TRADUCCIONES
MUESTRARIO DE OTRAS LITERATURAS POSIBLES
DÍA ACIAGO El primogénito había salido por la mañana: era domingo, tenía vueltas que dar, y en la víspera había sentido la pérdida. No iba alegre. Joaquinita le había causado la última ofensa: cuando, con el pretexto de darle agua al caballo, la hubo de encontrar en la fuente, días antes, el tío canalla se rió abiertamente de su novio, como desdeñando al recién llegado que la perseguía en balde. Además, había sido culpa suya: ¡desde la otra vez que la muchacha anduvo por la casa, cuando la tenía segura, no le importó! Tan poco había perdido: hay tantas mujeres y tantas mujeres buenas; y el beso, las más modositas de la parroquia, todo le pertenecía. Tan vulgar, como una vendedora de aulagas. Y se lanzaba estas paladas de tierra abundante sobre su despecho. En el fondo, le dolía mucho: acostumbrado a que se le entregaran todas con las que cobijaba, porque era guapo, porque se les ganaba en la distancia corta y porque desde hacía siglos lo mejor de las mozas era del hidalgo, sentía un placer muy agrio en la resistencia que oponía esa mujer, que valía poco, pero que había sabido aprovecharse de su fuerza y había conseguido vencerlo. Como la conquista se había vuelto difícil, había hecho de ella una gloria. Es por eso que la última desilusión le había afectado tanto; había supuesto un golpe directo en su amor propio. —Déjalo: al menos quedaba satisfecho… El mal fue despreciar a Emilia, ¡la pobre! Pero debía volver a las buenas; estaba acostumbrado a esas alternativas, y a que ella se acostumbrase. ****** Llegó al centro del pueblo. Joaquina vivía allí mismo: por una vieja costumbre, desde que la cortejaba, fue a encontrarla en la puerta de la venta de enfrente. Era un hombre sano: a las facciones duras, pero inteligentes, añadía algo salvaje su vestimenta de cazador, el negro retinto de las barbas ásperas. Y, a pesar de su mediana estatura, se percibía una impresión de respeto al admirársele el tórax perfectamente convexo, las piernas de corvas flexibles, muy elásticas, la seguridad con que al andar posaba en el suelo los gruesos zapatos. Tenía mucha fuerza, que se manifestaba en todo, en todas las líneas, en todos los movimientos, incluso en la manera, pretenciosa tal vez, de encogerse de hombros con las manos enterradas en los bolsillos del pantalón. La muchacha no vino a la puerta y, no sé por qué, esto molestó al primogénito. Al final, para disimular, trató de ver quién estaría en la venta. Los habituales. Frente al barril ante al mostrador, el ventero miraba de brazos cruzados a todo aquel que pasaba por la calle, y dos hombres de negras patillas y con pechos peludos que destacaban en las camisas de estopa, discutían sobre el valor de sus haciendas: —«Mirusté» que más de veinte almudes (1). —Pues en la mía me he gastado, qué sé yo: cien «mir» réis. Todo son gastos, Señó Francisco. ¡Y va Lopes y no le da vergüenza de darme quince monedas! Al fin se perfilaba: —¿Qué dice a esto? __________ En el rincón, como siempre, Côdea, el viejo malandro, esperando que le dieran un trago. La mujer, hoy fallecida, había sido amiga de su párroco, y la hija que les nació, quizá de esas relaciones que el infame había tolerado, la había vendido meses antes al mismo hidalgo. La vendió barata —por unos cuartos: fue en esas noches en que dejó de entretenerse, en que dejó de emborracharse para que la pequeña quedase libre. Había guardado las apariencias, presentándose de tal modo a su cómplice como ignorante del crimen que había cometido. De los dos, el primogénito era quien siempre se escondía. Sin embargo, lo que más le irritaba era ver de pie, en medio de la tienda, a Antunes, el novio de la muchacha que lo había humillado; y el odio que le tenía, injusto al punto de no poder confesárselo a sí mismo, lo puso en contra de Côdea; sentía deseos de estrangular a ese viejo, que desde el rincón se mandaba ansioso los vasos que veía llenar, los ojos muertos de un amarillo sin brillo. Antunes se descubrió al ver al hidalgo, y éste se sintió desconcertado. Trató de fingir: —¡Ole, Joaquín! ¡Venga un trago! ¿No? Siempre me gustó la muchachada. —Muchas gracias a Su Señoría —respondía el otro tímidamente y con los ojos bajos. No era feo: le quedaba bien su traje de pana negra de los días solemnes, el chaleco del que sobresalía la cadena de plata con grandes medallas, el sombrero fino, calzado sobre la nuca, provocador, al modo de un guitarrista. Apenas aquella simple modestia, casi triste, contrastaba dolorosamente con su vestuario lujoso entre tantos paletos, y con su corpulencia un tanto curva por causa de las labores del campo. _______ Pero Côdea tenía sed, y se acordaba de que, si Antunes no lo hubiera aceptado, quizás el primogénito no le hubiera dado vino a nadie: parpadeó los ojos indolente, y Joaquim aceptó por condescender. Fue un jolgorio: todos bebieron, y a todos repetía el hidalgo el mismo discurso: —¡Bueno, pues! ¿Entonces?… Siempre me gustó la muchachada. ******* Después, cuando fuera del pueblo pasaba por el cerro húmedo entre los setos, donde revoloteaban mirlos y brillaban las moras negras, muy maduras, se mordía de rabia: —Había sido la última tontería. Después de que la muchacha le hubiera humillado, ¡dejarse abandonar allí como un perro!… Y le recordaba a Côdea, el infame, que al ver agotarse, como recurso, la desvergüenza de la mujer y la flaqueza de la hija, aprovechaba hoy la flaqueza del propio primogénito, su flaqueza tan dolorosa de hombre fuerte, para satisfacer un vicio. Siempre lo veía en el rincón de la tienda, cuchicheando con Antunes en la rápida contracción de párpados flojos. —Venga, Joaquim. ¡Tenga coraje! Sepa aprovecharse de ese tipejo. ¡Y se habría quedado, el valiente! Noviembre, de 1887 ————-- (1) Medida de 25 litros. N. T. Traducción: Javier Mérida
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TRADUCCIONES
El Coloquio de los Perros. AL HAZMI, ALI ANDRADE (DE), EUGENIO ANGELOU, MAYA ARMITAGE, SIMON BERT, BENG BERTRAND, ALOYSIUS BHATTACHARYA, DEEPANKAR BIANU, ZENO BLANCHARD, MAURICE BLANDIANA, ANA BOUCHET, ANDRÉ (DE) BOURSON, GILBERT BOUVIER, NICOLAS BRODA, MARTINE BROWN, STACIA L. BUZZATI, DINO CALVET, VINCENT CAPRONI, GIORGIO CARDOSO, RENATO F. CASTRO (DE), MANUEL CÉSAR, ANA CRISTINA CHAMBON, JEAN-PIERRE CHAVAL CHESTERTON, G. K. CONTINI, DONATELLA CORSO, GREGORY COUTO, MIA COUTO, MIA [POEMAS] DEGUY, MICHEL DELANEY SPEAR, SUSAN DELERM, PHILIPPE DIMKOVSKA, LIDIJA DOMIN, HILDE DOMINIQUE ANÉ DOMINIQUE ANÉ [OKLAHOMA 1932] DRUMMOND DE ANDRADE, CARLOS DUPIN, JACQUES ELIOT, GEORGE ESPAGNOL, NICOLE ESPANCA, FLORBELA FERREIRA, VERGÍLIO FOLLAIN, JEAN GARCIA, JUAN GINSBERG, ALLEN GONZÁLEZ LAGO, DAVID GOZIS, GEORGE GRANDMONT, DOMINIQUE HAM, NIELS HAUTECLOCQUE, XAVIER (de) HÉLDER, HERBERTO HEMINGWAY, ERNEST HIERRO LOPES, BEATRIZ HIGHTOWER, SCOTT HOGUE, CYNTHIA IGLESIAS, XOSÉ JIYAN, RÊNAS JUDICE, NUNO KALÉKO, MASCHA KANDEL, LENORE KEROUAC, JACK KHAÏR-EDINNE, MOHAMMED KHENSIN, SUMITAKU KINNELL, GALWAY LACERDA, ALBERTO (de) LAYOS, ILÍAS LÉVIS MANO, GUY LUCA, GHÉRASIM LUCIE-SMITH, EDWARD McHUGH, HEATHER MAULPOIX, JEAN-MICHEL MAWGOUD, MONTASER ABDEL MERWIN, W. S. MICHAUX, HENRI MIERMONT-GIUSTINATI, ADELINE MILTON, JOHN MONTEIRO, KRISHNA MOORE, MARIANNE MORENO, ANNA NAPORANO, FERNANDO NERVAL, GERARD (de) NILO NUNES, LUIZA OLIVEIRA (DE), ALBERTO OSORIO GUERRERO, RODRIGO PESSANHA, CAMILO PESSOA, FERNANDO PINTO DE AMARAL, FERNANDO PLATH, SYLVIA POZZI, ANTONIA PRÉVERT, JACQUES PROUST, MARCEL QUINTANA, MÁRIO RAMBOUR, JEAN-LOUIS RAMOS ROSA, ANTÓNIO RAMOS ROSA, GISELA GRACIAS RATROUT, FAHKRY RILKE, RAINER MARIA RODRÍGUEZ-MIRALLES, JORGE HEMEROTECA
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