ALEJANDRO LÉRIDA

LA VIDA EN LAS CIUDADES

Le recuerda a la noche que ha caído

como un borrón de tinta sobre el patio.

 

Javier Salvago

Amanece sin Claudia en Roma. Llueve

sobre las azoteas

                            y ella no está contigo

en el balcón con vistas al puente de Sant’Angelo,

desde el que tantas veces, con risas y sin ropa, 

tú le lanzaste un beso.

                                   Te preguntas por qué

no deja de llover sobre las ruinas

y no hay boca y no hay labios y no hay beso

sin Claudia. Son las doce

en el reloj más alto.

                               Y llueve

y llueve y llueve y llueve. Llueve siempre.

Y tus ojos se manchan con el agua de lluvia

y es otra la mentira de tus sueños,

del color de los charcos en las torres de Roma.

Y, alrededor, la duda, esa antigua certeza 

de no haber visto nada semejante.  

El sol sobre las tejas de Lisboa

es arcilla cocida —a mediodía—,

del viejo material de las promesas,

con sus tejados rojos como el beso de anoche,

como quien bebe un trago de vino en otra boca,

e Inés que ya no llama.

                                     Ahora mismo,

en São João de Brito, la luz es como el agua

en los cristales de la escuela. Y llora.

Alguien en su cuaderno escribe un nombre

igual que un cisne azul,

                                     ese momento

al nadar por el haz de luz que luego es llanto,

igual que un tizne azul cuando lo tacha.

Ni otra boca recuerda ni otro beso

al no ser más que uno con la soga en el cuello

de ser lo que no son los dos por separado.  

La tarde en Praga es un abrigo rojo

que mira no se sabe bien qué cosas

desde el puente de Carlos Torre.

                                                   Nieva.

Es el paso del agua y el tiempo ya ha pasado…

Y los techos nevados son un jardín de invierno.

Nieva sobre el Moldava, nieva sobre un navío,

las azarosas calles (todas lo son) y nieva

en los ojos de Julia, tiernamente,

como un poco de lana.

                                    Nieva contra la nieve.

Y no se sabe dónde empieza y dónde acaba

igual que esas parejas de ancianos que son novios

que ves cogidos de la mano.

                                             Y son los mismos pasos

de alguien que no llega.

                                      Y tú te reconoces.

Y fue por estas calles…

                                       Y eso basta.

Si es de noche o de día, no te importa.

Cerrada ya la noche

                                —como un cepo—,

ahora que nadie cuenta estrellas por la noche

en los tejados negros de París.

                                                Te recuerda

a Daniela, a la noche que ha caído

como un borrón de tinta sobre el patio

donde estuvo tan cerca de besarte.

                                                       El amor

es una moto a más de ciento ochenta,

la broma que le gasta una chica a la cámara,

un gato amotinado detrás de la basura,

el riguroso frío metido en un termómetro.

El amor es un cuerpo recién amado y frágil,

pero cruza la calle

                              —en dirección contraria—,  

se sube a un autobús.

                                   Desaparece.

Y germina otra noche oscura que es el alma

y algo que has olvidado, que sé por experiencia.

Cuando de nuestros besos

                                          —de traspiés en traspiés—  

no queda más que el polvo,

                                            la lluvia, el sol, la nieve,

la noche, el alba, el frío,

                                       las ciudades sin ti,

todas las calles

son trampas de lo mismo,

del antes y el después del amor y el olvido

de amarnos como críos, como si fuéramos mayores.

ALEJANDRO LÉRIDA (Sevilla, España, 1979)
Diplomado en Educación Infantil por la Universidad de Sevilla, ha colaborado en Algarrobo, El hombre a caballo o El ático de los gatos, así como en publicaciones colectivas como De versos encendidos (Hipálage, 2011) o Memoria y euforia (Hipálage, 2012). Su obra poética incluye los títulos Éxtasis (Lulú, 2012), Cuaderno de haikus y otros bonsáis (Lulú, 2012), Los cuerpos que se buscan (Lulú, 2013), Fra-gi-li-da-des (Lulú, 2013) y Sucede (Lulú, 2013). Actualmente trabaja en su poemario inédito La lluvia insiste fuera.

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