETTI LAS RIADAS DEL ALCANTARILLADO MÚSICA EN LA VANGUARDIA: LA ESCRITURA DE ROSA CHACEL MULTIPLICANDO SOBRE LA TABLA DE LA TRISTEZA: UNA APROX. A LA TRAYECTORIA POÉTICA DE JOSÉ ALCARAZ ERNESTO SÁBATO, EL EXPULSADO DE CLASE RUBÉN DARÍO EN LOS TANGOS DE ENRIQUE CADÍCAMO THE VELVET UNDERGROUND ODIABAN LOS PLÁTANOS WILLIAM SAROYAN, NO ES PROPIO DE TI ESTAR MUERTO "TREN FANTASMA A LA ESTRELLA DE ORIENTE" DE PAUL THEROUX: EL VIAJE COMO FORMA DE CONOCIMIENTO EL TEMA DEL VIAJE EN LA PROSA FANTÁSTICA HISPANOAMERICANA GUERRA MUNDIAL ZEUTA LA HAZAÑA DE PUBLICAR UN NOVELÓN CON SOLO 25 AÑOS JACINTO BATALLA Y VALBELLIDO, UN AUTOR DE REFERENCIA EL OJO SONDA: LA MIRADA DE TERRENCE MALICK SURF Y MÚSICA: MÚSICA SURF EL PERSONAJE METAFICCIONAL DE AUGUST STRINDBERG MARCELO BRITO: PRIMEROS PASOS HACIA EL TREMENDISMO EN LA OBRA DE CAMILO JOSÉ CELA EPIFANÍAS JOYCEANAS Y EL PROBLEMA AÑADIDO DE LA TRADUCCIÓN EL VALLE DE LAS CENIZAS RASGOS BRETCHTIANOS EN "LA TABERNA FANTÁSTICA" DE ALFONSO SASTRE AL OESTE DE LA POSGUERRA. JÓVENES EXTREMEÑOS EN EL MADRID LITERARIO DE LOS CUARENTA LORD BYRON Y LA MUERTE DE SARDANÁPALO JUAN GELMAN. UNA MIRADA CARGADA DE FUTURO FRANZ KAFKA: UN ESCRITOR DISIDENTE Hemeroteca
Archivos
June 2022
Categorías
All
|