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FICCIONES

PEQUEÑOS RELATOS PARA ENTENDER EL MUNDO

NACHO MONTOTO

10/1/2017

1 Comentario

 
UNA PRIMAVERA EN DIWANIYA

       Se pregunta por qué nació en Diwaniya, se llama Avi Afek, tan sólo tiene quince años y recuerda que el sol iluminaba su cara hace poco menos de dos años. Él no eligió nacer allí, tampoco eligió a Alá como Dios, un día inmolaron su sueño de ser estudiante para alistarlo en un ejército de almas robadas, la única arma química que conocía era el amor que sentía por una niña de su misma edad que las bombas de una guerra se llevaron a otro lugar, mas allá de Oriente Medio, caras manchadas por el petróleo, niños que no tienen dónde jugar.
       ¿Queréis un reality show? Pasad un tiempo en Diwaniya. Allí te vigilan día y noche. Seguro que a más de un productor se le habrá pasado por la cabeza...
       Mientras tanto Avi Afek está siendo aleccionado para inmolarse en alguna guerra santa, en honor a Alá. Sus sueños de estudiante se perdieron hace tiempo, la música de los bombardeos golpean día y noche su cabeza. Él no eligió nacer en Diwaniya, él quiso estudiar, él no eligió su religión, la única arma química que conocía era la sonrisa de aquella muchacha...
       Son las ocho de la mañana, un intenso olor a pólvora entra por la ventana de la casa de Avi. No sabe si está todavía sumido en el profundo letargo de un sueño cuyo final proyecta la mayor de las pesadillas o realmente es el olor de la injusticia el que entra en alforjas polvorientas de triste realidad. Se apresura a desayunar, pero antes se asoma a la calle, están todas las tiendas cerradas, algún que otro periodista europeo merodea por allí en busca de algún testimonio. Avi mira al cielo, desea implorar que el mal sueño acabe ya, pero sabe que el cielo no tiene respuestas, no va a poder dar respuesta a su búsqueda, un cielo cortejado por palomas mensajeras de una paz, portadoras de misiles de liberación. Pero, ¿quién libera a él de esta pesadilla? Son sólo quince años y ella, ella era su única motivación.
       Quince piedras golpean un campamento militar cercano, quince sueños que se desvanecen al sur de Diwaniya. ¿Acaso Mahoma no se enamoró nunca? La Meca carece de sentido para Avi, ninguna exhortación hacia aquel lugar puede devolver la calma espiritual a un hombre de quince años al que le ha sido arrebatada la esencia de la primavera, porque, aunque parezca lo contrario, también hay primaveras en Diwaniya.
        Nunca probará el Corán de sus besos, sabe que en cualquier momento su viaje tendrá un final predestinado por aquel que en la búsqueda de la venganza sólo logra enmascarar sus vergüenzas.
     Avi posee raíces israelitas, pero es iraquí, confluyen en su familia ideologías fundamentalistas y sionistas. Ha intentado mantenerse al margen, pese a tener que elegir un camino para sobrevivir en la sociedad que nos ha tocado vivir. No todos tenemos la capacidad de poder elegir.
       Avi se considera un instigador del amor, venera la pasión de un corazón marginado y muestra su rechazo hacia un entorno en el cual sabe que no sobreviviría mucho de mantener esa postura tan europea. Probablemente pese mucho en él que a la edad de doce años, por medio de un programa solidario, residió en España durante tres meses, y pese a las trabas, amenazas y demás consejos familiares, brotó en él un espíritu de humanidad cuya envergadura daría un cambio a su fundamentalista vida. Por cierto, ella se llamaba Hana Rassul, y quizás fuera la artífice de que él quisiera ser profesor.
        Las hojas brotan del cielo, los disparos se desvanecen en el aire, pañuelos que dejan entrever una mirada cautiva de amor, a pesar de la guerra, a pesar del dolor. Inmolar un sueño no es difícil, lo fácil es matarlo, silenciarlo, callarlo, provocar que un vórtice de ilusiones sea dilapidado por las armas del hombre, respuestas de un Dios menor creado por las convulsiones de algún iluminado orador del bien, pero para Avi el bien no es más que el mal de algún hombre que por intereses creados no le importa robar almas a cambio del más crudo de los deseos.
       Al sur de Diwaniya también hay gente que sueña, que siente, que ama, desea, hay personas que no entienden de política, gente que se pasa día y noche rezando, a veces sólo piensan en rezar y calman su apetito a base de trozos del Corán. Para unos es el maná del cielo, para otros el veneno que quebranta.
        Pero, ¿qué culpa tenía Hana? ¿Alguien la invitó aquella tarde a pasear cogida de la mano de su propia muerte? Sí, por supuesto, ella estaba invitada, sólo el hecho de vivir allí es una invitación para encontrar el angosto camino hacia el más allá o el más acá, todo perfectamente disfrazado por la búsqueda de unas armas químicas. Evidentemente, armas químicas tenemos todos, y la destrucción masiva es la que corroe las venas de Avi, atado de pies y manos por una cultura elegida al azar, día y noche, noche y día. Suspira por unos besos que han quedado esparcidos por la calle a causa de… ¿A causa de qué?
                      Diario de Avi:
 
         Hoy he llorado por ti, hoy he llorado por mí, nunca experimenté la mezcla del dolor, la pasión y la muerte, el infausto recuerdo de un corazón atormentado por el látigo de la guerra. Recuerdo un sol que iluminaba tu cara, recuerdo que tus ojos verdes me llamaban, pero recordar no me sirve de nada. Bajo aquel mar de arena besé tus labios, hoy formas parte de ella, amante de los desiertos, siempre estaré a tu lado…
         No busco respuestas, he encontrado ya lo que necesitaba. Pese a mi inmadurez sé que nadie me devolverá cada pálpito, cada rubor, cada amanecer con una nueva expectativa. Me gustaría enseñar al mundo, ser profesor de corazones, pero en el más recóndito lugar de mi existencia
             Sólo clamo por vengar tu adiós.
           Bajo estas letras disfrazo mi dolor. Tan sólo espero que un día volvamos a estar juntos, aunque sé que por ahora nada me va a separar de ti, pese a que hayan nublado mi vida. Volveré a ver el sol y sabes que será a tu lado.
          No conozco a Alá, tampoco sé quién es el otro Dios, pero sí que conozco nuestra verdad, sé que bebía de tu amor, sé que mi vida vale poco, sé cual es el precio de esta pasión.
           Mi herida quedará sanada, tu herida ya la curo yo.
      Avi sufre el insomnio que sufre el que es esclavo de un sentimiento, de un sentimiento perdido. Hace poco nadie conocía Diwaniya, hace poco nadie sabía de la existencia del amor de dos niños de quince años, pero no saber no sirve de nada, pasan las horas, y se sigue respirando el mismo olor a ansiedad en su habitación. El reflejo de la luna en su ventana le traslada a otro tiempo en el cual la noche era su amiga, era su cómplice, su compañera de aventuras y desventuras. Hoy tan sólo es el espejo de su soledad, cada cinco horas la tristeza anestesia su miedo.
        Sabe que en poco tiempo ya nada importará.
       Son las nueve de la mañana, el sol asoma más radiante que nunca, pero el panorama no ha cambiado en Diwaniya, Avi intenta respirar el poco aire que sabe a aire, pero sigue adulterado con pólvora, ha estado durante los últimos meses entrenando con el ejército iraquí, han programado su autoinmolación, y él ha aceptado ese destino, por cruento que sea y pese a conocer que realmente esa no es su misión. No le ha quedado otra salida, necesita liberar el peso de sus párpados, necesita una respuesta, necesita tanto amor…
       Un niño y una niña de unos ocho años juegan en la puerta de su casa, cantan una especie de poema o alabanza, al final humo, mucho humo tras la calle. Es increíble el poder de distracción de un niño, a veces puede permanecer inmutable ante cualquier cosa. Se le viene a la cabeza la imagen de Hana, no puede evitar recordarla, era tan dulce…
Avi no entiende de armas químicas, no termina de preguntarse por qué le ha tocado a él. ¿Acaso tan mal se ha portado su pueblo para ser castigado de esta forma?
        Un soldado americano le pide un vaso de agua, en un primer instante no atiende a su petición, pero la insistencia del soldado provoca que Avi acceda a dárselo, el soldado a cambio le ofrece un cigarrillo, él lo rechaza, es incapaz de aceptar nada de alguien que ha roto su sueño de vivir.
       Es ya mediodía, no tiene ganas de comer, mira a su alrededor, todo está en calma, mira al cielo, y sigue sin encontrar respuesta, es muy difícil hallarla…
       Intenta dormir un rato, pero no puede, es muy difícil conciliar el sueño con el alboroto de las calles, sabe que le queda poco para su cita con Hana, hoy por fin estará junto a ella.
       Son las nueve de la noche, comienza a anochecer al sur de Diwaniya, la madre de Avi prepara su ropa y le da un fuerte beso en la mejilla, el niño de quince años que quería estudiar y ser profesor se prepara para manifestar su amor, adereza su cuerpo con el veneno del fundamentalismo, él no cree en Alá, no sabe de Dioses, pero conoció el amor…
       Son las nueve de la mañana, la radio escupe un nuevo atentado en Diwaniya, al parecer un niño de quince años ha sacrificado su vida por Alá. Según la radio el fundamentalismo islámico ha causado de nuevo el terror y el pánico en la ciudad, decenas de muertos y heridos…
      Terror y pánico, nadie sabe que realmente Avi no entendía de fundamentalismos, él no creía en Alá, él no quiso causar terror, buscaba una salida, él era una de las armas químicas de destrucción masiva que guardaba el pueblo iraquí ¿Acaso el ser humano no ha clamado venganza desde su existencia?
      Se preguntó por qué nació en Diwaniya, se llamaba Avi Afek, tan sólo tenía quince años y recordaba que el sol iluminó su cara hace poco menos de dos años, él no eligió nacer allí, tampoco eligió a Alá como Dios, un día inmolaron su sueño de ser estudiante para alistarlo en un ejército de almas robadas. La única arma química que conocía era el amor que sentía por una niña de su misma edad que las bombas de una guerra se llevaron a otro lugar. Se llamaba Hana. Él quiso estudiar, él no eligió su religión, la única arma química que conocía era la sonrisa de aquella muchacha...

[Este relato se publicó originalmente en la sección "El Curioso pertinente",
en el número 15 de nuestra revista (2007), como un artículo]

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NACHO MONTOTO (Córdoba, 1979). Escritor y agitador cultural. Articulista de Diario Córdoba y colaborador del suplemento cultural Cuadernos del Sur. Cuenta con las plaquettes La ciudad de los espejos (Diputación de Huelva, 2007) y Las últimas lluvias (Versos del sol, 2008). Su primer poemario es Espacios Insostenibles - Mi memoria es un tobogán ( Cangrejo Pistolero Ediciones, 2008). Tiene en prensa la novela Binarios. Ha participado en diversas antologías. Ideólogo y cofundador del colectivo C.A.I.N. Codirige la colección de poesía Los14ochomiles .
Actualiza a diario el blog http://www.pajaritasdepapel.es/
Página web: http://www.nachomontoto.es/
[Cuando publicamos en su día esta narración, Nacho era prácticamente inédito. Aún no había salido su primera plaquette. Él confió en nosotros para algo así, como siguió manteniendo con nosotros una afinidad a lo largo de su vida. Hemos preferido dejar la nota biográfica tal y como aparecía por aquella época (recogida de "Las afinidades electivas") en otras páginas y publicaciones. La foto, también. Espero sepan disculparnos el desliz.]
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