FICCIONES
PEQUEÑOS RELATOS PARA ENTENDER EL MUNDO
LARGA DISTANCIA Por razones laborales debo viajar en autobús todos los lunes a las cinco de la mañana. La ciudad donde se encuentra mi lugar de trabajo está a dos horas y media. Pero hoy es miércoles, pasado el mediodía. Una vez al mes hago el mismo itinerario por la tarde. Siempre elijo el asiento cuarenta y tres, al costado del pasillo, la última fila, en el piso superior. El ruido del motor es un sonido constante, de modo que tapa voces, ronquidos y cualquier barullo circunstancial. No puedo dormir mientras viajo. Tampoco suelo leer. El constante movimiento amplifica el astigmatismo agudo que padezco. Saco provecho del momento escuchando música, uno de mis pasatiempos favoritos. Regularmente llevo un auricular conectado al teléfono móvil. En este momento tengo los audífonos puestos. Disfruto de Bliss, uno de los experimentos electrónicos de Andrew Bird. Mantengo los ojos cerrados. Puedo alcanzar concentración más rápido de esta manera. Las canciones se suceden una tras otra. El álbum vuelve mi cuerpo liviano. Ahora floto. De repente percibo un cambio de marcha en el autobús. Ha disminuido la vibración y también el ruido provocados por el motor. Escucho además gritos ensordecedores que dejan a Adrew Bird en un segundo plano: “¡Gaseosas, sandwiches, gaseosas!...”, se oye por un lado; “¡Café, café, café!...”, por otro. Todo indica que he llegado a la estación intermedia y llevo una hora de recorrido. Aquí se renueva el pasaje mientras los vendedores ambulantes quieren hacer negocio a cualquier precio. Me resisto a abrir los ojos –finjo estar profundamente dormido– e ignoro todo el escenario aumentando el volumen de la música. No me importa en absoluto si la economía está favoreciendo a unos y maltratando a otros. El coche retoma la marcha. Vibro al ritmo de la aceleración. Pero además siento como si un dedo se hundiese tres veces en mi hombro izquierdo. Abro los ojos ante la incomodidad. Encuentro a un joven parado en el pasillo moviendo la boca insistentemente. Creo que intenta captar mi atención. Debe tener veintitrés o veinticuatro años. Ante la interrupción dejo caer los auriculares para saber qué diablos quiere. —Que si me da permiso. Tengo el asiento cuarenta y cuatro, al lado de la ventanilla. Sin mediar palabra, cedo el espacio. Debo ponerme de pie sosteniendo todo cuanto llevo conmigo: móvil, campera y bolso de trabajo. Luego vuelvo a la butaca, y con el auricular de nuevo en los oídos, retomo la audición a todo volumen cerrando los ojos. Presto atención al sonido de la batería sintetizada, imaginando que estoy solo nuevamente. Sin embargo, otra vez un dedo me hinca tres veces el hombro, aunque ahora del lado derecho. Observo. El joven introduce la mano en su mochila. Entro en pánico. Pienso que va a desenfundar un arma y matarme si no le entrego pronto: teléfono, abrigo y bolso. —Con su permiso. –Saca una lata de cerveza. Ciertamente, voltea el olor a alcohol, pero no parece estar ebrio todavía–. —¡A su salud! –Le respondo bien seco, y procuro seguir con mi actividad, luego del susto–. —Voy a hacer compras a la ciudad. Tengo un puesto en la feria y necesito renovar el stock. —¿Quién le preguntó algo? —El miércoles pasado vino mi esposa de compras, pero en lugar de traer mercadería para el negocio, gastó todo el dinero en ropa y zapatos para ella. No se imagina, volvió toda rubia, además. Casi no la reconozco. ¡Parecía una actriz de Hollywood! —Qué bien. —No, no, no está bien, Señor. Por eso vengo yo ahora. Si seguimos así, vamos a fundir el boliche muy pronto. —Qué bien. Nada de lo que dice el feriante me importa. Trato de ser lo más descortés posible, con el propósito de que se ubique por fin, pero no acusa recibo. Es menudo, tiene ojos café, la cabeza llena de rulos castaño claro y la voz más paciente del mundo. Por su apariencia, parece venido de los años 1990, cuando se usaban los jean gastados, con agujeros en la rodilla. Lleva un suéter marrón, bien pesado. —Hace frío aquí adentro. —Es invierno. ¡Qué esperaba usted! —Quiero decir que hace más frío aquí adentro que en invierno. Mi compañero de viaje circunstancial no está ebrio. Puedo certificarlo. Además posee cinco sentidos en perfectas condiciones. El autobús viene con el aire acondicionado encendido en lugar de tener activa la calefacción. Aparentemente, el conductor se ha confundido de interruptor. Y el muchacho se encuentra en desventaja porque recibe directamente el frío desde arriba, donde se ubica la instalación. En este preciso momento su cerebro debe estar completamente congelado. —No siento la frente, Señor. Y tengo muy fría la nariz. Me caen los mocos. —Mala suerte. —Ya lo arreglo, así estamos más cómodos. Me entrega la lata de cerveza, como si yo fuera su sirviente. Introduce la mano en la mochila otra vez. Hurga unos papeles, inspecciona con cuidado, coge el boleto de viaje, hace un bollo, se pone de pié y comienza a tapar el orificio por donde se filtra el aire frío. Echo un vistazo hacia arriba, a la altura del asiento de adelante, y el que sigue. Todo el sistema de aire climatizado está lleno de bollos de papel. El muchacho vuelve a su lugar, recibiéndome la bebida. —Hubiera elegido otro número de butaca. —¿Y perderme esta charla tan animada? Siento un poco de frío, nada más. —Puede ir a buscar un asiento vacío. —No, no, quiero quedarme aquí, así seguimos conversando… Miraré el paisaje. Con facilidad envidiable queda dormido en un instante. Retiro de sus manos la lata de cerveza, antes de que derrame todo líquido sobre mí, y coloco el recipiente en el compartimento preciso, ubicado debajo de la ventanilla. Despliego mi campera para protegerme del frío, tratando de que alcance cubrir a mi compañero de viaje también. Aprovecho su silencio para seguir disfrutando de la música. Me doy cuenta entonces que el álbum de Andrew Bird ha terminado. Sólo se oye el ruido constante y parejo del motor. Estoy bien así. Lo raro es que, a pesar de ser el muchacho un completo desconocido para mí, no puedo evitar pensar en él. Da la sensación de no esconder nada cuando habla. Mira constantemente a los ojos, como si todo el tiempo esperara de la otra parte la misma honestidad. Con el tiempo me he vuelto una persona desconfiada y cascarrabias. Pero lo cierto es que su sinceridad y simpleza han hecho de mí, por unos minutos, un tipo tranquilo y seguro. Tanto que me invade un deseo incontrolable de poder mirar como miran los niños, de nuevo. Ha transcurrido una hora treinta de viaje, desde que partí de la estación intermedia. El autobús ya ha arribado a la ciudad y ahora ingresa lentamente al estacionamiento de la última parada. Quito los auriculares de mis oídos y guardo el teléfono móvil. Recojo abrigo y bolso. Hundo tres veces el dedo índice sobre el hombro izquierdo de mi acompañante para informarle que ha finalizado el recorrido. Abre los ojos con dificultad resistiendo al resplandor de la ventana. Levanta la cabeza lentamente intentando recomponerse. —Mucha suerte con sus compras. —¿Ya se va? Hasta pronto, Señor ¡Fue un placer viajar con usted! Abandono de prisa el autobús, porque me gusta ser puntual en el trabajo. Aunque lamento no haber averiguado oportunamente el nombre del muchacho. Me he sentido muy bien con su compañía. Quisiera seguir escuchando sus historias: sobre el puesto de venta, la feria, el glamour y los aires de diva de su esposa. Espero encontrarlo nuevamente en el camino. No tuve coraje para decírselo.
2 Comentarios
Oferta de Prestamo Urgente
21/9/2022 04:01:43 am
Buenos días señor / señora,
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Alberto Damian
27/10/2022 07:48:52 am
Buenos días,
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FICCIONES
El Coloquio de los Perros. ALFARO GARCÍA, ANDREA
ALMEDA ESTRADA, VÍCTOR ALBERTO MARTÍNEZ, DIEGO ÁLVAREZ, GLEBIER ANDRÉS, AARÓN ARGÜELLES, HUGO ARIAS, MARTÍN ÁVILA ORTEGA, GRICEL AYUSO, LUZ BAUK, MAXIMILIANO BEJARANO, ALBERTO BELTRÁN FILARSKI, OLGA BOCANEGRA, JOSÉ BORJA, NOÉ ISRAEL CABEZA TORRÚ, JUAN CÁCERES, ERNESTO CAM-MÁREZ CAMACHO FERNÁNDEZ, GREGORIO CANAREIRA, A. D. CASTILLA PARRA, JOSÉ DAVID CASTRO SÁNCHEZ, JUAN CATALÁN, MIGUEL FONSECA, JOSÉ DANIEL
FORERO, HENRY FORTUNY i FABRÉ, CESC FUENTES, FRANCISCO FRARY, RAOUL GALINDO, DAVID GARCÉS MARRERO, ROBERTO GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARCÍA MARTÍNEZ, AMAIA GARDEA, JESÚS GIORGIO, ADRIÁN GÓMEZ ESPADA, ÁNGEL MANUEL GUILLÉN PÉREZ, GLORIA GUTIÉRREZ SANZ, VÍCTOR HACHE, MYRIAM HAROLD BRUHL, KALTON HERNÁNDEZ, JOSÉ HERNÁNDEZ, JUAN FRANCISCO HERNÁNDEZ NAVARRO, MIGUEL ÁNGEL HINOJOSA, PAZ HIRSCHFELDT, RICARDO HIRSCHFELDT, RICARDO [EL ABANDONO] JUNCÀ, JORDI KOUZOUYAN, NICOLÁS LÓPEZ, DOMINGO LÓPEZ-PELÁEZ, ANTONIO LÓPEZ LLORENTE, JORGE LÓPEZ VILAS, RAFAEL MAHTANI, VIREN MARDONES DE LA FUENTE, ALEJANDRO MARTÍN, RAIMUNDO MARTÍNEZ COLLADO, GUILLERMO MÉRIDA, JAVIER / BARRETO, SERGIO MEROÑO, ANTONIO MILLÓN, JUAN ANTONIO MIRELES, JUAN MONTERO ANNERÉN, SARA MONTOYA JUÁREZ, JESÚS NORTES, ANDRÉS OLEZA FERRER, CARLOS (DE) ORMEÑO HURTADO, AARÓN OSORIO GUERRERO, RODRIGO OTAMENDI, ARACELI OUBALI, AHMED PANZACOLA, ELIOT PARDO MARTÍNEZ, SAMUEL PÉREZ ALONSO, ALBA PIQUERAS, CARMEN PUJANTE, BASILIO QUINTANA, JULIO RECHE, DIEGO REMEDI, ROBERTO A. RODRÍGUEZ GARCÍA, JUAN AMANCIO RODRÍGUEZ OTERO, MIGUEL ROSADO, JUAN JOSÉ RUCHETTA, MAURO SÁNCHEZ LOZANO, PILAR SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ SANZ, PEDRO SCHUTZ, LOLA SEGURA, ALEJANDRO SEVILLANO, ATILANO TOMÁS, CARMEN TORTOSA, JAVIER TRENADO, ENRIQUE URTAZA, FEDERICO VIDAL GUARDIOLA, NATXO Hemeroteca
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