ESCRUTINIO DEL CURA Y EL BARBERO
RESEÑAS ATEMPORALES PARA LIBROS DESCOMUNALES
JOSEPH ROTH. LA MARCHA RADETZKY (Alianza, Madrid, 2022) por RODRIGO LÓPEZ ROMERO ERA EL EMPERADOR MÁS VIEJO DEL MUNDO Con la caída del Imperio Austrohúngaro como telón de fondo, Joseph Roth relata en La marcha Radetzky el transcurrir de tres generaciones a partir del llamado «héroe de Solferino», un soldado cuya existencia se transforma al salvar la vida del emperador casi por accidente. El iniciador de esta línea familiar está más cerca de su origen aldeano que de la corte que le agradece; la herencia de su gesto heroico pesará sobre sus descendientes, quienes verán en su retrato un espejo con el cual medirse. Tanto es así que este personaje apenas se muestra en la trama, quedando como una marca de agua. Más que novela histórica, esta narración se vale de la historia para enfocar vidas individuales que ejemplifican rasgos de su época. El primer descendiente en la línea es el señor de Trotta, quien vive habituado a su rutina de funcionario viudo, sin saber cómo tratar al hijo que vuelve entre períodos escolares. Encarna el viejo régimen en cuanto tiene de ordenado. De costumbres estoicas, sus horas están reguladas como las salidas de los trenes. Este hombre que envejece sin sobresaltos sorprende por su parecido con el emperador, una semejanza que llega a sorprender incluso al monarca. El siguiente en la genealogía es Carl Joseph von Trotta, personaje carente de atributos a quien su apellido pesa demasiado. La novela lo acompaña durante el período comprendido entre sus estudios y el desarrollo de su carrera militar. El joven teniente oscila entre la obediencia y la rebelión, inmovilizado en el regimiento donde apenas le entretienen la bebida o el juego. Poco sociable, la muerte lo rodea desde joven. Dueño de un interés por las mujeres casadas que se revelará trágico, su falta de determinación dificulta la simpatía del lector, quien lo llegará a comprenderlo hasta más adelante. Las vidas del padre e hijo se trenzan a lo largo de la novela. En medio de la crisis previa al desmoronamiento del régimen, sus respectivas soledades parecen incompatibles, pero con el paso del tiempo su relación dejará traslucir momentos de comprensión y sacrificio. Las escuetas cartas que ambos se escriben con regularidad encubren preocupaciones y afectos más hondos de los que dejan adivinar las fórmulas. La distancia que separa al jefe de distrito del teniente no se debe solamente a ellos, revela un desencuentro entre generaciones. El funcionario y el soldado envejecen a ritmos distintos, mientras uno permanece protegido en su despacho, el otro enfrenta cambios vertiginosos. La incomprensión entre padres e hijos es un tema recurrente en el libro, la paternidad no es relevante sólo para la familia Trotta. ¿No es el emperador también un padre? Como la reiterativa marcha del título, su retrato vigila paternalmente las barracas del ejército, los casinos y restaurantes como un recordatorio de la calma conocida. El doctor Skowronnek, único amigo del señor de Trotta, confiesa durante uno de sus juegos de ajedrez sobre sus hijos: «A veces los contemplo mientras duermen. Sus rostros me resultan extraños, apenas los reconozco. Veo que son unos forasteros, de un tiempo que todavía ha de llegar y que yo ya no conoceré. [...] Tienen la cara redonda, sonrosada, cuando duermen. Pero, con todo, hay mucha crueldad en esos rostros dormidos. A veces me parece que es la crueldad de su época, del futuro, que se posa sobre los niños mientras duermen. ¡No quisiera conocer esos tiempos!».
La obra se vale tanto de los grandes movimientos políticos como de la atención al detalle. La marcha Radetzky sorprende tanto por su penetración psicológica como por la elegancia de su escritura. Estilísticamente admirable, hay capítulos perfectos, como el décimo, dedicado a la apacible muerte del sirviente Jacques, y el decimoquinto, una lograda introspección en la mente del emperador, cuya vejez no le impide notar las transformaciones alrededor suyo. Son admirables también las descripciones de la comida, ya sean los mesurados desayunos del Señor de Trotta o los abundantes refrigerios ofrecidos por el conde Chojnicki, donde se advierte una sofisticación llevada al exceso. Francisco José vive el vértigo de un imperio que se desmorona. El final de una era se advierte en multitud de señales, sobre todos planea el temor de la decadencia y el presagio del cambio, ejemplificado en las manifestaciones de obreros y los ánimos de independencia nacional. La falta de sentido en las vidas aisladas parece un reflejo del quiebre histórico. En medio de la incertidumbre política se advierte la banalidad de existencias desperdiciadas en la capital, la provincia y la frontera. Tanto el pueblo como la milicia parecen esperar un conflicto que eventualmente llegará. ¿Elogio de la monarquía y las antiguas costumbres? En absoluto, aunque el libro traza una comparación entre dos épocas. Sin dejar de notar cuanto había de caduco en la era previa, la novela critica el posterior tiempo marcado por el olvido y la devaluación de la vida. «En aquel tiempo, antes de la gran guerra [....] todavía tenía importancia que un hombre viviera o muriera. Cuando alguien desaparecía de la faz de la tierra, no era sustituido inmediatamente por otro, para que se olvidara al muerto, sino que quedaba un vacío donde él antes había estado, y los que habían sido testigos de su muerte callaban en cuanto percibían el hueco que había dejado».
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ESCRUTINIO DEL CURA Y EL BARBEROEl Coloquio de los Perros.
Revista de Literatura. ISSN 1578-0856 Archivos
Diciembre 2024
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