FICCIONES
PEQUEÑOS RELATOS PARA ENTENDER EL MUNDO
MOSCAS LECTORAS El profesor estaba convencido de que ocurriría, aunque nadie hubiese intentado demostrarlo antes. A diferencia de sus colegas, para los que la ciencia era una tarea de números y probabilidades, de lentes de aumento y de fórmulas exactas, él entendía su trabajo como la parte final de una fiesta, después de que se acabaran el whisky y las drogas: un espacio fabuloso donde no hay reglas y todo es posible. Desde el principio (desde que comenzó a exponer su teoría en tertulias científicas, en debates académicos o ambientes intelectuales, en los bares a los que acudía frecuentemente) obtuvo el rechazo unánime de todos a cuantos pudo exponer las razones de su trabajo, los fundamentos de su idea. Su burla, incluso. Entre estas personas se encontraban también, por supuesto, su mujer y sus hijas. Nadie había podido demostrar, antes, que las moscas saben leer. O nadie lo había intentado. O no había constancia, en los libros de ciencia, de que alguien lo hubiera hecho. En cualquier caso, era la primera vez que alguien lo anunciaba públicamente. Como es lógico, hubo un gran revuelo dentro del entorno académico. Las revistas publicaron editoriales a favor y en contra (la mayoría en contra), fotomontajes de moscas sentadas a la mesa de lectura, en enormes bibliotecas solo para moscas, sujetando clásicos entre sus patas: moscas con gafas enfrentándose a Guerra y paz, a Don Quijote, al Ulises… Se publicaron datos hasta ahora ocultos o poco conocidos de la biografía de nuestro hombre, tratando de dañar su prestigio, como su breve escarceo con las drogas, en sus años de estudiante, o su paso fugaz como voluntario en un centro de atención para mujeres abandonas por mujeres más jóvenes (casi nadie sabía de la existencia de este tipo de centros). Una mezcla de factores, en definitiva, que no hizo sino aumentar las expectativas en torno a las ideas del profesor. El día fijado para la demostración, el discreto laboratorio de la universidad donde estaba previsto que el experimento se llevase a cabo, se quedó pequeño muchas horas antes del horario anunciado para la prueba. Periodistas más o menos informados, científicos llegados de todo el país, oportunistas de la noticia y curiosos en general abarrotaban la sala desde primeras horas de la mañana. Para cuando llegó el profesor, las especulaciones se habían disparado hasta niveles imposibles: que si eran moscas adiestradas, que si las moscas con las que iba a llevar adelante la prueba eran, en realidad, pequeños robots diseñados tramposamente por el profesor, que si todo sería una ilusión óptica, que si el profesor era, sencillamente, un loco aburrido y que, en realidad, no iba a ocurrir nada y que todo acabaría en la confirmación de una farsa monumental, de la que el profesor obtendría, eso sí, un importante rédito mediático que, bien administrado, podía, después, derivar hacia otros proyectos, más serios e importantes. A la hora anunciada, de forma puntual, el profesor apareció en la sala, produciéndose un incómodo silencio. Lo que podía verse parecía desmentir todas las especulaciones que, hasta ese momento, se habían vertido sobre él: vestía pantalones vaqueros ajustados sobre unas botas negras y brillantes, bata blanca sobre una camisa azul claro, decorada con finísimas rayas también blancas, y corbata negra anudada de forma perfecta sobre un cuello impecablemente ceñido al cuello del profesor. Perfectamente afeitado y con el pelo cuidadosamente despeinado, el profesor lucía un aspecto increíblemente saludable. Un científico de la nueva generación: joven, atractivo, capaz de cambiar el mundo desde detrás de sus gafas, rojas y de pasta gruesa. En pocos minutos el profesor saludó a los asistentes, agradeció su presencia y explicó, como quien se dirige a un grupo de niños de tres años, los fundamentos básicos de su teoría: las moscas, la lectura y eso. Millones de años espiando nuestras comunicaciones, adelantando las noticias, un potencial enorme para el espionaje desaprovechado… Los asistentes tomaban notas y celebraban las afirmaciones del profesor con sonrisas calladas y miradas de reojo, frotándose las manos ante las perspectivas de los editoriales de mañana, atónitos ante semejantes afirmaciones. En otros pocos minutos, el profesor preparó unos papeles sobre una mesa rectangular y grande, situada entre él y el público. Casi del tamaño de un folio, algo menores, en los papeles podían leerse algunas palabras, y solo una en cada pedazo de papel. Las palabras eran: sal, coche, azúcar, bombilla, polvo, miel, tornillo y armadura. Acto seguido, extrajo de una maleta una pequeña caja de plástico transparente dentro de la cual revoloteaban media docena de moscas, que destapó y depositó en la mesa rectangular, entre las palabras colocadas de forma aleatoria sobre ella. Poco a poco, las moscas comenzaron a volar, a dar vueltas por la sala, con esos ojos suyos de caleidoscopio. Al principio no pasaba nada, pero al cabo de unos pocos minutos las moscas empezaron a detenerse en el aire, sin dejar de batir las alas (como si fueran pequeños colibríes de la basura), sobre la mesa en la que figuraban, repartidas sin ningún orden aparente, las palabras sal, coche, azúcar, bombilla, polvo, miel, tornillo y armadura: estaban leyendo. Y entonces ocurrió. Todas las moscas se posaron sobre las palabras azúcar y miel. Alguna revoloteó dudosa alrededor de la palabra sal, sin llegar a posarse sobre ella, y ninguna prestó atención alguna al resto de palabras. Luego el profesor dijo eso es todo, agradeció a todos su presencia y se marchó. Al día siguiente publicaron la noticia. Nada ha cambiado desde entonces. NATXO VIDAL GUARIOLA (Monóvar, España, 1978) se estrena como narrador en nuestra revista, aunque ha publicado poesía, destacando los libros Atrás no es ningún sitio (Universidad de Murcia, 2007), Sal en los ojos (Los papeles del sitio, 2012) y La niña que jugaba a la pelota con dinosaurios (Huerga y Fierro, 2013).
3 Comentarios
Juliana
23/1/2015 11:14:55 am
Me he divertido muchísimo con el relato , una agudeza y mucho ingenio , lo he sacado impreso para volverlo a leer . Muy original el relato , gracias Natxo Vidal.
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21/9/2022 05:32:33 am
Buenos días señor / señora,
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21/9/2022 05:33:08 am
Buenos días señor / señora,
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El Coloquio de los Perros. ALFARO GARCÍA, ANDREA
ALMEDA ESTRADA, VÍCTOR ALBERTO MARTÍNEZ, DIEGO ÁLVAREZ, GLEBIER ANDRÉS, AARÓN ARGÜELLES, HUGO ARIAS, MARTÍN ÁVILA ORTEGA, GRICEL AYUSO, LUZ BAUK, MAXIMILIANO BEJARANO, ALBERTO BELTRÁN FILARSKI, OLGA BOCANEGRA, JOSÉ BORJA, NOÉ ISRAEL CABEZA TORRÚ, JUAN CÁCERES, ERNESTO CAM-MÁREZ CAMACHO FERNÁNDEZ, GREGORIO CANAREIRA, A. D. CASTILLA PARRA, JOSÉ DAVID CASTRO SÁNCHEZ, JUAN CATALÁN, MIGUEL FONSECA, JOSÉ DANIEL
FORERO, HENRY FORTUNY i FABRÉ, CESC FUENTES, FRANCISCO FRARY, RAOUL GALINDO, DAVID GARCÉS MARRERO, ROBERTO GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARCÍA MARTÍNEZ, AMAIA GARDEA, JESÚS GIORGIO, ADRIÁN GÓMEZ ESPADA, ÁNGEL MANUEL GUILLÉN PÉREZ, GLORIA GUTIÉRREZ SANZ, VÍCTOR HACHE, MYRIAM HAROLD BRUHL, KALTON HERNÁNDEZ, JOSÉ HERNÁNDEZ, JUAN FRANCISCO HERNÁNDEZ NAVARRO, MIGUEL ÁNGEL HINOJOSA, PAZ HIRSCHFELDT, RICARDO HIRSCHFELDT, RICARDO [EL ABANDONO] JUNCÀ, JORDI KOUZOUYAN, NICOLÁS LÓPEZ, DOMINGO LÓPEZ-PELÁEZ, ANTONIO LÓPEZ LLORENTE, JORGE LÓPEZ VILAS, RAFAEL MAHTANI, VIREN MARDONES DE LA FUENTE, ALEJANDRO MARTÍN, RAIMUNDO MARTÍNEZ COLLADO, GUILLERMO MÉRIDA, JAVIER / BARRETO, SERGIO MEROÑO, ANTONIO MILLÓN, JUAN ANTONIO MIRELES, JUAN MONTERO ANNERÉN, SARA MONTOYA JUÁREZ, JESÚS NORTES, ANDRÉS OLEZA FERRER, CARLOS (DE) ORMEÑO HURTADO, AARÓN OSORIO GUERRERO, RODRIGO OTAMENDI, ARACELI OUBALI, AHMED PANZACOLA, ELIOT PARDO MARTÍNEZ, SAMUEL PÉREZ ALONSO, ALBA PIQUERAS, CARMEN PUJANTE, BASILIO QUINTANA, JULIO RECHE, DIEGO REMEDI, ROBERTO A. RODRÍGUEZ GARCÍA, JUAN AMANCIO RODRÍGUEZ OTERO, MIGUEL ROSADO, JUAN JOSÉ RUCHETTA, MAURO SÁNCHEZ LOZANO, PILAR SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ SANZ, PEDRO SCHUTZ, LOLA SEGURA, ALEJANDRO SEVILLANO, ATILANO TOMÁS, CARMEN TORTOSA, JAVIER TRENADO, ENRIQUE URTAZA, FEDERICO VIDAL GUARDIOLA, NATXO Hemeroteca
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