FICCIONES
PEQUEÑOS RELATOS PARA ENTENDER EL MUNDO
LA VENTANA Hoy estoy atufado. Hace días que no salgo de casa. Solo escribo y miro por la ventana de mi escritorio. Yo le digo que es porque me quedé mudo. De pronto perdí la voz, completamente, así que solo me comunico con ella. Le hago gestos, le tomo la mano, la abrazo mientras miramos la tele a la noche, después de cenar, o me toco la garganta, para provocarle lástima. Pero ella se ríe. Dice que es como diagnostica mi psicóloga, que todo es emocional. Yo le escribo, sí, ya sé que es emocional. Ella me escribe, tené paciencia, no te enrosques. Ella se va al trabajo, un poco más triste que otros días. Hay una compañera que está enferma. Deprimida. La depresión es el mal de la época. Leo en internet que cada año se suicidan cerca de ochocientas mil personas, y que el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jovencitos. Ella y la ventana de mi escritorio son lo único que me pasa en todo el día. Cuando se va, a las 8.30, yo abro los postigos, prendo el aire, después enciendo la pava y espero a que el agua se ponga azul. Preparo el mate, y empiezo a pasar el rato. Escribo. La luz de la ventana me conecta con el día y sus historias. Si hay un poco de viento miro cómo caen las últimas hojas del jacarandá que tenemos en la puerta. Si hay sol, veo gente tirada panza arriba en una playa de Brasil; tal vez seamos ella y yo. Si llueve en mi ventana, quiere decir que hay chicos sin techo, a la intemperie, y campos inundados. Si pasan más de dos personas por delante en un minuto es porque hay una manifestación en la plaza; si corren, se debe a un asalto. Con mi ventana, solo con mi ventana, puedo saber que mis amigos no vendrán a ver cómo voy muriendo, o que hay guerra entre Estados Unidos e Irán, esto cuando arrecian las tormentas, y las gotas de agua se pegan con fuerza a los cristales, buscando auxilio. Días pasados, cuando un haz de luz se incrustó como un rayo, supe que se estaban quemando grandes extensiones de campo en Australia, y que estaban matando a los canguros. Me puse loco, casi salgo a la calle. Pero inmediatamente me di cuenta de que Australia queda más lejos si me alejo de mi ventana. Mi ventana es un mirador. Más que un mirador. Debe de tener apenas un metro de ancho, por unos noventa centímetros de alto; algo así. Habría que medirla. Cuando corro las cortinas, el espacio de luz y la vista a la calle se calcula en unos 0,70 metros cuadrados. Esta es la superficie que me conecta al mundo. Suficiente, para qué más. Es una ventana de vidrio, antigua. Tiene dos postigos, que abro apenas empiezo mi tarea en las mañanas, y que cierro alrededor de las diez de la noche, minutos más, minutos menos. Los postigos son de chapa, a veces se cierran solos, y tengo que volver a correrlos para obtener mis 0,70 metros cuadrados de vida ajena. Ella se ríe, y me dice que me falta calle. Yo le contesto que tengo mundo, entonces reímos los dos a carcajadas, solo que a mí el ruido no me sale. Hoy estoy atufado. Hace unos días me dijo, o te vestís, o pongo contac en los vidrios, por lo menos 30 cm. Yo le respondí que con el contac mi visión del universo se volvería demasiado estrecha, hay muchas cosas que ver ahí afuera, y con solo 0,40 es imposible enterarse de todo. Ella me conminó a que me vistiera para escribir. Ropa o contac era la opción. Es que hace demasiado calor y en calzoncillos mis ideas fluyen, es como si estuviera en el mar, le digo, en el mar la gente está desnuda. Eso es en las playas nudistas, sentencia ella. Te digo que me quedo en calzoncillos, digo yo, y ella pone caras. Así que hoy estoy atufado. No es porque esté mudo. Es porque estoy vestido. Tengo puestos una bermuda y una remerita azul con un gran sol amarillo en el pecho. Parece una remera de Boca Juniors, así que me gusta. Me la eligió ella. Por lo menos hay algo bueno en vestirse. A veces la ropa le gusta a uno. Pero ahora las palabras no me salen, y no sé qué escribir. Ahora mismo estoy escribiendo la historia de mi vida, un libro de poemas a Lucía, una novela breve que se llama El dolor no se cuenta, algunos relatos fantásticos, todos sin título. Suspendí la novela Violencia; era un verdadero desastre. Se la mandé a Lucía y me contestó con una carita. Así que ni loco le doy a leer las poesías. Ella no me escribió en todo el día. Generalmente manda whatsapp, y al mediodía me llama para contarme cómo va su día. Pero hoy no me llamó. No quiero pensar por qué, no voy a sacar conclusiones de cosas que no sé… No sé. Al fin y al cabo, en dos horas va a estar en casa y me voy a enterar de lo que le pasa. A lo mejor no me llama porque está llorando con su amiga, qué sé yo. Ayer Lucía me contó que sus padres se separaron. Y que seguro se va a tener que ir a vivir con el papá, porque la madre está media loca. Medio loca, le escribo yo. Sí, me contesta ella, media loca. Yo le comento que los padres, en estos tiempos, se separan, y le explico que antes no era así. Pero que a lo mejor está bien que se separen. Antes las familias mantenían una felicidad artificial que duraba toda la vida. Pero ahora los padres jóvenes prefieren una felicidad de verdad, aunque dure poco. Lucía no entiende mucho de estas cosas, apenas tiene doce años. Así que yo tengo que exponerle los hechos de manera sencilla. Si me da mucho calor, ¿qué hago? Me desvisto, me saco solo la remera de Boca Juniors y me dejo el pantaloncito, o bajo dos puntos el aire acondicionado. Recién pasó un perrito. Miré y vi que iba solo. Parecía asustado. Hay demasiadas personas abandonadas en el mundo, viejos que no tienen para comer, niños que no van a la escuela, grupos enteros de gentes que son discriminadas porque vienen de otro país —es como si el mundo quisiera vivir en un festival de lo autóctono—, perritos que soportan bombardeos. Este que pasa parece que está buscando su camino. Me asomo por los 0,70 metros cuadrados, pero ya no lo veo. Pobre perrito, siempre me dio lástima la gente sola, la que se pierde, o la que fue abandonada. Cómo me abandona ella hoy. Justo el día en que me obligó a vestirme. Es cierto que con una remera que me gusta. Tengo una pila de remeras, pero ella eligió esa, justo la que me más me gusta. ¿Cómo habrá adivinado? Porque yo jamás, creo que jamás, le dije, esta es la que prefiero. Seguro que si le pregunto, me va a decir que las mamás tienen un sexto sentido. Y me va a preguntar si estoy vestido o si estoy en calzoncillos como siempre. Y yo, qué le voy a decir, nada. Pero ella seguro se va a dar cuenta. Yo no creo en los sextos sentidos. Eso sí, soy defensor de la observación, del método científico, de la ventana ligeramente abierta. Mi observación es solo con los ojos. Sé que llegan ruidos de la calle. Pero desde que murió papá dejé de interesarme en los ruidos. Antes escuchaba sus ronquidos, que comenzaban un segundo después de que apoyaba la cabeza sobre la almohada. Sus pulmones, que casi acabaron con su cuerpo entero, fueron las últimas cosas que adiviné, que pude ver a partir de un sonido. Después de que murió, las noches son un poco más silenciosas, así que en el día, ya no sé si llegan ruidos de la calle, porque no los escucho, no los observo. Debería escribir una biografía sobre papá. La dividiría en tres partes, con una contundencia de menor a mayor: 1) papá disintiendo con mamá acerca del gusto de las empanadas, 2) papá gritándole a mamá, y 3) papá aplicándole un recto al mentón de ella. ¿Debería ubicar esta vida de papá en algún momento especial?, ¿dotarla de temporalidad?, o narrarla sin tiempo, como un continuo, como algo que no tiene principio ni fin. No sé, es algo que podría ir viendo, a medida que la historia se va armando. Bueno, pero empezaré la biografía mañana. Hoy no me dan ganas. No es que quiera ocultar a papá. No es que quiera borrarlo de mi vida o de la historia. Es que ya tuve bastante con la carita que me puso Lucía cuando le envié Violencia. O no sé. Tal vez nunca escriba la biografía de papá, bien muerto que está después de que mamá le devolvió el último recto. Veré qué cosas me dice mañana la ventana. Hoy mi ventana está por demás tranquila. Como si un alma hubiera partido. Es que las personas, sobre todo los jóvenes, gustan de hacerse cosas, y cuando lo hacen, el mundo se detiene. Yo lo entiendo perfectamente, puedo observarlo de manera científica, primero como hipótesis, y enseguida como una conclusión. Y sí, si mamá no me escribe ni me llama, y no pasa nadie por mi ventana, es seguro que tendrá noticias de su amiga. Estará dejando el tema para la cena.
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FICCIONES
El Coloquio de los Perros. ALFARO GARCÍA, ANDREA
ALMEDA ESTRADA, VÍCTOR ALBERTO MARTÍNEZ, DIEGO ÁLVAREZ, GLEBIER ANDRÉS, AARÓN ARGÜELLES, HUGO ARIAS, MARTÍN ÁVILA ORTEGA, GRICEL AYUSO, LUZ BAUK, MAXIMILIANO BEJARANO, ALBERTO BELTRÁN FILARSKI, OLGA BOCANEGRA, JOSÉ BORJA, NOÉ ISRAEL CABEZA TORRÚ, JUAN CÁCERES, ERNESTO CAM-MÁREZ CAMACHO FERNÁNDEZ, GREGORIO CANAREIRA, A. D. CASTILLA PARRA, JOSÉ DAVID CASTRO SÁNCHEZ, JUAN CATALÁN, MIGUEL FONSECA, JOSÉ DANIEL
FORERO, HENRY FORTUNY i FABRÉ, CESC FUENTES, FRANCISCO FRARY, RAOUL GALINDO, DAVID GARCÉS MARRERO, ROBERTO GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARCÍA MARTÍNEZ, AMAIA GARDEA, JESÚS GIORGIO, ADRIÁN GÓMEZ ESPADA, ÁNGEL MANUEL GUILLÉN PÉREZ, GLORIA GUTIÉRREZ SANZ, VÍCTOR HACHE, MYRIAM HAROLD BRUHL, KALTON HERNÁNDEZ, JOSÉ HERNÁNDEZ, JUAN FRANCISCO HERNÁNDEZ NAVARRO, MIGUEL ÁNGEL HINOJOSA, PAZ HIRSCHFELDT, RICARDO HIRSCHFELDT, RICARDO [EL ABANDONO] JUNCÀ, JORDI KOUZOUYAN, NICOLÁS LÓPEZ, DOMINGO LÓPEZ-PELÁEZ, ANTONIO LÓPEZ LLORENTE, JORGE LÓPEZ VILAS, RAFAEL MAHTANI, VIREN MARDONES DE LA FUENTE, ALEJANDRO MARTÍN, RAIMUNDO MARTÍNEZ COLLADO, GUILLERMO MÉRIDA, JAVIER / BARRETO, SERGIO MEROÑO, ANTONIO MILLÓN, JUAN ANTONIO MIRELES, JUAN MONTERO ANNERÉN, SARA MONTOYA JUÁREZ, JESÚS NORTES, ANDRÉS OLEZA FERRER, CARLOS (DE) ORMEÑO HURTADO, AARÓN OSORIO GUERRERO, RODRIGO OTAMENDI, ARACELI OUBALI, AHMED PANZACOLA, ELIOT PARDO MARTÍNEZ, SAMUEL PÉREZ ALONSO, ALBA PIQUERAS, CARMEN PUJANTE, BASILIO QUINTANA, JULIO RECHE, DIEGO REMEDI, ROBERTO A. RODRÍGUEZ GARCÍA, JUAN AMANCIO RODRÍGUEZ OTERO, MIGUEL ROSADO, JUAN JOSÉ RUCHETTA, MAURO SÁNCHEZ LOZANO, PILAR SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ SANZ, PEDRO SCHUTZ, LOLA SEGURA, ALEJANDRO SEVILLANO, ATILANO TOMÁS, CARMEN TORTOSA, JAVIER TRENADO, ENRIQUE URTAZA, FEDERICO VIDAL GUARDIOLA, NATXO Hemeroteca
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