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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
por ROSA DE DIEGO (Universidad del País Vasco) Las literaturas de expresión francesa, literaturas francófonas o de la Francofonía, han sido objeto de una atención especial desde que en 1970 se crea la Francofonía institucional (OIF). Muchas obras se expresan en francés en África negra, Magreb, Bélgica, Suiza o Quebec, pero ya no pueden considerarse dentro de la literatura francesa. Entre estas literaturas, la quebequense resulta ejemplar por su recorrido y popularidad. En sólo dos siglos ha conseguido autonomía, y en la actualidad posee un reconocimiento internacional indiscutible (1). Quebec, la mayor de las diez provincias canadienses, con más de 1.540.000 km.2, está situada en el noreste de América del Norte. La provincia de Quebec está muy próxima a Francia, tanto por su lengua como por sus orígenes históricos, pero, por otro lado, geográficamente, forma parte del espacio americano. Una de las principales consecuencias de esta doble relación, tanto con Francia como con Canadá, es el bilingüismo. Quebec destaca por su gran extensión, aunque el 85% de la población se concentra en apenas un 10% del territorio. Hay enormes distancias entre sus ciudades y los espacios habitados se concentran en torno al río San Lorenzo. Por otra parte, hay que subrayar la incidencia de los excesos climáticos en esta sociedad, ya que durante seis meses permanece cubierta de nieve. El cantante Gilles Vigneault lo expresa con estas palabras: «Mi país no es un país, es el invierno... Mi camino no es un camino, es nieve». UN POCO DE HISTORIA En 1534 el explorador francés Jacques Cartier desembarcó en la península Gaspé y tomó la región en nombre de Francia. Poco después, en 1608, Samuel de Champlain, explorador y diplomático francés, fundó la Ciudad de Quebec. A partir de este momento, se asienta en América del Norte, bajo el régimen francés, una colonia de unos 10.000 franceses, procedentes de varias provincias francesas, sobre todo Normandía y Bretaña. Tenían un buen conocimiento de las técnicas agrícolas. Destacaba, además, su profundo catolicismo. Aunque inicialmente la mayoría de estos inmigrantes franceses hablaba su dialecto natal, pronto se comunican en un francés común, que se enseña en la escuela, y se convierte en una lengua de prestigio. Este es el primer substrato de la futura identidad de Quebec, donde destacan la importancia de la religión, la presencia del campo y la lengua francesa. Tras la denominada Guerra de los siete años (1755-1762) entre Gran Bretaña y Francia, esta Nouvelle France se convierte en una colonia inglesa, hecho que queda ratificado tres años después, con el Tratado de París. La riqueza pasa entonces a manos del pueblo inglés, aunque esta colonia de campesinos se sigue expresando en francés. En este contexto surge un pequeño grupo francófono y burgués que favorecerá el inicio de una ardiente defensa de un nacionalismo jurídico-cultural, es decir, que busca el reconocimiento y la conservación de los derechos y de las particularidades culturales de los francófonos. Tras la fracasada insurrección de 1791, el gobierno británico firma un acta constitucional que impone al Bajo-Canadá (el Quebec actual, de mayoría francófona) y al Alto-Canadá (Ontario, de mayoría anglófona) un régimen de unión que conducirá a la asimilación paulatina de los canadienses franceses. Se produce en definitiva una progresiva hegemonía del inglés, presente en el terreno de la información, de la economía y de la administración. La lengua francesa pierde su prestigio y entra en situación de marginación y de resistencia. En 1840, la lengua inglesa es la única lengua oficial. Tras las guerras, se impone una sociedad industrial y urbana. El canadiense francés ya no es un campesino, sino que emigra a la ciudad y se hace obrero de una fábrica o empleado de un comerciante inglés. Sin embargo, la sociedad de Quebec sigue siendo tradicional y conservadora. Maurice Duplessis es el primer ministro de Quebec entre 1936 y 1939, y de 1944 a 1959. Su partido, la Unión Nacional desarrolla un programa conservador, que mantiene los intereses rurales y religiosos. El mandato de Duplessis se caracteriza por el exceso de autoridad y una gran depresión social, la grande noirceur. Aparecen entonces ciertos movimientos de contestación que reflejan que la sociedad de Quebec no está contenta y que busca un cambio. La crisis es económica, política, social y también cultural. En los años 60 surge el periodo denominado como La Revolución tranquila, que se caracteriza por un rechazo total a toda ideología que de alguna manera limite la libertad. Se inicia un tiempo de modernización y transformación de la sociedad de Quebec, una ruptura con la época conservadora del duplessismo. En junio de 1960, los liberales vencen las elecciones y Jean Lesage es nombrado primer ministro. El equipo de Lesage emprende la organización y modernización del Estado de Quebec. Sin embargo, la Revolución tranquila ofrece una imagen de la sociedad de Quebec repleta de insatisfacción. El viaje del presidente de Francia, Charles de Gaulle, a Canadá, en 1967, sirve para proyectar a una provincia y a una sociedad: «Quebec es un pueblo que desea ser autónomo, dueño de sí mismo y de su destino». Los años 70 se inician con la elección de Robert Bourassa y del Partido liberal, con importantes reformas sociales. Quebec vive una fase de cambio y de afirmación de su identidad. El 15 de noviembre de 1976, el partido independentista quebequés, PQ, con René Lévesque a la cabeza, llega al poder. Quebec afirma su soberanía en todos los ámbitos de su competencia. Abre delegaciones en las principales ciudades del mundo con el objetivo de dar a conocer la especificidad de un pueblo y de su cultura. Después de esta serie de actuaciones que, sin duda, han aportado la paz social y el progreso, el gobierno federal del partido quebequés decide, en la primavera de 1980, convocar un referéndum sobre la secesión. Pretende conseguir que Quebec tenga un poder legislativo independiente, que pueda controlar y percibir sus impuestos, y también establecer sus propias relaciones con el exterior. La campaña previa es dura. Con una gran participación, el 85% de la población de Quebec, un 59,6% dijo no. Se inicia entonces un nuevo periodo de negociaciones con los gobiernos centrales y provinciales. René Lévesque dimite en 1985, y las elecciones dan la victoria al partido liberal de Robert Bourassa, que conservará el mandato durante dos legislaturas. Pero en 1994, el partido quebequés regresa al poder, con Jacques Parizeau como primer ministro. En otoño de 1995, tal y como había sido prometido a la ciudadanía, se convoca un nuevo referéndum. La pregunta era de gran ambigüedad (2). Los resultados fueron prácticamente un empate, con una diferencia de menos de 55.000 votos. Quebec es un país dividido en dos. Desde 1996 y hasta 2003, el Partido Quebequés ha estado en el poder, aunque no con mayoría absoluta. En el 2003, le releva el Partido Liberal, que había prometido una mejoría en las relaciones federales y provinciales. Persiste un impasse en lo que se refiere a la cuestión de la soberanía política. En las elecciones generales de 2012, el partido volvió con un gobierno minoritario. Pauline Marois, la ganadora, planteó la posibilidad de un nuevo referéndum: «Queremos un país. Y lo tendremos». Pero en las siguientes elecciones, en 2014, gana el Partido Liberal de Quebec con Philippe Couillard. Y en el 2022 se produce de nuevo un cambio. El PLQ pierde y los independentistas sufren un duro revés, y llega al poder un nuevo partido, el CAQ, Coalition Avenir du Québec, con el empresario François Legault a la cabeza: «Hoy muchos quebequenses han dejado de lado un debate que nos ha dividido durante 50 años». Y es que, los jóvenes que habían nacido cuando se realizó el último referéndum tienen ya otras preocupaciones, como la normalización LGTB o el salario mínimo. Y, además, se ha producido un importante éxodo empresarial desde Quebec a Toronto por la inestabilidad independentista. Desde sus inicios, la historia de Quebec ha estado marcada por la afirmación de una identidad francófona y diferenciada del resto del país. Tres son los rasgos que definen en la actualidad la identidad nacional de Quebec. Su lengua francesa, sus rasgos canadienses, es decir, americanos, y su multiculturalismo. El habitante de la América francófona fue denominado primero canadiense, luego canadiense francés, a continuación, canayen. Finalmente se revalorizó el término québécois, quebequense. Con este término se incluyen a todos los francocanadienses, aunque no vivan en Quebec (como los de la zona francesa de Ontario o del Nuevo-Brunswick, que en realidad son acadianos). En la actualidad más del 80% de la población de Quebec, donde se encuentra la mayoría de los francófonos, habla francés. Pero el inglés ocupa un lugar importante y estratégico, de manera que se produce una situación clara de lenguas en contacto. Ello ha originado una lengua particular, un francés peculiar, tanto en la pronunciación como en el vocabulario. Desde 1969, Canadá es un país oficialmente bilingüe (3). Y desde 1977, Quebec es reconocido como un estado unilingüe, siendo el francés la lengua oficial. Los franceses de Quebec tienen derecho a trabajar, deliberar, informarse, consumir, ser educados, curados, administrados y servidos en francés. Montreal ofrece en la actualidad un rostro cosmopolita y una convivencia armónica de dos lenguas, con un gran respeto a la legislación vigente. Otro rasgo peculiar de esta sociedad es lo que he denominado la otredad, porque la sociedad de Quebec se ha forjado a lo largo de la historia desde la diferencia y en el mestizaje. El Otro puede tener diversos rostros y además su presencia se ha hecho más fuerte en función de los diversos momentos de su historia. El otro puede ser el autóctono, el amerindio; pero también la comunidad anglófona, o el inmigrante. El bilingüismo y el multiculturalismo han creado, en definitiva, un complejo puzle cultural en Canadá. La sociedad quebequense es desde entonces sobre todo cosmopolita, multiétnica y pluricultural. Y UN RECORRIDO POR LA LITERATURA Resulta casi milagroso que una literatura de expresión francesa haya podido desarrollarse en el continente americano. La literatura canadiense en lengua francesa tardó en nacer. Primero tuvo que romper el cordón umbilical con la madre patria. Y después construir su propia hegemonía, edificar un imaginario propio y diferente en suelo americano. Por lo tanto, su destino ha estado permanentemente marcado por un discurso específico, relacionado con una historia, una geografía, una ideología, una cultura, y preocupado por la búsqueda de una identidad francófona en América. Posteriormente, en una segunda fase, ha buscado el reconocimiento internacional. ¿Cuándo nace esta literatura? El origen de la literatura de Quebec se encuentra en el siglo XVI, busca sus signos de identidad a lo largo del siglo XIX, y adquiere cartas de nobleza durante el siglo XX. Esta literatura se hace con temas, formas, movimientos, y una evolución estética, diferentes de los de las literaturas europeas. La literatura de Quebec, tal y como aparece en este siglo XXI, es una literatura moderna y universal, que ha consolidado su personalidad y autonomía. Una literatura que posee sus clásicos, y que busca, sin cesar, alejarse de clichés folclóricos o de estereotipos erróneos. Que ha dejado de ser minoritaria, y de considerarse menor, como una ramificación de la literatura francesa. En este sentido basta con referirse a las diferentes apelaciones que le han sido atribuidas a lo largo de su corta historia: literatura francesa de Canadá, Canadiense-Francesa o Francesa de América, Literatura Francófona Canadiense y finalmente Literatura de Quebec. Los rasgos fundamentales de dicha literatura se encuentran en su lengua, en su origen, en sus diferencias y peculiaridades, y todo ello conforma su identidad. Es una literatura ecléctica y plural que se expresa en francés, pero no puede ser considerada como francesa. No obstante, es una literatura que no puede ser identificada con la producción literaria canadiense, a pesar de compartir muchos rasgos con ella. Creo que la evolución de la literatura de Quebec puede articularse en cinco apartados cronológicos, con sus movimientos, géneros, autores y grandes obras. En primer lugar, los “Orígenes”, desde 1534 (año del descubrimiento del territorio) y hasta 1837 (fecha de publicación de la primera obra de ficción (Le chercheur des trésors ou L’influence d’un livre de Philippe Aubert de Gaspé hijo). Es un periodo sin duda excesivamente largo y desproporcionado, pero durante tres siglos se construyen los cimientos de una escritura en francés y en tierra americana, aunque no hay aún grandes obras. Algunos relatos de viajes como los Escritos de la Nueva Francia, (una mezcla de descripción, reportaje histórico, y relato de aventuras) y algunos textos religiosos, por ejemplo, de los jesuitas. El segundo periodo toma como fecha de referencia 1837, tras la publicación de “la primera novela de costumbres canadienses”, y concluye en 1930, momento de cambio político y social. Se trata del “Nacimiento de una literatura”. Como ya he señalado, en estos años, la situación política, económica y social de Quebec se caracteriza por un exceso de autoridad, y ha pasado a la historia como “la grande noirceur”. Los inicios de esa literatura canadiense están llenos de prohibiciones y malentendidos, tanto con el poder anglófono como con la elite clerical. Es una literatura tradicional que reivindica el valor de la tierra, el terruño, de la lengua francesa y de la religión. Existe sin duda una literatura clásica en Quebec, con todo un repertorio de poesías, novelas, textos teatrales y ensayos que reflejan la evolución del hombre y de su relación con el país, al ritmo de los cambios sociales, culturales y políticos de Quebec, donde se reproducen movimientos europeos como el Romanticismo. A partir de 1930 comienza una etapa fundamental de grandes transformaciones y de “Consolidación” literaria, que concluye en 1960, con la denominada Revolución tranquila. Recordemos que en junio de 1960 los liberales vencen las elecciones y se inicia un nuevo periodo en la historia de Quebec. Paulatinamente se oye una voz que reivindica, que protesta, que se abre al exterior, y que toma conciencia de la diferencia de la cultura francocanadiense con respecto a la de Francia. La literatura de Quebec no sólo va a crecer, sino que sobre todo va a madurar y a hacerse independiente. La novela explora el nuevo mundo tanto en lo colectivo como a nivel individual, y experimenta con el tiempo y el espacio, mezcla lo real y lo ficticio, y sobre todo revoluciona su lenguaje. Surgen también nuevos temas en la poesía, que se caracteriza por su auge en calidad y en cantidad. Desde la ironía hasta la soledad, desde la naturaleza hasta la ciudad. El país, la memoria, el amor, la mujer, la esperanza, la historia, son algunos de los temas que sirven también para nuevas experimentaciones formales. Pero cuando en 1960 los liberales ganan las elecciones y se lleva a cabo la ansiada ruptura con el duplessismo, la Revolución tranquila transforma radicalmente la vida política, social y económica, pero también la cultural y literaria. Es el momento de los nacionalismos, de las reformas, de la pluralidad, del cambio de referentes, de la multietnicidad, del joual (4). La literatura francófona de Canadá es quebequense y se impone el sentimiento de quebecitud. La representación de la obra de Michel Tremblay (5), Les Belles-Soeurs, en el Teatro del Rideau Vert de Montreal en agosto de 1968 fue un auténtico escándalo y una revolución literaria. Nunca una obra de teatro había suscitado tanta polémica. No sólo por la crítica social, por la denuncia de los valores tradicionales, sino sobre todo por la revolución de la lengua utilizada. La obra de Tremblay sirve para que la sociedad quebequense se vea a sí misma reflejada en el escenario, con su complejo de inferioridad y su pasado marcado por ciertos valores tradicionales y por un sentimiento de alineación. Un anuncio publicitario de un concurso, que prometía dinero y felicidad a quien adivinara el número exacto de vacas en una fotografía en la que había un inmenso rebaño, le sugiere al autor el pretexto: quince mujeres de clase obrera, reunidas en la cocina de una de ellas, para ayudarle a pegar en un álbum un millón de sellos que esta acaba de ganar. Ella podrá después cambiar los muebles de su casa: J’vas toute meubler ma maison en neuf! J’vas avoir un poèle, un frigidaire, un set de cuisine. La ganadora invita a vecinas, cuñada y amigas, y su felicidad sólo provoca en las demás la envidia, sobre todo por pretender escapar de la miseria que las identifica y las une. Así que, entre charla y charla, una de ellas intentará robar sigilosamente su tesoro. Las demás la imitarán enseguida. Porque todas desean salir de la mediocridad y romper con la vulgaridad en la que viven. Y al final, cuando la dueña de la casa lo descubre, en un ataque de furia, hará volar todos los sellos por el aire. La intriga en el sentido habitual del término no existe. Reducida a la mínima expresión, cede el protagonismo a la palabra, una palabra que, como veremos después, estalla entre monólogos, se paraliza en diálogos, se hace coro, una especie de letanía, donde se yuxtaponen la triste realidad y el mundo imaginario. La estructura de la obra es sencilla: dos actos de desigual duración construyen esta intriga básica y circular, centrada en dos acciones contrarias. La primera contiene la llegada a la cocina de la ganadora de las cuñadas, que vienen a ayudarle en la tarea de pegar los boletos. La segunda termina con la expulsión de todas ellas de lo que es el espacio dramático. Toda una red de acontecimientos se va tejiendo en el interior, para crear un denso y complicado nudo teatral, dominado siempre por el fracaso y la carencia. Las cuñadas son las mujeres del barrio, de unos cuarenta años, amas de casa, con sueños de amor y lujo consumidos, de una misma condición, con idénticas frustraciones y deseos similares. Todas reunidas, creando un repertorio de figuras y formas de la desgracia, de la miseria, de la insatisfacción, porque, en definitiva, simbolizan a la familia de Quebec, el colectivo francés en Canadá. Estas mujeres representan a esa sociedad minoritaria, personas insatisfechas y que sufren en soledad. Creo que Michel Tremblay es sin duda un autor clave en la evolución de la literatura de Quebec. Aparentemente realista en la descripción, en las referencias sociológicas o en la lengua utilizada, consigue una exageración grotesca de lo real, deformándolo, estilizándolo, teatralizándolo. La realidad resulta, además de parcial y deformada, absurda e incluso cómica. Invita al espectador a contemplar la obra con capacidad crítica y reflexiva, para tomar conciencia de los problemas sociales y políticos planteados. Porque tras la denuncia de una alienación, se produce la liberación, precisamente, a través de la palabra. Se trata de no querer asumir una cultura heredada, trasplantada, prestada, de romper con ciertos mitos y arquetipos tradicionales que han condicionado y alienado a la sociedad. Pero lo realmente representativo y revolucionario de esta obra es la presencia del joual. Tremblay ya no utiliza en su obra un francés internacional, sino una lengua peculiar, el joual, que se convierte en el instrumento de afirmación de una identidad. Se caracteriza por una deformación ortográfica, es una trascripción mimética de la lengua oral, hablada, popular, llena de elipsis, que provoca un relajamiento general fonético. El joual irrumpe en estos años 60 en el texto literario como si hasta ese momento la lengua utilizada hubiera sido ficticia, es decir, artificial y prestada, alejada de la realidad de un espacio y de un pueblo. La utilización del joual es un instrumento que sirve para reflejar una identidad, como catalizador de la realidad canadiense francófona. Desde 1960, la literatura francófona de Canadá deja de ser canadiense, para denominarse quebequense. Quebec ha conseguido expresarse con su propia lengua, ni francesa ni americana y, de hecho, a partir de los años 70, su utilización ya no supondrá una provocación, una revolución, ni siquiera una polémica. Por ello, en los años 80, la literatura quebequense continúa su búsqueda por otros caminos, menos radicales, más íntimos y experimentales. Se trata de una escritura que emprende la vía de la modernidad, de la postmodernidad, con unas preocupaciones temáticas y formales más generales y universales. La literatura de Quebec contemporánea reflexiona sobre cuestiones que son universales, como la condición humana, el amor y la muerte, los conflictos de la pareja o de la familia, es decir, no sobre temáticas específicas o locales. Se preocupa también por la experimentación y la innovación formal, tal y como ocurre en otras literaturas. Y todo ello acompañado de una importante actividad crítica y ensayística potenciada por muchas e importantes revistas. Sin duda los años 80 abren una nueva era que destaca por una pausa en la polémica nacionalista. En el terreno político el no de los dos referéndums marca un periodo de transición en el proyecto soberanista e independentista de Quebec. Los escritores, y en general la sociedad, se desinteresan de la política, al menos como proyecto colectivo. Se produce una reflexión estética, formal, temática y literaria de signo universal. La literatura de Quebec tiene una personalidad propia y autónoma. Tiene sus códigos, sus temas, su imaginario, un sólido y singular corpus que queda patente en su difusión, en su enseñanza, en su aparato editorial, en sus redes de distribución, que aseguran su independencia y su reconocimiento dentro y fuera de sus fronteras. Si hasta los años 70 muchas mujeres habían sido protagonistas de las letras de Québec, como Laure Conan, Gabrielle Roy, Anne Hébert o Antonine Maillet, ninguna de ellas había considerado hacer de la escritura una práctica exclusivamente femenina. Pero en el transcurso de los años 80 se producen cambios importantes en lo que se refiere al ámbito de la mujer, sin duda por la influencia del mundo americano. Surge una actitud generalizada de reivindicación de su imaginario creador y artístico. La literatura se convierte en el principal espacio para este fin. Por ello la escritura de mujer constituye uno de los rasgos peculiares, aunque en modo alguno exclusivos, de esta literatura. Sin duda otro fenómeno característico de la literatura de Quebec es el de la escritura multicultural, inmigrante. Resulta de claro interés el caso de aquellos escritores nacidos y formados fuera de Quebec o de Canadá, pero que escriben y publican hoy en francés y en Quebec. Son individuos que poseían culturas extranjeras antes de establecerse en Quebec. Para muchos de ellos el francés es una lengua o impuesta o elegida posteriormente. Dentro de la producción literaria quebequense, conforman el grupo de la migración. La obra del inmigrante expresa el trayecto entre dos culturas y la necesidad de encontrar un modo de adaptar el imaginario a esta dualidad. La voz del migrante contribuye a la formación de una compleja identidad cultural en Quebec. Esta presentación ha sido rápida y panorámica, y exigiría un recorrido pormenorizado. Indiscutiblemente, algunas características de esta escritura no son exclusivas de la literatura quebequense, la llegada a la ciudad, el protagonismo de la mujer, la novela psicológica y de análisis interior, la crítica social, el relato histórico, la autobiografía, el regreso a la infancia y a los orígenes, o la reflexión sobre la propia escritura y sobre la experimentación formal y estilística. Otros aspectos como el nomadismo, el mito y el milagro americanos, la búsqueda de una identidad, la preocupación por algunos acontecimientos sociopolíticos que han transformado la sociedad de Québec o la inmigración, sí son peculiares y esenciales para comprender la evolución y los rasgos de esta peculiar literatura. La literatura de Quebec es singular y universal, ha adquirido su legitimidad frente a la literatura madre, la francesa, y ha dejado también de ser exótica. Se expresa en francés, pero es un francés peculiar, que ha exigido repensar las nociones de norma y desviación lingüística, de lengua de Estado y de cultura. Es una literatura que, aunque pertenece a una nación americana, su manera de contar América es también distinta. Y además ha sabido integrar en su repertorio muchas otras voces procedentes de fuera, a los escritores inmigrantes y del exilio. Las letras quebequenses destacan, desde sus orígenes, por su singularidad. Con los años, han adquirido madurez y han sabido difundir su universalidad y su multiculturalidad. (1) Sobre la literatura de Quebec he publicado junto con Ana González y Marta Segarra, Literaturas francófonas. Bélgica, Canadá, Magreb. Madrid, Cátedra, 2002.
(2) «¿Aceptaría usted que Quebec fuera soberano, después de haber ofrecido formalmente a Canadá una nueva colaboración económica y política, en el marco del proyecto de ley sobre el futuro de Quebec y del acuerdo firmado el 12 de junio de 1995?». (3) La legislación impuso el bilingüismo en los documentos públicos, en los cheques y billetes bancarios, en los sellos de correos o en el etiquetaje de los productos alimenticios. (4) El joual es una lengua hablada y popular, urbana; una forma lingüística oral, plagada de anglicismos, arcaísmos, elipsis, blasfemias y juramentos, que irrumpe en la literatura en los años 60. (5) He trabajado específicamente sobre este tema en Teatro de Quebec, Universidad del País Vasco, 2002.
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