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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
por ANDRÉS G. MUGLIA El movimiento romántico surge en Alemania e Inglaterra a finales del siglo XVIII. Quienes ven al arte como un compartimiento estanco a las influencias sociales, aseguran que el romanticismo fue una reacción al neoclasicismo imperante en la época que recuperaba la imaginería grecolatina. Quienes apuntan que la sociedad y su evolución están imbricadas en todo cambio en el arte, señalan que el hombre y su particularidad se desembarazan en el Romanticismo de aquella sombra con que el enciclopedismo lo había eclipsado durante la Ilustración. El Romanticismo pone su foco en el hombre y su peculiaridad. El individuo y sobre todo sus sentimientos y sus impulsos serán ahora lo más importante a destacar; en contraste con la razón, caballito de batalla de la Ilustración. El retorno a la naturaleza, en un impulso panteísta que busca a la divinidad al aire libre, en los campos y en las ruinas abandonadas, abonaría, desde Rosseau, esta figura del joven romántico errabundo, perdido en los paisaje inmensos y, como diría Kant, sublimes. El héroe romántico será un ser torturado, que se enorgullece de sus rarezas y los rasgos que lo hacen único, pero que los padece. Elogia la melancolía, y establece una relación con la muerte inédita en cualquier otro movimiento artístico. La muerte está presente en todo momento, y forma con el amor un binomio extraño y fatal. El paradigma del amor romántico, el del Werther de Goethe, es el de un amor imposible e inconcluso, que termina en el suicidio del joven protagonista. En este sentido el suicidio o la muerte violenta aparecen como opción disponible y natural para el final desaforado de una vida intensa. Lord Byron es quizás el arquetipo del héroe romántico. Un aventurero, un dandy, un viajero en épocas donde emprender un viaje era de por sí una aventura. Un libertino cuya vida amorosa escandalizaba a la sociedad inglesa, y de la que aún hoy no se sabe cuánto hay de cierto y cuanto de mito. Denunciado por orgías y por incesto. En realidad estaba enamorado de una hermanastra y por eso, se dice, partió hacia el exilio. Bisexual y excéntrico, murió en Grecia, hacia donde había ido a luchar por la independencia de un país al que no lo unía más que el amor por su pasado glorioso. Sin embargo su muerte no tuvo nada de heroica. Falleció de fiebre y apenas pudo imaginar al enemigo turco por la ventana de su cuarto de enfermo, sin jamás llegar a verlo. Apuntaremos en este artículo algunas impresiones acerca de “Sardanápalo”, obra de teatro escrita por Byron en el año 1821. Este es el caso de una obra de teatro en verso. De todos modos el traductor de esta edición (la traducción es de 1886) tuvo la decencia de no intentar emular la rima y transcribió una traducción, presumo, bastante literal. De todos modos si bien no la rima, y ni siquiera la métrica han sobrevivido, hay como un esqueleto de esa rima y esa métrica, como una cadencia que juguetea debajo del texto y le da ritmo a la lectura. Antes de entrar en materia se hace obligatorio hacer un poco de historia, o mejor, de leyenda. Porque Sardanápalo, personaje asimilable a la figura del ultimo rey de Asiria Asurbanipal, es más leyenda que historia. Utilizado por griegos y cristianos como arquetipo de la vida disoluta, libertina y desenfrenada, Sardanápalo es un símbolo además de un personaje. Lo cierto: Asurbanipal fue un rey culto, se dice el único de su época que sabía leer y escribir, durante su reinado se apoyó a las artes y se creo la biblioteca de Ninive. La leyenda: Sardanápalo era un rey que decidió dedicar su vida a los placeres hedonistas. Sus días eran una larga sucesión de fiestas, orgías y otros entretenimientos mundanos y cortesanos. Se lo acusa constantemente, y Byron lo repite en su texto, de afeminamiento (rasgo aparentemente incompatible con su cargo de monarca de un imperio conquistador). Su famoso epitafio, adornado por las diversas épocas que le han ido agregando frases, decía más o menos: «come, bebe, juega. El alma tras la muerte no tiene ningún placer». Sardanápalo es pues el baluarte de lo que posteriormente los griegos definirían como el carpe diem cuya más difundida traducción es la de vivir el momento. Como símbolo de esta filosofía, condenada por los cristianos, es recuperado por el Romanticismo y llevado al arte por Byron en literatura y a la pintura por el famoso cuadro de Eugene Delacroix. Tras esta breve dilación podemos hablar un poco del argumento. Sardanápalo es efectivamente un rey entregado a los placeres de la vida. Mientras planea su próxima fiesta, su cuñado Salemenes, fiel y bravo soldado, le comenta con preocupación que se está gestando una traición para derrocarlo. Sardanápalo no le presta mucha atención, y prefiere, aduce, continuar siendo un rey pacífico que deplora el carácter conquistador de sus ascendientes. La traición, efectivamente, se está gestando por parte de Arbaces, sátrapa (sátrapa=gobernador, satrapía=provincia), y Beleces, sacerdote-astrólogo de la corte. En plena conjura Salemenes los hace arrestar por la guardia del rey. Pero Sardanápalo opta por perdonar la vida a los traidores y los manda al destierro. Arbaces vacila en su ambición ante esta muestra regia de perdón, pero Beleces sigue conspirando (parece que Byron prefería a los soldados y no a los sacerdotes). Como sea Beleces convence a Arbaces y mientras los conducen al destierro se reúnen con las tropas traidoras y atacan el palacio. Aquí, el monarca acusado tantas veces de afeminamiento, vence su inclinación hacia la indolencia y se convierte en fiero guerrero, que incluso a riesgo de su vida rehúsa ponerse el yelmo que se le ofrece para la batalla. Hay idas y vueltas, por momentos parece que vencen los defensores, por ratos los atacantes. Hay también largos diálogos entre Sardanápalo y su amante griega Myrrha. Pero finalmente vencen los traidores, y Sardanápalo, luego de poner a resguardo a la reina Zarina y sus hijos, y de enviar a los pocos fieles soldados que le quedan a llevarse sus tesoros para que no caigan en manos enemigas, muere con su amante. Se inmola en una pira que manda formar alrededor de su trono. Es evidente que Byron suaviza algunos elementos de la leyenda. Convierte la molicie del monarca en tozudo pacifismo. Luego lo reivindica de su vida de antiguo juerguista transformándolo de un momento a otro en un fiero guerrero, y en un valiente suicida que edifica un holocausto para que se vea desde las lejanías de la historia (según Sardanápalo mismo refiere). Finalmente modifica su propia muerte. Según decía la leyenda Sardanápalo mandó asesinar a su harem y destruir todos sus tesoros para que no cayeran en manos de sus enemigos. Así lo pinta Delacroix, en absorta contemplación de esta orgía de sangre y violencia. Byron en cambio lo transforma en un magnánimo monarca que libera a sus esclavos y soldados y les obsequia sus riquezas, para incluir únicamente en su gesto final a su fiel amante Myrrha que insiste en acompañarlo a traspasar el póstumo umbral. La historia de Sardanápalo tiene todo lo que el Romanticismo amaba. Lo oriental y lo exótico, la tragedia, la guerra, el amor que se inmola y se extingue en su propia. Por momentos la obra sube en ritmo y a pesar de que las refriegas y batallas son tan solo descriptas por personajes que entran y salen de la escena, le dan un brío a la trama que la hace apasionante. Por otro lado, todo el tiempo sobrevuela el texto y los personajes un tufillo shakesperiano. El escenario real (real de realeza y no de realidad) las intrigas palaciegas y las traiciones, los largos monólogos donde Sardanápalo perora sobre sus ideales y la inminente caída de un imperio de trece siglos (ignoro de dónde saca Byron el dato, supongo de la difusa arqueología de su época). La obra es por momentos de un ritmo trepidante como de thriller, en otros más monologada y reflexiva en boca de un monarca que ve caer un imperio de siglos. Entremedio un modo de expresión rebuscado pero atractivo y lleno de color, a veces con algún verso de esos que, como decía Borges, quedan resonando. Quizás Byron hubiera soñado una muerte como esa, en complejo sacrificio que se parece pero es más significativo y profundo que un suicidio; o en un campo de batalla exótico y lejano como el que fue a buscar en su último viaje. No llegó a tiempo para poner en acto su pulsión de una muerte heroica, esta lo encontró en su cama y a traición como a cualquier hijo de vecino. Le robó un final en medio de una carga de infantería, con música de sables y cañones y con banderas ondeando, como él seguramente hubiera deseado.
2 Comentarios
fiorella
24/4/2020 01:15:37 pm
Cuales son las frases célebres de sardanapalo
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27/8/2022 04:59:25 am
Buenos días señor / señora,
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