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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
por LEONARDO JOSUÉ ESPINAL Nuestra innata habilidad de concebir y a posteriori crear lo extraordinario nos ha permitido alcanzar logros que van mucho más allá de toda medida existente. Una de esas maravillosas creaciones, que sin lugar a dudas perdurará hasta que la humanidad exhale su último aliento, es perfectamente capaz de encapsular lo mortal en todo su esplendor para así tornarlo eterno e inmarcesible. Llena nuestros corazones con asombro al transmitir las emociones más fervorosas, así como es igualmente capaz de apuñalarnos con los sentimientos más melancólicos, y abarca ambos espectros con tan solo un vistazo, una escucha o una simple lectura. Naturalmente, al encontrarnos con esas obras inspiradoras e inmortales, lo mínimo que podemos hacer es darle su debido reconocimiento a la talentosa mente detrás de cada palabra, trazo y nota musical, pues una gran parte de las personas sumidas en el etéreo mundo del arte lo hacen con la pasiva, o incluso latente, esperanza de llegar a ser merecidamente reconocidos. Y así como existen los afortunados artistas, ya sean escritores, pintores o músicos, que experimentaron la inefable dulzura del aprecio y el éxito en vida, también están aquellos aciagos a los que lamentablemente no les bastó una vida entera de dedicación para llegar a regocijarse en el dulce éxito de sus amadas obras, quienes tristemente representan el amargo epítome de la tragedia artística. En el vasto mundo de la literatura existen muchos célebres escritores que nunca publicaron sus grandes obras en vida, ya sea por falta de recursos o por «la consumada tarifa de la fama» (Dickinson, 1886, 1-2), como la mismísima Emily Dickinson se refirió a ello en su apropiación post mortem del poema ‘No es de cobarde mi alma’ (Brontë, 1846), el cual Dickinson especificó fuese recitado en la víspera de su funeral para así aludir a la preferencia de permanecer en la oscuridad en lugar de atar su escritura a su nombre y a la especificidad histórica de su biografía, con lo cual Franz Kafka hubiese estado en completa concordancia, pues ambos se hicieron con la fama después de la muerte una vez sus amigos y/o familiares publicaron sus escritos, a pesar de que ambos hubiesen deseado lo contrario. Por otro lado, nos encontramos con el escritor, periodista, crítico y poeta Edgar Allan Poe, quien hoy en día es reconocido mundialmente tanto por ser el precursor de la novela policiaca, renovar la novela gótica, y contribuir al género emergente de la ciencia ficción, como por vivir y morir en la desolación de la pobreza absoluta. No fue hasta que su abatido cuerpo sin vida fue descubierto en las calles de Baltimore (Estados Unidos) el 7 de octubre de 1849 que finalmente se volvió digno de recibir la fama que no obtuvo a lo largo de su lúgubre vida, en la cual arduamente trató de ser uno de los primeros escritores en hacer de la escritura un modus vivendi, consecuentemente probando que en aquella época tal cosa era extremadamente difícil incluso para las mentes más prodigiosas. Y por si fuera poco, uno de los admiradores más grandes de Poe, Howard Phillips (H.P) Lovecraft, terminaría por sufrir un destino cruelmente similar. Lovecraft es ampliamente reconocido como uno de los escritores de ciencia ficción más importantes del siglo XX, ya que en dicho género sus mitos de horror cósmico sobre Cthulhu representan lo que la tierra media de J.R.R. Tolkien simboliza para el género de fantasía. Y al igual que su ídolo, este fue incapaz de mantenerse a sí mismo con su escritura, la cual principalmente publicaba en revistas independientes que no generaban muchas ganancias, ateniéndose de los finos hilos de la fama después de caer víctima del cáncer a sus 46 años el 15 de marzo de 1937. Nueva York, Ámsterdam y París son algunas de las maravillosas ciudades en las que se pueden encontrar museos exhibiendo las eternas pinturas de Vincent Van Gogh, lo cual no refleja la triste realidad de los días en los que él aún soñaba con pinturas y pintaba sus sueños, ya que en sus 37 años de vida, Van Gogh solamente logró vender una obra, y hoy en día esta reside en el museo Pushkin de Moscú, Rusia. El éxito y la fama de Van Gogh empezarían a cobrar vida el 29 de julio de 1890, cuando él perecía al lado de su hermano, Theo, después de supuestamente haberse disparado a sí mismo en el pecho con un revólver. Y curiosamente, 140 años antes de su muerte, el 28 de julio de 1750, Johan Sebastian Bach, uno de los compositores más grandes y célebres de la historia de la música occidental, también encontraba su defunción a manos de una enfermedad desconocida después de una vida entera en la que sus más de mil composiciones pasaron desapercibidas. Hasta que en 1829, el compositor Felix Mendelssohn resucitó La pasión según Mateo (Bach, 1729), inspirando a muchos otros artistas a profundizar en el trabajo de Bach, por lo que luego obtuvieron una nueva apreciación por su dominio del contrapunto y la fuga, dos conceptos musicales que son extremadamente difíciles de ejecutar. El hecho de solamente haber denotado la fecha de óbito de todos los desafortunados artistas mencionados anteriormente se debe a que su fallecimiento prevalece como efigie del día en el que finalmente empezaron a existir ante los irreverentes ojos de la historia. Un renacer tan increíblemente curioso como trágico, ya que en el lecho de muerte de aquellos desdichados artistas cuya insomne dedicación nunca fue digna de ser enaltecida y ponderada en vida, es donde yace la auténtica tragedia del arte. Bibliografía
—Digital, L. G. (2018, 13 diciembre). Emily Dickinson, la muerte tiene forma de poema. La Giganta Digital. http://lagigantadigital.es/emily-dickinson-la-muerte-tiene-forma-de-poema/ —Nuwer, R. (2012, 20 agosto). ‘Today We Celebrate the Short, Unhappy Life of H.P. Lovecraft’. Smithsonian Magazine. https://www.smithsonianmag.com/smart-news/today-we-celebrate-the-short-unhappy-life-of-hp-lovecraft-28089970/ —Gavaldà, J. (2019, octubre 7). ‘Edgar Allan Poe, el maestro del terror’. Historia National Geographic. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/edgar-allan-poe-maestro-terror_14764 —Lisa, A. (2020, 13 marzo). ‘Artists who found fame after death’. Stacker. https://stacker.com/stories/3986/artists-who-found-fame-after-death —López, A. (2019, 22 marzo). ‘Johann Sebastian Bach, el compositor que cautivó al mundo’. El País. https://elpais.com/cultura/2019/03/21/actualidad/1553148804_091725.html —Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Vincent van Gogh. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/gogh.htm el 29 de abril de 2021.
1 Comentario
por LEONARDO JOSUÉ ESPINAL Existen pocos conceptos tan curiosos y conceptualmente inexactos como “la nada”, debido a la ilusoria sencillez que conlleva definirla, junto con todos los aspectos que revuelven alrededor de ella y que implícitamente describen el estado de su naturaleza. La inexactitud de esta palabra se puede demostrar fácilmente al tratar de imaginarse su aspecto físico. Probablemente visualizarían una imagen en blanco o totalmente negra, sin embargo, el blanco sigue siendo un color físico que podemos visualizar y lo mismo se puede decir de su contraparte. Entonces, ¿cómo se define un concepto totalmente desprovisto de todo elemento existente y por lo tanto visual? Un concepto completamente antónimo a la existencia, ya que solo el hecho de existir es mucho más que nada, por la simple razón de que la existencia sobrepasa sus límites definitorios y se convierte en algo; cero no es lo mismo que uno, y hay una cantidad infinita de decimales separando a estos dos valores que a simple vista están muy cerca el uno del otro, cuando en realidad no podrían ser más distantes. Y en este caso especial, quizás lo más apropiado sea preguntarnos si esta noción siquiera es físicamente factible en un mundo tan profundamente opuesto a su naturaleza. La Real Academia Española define la palabra “nada” como «inexistencia total o carencia absoluta de todo ser/una situación o estado de carencia absoluta». Una definición ligeramente abstracta y simplista al no saber con exactitud que constituye algo tan etéreo y complicado como el término en cuestión, y que a pesar de ello, sirve para cumplir con nuestras necesidades lingüísticas básicas, incluso cuando su uso carece de sentido literal. Por ejemplo: es conceptualmente erróneo decir que no hacemos, no hicimos, o no vamos a hacer nada durante un cierto período de tiempo, ya que estar inactivos, ya sea sentados, acostados, o incluso durmiendo, sigue siendo algo, y esta misma lógica abarca muchas otras instancias, por lo que no todos se conforman con la definición ordinaria de la palabra, como fue el caso de Keiji Nishitani, Tales de Mileto y Aristóteles. El primero fue el filósofo más influyente de la escuela filosófica de Kioto durante la posguerra, en razón de que él intercambió el término “nada” con “vacío”, describiendo este estado como una categoría existencial en la que las cosas regresan a su forma original, auténtica y fundamental. Tales de Mileto reflexionó tanto al respecto que llegó a la conclusión de que no podía existir algo como la inexistencia absoluta o ninguna cosa, en virtud de que él no concebía cómo el universo pudo haber nacido de un vacío total, y que debido a su naturaleza, “la nada” se convierte en algo en el preciso momento en que pensamos en ella, perjudicando todo entendimiento o debate racional al respecto. Aristóteles también concluyó que un vacío total, carente de todo elemento físico existente, sería imposible, precisamente porque, según él, la naturaleza de nuestro universo aborrece el vacío, pues nuestro mundo está repleto de su antónimo más puro y literal: todo. Este concepto encuentra muchas más complejidades cuando nos adentramos en el campo de la física, y para contemplarlo podemos proponer el famoso eufemismo del vaso medio lleno y medio vacío, agregando una posibilidad en la que el vaso está totalmente vacío... ¿O realmente lo está? Aunque a simple vista el vaso no contenga una sola gota de agua, sigue estando repleto de minúsculas partículas de aire, por lo tanto, decir que el vaso no contiene nada es literalmente incorrecto. Ahora, ¿qué sucede dentro de un sistema de vacío cuyo propósito es extraer todo elemento existente de un espacio predeterminado? Como perspectiva, un metro cúbico normalmente contiene 10^25 partículas de aire (un valor con 25 ceros, conocido como septillón), y dentro de un sistema de vacío ese número se reduce a 10^10 (10 billones de partículas de aire por metro cúbico), demostrando que incluso dentro de nuestros mejores sistemas de vacío, hechos específicamente para recrear estados de carencia absoluta, continuamos sin siquiera aproximarnos a encontrar ese fascinante estado que tanto nos elude. No obstante, si nos aventuramos hacia el mismísimo espacio, vamos a encontrar muchos puntos caracterizados por un aparente estado de vacío total, pero en realidad esos puntos están repletos de una misteriosa entidad denominada “energía oscura”, la cual produce una presión que tiende a acelerar la expansión del cosmos. Y si nos adentramos aún más, dentro del tejido atómico del universo, llegamos a los diminutos átomos para finalmente decir que dentro de ellos se encuentra un punto que constituye la carencia absoluta de todo componente físico y real. Pero la mecánica cuántica nos dice que dentro de un átomo todavía podemos encontrar niveles de energía extremadamente bajos, energía en forma de partículas que aparece y desparece gracias al campo de Higgs, el cual permea la extensa plenitud del universo en constante expansión, haciendo que las partículas generen masa al interactuar con el bosón de Higgs; una partícula elemental y la manifestación cuantificada del campo cuántico mencionado anteriormente. Sin lugar a dudas, este es un concepto verdaderamente fascinante, que se vuelve más intrincado y problemático a medida que exploramos su naturaleza y sus subsecuentes implicaciones. Tan profundamente confuso que solo el hecho de debatir al respecto es perjudicial, ya que al existir perdemos toda virtud de imaginárnosla, y filosóficamente hablando, nada en este universo tiene sentido alguno o es algo hasta que un ser consciente le dé una interpretación racional, tan antónima a la existencia que con el simple hecho de “ser” abandonamos sus bordes restrictivos y nos transformamos en el algo que eventualmente se convierte en todo, insinuando que este maravilloso universo efectivamente aborrece el vacío. Y quizás es hasta catártico entender la aparente imposibilidad de que “la nada” sea factible en una realidad en la que nos encontramos rodeados de todo. —BBC News Mundo. Por qué, científicamente, nada es imposible (17 de diciembre de 2016). —Gleiser, M., Avoiding the void: a brief History of Nothing(ness) (17 de noviembre de 2010). —Siegel, E., “What is the physics of Nothing?”, Forbes (22 de septiembre de 2016). —StarTalk. Neil deGrasse Tyson explains Nothing [Vídeo] (23 de junio de 2020). —Berger, D. L., & Liu, J. L. (eds.), “Nishitani on Emptiness and Nothingness”, en Nothingness in Asian Philosophy (2014). |
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