TRADUCCIONES
MUESTRARIO DE OTRAS LITERATURAS POSIBLES
WHAT HE THOUGHT for Fabbio Doplicher We were supposed to do a job in Italy and, full of our feeling for ourselves (our sense of being Poets from America) we went from Rome to Fano, met the mayor, mulled a couple matters over (what’s a cheap date, they asked us; what’s flat drink). Among Italian literati we could recognize our counterparts: the academic, the apologist, the arrogant, the amorous, the brazen and the glib—and there was one administrator (the conservative), in suit of regulation gray, who like a good tour guide with measured pace and uninflected tone narrated sights and histories the hired van hauled us past. Of all, he was the most politic and least poetic, so it seemed. Our last few days in Rome (when all but three of the New World Bards had flown) I found a book of poems this unprepossessing one had written: it was there in the pensione room (a room he’d recommended) where it must have been abandoned by the German visitor (was there a bus of them?) to whom he had inscribed and dated it a month before. I couldn't read Italian, either, so I put the book back into the wardrobe's dark. We last Americans were due to leave tomorrow. For our parting evening then our host chose something in a family restaurant, and there we sat and chatted, sat and chewed, till, sensible it was our last big chance to be poetic, make our mark, one of us asked “What’s poetry? Is it the fruits and vegetables and marketplace of Campo dei Fiori, or the statue there?” Because I was the glib one, I identified the answer instantly, I didn't have to think—“The truth is both, it’s both”, I blurted out. But that was easy. That was easiest to say. What followed taught me something about difficulty, for our underestimated host spoke out, all of a sudden, with a rising passion, and he said: The statue represents Giordano Bruno, brought to be burned in the public square because of his offense against authority, which is to say the Church. His crime was his belief the universe does not revolve around the human being: God is no fixed point or central government, but rather is poured in waves through all things. All things move. “If God is not the soul itself, He is the soul of the soul of the world”. Such was his heresy. The day they brought him forth to die, they feared he might incite the crowd (the man was famous for his eloquence). And so his captors placed upon his face an iron mask, in which he could not speak. That’s how they burned him. That is how he died: without a word, in front of everyone. And poetry-- (we’d all put down our forks by now, to listen to the man in gray; he went on softly)-- poetry is what he thought, but did not say. LO QUE ÉL PENSÓ para Fabio Doplicher Supuestamente íbamos a hacer un trabajo en Italia y, bien ufanos con nosotros mismos (con nuestra conciencia de ser Poetas Norteamericanos), viajamos de Roma a Fano, conocimos al alcalde, meditamos sobre un par de asuntos (qué significa cheap date, nos preguntaron; qué significa flat drink). Entre los literatos italianos reconocimos a nuestros iguales: el académico, el apologista, el arrogante, el apasionado, el descarado y el ocurrente; y había un responsable (el conservador), con traje gris reglamentario que, como un buen guía turístico, a un ritmo pausado y tono neutro describía las vistas y las historias por las que nos conducía la furgoneta alquilada. De todos ellos, era el más político y el menos poético, o eso parecía. En nuestros últimos días en Roma (cuando ya todos los Bardos del Nuevo Mundo se habían marchado excepto tres) encontré un libro de poemas escrito por este tan discreto: ahí estaba, en la habitación de la pensione (por él recomendada) donde debía haber sido abandonado por el visitante alemán (¿llenaban ellos un autobús?) dedicado y fechado hacía un mes. Tampoco yo sabía italiano, así que volví a guardar el libro en el fondo del armario. Los norteamericanos rezagados regresábamos al día siguiente. Para la tarde de la víspera escogió nuestro anfitrión un restaurante familiar, y allí nos sentamos y charlamos, nos sentamos y comimos, hasta que, sintiendo que era nuestra última gran ocasión de ser poéticos, dejar nuestra impronta, alguien preguntó: “¿Qué es poesía? ¿Es la fruta y la verdura y el mercado del Campo dei Fiori, o la estatua de la plaza?” Como yo era la ocurrente, en seguida di con la respuesta, no tuve que pensar: “Las dos cosas son ciertas, las dos cosas”, les solté. Pero eso fue lo fácil. La respuesta fácil. Lo que vino después me dio una lección sobre lo difícil, pues nuestro infravalorado anfitrión tomó la palabra, de pronto, con una pasión creciente, y dijo: La estatua representa a Giordano Bruno, a quien trajeron a la plaza pública para quemarlo por su ofensa contra la autoridad, que es como decir la Iglesia. Su crimen fue creer que el universo no gira alrededor del ser humano: Dios no es un punto fijo ni el gobierno principal, sino que se derrama en oleadas entre todas las cosas. Todas las cosas se mueven. “Si Dios no es la propia alma, Él es el alma del alma del mundo”. Esa fue su herejía. El día que lo trajeron para morir, temían que pudiera soliviantar a la multitud (era famoso por su elocuencia). Así que sus captores le pusieron sobre el rostro una máscara de hierro, la cual le impedía hablar. Así es como lo quemaron. Así murió: sin una palabra, delante de todo el mundo. Y poesía – (todos habíamos soltado ya los cubiertos para escuchar al hombre de gris; continuó en voz baja) – poesía es lo que él pensó, aunque no lo dijera. Nota y traducción: NATALIA CARBAJOSA Fuente: Hinge & Sign: Poems 1968-1993 (Wesleyan University Press, 1994)
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Traducción y nota: NATALIA CARBAJOSA
Traducción y nota: NATALIA CARBAJOSA En el año 2015, en un puesto de libros de segunda mano, un librero me vio revolviendo en la parte de literatura en otros idiomas y me hizo un gesto para que entrara a la zona interior de la caseta: «esto te va a interesar», me dijo. «Te lo dejo por diez euros». Y ahí estaban, más de mil páginas de poesía rusa del siglo XX traducida al inglés. La de la patria y la del exilio, los movimientos de vanguardia y los de la revolución, los grandes nombres (Madelstam, Ajmátova, Mayakovsky) y los silenciados, desconocidos o simplemente borrados por la indiferencia, el antologado más viejo nacido en 1837 y la más joven en 1971. Sólo la historia de su compilación a lo largo de décadas, tal y como la cuentan los editores Albert C. Todd, Max Hayward y Daniel Weissbort en el prólogo, daría para un guión que nada tendría que envidiar a las películas clásicas sobre la guerra fría. En este caso, el único objetivo de la operación, con muertes incluidas, era que la poesía venciera la división a la que la tenían sometida los dos bloques. Ya desde la caseta, leyendo de pie, pude apreciar la calidad de las traducciones. Poco a poco, comparándolas con las existentes en español, he confirmado esta primera impresión, siempre con la salvedad —no menor— de que no sé nada de ruso. Pero los poemas, la mayoría traducidos por los propios antólogos, “funcionan” como tales; tienen belleza, ritmo y visión, y transmiten a la perfección el breve perfil vital con el que cada autor es introducido. Con todas las prevenciones y objeciones que se le pueden y deben poner a una traducción no directa, incluyo aquí dos poemas que me he permitido verter a nuestra lengua, desde el inglés, a partir de dicha antología. De la primera autora, Nina Berberova (San Petersburgo, 1901 - Filadelfia, 1993), existe un amplio catálogo de novelas publicadas en editoriales como Circe o Contraseña, pero ningún poema. La segunda, Raisa Blokh (San Petersburgo, 1901 - asesinada en un campo de concentración nazi en 1943), apenas existen referencias en español. EL ARTE DE SABER CUÁNDO RETIRARSE 1 Algunas veces olvidas quién eres. Es parte del asunto. Te preocupa el sustento, contar con suficientes ingresos, suficiente colchón para las vacas flacas que se alternan con períodos de trabajo más estable. Algunas veces escasean las comodidades. Otras, hay demasiadas. En el primer caso puede que te agobies. En el segundo, puede que te relajes demasiado. Rara vez los artistas consiguen el equilibrio. Somos muchos más los que prosperamos desde los extremos, los que nos movemos al límite. Está muy bien reconocerte como artista, dar por supuesto que, así como tus padres realizan sus propias películas o son artífices de sus asociaciones de ideas, también tú debes de tener esa capacidad. Pero antes de crecer y basar en ello tu sustento, quisiera urgirte a que lo reconsideraras. Esta semana estamos en Ryder Farm, una finca orgánica y sostenible y retiro de artistas en Putnam County, Nueva York. Somos una de las seis familias que hay por aquí, disfrutando del descanso de lo que se conoce como una beca de residencia. Nos alojamos en un conjunto de viviendas que han pertenecido a la misma familia desde finales del siglo XVIII. Te escribo esto un viernes de finales de julio. Es nuestro quinto día aquí. Me he pasado la semana tratando de recuperar la voz que creí perdida, no la voz de escritora en la que me apoyo con tanta fuerza para asegurarme las labores de freelance con las que te mantengo, sino la voz verdadera que anda por ahí, la que ha de rescatarme y hacer de mí una madre mucho mejor para ti. Tú te has pasado la semana venciendo el miedo a todos los insectos que corren y vuelan. Has hecho amistades nuevas, has admirado la flora y la fauna, y te has lanzado desde un bote hinchable a las aguas poco profundas del lago Peach. Las dos hemos sido valientes, que es lo que toda vida artística requiere. Los primeros días escribía a ráfagas, como viene siendo mi costumbre últimamente. Lo dejaba tan de repente como empezaba, y luego tachaba todo lo que había escrito. Acostumbrarse al descanso lleva tiempo; sobre todo si la realidad de la que te apartas para hacerle hueco te ha llevado a preguntarte con excesiva frecuencia, en los últimos tiempos, sobre la verdad fundamental: quién eres. Llevo toda la semana esperando respuesta acerca de un trabajo a tiempo completo, uno para el que me han hecho tres entrevistas pero que aun así quizá no consiga. Un puesto a tiempo completo es un concepto extraño para mí; es algo más que uno de los muchos entrevistadores mencionados al volver a repasar mi currículum. No he trabajado en una jornada de 40 horas, ni he tenido cobertura médica, ni de oculista, ni de dentista, ni he pagado un seguro de salud durante más de diez años. No sabría por dónde empezar si me los ofrecieran ahora. Pero los necesito en formas que espero que nunca tengas ocasión de imaginar, pues se me ha metido en la cabeza que mi valor como persona y como compañera y como madre han disminuido considerablemente sin ellos. Hasta hace poco creía en la retórica infantil de todos esos adultos bienintencionados en mi vida cuyos propios sueños salvajes habían sido domesticados tiempo atrás: “Pequeña, serás lo que quieras ser. Si crees en ello, lo conseguirás”. Arrastré conmigo la confianza que me inculcaron a la universidad, y así me endeudé cuantiosamente a los 18. Me aferré a esta cuando conseguí mi primer empleo a tiempo completo a los 21, aunque su influencia perdió enteros cuando me despidieron nueve meses después, el día de mi 22 cumpleaños. Milagrosamente, aún debía de creer en ella cuando tenía 25 y solicité plaza en una de las universidades más caras de la zona, para hacer un máster en escritura creativa sin un solo céntimo en becas, ni más ni menos. Me costó salir adelante durante períodos continuados pero seguí escribiendo frenéticamente incluso en medio de los reveses. Habiendo sido la depositaria de las profecías de iglesia de niña, y de tantas manos posándose en mi frente para “insuflarme” la idea del futuro, creía sencillamente que me convertiría en una escritora de éxito. No importaba lo que tardase en florecer, estaba arraigada en el jardín correcto. A la porra las deudas; estaba decidida a doblar la apuesta. Pero ahora tengo casi 39 y soy tu madre. Dormimos en una cama individual en una habitación que compartimos con mi madre, en un apartamento que pertenece a mi abuela. Pocos se darían cuenta, cuando te ven tan risueña y sociable, de que a duras penas salimos adelante. Aunque ha habido razones para ello, más allá de mi obstinado empeño por seguir con un capricho de juventud, razones que incluyen el gasto extravagante de las guarderías y mi deseo de ser yo quien cuidara de ti, razones como querer verte —sobre todo cuando eras más pequeña— durante más de dos horas despierta por la noche, debería haber cedido antes a un mayor pragmatismo en la práctica de la vida adulta. He llegado a un punto, demasiado tarde quizá, en el que las opciones que tome debe guiarlas tanto el potencial de unos ingresos razonables y continuados, como un sentido, en parte erróneo, de estar prestándole algún tipo de servicio a la sociedad, sencillamente porque escribo. Sin dinero, al artista sólo le queda la pobreza idealizada. Y con dinero ajeno, dinero que se le concede o que gana en un concurso o regalado por algún magnánimo mecenas, en el mejor de los casos lo que hay es un alivio temporal. Mucho mejor ser el capitán de tu propio mercante. Ningún benefactor, aunque sea familia o cónyuge, constituye garantía de que vaya a financiar tu arte para siempre o siquiera hasta que éste sea rentable de verdad. Por necesidad y con pocas excepciones, los artistas de color siempre han tenido trabajos alimenticios. Trabajan en cubículos, bajo tubos fluorescentes, encerrados entre paredes coloreadas con los tonos más anodinos de cáscara de huevo. Están en las aulas de los colegios públicos o en mesas de negociaciones sin ánimo de lucro. Están limpiando mesas en restaurantes, cuidando de los bebés de otros mientras los suyos van al colegio. Se les supervisa de cerca o son ellos los que tienen que supervisar a fondo. Yo soy un caso entre los pocos que han esperado tanto en priorizar el cheque de una paga bisemanal. Uno entre los pocos que han asumido ese riesgo durante tanto tiempo y no han visto su utilidad antes de cumplir los 40. Sabía que había llegado el momento de buscar trabajo en el despacho de alguna institución, algún lugar con una máquina de café y una fotocopiadora que se atasca con exasperante frecuencia, cuando dejé de ser capaz de escribir con tal frenesí. Durante los últimos 18 meses me he levantado cada mañana con una cantidad cada vez menor de cosas que quiero decir e incluso con una confianza mínima en que a alguien le interese leerlo. Otra costumbre ligada a la profesión de artista: muy a menudo estamos solos. Esto está muy bien cuando las musas nos susurran con dulzura, cuando abunda el jugo creativo. Está muy bien cuando nuestra vida personal se encuentra en una calma relativa, y cuando no nos vemos obligados a defender lo que hacemos ante quienes no acaban de estar convencidos de que merezca la pena. Es más duro cuando las únicas voces que oímos, sentados ante una página en blanco, nos regañan. Espero haber sido hábil ocultándotelo, hija, pero no he estado bien. Ya no tengo las cosas claras. Ya no sé si puedo ser quien yo decidí creer que era. 2 Cuando naciste, creí entender lo que suponía ser tu madre. Claramente, evolucionaba como mujer y como escritora. Fue la remontada de la euforia postparto. Tenía que documentar lo que estaba presenciando —básicamente, el ser humano que había ayudado a crear y que experimentaba su consciencia por primera vez fuera de mi cuerpo— y tenía que procesar lo que sentía —básicamente, una deconstrucción de todo lo que había sido, una renovación que abría espacio para un bebé—. Sólo cuando tú empezaste por fin a ser un poco independiente, a poder alejarte de mi lado algunos ratos, en algún momento de ese proceso dejé de escribir como actividad fundamental de mi identidad para escribir con el mero objetivo de ganar dinero para mantenerte. Es fácil que ambas cosas se confundan; también se solapan. Pero más o menos durante el último año se me ha ocurrido que sólo puedo escribir bien para ejercer de madre y que sólo puedo escribir bien sobre el hecho de ser madre cuando no descuido el resto de áreas de la vida que requieren evolución y adaptación y crecimiento. Con todo, hay simetría en el hecho de dedicar todo tu tiempo libre a una niña; cuanto más le dedicas, más te devuelve ella. 3 Quisiera que pensaras despacio y con profundidad sobre el hecho de ser artista porque mi mayor esperanza para ti es que vivas cada día comprendiéndote a ti misma. También quiero que conozcas el alivio de que los demás te comprendan. La existencia del artista dificulta en gran medida ambas aspiraciones. El escritor que insista en desempeñar un trabajo que se amolde a su proceso creativo vive en constante riesgo de una falsa representación. Si es de color y mujer y para colmo madre soltera, a duras penas conseguirá convencer a nadie —en ocasiones, ni siquiera a sí misma— de que lo que está haciendo es aceptable. No quisiera que cargaras con esa falta de autoconfianza. Pero bien sé que si tienes madera de artista, correrás hacia ello sin importante las advertencias. Crearás aun cuando los confines del capitalismo intenten avergonzarte por ello. Encontrarás tiempo, antes y después de cualquier trabajo alimenticio; y aunque no te aproveche ninguna otra cosa de todo esto, no calcules por favor el valor de un trabajo alimenticio. Contigo, claro está, quizá no tenga que preocuparme en absoluto de todo esto. Porque estoy segura de que recordarás esta semana en los años venideros. Por eso era tan importante traerte conmigo. Cuando seas mayor, sospecho que comprenderás con más claridad que lo que tu madre no se podía permitir monetariamente, sí le era accesible a través del talento. En ningún momento de este verano en paro habría podido pagar una estancia de seis días en una finca ancestral en Nueva York. Pero aquí estamos de todos modos porque resulta que sé qué palabras suenan mejor cuando las juntamos. Sé cómo colocarlas de un modo evocador. En mi mejor momento, puedo percibir con precisión hacia dónde han de ser conducidas para lograr el punto álgido de su poder. Incluso mientras mi crisis existencial reciente niega temporalmente ese talento, tú corres por un sendero boscoso sin preocupación, calculando por primera vez a qué velocidad te pueden llevar las piernas teniendo en cuenta el barro, la gravilla y las orugas. Estás aprendiendo que con tu humor puedes hacer que tus compañeros se sientan bien y estás percibiendo la quintaesencia de la hora tranquila del mediodía después de haber jugado sin parar toda la mañana. Por todo esto, tal vez no tengas que cuestionar la confianza que se puede ganar y recuperar al cuidado y en la compañía de artistas. Traducción: Natalia Carbajosa
(Escrito en la gramática latina de Prisciano por un monje irlandés en San Galo, Suiza, a mediados del siglo IX).
(Poema del siglo XI en honor de San Columba (521-597). El Libro de Kells y el Libro de Darrow fueron escritos por sus seguidores).
(Libro de Exeter) Nota y traducción por NATALIA CARBAJOSA
Tres poemas anónimos de la exposición de The Book of Kells en el Trinity College Dublin a partir de su traducción al inglés (según las versiones de dicha exposición) Fotos de Natalia Carbajosa
Traducción: Viorica Patea y Natalia Carbajosa
TRAS LA CURVA Está la persona que eras tú hasta que fuiste tan impropia en público, te quedaste sin habla en el momento, más con- fundida que sobre-- saturada, claro está, no lo bastante saturada, bordando sutilezas no su-- tiles,espléndido freno en la lengua (si ese era tu objetivo) tu sedosa voz acariciando las cortinas de tus ojos que se cierran, y ahora inmóvil. Mirando hacia fuera. Pensé decir: Sal de ahí, recupera el juicio, ¿de dónde regresas? Tus colores verdaderos —fue duro echar de menos ese azur (mientras estás)— sangrando por él. Pero hablemos de momento sobre cómo acordar que sentir (casi lo olvidas) no es más extraño que tocar. BEHIND THE CURVE Is the person who was you until you were so unbecoming in public, becoming speech-- less in the moment, more dis-- traught than over-- wrought evidently, not wrought enough, embroidering no nice nice-- ties, superbly tongue-- tied (if that was your aim) your silken voice rustling the curtains of your eyes closing and you now unmoving. Looking out. I thought to say, Come out of it, come to your senses, where are you come back? Your true colors-- that azure (as you’re)—bleeding through was hard to miss. But let’s talk for the moment about how to convey that sense (you’d almost forgotten) is no stranger than touching. ESTUDIO (SOBRE EL AMOR) He estado todo este tiempo en tránsito, que es como decir sin un objetivo claro en mente, de hecho sin claridad de mente como desde el fondo de un estanque de plantas acuáticas, no los nenúfares blancos y azules que pintó Monet casi ciego sino el fondo turbio de verdes cañas en agua lóbrega y moteada de luz. ¿Pasamos todos por esta flotación de vez en cuando en la que el yo no ve al yo tan cerca en su empeño por controlar, que es la urgencia porque nada cambie? Este deseo aflora con diversas pérdidas por las que —grandes o pequeñas-- nos aletargamos y de pronto vivimos o morimos sin miedo. Casi al despertar ayer soñé con el “ínterin”: una palabra que vi de través mal pronunciada como “interum”, la in-- formación no mal informada sino mal formada, la mente con-- fundiendo forma y no contenido, revelando la verdad latente: la “u” en lugar de la “i” como un “sin cuyo Tú, qué sería de mí”: el sueño de vuelta al cuerpo, este episodio pasional posible, como descubre la edad adulta, el más salvaje sí del yo cuando ayer desperté a ti. ÉTUDE (ON LOVE) I have been all this while in transit which is to say without a clear aim in mind in fact the mind feeling not clear as if at the bottom of a lily-- pond, not the blue and white nénuphars Monet painted going blind but the mucky bottom with long green stems in nubilous, light-flecked water. Do we all go through this floating from time to time when the self cannot see the self so close in its need to control, which is the urge to have nothing change? This desire surfaces with various losses from which—great or small-- we go numb and suddenly can live or die without fear. Almost waking I dreamed yesterday of “interim”: a word I saw throughout misspelled as “interum,” the in-- formation not misinformed but misformed, the mind’s mis-- taking form not content, revealing the truer within: the “u” having replaced the “i” like a “without which Thou I could not be”: the dream come back to body, this passional possible, as middle-age discovers, the self ’s wildest yes when yesterday I woke to you. Traducción: Natalia Carbajosa CYNTHIA HOGUE (Illinois, EEUU, 1951) Creció en el estado de Nueva York. Ha publicado siete libros de poesía, siendo los más recientes Or Consequence (Red Hen Press, 2010) y The Incognito Body (Red Hen Press, 2006). Ha sido coautora del volumen de entrevistas y poemas When the Water Came: Evacuees of Hurricane Katrina, también de 2010 (UNO Press). Ha disfrutado de un sinfín de becas y estancias como autora, traductora e investigadora en universidades e instituciones norteamericanas. Como crítica ha publicado estudios sobre la poesía, entre otras autoras, de Emily Dickinson, Kathleen Fraser y Harryette Mullen. Entre sus trabajos de ensayo están We Who Love To Be Astonished: Experimental Feminist Poetics and Performance Art (U. of Alabama P., 2001), Innovative Women Poets: An Anthology of Contemporary Poetry and Interviews (U. of Iowa P., 2006), y la primera edición de la obra de H.D. The Sword Went Out to Sea (Synthesis of a Dream), by Delia Alton (U.P. of Florida, 2007). Ha impartido clases en la Universidad de Nueva Orleans y en la Universidad Bucknell en Pensilvania. En la actualidad ejerce la docencia en la Universidad de Arizona y trabaja en una colección de ensayos con el título Wayward Thinking: Notes on Poetry and Poetics. Estos dos poemas pertenecen a su libro Or Consequence. Los poemas que os presentamos han sido publicados, tanto los originales como sus respectivas traducciones, en la antología editada por Scott Hightower Women Rowing (Mantis, 2012). |
TRADUCCIONES
El Coloquio de los Perros. AL HAZMI, ALI ANDRADE (DE), EUGENIO ANGELOU, MAYA ARMITAGE, SIMON BERT, BENG BERTRAND, ALOYSIUS BHATTACHARYA, DEEPANKAR BIANU, ZENO BLANCHARD, MAURICE BLANDIANA, ANA BOUCHET, ANDRÉ (DE) BOURSON, GILBERT BOUVIER, NICOLAS BRODA, MARTINE BROWN, STACIA L. BUZZATI, DINO CALVET, VINCENT CAPRONI, GIORGIO CARDOSO, RENATO F. CASTRO (DE), MANUEL CÉSAR, ANA CRISTINA CHAMBON, JEAN-PIERRE CHAVAL CHESTERTON, G. K. CONTINI, DONATELLA CORSO, GREGORY COUTO, MIA COUTO, MIA [POEMAS] DEGUY, MICHEL DELANEY SPEAR, SUSAN DELERM, PHILIPPE DIMKOVSKA, LIDIJA DOMIN, HILDE DOMINIQUE ANÉ DOMINIQUE ANÉ [OKLAHOMA 1932] DRUMMOND DE ANDRADE, CARLOS DUPIN, JACQUES ELIOT, GEORGE ESPAGNOL, NICOLE ESPANCA, FLORBELA FERREIRA, VERGÍLIO FOLLAIN, JEAN GARCIA, JUAN GINSBERG, ALLEN GONZÁLEZ LAGO, DAVID GOZIS, GEORGE GRANDMONT, DOMINIQUE HAM, NIELS HAUTECLOCQUE, XAVIER (de) HÉLDER, HERBERTO HEMINGWAY, ERNEST HIERRO LOPES, BEATRIZ HIGHTOWER, SCOTT HOGUE, CYNTHIA IGLESIAS, XOSÉ JIYAN, RÊNAS JUDICE, NUNO KALÉKO, MASCHA KANDEL, LENORE KEROUAC, JACK KHAÏR-EDINNE, MOHAMMED KHENSIN, SUMITAKU KINNELL, GALWAY LACERDA, ALBERTO (de) LAYOS, ILÍAS LÉVIS MANO, GUY LUCA, GHÉRASIM LUCIE-SMITH, EDWARD McHUGH, HEATHER MAULPOIX, JEAN-MICHEL MAWGOUD, MONTASER ABDEL MERWIN, W. S. MICHAUX, HENRI MIERMONT-GIUSTINATI, ADELINE MILTON, JOHN MONTEIRO, KRISHNA MOORE, MARIANNE MORENO, ANNA NAPORANO, FERNANDO NERVAL, GERARD (de) NILO NUNES, LUIZA OLIVEIRA (DE), ALBERTO OSORIO GUERRERO, RODRIGO PESSANHA, CAMILO PESSOA, FERNANDO PINTO DE AMARAL, FERNANDO PLATH, SYLVIA POZZI, ANTONIA PRÉVERT, JACQUES PROUST, MARCEL QUINTANA, MÁRIO RAMBOUR, JEAN-LOUIS RAMOS ROSA, ANTÓNIO RAMOS ROSA, GISELA GRACIAS RATROUT, FAHKRY RILKE, RAINER MARIA RODRÍGUEZ-MIRALLES, JORGE HEMEROTECA
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