TRADUCCIONES
MUESTRARIO DE OTRAS LITERATURAS POSIBLES
PEDAZOS ROTOS Personajes: Asistente social / Muchacha Almiares, nenúfares y fachadas de catedrales pintados en momentos distintos y que cambian si cambia la luz. Monet pintaba el mismo motivo en las distintas horas del día, bajo cielos encapotados o despejados. ¿Y no podría hacerse como hacía él para un hecho difícil de explicar? Intentémoslo. Una muchacha con el pelo al viento que sale corriendo. Ha dejado algo sobre la hierba. Un hatillo, un rollo de trapos que se mueve: su hijo. Nacido demasiado pronto, cuando ella misma es una niña. Escena Una habitación casi vacía de la que entra y sale la muchacha. Puede apagarse la luz entre un diálogo y otro. Música. Después de lo ocurrido, primer diálogo entre la asistente social y la muchacha. A.S. ¿No lo querías? M. No lo sé, no pensaba en eso. A.S. ¿No te gustan los niños? M. ¡Oh, sí, mucho! (Pausa) Pero los de los demás. A.S. ¿No te sentiste culpable de dejarlo allí solo en el suelo? M. ¿Culpable por qué? Lo hice por su bien. A.S. ¡Por su bien! ¿Qué quieres decir? M. Mire, yo soy una chica despistada y rompo siempre todo. Cuanto más me regañan, más me pasa. Si me lo hubiese quedado, le habría pasado también a él. A.S. (Turbada, mira por la ventana; le ofrece un cigarrillo) ¿Fumas? M. (Riendo) No, no fumo. Pero usted no se prive, no me molesta. A.S. Lo decía por ti, para que estuvieras cómoda. Dime: ¿quién te regaña si rompes algo? M. ¡Oh, todo el mundo! Mamá, mis hermanos mayores y, cuando está, también mi padre. A.S. ¿Tu padre falta a menudo? M. Sabe, trabaja de noche. Por el día duerme. También por eso me regañan: si se me escapa un plato o golpeo una cacerola, se despierta. A.S. ¿Y qué hace cuando se despierta? M. Pues es un hombre muy bueno, sabe, pero si se le despierta, se vuelve malo; sale de la habitación con la cara roja y tambaleándose, como si no supiese caminar. Viene derecho hacia mí, porque sabe que soy yo la que siempre hace ruido. Y si no me escapo… A.S. ¿Si no te escapas, qué sucede? M. (Mira frente a sí con el rostro asustado) Si me pilla, con esas manos duras… Tiene las manos duras, sabe, como de madera. (Pausa) Cuando te pega es como si te diese con un palo. A.S. ¿Y te ha pasado a menudo? M. (Con aire satisfecho) No mucho. Sabe, he aprendido a escaparme. A.S. ¿Y a dónde te escapas? M. (Enumerando con seriedad) Lo mejor es esconderse debajo de sofá, yo estoy delgada y quepo bien, a él le cuesta agacharse, está muy gordo. Pero cuando no puedo… (Pausa) como, por ejemplo, cuando tenía la barriga, entonces es mejor irse de casa. Él va desnudo y despeinado (se echa a reír); le da vergüenza salir. Sabe, delante de los vecinos. A.S. ¿Y a dónde vas cuando sales? M. (Después de un breve silencio) ¿Tengo que decirlo? A.S. Por supuesto, debes decirme toda la verdad. Yo estoy aquí para ayudarte. M. ¿Para ayudarme? (Pausa) Ese es su trabajo, ¿no? A.S. (Después de dudar un poco) Sí, es mi trabajo, pero contigo es especial. Tú me importas mucho. M. ¿Más que los demás? ¿Por qué? A.S. Porque eres muy joven y simpática, y no entiendo qué te ha llevado a… M. Si ya se lo he dicho: tenía miedo de romperlo. ¿Puedo irme ya? Estoy cansada. A.S. Está bien, vete. Nos vemos mañana a la misma hora. DIÁLOGO SEGUNDO M. (Se desabrocha el anorak, se sacude y extiende el pelo mojado) Llego tarde, perdone. ¡Cómo llueve! A.S. No importa. Pero dime: ¿qué habrías hecho aquel día, si hubiese estado lloviendo? ¿Lo habrías dejado en el suelo igualmente, a tu niño? M. No es ni niño. Yo no le pedí que viniera, no lo quiero. A.S. (Con paciencia) No me has respondido: ¿lo habrías hecho igualmente, si hubiese estado lloviendo? M. ¡Qué preguntas hace! ¿Qué tiene que ver la lluvia? A.S. (Irritada) escucha, chiquilla, mira bien cómo respondes. ¿Te has levantado mal hoy? M. Pues sí. ¿No ve cómo llueve? Qué tiempo más malo. El cielo está completamente nublado. Lloverá para siempre. A.S. ¿Qué quieres decir con “siempre”? ¿Tanto miedo te da la lluvia? M. No me da miedo, me pone triste. A veces sueño con ella y me siento completamente empapada y no puedo pararla… A.S. Tú te sientes empapada. ¿Y él? ¿Lo habrías dejado bajo la lluvia, a tu niño? M. ¡Pero qué tonterías! No estaba lloviendo. Además, (levantado la cabeza con descaro) si tanto lo quiere saber, sí, lo habría dejado. Y si se hubiera mojado, peor para él. (Se echa a llorar) En fin, ¿usted solo sabe preguntar? A.S. Tienes razón. Yo también te voy a contar un sueño, un sueño opuesto al tuyo. Era una espléndida noche estrellada, con muchas estrellas, pero sin luna. Y la noche estrellada no terminaba nunca, no se hacía nunca de día. Estaban conmigo una dulce niña y un chiquillo rubio, y querían irse juntos. Yo los animaba: se parecían tanto, eran tan tiernos y rubios. Pero luego pensaba: ¿y si sucede algo? ¿Y si esperasen un hijo? Mientras tanto la oscuridad se había roto con una luz extraña, blanca, metálica, que habría durado pocas horas. Se notaba, se quedaba a la espera de la gran noche estrellada, inminente. M. ¿De verdad ha tenido ese sueño o se lo inventa para entretenerme? A.S. Lo he tenido de verdad, anoche, después de haber hablado contigo. Y ahora dime: ¿dónde vas cuando te escapas de casa? M. (Sonriendo, con la voz un poco ronca) Voy a su casa y… jugamos juntos. A.S. ¡Habéis jugado demasiado! M. (Se levanta de golpe, resentida) Usted métase en lo suyo. Déjeme en paz. (Se va) DIÁLOGO TERCERO M. (Entrando deprisa) Hoy tengo poco tiempo. Tengo que ir al gimnasio. Dese prisa con sus preguntas. A.S. Hoy no te haré preguntas. Eres tú la que me tiene que contar. M. ¡Vaya novedad! Tengo que contar. ¿Y si no lo hiciese? A.S. He hablado con tus padres. No se habían dado cuenta de nada. No saben dónde diste a luz. M. Tonterías. Lo saben todo, siempre lo han sabido. Y di a luz en casa, mamá me ayudó. A.S. Ya veo, se avergüenzan. (Pausa) Pero dime: ¿Cómo se lo tomaron? M. (Riendo sarcásticamente) ¿Usted que cree? A golpes se lo tomaron, mire aquí, (se descubre un brazo para enseñarle los moratones) y si viese la espalda… A.S. ¿Fueron ellos los que te dijeron que te deshicieras de él? M. No, eso no. No lo dijeron, pero con ellos no me podía quedar. No con el niño, eso lo entiendo hasta yo. (Pausa) Por eso me lo llevé fuera. A.S. Te lo llevaste fuera. Y cuando volviste sin el niño, ¿qué te dijeron? M. Nada. Mamá me dio una taza de chocolate como cuando era pequeña. Está muy bueno el chocolate a la taza. ¿A usted le gusta? A.S. Sí, mucho. ¿Pero no te preguntaron dónde lo habías dejado? M. No, no me preguntaron nada. Pero mamá me ayudó, sabe, a quitarme la leche. A.S. Ajá, tu madre te ayudó. ¿Y tu padre? M. A él casi no lo he visto. Me evita, sabe, ahora ya no me grita ni me pega. Pero el otro día en la mesa, mientras me tomaba la sopa lo vi con el rabillo del ojo, mirándome. A.S. ¿Y cómo te miraba? ¿Con cariño? M. No, no lo sé. Parecía asustado. Música. DIÁLOGO CUARTO M. (Ofendida y enfadada) ¿Ve lo que pasa hablando con usted? Les ha causado problemas a mis padres. ¡Ellos no tienen nada que ver, no sabían nada! Lo hice yo todo sola. A.S. Pero si ayer decías… M. Lo que dije ayer no importa, y no me acuerdo. Hoy hace sol, ¿ha visto qué sol más bonito? Se siente una distinta con el sol. A.S. Entonces, ¿no sabían nada? Y no tenían ojos, no te veían… M. Me hace perder la paciencia, sabe. ¿Qué podían hacer ellos si yo engordaba? (Con una sonrisilla burlona) Se ve que comía demasiado. A.S. Ahora soy yo la que pierde la paciencia. Qué crees, ¿qué puedes tomarme el pelo? Si no quieres hablar conmigo, bien sé lo que hay que hacer. Y no será agradable. M. Venga, no se enfade. Estaba bromeando. ¿Qué quiere saber hoy? A.S. Quiero saber si fue por su culpa por lo que no te quedaste con tu hijo. Si tenías miedo… M. ¡Hijo! ¿Qué hijo? Yo no tengo hijos. A.S. (Serenamente) Eres una inconsciente. No quieres entenderlo: ¿eres así o te lo haces? M. Soy así, me lo hago… ¡Qué quiere que sepa yo! Le diré otra cosa en cambio, oiga: en la televisión dijeron que en ciertas tribus africanas las niñas hacían el amor, sabe, en cuanto tenían la menstruación, y después venían los bebés, y no se sabía de quiénes eran, y se encargaba de ellos la tribu, no ellas. A.S. Pero tú no vives en una tribu, y sabes que quién es el niño. M. Yo soy muy despistada, y… no quiero decirle de quién es, si no lo molesta también a él. A.S. Está bien. Dime solo esto: ¿es un chiquillo como tú? M. (Canturreando) Quién será, quién no será, quien lo sabe no lo dice, quien lo dice no lo sabrá. A.S. (Molesta) ¡Ya está bien! Déjalo ya. M. Ale, ya me porto bien. (Se pone en actitud de espera) Dígame: la escucho. A.S. (Decidida, levantándose primero) No, por hoy ya está bien. Nos vemos mañana. DIÁLOGO QUINTO A.S. ¿Y en el colegio como te encuentras? M. Hace mucho que no voy. Sabe, por la barriga, para que no se supiera. (Se echa a reír) ¡Inútil! Se han enterado todos. A.S. Y antes, ¿te gustaba ir? M. Sí y no, me gustaba estar con los compañeros, pero los profesores no me gustaban. Me miraban mal, siempre me reñían. A.S. ¿Te reñían solo a ti? M. No, a los demás también, pero menos. Sabe, yo no estudiaba. A.S. ¿Y por qué no estudiabas? M. No lo sé. No me apetecía… y además ya se lo dije; soy muy distraída. A.S. ¿Y por eso te llevabas las reprimendas? M. ¡Oh, no solo por eso! Sabe, en clase, cuando teníamos que estar atentos, yo gastaba bromas, los compañeros se reían y el profesor se enfadaba. A.S. ¿Gastabas bromas para llamar la atención? M. No lo sé. Las gastaba y punto. A.S. Y ahora ¿echas de menos el colegio? ¿Quieres volver? M. Claro, sin la barriga me tocará volver. A.S. (Maliciosamente) A lo mejor, si te hubieras quedado con el niño… M. (Riendo) ¡Ir al colegio con el niño! ¡Entonces sí que se habrían reído! (de pronto, seria) Se habrían reído todos sin tener que gastar bromas. A.S. (Con tristeza) Ya, lo entiendo. Breve pausa de silencio. A.S. ¿Cuándo eras pequeña, tú jugabas con muñecas? M. No, corría detrás de mis hermanos para jugar con ellos. A.S. ¿Y nunca has tenido una muñeca? M. Sí, una vez me regalaron una, pero la tuve poco tiempo; se me cayó al barro y se estropeó. (Dolorosamente) Mis hermanos se reían, se reían… como cuando iba por ahí con la barriga. (Pausa) Después la recogieron y la rompieron en pedazos. Yo lloraba. (Pausa) Mi muñeca tenía un chupete en la boca y… se parecía al niño. A.S. ¿Quieres decir a tu niño? M. Sí, a ese niño. Música. DIÁLOGO SEXTO M. (Con el rostro alterado) ¿Ha visto qué cielo hay hoy? Está oscuro, da miedo. A.S. ¿Te encuentras bien? Estás un poco pálida. M. Lógico: me han pegado. A.S. ¿Quién ha sido? ¿Tu padre? M. ¡Qué va! Él ahora está muy suave. Ha sido mi novio, y por culpa suya. A.S. ¿Por qué por mi culpa? M. Le dije que usted hace muchas preguntas. A.S. ¿Y él te ha pegado? M. Sí, así aprendo lo que pasa cuando se habla. A.S. Pero tú no me has dicho nada de él. M. No podía, si no me pega; fue él el que me dejó aquellas señales en el brazo y en la espalda. A.S. No lo entiendo; me dijiste que había sido tu padre… M. En cambio ahora le digo que fue él. A.S. ¿Él, quién? M. Mi novio, ¿quién si no? A.S. ¿Es mayor que tú? M. No, es más fuerte, tiene unas manos duras… A.S. ¿Como tu padre? M. ¡Qué pinta mi padre! Él ni siquiera me toca. A.S. Está bien; cambiemos de tema. ¿Por qué te da tanto miedo el cielo oscuro? M. ¿A usted le gusta? ¿No siente cómo pesa? Si quisiera, podría caer sobre nosotros y aplastarnos. (Pausa) Por lo menos a mí me aplastaría seguro. A.S. ¿Y a los demás no? ¿No nos aplastaría a todos? M. No, a los demás no se les caen las cosas, están más atentos los demás. Saben lo que hacen. A.S. (Casi conmovida) ¿Quién dice eso? A lo mejor son como tú y no lo sabemos. M. (Riendo) ¡Esa sí que es buena! ¡Como yo! A.S. (Está un momento en silencio mirando fijamente a la muchacha, entonces lo intenta) ¿Quieres que vaya a conocer a tu amigo, que hable yo un poco con él? M. Así luego me mata a golpes. ¡Bonito resultado! A.S. ¿Por qué estás con él si te pega? M. (Soñadora) Es muy guapo, y fuerte y amable. A.S. ¿Amable? M. Sí, cuando quiere, sabe ser amable. (Con una sonrisa de felicidad) Ya verá como esta noche me trae flores para que le perdone. También cuando di a luz me regaló muchas flores. A.S. Y después te dijo que abandonaras al niño. M. ¡Que no! Él no dijo nada. Fui yo, solo yo. A.S. Ya, me olvidaba; lo hiciste todo sola. M. Exacto. Y ahora déjelos a todos en paz; a papá y a mamá, y a mis hermanos y a mi novio. Ellos no tienen nada que ver, no han hecho nada malo. A.S. (Con algo de esperanza) ¿Y tú qué has hecho? M. Yo dejé al niño sobre la hierba porque estaba cansada de tenerlo en brazos, me pesaba. A.S. ¿Y si no lo hubiera encontrado nadie? ¿Si hubiera muerto de frío o de hambre? M. Qué quiere que le diga. Si era su destino… (Sacude la cabeza) Pero no, siempre pasa alguien por el parque. Lo encontraron enseguida. A.S. ¿Cómo lo sabes? ¿Te escondiste por allí cerca? M. No, me acababa de alejar un poco; vi cómo lo cogían. A.S. ¿Y te sentiste bien? M. (Con tono provocativo) Sí, siempre está bien limpiar los jardines. A.S. ¡Pero qué dices, era tu hijo! M. Déjelo. Se lo dije; yo no tengo hijos. DIÁLOGO SÉPTIMO M. (Entra dando saltos) ¡Buenos días! A.S. ¿Estás contenta hoy? M. ¿No ha visto qué buen tiempo? Hace una brisa ligera: ya es primavera. A.S. Llevas razón; he visto los primeros brotes en los árboles y (intencionadamente) también las primeras margaritas en el césped. He pasado por el jardín donde… M. (Advirtiendo la alusión) Usted siempre piensa en lo mismo: está obsesionada. A.S. ¿Y tú no? ¿Te has olvidado? M. Yo olvido pronto, en cuanto puedo. A.S. A lo mejor quieres olvidar, pero no puedes. M. De todas maneras, tengo yo razón; es primavera. A.S. (Sonriendo) Sí, en eso llevas razón. ¿Cómo fue con tu novio? M. Bien, como siempre. Es muy atento. A.S. ¿También cuando te pega? M. (Convencida) Él no me pega nunca. A.S. Ayer te había pegado. M. ¿En serio? No me acordaba. A.S. ¿Y las señales en el brazo y en la espalda? M. ¡Ah, poca cosa, ya casi no se notan! A.S. Mejor así. (Pausa) ¿Lo conoció él, al niño? M. Sí, creo que se lo llevé. A.S. ¿Y qué dijo? ¿Le gustó? M. Sí, dijo que era un niño guapo. (Riendo) Le puso un dedo en la boca y él lo chupaba. A.S. ¿Y qué dijo después? M. ¿Después de qué? A.S. Después de que lo dejaras en el césped. M. No sé, nada, me parece, no hablamos más de eso. A.S. (Indignada) ¡Y ahora esta! No habéis hablado del asunto. ¿Ni antes ni después? M. No, no había por qué; él sabe siempre lo que voy a hacer. Lo adivina. A.S. Entonces lo sabía. M. No he dicho que lo supiera, he dicho que lo adivina. Por eso nos queremos mucho. Él me entiende y me acepta como soy. No me regaña. A.S. Pero el niño era suyo también, y tú decidiste sola. M. ¡Ya estamos! Claro, era yo la que sentía el peso del niño en mis brazos, no él. ¿Y si se me hubiese caído? A.S. ¿Por eso lo dejaste en el suelo? ¿Para que no se te cayera? M. Sí, creo que sí, no solo pesaba, también se movía, no se estaba nunca quieto. A.S. ¿Y tú tenías miedo de que se te resbalara de los brazos? M. Sí, debe de haber sido así; tenía miedo. Era un niño bonito, no quería que se estropeara también él. A.S. Los niños no son tan frágiles como una taza. M. Pero si se caen, se hacen daño. No da gusto hacer daño a un niño. A.S. ¿Y no te disgusta no tenerlo ya? ¿No lo echarás de menos? M. ¡Echarlo de menos! Pero qué dice. Casi no lo conocía. A.S. ¡Si lo habías llevado dentro de ti durante nueve meses! M. (Terca) Pero no le pedí que saliera. ¡Fue él el que quiso salir! A.S. (Cada vez más confusa) ¿Qué querías? ¿Llevarlo dentro años como los elefantes? M. No sé qué quería; solo sé que pesaba y se movía y podía caerse. No me dejaba en paz. A.S. ¿Y ahora? ¿Te sientes en paz ahora? M. Ahora estoy otra vez como antes. Como antes de esperar el niño, quiero decir. Vuelvo a estar delgada como antes. (Pausa, después con la cabeza alta, ahogando un sollozo) Y si se me cae algo, no pasa nada. No me hace sufrir. Música En la última escena la muchacha está sola y sostiene en las manos una muñeca-bebé con el chupete en la boca. M. La loca esta me ha regalado una muñeca. Quién sabe por qué. Mirad aquí. (La muestra al público) Pero está bien hecha, ¡parece de verdad! (Pausa, después con rabia) ¡Esto es lo que hago yo con la muñeca! (la coge por los pelos y se los arranca, después le gira el cuello como se hace con los pollos y le quita la cabeza) ¿Habéis visto? Ahora los brazos y las piernas. (Se los arranca y los deja caer) ¿Qué queda? (Mira el tronco y lo tira lanzándolo) ¡Qué horror! (Se tapa los ojos y dice en voz baja) Parece el cuerpo de aquel niño… (Pausa) ¿Por eso me ha regalado la muñeca? Pero… ¡Qué se cree! ¿Qué voy a cambiar de idea? ¡Por una muñeca! (Silencio, después con una decisión imprevista se agacha a recoger la cabeza y le saca el chupete de la boca) Esto me lo quedo. (Se ríe, se lo pone en la boca y se va corriendo) Música Durante un momento la luz de un foco ilumina los restos de la muñeca, esparcidos por el suelo. Después se hace la oscuridad. Traducción: Luz Ayuso Blázquez
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TRADUCCIONES
El Coloquio de los Perros. AL HAZMI, ALI ANDRADE (DE), EUGENIO ANGELOU, MAYA ARMITAGE, SIMON BERT, BENG BERTRAND, ALOYSIUS BHATTACHARYA, DEEPANKAR BIANU, ZENO BLANCHARD, MAURICE BLANDIANA, ANA BOUCHET, ANDRÉ (DE) BOURSON, GILBERT BOUVIER, NICOLAS BRODA, MARTINE BROWN, STACIA L. BUZZATI, DINO CALVET, VINCENT CAPRONI, GIORGIO CARDOSO, RENATO F. CASTRO (DE), MANUEL CÉSAR, ANA CRISTINA CHAMBON, JEAN-PIERRE CHAVAL CHESTERTON, G. K. CONTINI, DONATELLA CORSO, GREGORY COUTO, MIA COUTO, MIA [POEMAS] DEGUY, MICHEL DELANEY SPEAR, SUSAN DELERM, PHILIPPE DIMKOVSKA, LIDIJA DOMIN, HILDE DOMINIQUE ANÉ DOMINIQUE ANÉ [OKLAHOMA 1932] DRUMMOND DE ANDRADE, CARLOS DUPIN, JACQUES ELIOT, GEORGE ESPAGNOL, NICOLE ESPANCA, FLORBELA FERREIRA, VERGÍLIO FOLLAIN, JEAN GARCIA, JUAN GINSBERG, ALLEN GONZÁLEZ LAGO, DAVID GOZIS, GEORGE GRANDMONT, DOMINIQUE HAM, NIELS HAUTECLOCQUE, XAVIER (de) HÉLDER, HERBERTO HEMINGWAY, ERNEST HIERRO LOPES, BEATRIZ HIGHTOWER, SCOTT HOGUE, CYNTHIA IGLESIAS, XOSÉ JIYAN, RÊNAS JUDICE, NUNO KALÉKO, MASCHA KANDEL, LENORE KEROUAC, JACK KHAÏR-EDINNE, MOHAMMED KHENSIN, SUMITAKU KINNELL, GALWAY LACERDA, ALBERTO (de) LAYOS, ILÍAS LÉVIS MANO, GUY LUCA, GHÉRASIM LUCIE-SMITH, EDWARD McHUGH, HEATHER MAULPOIX, JEAN-MICHEL MAWGOUD, MONTASER ABDEL MERWIN, W. S. MICHAUX, HENRI MIERMONT-GIUSTINATI, ADELINE MILTON, JOHN MONTEIRO, KRISHNA MOORE, MARIANNE MORENO, ANNA NAPORANO, FERNANDO NERVAL, GERARD (de) NILO NUNES, LUIZA OLIVEIRA (DE), ALBERTO OSORIO GUERRERO, RODRIGO PESSANHA, CAMILO PESSOA, FERNANDO PINTO DE AMARAL, FERNANDO PLATH, SYLVIA POZZI, ANTONIA PRÉVERT, JACQUES PROUST, MARCEL QUINTANA, MÁRIO RAMBOUR, JEAN-LOUIS RAMOS ROSA, ANTÓNIO RAMOS ROSA, GISELA GRACIAS RATROUT, FAHKRY RILKE, RAINER MARIA RODRÍGUEZ-MIRALLES, JORGE HEMEROTECA
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