TRADUCCIONES
MUESTRARIO DE OTRAS LITERATURAS POSIBLES
EL ARTE DE SABER CUÁNDO RETIRARSE 1 Algunas veces olvidas quién eres. Es parte del asunto. Te preocupa el sustento, contar con suficientes ingresos, suficiente colchón para las vacas flacas que se alternan con períodos de trabajo más estable. Algunas veces escasean las comodidades. Otras, hay demasiadas. En el primer caso puede que te agobies. En el segundo, puede que te relajes demasiado. Rara vez los artistas consiguen el equilibrio. Somos muchos más los que prosperamos desde los extremos, los que nos movemos al límite. Está muy bien reconocerte como artista, dar por supuesto que, así como tus padres realizan sus propias películas o son artífices de sus asociaciones de ideas, también tú debes de tener esa capacidad. Pero antes de crecer y basar en ello tu sustento, quisiera urgirte a que lo reconsideraras. Esta semana estamos en Ryder Farm, una finca orgánica y sostenible y retiro de artistas en Putnam County, Nueva York. Somos una de las seis familias que hay por aquí, disfrutando del descanso de lo que se conoce como una beca de residencia. Nos alojamos en un conjunto de viviendas que han pertenecido a la misma familia desde finales del siglo XVIII. Te escribo esto un viernes de finales de julio. Es nuestro quinto día aquí. Me he pasado la semana tratando de recuperar la voz que creí perdida, no la voz de escritora en la que me apoyo con tanta fuerza para asegurarme las labores de freelance con las que te mantengo, sino la voz verdadera que anda por ahí, la que ha de rescatarme y hacer de mí una madre mucho mejor para ti. Tú te has pasado la semana venciendo el miedo a todos los insectos que corren y vuelan. Has hecho amistades nuevas, has admirado la flora y la fauna, y te has lanzado desde un bote hinchable a las aguas poco profundas del lago Peach. Las dos hemos sido valientes, que es lo que toda vida artística requiere. Los primeros días escribía a ráfagas, como viene siendo mi costumbre últimamente. Lo dejaba tan de repente como empezaba, y luego tachaba todo lo que había escrito. Acostumbrarse al descanso lleva tiempo; sobre todo si la realidad de la que te apartas para hacerle hueco te ha llevado a preguntarte con excesiva frecuencia, en los últimos tiempos, sobre la verdad fundamental: quién eres. Llevo toda la semana esperando respuesta acerca de un trabajo a tiempo completo, uno para el que me han hecho tres entrevistas pero que aun así quizá no consiga. Un puesto a tiempo completo es un concepto extraño para mí; es algo más que uno de los muchos entrevistadores mencionados al volver a repasar mi currículum. No he trabajado en una jornada de 40 horas, ni he tenido cobertura médica, ni de oculista, ni de dentista, ni he pagado un seguro de salud durante más de diez años. No sabría por dónde empezar si me los ofrecieran ahora. Pero los necesito en formas que espero que nunca tengas ocasión de imaginar, pues se me ha metido en la cabeza que mi valor como persona y como compañera y como madre han disminuido considerablemente sin ellos. Hasta hace poco creía en la retórica infantil de todos esos adultos bienintencionados en mi vida cuyos propios sueños salvajes habían sido domesticados tiempo atrás: “Pequeña, serás lo que quieras ser. Si crees en ello, lo conseguirás”. Arrastré conmigo la confianza que me inculcaron a la universidad, y así me endeudé cuantiosamente a los 18. Me aferré a esta cuando conseguí mi primer empleo a tiempo completo a los 21, aunque su influencia perdió enteros cuando me despidieron nueve meses después, el día de mi 22 cumpleaños. Milagrosamente, aún debía de creer en ella cuando tenía 25 y solicité plaza en una de las universidades más caras de la zona, para hacer un máster en escritura creativa sin un solo céntimo en becas, ni más ni menos. Me costó salir adelante durante períodos continuados pero seguí escribiendo frenéticamente incluso en medio de los reveses. Habiendo sido la depositaria de las profecías de iglesia de niña, y de tantas manos posándose en mi frente para “insuflarme” la idea del futuro, creía sencillamente que me convertiría en una escritora de éxito. No importaba lo que tardase en florecer, estaba arraigada en el jardín correcto. A la porra las deudas; estaba decidida a doblar la apuesta. Pero ahora tengo casi 39 y soy tu madre. Dormimos en una cama individual en una habitación que compartimos con mi madre, en un apartamento que pertenece a mi abuela. Pocos se darían cuenta, cuando te ven tan risueña y sociable, de que a duras penas salimos adelante. Aunque ha habido razones para ello, más allá de mi obstinado empeño por seguir con un capricho de juventud, razones que incluyen el gasto extravagante de las guarderías y mi deseo de ser yo quien cuidara de ti, razones como querer verte —sobre todo cuando eras más pequeña— durante más de dos horas despierta por la noche, debería haber cedido antes a un mayor pragmatismo en la práctica de la vida adulta. He llegado a un punto, demasiado tarde quizá, en el que las opciones que tome debe guiarlas tanto el potencial de unos ingresos razonables y continuados, como un sentido, en parte erróneo, de estar prestándole algún tipo de servicio a la sociedad, sencillamente porque escribo. Sin dinero, al artista sólo le queda la pobreza idealizada. Y con dinero ajeno, dinero que se le concede o que gana en un concurso o regalado por algún magnánimo mecenas, en el mejor de los casos lo que hay es un alivio temporal. Mucho mejor ser el capitán de tu propio mercante. Ningún benefactor, aunque sea familia o cónyuge, constituye garantía de que vaya a financiar tu arte para siempre o siquiera hasta que éste sea rentable de verdad. Por necesidad y con pocas excepciones, los artistas de color siempre han tenido trabajos alimenticios. Trabajan en cubículos, bajo tubos fluorescentes, encerrados entre paredes coloreadas con los tonos más anodinos de cáscara de huevo. Están en las aulas de los colegios públicos o en mesas de negociaciones sin ánimo de lucro. Están limpiando mesas en restaurantes, cuidando de los bebés de otros mientras los suyos van al colegio. Se les supervisa de cerca o son ellos los que tienen que supervisar a fondo. Yo soy un caso entre los pocos que han esperado tanto en priorizar el cheque de una paga bisemanal. Uno entre los pocos que han asumido ese riesgo durante tanto tiempo y no han visto su utilidad antes de cumplir los 40. Sabía que había llegado el momento de buscar trabajo en el despacho de alguna institución, algún lugar con una máquina de café y una fotocopiadora que se atasca con exasperante frecuencia, cuando dejé de ser capaz de escribir con tal frenesí. Durante los últimos 18 meses me he levantado cada mañana con una cantidad cada vez menor de cosas que quiero decir e incluso con una confianza mínima en que a alguien le interese leerlo. Otra costumbre ligada a la profesión de artista: muy a menudo estamos solos. Esto está muy bien cuando las musas nos susurran con dulzura, cuando abunda el jugo creativo. Está muy bien cuando nuestra vida personal se encuentra en una calma relativa, y cuando no nos vemos obligados a defender lo que hacemos ante quienes no acaban de estar convencidos de que merezca la pena. Es más duro cuando las únicas voces que oímos, sentados ante una página en blanco, nos regañan. Espero haber sido hábil ocultándotelo, hija, pero no he estado bien. Ya no tengo las cosas claras. Ya no sé si puedo ser quien yo decidí creer que era. 2 Cuando naciste, creí entender lo que suponía ser tu madre. Claramente, evolucionaba como mujer y como escritora. Fue la remontada de la euforia postparto. Tenía que documentar lo que estaba presenciando —básicamente, el ser humano que había ayudado a crear y que experimentaba su consciencia por primera vez fuera de mi cuerpo— y tenía que procesar lo que sentía —básicamente, una deconstrucción de todo lo que había sido, una renovación que abría espacio para un bebé—. Sólo cuando tú empezaste por fin a ser un poco independiente, a poder alejarte de mi lado algunos ratos, en algún momento de ese proceso dejé de escribir como actividad fundamental de mi identidad para escribir con el mero objetivo de ganar dinero para mantenerte. Es fácil que ambas cosas se confundan; también se solapan. Pero más o menos durante el último año se me ha ocurrido que sólo puedo escribir bien para ejercer de madre y que sólo puedo escribir bien sobre el hecho de ser madre cuando no descuido el resto de áreas de la vida que requieren evolución y adaptación y crecimiento. Con todo, hay simetría en el hecho de dedicar todo tu tiempo libre a una niña; cuanto más le dedicas, más te devuelve ella. 3 Quisiera que pensaras despacio y con profundidad sobre el hecho de ser artista porque mi mayor esperanza para ti es que vivas cada día comprendiéndote a ti misma. También quiero que conozcas el alivio de que los demás te comprendan. La existencia del artista dificulta en gran medida ambas aspiraciones. El escritor que insista en desempeñar un trabajo que se amolde a su proceso creativo vive en constante riesgo de una falsa representación. Si es de color y mujer y para colmo madre soltera, a duras penas conseguirá convencer a nadie —en ocasiones, ni siquiera a sí misma— de que lo que está haciendo es aceptable. No quisiera que cargaras con esa falta de autoconfianza. Pero bien sé que si tienes madera de artista, correrás hacia ello sin importante las advertencias. Crearás aun cuando los confines del capitalismo intenten avergonzarte por ello. Encontrarás tiempo, antes y después de cualquier trabajo alimenticio; y aunque no te aproveche ninguna otra cosa de todo esto, no calcules por favor el valor de un trabajo alimenticio. Contigo, claro está, quizá no tenga que preocuparme en absoluto de todo esto. Porque estoy segura de que recordarás esta semana en los años venideros. Por eso era tan importante traerte conmigo. Cuando seas mayor, sospecho que comprenderás con más claridad que lo que tu madre no se podía permitir monetariamente, sí le era accesible a través del talento. En ningún momento de este verano en paro habría podido pagar una estancia de seis días en una finca ancestral en Nueva York. Pero aquí estamos de todos modos porque resulta que sé qué palabras suenan mejor cuando las juntamos. Sé cómo colocarlas de un modo evocador. En mi mejor momento, puedo percibir con precisión hacia dónde han de ser conducidas para lograr el punto álgido de su poder. Incluso mientras mi crisis existencial reciente niega temporalmente ese talento, tú corres por un sendero boscoso sin preocupación, calculando por primera vez a qué velocidad te pueden llevar las piernas teniendo en cuenta el barro, la gravilla y las orugas. Estás aprendiendo que con tu humor puedes hacer que tus compañeros se sientan bien y estás percibiendo la quintaesencia de la hora tranquila del mediodía después de haber jugado sin parar toda la mañana. Por todo esto, tal vez no tengas que cuestionar la confianza que se puede ganar y recuperar al cuidado y en la compañía de artistas. Traducción: Natalia Carbajosa
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TRADUCCIONES
El Coloquio de los Perros. AL HAZMI, ALI ANDRADE (DE), EUGENIO ANGELOU, MAYA ARMITAGE, SIMON BERT, BENG BERTRAND, ALOYSIUS BHATTACHARYA, DEEPANKAR BIANU, ZENO BLANCHARD, MAURICE BLANDIANA, ANA BOUCHET, ANDRÉ (DE) BOURSON, GILBERT BOUVIER, NICOLAS BRODA, MARTINE BROWN, STACIA L. BUZZATI, DINO CALVET, VINCENT CAPRONI, GIORGIO CARDOSO, RENATO F. CASTRO (DE), MANUEL CÉSAR, ANA CRISTINA CHAMBON, JEAN-PIERRE CHAVAL CHESTERTON, G. K. CONTINI, DONATELLA CORSO, GREGORY COUTO, MIA COUTO, MIA [POEMAS] DEGUY, MICHEL DELANEY SPEAR, SUSAN DELERM, PHILIPPE DIMKOVSKA, LIDIJA DOMIN, HILDE DOMINIQUE ANÉ DOMINIQUE ANÉ [OKLAHOMA 1932] DRUMMOND DE ANDRADE, CARLOS DUPIN, JACQUES ELIOT, GEORGE ESPAGNOL, NICOLE ESPANCA, FLORBELA FERREIRA, VERGÍLIO FOLLAIN, JEAN GARCIA, JUAN GINSBERG, ALLEN GONZÁLEZ LAGO, DAVID GOZIS, GEORGE GRANDMONT, DOMINIQUE HAM, NIELS HAUTECLOCQUE, XAVIER (de) HÉLDER, HERBERTO HEMINGWAY, ERNEST HIERRO LOPES, BEATRIZ HIGHTOWER, SCOTT HOGUE, CYNTHIA IGLESIAS, XOSÉ JIYAN, RÊNAS JUDICE, NUNO KALÉKO, MASCHA KANDEL, LENORE KEROUAC, JACK KHAÏR-EDINNE, MOHAMMED KHENSIN, SUMITAKU KINNELL, GALWAY LACERDA, ALBERTO (de) LAYOS, ILÍAS LÉVIS MANO, GUY LUCA, GHÉRASIM LUCIE-SMITH, EDWARD McHUGH, HEATHER MAULPOIX, JEAN-MICHEL MAWGOUD, MONTASER ABDEL MERWIN, W. S. MICHAUX, HENRI MIERMONT-GIUSTINATI, ADELINE MILTON, JOHN MONTEIRO, KRISHNA MOORE, MARIANNE MORENO, ANNA NAPORANO, FERNANDO NERVAL, GERARD (de) NILO NUNES, LUIZA OLIVEIRA (DE), ALBERTO OSORIO GUERRERO, RODRIGO PESSANHA, CAMILO PESSOA, FERNANDO PINTO DE AMARAL, FERNANDO PLATH, SYLVIA POZZI, ANTONIA PRÉVERT, JACQUES PROUST, MARCEL QUINTANA, MÁRIO RAMBOUR, JEAN-LOUIS RAMOS ROSA, ANTÓNIO RAMOS ROSA, GISELA GRACIAS RATROUT, FAHKRY RILKE, RAINER MARIA RODRÍGUEZ-MIRALLES, JORGE HEMEROTECA
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