FICCIONES
PEQUEÑOS RELATOS PARA ENTENDER EL MUNDO
LA NADADORA Yo no soy escritora: sólo nado, y luego transcribo. Se convirtió en una de las frases favoritas de los periodistas. Recordabas cuándo la habías dicho por primera vez, en un hotel de Hamburgo, adonde te había llevado la gira europea de Todos los demás ya lo sabían. Era una frase algo exagerada, y sin embargo tu vida podía medirse en piscinas. La piscina del barrio residencial en el que naciste y creciste. Cuando tus padres se divorciaron, la piscina del club que estaba cerca del piso de él. La piscina de la residencia de estudiantes en la que viviste durante la carrera, en Madrid. La piscina del centro, cerca del estudio que alquilabas antes de casarte. La piscina de la casa que pudiste comprar cuando tu trilogía Un año en Florencia se convirtió en un best seller. Y todas aquellas piscinas esporádicas, las de los hoteles y los apartamentos, las de los amigos, las de cuando te llamaban de alguna universidad para impartir un curso, las de ciudades en las que sólo habías dormido unas noches. Las piscinas de paso. Era una frase algo exagerada, pero siempre habías escrito mientras nadabas. Las historias, los estados de ánimo venían a ti entre brazada y brazada. No pensabas en nada más que en tu propia respiración, y al mismo tiempo un personaje entero tomaba forma ante ti, una conversación se desarrollaba en tu mente. Al salir de la piscina necesitabas sentarte a transcribirlo, aunque a veces tenías la sensación de que algo se había desvanecido en el agua. Recientemente, ya cerca de los 40, habías empezado a nadar en el mar. El agua sin límites, opaca, llena de criaturas extrañas. Habías descubierto que nadando en el mar sólo podías escribir poesía. Era octubre, pero hacía viento sur. Te levantaste pronto, te pusiste el bañador rojo (tu favorito) y bajaste descalza al jardín. Te quedaste un momento en el borde de la piscina, y supiste que eras incapaz de meterte en el agua. Una fuerza que no podía proceder más que de ti misma te mantenía clavada al bordillo. Trataste de razonar, ¿Tendré miedo al frío? Ni siquiera eras capaz de mover un pie para tocar el agua, de agacharte y romper con un dedo la superficie brillante de la piscina. Hiciste estiramientos. Entraste en casa, preparaste café, miraste la piscina desde la ventana del comedor. Te pusiste un albornoz y acercaste una de las sillas plegables al borde del agua. Al rato tu marido salió para ir a trabajar. Te dio un beso en la mejilla sin decir nada, como si tu actitud no le sorprendiera. Tu hijo mayor también salió para ir a la facultad, con la bici en la mano, se despidió desde la puerta y tú le gritaste adiós. Romina llegó en su coche gris. Puso la radio en la cocina, luego oíste el ruido del aspirador y al final se marchó con un crujido de gravilla. No quería molestarte. Entraste en casa corriendo, te pusiste un vestido encima del bañador y cogiste la bolsa de deporte. Te costó un rato encontrar la tarjeta, estaba en una cartera que ya no utilizabas. Las piscinas municipales quedaban a apenas unos minutos de distancia. Te pusiste frente a una de las calles vacías, delimitada con corcheras blancas y verdes. La superficie de la piscina se revolvía al paso de los nadadores. La misma fuerza te mantenía pegada al bordillo y, cuando ya algunos nadadores se volvieron para mirarte, acabaste por rendirte y volviste sobre tus pasos. Eran más de las doce, y necesitabas ponerte a escribir. Esa era tu rutina. Lo había sido durante años. Yo no soy escritora: sólo nado, y luego transcribo. En la mesa situada frente a la ventana había un jarrón con flores blancas, el último libro que estabas leyendo, un cuaderno de notas, el pesado diccionario de sinónimos y antónimos. Tu portátil estaba encendido. Abriste, uno a uno, los documentos de los distintos proyectos que tenías en marcha. Escogiste un relato breve que te habían encargado para una revista de viajes. Tratabas de visualizar las frases en tu mente y luego, o quizás al mismo tiempo, llevarlas hasta la punta de tus dedos. Pero era inútil. Todas las palabras que escribías eran viejas, ideas que ya habías probado y descartado anteriormente. Escribías y borrabas. Yo no soy escritora: sólo nado, y luego transcribo. Tus manos se movían del teclado a tus labios. Siempre te mordías los labios cuando no sabías qué hacer. Había algo raro en el olor de tus manos. Tardaste un rato en darte cuenta de qué era: el olor del cloro. Faltaba el olor a cloro. Al final cogiste el teléfono. Te sabías de memoria el número de la editora. ¿Hay algún problema si durante un tiempo me dedico al ensayo? Haz clic aquí para modificar. AMAIA GARCÍA MARTÍNEZ (San Sebastián, España, 1986). Lectora voraz y escritora diletante. Licenciada en Humanidades y Comunicación por la Universidad de Deusto. Ha publicado poemas en el primer número del fanzine de La Bella Varsovia Bar Sobia (2005) y reseñas literarias en la revista Danza Ballet (2011, 2012). Desde 2010 edita el blog sobre literatura Bookhunterblog [bookhunterblog.wordpress.com]. Desde 2014 dinamiza las tertulias literarias en castellano de la red municipal de bibliotecas de Donostia.
3 Comentarios
Fernando
27/12/2014 10:45:36 pm
Probablemente este relato se te ocurrió en los largos entrenamientos de invierno en la piscina o en las travesías en mar abierto del verano.
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21/9/2022 05:35:09 am
Buenos días señor / señora,
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21/9/2022 05:35:41 am
Buenos días señor / señora,
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El Coloquio de los Perros. ALFARO GARCÍA, ANDREA
ALMEDA ESTRADA, VÍCTOR ALBERTO MARTÍNEZ, DIEGO ÁLVAREZ, GLEBIER ANDRÉS, AARÓN ARGÜELLES, HUGO ARIAS, MARTÍN ÁVILA ORTEGA, GRICEL AYUSO, LUZ BAUK, MAXIMILIANO BEJARANO, ALBERTO BELTRÁN FILARSKI, OLGA BOCANEGRA, JOSÉ BORJA, NOÉ ISRAEL CABEZA TORRÚ, JUAN CÁCERES, ERNESTO CAM-MÁREZ CAMACHO FERNÁNDEZ, GREGORIO CANAREIRA, A. D. CASTILLA PARRA, JOSÉ DAVID CASTRO SÁNCHEZ, JUAN CATALÁN, MIGUEL FONSECA, JOSÉ DANIEL
FORERO, HENRY FORTUNY i FABRÉ, CESC FUENTES, FRANCISCO FRARY, RAOUL GALINDO, DAVID GARCÉS MARRERO, ROBERTO GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARCÍA MARTÍNEZ, AMAIA GARDEA, JESÚS GIORGIO, ADRIÁN GÓMEZ ESPADA, ÁNGEL MANUEL GUILLÉN PÉREZ, GLORIA GUTIÉRREZ SANZ, VÍCTOR HACHE, MYRIAM HAROLD BRUHL, KALTON HERNÁNDEZ, JOSÉ HERNÁNDEZ, JUAN FRANCISCO HERNÁNDEZ NAVARRO, MIGUEL ÁNGEL HINOJOSA, PAZ HIRSCHFELDT, RICARDO HIRSCHFELDT, RICARDO [EL ABANDONO] JUNCÀ, JORDI KOUZOUYAN, NICOLÁS LÓPEZ, DOMINGO LÓPEZ-PELÁEZ, ANTONIO LÓPEZ LLORENTE, JORGE LÓPEZ VILAS, RAFAEL MAHTANI, VIREN MARDONES DE LA FUENTE, ALEJANDRO MARTÍN, RAIMUNDO MARTÍNEZ COLLADO, GUILLERMO MÉRIDA, JAVIER / BARRETO, SERGIO MEROÑO, ANTONIO MILLÓN, JUAN ANTONIO MIRELES, JUAN MONTERO ANNERÉN, SARA MONTOYA JUÁREZ, JESÚS NORTES, ANDRÉS OLEZA FERRER, CARLOS (DE) ORMEÑO HURTADO, AARÓN OSORIO GUERRERO, RODRIGO OTAMENDI, ARACELI OUBALI, AHMED PANZACOLA, ELIOT PARDO MARTÍNEZ, SAMUEL PÉREZ ALONSO, ALBA PIQUERAS, CARMEN PUJANTE, BASILIO QUINTANA, JULIO RECHE, DIEGO REMEDI, ROBERTO A. RODRÍGUEZ GARCÍA, JUAN AMANCIO RODRÍGUEZ OTERO, MIGUEL ROSADO, JUAN JOSÉ RUCHETTA, MAURO SÁNCHEZ LOZANO, PILAR SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ SANZ, PEDRO SCHUTZ, LOLA SEGURA, ALEJANDRO SEVILLANO, ATILANO TOMÁS, CARMEN TORTOSA, JAVIER TRENADO, ENRIQUE URTAZA, FEDERICO VIDAL GUARDIOLA, NATXO Hemeroteca
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