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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
Mutaciones semánticas en la era de la aceleración de lo real y la telepresencia por ALFONSO GARCÍA-VILLALBA The Future is History URIEL ORLOW The time is now MOLOKO A veces las palabras significan cosas diferentes a lo que querían transmitir en el momento en que fueron concebidas, escritas. Ya no es que la recepción e interpretación de esas palabras pueda variar a la hora de que el mensaje sea interpretado por parte de receptores, nuevas sensibilidades o revisiones críticas. Más bien lo que viene a suceder (o lo que se viene a decir aquí) es que el contexto opera cambios en el significado de los discursos. En ese sentido los manipula o, por eso de ser más correctos, los modifica. Así, lo que un día significaba A puede significar B ahora, de modo que el entorno opera una mutación en el mensaje. El primer fenómeno podemos encontrarlo dentro de la música popular frecuentemente: el receptor del mensaje hace una interpretación del mismo interviniendo sobre el significado original. Sucede en letras de canciones que adquieren significados diferentes en virtud de una relectura de la composición original. Sería, por ejemplo, el caso de la canción ‘Over the rainbow’, cantada por Judy Garland en El Mago de Oz y que termina por consolidarse como himno homosexual en los años cincuenta del siglo veinte. En otros casos (en el fenómeno que puede clasificarse como mutación semántica) encontramos composiciones que podían tener una muy concreta intencionalidad comunicativa en su momento pero que, sin embargo, el paso del tiempo (y la modificación del contexto) puede hacer que la significación de su discurso varíe y el texto sea leído de forma diferente, más acorde con la realidad de los oyentes contemporáneos, ajustándose a su horizonte de referencias. Hay casos en que una canción, una frase, un par de palabras quizás, pueden trascender la propia obra de la que forman parte y funcionar semánticamente fuera de la composición en la que estaban insertas, de modo que su mensaje se convierta en eslogan publicitario, merchandising, sampler artístico. Y en ese ir más allá, incluso el significado primitivo es susceptible de ser alterado. Algo así es lo que sucede, por ejemplo, con algunos de los textos que la banda británica Sex Pistols manejó en la grabación de sus canciones en la segunda mitad de los años setenta del pasado siglo. Precisamente, las letras de esta formación (desde ‘God save the Queen’ hasta ‘Bodies’) van adquiriendo —con el tiempo— un mayor relieve y no, precisamente, por un posible cariz profético sino por el motivo que tenemos entre manos: la influencia del contexto como patrón de cambio en el significado. Si prestamos atención a la letra de ‘God save the Queen’ (y dejamos de lado la crítica política coyuntural que se plantea en la misma), podemos extraer conclusiones diferentes a las que John Lydon proponía a finales de la década de los setenta: Don’t be told what you want, don’t be told what you need There’s no future, no future, no future for you Esta afirmación adquiría en su momento un carácter completamente nihilista, de negación del futuro, a la vez que no perdía la oportunidad para subrayar un mensaje de (supuesta) disidencia. Con una letra que se desenvuelve a través de la conciencia del absurdo y el sinsentido de la existencia, ‘God save the Queen’ suponía una crítica a la monarquía y una reivindicación de la clase obrera británica. No obstante, si descontextualizamos algunas de las frases presentes en la letra de la canción, como por ejemplo el fragmento que se ha destacado más arriba (o el mantra final que se repite ad infinitum: «no future, no future, no future…»), podemos extraer otro tipo de conclusiones que, más adelante, se expondrán. Sin embargo, más que descontextualizar, lo que haremos será recontextualizar alguna de esas frases en el tiempo presente (o, tal vez, sea más adecuado decir que es el presente quien se encarga de tal recontextualización). En ese sentido es oportuno traer aquí algunas palabras que Paul Virilio propone en La bomba informática (Cátedra, 1999), palabras que inciden en el cambio semántico del que aquí se trata. Más concretamente alguna reflexión acerca de cómo la realidad, paulatinamente, se va configurando a través del presente como un continuum del que no se puede huir: El AQUÍ ya no existe, todo es AHORA, dice Virilo. Una forma de contribuir a esta idea es el discurso que se establece dentro del espacio publicitario. La publicidad, que se configura como una de las principales narraciones contemporáneas (y como nueva hacedora de mitos tal y como planteaba Roland Barthes en Mitologías) sirve en multitud de ocasiones para afianzar el concepto de que todo es AHORA. Es dentro de su lenguaje donde se configura la filosofía que anima un mundo como el nuestro que tiene en la recontextualización del carpe diem (y la mutación de su significado —o reconfiguración semántica, si queremos llamarlo así—) una de las bases donde se confirma la idea propuesta por Virilio. De hecho, una campaña promocional de Cruzcampo proponía hace un tiempo un anuncio en el que se podía ver a una hormiga que observaba a una serie de personas que disfrutan y toman cerveza. Operando un cambio de sentido sobre la popular fábula de ‘La cigarra y la hormiga’ de Esopo, la hormiga llega a manifestar: Quiero vivir, quiero sentir, saborear cada segundo… La hormiga, por tanto, renuncia a su rol como paradigma del trabajo y el sacrificio y se abandona o, por lo menos, manifiesta su deseo de abandonarse al placer, al presente. El texto original, adoptado de una letra de El Sueño de Morfeo, sería como sigue: Quiero vivir, quiero sentir. Saborear cada segundo, compartirlo y ser feliz. Estos tres versos nos llevan a conectar esta letra de supuesta intrascendencia pop con la realidad de nuestra existencia (en línea y fuera de línea) que tanto tiene que ver con el axioma de El AQUÍ ya no existe, todo es AHORA que se maneja en este texto y que Moloko concentraba en una de sus canciones del álbum Things to make and do (Echo Records, 2000): Give up yourself unto the moment The time is now Así que vivir y sentir, pero vivir y sentir para compartir en red social (por ejemplo), para alcanzar la felicidad a través de la aceptación digital, vivir y sentir para subir la foto a Facebook, con el fin de escribir el texto breve en Twitter o photoshopear la realidad en Instagram gracias a filtros preconfigurados y con la intención de formar parte de la tribu de los telecreyentes. Si conectamos El Sueño de Morfeo (o a Moloko) con un proceso de reubicación del ser humano dentro de la realidad, se debe a que esta misma realidad se escribe de forma casi inconsciente, sin que nosotros nos demos cuenta (y aún participando nosotros mismos de su redacción). Se escribe con una canción de los Sex Pistols, con un anuncio de cerveza o la letra de una canción pop. Así, el presente se retrata a sí mismo de forma fragmentaria, igual que se desarrolla de forma instintiva y primaria el trabajo de los insectos sociales. Es por eso que se hace imprescindible establecer los vínculos necesarios entre los diferentes textos y signos que configuran nuestro tiempo para conseguir acercarnos al discurso que la realidad emite como una autobiografía global en presente absoluto, sin detenerse un solo momento, dando forma al hormiguero, ese signo que no se ve individualmente sino de forma colectiva, colaborativa. La velocidad de la información, la telepresencia o la realidad virtual que modifica hasta la verdad de toda duración (Paul Virilio) nos empujan irremediablemente hacia una realidad en la que no hay un desafío al presente, en la que no encontramos un cuestionamiento del mismo porque el vértigo de nuestra sociedad nos aboca a un presente eterno (o absoluto) sobre el que no hay cuestionamiento. Bajo esta perspectiva, el pasado se transforma en un síndrome de consumo tal y como apunta Simon Reynolds en su libro Postpunk. Romper todo y empezar de nuevo (Caja Negra, 2013). Se convierte también en una estrategia que tiene como fin aprovechar la abundancia del pasado para compensar las malas rachas del presente. Y el futuro, teniendo en cuenta estas circunstancias, no se dibuja como un territorio al que viajar o proyectarse a través de la innovación puesto que el presente, con su exigencia de inmediatez, se postula como eje de control omnipresente y totalitario de la realidad. Nos aboca a estar AQUÍ y borra ese posible concepto que es el futuro. Tal y como apunta Virilio la “ruptura” con el presente nos retrotraería al pasado, a la memoria muerta (al tiempo diferido), y el pasado —como ya se ha señalado anteriormente— se ha convertido en una boutique de emociones, un lugar de eclosión de deseos y consumo zombi, entendiendo zombi por la devoción que nuestra sociedad profesa hacia el consumo superficial de artículos vintage (sean estos objetos, ocio, cultura o diseño gráfico de aire retro). Así, si todo vuelve, es porque todo eso que retorna no es nocivo para el presente, no lo cuestiona. De hecho, esa avidez necrófila por el pasado no es crítica con la realidad circundante puesto que esa mirada hacia atrás fosiliza el estado de cosas y no establece ninguna proyección hacia el futuro, verdadero (y posible) cuestionamiento de la realidad contemporánea, motor de cambios.
Si el imperativo Don't be told what you want, don’t be told what you need, podría ser fagocitado por una corporación de telefonía móvil o por la banca telemática para crear un nuevo significado a partir de otro ya dado (igual que ha sucedido con la campaña de ING Direct con Bob Dylan), la recontextualización de no future —que se opera a través de una realidad que escribe su discurso a tiempo real— es diferente. Así ese no future que proponía John Lydon en la canción de los Sex Pistols es (o se convierte en) la afirmación inconsciente que nos viene del pasado y que certifica que el presente es la única realidad existente. Algo así como si el oráculo de Delfos acertara a través del error. En ese sentido, el contexto ha operado una mutación del significado original de la canción ‘God save the Queen’ y ya no es por más tiempo una afirmación trágica de la existencia, una constatación del absurdo y el sinsentido. Sencillamente pasa a ser afirmación de un estado de cosas, una afirmación acerca de nuestra realidad absolutamente presente (‘The time is now’). Y sucede así, además, por el uso indiscriminado de este “eslogan” que dice no future (sí, ya se ha convertido en un eslogan) y que, debido a su viralización en la cultura de masas, queda despojado de su significado original para convertirse, simplemente, en la constatación de una realidad donde, como apunta Virilio (y debido al ritmo frenético de la información y la interacción digital y a distancia) el RELIEVE de la instantaneidad prevalece sobre la PROFUNDIDAD de la sucesión histórica. No future es, por tanto, la afirmación que (recontextualizada, resemantizada) nos indica que el único horizonte posible que divisaremos será este presente absoluto (en forma de caja de donde es imposible escapar), este presente absoluto que deshace el futuro en una suerte de fugacidad perenne bajo la velocidad, bajo el vértigo en el flujo de las informaciones y que anula cualquier capacidad de proyección hacia delante.
1 Comentario
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27/8/2022 04:09:50 am
Buenos días señor / señora,
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