EL COLOQUIO DE LOS PERROS
  • PRINCIPAL
  • CONTACTO
  • POESÍA
  • FICCIONES
  • ENTREVISTAS
  • TRADUCCIONES
  • ARTÍCULOS
  • LA BIBLIOTECA DE ALONSO QUIJANO
  • INVITADO DE LA SEMANA
    • ANTIGUOS HUÉSPEDES
  • HEMEROTECA
    • FUERA DE PLANO
    • MUSEO DE BARATARIA
  • ÍNDICE DE AUTORES
  • JOAN MARGARIT: UNO DE LOS NUESTROS
  • PRINCIPAL
  • CONTACTO
  • POESÍA
  • FICCIONES
  • ENTREVISTAS
  • TRADUCCIONES
  • ARTÍCULOS
  • LA BIBLIOTECA DE ALONSO QUIJANO
  • INVITADO DE LA SEMANA
    • ANTIGUOS HUÉSPEDES
  • HEMEROTECA
    • FUERA DE PLANO
    • MUSEO DE BARATARIA
  • ÍNDICE DE AUTORES
  • JOAN MARGARIT: UNO DE LOS NUESTROS
EL COLOQUIO DE LOS PERROS

FICCIONES

PEQUEÑOS RELATOS PARA ENTENDER EL MUNDO

ALFONSO GARCÍA-VILLALBA

13/4/2019

3 Comentarios

 
SOLES RADIANTES SIENTEN SOBRE EL HOMBRO
Todavía no estás muerto. Todavía no estás solo
OSIP MANDELSTAN
 
Todo se confunde. Todo se mezcla…
DÁMASO ALONSO
​    Polifemo pensó en ríos cuando acariciaba la cicatriz de Galatea. Galatea decía que la primera vez que la vio fue después de un profundo y fatigoso sueño. Apenas era una pequeña y milimétrica depresión que dibujaba una elipse un tanto borrosa poco más abajo de la curvatura de su pecho izquierdo. Cerca del corazón de la joven, la tenue depresión recordó a Polifemo el cauce seco de un río. Pensó en piedras y peces muertos mientras miraba los árboles que, cerca de la piscina, escondían el bosque bajo el sol de mediodía. Recordó también unas palabras que Galatea había dicho por la mañana, tan solo unas pocas horas antes:
     —Me sacaron el corazón mientras dormía, mi pequeño. Yo estaba soñando y me lo sacaban. Pero seguro que no me crees, nunca lo haces.
     Efectivamente él no la había creído. Sin embargo, sonrió al escuchar su ocurrencia. Acis, que también estaba delante en ese momento, prefirió lanzarse a la piscina y nadar, no hacer caso, no articular palabra. Fue después cuando Galatea le contó a Polifemo otro sueño, al hilo del anterior. Era ese en que el río llevaba a Acis corriente abajo, hacia el mar. Ese que se repetía ya varias noches y la dejaba con palpitaciones e insomnio. Cuando Polifemo escuchó de sus labios la historia que, curiosamente, él mismo había soñado días atrás, sintió el temblor del bosque cercano dentro de sus venas, experimentó el terror de esa coincidencia que adivinó fatal y que, en ese momento, siguió guardando para sí, solamente para él.
       —No hay sombra, no hay nada de sombra —murmuró la joven—. ¿Dónde me puedo poner que no me de el sol?
      Galatea aún seguía sintiendo los dedos de Polifemo en su cicatriz mientras la luz solar centelleaba líquida y trémula sobre el agua, mientras ella se dedicaba a observar el modo en que Acis recogía las hojas de los álamos que, durante la noche, habían caído a la piscina. Polifemo no se atrevía a decirle nada sobre ese sueño que ambos compartían y Galatea ni siquiera se lo había contado a Acis, tan solo al otro que se demoraba en un silencio atónito y febril. Ella pensaba en el sueño, pensaba en el modo en que su cuerpo flotaba sobre la superficie del agua, río abajo, en las hojas que ahora él sacaba del agua con la red, en la forma en que los árboles parecían palpitar al reflejarse en el agua. Dentro del sueño Galatea había resuelto que Acis dormía y no estaba muerto en esa escena onírica teñida de un tembloroso fatalismo: negaba esa posibilidad en todo momento aunque la consideraba factible y escalofriante cada vez que se despertaba con el corazón en la garganta y no podía conciliar el sueño.
        —¿Quieres que vayamos a la playa? —preguntó Polifemo.
       Galatea no respondió al principio: entornó los ojos e inclinó la cabeza hacia un lado, solamente eso. Sentía mil soles radiantes sobre su espalda, el canto de las chicharras que filtraba todas y cada una de sus conversaciones, el calor del mediodía.
         —Prefiero la piscina y quedarme aquí. A veces te puedes asomar al borde de la piscina, mirar tu reflejo en el agua… Me gusta hacer eso.
       Polifemo puso cara de hacer como que no se enteraba de nada y sintió el modo en que una gota de sudor se deslizaba por su frente y llegaba al párpado.
         —Cada uno caza y es cazado —dijo Acis irrumpiendo en la conversación después de dejar a un lado la red con la que sacaba las hojas secas y mientras se acercaba a los otros dos—. Lo digo por lo que decías antes, Galatea. Por la noche suceden cosas y alguien se ha cobrado tu corazón según parece, alguien se lo ha comido. Ñam, ñam. Y lo que cuentas es una historia tierna e ingenua, lo sabes muy bien. Adoras las historias tiernas e ingenuas en las que interpretas un papel inocente y puro, casi perfecto. ¿Te gusta la cicatriz? —añadió dirigiéndose al otro.
       Al escuchar esas palabras, Galatea miró hacia los árboles, tosió y pidió fuego a Polifemo para encender un cigarrillo. Después de soltar el humo de la primera calada le dijo que se acercara un poco más.
         —¿Quién te ha comido el ojo, grandullón mío? —preguntó Galatea acercando su dedo índice hacia el adhesivo negro que cubría el ojo ciego de Polifemo. Desde hacía unos días, la pregunta se había convertido en un juego compartido entre ambos.
          —Seguramente alguien se lo llevó mientras dormía —bromeó el otro para responder—. Igual que te pasó a ti con el corazón.
          Acis recomenzó su tarea de sacar hojas de la piscina y Galatea sonrió nerviosa insistiendo a Polifemo que retirara el adhesivo que ocultaba el hueco que había quedado después de un desafortunado suceso ocurrido tiempo atrás y que había hecho que perdiera uno de sus ojos.
          —Sólo un momento, déjame ver. Déjame.






​
Imagen

Imagen
​    Galatea tocó el párpado rugoso y acarició las huellas de algunos puntos de sutura apenas borrados, reparó en pequeñas cicatrices al rozar con las yemas de los dedos sobre la piel herida, cerca del iris fantasma. Imaginó piedras y una piscina vacía, lagartijas dentro de la piscina vacía. Sintió cierta excitación al acariciar el orificio donde solía alojarse el globo ocular y pensó en un agujero negro.
    Esa misma noche soñó con uno. Galatea sentía que flotaba dentro: era un lugar oscuro y denso que parecía engullirla. Sus movimientos se volvían pesados, torpes, como si gelatina negra le impidiera mover las extremidades, el cuerpo. Esa misma gelatina parecía agolparse en su boca y en el sexo. Quería entrar. Notaba su corazón palpitante en el bajo vientre y toda esa masa ennegrecida y pegajosa que intentaba meterse dentro de ella al tiempo que oía una voz que le decía:
         —Tu corazón siempre se quiere escapar por ahí, siempre se quiere escapar.
      Poco a poco consiguió entrever una fluorescencia en medio de la oscuridad que la rodeaba. Era una luminosidad que hacía pensar en luciérnagas y parpadeos. Al principio era diminuta pero, según se concentraba en ella, aumentaba de tamaño. La luz empezó a ocupar todo su campo de visión y ya no sentía ese jugo viscoso alrededor. Parecía que la luz penetrara a través de su retina. Parecía que entrara también por la boca y llegara hasta sus vísceras: ahí dentro producía un calor que le resultaba agradable. Entonces volvió a escuchar la voz de antes:
         —Yo comeré tu corazón.
         Después la luz remitió y, tras una serie de resplandores erráticos y parpadeantes, como de estrella que se encuentra en sus últimos estertores, consiguió ver la imagen de un río: una vez más las aguas fluían cristalinas, una vez más Acis flotaba en la corriente, boca abajo. Esta vez Galatea pensó que estaba muerto, seguro.
         Al despertar sintió la cama vacía y salió a buscarle.
         —¿Qué haces aquí afuera? Es tarde.
         Acis parecía tropezarse cerca de la piscina y miraba el agua o las estrellas, los árboles. Su cabeza se movía, iba de un lado a otro mientras daba tragos a una botella cerca de la piscina.
         —He tenido un sueño. Salías tú.
      Aún estaba bastante oscuro y hacía calor: se escuchaba el canto de las chicharras incluso en la madrugada, esas mismas que a mediodía hacían de fondo sonoro a sus conversaciones.
         —No deberías darle tanta importancia a los sueños.
         —¿No quieres que te lo cuente? —preguntó Galatea quitándole la botella y bebiendo de ella.
         —No es necesario, estoy cansado de sueños, sueños que se repiten y siempre igual. Ni siquiera puedo dormir.
       Sobre la superficie de la piscina se veía el reflejo lejano de la luz de la habitación de Polifemo que temblaba en el agua. Ahí también se agitaban, de igual modo, las sombras oscuras de los árboles donde se escondía algún ave nocturna a la que se escuchaba de cuando en cuando amortiguada por las hojas que se secaban en las ramas. Galatea miró esas sombras y, a continuación, las siluetas apagadas de los álamos. Pensó en el bosque.
         —Se siente pero no se ve —dijo Galatea.
         —¿Qué?
         —El bosque. Se siente pero no se ve.
         —Tampoco se ve el mar —repuso Acis—. Estamos aquí y apenas lo vemos. Tienes que subirte al piso de arriba para verlo. Los árboles no dejan desde aquí.
         —Pero está más cerca de lo que creemos… —añadió ella.
     Desde la primera planta se podía divisar el mar y, a veces, se quedaban mirándolo. Usualmente lo hacían a mediodía: subían las escaleras y tomaban algo en el balcón de la planta superior. Vermut, cerveza, vino, aperitivos. Charlaban y escuchaban las chicharras, se callaban, comprobaban si había oleaje o no. Cuando el calor empezaba a hacerse insoportable bajaban a la piscina y seguían bebiendo o nadaban allí hasta la hora de comer.











​
Imagen

Imagen
      —Yo veo el mar cuando sueño —le dijo Galatea a Acis.
      —Todo se confunde dentro de un sueño, no lo olvides. ¿Cómo sigue tu cicatriz?
      Antes de que ella pudiera responder ambos sintieron que el reflejo de la luz del cuarto de Polifemo se desvanecía. Luego se escuchó su voz:
         —¡Iros a dormir! —exclamó con enojo—. ¿Es que no vais a ir a la cama aún?
         La pronunciación de Polifemo dejaba claro que había estado bebiendo. Todos lo habían estado haciendo y bailaron durante un rato después de cenar. Más tarde cada uno de ellos pareció quedarse taciturno y se dejaron llevar por el mantra de los insectos nocturnos. Galatea recordó entonces el sueño en que alguien le sacaba el corazón. Se figuró que era Polifemo quien lo hacía.
         —¿Te molestamos? —preguntó Acis al poco de escuchar la queja que venía del interior de la casa.
         Las sombras de los árboles dentro de la piscina parecían ahora más sombrías, duplicados siniestros.
       —Ya sé por qué no dormís, ya lo sé –dijo con una voz áspera-. Tenéis miedo, tenéis miedo igual que yo lo tengo. Esta casa os da pánico. Este lugar. El bosque. Aquí todo se confunde, todo se mezcla, las palabras de Galatea, los sueños… Todo parece un recuerdo confuso. ¿No es así? Como si ya hubiera pasado antes y volviera a repetirse. Como si fuera un sueño. Por eso no queréis dormir, porque ya sabéis qué pasa. Lo sabemos todos.
         Galatea se fue hacia el borde de la piscina y miró más de cerca las sombras de los árboles: quiso tocarlas y sus dedos se mojaron.
         —No hay sombras, no hay nada —dijo—. Sólo agua.
       Acis le deseó buenas noches y encaminó sus pasos hacia el interior de la casa. A sus espaldas Galatea avanzaba hacia los álamos, hacia el bosque que nunca conseguían ver del todo. Cuando él llegó al dormitorio se echó sobre la cama y volvió a escuchar las palabras de antes:
        —No hay sombras, no hay nada.
         Al poco rato Acis se quedó dormido, soñó que Polifemo acariciaba la cicatriz de Galatea bajo un sol radiante. 

Imagen
​ALFONSO GARCÍA-VILLABA (Murcia, España, 1975) Ha publicado el libro de relatos Esquizorrealismo (EDA, 2014) y la novela Homoconejo (EDA, 2016). Ha sido incluido en las antologías Black Pulp Box (Aristas Martínez, 2013) y El Quijote a través del espejo (EDA, 2016).
3 Comentarios

    FICCIONES

    El Coloquio de los Perros.
    Revista de Literatura.
    ISSN 1578-0856

    Canal RSS

    ADAMOLI, FACUNDO
    ALCALDE, MANUEL
    ALFARO GARCÍA, ANDREA

    ALMEDA ESTRADA, VÍCTOR

    ÁLVAREZ, GLEBIER

    ANDRÉS, AARÓN

    ARGÜELLES, HUGO

    ARIAS, MARTÍN

    ÁVILA ORTEGA, GRICEL

    AYUSO, LUZ

    BAUK, MAXIMILIANO

    BEJARANO, ALBERTO

    BELTRÁN FILARSKI, OLGA

    BOCANEGRA, JOSÉ

    BORJA, NOÉ ISRAEL

    CABEZA TORRÚ, JUAN

    CÁCERES, ERNESTO

    CASTILLA PARRA, JOSÉ DAVID

    CASTRO SÁNCHEZ, JUAN

    CATALÁN, MIGUEL

    CONTRERAS, EMILIO
    CUBILLO, JOSÉ LUIS
    D´AMBROSIO, HERNÁN
    EGEA GALÁN, ALEJANDRO
    FEINMANN, VIRGINIA
    FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, FELIPE
    FERRÁNDEZ VERDÚ, JOSÉ MANUEL
    FERRER TABERNER, ANDRÉS

    FONSECA, JOSÉ DANIEL

    FORERO, HENRY


    FUENTES, FRANCISCO

    FRARY, RAOUL

    GALINDO, DAVID

    GARCÉS MARRERO, ROBERTO

    GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO

    GARCÍA MARTÍNEZ, AMAIA

    GARDEA, JESÚS

    GIORGIO, ADRIÁN

    GÓMEZ ESPADA, ÁNGEL MANUEL

    GUILLÉN PÉREZ, GLORIA

    GUTIÉRREZ SANZ, VÍCTOR

    HACHE, MYRIAM

    HERNÁNDEZ, JOSÉ

    HERNÁNDEZ, JUAN FRANCISCO

    HERNÁNDEZ NAVARRO, MIGUEL ÁNGEL

    HINOJOSA, PAZ

    HIRSCHFELDT, RICARDO

    HIRSCHFELDT, RICARDO [EL ABANDONO]

    JUNCÀ, JORDI

    KOUZOUYAN, NICOLÁS

    LÓPEZ, DOMINGO

    LÓPEZ LLORENTE, JORGE

    LÓPEZ VILAS, RAFAEL

    MAHTANI, VIREN

    MARDONES DE LA FUENTE, ALEJANDRO

    MARTÍN, RAIMUNDO

    MÉRIDA, JAVIER / BARRETO, SERGIO

    MEROÑO, ANTONIO

    MILLÓN, JUAN ANTONIO

    MIRELES, JUAN

    MONTERO ANNERÉN, SARA

    MONTOYA JUÁREZ, JESÚS

    NORTES, ANDRÉS

    OLEZA FERRER, CARLOS (DE)

    ORMEÑO HURTADO, AARÓN

    OSORIO GUERRERO, RODRIGO

    OTAMENDI, ARACELI

    OUBALI, AHMED

    PÉREZ ALONSO, ALBA

    PIQUERAS, CARMEN

    PUJANTE, BASILIO

    RECHE, DIEGO

    REMEDI, ROBERTO A.

    RODRÍGUEZ OTERO, MIGUEL

    ROSADO, JUAN JOSÉ

    RUCHETTA, MAURO

    SÁNCHEZ LOZANO, PILAR

    SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS

    SÁNCHEZ SANZ, PEDRO

    SCHUTZ, LOLA

    SEGURA, ALEJANDRO

    SEVILLANO, ATILANO

    TOMÁS, CARMEN

    TORTOSA, JAVIER

    TRENADO, ENRIQUE

    URTAZA, FEDERICO

    VIDAL GUARDIOLA, NATXO

    VIDAL GUARDIOLA, NATXO
    [Autobiografía de Enrique Vila-Matas]

    Hemeroteca

    MONTOTO, NACHO

    Archivos

    Enero 2023
    Diciembre 2022
    Noviembre 2022
    Agosto 2022
    Julio 2022
    Abril 2022
    Marzo 2022
    Febrero 2022
    Noviembre 2021
    Octubre 2021
    Julio 2021
    Junio 2021
    Abril 2021
    Enero 2021
    Diciembre 2020
    Noviembre 2020
    Octubre 2020
    Septiembre 2020
    Agosto 2020
    Julio 2020
    Junio 2020
    Abril 2020
    Marzo 2020
    Enero 2020
    Julio 2019
    Mayo 2019
    Abril 2019
    Febrero 2019
    Septiembre 2018
    Junio 2018
    Mayo 2018
    Febrero 2018
    Diciembre 2017
    Noviembre 2017
    Octubre 2017
    Abril 2017
    Marzo 2017
    Enero 2017
    Diciembre 2016
    Noviembre 2016
    Octubre 2016
    Junio 2016
    Abril 2016
    Marzo 2016
    Diciembre 2015
    Julio 2015
    Junio 2015
    Mayo 2015
    Abril 2015
    Marzo 2015
    Diciembre 2014
    Noviembre 2014
    Octubre 2014
    Septiembre 2014
    Agosto 2014
    Julio 2014
    Mayo 2014
    Marzo 2014
    Febrero 2014
    Enero 2014
    Octubre 2012

    CategorÍAs

    Todo
    Aaron Andres
    Aaron Ormeño Hurtado
    Adrian Giorgio
    Ahmed Oubali
    Alba Perez Alonso
    Alberto Bejarano
    Alejandro Badillo
    Alejandro Ege Galan
    Alejandro Mardones De La Fuente
    Alejandro Segura
    Alfonso Garcia Villalba
    Alfonso Garcia-villalba
    Andrea Alfaro Garcia
    Andres Ferrer Taberner
    Andres Nortes
    Angel Manuel Gomez Espada
    Antonio Meroño
    Araceli Otamendi
    Carlos De Oleza Ferrer
    Carmen Piqueras
    Carmen Tomas
    David Baro
    David Galindo
    Diego Reche
    Domingo Lopez Humanes
    El Coloquio De Los Perros
    Emilio Contreras
    Enrique Trenado
    Ernesto Caceres
    Facundo Adamoli
    Federico Urtaza
    Felipe Fernandez Sanchez
    Ficciones
    Francisco Fuentes
    Gabriel Martinez Barre
    Gloria Guilen Perez
    Gricel Avila Ortega
    Hernan Dambrosio
    Hernan Elvira
    Hugo Argüelles
    Javier Merida
    Javier Tortosa
    Jordi Junca
    Jorge Lopez Llorente
    Jose Bocanegra
    Jose David Castilla Parra
    Jose Hernandez
    Jose Luis Cubillo
    Jose Manuel Ferrandez Verdu
    Juan Cabeza Torru
    Juan Castro Sanchez
    Juan Francisco Hernandez
    Juan Mireles
    Luis Sanchez Martin
    Manuel Alcalde
    Manuel Casal Lodeiro
    Marta Ledri
    Martin Arias
    Miguel Angel Hernandez Navarro
    Miguel Catalan
    Miguel Rodriguez Otero
    Miriam Gomez Vegas
    Nacho Montoto
    Natxo Vidal
    Natxo Vidal Guardiola
    Nicolas Kouzouyan
    Noe Israel Borja
    Olga Beltran Filarski
    Paz Hinojosa
    Pedro Sanchez Sanz
    Perdendosi
    Pilar Sanchez Lozano
    Rafael Lopez Vilas
    Raoul Frary
    Ricardo Hirschfeldt
    Roberto Bernal
    Roberto Garces Marrero
    Roberto Mascodagama
    Rodrigo Lopez Romero
    Rodrigo Osorio Guerrero
    Ruben Lopez Ferandez
    Sara Montero Anneren
    Sergio Barreto
    Victor Almeda Estrada
    Victor Gutierrez Sanz
    Viren Mahtani

Con tecnología de Crea tu propio sitio web con las plantillas personalizables.