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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
por PEDRO GARCÍA CUETO INTRODUCCIÓN La obra de Javier Lostalé descubre un mundo que ha ido creciendo desde su primer libro, Jimmy, Jimmy, hasta el último, La tormenta transparente, en una progresión que cree en la palabra poética y su poder redentor, como si la poesía nos aliviase del tránsito de la vida, donde el poema se convierte en fulgor, tan auténtico y tan fugaz como un acto amoroso. Para Lostalé, hombre de radio durante muchos años, el lenguaje es un entramado necesario para vivir, un puente para cultivar el sentido del ser, sus apariencias y sus complejidades, sus luces y sus sombras. De ese entramado nace la poética que ha ido cultivando, centrado en el instante amoroso, en lo que queda entre el hueco de dos amantes, donde el amante y el amado viven la plenitud de sus experiencias vitales. Como todo tempus fugit, el poeta canta lo que se pierde, en la línea machadiana, pero dando al verso un énfasis que rompe todo silencio, como si en el poema se cumpliese la vida entera. Para Lostalé el verso se convierte en un desvelamiento, un fulgor que atraviesa la luz y que invita al goce, nada se superpone a ese placer de decir, como si en la expresión el sentimiento inefable pudiese concretarse y volar en vuelo alto. Con estos mimbres, adentrarse en la poesía de Lostalé es un ejercicio apasionante, como si fuésemos los traductores de una fe en el verso y en la vida que no tiene parangón. El poema es resultado de un esfuerzo de máxima concentración, donde las palabras bailan para convertir a los versos en plena luz, en llama y ceniza a la vez. Si en sus primeros libros Lostalé era más narrativo, como si las historias fuesen necesarias para adornar el verso, darle forma, en su último libro, un afán más abstracto, fruto de su experiencia vital, va surgiendo, todo se centra en la luz del amor, en la conjunción de la Naturaleza, en esa efímera tormenta transparente, donde el poeta se convierte en demiurgo que traslada la luz del poema a nuestros sentidos, oírlo recitar es un apasionante camino hacia la luz de la poesía, donde el eco de su voz rompe toda distracción, nos absorbe hasta convertir un acto poético en un acto de amor. Por ello, se hace necesario indagar en las verdades de su poesía, abrir las ventanas de este cúmulo de verdades que hay en una obra sólida, de hermosas resonancias y que cada vez nos ha ido sorprendiendo más. No hace falta decir que la modestia del poeta convierte el poema en un vestido donde aflora la verdad de este cantor, uno de los más verdaderos, porque lo que escribe nace de un profundo amor por la poesía, con que contamos en la actualidad, en nuestro panorama poético. Su obra merece el acercamiento que pretendo hacer, para que muchos conozcan los íntimos sentidos de su lenguaje poético, un lenguaje que, al ser escuchado o leído, nos obliga a una extrema concentración, fruto de la honda luz que hay en sus versos, casi transparentes. JIMMY, JIMMY, UN LIBRO INAUGURAL Jimmy, Jimmy surge como un vendaval en la poesía de los años setenta, como una búsqueda infinita del sentido del ser, de su consumación vital. Su autor realiza un ejercicio virtuoso, cuya raíz anida en la luz que desvela el pasado, en su hondura vital. Para Lostalé, la poesía es diálogo profundo con el ser que le acompaña, en una clara sintonía con los demás, en un afán de iluminación que el poema va desbrozando poco a poco. Por ello, Jimmy, Jimmy, escrito en 1976, año de apertura y de democracia, es un libro hondo, donde Lostalé se confiesa, enamorado de los senderos de la vida, de sus luces y sombras. En el poema ‘Niño’ abre los cauces al pasado a la infancia, que se revive en ese afán de decir, en una mirada crepuscular, desde el hombre adulto, con el desengaño en la mirada, pero con un afán vital que va sobreviviendo a la luz cenital que desvela el pasado. El poema nos habla de trenes, aquellos de la infancia, imaginación que suponía viajar con la mente a otros lugares para aliviar la soledad, pero también nos habla de la noche, como un paisaje de permanencia, como si el alma navegase en busca de su Dios, recordando los sabios versos de San Juan de la Cruz. También del verano, estación de la vida, lugar de amaneceres con el amado, de juegos y luces de alborada. Dice el poeta: «Los trenes pasaban hondos / con su misteriosa carga. / Y los ojos se asomaban al largo silbido. / Y no podían sentir el dolor, / pues eran aire pausado en la luz, / vida aún por nacer, soledad tibia / que busca vagamente un cuerpo». Sentimos el peso de la vida, en los trenes que viajan, con «misteriosa carga», también los ojos del niño, ahondado en soledades, cobijando sus espacios de vacío en ese tren en marcha, donde la vida «aún por nacer», abría un cuerpo que buscaba ya su esplendor. No hay cuerpo sin otro, parece decirnos el poeta, solo el contacto de otro ser nos explica, nos da argumento y nos salva de la insignificancia de vivir. Pero Lostalé ahonda en el sentido del tiempo, su bagaje existencial: «Las noches eran sólo el tránsito, / la hora que prepara el vino de la mañana; / y si una flor oscura en tus labios / señalaba la resaca, el rincón, la bicicleta, / cuando la mano…y un sol de plomo, / pronto lo olvidabas». Viaje al pasado, donde la noche abría su sendero para dar a luz al día, germinador, fecundo como la rosa, donde la belleza tenía tonalidades de cuerpo amado, de niñez abrigada por deseos inconfesables. La sensualidad del verano, terreno lleno de pasión donde el cuerpo abriga su sed, donde, recordando la tradición gallego portuguesa, en la lírica medieval, los ciervos van a beber a la fuente, lugar de encuentro para el amor. Aquí, el poeta encuentra en las abejas ese néctar que le habla de la vida que germina, como el amor naciente: «En verano las noches eran abejas / abriendo heridas y posándose luego, apenas, / sobre la sangre en celo». Abejas que se abrían como noches para buscar el néctar, como el niño que presagia ya el cuerpo del otro, para fantasear con el amor y la entrega, llena de luz y sensualidad. La diferencia del otro, del raro, anida en poemas como ‘Entre todos’, porque ya el poeta manifiesta su diferencia, su extrema sensibilidad, en un mundo que niega el afecto, lo esconde a manos llenas, por considerarlo impúdico. Aquí Lostalé nos habla del amor hacia el otro, al olvidado, al que ha vivido en el alcohol, porque la vida es sombra, si no la alienta la luz de alguien que te ame: «Le habían matado entre todos. / Cercaron su débil naturaleza / con extintas miradas / que ahora, hálito sólo, / entregaban su terrible verdad. / Con gestos le llamaban desde su fatigada belleza / porque sabían que la pureza era un difícil equilibrio de los ojos». Versos que resuenan como música, porque en ellos late el que es diferente, ser que se va completando con las sombras, ser mirado con extrañeza, por su extrema sensibilidad. La pureza es un don negado al raro, hombre que anida en las sombras y que parece un loco ante los demás. El hombre que, como nos dice en otro verso, «comenzó a amar lo oscuro», es un ser tocado por el sino del afecto, de ese mundo que solo algunos entienden, mundo que parece irrisorio, pero que esconde al hombre verdadero, el que ama la vida hasta el tuétano. Jimmy, Jimmy es un acto de amor, un libro que navega en los sentimientos de un poeta que ya siente la vida como herida, con su luz y sus sombras, de la luz dirá en el poema ‘Una luz’, lo que sigue: «Una luz en pliegues / iba cercándote / con un ámbito / que ya no era soledad / sino espacio hueco / en el que el pensamiento se nublaba / sin poder reducir a la verdad / algo de tu vida». La luz como anunciación, pero no de soledad, sino de un espacio de vacío, donde el hombre herido por la poesía y por la vida va germinando en un haz de rayos que lo consumen, con el necesario puente que necesita para transmitir su amor a los demás, la luz como pregunta herida por su misma carencia de respuesta. Pero también es para el poeta el camino que abre un cuerpo al otro, en una sinfonía del tacto, quizá imaginado, pero tan real si el hombre sabe completarlo con la imaginación portentosa del que ya es condenado por su forma de ser: «Como tantas veces / fuiste hasta un cuerpo / buscando más el olvido / que el conocimiento del amor». El olvido es la renuncia, porque el conocimiento viene tamizado siempre de negaciones, de inquietudes, en el olvido muere el ser, su plena conciencia de existir y vuelve el poeta al útero materno, donde la vida es plácida, un sinsentido que no rompe la conciencia de existir. Indudablemente el poema es una pérdida, ya que dice «Callado, vive poderoso en tu derrota», el ser que vive en el silencio y en él triunfa, pleno por gozar de lo que cree aunque nadie comparta su plenitud vital, llena de silencios y de sombras. La victoria es derrota y en esta antítesis se entiende que el poeta triunfa en su misma negación del mundo, creando un mundo interior que se superpone y que abre cauces infinitos donde ser feliz: «Victoria sea tu tristeza / jamás cantada». Lostalé escribe un libro que ya va abriendo la senda a una obra llena de luz, donde los infinitos deseos de comunicación se enredan en la soledad y el vacío, pero que dan la consistencia a una obra que nace con el afán de hacerse ver, para que el otro entienda su profundo sentir hacia la vida. Jimmy, Jimmy es un libro que merece leer para conocer ya al poeta que dice lo que siente, envuelto en las opacas sombras de la noche de la creación, esperando el amanecer para ser devuelto al comienzo de la vida, a la niñez feliz, donde los trenes pasaban como horizontes llenos de viajes imaginarios, dobles vidas que el poeta sabe que son su sino para siempre. Muchos poemas del libro inciden en esa idea, en la negación del ser, como en ‘El muro’, donde la invisibilidad del poeta hacia los demás ya explica un tema esencial en la obra del poeta madrileño, su doble condición de ser que existe, pero que se pierde en las sombras de una doble vida, la imaginada y la que le ha tocado vivir. Un libro inaugural de la gran poesía que late en las venas de Javier Lostalé. DE FIGURAS EN EL PASEO MARÍTIMO A LA TORMENTA TRANSPARENTE: LOS ESPEJOS INTERIORES DEL MUNDO POÉTICO DE JAVIER LOSTALÉ Si Jimmy, Jimmy fue libro inaugural, conservando la llama de ese amor hacia la vida que supone la poesía de Javier Lostalé, Figuras en el paseo marítimo, libro publicado en 1981, significa la luz absorta en su fulgor, la leve duración de un cuerpo que se sabe destinado hacia la muerte, al destino final. En ese desenlace que todo destino lleva implícito, alguno de los poemas de este libro tienen una fecha, como ‘Septiembre, 1972’, donde el poeta ahonda en el verano del recuerdo, a través de un cuerpo del que solo queda ceniza: «Pleamar es hoy la vida / que en la playa ninguna descansa, / pues el espacio de tu cuerpo dejaste / en constante tensión pobladora / a cuya llamada hay que responder / sin el consuelo de poseer la voz». Si la vida ya no es reposo, sin espacio de zozobra, los ojos del poeta miran el cuerpo ido, su sombra en las cosas, en una búsqueda incesante de la felicidad perdida. Lostalé penetra en el libro temas que los vates de todos los tiempos han tratado a lo largo de los siglos: el mar, el amor, la sensualidad, pero dota a los poemas de una certidumbre, una luz especial que nos hace sentir la llegada de la amada desde su imaginario mental. Por ello, en el poema ‘Ciudad’ la mirada es importante, porque renace del tiempo, cobra certeza lo que ya es ruina, la vida a lo que ya es muerte. La mirada como cénit donde el poeta recobra su fe ante el cuerpo amado, aquel que supo del vértigo de los besos ante el mar: «El mar cubrió la ciudad con tu nombre / y la mirada fue éxtasis / de los años vividos desde tu espera». La ciudad en el presente, el mar en el pasado, como esas imágenes de Alberti en su Marinero en tierra o la imaginería de José Hierro en su magistral Libro de las alucinaciones, un mar romántico porque vuelve, su presencia en los ojos del amado es “éxtasis”, llama indudable de la pasión para el poeta. Hace falta mirar, pero también sentir, por ello, la presencia del corazón, el latir que connota los afectos, desde la piel hasta el paisaje, sin duda, otro tejido que se compone de recuerdos: «Pero pasaste sin rozar / el luminoso tejido / de mi corazón pronunciándote, / y el paisaje se hizo forma triste / para que despacio se apagara». La trasmutación del paisaje en afecto «forma triste», porque las ciudades y sus entornos tienen vida propia, se acercan al ser para entablar un diálogo con su tristeza. De ahí este corazón que habla, porque todo es diálogo, desde el pálpito, todo es comunicación, desde la ausencia. La gradación que se abre ante este corazón que habla, con el paisaje de fondo y que, como una luz que va perdiendo si fulgor, se va diluyendo, en el tenue panorama del poema. Esta comunicación nos recuerda a la de los poetas que aman la tierra como mundo afectivo, en la estela de Antonio Machado y su Soria o Gerardo Diego ante el río Duero. Para Lostalé el poema es un mapa que abre señales, por ello, la simbiosis del pasado (el mar) y el presente (la ciudad), solo puede terminar con el dolor: «El mar cubrió la ciudad con tu nombre / y entre sus límites / mi cuerpo reverberó dolor». El cuerpo es el resultado de dos paisajes (el del pasado y el del presente) y síntesis de ese lamento final que es la pérdida del amado en el poema. Vuelve al pasado, evocando en la textura de ‘Hoy, de nuevo’, un poema que revela el tapiz afectivo de Lostalé, su tejido profundo. El mar es, de nuevo, el leit-motiv, el espacio del recuerdo, cuyas olas acunan la memoria para provocar la luz del poema. El paisaje (el mar, la niebla, las costas), son mapas afectivos donde el poeta madrileño puntúa sus sentimientos, adornando su sed de amor. Desde la extensión del mar como espacio abierto hasta la intimidad del pecho, aquí revelado como «niebla íntima», ya que se tiñe de gris ante el recuerdo: «Hoy, de nuevo, busco tu figura perdida, / renuevo el poso que agoniza intentando tu voz / dejo que el arco puro del mar / deposite su niebla íntima en mi pecho». Si es poso que agoniza es que vive ya en las cenizas del amor, con la voz como escenario al que asomarse, ahora truncado por el tiempo y la no presencia del amado. Para Lostalé las imágenes de la tristeza son señales, cartas abiertas sin remitente que ahondan en el paso del tiempo. Hay aceptación del engaño, en la línea de Francisco Brines y su visión de la vida como una trampa a la que ceder para seguir creyendo en un tiempo ido, donde la infancia se asoma para ver su reverso, el de la vejez y la muerte. Lostalé, siguiendo su destello, sabe que no se puede vivir, para no morir, en la ficción, he ahí la aceptación del engaño como “modus vivendi”, pero el poeta insiste en «pausa en mi costumbre», porque necesitamos la cordura de lo real y solo la locura ha de ser transitoria, con cauces bien delimitados, para no perder el horizonte de la vida: «Se abre entonces la locura de una pausa en mi costumbre / y acepto el engaño, que me hace vivir, / el mentido reflejo que en verdad convierte el corazón». La vida es oasis donde podemos ver el espejismo del amor, del afecto ido en las cosas, en los paisajes interiores. También sobrevuela en el poema la posibilidad del asombro, de vivir de nuevo el amor, porque todo y nada es real a aquellos que han amado, ya que como nos enseñó Lope de Vega en un célebre poema amar es un vaivén de contradicciones, risas y llantos al mismo tiempo: «Pero todo eso ya no es por ti, figura perdida, / sino por lo que incierto siempre espera / al que una vez señaló el amor». Con su libro La rosa inclinada (1995), llega la rosa como motivo poético, cuya hermosura casa con su brevedad, en una conjunción que da a luz el poema. El espíritu descriptivo del poeta, su minuciosidad para saber mirar queda patente en el libro, hecho con la arquitectura del alma, como en poemas tan sorprendentes como ‘Las gafas’: «Con el aire triste y dorado de tu mano / empujaste las gafas / por la pendiente de tus pensamientos, / y sin asilo quedaron / los dos valles de silencio de tu mirada». La visión del hombre meditabundo, que vive la soledad de su mundo interior, queda reflejada en el «aire triste y dorado de tu mano», como si el tacto fuese ya una señal de la elegancia ante la vida, mano que escribe y sueña, la del poeta. Por ello, el asilo es reflejo de la mirada ida, ya en su plenitud de silencios. La descriptiva forma en que el poeta nos dice cómo las gafas quedaron huérfanas de unos ojos, se complementa con las flores que ve el poeta, ahora ya embebido de la luz de la flor, que emana suavidad y amor: «El pliegue de unas violetas / enmarcó entonces tus ojos / y te fuiste alejando / hasta alcanzar la luz quieta / del cansancio enamorado». La luz quieta es símbolo de esa llama que es el amor en espera, a la expectativa de un ser que llene la alcoba y la haga moverse, como un cuerpo al danzar, ante las llamas. Sin duda, el poeta quiere encontrar el reflejo del otro, pero busca sus gafas, las que saben mirar, algo más que una cosa, una parte de su ser: «Desprendidas de la sombra en ramas de tu frente / tus gafas fueron a la deriva / entre el vaho de un cielo de rostros. / Y en su último resplandor me besó tu memoria». La memoria besa porque vuelve tierna y afectiva ante el hombre que recuerda, las gafas, ya entregadas a los otros, despojadas del ser, amputadas de uno mismo, latiendo en «un cielo de rostros», ya casi sin vida. Bello poema, de una estructura muy cuidada y con un alto poder descriptivo en este libro magistral de Javier Lostalé. Otro poema del libro que quiero comentar es ‘Azul’, donde, recogiendo el color del ensueño para Rubén Darío en su célebre libro de cuentos, el poeta nos habla del color del cielo y del mar, para teñir de cromatismo todo lo que le rodea: «En la madrugada / todos los trenes tienen los ojos azules / y la memoria de un cuerpo es azul relente». La idea del tren como símbolo de la vida que se escapa, en esos ojos, la mirada tan importante en la poesía de Lostalé, también la memoria de un cuerpo tiene color azul también. Y la sensualidad que destila el poema, desde los desnudos de los cuerpos hasta el pecho en versos de gran belleza. Cito, para no extenderme demasiado, la parte final donde los amantes viven su plenitud azul, entregados al desconcierto de los besos, porque todo se inunda, plenamente, del color del mar y del cielo: «En la madrugada hay charcos de luz / que convierten la mirada de los amantes / en un escalofrío azul. / Las lámparas que se apagan en la madrugada / mantienen una lengua azul / llena de mareas y lunas de armarios. / Cuando en la mesa de mármol se destempla / es que llama el amanecer». La luz de la noche, teñida de azul, espera la llegada del amado ante la amada, como ocurría en la poesía mística de San Juan de la Cruz, donde la noche abre los senderos al día, en una plenitud amorosa que se cimenta en la búsqueda y el encuentro, en su deslumbramiento final. La luz del mármol, en su blancura, cambia el color de todo, porque la noche acaba y el amor ya se ha consumado, ante una blancura hermosa que brinda el amanecer. Llega Hondo es el resplandor en 1998, con poemas de gran calado existencial, uno de los más bellos se titula ‘Hijo’, es la confesión de un hombre que se siente solo ante la inmensidad de la vida, que busca la sombra de un hijo no nacido, para creer en la existencia, como sentía Umbral ante la vida casi extinta de su hijo, abocado a la muerte, en su hermoso libro de prosa poética Mortal y rosa. Cito solo unos versos que dicen todo, porque Lostalé desnuda su dolor, la imposibilidad del amor para dejarnos la sombra de un hijo que nunca existirá: «Desde la hora desierta de un vientre / copulas con mi sueño / hasta el vaho final del espejo en que te desvaneces. / Tapiado umbral de mi sangre / con la liana de tus labios acaricias el relámpago de mi nombre / mientras un abismo azul me coloca a tu lado». Sin duda alguna, la consumación amorosa no se lleva a cabo, la soledad lo asola todo, impidiendo la fecundidad, dentro de la sangre late el hijo que perpetúe su ser, pero, en realidad, todo lo que trasluce el poema, es el abismo azul, es decir, un vacío, de nuevo, el color azul, el que espera el sueño, en la eterna soledad del poeta. Pero también, como reverso, en una simbiosis necesario, late el poema ‘Atardecer’, dedicado al padre, porque Lostalé sabe que la familia da a la vida un sentido, hace que nuestro ser no sea insignificante, solo ante los hilos del corazón puede latir. Cito unos versos que me deslumbran con su belleza: «No hay tumba para el atardecer. / Su horizonte de navío lento / junta la vida y la muerte / en la blanca tiniebla de lo que va a despertar». Final del poema, pero versos llenos de luz, ya que en el atardecer se consuma todo, la vida y la muerte, el amor y el desamor, el padre y el hijo, en un encuentro más allá de lo carnal, plenamente espiritual, lo que da al poema una insólita belleza. También la sensualidad, plena de erotismo, vive en poema como ‘Cuerpo’, cuando dice el poeta madrileño: «Doy un salto entonces hacia mi entrada en ti, / y como el que salta tiemblo sólo tu frontera / al quedarme siempre antes o después». El acto amoroso, su entrega, quedan en el poema, porque en la exactitud del cuerpo se cumple la vida, en el acto amoroso nos eternizamos, vivimos para siempre. La frontera es siempre la distancia que queda entre dos cuerpos, el lugar donde el amado y el amante gozan el amor, un terreno que hay que escalar para llegar a la cima. Con La estación azul, publicado en el año 2004, el poeta nos acerca poemas en prosa, textos de gran calado existencial, cito solo el principio de La frontera, recordando el poema anterior que he comentado, ya que la frontera es el hueco que queda entre los seres, donde vive la felicidad y el desamparo o la tristeza: «Todos vivimos en la frontera, a un paso de la felicidad y a otro del abandono y el desamparo. Somos unos refugiados sin territorio que estamos pendientes de que alguien nos nombre para sentirnos habitantes de algún lugar». Al igual que el poema es la constatación de la existencia, la que nos habla de lo que sentimos, la capacidad de decir, en la línea de ese acto de enunciar que ha cumplido Jaime Siles en su libro Actos de habla, los demás son los que nos dotan de existencia, somos seres ensimismados, como ya lo expresó César Simón en su libro Extravío, el ser que se mira en las aguas de la nada para preguntarse por su ser, en la búsqueda de una constatación de su existencia. Lostalé sabe que somos mendigos en realidad, por mucho que nos vistamos de reyes, la vanidad, el dinero, son bienes fugaces, efímeros, que no nos salvan de la muerte, poderosa fuerza que nos arrastrará a todos, como nos recordó Pavese en su famoso poema ‘Vendrá la muerte y tendrá tus ojos’: «Libramos una batalla con nosotros mismos en la que somos reyes y mendigos. Mientras nos ponemos la corona del triunfo y el dinero, nuestro corazón despojado muestra sus harapos». Libro hondo, que nos enseña, sin atisbo de adoctrinamiento, cómo respira Lostalé en otra forma de decir, pero tan profunda como la que nos dejó en sus poemas. De La tormenta transparente, libro publicado en el año 2010, quiero citar un poema que resume muy bien la forma en que Lostalé ha ido tejiendo, como Penélope ante el telar, en la espera de Ulises, su obra, demostrando una calidad que no desmerece de la de otros poetas contemporáneos, sino que vuela alto para llenarnos de llama y de ceniza a sus ya fervientes admiradores, me refiero a ‘El hueco’, una de las ideas que ha germinado en sus libros, somos seres que debemos llenar el hueco para completar nuestra existencia, al lado del otro, el que nos completa como seres: «En el hueco que separa dos cuerpos desnudos / hay un cielo pálido de mañana cansada, / una circulación húmeda de silencios / pues labios en cenit aún fulgen desligados». Lo que queda, la pausa de nuestro dolor, cuando buscamos al otro, es el hueco, el que hace que nos acerquemos, con pudor, al amado, para divisar nuestra propia existencia. Vuelve la mirada, tema esencial en su poesía, fuerza que explica lo que es el ser humano, ya germinando una luz cenital, que el otro ha de desvelar: «En el hueco que separa dos miradas / crepitan las ramas mojadas del deseo, / y amanece una marisma de vuelos encendidos / que pronto se desvanece en humo azul / donde tiembla, virgen, la respuesta». Las miradas y su hueco, donde vive el deseo, ante el decoro de nuestra existencia, nuestra inacción, ya que dudamos del éxito de nuestro intento, la inseguridad permanece en el ser, late dentro de nosotros, por ello, tantas historias se deshacen como humo, por el miedo a no ser correspondidos. Pero también el silencio, porque tanto esfuerzo por decir, tanto afán de cantar la vida, como ocurre en la poesía de Lostalé, no evita el silencio del poema, las líneas no dichas que completa el lector, en otro poema secreto, el que hace cada uno, como bien nos dijo el maestro Brines, un poema que vivirá para siempre en nosotros, doliéndonos hasta en el tuétano: «En el hueco que separa dos silencios / algo se clausura con debilidad de rosa, / mientras la tristeza fluye como un astro de luz fija / que besa la memoria con los últimos sonidos. / No existe distancia entre dos silencios / sino solo el espacio transparente de una lágrima, / la sepultada aurora del vacío». Lostalé nos conduce, con mano sabia, al ser que va muriendo, como una rosa bella que se extingue, ante un silencio, donde la memoria lo es todo, pasado que hemos de evocar para no perder el hálito vital. Termina el poema con un tono triste, ya que la aurora que es luz que hace nacer el día viene adjetivada por un término del campo semántico de la tumba: sepultada, una aurora sepultada es un vuelo fracasado, como el amor, en esta Tormenta transparente que deja ver los silencios y los ecos de la mejor poesía de Javier Lostalé. JAVIER LOSTALÉ: UN POETA QUE CANTA LA VIDA Y SU SILENCIO
La poesía de Lostalé es llama y ceniza, lugar de apasionamiento, pero también de desencanto, un hueco que queda entre los seres que se aman o entre las líneas del poema, ante ese lector que hace suyas las palabras del poeta madrileño. Temas como el cuerpo, la mirada, el desnudo, el azul, las fronteras, la rosa, han ido dotando a su poesía de una gran calidad, con una voz única, que ha ido madurando, hasta dejar algunos de los mejores poemas de amor de nuestra poesía actual, a lo que se une su gran generosidad y demostrado amor por la palabra en tantos años de radio, donde la poesía ha ido creciendo, hasta hacerse un tesoro de incalculable validez. Concluyo con un inédito, el poema ‘Nunca’, poema corto, pero de gran mensaje, para todos los que quieran hacer suya la voz de Lostalé: «Nunca pasó por aquí, / pero yo lo vi hasta el punto de nacer. / Nada dijo, / y con sus palabras / respiré la más honda rosa de su jardín. / Ahora regreso hacia donde no está / para que tome mi vida / con su sombra de eternidad». Como el poema que busca al ser ido, quizá él mismo en otro tiempo, la poesía de Lostalé lucha con los espejismos de la vida, porque allí donde respiramos, ante la incertidumbre del ser, está nuestra verdad, somos sombras llenas de luz que un día, aunque fuese por breve tiempo, iluminamos a otro ser, solo así podemos saber que hemos vivido, con la poesía de Lostalé se vive, sus luces y sombras se quedan en nosotros porque es verdadera, late sincera desde el corazón de un hombre que ha sufrido y amado, como tantos de nosotros, una gran poesía del amor y el desamor, que hay que celebrar.
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(Estrategias de alienación y transfiguración del significado en el mundo actual) por ALFONSO GARCÍA-VILLALBA El lenguaje es un virus del espacio exterior. WILLIAM S. BURROUGHS Volverlo a escribir por completo y someter el borrador a la autoridad superior antes de archivar. GEORGE ORWELL Con una repetición suficiente y la comprensión psicológica de las personas implicadas, no sería imposible probar que un cuadrado es, de hecho, un círculo. Después de todo, ¿qué son un cuadrado y un círculo? Son meras palabras, y las palabras se pueden moldear hasta disfrazar las ideas. JOSEPH GOEBBELS Todos vivimos en nuestro propio campo de concentración. GENESIS P-ORRIDGE RESUMEN La Policía Semántica nos controla (y observa). Ella decide qué palabras son hostiles o críticas al statu quo contemporáneo. Lo hace mediante una suerte de sutil represión institucional y mediática. Cataloga y etiqueta aquellas comunicaciones que se salen del protocolo establecido. Indica las pautas de lo que se debe y puede decir de acuerdo con la Lingüística del Estado y las Corporaciones. Tal mecanismo de control designa como peligroso al que utiliza el lenguaje de un modo diferente al Oficial. La Policía Semántica supervisa los textos, el respeto a la convención social del lenguaje (al consenso que se articula de acuerdo con la Política Textual del momento). Gestiona la recodificación de los significados. Emplear el lenguaje (las palabras) como arma contra el Sistema de Pensamiento y Significado configura al lenguaje no solamente como el virus que habla a través de nosotros, sino como cuerpo del delito, agresión al Orden, al Control. El Sistema de Pensamiento y Significado es una entidad diseñada a través de la democracia corporativa. Tal sistema vertebra una censura implícita a través de la Policía Semántica. La democracia corporativa se sirve de ella en su estrategia de evaluación y análisis. La Policía Semántica es un organismo de dominación que controla el flujo de informaciones. Está entre nosotros desde hace mucho tiempo. PALABRAS CLAVE: Policía, Semántica, sistema, pensamiento, significado, oficial, orden, control, democracia, Lingüística, institución, corporación, libertad, interpretación, manipulación totalitarismo, monopolio, virus, dominación, Humpty Dumpty. 1 ENTRADA El sistema de creencias del mundo occidental ha sido completamente desactivado en una estrategia radical de alienación y desacralización del pensamiento, de las ideas. No es necesario que creamos en nada, tan sólo en nosotros mismos, en nuestra (supuesta) diferencia. La diferencia es libertad, de acuerdo con los evangelios del neoliberalismo (de acuerdo con el rock and roll, según Converse, Vans, Nike, de acuerdo con la revista Vice, Vogue o American Express). Pero, a decir verdad, tal diferencia se convierte en homogeneización dentro del sistema que habitamos (y que habita nuestra conciencia, nuestros deseos o creencias). Lo que nos hace diferentes nos iguala, borra nuestra identidad. 2 POLÍTICA TEXTUAL A la par que asistimos a fenómenos como la alienación solipsista o el borrado integral de creencias, se opera otra estrategia que consiste en la transfiguración radical de los significados dentro del lenguaje, de modo que éste articula la realidad según el deseo, la necesidad o los intereses de quien lo monopoliza, de quien controla los cauces oficiales de comunicación. De hecho en las últimas décadas, el Poder (ese ente abstracto que no se puede mencionar y que no existe de acuerdo con la Lingüística del Estado y las Corporaciones) se ha encargado de reconfigurar semánticamente el mundo en el que vivimos. Así, desde hace un tiempo, la acción y protesta en las calles pasa a llamarse (o se cataloga en algunos casos) como terrorismo y se penaliza como delito porque es adecuado que sea así para una democracia que no cree en ella ni en sus propios ciudadanos (y que tristemente intenta salvar el statu quo —léase: el pellejo— que, en verdad, se haya en peligro). Y si la protesta pacifica se considera delito se debe, sencillamente, a que es útil que se castre al individuo y se impida la posibilidad de expresar el descontento y la disidencia dentro de una democracia que sólo es máscara. De modo que la protesta pasa a ser atentado contra la autoridad o subversión y, consecuentemente, es criminalizable. De forma que, en España, una novedosa Ley de Seguridad Ciudadana que está en vigor desde hace casi un año esconde bajo su nombre una nueva ordenanza de represión pública, un insólito entorno de autoritarismo que, desde la óptica paternalista del Estado, debe ser aceptado por el ciudadano como una medida que se adopta por su bien. Si profundizamos en el caso concreto de esta nueva legislación, podemos concluir que se configura como una ley para la defensa de la clase política (y de los titiriteros que mueven sus hilos), esa clase política que representa a otros y no al ciudadano en nuestra democracia corporativa, sobre la que ya reflexionara Paul Virilio en La bomba informática. ¿Puede considerarse una amenaza para la seguridad ciudadana la grabación de policías antidisturbios golpeando a un manifestante? Si eso se ve de tal modo, lo que se está planteando es —sencillamente— la creación de nuevos significados ante hechos dados, la manipulación de la realidad para adaptarla a un discurso lingüístico que modifica el concepto que tenemos de aquella. El uso de este recurso puede hacer, paulatinamente, que una nueva idea se vaya asentado en la psique del individuo de modo que se entiendan como normales cuestiones que, hasta el momento, no lo han sido y que facilitan un mayor control de la sociedad. Ni más ni menos que lo que Goebbels postulaba en sus escritos. 3 EL SUEÑO (HÚMEDO) DE GOEBBELS Esta maniobra de interpretación (y manipulación) de los signos lingüísticos (y la realidad) de la que hablamos se configura como una estrategia de resignificación de todo aquello que nos rodea, de nuestras acciones, de las palabras que empleamos. Y, por ello, debemos tener en cuenta que, como decía Wittgenstein, lo primario en el lenguaje no es su significación sino su uso, su manipulación, mutación e incluso mutilación. Pensemos, en relación con este último sustantivo, en un concepto como el de libertad de expresión y las restricciones a las que se somete en la actualidad en virtud de la seguridad y el bienestar colectivo. Así que estas estrategias de cambio del significado se ubican en un territorio donde la semántica (a nivel político e ideológico) se convierte en territorio monopolizado por el poder, por la política. De ahí que se hablara en 2014 de regeneración democrática a la hora de emprender una reforma de la ley electoral para las últimas elecciones municipales en España que, en realidad, encubría el asentamiento de un incipiente totalitarismo (ya no encubierto) y que pretendía asegurar la mayoría absoluta a la fuerza más votada sin que ésta alcanzara el cincuenta por ciento de los votos. Ése es el tipo de absolutismo que, paulatinamente, se asienta entre nosotros tal y como la dibujante de tebeos francesa Chantal Montellier señalaba recientemente en su propia página web al recordar a Pier Paolo Pasolini: Pasolini, el profeta, tenía razón en casi todo: todos estamos en peligro. La “nivelación brutalmente totalitaria del mundo totalitario” de la que había hablado se ha realizado. Este tipo de tiranía es también la que podríamos encontrarnos, cómo no, en el lenguaje que se vertebraría como forma de dilapidación pública en la persona de esta dibujante francesa si se recuperara una entrevista que se le realizó hace casi cuatro años (13/10/2012) en el diario La República (Perú) con motivo de su presencia en el Festival Mundo Viñeta de Lima. Para tal ocasión se le preguntaba a Montellier por la crítica humorística hoy en día: LA REPÚBLICA: Tras la publicación de unas caricaturas políticas en una revista francesa se cerraron algunas embajadas en varios países islámicos… CHANTAL MONTELLIER: Ha sido por culpa de una película idiota que mataron a un embajador. ¿Donde están los responsables? Yo hice dibujos políticos y nunca insulté a nadie. Entonces los provocadores, que no son conscientes de la gravedad de la situación, tienen una responsabilidad enorme en el asesinato de este diplomático (en Libia), no quisiera ser uno de ellos. En situaciones tan difíciles, políticas, sociales, religiosas, hay que ser muy prudentes. Me parece que la gente de Charlie Hebdo (revista que publicó dibujos satíricos del profeta Mahoma) no lo es. Pero, claro, ¿quién se atreve, hoy mismo (y pese al tiempo transcurrido), a decir que no es Charlie Hebdo? ¿No es esa también una forma de coerción? ¿Un modo de imposición del pensamiento dominante en la conciencia de todos y cada uno de nosotros? 4 GRUPO DE DOMINACIÓN Y SIGNIFICADO En los últimos tiempos el significado de la realidad ha sido dictado desde instituciones y corporaciones. Los cambios en el significado de las palabras, la invención de términos, la modificación en los usos de aquello que entendemos por lenguaje es el territorio donde establece sus criterios la semántica (la que pertenece al Grupo de Dominación), un ámbito donde sólo juega el poder (y su Policía Semántica), un ámbito donde las instituciones y las corporaciones desean ser los únicos jugadores posibles, quienes regulan lo que se puede decir y lo que no. Quienes moldean el significado de las palabras y hacen que los cuadrados sean círculos (o al revés). ¿No es posible hacer esto con una repetición suficiente y la comprensión psicológica de las personas implicadas tal y como apuntaba una de las citas (de Joseph Goebbels) presente al inicio de este texto? Ya lo decía Lewis Carroll: —Cuando yo empleo una palabra —insistió Humpty Dumpty en tono desdeñoso- significa lo que yo quiero que signifique. Ni más, ni menos. —La cuestión está en saber —repuso Alicia— si usted puede conseguir que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. —La cuestión está en saber —replicó Humpty Dumpty— quién manda aquí. Eso es todo. De modo que el poder monopoliza el significado de la realidad y distribuye sus nociones en torno a ella (lo que vale, lo que está bien, lo que está mal, lo oportuno, lo pertinente, lo deseable) entre los usuarios de la lengua que, a partir de ésta (de lo que reciben de ella), otorgan significado al mundo, una realidad (etiquetada, re-semantizada) que se distribuye a través de los centros difusores de información (y control social). 5 DISEÑO DE SIGNIFICADOS Creemos tomar decisiones en relación con nuestros juicios y opiniones, pero tales elecciones son tomadas por el lenguaje que, con sus significados diseñados desde el poder y el sistema, penetran en nuestra psique como virus que establece nuestras pautas de conducta y, sobre todo, percepción. Burroughs ya lo decía: El lenguaje es un virus del espacio exterior. Así que la verdad se inocula a través de éste, a través de la información. De ese modo, el lenguaje condiciona nuestra percepción de la realidad. La eliminación (o extirpación) en el lenguaje cotidiano de términos como clase social supone la anulación de conceptos como lucha de clases. La reconfiguración del significado de la palabra libertad reduce la capacidad semántica de la misma, así como el uso de un concepto como Estado de Derecho se va limando y perfilando de acuerdo con las necesidades del Sistema (que, curiosamente, se caracterizan por reducir los derechos del ciudadano). El borrado de términos como oligarquía o el más amplio de grupo de privilegiados implica la desaparición de ideas de control y dominio por parte de unos pocos sobre la mayoría. Igualmente, hace un par de años se ponía de moda la palabra casta que, a decir verdad, se configura como otra estrategia de dominación y control semántico desde el otro lado (o bien como contrapoder de lo que Slavoj Žižek denomina postpolítica). Los años ochenta y noventa fueron de gran utilidad para este juego de resignificaciones y ocultaciones semánticas (o secuestro de la realidad) de las que hablamos y sobre las que reflexiona, por ejemplo, Adam Curtis en The Trap: What Happened to Our Dream of Freedom. En este documental podemos comprobar como el proceso de transmutación del significado comienza con Thatcher y Reagan a finales de la década del setenta. Ambos apelaron al deseo y a la satisfacción personal a la hora de captar votos dejando de lado cuestiones como la libertad o identificando, más bien, la libertad con el individuo (con su desarrollo y eclosión final a través del hipernarcisismo reinante). Ambos líderes estimularon, en ese sentido, la complacencia individual de modo que el grupo o la comunidad se fuera disolviendo dentro de la conciencia de los ciudadanos que se vieron abocados a un egotismo radical sobre el que Gilles Lipovetski reflexionaba con claridad en La era del vacío allá por los años ochenta del siglo pasado. Así, en esos años de los que hablamos (70s, 80s), el individuo se configura como elemento sobre el que se vertebra la realidad dejando de lado la noción de grupo, porque sencillamente (y al igual que sucede con la neolengua de George Orwell en 1984) se hacen desaparecer términos o significaciones de ciertas palabras de modo que determinados conceptos queden borrados de la mente de los hablantes, tal y como mostraba Jean-Luc Godard en Alphaville, largometraje de ciencia ficción deudor de Orwell.Cualquiera que haya estado un poco despierto en los últimos quince años puede concluir que tales movimientos en el significado de la realidad se enfatizan después del 11-S: La lucha por la libertad, el fuego amigo, los daños colaterales, entre otros, son eufemismos dictados por la corrección política y lingüística de la que, inicialmente, hicieron apostolado los lingüistas Sapir y Whorf con el fin de evitar los usos discriminatorios del lenguaje pero que, con el tiempo, se ha revelado como otra forma de dominación más. 6 SUMISIÓN LINGÜÍSTICA: BONDAGE Y SADOMASO EN EL TEXTO (conclusión)
La selección o anulación de segmentos de vocabulario por parte del Sistema facilita la anulación de la resistencia, favorece la pasividad y el control. El lenguaje es poder (aún en nuestro tiempo y pese a las imágenes). Si aún pensamos que no hay ningún objetivo que abatir, nuestra conciencia ha sido víctima del virus del lenguaje. Éste es el lenguaje que nos dice qué pensar, cómo hacerlo, cómo reaccionar ante una realidad sobre la que no operamos sino que opera sobre nosotros. Creemos dominar el lenguaje que empleamos, pero es más bien él (el lenguaje) quien nos controla, el ente que nos dice qué pensar, qué creer, por qué hacerlo. Nosotros nos dejamos hacer y toleramos que nos aten: miramos hacia otro lado cuando los nudos del lenguaje aprietan sobre nuestra conciencia y experimentamos el placer mudo de la sumisión, nos abandonamos al juego de la dominación. (Una lectura en torno a Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino de Diego Sánchez Aguilar) por ALFONSO GARCÍA-VILLALBA La Quimera susurra hacia la Luna Y tan dulce es su voz que a la desolación alivia LUIS CERNUDA La pornografía es la forma narrativa más interesante políticamente, pues muestra cómo nos manipulamos y explotamos los unos a los otros de la manera más compulsiva y despiadada J.G. BALLARD So what does it mean if I´d tell you to go fuck yourself Or if I say that you are beautiful to me CIGARRETTES AFTER SEX DESOLACIÓN DE LA(S) QUIMERA(S) Obsesión e insatisfacción. De eso trata Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino (NTSOF a partir de ahora). Y si en sus páginas encontramos algo así como insatisfacción, tal insatisfacción tiene que ver con la vida que los propios personajes presentes en este libro llevan, un descontento del que son plenamente conscientes, del que se sienten incapaces de escapar. Y si hablamos de obsesión aquí, hablamos del deseo, de un deseo más bien enfermizo por alcanzar aquello que los personajes no tienen, aquello que sueñan o anhelan. Y aquello que no tienen suele reducirse en la mayoría de los casos a: cuerpos, placer, orgasmos, sexo, carne, diversión, liberación. En suma: asuntos que tienen que ver con el deseo (y satisfacerlo o no satisfacerlo: follar o no follar). Si pensamos en la obsesión e insatisfacción que Diego Sánchez Aguilar presenta en NTSOF, podemos decir que tales sentimientos permiten dibujar los límites borrosos de una desolación que (no por su carácter confuso o nebuloso) no deja de comportarse como metal pesado en la conciencia de unos personajes que, dentro de estas páginas, deambulan por escenarios diversos y contemporáneos como Madrid, Murcia, Cartagena o Varadero y La Habana en Cuba. Si Diego Sánchez Aguilar presta atención a este mosaico de personajes que habitan diversas latitudes es porque, en realidad, el autor está intentando hablar de un individuo de carácter universal muy presente en el mundo que vivimos y que, a todas luces, resulta humano (demasiado humano tal vez). Esa desolación que se vislumbra aquí (ese abandono, ese desasimiento existencial) sienta las bases de un libro en que el amor queda erradicado (fumigado, liquidado, amordazado) y es sustituido por cierta (y apabullante) necesidad de encuentros sexuales, unos encuentros que tienen como finalidad rellenar las casillas vacías que una existencia alienante termina por configurar en la cabeza de los personajes que por aquí pululan de forma desnortada. No hay pues amor en estas páginas, sino más bien desamor y soledad. Un desamor que, en algunos casos, va fraguándose con el paso de los años en ciertas relaciones de pareja, desamor y soledad que parecen querer ser contrarrestados por la posesión del cuerpo del otro (otro que, en algunos casos, no es el habitual): alguien que está fuera, alguien a quien no poseemos, alguien con quien se comparte comida de navidad (tal y como ocurre en la narración ‘Comida de empresa’), alguien a quien usar y tirar, alguien —tal y como apunta Ballard en el prólogo de su novela Crash de 1973— de quien servirse de la manera más compulsiva y despiadada. Y eso es lo que sucede precisamente en el relato recién mencionado: Su imaginación se esfuerza en recordar el baño del 21, a Cristina apoyada contra la pared de ese baño, a él levantando el vestido para encontrar su culo sin bragas. El otro se convierte en objeto de deseo, receptáculo de las fantasías, órgano de redención fugaz. El cuerpo del otro (y sus promesas o los posibles orgasmos) se convierte en la traducción de las necesidades no satisfechas de los personajes encerrados en este libro, personajes que no pueden escapar de sus pulsiones, de su existencia que deviene cárcel, campo de concentración mental. Así, la posesión del otro (la realización del acto sexual) parece ser la única compensación posible para estos personajes (su única fuga posible). Sí: como si el sexo fuera el único sueño que tuviera la capacidad de salvarnos (aunque momentáneamente), la única utopía posible dentro de la soledad y la incomunicación que tan clara es en la pareja protagonista de ‘Vecinos’: Pero las reglas que el silencio había ido imponiendo en su matrimonio eran muy estrictas. Las que más claramente convergían sobre la situación que estaba desarrollándose eran las siguientes: a) no podían declarar abiertamente su deseo ni decir “voy a follarte”; b) no podían reconocer que se habían excitado con estímulos ajenos, ya provengan de canales visuales o auditivos; c) la pornografía, como cualquier manifestación abierta de lo sexual, es algo vergonzoso, ridículo, indigno, ellos estaban por encima de esas cosas; d) ya tenían “una edad”; e) Marta no hace el amor por la noche desde que nació su hijo; f) Marta no se pone a cuatro patas. Sin embargo, el sueño (ese sueño liberador que tiene que ver con la carne, la carne del otro, el cuerpo del otro, que tiene que ver con el placer o el orgasmo) no se materializa completamente, no se hace efectivo o, sencillamente, no responde a las expectativas, no dura, acaba, termina antes de que pueda ser realmente disfrutado, llevado a la práctica. De ahí la desolación que la(s) quimera(s) produce(n): La quimera aquí (siempre) es el otro (ese otro huidizo, inaprensible). El sueño en NTSOF es un deseo que ya nace muerto, un óvulo que no germina debido a que las condiciones para su realización lo hacen imposible. Así sucede, por ejemplo, en ‘Injusticia’, donde la protagonista (Paula González), que es seguida minuciosamente por el narrador (al igual que el resto de personajes aquí presentes), anhela volver a tener sexo con su novio de la adolescencia, recuperar el pulso de aquellas noches juveniles en las que la desinhibición, el hachís y el alcohol le llevaban a una suerte de paraíso (irrepetible) que ahora (infructuosamente) intenta recuperar en una cena de antiguos alumnos, ese tipo de acontecimientos que, en la era de las redes sociales, parece generalizarse como fórmula de reconocimiento de unos años que jamás volverán y que, queramos o no, confirman la decadencia de unos individuos que no alcanzan a adaptarse al momento en el que viven, a la situación en la que (decisión tras decisión: acertadas o no) están inmersos. En ese sentido, el deseo de revivir un tiempo perdido no llega del todo a buen término en el caso de Paula González, esa marioneta (o paradigma) que protagoniza ‘Injusticia’. En determinado momento de la narración, Paula será consciente del sonido de los coches en la avenida, un sonido que le revela la realidad, que subraya esa situación en la que está inmersa, ese momento que vive y que a punto está de acabar. Y Paula es consciente de ello gracias al ruido de esos automóviles, mediante ese rumor mecánico que traduce el inicio de un nuevo día, el comienzo de otra jornada laboral, la reactivación de la alienación cotidiana. Y Paula sabe lo que significan todos esos sonidos que vienen de la calle y que escucha desde el interior de una habitación de hotel donde está a punto de hacerlo con ese amor de adolescencia con quien se escapaba a la playa para que el sexo y el alcohol y el hachís (y 1000 posturas nuevas sobre la cama) les hicieran sentir vivos, tan vivos que el presente le resulta (a Paula) un continuum de tedio y desolación. Y es ese runrún de automóviles en la mañana el que le revela el fin de la noche y, en definitiva, el fin del sueño, el fin de la liberación o de la satisfacción del deseo y la consiguiente reafirmación de la injusticia cotidiana. Seguramente (en esos momentos en que los motores de los coches escuecen en sus oídos), seguramente dentro de su cabeza, en la cabeza de Paula (y aunque el narrador no lo diga) flotan -bajo una madeja de alcohol y porros- el eco de las voces de sus hijos en alguna habitación de la casa, los pasos de su marido por el pasillo al regreso del trabajo o a la vuelta de hacer la compra en el supermercado. Es decir, en su cabeza empieza a tomar forma la extinción de la fantasía, el término de su (insatisfecha) cuota de escapismo. LO COTIDIANO ES LA MUERTE Society is a hole SONIC YOUTH Tal tipo de cotidianidad presente, por ejemplo en ‘Injusticia’, es la que marca el discurso narrativo de Diego Sánchez Aguilar a lo largo de las páginas que componen NTSOF, una obra en la que la meticulosidad narrativa se configura como la pauta constructiva del libro. Esta minuciosidad se refleja en los actos externos de los personajes aquí presentados, pero sin lugar a dudas en la precisión que, si bien no es esencialmente psicológica, nos transmite a la perfección algunos de los procesos mentales de los protagonistas de este conjunto de narraciones que, aún teniendo un formato aparente de libro de relatos, conforman un todo unitario que hace que los diferentes textos se complementen como un perfecto sistema donde todo se dirige hacia el mismo lugar, donde todo está bañado por el mismo flujo de intenciones: la búsqueda del sexo y la infinita soledad de sus protagonistas en el bosque rutinario de gestos y hechos que se repiten de forma constante en los quehaceres diarios de aquellos. Y esa soledad (tan envolvente) la distinguimos (o queda subrayada) por ese saber acercarse, por parte de Diego Sánchez Aguilar, al modo en que piensan y sienten sus personajes. Así, sucede en el ya mencionado ‘Vecinos’, donde la repetición y escucha incesantes de los polvos que echan en el piso de arriba unos vecinos de la pareja protagonista hará anidar en la cabeza del personaje masculino todo tipo de fantasías que no comunicará a su pareja: fantasías o deseos que ni siquiera pondrá en práctica debido a la distancia que este personaje experimenta en relación con su mujer, debido a los silencios tácitos que se han establecido entre ambos a lo largo de los años, debido a ese estar los cuerpos tan lejos, tan cerca, dentro de ese agujero en que se ha convertido su relación, ese agujero que es reflejo del nicho que la propia sociedad dibuja en la conciencia de toda una serie de individuos alienados, una alienación que tiene que ver con las relaciones que se establecen en un mundo de producción de rutinas que, queramos o no, influye en la vida diaria de estos personajes que no son más que muñecos que reflejan ciertos movimientos del alma en nuestros días, ciertas frustraciones que dejan sus larvas en la conciencia, en el corazón. Todo esto lo único que nos revela es el modo en que el parásito del silencio devora los cauces normales para la comunicación dentro de una pareja convencional (y por ello universal), una pareja de una España contemporánea que es sinónimo o metáfora de Europa y, en definitiva, del mundo occidental, esa civilización que un día se descompondrá y en la que el vértigo (vital, comunicacional, laboral) y la necesidad de satisfacción (inmediata, express, aquí-y-ahora, ahora-mismo) corroe lenta y metódicamente la conciencia del individuo, una conciencia que se ve manipulada por la irrupción de la pornografía como genero narrativo de dominación a la hora de inocular modelos de deseo (y conducta) en la psique individual. PORNOGRAFIE MACHT FREI Por el contrario, la obscenidad y la transparencia progresan ineluctablemente, justamente porque ya no pertenecen al orden del deseo, sino al frenesí de la imagen JEAN BAUDRILLARD …cambiar de mundo, vivir mientras dura el film PASCAL BRUCKNER/ALAN FINKIELKRAUT Diego Sánchez Aguilar tiene también un hueco en su corazón para el porno. Quiero decir: el porno tiene también cabida en NTSOF, concretamente en "Gemidos", donde un funcionario de Correos se obsesiona con el blog de una artista que decide subir a la red las masturbaciones que se procurará a lo largo de 365 días: un año completo de autosexo (pero sin imágenes en este caso). Curiosamente, en las páginas de este relato (y eso es muy acertado) no se ve nada de lo que esa mujer artista hace y la narración se centra en la obsesión que el funcionario de Correos experimenta por tales vídeos diarios (sin cuerpo: sólo sonido, sólo gemidos) que ella sube a la red. A lo largo de esta historia la atención narrativa se concentra en la confusión entre pornografía y amor que se da en la cabeza de Anselmo Alonso (funcionario de correos), una confusión que funciona perfectamente a través del enamoramiento de algo que no llega a ver y que, en suma, no es más que otro de los espejismos que la sociedad en la que vivimos nos proporciona a lo largo de las diferentes horas que componen los días en nuestra sociedad que, dentro de NSTOF, es retratada con sutilidad quirúrgica por parte de su autor. SALA DE DISECCIONES La literatura siempre está intentando mostrar otras partes de este inmenso universo en el que vivimos. NATHALIE SARRAUTE Algunos lectores podrán pensar en el carácter frío y distante del narrador o incluso en cierto maltrato hacia los personajes. Pero, en realidad, eso es algo que no tiene cabida dentro de las páginas de NTSOF. En NTSOF lo que encontramos es algo parecido a cuando se abre en canal una rana en una sala de disecciones. Al abrir una rana o al abrir un cadáver en una sala de autopsias lo que encontramos es pura atención a lo que tenemos delante: observación de un cuerpo inerte. Una autopsia es (siempre) un recorrido objetivo a través del cuerpo de un cadáver con el fin de determinar los motivos de su muerte. En ese sentido, Diego Sánchez Aguilar es un forense y NTSOF es la autopsia de un cadáver, ese cadáver que es la conciencia occidental, una conciencia parasitada por el deseo, la incomunicación y la frustración analizados a través de la lente de un autor que prefiere concentrarse en esto en vez de hacerlo en el recuento compasivo de recuerdos que, últimamente, invade cierta literatura que, con nostalgia maquillada de crítica, inunda los estantes de las librerías a través de una autoficción que, después de haber llegado a su cénit, debería replantearse los principios que la animan o bien hacerse el seppuku. Como decimos: Los personajes de Diego Sánchez son ranas que son abiertas con bisturí y el autor se fija en el hígado de esas ranas, ese lugar que los romanos consideraban el epicentro de las emociones y los sentimientos. Sin duda alguna, ese hígado que analiza Diego Sánchez tiene mal color. Y es un hígado que es descrito en los temores de Vicente dentro de la narración que lleva por título ‘Asunción de María’, que es deletreado en el deseo que despierta en él el sexo furtivo de unos adolescentes en la escalera del edificio en el que vive. PÁRPADOS: MAR Y PISCINA (panteísmo soft pero en cierto modo con atisbos de redención) Nuestra cabeza es redonda para permitir al pensamiento cambiar de dirección. FRANCIS PICABIA ...todo se hacía vista en ella. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ Muchas de las cosas que aquí leemos tienen lugar, como ya se ha indicado, en la conciencia de los personajes, dentro de sus cabezas, en los deseos y sueños que iluminan u oscurecen su cotidianidad, esa monotonía que apaga unas existencias que solamente puede ser esquivada a través del viaje, a través del intento de escapada, a través de la fuga, de la huida de la rutina. Algo así podemos encontrar en una de las narraciones que se desarrolla en Cuba, esa suerte de isla paradisíaca dentro de un imaginario colectivo que contempla las islas (Ibiza, Mikonos, la propia Cuba) como espacios de salvación y redención (aunque esa salvación y redención se configuren como algo fugaz, espejismo dentro de lo cotidiano: beatus ille dentro de la alienación). En ese relato (que lleva por título “Cuba”), tenemos conocimiento de Aurora. Recién separada (y a diferencia de sus compañeras de viaje que parecen estar solamente interesadas en los mojitos y el sexo esporádico), su caso es especial. Aurora no piensa en tirarse a un mulato o a un negro de buen ver, sino que más bien desea disfrutar de la soledad y la naturaleza. Pese a las circunstancias que rodean su vida (una separación), Aurora presenta unas características en cierto modo vitalistas que se ven a la perfección cuando está bañándose en el Caribe, en el deseo de soledad, en su interés por disfrutar de la naturaleza, de la luz, del mar: Estas sensaciones de plenitud culminan en el acto de flotar boca arriba, haciendo el muerto, dejando que el sol caliente su cara y tiña de rojo la fina piel de sus párpados cerrados, mientras las pequeñas olas mecen su cuerpo y los ruidos del exterior van y vienen según sus oídos queden por encima o por debajo de la superficie marina. Podría decirse que, pese a la obsesión y la insatisfacción de los personajes, hay en muchos de ellos un deseo de buscar la belleza, de disfrutar de los placeres que la existencia puede brindarles (quizás sea esto una forma de autoengaño, una forma de maquillar infidelidades, lo que sea, lo que el lector desee interpretar). Y el gozo del placer en las páginas de “NTSOF” se puede interpretar como una suerte de carpe diem en putrefacción que intenta satisfacerse ya sea a través del sexo, ya sea a través de la contemplación. La visión (lo que los personajes observan: sobre todo cuando cierran los ojos, extraña y bella paradoja), entonces, se convierte en algo de sutil importancia dentro de estas páginas, algo que tal vez pasa inadvertido y que tiene que ver con una especial sensibilidad presente en algunos de los personajes que deambulan por NTSOF. En ese sentido, algún que otro personaje disfruta de la vida en determinado momento de la narración, con detalles prácticamente similares a los de Aurora. Así pasa, por ejemplo, en uno de los recuerdos de Paula, la protagonista de ‘Injusticia’, donde podemos comprobar como algo tan sencillo como la luz (o el sol) es motivo suficiente para sentir cierta libertad o experimentar el placer de la existencia: Cierra los ojos contra el cielo y siente el calor del sol sobre sus párpados, que transparentan un color rojo de membrana demasiado fina para esa luz. Huele intensamente a cloro, a verano, a inquietud. El tiempo sin la rutina de las clases, los horarios y las tareas escolares es extraño eterno, sin límites, amorfo. Rebotan las bolas de tenis. Evidentemente la insatisfacción está ahí (no es fácil escapar de ella) y castra muchos de los anhelos de estos personajes que, a decir verdad (y si rascamos un poco), son en cierto modo unos soñadores, unos soñadores que quizás no terminan por alcanzar aquello que buscan pero que se mueven en las páginas de este libro pensando que sería posible una vida mejor que la que tienen, cosa que (probablemente) no consiguen finalmente. Quizás por miedo, quizás por temor, por pánico a descubrir que la catarsis sea un modo de fulminar la desolación que las quimeras producen en la cabeza de todo hijo de vecino.
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