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TOCAMOS TODOS LOS PALOS, INCLUIDOS LOS DEL FLAMENCO
(Apuntes sobre la novela La otra parte) por ALFONSO GARCÍA-VILLALBA …y desencadenar una máquina para trastornar el mundo. LOUIS ARAGON El sueño es una segunda vida. NERVAL Lo peor que le puede ocurrir a cualquiera es que se le comprenda por completo. CARL GUSTAV JUNG 1 La editorial G. Muller editó en 1909 la novela de Alfred Kubin La otra parte. La publicación de esta obra anómala tuvo lugar en Münich y Leipizig de forma simultánea. Kubin era en esos años conocido principalmente por sus dibujos e ilustraciones. En estos se revela una cierta influencia del Goya irracional o de los dibujos más oscuros del pintor simbolista alemán Max Klinger, aspectos que lo singularizan dentro de un expresionismo que se tiñe de imágenes surrealistas. La presencia de tales imágenes hacen de la obra plástica de Kubin un precedente directo del surrealismo y, pese a sus grandes diferencias estéticas, las motivaciones e intenciones del autor de La otra parte estarían cercanas a la pintura de Paul Delvaux pues revelan preocupaciones e inquietudes semejantes, así como un común interés por la transcripción en imágenes de formas delirantes del inconsciente. Pero las conexiones entre ambos, entre Delvaux y Kubin, van más allá. De hecho, algunas de las escenas oníricas que décadas después pintara el artista belga y que tienen lugar en contextos urbanos nos podrían hacer pensar en la ciudad que se retrata en La otra parte. Incidiendo un poco más en el componente surreal de la obra de Kubin, debemos también establecer diferencias pues sus dibujos y litografías no coinciden con los principios que animarán la obra de pintores como Tanguy o Juan Gris (por poner dos ejemplos de surrealismo canónico). Quizás su carácter insólito y peculiar radique, precisamente, en el componente expresionista y esa respiración sombría que anima su producción gráfica. Lo que está claro es que, al igual que Giorgio de Chirico, Kubin es un francotirador artístico cuyas preocupaciones estéticas lo distinguen de sus contemporáneos y estas mismas hacen que, en la actualidad, su obra pueda ser apreciada en mayor grado (mejor entendida, mejor recibida tal vez). En sus ilustraciones lo onírico sobrevuela tanto las litografías como aquellos dibujos que hacía con tinta china y que insertaba en ambientes malsanos y de pesadilla. En líneas generales, un marcado carácter fuera de toda lógica racional está presente tanto en su trabajo plástico como en su literatura. La otra parte se singulariza dentro del panorama narrativo de la época por el carácter simbólico de sus páginas siendo, al mismo tiempo, un claro precedente también del surrealismo en el ámbito literario. Así, la irrupción de Kubin dentro de la literatura supone una apertura a un nuevo lenguaje. Si nos centramos en su obra narrativa, podemos afirmar que La otra parte es una novela onírica tal y como pueden serlo Compañía de Sueños Ilimitada de J. G. Ballard, Paprika de Tsutsui o alguna de las novelas de Unica Zürn, donde el surrealismo va más allá de las estrechas miras con que podría contar el movimiento en sus inicios pero que, evidentemente, ha influido en muchas producciones artísticas del siglo veinte y de la presente centuria. En cuanto a la acogida que se le da a esta novela en el momento de su publicación, hay que señalar que La otra parte obtiene una recepción muy positiva por parte de escritores y artistas contemporáneos a su autor. Sin embargo, apenas tiene incidencia entre el gran público. Hoy en día sigue ocurriendo así y Kubin es un perfecto desconocido para muchos lectores. 2 La narración de La otra parte se caracteriza por la introducción del lector (y, obviamente, del personaje principal que ejerce de narrador en primera persona) en el Reino de los Sueños. En realidad éste es el territorio de la oscuridad, un espacio de sombras donde nada queda claro del todo. El Reino de los Sueños (la otra parte) se ubica en algún lugar de Asia Central, más allá de las tierras de Samarkanda. La distancia con respecto a Europa convierte el viaje del protagonista hasta ese peculiar reino en un periplo que puede recordarnos, en sus primeras páginas, las novelas de viajes convencionales. Sin embargo, dista en mucho de caer en los tópicos de éstas. El protagonista-narrador es un personaje que emprende el viaje hacia Perla, capital del Reino de los Sueños, seducido por Patera. A través de un extraño personaje que hace las veces de intermediario, Patera —que durante la infancia fue compañero de colegio del narrador— logra convencer al protagonista con las (falsas) promesas de ese país misterioso y, aparentemente, lleno de posibilidades. Desde las primeras páginas en las que el protagonista se traslada a Perla podemos comprobar cómo el sueño no ejerce aquí de elemento liberador o revolucionario (como pudiera suceder en los compases iniciales de la citada obra de Ballard) sino que, más bien, imprime a las páginas de esta novela una atmósfera inquietante y opresiva que, en cierto modo, pone frente al lector una realidad alucinada que, en algunas ocasiones, puede recordar a otras novelas como bien pudiera ser Pedro Páramo de Juan Rulfo. La otra parte tendría en común con esta novela mexicana el dibujo de un universo completamente claustrofóbico donde, paulatinamente, la muerte y la destrucción oscurecen todo con sus sombras. Bajo el influjo de Patera, el demiurgo que controla la vida de los ciudadanos de Perla, los soñadores que viven en esta tierra de delirio y enajenación se caracterizan por ser marionetas que habitan un universo alienado. En La otra parte el sueño se convierte en elemento fundamental de la novela, ya que éste modifica la realidad cotidiana de la ciudad de Perla, algo que puede recordar lejanamente (aunque a través de otros mecanismos) las transformaciones que se operan en Dark City, largometraje dirigido por Alex Proyas. Perla es una ciudad que, según avanzamos en la lectura, va mutando debido a las pugnas por el poder dentro de la misma y a causa de la descomposición de la vida cotidiana en sus calles. Así, las páginas de La otra parte se caracterizan por la inclusión de imágenes alucinantes que llegan a enloquecer al protagonista, que le hacen cuestionar todo lo que ha dado por cierto, desestabilizar todo aquello que parecía firme. Se podría decir que La otra parte tiene un componente eminentemente esquizorrealista en el que la realidad se traduce de un modo anómalo y demente, en la que ésta no es esa institución inmóvil y monolítica de la que se sabe cómo funciona y el modo en que evoluciona, de la que se conocen sus engranajes. De tal modo, la realidad se ve condicionada por esas imágenes confusas que interfieren entre la vigilia y el sueño, ese sueño —que más bien es una pesadilla— y que parasita y vampiriza la ciudad de Perla transformándola en una suerte de infierno. Tal y como ya se ha indicado antes, el expresionismo es otro ingrediente fundamental dentro de la obra de Kubin y es indudable que entronca perfectamente con la obra de otros escritores de su tiempo como Franz Werfel o Kafka, así como con el cine de Murnau o Pabst. Igualmente hay ciertas semejanzas con H. P. Lovecraft e incluso algunas ideas e imágenes que nos hacen pensar en un futuro William S. Burroughs. Kubin juega así con elementos y conceptos que algunos de sus contemporáneos tienen entre sus cartas, pero La otra parte cuenta también con un componente visionario que se puede rastrear, décadas después, en otros autores. 3 Narrada en primera persona, La otra parte se puede interpretar como una suerte de literatura oracular que maneja la polivalencia semántica y que escapa a toda lógica. Gran parte de la crítica se obstina, precisamente, en la racionalización de las obras de arte y propone metadiscursos explicativos para propuestas que, a decir verdad, desean alejarse de lo estrictamente racional (y que la crítica procura aprehender con el fin de hacer asimilables sus posibles mensajes). Kubin se aleja de una interpretación lógica y La otra parte es susceptible de ser decodificada de múltiples formas. El autor traza aquí lo contrario a un signo cerrado o inmóvil e incluso puede verse como una novela donde se lee el futuro pues, de forma simbólica, avanza los desastres de la Primera Guerra Mundial como si las páginas que leemos fueran el sueño delirante de un profeta bíblico, de un oráculo que transcribe el devenir. No obstante, Kubin hace también una lectura alegórica de su tiempo y, de hecho, encontramos cierta denuncia social, política y económica a lo largo de la narración: Toda la vida financiera era puramente simbólica. Nadie sabía nunca lo que poseía. El dinero iba y venía, todos gastaban y recibían, y el que menos había practicado ya el escamoteo, en muchos de cuyos trucos también me inicié. Gran parte del éxito dependía, pues, de la labia de cada cual. Kubin dibuja un puzle donde la imagen del hombre se fragmenta en una suerte de escritura en la que el significado se escapa a una comprensión racional, donde la volatilidad del sentido viene determinada por cada una de las posibles confluencias entre lectores y texto. La sensación de confusión que puede generar la lectura de La otra parte es un factor que la emparenta con el cine de David Lynch o con la serie de televisión The Twillight Zone, así como con algunas páginas de Burroughs o el misticismo sagrado que late en Philip K. Dick en Valis o en la ciencia ficción esquizorrealista y psicodélica de Stanislaw Lem en Solaris. Como en los casos anteriores (y al igual que la interpretación del significado de los sueños es algo que muchas veces escapa nuestra comprensión), Kubin rehúye un análisis puramente lógico tal y como ya se ha indicado. Siguiendo esta complejidad en lo que se refiere a su interpretación, Kubin nos introduce, precisamente, en aquello que Edgar Allan Poe describía como: El punto sutil del tiempo en que la vigilia y el sueño se hacen indiscernibles. Ese punto donde todo tiende a la confusión, donde los límites se desintegran.
Escrita en un período que se caracteriza por la decadencia del modelo político y económico deudor de los principios de la Ilustración y el racionalismo (así como de los modos de producción y de relaciones sociales que se establecen en Occidente a partir de la Revolución Industrial), debemos tener en cuenta que esta novela se fragua en el contexto final del Imperio Austro-Húngaro, en sus años de decadencia. Éste es un tiempo en que Viena se convierte en punto de emanación del psicoanálisis a consecuencia de la obra de Freud. Indudablemente, en La otra parte se destila —tal y como hemos visto— un claro interés por retratar lo inconsciente y lo onírico, algo que es un signo de la época y que no debe considerarse exclusivamente una influencia freudiana. De hecho la eclosión del dadaísmo y el surrealismo años después no es más que la confirmación de esa fascinación por el movimiento nocturno de la conciencia que sucede en esta época. El interés por el inconsciente que modela la obra de Freud no es más que una de las manifestaciones de esta tendencia, la evidencia de una fascinación que quizás tenga más que ver con el inconsciente colectivo (o el signo de los tiempos) que con el trabajo de determinados estudiosos dentro del ámbito de la psicología, una psicología que —como nuevo dogma de fe— pretende en muchas ocasiones hacer ciencia de aquello que es enigmático y escapa a la certeza. Más cercana a C. G. Jung que a Freud, La otra parte sugiere preguntas e inocula incertidumbres a través de imágenes arquetípicas. No hay soluciones para Kubin. No hay respuestas, no hay verdad: nada de lo que entendemos por verdad absoluta está dentro de sus páginas. Más bien el autor apunta posibles interrogantes que no encontrarán solución. Así, las dudas o el misterio se quedarán flotando dentro de la conciencia del lector puesto que Kubin apuesta por retratar una realidad borrosa, donde la certeza es algo irreal, donde la verdad se nos escapa y la realidad queda contaminada por el sueño, la lógica por el inconsciente.
1 Comentario
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27/8/2022 05:32:04 am
Buenos días señor / señora,
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