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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
por ALDO FRESNEDA ORTIZ LA RETÓRICA MÁS ALLÁ DE LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA: COMUNICACIÓN Y PRAGMÁTICA La Retórica, como disciplina que estudia el uso del lenguaje en los discursos en función de su capacidad persuasiva, se sitúa para la mayoría de las personas en el ámbito de la cultura clásica. Sin embargo, esto no es más que una noción poco precisa de la Retórica, basada únicamente en una concepción etimológica de esta disciplina. A tenor de esta problemática son interesantes las consideraciones que lleva a cabo Varga en ‘Universalidad y límites de la Retórica’, donde plantea la evolución que ha sufrido la sociedad desde un punto de vista comunicativo. Según este autor, los cambios en los medios de comunicación a lo largo de la historia de la humanidad han sucedido a lo largo de tres etapas fundamentales: la civilización oral, la civilización escrita y la civilización mediática. El paso de una civilización oral a una civilización escrita supuso la pérdida de la inmediatez y la posibilidad de pervivencia del mensaje a lo largo del tiempo, lo que por la propia naturaleza del cambio desprendió a la comunicación de su carácter oral y por lo tanto debilitó mucho su vertiente retórica. Sin embargo, el paso de una civilización escrita a una civilización mediática trajo consigo dos características: la inmediatez y la oralidad. Por un lado, el acto comunicativo a distancia puede ser llevado a cabo en una misma temporalidad comunicativa entre el emisor y el receptor, y, por otro lado, a raíz de la afirmación anterior, esto supone una vuelta a la oralidad, lo que trae consigo un nuevo ensalzamiento de la Retórica, que ahora se muestra como un componente esencial en el nuevo formato comunicativo. El hecho es que la Retórica, como instrumento propio de la comunicación humana, está presente en el lenguaje; es más, la dimensión retórica del lenguaje es totalmente indisociable al mismo. Cualquier acto verbal producido por un emisor en un contexto comunicativo contiene, de manera subyacente, un conjunto de pretensiones instauradas por el emisor con una finalidad precisa. Como defiende Albaladejo (2005: 4) «la Retórica es una explicitación del sistema de la comunicación lingüística discursiva; como tal, la Retórica es posterior a la comunicación mediante el lenguaje en discurso, de cuya realidad ha extraído sus componentes y sus categorías». El hecho de que la Retórica sea posterior al lenguaje nos hace advertir el carácter descriptivo de esta disciplina, que se caracteriza por la sistematización del conjunto de elementos que, de forma natural, caracterizan el lenguaje humano. En este sentido, vemos que en la Retórica se pierde la noción relacionada con la disciplina clásica y se erige como una parte esencial del lenguaje dentro contexto comunicativo. Además de la idea de Retórica como parte del lenguaje, hemos de introducir en nuestro estudio previo la diferencia existente entre Retórica y discurso retórico. Entendemos por Retórica, tanto la clásica como la actual, a la disciplina que estudia el lenguaje en su vertiente persuasiva de forma descriptiva. Por otro lado, la noción de discurso retórico hace referencia a la construcción textual compuesta por una serie de características que facilitan la persuasión comunicativa. Es decir, mientras que la Retórica es una disciplina descriptiva, el discurso retórico es una tipología textual. De este modo lo entiende Albaladejo (2005: 5), cuando sostiene que «en la praxis retórica que es la oratoria, el lenguaje desarrolla todos los recursos que hacen posible una construcción lingüística que interese e incluso que arraiga estéticamente al auditorio». Y esta característica está tan estrechamente unida al lenguaje, que el mismo autor habla de la retoricidad. Para Albaladejo (2005: 18) la retoricidad es «una característica de la comunicación que corresponde al núcleo retórico del lenguaje, con el que de un modo u otro se intenta influir en los interlocutores». Si estudiamos la retórica desde un punto pragmático, y teniendo en cuenta la afirmación Pragmática eres tú, de Graciela Reyes (1995), somos capaces de inferir que, si desde un punto de vista comunicativo la Retórica no es más que otro componente del lenguaje humano, esto quiere decir que la misma no es más que una faceta pragmática más del lenguaje. De hecho, la Retórica es la parte más relevante de la Pragmática, puesto que el empleo del lenguaje con un fin concreto está dentro del estudio del lenguaje en su uso. Esto es: uno de los usos del lenguaje es la persuasión, que cristaliza a través del discurso retórico y se describe a través de la disciplina de la Retórica. Estos dos aspectos —el comunicativo y el pragmático— son, a nuestro parecer, los más significativos dentro de la Pragmática actual, y aquellos que nos permiten reivindicar la importancia de la Retórica en la actualidad. En lo que resta estudio, nuestra pretensión es centrar el mismo en las dimensiones pragmática y comunicativa que caracterizan al lenguaje. RÉTORES MODERNOS Y CONSIDERACIONES PRELIMINARES Vamos a analizar tres casos muy diferentes entre sí. El análisis de estos casos nos permitirá concluir que son muy diversos los cauces a través de los cuales se puede llegar a un discurso retórico correctamente elaborado. Por este motivo hemos elegido rétores tan diferentes como Ralph Waldo Emerson, Miguel de Unamuno o el Ayatolá Jomeini. Apreciaremos la diversidad de los textos, motivo que no conllevará que ninguno de los mismos esté exento de una fuerza retórica muy elevada. Todo esto nos hará plantearnos la gran variedad estilística, ideológica y sobre todo argumentativa que los diferentes rétores pueden exhibir en el desempeño de su labor, así como la influencia que el lenguaje tiene sobre las personas y la influencia que tienen las personas sobre el lenguaje. En primer lugar vamos a presentar cada uno de los discursos que pretendemos analizar para después llevar a cabo un análisis de los mismos atendiendo a dos dimensiones: la dimensión lingüística y la dimensión retórica. Ambas dimensiones intentan abarcar los aspectos comunicativos y pragmáticos de los textos. Dentro de la dimensión lingüística nos vamos a fijar en los mecanismos de estilo, las figuras retóricas, el uso de la persona verbal, la impersonalidad, la estructura oracional, la simplicidad o complejidad oracional, etc. Es decir, se trata de analizar aquellos aspectos visibles de una forma más que evidente en la propia realidad discursiva. Dentro de la dimensión retórica vamos a analizar aquellas cuestiones relacionadas con los argumentos que constituyen los discursos: los tipos de argumentos, la estructuración del discurso, la jerarquía del rétor con respecto a su auditorio, el estilo directo o indirecto en la formulación del discurso, etc. En este caso analizamos aspectos que, si bien no dejan de formar parte de la lengua, van más allá, pues ponen en funcionamiento una dimensión eminentemente pragmática y comunicativa; es decir, nos encontramos ante estrategias tanto lingüísticas como procedimentales que aclaran la intencionalidad del rétor con respecto a su auditorio. Después de presentar las características esenciales tanto en la dimensión lingüística como en la dimensión retórica, llevaremos a cabo una comparación entre los tres discursos. Con ello pretendemos exponer tres discursos que desde la perspectiva de la Retórica son muy distintos. Algunos de ellos intentan convencer a su auditorio, otros sólo informar y amenazar y los otros mostrar disconformidad con posturas opuestas. En función de esta finalidad, observaremos cómo puede variar un discurso dependiendo del fin para el que esté destinado. ANÁLISIS LINGÜÍSTICO Y RETÓRICO DE LOS DISCURSOS RALPH WALDO EMERSON LA FUERZA DE LA NACIÓN ¿Qué es lo que hace que los pilares de una nación sean altos y sus cimientos fuertes? ¿Qué es lo que hace que una nación sea poderosa y se atreva a desafiar a los enemigos que lo asolan? No es el oro, no es su riqueza. Sus grandes reinados desaparecen en el fragor de la batalla y sus astas descansan bajo la arena. ¿Acaso es la espada, acaso su ejército? Preguntad al polvo rojo, de los imperios que han desaparecido. Su sangre se ha transformado vanamente en óxido y su gloria en decadencia. ¿Acaso es su orgullo? ¡Ah! Eso que hace aparentar a las naciones prósperas, pero Dios las ha terminado por destruir y sus cenizas caen esparcidas a sus pies. No es el oro lo que hace grande a una nación, no es su espada, ni su orgullo. Son los bravos, los fuertes, los grandes hombres quienes las hacen poderosas. Hombres que permanecen y sufren rectos en la verdad y el honor. Valores positivos: altos, fuertes, poderosa, bravos, fuerte, grandes, rectos, verdad y honor. Negaciones retóricas: «no es el oro, no es su riqueza», «no es el oro, no es su espada, no es su orgullo» Preguntas retóricas. Estilo elevado: «su sangre se ha transformado vanamente en óxido y su gloria en decadencia. Recursos lingüísticos A la hora de detenernos en los recursos lingüísticos fundamentales que caracterizan el texto de Ralph W. Emerson, podemos señalar cuatro aspectos fundamentales: la pregunta retórica, la personificación, las preguntas con respuesta negativa y la tonalidad. Además de estos recursos mucho más concretos, hay que destacar que el texto ante el que nos encontramos está marcado por un estilo muy rico y muy literario. Realmente, nos encontramos ante un discurso que a través del lenguaje intenta crear una sensación de plenitud en su auditorio. Sin embargo, nos damos cuenta fácilmente de que el estilo florido propio del discurso es propio del formato escrito y no tanto del oral. Esto se debe fundamentalmente a que las preguntas retóricas que podemos apreciar al comienzo de los párrafos son totalmente impropias de la variedad oral del lenguaje. Así pues, nos encontramos ante un discurso muy rico y muy adornado que con seguridad está ideado para el formato oral. El ornato del discurso, así como la tonalidad que desprende el mismo, nos llevan a la conclusión de que nos encontramos ante un discurso de tipo enaltecedor, en el que lo fundamental es apelar al ánimo o sentimiento del auditorio o de los lectores, en este caso. A continuación, explicaremos los mecanismos lingüísticos que contribuyen a caracterizar el discurso. Vemos que tanto el tercer párrafo como el quinto párrafo comienzan con preguntas retóricas en las que se presupone una respuesta negativa a dicha pregunta. En este caso nos encontramos con una respuesta preconcebida, sí, pero en modo negativo, que sirve al autor para introducir las reflexiones que le interesan. Son preguntas que no ha hecho nadie, pero que se muestran esenciales como estructura vertebradora del hilo discursivo macrotextual del discurso. Observamos también que, debido a que la intención del autor es llevar a cabo una loa a las naciones y a sus ciudadanos, el elemento que se pretende negar y que aparece en las interrogaciones es a todas luces un elemento negativo como el orgullo o la violencia. Estas preguntas retóricas son las que nos hacen pensar en el formato escrito original del discurso, ya que implican una complejidad muy alejada del formato oral del lenguaje. En caso de que se tratase de un discurso correspondiente al formato oral, nos encontraríamos ante un discurso, que, si bien sería rico y efectista en cuanto al léxico, supondría un déficit importante desde una perspectiva comunicativa, ya que el grado de unión con el auditorio que asistiera al discurso sería, presumiblemente, poco importante. El otro rasgo esencial a la hora de proceder con el análisis del discurso es la tonalidad. Durante todo el discurso vemos que algunos recursos como las preguntas retóricas o el uso de que expresiones de admiración, van destinados a crear una línea melódica ascendente que marcará el carácter enaltecedor que pretender conseguir Ralph W. Emerson. Este carácter enaltecedor es esencial para que el autor se granjee la atención del receptor, ya que ayudará al mismo a no perder en ningún momento el hilo argumentativo que se le pretende hacer llegar. Recursos retóricos En cuanto a los elementos propiamente retóricos que caracterizan a este discurso, hemos de señalar la conjunción de algunos que se podrían resumir en un sólo: la dispositio. La forma en la que se organizan los temas a lo largo del discurso es lo que dota de una extraordinaria eficacia a este tipo de discurso en el que se pretende enaltecer al auditorio. Si nos fijamos pormenorizadamente en la estructura de la obra, vamos a distinguir tres partes que siguen una argumentación cuasi lógica. En el primer párrafo, el autor va a formular una serie de preguntas que marcarán los temas que pretende abordar a lo largo de su discurso —cuáles son los pilares de una nación y qué es lo que la hace fuerte— y que se desarrollarán posteriormente. Una vez que ha formulado cuál es el interés de su discurso el autor desecha durante los siguientes párrafos todos aquellos elementos que no constituyen verdaderamente el valor de una nación. Es en este momento, cuando, como parte del juego, va a introducir una serie de preguntas retóricas negativas mediante las cuales va a ir negando sucesivamente aquello que no constituye parte esencial de una nación. La repetición de los diferentes elementos que no constituyen una nación como parte esencial de la misma, pero que sí forman parte en alguna medida —como en los elementos que aparecen en las dos preguntas retóricas— va a producir una sensación de ansiedad en el lector u oyente del discurso. Esta sensación será la que haga que el receptor del mensaje, inquietado ante tantas falsas soluciones a las preguntas que se han formulado en primer término, quiera conocer cuál es la respuesta correcta. En este caso Ralph W. Emerson está cultivando un horizonte de expectativas que poco a poco el propio receptor de su mensaje va a ir esperando cada vez más. Así, la última parte del discurso es la tan esperada respuesta a las preguntas que se habían formulado en un primer momento. Para el receptor del mensaje suponen un verdadero alivio, ya que realmente tenía una sensación de ansiedad para la que únicamente la respuesta del autor tenía la cura efectiva. A lo largo de este párrafo, Waldo Emerson va a exponer cuáles son los valores que representan a una gran nación y que se encarnan en los hombres que la conforman: la braveza, la fuerza, la verdad, el honor; estos son los valores que, finalmente, en alas de un tono triunfal y esperado a lo largo del discurso, vamos a poder encontrar al final del discurso. Si realmente reflexionamos sobre el contenido neto en términos de información del discurso, podremos comprobar que al autor le habría bastado con afirmar: los grandes valores de una nación son sus ciudadanos, nobles, honorables, bravos y perseverantes. Pero lo que consigue gracias a todo el ornato que incorpora y sobre todo gracias a una disposición textual extraordinaria es que sea el propio receptor del mensaje el que mendigue aquello que el autor quiere decir. Leer este discurso supone asistir a un ejercicio tremendamente efectivo de disposición textual, que lleva consigo una finalidad muy clara: que el mensaje que intenta transmitir cale del modo más hondo en el público al que va destinado. MIGUEL DE UNAMUNO VENCERÉIS PERO NO CONVENCEREIS (1936) —UNAMUNO: Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso —por llamarlo de algún modo— del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo, (señalando al obispo de Salamanca), lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito “¡Viva la muerte!” y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor. —MILLÁN-ASTRAY (exclama irritado): ¡Muera la intelectualidad traidora! ¡Viva la muerte! —UNAMUNO (sin amedrentarse, continúa): Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho. Captatio benevolentiae: «Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio». Importancia de la primera persona como muestra de la implicación del autor en el discurso en el que participa. Argumento principal: Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Argumento lógico, basado en el signficado de la palabra «vencer» y «convencer». Términos negativos asociados a Millán-Astray. Para entender el discurso de Miguel de Unamuno hemos de situarlo dentro de su contexto. Nos hallamos en el seno de una conferencia en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca en 1936, territorio conquistado por los nacionales pocos meses antes, al inicio de la Guerra Civil Española. En la mesa de debate se encuentra el Obispo de Barcelona, Carmen Polo, Millán-Astray, Jose María Pemán y Miguel de Unamuno, que en este momento ya era un reputado escritor y se había visto atrapado en el bando nacional. Un conferenciante, Maldonado, ataca el carácter de los catalanes y de los vascos, situación ante la que el General Millán-Astray grita «Viva la muerte» y «España… libre». Ante este hecho, el presidente de la mesa, Unamuno, decide intervenir y el resultado de la intervención es el discurso que tenemos ante nosotros; un discurso cargado de elocuencia y argumentos racionales. El discurso «Venceréis pero no convenceréis» constituye un magnífico ejercicio retórico. Hay que tener en cuenta que se trata de la respuesta espontánea en el fragor de una conferencia muy tensa al General Millán-Astray. El hecho de que no sea un ejercicio premeditado da muchísimo más valor al discurso de Unamuno, que demuestra una galería de recursos estilísticos y estructurales propios de un escritor totalmente consagrado. A continuación vamos a analizar tanto los recursos lingüísticos propios de este discurso, como los recursos de tipo argumentativo que podemos encontrar en el mismo. Nos daremos cuenta de que se trata de un discurso muy rico a todos los niveles y el hecho de que sea una respuesta —y por lo tanto constituya un acto no premeditado— hace que cobre un valor mucho mayor. Recursos lingüísticos En el caso de la intervención de Unamuno en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, el lenguaje va a tener un peso central en la configuración del discurso. El autor bilbaíno va a desplegar un lenguaje rico, un gran dominio de varias figuras de pensamiento a lo largo del discurso, así como un tono lo suficientemente directo para los intereses de su discurso. Hay que señalar que, aunque el discurso de Unamuno se caracteriza por la riqueza léxica y retórica, esta no implica una pompa excesiva en el desarrollo del discurso, sino que el ornato que caracteriza el discurso se presenta en su justa medida. Por lo tanto, hemos comprobado que el lenguaje de Unamuno se caracteriza por la riqueza léxica y por la presencia de figuras de pensamiento. A continuación vamos a tratar de ser más precisos en el análisis del lenguaje del escritor bilbaíno. Un rasgo que encontramos desde el primer momento y que Unamuno maneja de forma magistral es la generalización. Vemos que la tercera oración del discurso versa de la siguiente manera: «A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia». Vemos que el autor hace uso de una expresión despersonalizada y cargada de rotundidad, ya que la plantea como un precepto universal, válido para cualquier situación. Además, utiliza esta verdad universal como justificación para todas las afirmaciones posteriores, legitimando su derecho a intervenir para preservar su libertad de ideas. Es interesante también el uso de la primera persona del singular, que conlleva que el autor del discurso se responsabilice plenamente de las ideas presentes en el mismo. Se presentan como el fruto propio de la persona que lleva a cabo el discurso y reflejan un compromiso férreo con el emisor de las mismas. Recursos retóricos A lo largo de la intervención de Unamuno podremos encontrar diferentes estrategias retóricas. Se trata de un discurso que, desde el primer momento, presenta una clara estructuración retórica. Así, en un primer momento ya llama poderosamente la atención la aparición de un tópico tan importante de la retórica como es la captatio benevolentiae. El orador, Unamuno, trata de captar la atención de su público. En este caso se trata de algo imprescindible, ya que el público ante el que se encuentra presenta unas grandes diferencias ideológicas con el propio Unamuno. Para captar la atención del auditorio, Unamuno va a comenzar aludiendo directamente al auditorio a través de la expresión «Estáis esperando mis palabras», que crea expectación sobre lo que va a decir a continuación. Si esta afirmación parece fríamente un golpe de arrogancia por parte del autor, lo cierto es que se trata esencialmente de una técnica para llamar la atención de los oyentes. Todo esto va a continuar en el comienzo de la siguiente oración: «me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio». Es de nuevo otra forma para captar la atención de su auditorio. Otro de los recursos que vamos a encontrar es el ataque hacia el conferenciante Maldonado, que acaba de atacar a su vez a los vascos y a los catalanes. El recurso que emplea Unamuno para arremeter contra Maldonado es precisamente decir que no va a tener en consideración la ofensa personal que ha provocado Maldonado. Así, diciendo que no va a hacer caso a los insultos, dice, al mismo tiempo, que se han producido tales insultos. Es un modo indirecto de decir que se han producido tales insultos adoptando una postura que simula la elegancia del que no se da por afectado ante los mismos. No obstante, tras este momento de superior moralidad, Unamuno recuerda su procedencia bilbaína, así como la procedencia catalana del Obispo de Salamanca. En realidad lo que está diciendo de forma velada es que, como vasco que es, le molesta sobremanera los comentarios que acaba de hacer Maldonado. A continuación Unamuno usará un estilo sumamente literario, en el que habla de la necrofilia que supone brindar por la muerte y de su vocación de tramas como parte de su oficio de escritor. En esta ocasión el autor intenta embelesar con el carácter literario del discurso. Después de esto va a hablar de la minusvalía que sufrió Millán-Astray —le faltaba el ojo derecho y el brazo izquierdo como consecuencia de heridas en el campo de batalla—, comparando su minusvalía con la que sufrió Cervantes. Para expresar la incapacidad de Millán-Astray para juzgar ciertos temas Unamuno hace uso de un silogismo tremendamente simplista, en el que la primera premisa es falsa, por lo que nos encontraríamos ante un entimema: «El general Millán-Astray ha quedado mutilado, los mutilados se congratulan de la mutilación ajena para sentirse bien, por lo que el general Millán-Astray no tiene atribuciones para dictar nada referente a la psicología de la masa». Es evidente que la segunda premisa es totalmente falsa: los mutilados no se congratulan con la mutilación ajena. Teniendo en cuenta que el auditorio ante el que se encontraba Unamuno se hallaba compuesto sobre todo por falangistas y carlistas, hemos de suponer que este silogismo desvirtuado fue muy mal aceptado. En este mismo momento, al decir que si un mutilado no cuenta con la grandeza espiritual de Cervantes querrá ver el mundo lleno de mutilados, lo que está haciendo en realidad es decir de forma indirecta que el general Millán-Astray carece de grandeza espiritual. En este caso asistimos ante un insulto velado dentro de un silogismo sin base lógica alguna (es decir, estamos ante un entimema). Después de la interrupción por parte de Millán-Astray al grito de «Muera la intelectualidad traidora. Viva la muerte», Unamuno va a hacer gala de una concatenación argumentos racionales, basados en la propia naturaleza significativa de las palabras, en la que expresará todos los pensamientos que le llevan a exponer su postura: «Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha». Tras observar el argumento que aporta Unamuno, es necesario que lo analicemos en detalle. Podemos observar que centra la eficacia de su argumentación en el propio lenguaje. Así pues, lo que hace Unamuno es una reflexión sobre el propio significado de los verbos «vencer» y «convencer». Si buscamos en el DRAE (2010) el significado de ambos términos, observamos que: —Vencer es, según el DRAE, «sujetar, derrotar o rendir al enemigo». —Convencer es, según el DRAE, «incitar, mover con razones a alguien a hacer algo o a mudar de dictamen o de comportamiento» o «probar algo de manera que racionalmente no se pueda negar». El significado hace que veamos que no proceden de una etimología común y que, mientras que la primera se basa en la superioridad de una parte la otra, la segunda se basa en la racionalidad. Así pues, Unamuno expone un gran conjunto de ideas de un modo muy sincrético, lo que da muestra de su gran maestría discursiva. Exponiendo una tautología, pues el significado de ambos verbos es sobradamente conocido por todo el auditorio, consigue atacar, a través de la mostración de lo evidente, al general Millán-Astray y a todo el Movimiento Nacional. Si tenemos nuevamente en cuenta la obra de Perelmann y Olbrechts-Tyteca, Tratado de la argumentación, vemos que estos autores contemplan un tipo argumentos llamados de «la analticidad o tautológicos». En este tipo de proposiciones, la carga argumentativa está en el propio significado de las palabras. Este tipo de argumentos, se pueden usar para atacar analíticamente las palabras del otro o para cargar de fuerza las propias palabras. En este caso lo que hace Unamuno es incidir en que vencer es un acto que se hace por la fuerza, mientras que convencer es un acto racional. De hecho, podemos observar cómo une la convicción a la persuasión, basándose en la fuerza de la racionalidad. Hemos de decir que se trata de un argumento de bastante peso. AYATOLÁ JOMEINI EL GOBIERNO ILEGAL DEL SAH (1979) Debo deciros que Mohammad Reza Pahlavi, (Sah de Irán) es un demonio traidor. Él arruinó y arrasó con todo. Él destruyó nuestro país y llenó nuestros cementerios. Él arruinó la economía de nuestro país. Incluso cuando los proyectos que él llevaba a cabo eran en nombre del progreso, él arrastró al país a la decadencia. Él suprimió nuestra cultura, destruyó toda nuestra fuerza productiva. Nosotros declaramos que este hombre y su gobierno son ilegales. Si ellos continúan en el poder, nosotros los trataremos como criminales. Abofetearé a este gobierno en la boca y crearemos nuestro propio gobierno con el respaldo de esta nación, porque la nación me acepta. Este gobierno representa un régimen, del cual su líder y su fundador están ilegalmente en el poder. Este gobierno es por lo tanto ilegal. De esta manera anunciamos que este gobierno, que se ha presentado asimismo como un gobierno legal es de hecho un gobierno ilegal. Sólo los Estados Unidos y el Reino Unido lo están apoyando y han ordenado a sus ejércitos a tomar las medidas necesarias para llevarlo a cabo. El gobierno que nosotros representamos está respaldado por el apoyo de la nación y de Dios. Si negáis que el gobierno del Sah es ilegal, estaréis por lo tanto negando la voluntad de Dios y la de la nación. Alguien debe poner a este hombre en su sitio. Palabras negativas asociadas a la tercera persona: arrasó, destruyó, cementerios, arruinó, decadencia, suprimió. Expresiones positivas asociadas a la primera persona. Dan legitimidad al gobierno del Ayatolá Jomeini. Argumento simplificador en el que se expresa una condición. Es un silogismo simplista: el Ayatolá representa a Dios, Dios no cree en la legalidad del Sah, el Ayatolá está autorizado para desacreditar el gobierno «ilegal» del Sah. Rasgos lingüísticos Los hechos puramente lingüísticos que tienen trascendencia retórica a lo largo del discurso del Ayatolá son los siguientes: la simplicidad en cuanto a la estructura oracional, la escasa extensión de las oraciones y la ausencia de ornato a lo largo de todo el discurso. Todo esto nos permite hablar de un estilo bastante directo y muy conciso, que se apoya en la legitimidad que le otorga el fervor religioso que sienten los fieles iraníes. El hecho de que se utilice este estilo conciso y directo está motivado por la autoridad con la que cuenta el emisor del mensaje. Si tenemos en cuenta que el lenguaje tiene diferentes funciones, y sabemos que una de las más importantes es la performativa o realizativa, y si por añadidura tenemos también en cuenta la autoridad moral que caracteriza a un Ayatolá —un líder religioso—, podremos entender que, aunque se trate de un discurso retóricamente pobre, es muy efectivo. Sus palabras tienen, para los fieles al islam, un peso importantísimo, ya que los Ayatolás, según esta religión, están en contacto directo con Dios. Esto atribuye al orador una autoridad incuestionable, puesto que se presenta como un representante de un ente que no puede ser juzgado por los fieles, sino que ha de ser tenido en consideración al tiempo que se acatan sus decisiones. En lo referente a la estructura oracional, nos podemos percatar de que el discurso del Ayatolá se caracteriza por la simplicidad. Excepto en dos ocasiones en todo el discurso, el Ayatolá usará esencialmente oraciones simples, que en algunas ocasiones va a unir mediante coordinación o mediante yuxtaposición. Sólo encontramos dos casos en los que va a hacer uso de oraciones compuestas —se trata de oraciones causales—, que coincide con el momento final en el que va a introducir el argumento de legitimidad. Asimismo, también vamos a encontrar una oración condicional en el silogismo final del discurso en el que el Ayatolá presume de legitimidad. Sin embargo, lo que se podría interpretar como simplicidad desde un punto de vista estilístico, desde un punto de vista comunicativo y retórico ha de ser tenido en cuenta de un modo distinto: se trata de un discurso efectivo y comunicativo, que se apoya en la autoridad del orador. Del mismo modo que hemos hablado de la simplicidad oracional, es también necesario que señalemos la escasa extensión que presentan todas las oraciones. Excepto en tres ocasiones, vemos que la longitud media del enunciado no va a superar la línea, llegando sólo en tres ocasiones a las dos líneas. Este es otro rasgo que muestra la desnudez del discurso al tiempo que da cuenta de su tremenda eficacia comunicativa. El último de los puntos que hemos señalado como muy característicos es la ausencia de ornato a lo largo del discurso. En este sentido, podemos observar claramente la desnudez que caracteriza el discurso. Se prescinde totalmente del uso de figuras retóricas, la adjetivación es la justa para que el mensaje sea claro y directo, y la intención del mismo es exponer la cuestión de un modo efectivo y sin lugar a dudas. El orador no necesita granjearse la aprobación del auditorio, ya que él, en sí mismo, representa la legitimidad que le hace falta para validar su discurso. Se trata únicamente de un discurso en el que alerta a la población y a los aliados del Sah de la «ilegalidad» que posee su gobierno. Como hechos secundarios relevantes dentro del discurso, hemos de señalar algunos como el uso del tiempo futuro con valor compromisivo o el uso de las personas verbales en relación con el acuerdo o desacuerdo del emisor. Si nos fijamos en el acto compromisivo, observamos que encontramos en el texto una amenaza por parte del Ayatolá si el Sah y sus seguidores persisten en su «gobierno ilegítimo». En relación con el uso de la persona, podemos observar que mientras que al «él» y al «ellos» se les va a atribuir todo lo negativo del pasado en relación con la occidentalización de Irán, el «yo» y el «nosotros» siempre representa el cambio que lleva consigo el Ayatolá. De este modo, se está separando de forma clara lo negativo desde el punto de vista del Ayatolá (destruyó, arruinó, arrasó) con respecto a lo positivo. Así pues, podríamos resumir los rasgos lingüísticos del discurso del Ayatolá Jomeini del siguiente modo: —Rasgos primarios (discurso directo y conciso). —Estructura oracional simple. —Longitud media del enunciado breve. —Ausencia total de ornato. Rasgos secundarios —Segmentación maniquea en cuanto a valores positivos y negativos con respecto a la persona. —Actos compromisivos (amenaza). Rasgos argumentativos En lo referente a la argumentación llevada a cabo a lo largo de este discurso, resulta muy llamativo el hecho de que prácticamente no encontremos más que un argumento y sea justo al final de todo el discurso: «El Ayatolá, representante de la voluntad de Dios, dice que la voluntad de Dios es declarar ilegal el gobierno del Sah, por lo que pensar que el gobierno del Sah es legítimo es lo mismo que negar la voluntad de Dios». Se trata de un silogismo tremendamente simplista, que sólo se puede explicar en el seno de una religión en la que la autoridad máxima de la misma se sitúa en un grado de poder muy elevado, muy por encima de los súbditos de dicha confesión. Así pues, aquellos iraníes musulmanes que crean en Dios sólo tendrán una opción para no contrariar sus preceptos religiosos: seguir los dictámenes del Ayatolá, puesto que expresa la voluntad de Dios. No obstante, la historia nos muestra que este silogismo no es más que un entimema para aquellos que no creen por encima de todo en la autoridad del líder de una confesión religiosa y sí en la confesión misma. De este modo, fueron muchos los iraníes que se exiliaron cuando se exilió el Sah, aunque los datos «oficiales» hablaran en su día de un 99,9% de aceptación en las elecciones que sirvieron para proclamar la República Islámica de Irán. Después de haber analizado este silogismo podemos concluir que en él subyace fundamentalmente la autoridad. Y precisamente la autoridad representa un argumento muy importante para aquellos que la acatan. De este modo, si tenemos en cuenta las consideraciones de Perelman y Olbrechts (2006: 469), vemos que «en muchos argumentos influye el prestigio […] Pero existe una serie de argumento, cuyo alcance está condicionado por el prestigio». Además, estos autores ahondan en el argumento de prestigio y exponen (2006: 470) que «el argumento de prestigio que se caracteriza con más claridad es el argumento de autoridad, el cual utiliza actos o juicios de una persona o de un grupo de personas como medio de prueba en favor de una tesis». Hay ciertos autores como Pareto que han atacado este argumento debido a que va en contra de la lógica y sólo sirve para dotar de lógica a argumentos e ideas que no la tienen. Sin embargo, aunque el argumento de autoridad no sea legítimo desde la perspectiva de la Lógica, es manifiesta su importancia a lo largo de la historia y hoy en día. No obstante, hemos de ser capaces de diferenciar entre el argumento de autoridad con un fin constructivo y legítimo y aquel que se basa exclusivamente en los dictámenes interesados de aquel que representa la autoridad. En el discurso del Ayatolá Jomeini nos situamos ante el último caso: el Ayatolá aprovecha la autoridad que le otorga su posición para legitimar una revolución ilegítima. Todo esto hemos de entenderlo en el contexto de un país musulmán que a lo largo de los años 60 y 70 se occidentaliza como consecuencia de los intereses económicos basados en la disponibilidad de petróleo de algunas potencias como EEUU y Reino Unido, la pobreza y la desigualdad social que se acrecientan y la pérdida de la identidad musulmana y tradicional de la sociedad iraní. De este modo, si presentamos en forma esquemática el valor argumentativo del discurso del Ayatolá Jomeini encontraremos las siguientes premisas: —Un silogismo en el que se iguala la voluntad de Dios a la palabra del Ayatolá. —La base de la autoridad que le otorga su posicionamiento religioso. COMPRARACIÓN DE LOS ESTILOS RETÓRICOS Tras haber observado los tres discursos, vamos a intentar resumir en qué reside la eficacia retórica —si es que la tienen— de cada uno de ellos. Expondremos brevemente y de forma esquemática las características de cada tipo de discurso: EL GOBIERNO DE LA NACIÓN —Lingüísticamente: riqueza, complejidad —Oratoriamente: excesiva complejidad, tono declamatorio VENCERÉIS PERO NO CONVENCERÉIS —Lingüísticamente: riqueza y exactitud, concreción y pulcritud --Oratoriamente: argumentación racional, argumentación por inclusión o analogía EL GOBIERNO ILEGAL DEL SAH —Lingüísticamente: pobreza y ausencia de ornato, extrema simplicidad. —Oratoriamente: argumento silogístico desvirtuado (entimema), fuerza de la autoridad Así pues, vemos que el discurso con mayor peso retórico debería ser el de Unamuno, ya que presenta una riqueza y exactitud léxica ejemplares, así como argumentos basados en la lógica y la racionalidad. Por su parte, el discurso de Waldo Emerson se muestra como un discurso bien construido pero excesivamente complejo, caracterizado por un vocabulario rico pero complicado, así como por un estilo general demasiado complejo. Finalmente, el discurso del Ayatolá se caracteriza por un tono muy agresivo, al que acompaña un acervo léxico muy pobre, así como unos argumentos muy simples y una construcción oracional para nada compleja. Por lo que hemos analizado, podemos determinar que el discurso de Unamuno es el mejor construido retóricamente, mientras que el de Jomeini es el peor. Como hemos dicho antes, esto nos haría pensar que el más efectivo es también el de Unamuno, pero esto no es así. Se trata de un discurso fruto de la intelectualidad individual de un autor atrapado en el bando nacional durante la Guerra Civil Española, ante un auditorio de fascistas y falangistas, lo que conllevará que sus palabras sólo le sirvan al propio autor como desahogo. Por su parte, aunque hemos visto que el discurso de Jomeini es muy simple, en él se encuentra presente la fuerza de la autoridad religiosa, que valdrá mucho más que todo el elenco desplegado por Unamuno en términos prácticos. Así pues, podemos ver que, el hecho de que un discurso esté bien construido no garantiza su eficacia, sino que el contexto en el que se enmarque dicho discurso será totalmente necesario para la eficacia del mismo. Hemos comprobado que los mecanismos para conseguir la elocuencia retórica son muy diversos; desde la prosa cuidada y el adjetivo exacto, hasta la imposición por medio de la autoridad moral o religiosa del orador. Vemos que la efectividad retórica no reside únicamente en el lenguaje como realidad verbal, sino que va mucho más allá; implica la realidad social y tiene que ver con las relaciones de poder y solidaridad que se establecen en la vida cotidiana, que tienen su reflejo en la dimensión discursiva y oratoria. Hemos comprobado la diversidad que existe con respecto a la eficacia retórica y hemos visto que el lenguaje es en muchas ocasiones la constatación del poder del orador. En definitiva, ha quedado claro que la Retórica, lejos de estar reducida al ostracismo y al olvido, constituye una dimensión clave del lenguaje. BIBLIOGRAFÍA
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