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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
por HÉCTOR TARANCÓN ROYO Quiero una narración extensa que vertebre todo eso y lo sitúe en un plan, una estructura mayor. Un mapa donde uno pueda guiarse, y desplazarse dentro del propio mapa. Hágalo grande, gigantesco; porque se trata de perderse en él. José Óscar López (1) Nacemos en la oscuridad producto de una serie de efectos fisiológicos que nunca comprenderemos del todo. Pero al ver la luz se produce un giro argumental: revolviéndonos, entre gritos, nos preguntamos qué sentido tiene verla si no viene acompañada de una revelación trascendental: Al nacer gritamos Vida, y un día nos alcanza el rebote gritando Muerte (2). Los maestros nos alejan del ritmo musical de la vida para prometernos una estabilidad que nunca llegaría. Según ellos, estudiar garantizaba un futuro, pero no basta, en algún momento retiramos la lupa, desconcertados, no hay llama pero hay que seguir viviendo, alguien nos ha engañado, nos dijeron que ardería, que la lupa y el papel nos permitirían incendiar el mundo, quemarlo, reducirlo todo a cenizas. Pero era mentira (3). Lejos de poder aprehender la misteriosa álgebra de nuestro entorno, cada minuto es indispensable. Todo parece formar parte de un flujo en sí mismo contradictorio: el esfuerzo por atraparlo todo, por no dejar una gota de energía sin gastar, y el sinsentido que se esconde ensombrecido por debajo de las mesas en la hora de la merienda, detrás del televisor, bajo el primer coqueteo juvenil. Pero era mentira. Nada está firme en el Templo del Bienestar. Nos han vendido un buen papel de regalo, pero dentro hay niebla y cuchillos oxidados (para morir lentamente). Creemos en Dioses lejanos (que nos querían destruir), en Instituciones (que sólo querían nuestro dinero), y nos olvidamos de lo más importante: la Naturaleza. Acomodados tomando un refresco en la terraza, se nos olvida que la vida va de moverse, no de asentir felizmente (a regañadientes) todo lo que viene: Siempre volverán. Siempre / Mundos nuevos con otras nuevas órdenes. / Vuelve otro horror científico, / otra visión del arte. / Otra imaginación, otra intención. // Y nunca despertamos. Ni lo haremos (4). La megalomanía de los rascacielos nos ha alienado, porque sólo nos bastaba una choza y algo de comer: Los nuevos arquitectos se obsesionan / buscando no lugares, poéticas del humo, / el arpegio del aire, el circuito de un pájaro (5). Pero no, queríamos más, ansiábamos más. Tener la abundancia en sí misma mientras que el vecino se moría en su podredumbre. Esa es nuestra dinámica. Y los tiempos cambiaron. Decimos que hemos entrado en crisis, en decadencia, pero quizá sea nuestro precio a pagar por el acomodamiento al que sometimos a la vida. No nos preocupamos de nada y el Vacío ganó por goleada. No teníamos portero, ni guardaespaldas. Nos tirábamos los puñales entre nosotros mismos, como buenas marionetas movidas por un hilo invisible. Vimos pasar las oportunidades, los trenes, los amores, los detalles. Y ya no nos queda nada, el fuego quemó todo. Y tenemos ceniza. Pero lejos de guardarla, incluso, nos la hemos comido, y entonces lo hemos sentido: la brevedad de nuestra existencia, el rápido fluir del tiempo, y los segundos desperdiciados, ahora irrecuperables («¡Qué idiotas fuimos!)… (¿Qué idiotas seremos?»). Situados en el ártico desértico, dudosos en la elección del clavo ardiendo o el tablón de madera en el naufragio, el vértigo nos ha podido y nos hemos mareado de darle tantas vueltas a las cosas. «Es que ahora todo está muy mal», «la única solución es irse». No hay nada firme, todo se ha vuelto difuso, laberíntico, hay muchísimas bifurcaciones y la decisión se ha vuelto invisible, pura reverberación en el ambiente: La generación de mis padres apenas tenía oportunidades. Por contra, la mía tiene tantas que a veces no sabemos por dónde tirar, a qué dedicarnos. Y luego llegar a la madurez es muy decepcionante porque te das cuenta de que habrás hecho tres carreras, varios másters que en el fondo no sirven para nada por el excesivo paro que hay. La verdad es que tener tantas posibilidades para todo nos ha terminado por complicar la vida (6). Y en esta madeja enmarañada una decisión clave: el viaje. «Viajar. No viajar». «¿Merecerá la pena?». Dudas. Instrumentos que suenan en los desconciertos. Desligado del viaje turístico, ha nacido, por obra y gracia de nuestro tiempo contemporáneo la necesidad de buscar nuevas oportunidades, nuevos objetivos, nuevos rumbos que llenen nuestra jarra tan vacía de sentido: Sí. El límite, la frontera. Eso es lo que nadie quiere saber (7). Porque, afrontémoslo: El viaje es el proceso que te lleva / del punto A / al punto B / o tal vez es el tiempo que separa / tu cuerpo (A) de tu cuerpo (B). / Siempre en un viaje hay tiempo, / cuerpos, coordenadas y procesos, / pero hablar de los viajes no es posible, / o al menos sólo de los viajes de vuelta / (con la frente marchita). / Una definición es un viaje de vuelta / las palabras / empiezan en B. / En A, al principio, estás solo (8). Es al comienzo, y no al final («Qué idiotas fuimos») donde estás contigo mismo y la soledad del ambiente: no es la Muerte la que nos arranca, es la Vida la que nos separa. Pero viajamos para juntar las piezas, para descubrirnos a nosotros mismos, ver aquel monumento que se nos apareció en sueños o visitar a la familia que tanto echábamos en falta. Moverse, de una localidad en otra, se ha vuelto un movimiento indispensable. Motivado por todas y otras muchas circunstancias, no siempre es tan bonito, no siempre está motivado por la libertad, sino por el encadenamiento. Pero… «¿Y qué?», «¿Cuál es el problema de todo esto?». Siempre vemos el abismo antes de llegar. Temblorosos, ni siquiera el sol nos calienta. No damos un paso de fe, no saltamos a la oscuridad. No probamos, a saber, si la vida era aquello que aprendimos o era otra cosa, una aventura, un corte con el machete entre las plantas de la jungla. Hay miles de cosas ahí afuera, esperando inocuas a su mejor intérprete, a la ocasión perfecta en la que manifestarse: Literalmente tropezaron el uno con el otro, los dos de pie a la puerta de una librería de Manhattan una lluviosa tarde de sábado, mirando el escaparate y esperando a que parase de llover (9). «Estamos obligados a conectarnos», susurró alguien entre la multitud. Dado que, en otra vuelta de tuerca, nacemos siempre in medias res, en la mitad de un entorno desconocido. Debemos dibujarnos un hogar en el que podamos habitar. En medio de un argumento imprevisible, con leyes naturales que se siguen sucediendo invariablemente, héroes invisibles, historias olvidadas, datos que se escapan, personas que nos dejan, despedidas amargas (pero necesarias), debemos edificar algo nuevo. Sin paredes, deberá tener un techo para recordar la tarea ególatra de Ícaro. Con columnas, que rememoren los apoyos que nos rodean. Sin una posesión de tierra específica, sólo el fuego que nos trajo Prometeo para sobrevivir. Con lo fundamental, el que tenga algo que le sobre será expulsado. De un modo parecido, no tan utópico, es el viaje: nos vamos construyendo un mundo, una esfera imaginaria, allá a donde vamos. No es que nos desarraiguemos de nuestro hogar, sino que echamos raíces en otros sitios. Fermentamos en otras culturas. Aspiramos otros ambientes. No es el viaje lo que da miedo, sino lo desconocido: Hasta al cabo de un rato no he notado que todo me parecía extraño, y ése ha sido el momento en que me he dado cuenta de que se abrían ante mí nuevas fronteras. Supongo que el sentimiento de desasosiego unido a la emoción con que algunos describen el momento en que, desde un barco, se pierde de vista la costa, es muy similar al que yo he experimentado en el coche al comprobar que el paisaje que me rodeaba me resultaba cada vez más extraño (10). Acostumbrados a ver los héroes en las películas, quemamos nuestro propio argumento desechando ser el protagonista de nuestra propia vida: ¿Quién estará pensando en este mismo / instante, al otro lado del planeta, / en esta soledad? // Simplemente se trata de cerrar / puertas, abrir ventanas. No es la vida / una ciencia precisa (11). Pero hay que atreverse, sea por placer, sea por un empuje forzado. El viaje es la matriz de la vida, el movimiento nos recupera, nos renueva como el ave fénix que se quemó, pero que volvió cargada de energía. Sea cual sea, el primer paso siempre es el principio de una historia de alcances inimaginables, mitológicos: —Los sitios siempre son lo que uno espera —dijo ella—. Ése es el problema que tienen los sitios y al mismo tiempo el rasgo que los redime. Estoy segura de que en el pasado no era así (…) En cierta manera es agradable encontrar con lo que te esperas. Es como si los sitios pudieran ser pasivos, igual que la gente. Se limitan a desplegarse, con sus catedrales y sus desiertos. La pasividad también es hermosa. Hoy en día coges lo que te dan, y si todo se está volviendo feo, lo único que puedes hacer es intentar aleccionarte a ti mismo para pensar que es hermoso, hermoso (12). Porque nosotros no somos prisioneros. No nos están preparadas caídas ni trampas, y no hay nada que nos deba dar miedo ni atormentar. Estamos puestos en la vida como en el elemento a que somos más afines, y hemos llegado a ser, por una milenaria acomodación, tan semejantes a esta vida que, cuando nos estamos quietos, apenas se nos puede distinguir de lo que nos rodea, por un feliz mimetismo. No tenemos ninguna razón para desconfiar de nuestro mundo, pues no está contra nosotros. Si tiene espantos, son nuestros espantos; si tiene abismos, esos abismos nos pertenecen; si hay peligros, debemos intentar amarlos (13). Porque, tanto si vamos solos como acompañados, el viaje es lo importante, la sensación de que se abre algo nuevo tras el muro tapiado. Respirando por medio de la soledad, de la introspección, de la meditación necesaria, o de un buen amigo que pueda, por otro lado, subtitular los comentarios y sucesivas miradas en todo el proceso: Si voy solo, / dudo de la vida. / Si voy acompañado, / dudo de la muerte (14). Pensando que quizá nos equivocamos desde el principio. Que Eva no cometió ningún pecado. Que Adán lo permitió. Que nos rendimos a la Naturaleza y estamos perdiendo una batalla originada desde el mismo estallido del universo. Que hay que pensar menos y actuar más. Dejar de mirarnos por dentro, observar más nuestro alrededor. Cuidar las papeleras, acariciar a nuestros amigos. Promovernos en la primera línea de infantería y no en esos estrategas que, jactanciosos de su sabiduría, sacrificaron miles de vidas en un solo gesto. Tomar un camino, el final se determinará por sí mismo. No pensar en lo que recorrimos, simplemente que nos sirva de advertencia, como aquellos carteles de prohibido el paso por los que tanto lloramos después: Que el universo es un jardín a nuestro paso (15). Habrá que elegir el punto que más se aproxime a nuestra felicidad. La vida ha enterrado el mapa, / no el tesoro (16) y grabarnos a fuego, experimentando cómo todo se abrasa, que sin esfuerzo no hay recompensa, que antes de que el futuro llegue sucede el presente. Elegir ese punto sabiendo que, al final, no nos va a permitir restaurar el sistema, que va a ser sin retorno, para siempre, sea para bien o para mal: Como el atleta que ha sacrificado / su cuerpo y juventud por un cronómetro, / pienso en sílabas, números, acentos / me olvido de sufrir hasta la meta (17). No sabes cuántas historias de amor hay escritas en las paredes, en los fríos asientos de los autobuses, en los resabiados pupitres de las escuelas, en las tímidas puertas de los aseos. No lo sabes. Como tampoco cuántas personas se enamoran al cabo del día y cuántas mujeres pasean tus gestos y me obligan a recordarte. Lo bueno es que yo tampoco lo sé. (18) El capitalismo ha ido tejiendo sus redes y nos ha entrampado. Creemos que nuestro hogar está donde se encuentran nuestras pertenencias. Pero es mentira, como también lo es donde experimentamos la sensación de comunidad. El hogar está allá donde nos podamos comunicar con nuestro entorno: con las calles, preguntándoles cómo se sienten ante tanta pisada, con los árboles, con nuestra pareja y nuestros hijos. En definitiva, nuestro hogar se encuentra a cada paso, pero tenemos que construirlo lentamente (para evitar malas experiencias) cuidando cada detalle. No importa que no sea donde se puso la primera piedra, lo importante es saber que hemos cumplido nuestro objetivo, nuestro sueño, cuando nadie creyó y todo estaba lleno de obstáculos. _______________
(1) LÓPEZ, José Óscar, Los monos insomnes. Lisboa: Chiado, 2013, p. 47. (2) FERNÁNDEZ MALLO, Agustín, Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus. Madrid: Alfaguara, 2012 (ed. orig. 2001), p. 33. (3) SERRANO LARRAZ, Miguel, Autopsia. Barcelona: Candaya, 2013, p. 24. (4) GARCÍA, Juan de Dios, Ártico. Valencia: Germanía, 2014, p. 52. (5) Ibid., p. 24. (6) GARCÍA, Cecilia, “Jenn Díaz: «Tantas facilidades nos han complicado la vida» en http://www.larazon.es/detalle_hemeroteca/noticias/LA_RAZON_374488/1665-jenn-diaz-tantas-facilidades-nos-han-complicado-la-vida#.Ttt1xQ3NEuondP0 (Fecha de consulta: 10-VII-2014). (7) GARCÍA-VILLALBA, Alfonso, Esquizorrealismo. Málaga: E.D.A. Libros, 2014, p. 141. (8) ESPEJO, José Daniel, Música para ascensores. Murcia: Consejería de Educación y Cultura, 2007, p. 14. (9) AUSTER, Paul, La trilogía de Nueva York. Barcelona: Anagrama, 1996 (ed. orig. 1987), p. 113. (10) ISHIGURO, Kazuo, Los restos del día. Barcelona: Anagrama, 1990 (ed. orig. 1989), p. 32. (11) GARCÍA, Juan de Dios, Ártico. Op. cit., p. 41. (12) DELILLO, Don, La calle Great Jones. Barcelona: Seix Barral, 2013 (ed. orig. 1973). p. 106. (13) RILKE, Rainer Maria, Cartas a un joven poeta. Alianza: Madrid, 2014 (ed. orig. 1946), p. 86. (14) ALCARAZ, José, Edición anotada de la tristeza. Valencia: Pre-Textos, 2013, p. 16. (15) LÓPEZ, José Óscar, Los monos insomnes. Op. cit., p. 21. (16) ALCARAZ, José, Edición anotada de la tristeza. Op. cit., p. 7. (17) GARCÍA, Juan de Dios, Ártico. Op. cit., p. 19. (18) ALCARAZ, José, La tabla del uno. Madrid: Instituto de la Juventud, 2012, p. 64.
1 Comentario
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27/8/2022 04:06:44 am
Buenos días señor / señora,
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