(Crónica de los diez años del encuentro de Poesía, Música y Plástica de Puente Genil. Y de la luz) por ELENA ROMÁN El encuentro de Poesía, Música y Plástica de Puente Genil se celebra desde 2013 y ha cumplido su décimo aniversario en 2023. Lo que fue iniciado como un acto sencillo en un bar con escasos medios, se ha convertido en uno de los encuentros artísticos de referencia en el mapa literario de nuestro país. Lo que mantiene desde sus inicios es, aparte del esfuerzo de Antonio Roa, el vínculo con Puente Genil y sus poetas, que siempre han estado presentes en todos y cada uno de los encuentros. Mientras los dos primeros años se trató de un evento autogestionado por una asociación sin ánimo de lucro —Asociación Cultural Poética, que sigue liderando el encuentro, capitaneada por Antonio Roa—, a partir del tercero comienza a contar con las colaboraciones del Ayuntamiento de Puente Genil, representado en las figuras de Esteban Morales y Eva Torres, la Diputación de Córdoba y la Fundación Juan Rejano de Puente Genil, así como de empresas locales. Y aunque el encuentro haga alusión a tres de las artes mágicas que le dan sentido a la existencia humana, son más las que han ido abarcando los actos que en él han tenido y tienen cabida: danza, teatro, videopoesía, performances, programas de radio, presentaciones de libros y de revistas, mesas redondas, charlas en institutos de la localidad pontana, etc. Sorprenderá, a quien no conozca el encuentro, descubrir que esta localidad ubicada entre Córdoba y Sevilla ha acogido a autores de la talla de Ana Blandiana (quien, por aportar un par de apuntes de su extensísima biografía, fue nombrada “Poeta europea de la libertad” en 2016 en Polonia, y recibió el premio “Griffin Trust for Excellence in Poetry” de Toronto —uno de los más prestigiosos— en 2018). Pero también a Chantal Maillard, Luis Alberto de Cuenca, Yolanda Castaño, Luis García Montero, Ana Rossetti, Luz Pichel, María Xosé Queizán, Eloísa Otero, Juan Carlos Mestre, Amancio Prada, Beatriz Russo, Martirio, Juan Cobos Wilkins, Mª Ángeles Pérez López, Alejandro Céspedes, Cecilia Quílez, Teresa Gómez, Ángeles Mora, Álvaro Salvador... Y entre los nombres que no suelen ni deben faltar nos referimos a Guillermo Busutil, Concha García, Javier Lostalé, Juan de Dios García y Ángel Manuel Gómez Espada, Juana Castro, Natalia Carbajosa; las obras y escenografías de Sigfrid Monleón; las exposiciones de Víctor Almeda Estrada y de Francisco José Sánchez Montalbán; las actuaciones de Nameless; los homenajes a los poetas pontanos y a los integrantes del grupo Cántico (los que estuvieron y los que estaban). Son muchísimos más, tantos que esta crónica nunca terminaría y echaría raíces en el tiempo y se expandiría a lo alto y ancho dando sombra a la tierra desde arriba y desde abajo. En cuanto a músicos, han pasado por el encuentro Antonio Arias, María Rodés, Sr. Chinarro, Chefa Alonso, Soleá Morente, Miren Tulsa, Lorena Álvarez... Toca hacer un inciso aquí para indicar que, además de la indiscutible e irrebatible presencia del flamenco, la cosmopolita Puente Genil abraza al tango, a la danza contemporánea, al jazz, al indie, a la música coral, al rock, a la acrobacia aérea, al silencio. Primero en primavera profunda, y después y hasta ahora en octubre (con la rompedora armonía de las hojas cayendo hasta dentro de los espacios), hemos podido y seguimos pudiendo ver actos en el Teatro Circo, en el mercado de Abastos, en los institutos, en el Convento de Los Frailes, en la antigua fábrica de harinas y electricidad “La Alianza”, en la Casa de Cultura Manuel Baena Jiménez, en el interior de empresas pontanenses de membrillos, aceites, y en la sala Ricardo Molina de la Biblioteca Municipal del mismo y querido nombre, y situada ni más ni menos que en la Plaza del grupo Cántico, donde cada árbol lleva el nombre de los integrantes de la revista del grupo. Y no termina aquí. Ligado al encuentro desde 2019 tenemos el Premio Internacional de Poesía Juan Rejano, que este año ha alcanzado su quinta edición. Es la editorial Pre-Textos la encargada de una muy cuidadosa publicación de las obras ganadoras. Han resultado premiados, hasta el momento, José Daniel Espejo, Andrea López Kosak, Juan José Rodinás y Elías Prieto Sáenz de Miera.
Le pregunto a Ángel Manuel Gómez Espada —uno de los responsables de que el contenido de El coloquio de los perros sea inimitable y esponjoso—, cuál o cuáles han sido los momentos más memorables que ha vivido en el transcurso de los encuentros, y responde, cual ametralladora emocionada, lo siguiente: «2016. El concierto de Antonio Arias y su excelente trabajo con Natalia Carbajosa. El momento de sacar a cantar a una chica y marcarse con ella el himno de Puente Genil. El piano de David Montañés, la guitarra de Mariano Delgado, el cante de Álvaro Martín y el baile de Rocío Moreno. 2017. Todo el encuentro en sí y la felicidad contagiosa de Liébana y la presencia embriagadora de Soleá Morente. 2018. Sin duda, uno de los momentos más impactantes fue la posterior lectura de poemas que se hizo dentro del marco de la charla sobre la revista El coloquio de los perros. Porque se hizo dentro de una plaza de abastos, de un mercado. Una idea que a Lorca y Dalí les hubiera fascinado. El olor a pescado, los gritos y las miradas de los curiosos... Y los versos de dos premios nacionales de la crítica como Juana Castro y Ángeles Mora. Y, sobre todo, la presencia allí de Ana Blandiana y la paciente rueda de prensa que nos regaló a los medios. Y todo, en general, de Ana Blandiana. 2019. Que el encuentro se uniera al premio Juan Rejano y que lo ganara un libro tan deslumbrante como el de José Daniel Espejo. Martirio y Julián Estrada». Asimismo y como no podía ser de otra manera, Juan de Dios García (la otra mitad de El coloquio de los perros y pieza fundamental en el encuentro), coincide con Ángel Manuel al reseñar uno de los instantes más emotivos: «2016. Cuando Antonio Arias sacó a cantar a una chica que estaba trabajando como camarera ‘Quiero ser pontanés’, habanera de Emilio Pozo. Todos los que estábamos allí nos unimos al canto y fue algo inolvidable». Le hago la misma pregunta a Gema Albornoz, responsable de redes y comunicación desde 2016, que responde así: «2017. Durante el homenaje a Ricardo Molina. Tenía que entrevistar a Pablo García Baena y no le apetecía mucho, pero igualmente me acerqué a él contándole anécdotas de Vicente Núñez, paisano mío, y entonces Pablo se animó y accedió. En un momento de la entrevista nos interrumpió Ginés Liébana con su alegría desmedida. Nunca olvidaré aquella entrevista». Y aunque pudiera seguir preguntando, prefiero detenerme aquí para paladear el recuerdo de los momentos dulces vividos: como el homenaje que se le dio a María Victoria Atencia, enmarcado dentro del hermosísimo homenaje que se le hizo al programa de radio de La estación azul. 2023 ha sido el décimo aniversario del Encuentro de Poesía, Música y Plástica y de la Asociación Cultural Poética, así como el quinto aniversario del Premio Internacional de Poesía Juan Rejano. ¿Son tres cumpleaños los celebrados este año? No exactamente. Son cuatro, ya que se ha celebrado también el cuarenta aniversario de La otra sentimentalidad, y hemos podido disfrutar, a través de un emotivísimo homenaje, de los testimonios de los autores más representativos que integraron esta corriente con un fondo de tango y jazz. Me quedo, como resumen de mis vivencias personales en los encuentros a los que he asistido, con el furor de Antonio Roa y la electricidad que propicia. Y con las palabras de Elías Prieto Sáenz de Miera (Elías Gorostiaga en redes y como escritor), ganador de la V edición del Premio Juan Rejano: «Hay que perseverar». La luz es un ejemplo de ello.
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Entrevistas a Antonio Jiménez Millán, Teresa Gómez, Antonio Lafarque y Guillermo Busutil por ELENA ROMÁN ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN Me encuentro en el Espacio Infinito. Mire donde mire, veo libros. Libros que van desde el suelo hasta el techo en todas y cada una de las salas de las que se compone el Espacio Infinito. Camino de puntillas porque no quiero molestar a las personas invisibles (todas menos una) que, sentadas en mesas kilométricas, pasan páginas que parece que se pasan solas. Diviso a Antonio Jiménez Milán. Viste una chaqueta de un color entre marrón y verde, y también viste unos ojos entre grises y espejos. Es un hombre de talante despejado, voz horizontal y trato afable. El libro que sostiene en sus manos está trasladando el contenido de sus páginas al latido de Antonio. Espero a ver el traslado de unos puntos suspensivos para poder hablar con él. En unos puntos suspensivos bien colocados cabe una conversación y cabe la sabiduría. Articulista, reseñista, filólogo, maestro, traductor, ensayista, investigador, has leído y estudiado a autores de todo tipo y generación. ¿Hay alguien sobre quien sientas que todavía no has escrito lo suficiente? —le pregunto en voz baja para no desconcentrar al resto de personas que, aunque no visibles, están en la sala. «Es complicado —contesta—, todo trabajo de investigación requiere mucho tiempo y espera, pero sí, hay no una persona sino una generación entera sobre la que creo no haber escrito bastante, y es la poesía española de la posguerra. Al otro lado se encuentra la generación del 27, sobre la que sí he escrito largo y tendido. Sin embargo, y aunque he impartido clases sobre los poetas de la posguerra, no he llegado a publicar cuanto quisiera sobre ellos». Más allá del investigador tenemos al Jiménez Millán poeta, con una perspectiva única y excepcional. Frente a él, algunos libros salen y entran solos en las estanterías. Él, que ha leído a tantísimos poetas, si pudiera salir de sí y estudiarse a él mismo, no sé si se resultaría un poeta de lectura fácil o todo lo contrario. Y me responde a propósito de mi duda: «En 2019 hubo un seminario en torno a mi trayectoria a través de la Universidad de Cádiz impartido por el profesor José Jurado Morales. Y me sorprendió saber todo lo que ahí se manifestaba sobre mi poética, leer acerca de mí y fuera de mí, verme con la distancia del estudiado, acostumbrado a ser yo el investigador. Visor editó un volumen en 2020 al respecto de mi poesía, Conciencia y Memoria. La poesía de Antonio Jiménez Millán, en el que además de englobar mi poética, analizaba mi evolución durante el tiempo. También ahí me resultó difícil conocer aspectos de mi propia poesía de los que no era consciente. Después de esos dos momentos me ha resultado más fácil saber de mí fuera de mí». Le pregunto qué es la poesía para él: ¿recreación, desahogo, inventiva...? Contesta que recreación, y subrayo dicha palabra, y apoya su discurso diciendo que la memoria es fundamental, así como que sea individual y al mismo tiempo histórica. Pero también es desahogo, añade, y subrayo también esa palabra, desahogo como medio de exteriorizar las obsesiones. Por último, la poesía es inventiva, añade, a la vez que estoy también subrayándola, ya que en la escritura siempre hay ficción, al tratarse de la visión personal de cada uno. Sobre una misma anécdota, explica, podemos encontrar un sinfín de versiones diferentes según quién la cuente, por lo que cada uno está añadiendo su enfoque personal. Recreación, desahogo e inventiva se escapan, subrayadas, de mi cuaderno y se introducen en aquellos libros que tenemos alrededor. En Memoria del agua Juan Vida, que precisamente está exponiendo en estos momentos en la Biblioteca Ricardo Molina de Puente Genil a propósito del Encuentro de Poesía, Música y Plástica, ilustró alguno de sus poemas sobre Granada. Me pregunto en voz alta si esos dibujos cerraron el bucle o si le inspiraron nuevos poemas una vez ilustrados. Contesta que Juan y él se conocen desde hace tiempo y que ambos han vivido en Granada y recorrido los mismos lugares, por lo que se trata de un espacio común. Juan Vida utilizó fotografías que ya tenía de esos lugares y que se acoplaron perfectamente a los poemas que Antonio había escrito rememorándolos. Ha habido entre ellos gran conexión desde siempre, y eso, además de facilitar la colaboración, se ha traslucido en el libro y sí, ha cerrado el bucle. Le pregunto si quienes pertenecieron a La Otra Sentimentalidad en Granada fueron conscientes de estar generando un nuevo movimiento poético. Él no fue uno de los tres autores que firmaron el manifiesto inicial en 1983 (Luis García Montero, Javier Egea, Álvaro Salvador), sino que se sumó posteriormente junto con Ángeles Mora, Teresa Gómez, Luis Muñoz y Benjamín Prado, entre otros. Pero por supuesto, eran conscientes de que estaban dando forma a algo distinto y que nació en contra de un excesivo culturalismo y demasiada teoría en la poesía, de estar expresándose de una manera más cercana a la vida. En estos tiempos que corren hay un sinfín de poetas pero sin una aparente línea común entre todos ellos (no sólo por lo diferente de sus estilos sino por sus temáticas, personalidad, etc.). Sobre este punto, Antonio Jiménez Millán cree que hay muchas líneas abiertas, que no se puede hablar de ellos como una generación poética. Más que una generación concreta, es una diversidad concreta. Desde la suya y hasta la de ahora han pasado tres generaciones poéticas. En La Otra Sentimentalidad también se dio esa variedad, esa no uniformidad. Cambiando de tema y a propósito del autor que más influyó en ellos (Gil de Biedma), opina Jiménez Millán que igualmente sobresaldría hoy, tal como lo hizo en su momento. Gil de Biedma compuso una obra breve pero sólida y, aunque tuvo muchos detractores, hay bastante gente para la que sigue siendo una referencia. Si Gil de Biedma viviera ahora, no se quedaría solapado por ese aluvión actual de poetas que comentábamos antes, Gil de Biedma destacaría entre todos ellos. En base a tu experiencia en el Encuentro, dime con qué momento te quedas, le pido. El entusiasmo en la gente de Puente Genil, en el público, en la gente que ha estado en el encuentro, contesta, con unos ojos más espejos que grises, feliz, y más feliz aún al escucharse a sí mismo dar esa respuesta. Hay un trasiego de libros, y en el que más se nota es en el que sostiene en sus manos y que empieza a considerar (y así lo expresa escapándose de sus manos y pegándosele al corazón) que los puntos suspensivos están extendiéndose demasiado. El libro necesita a Antonio. Antonio necesita al libro. Yo necesito quedarme en silencio en el Espacio Infinito. Tengo especial debilidad por Imposible Madame Bovary. Ni la Regenta ni ella serían lo mismo en esta sociedad en la que estamos permanentemente conectados y sin intimidad posible. ¿La poesía nos salva de todo esto, de esa pérdida de intimidad, de ese continuo estar pendiente de algo externo? Jiménez Millán contesta que Ulises y las novelas de adulterio no serían posibles actualmente, con esta conexión diaria constante, ni tampoco Ana Karenina. Las obras sobre infidelidad no tendrían fundamento alguno. En su día se tachó este texto de misógino, pero si hablaba en él de Madame Bovary y la Regenta es porque en las novelas de aquella época las protagonistas, las que cometían una infidelidad, eran mujeres, y de ahí el inspirarse en las dos. Imposible Madame Bovary es simplemente un texto irónico sobre la tecnología y sobre los géneros literarios. Finalmente, Antonio responde, para alivio de todos quienes creemos en la poesía que en parte sí, que en parte la poesía nos salva y protege de todo esto. Y dicho esto, escucho un trueno como de puntos suspensivos terminados, que asimismo se vislumbran en la sala e iluminan, por un segundo, cientos de almas dentro y fuera de los volúmenes. El libro que Jiménez Millán sostiene en sus manos continúa su traslado de palabras hasta el corazón de Antonio y yo me sitúo, de puntillas y sin mirar atrás, en el epílogo. TERESA GÓMEZ Me encuentro en el Espacio Infinito. Lo recorro corriendo y saltando a la pata coja, hasta llegar a la puerta principal despeinada y con la lengua fuera. Abro la puerta y desde el umbral diviso a Teresa Gómez. El Espacio Infinito es silencio pero sus alrededores no. Donde está Teresa, escucho risas de niños jugando al aire libre (en una piscina, en el campo, en lo planetario). Teresa Gómez me recibe con una sonrisa en la que se podría viajar al otro lado del Espacio Infinito en hora punta. Ya a su lado, descubro que su sonrisa no es el transporte sino el traslado mismo, el movimiento, el sentido de todo lo que va a suceder a continuación. Tengo una cerbatana invisible llena de preguntas. Aguardo el gesto de Teresa que me autorice a empezar a disparar y, cuando este se produce, le pregunto qué ha cambiado en su forma de entender la poesía desde aquel Plaza de abastos, el libro que escribió en su adolescencia en los 80 y que ha publicado recientemente, y en el que ya se mostraba como una voz poética verdadera. «Bueno, no era adolescente por entonces, tenía veintitantos años», me corrige, «y la palabra que define lo que ha ocurrido no es cambio sino madurez. No hay mucha diferencia —y su mirada me revela que sigue siendo casi la misma— y la que hay entre aquel ayer y este hoy es si acaso cierta pérdida de esperanza por conseguir un mundo mejor; esa ilusión ya no está». Por unos instantes Teresa pierde el brillo de su mirada, pero son tan breves que enseguida de nuevo su expresión reluce como el metal bajo un rayo de sol. La corriente poética a la que perteneció Teresa y que fue llamada La Otra Sentimentalidad, homenajeada por su cuarenta aniversario en el X Encuentro de Poesía, Música y Plástica de Puente Genil, abogó por una poesía fresca, quasi pop, de ruptura con la poesía precedente. Manteniendo la línea de la pregunta anterior, querría saber si queda algo del espíritu de aquella generación en la poesía actual, si cree que influenció a los de después, a los de ahora. Una brisa mueve un avión de papel en dirección a nosotras, nos recoge, nos deja bajo la sombra de un árbol. La respuesta de Teresa es rotunda: «Sí, es evidente, se trató de una explosión poética que todavía produce efecto; sigo advirtiendo influencias en la gente joven (sobre todo la de Granada), que aún cita y rememora a los poetas que integramos aquella corriente». Dime, le pido, nombres de mujeres que pertenecieron a La Otra Sentimentalidad. Teresa no tiene que esforzarse por buscar nombres ni recordarlos, los tiene bien presentes: «Ángeles Mora, Inmaculada Mengíbar, yo». Dime, prosigo, cuál de ellas te parece absolutamente imprescindible. «Ángeles», responde, también sin dudar, «quien por cierto no fue incluida en la antología que fue publicada al respecto de La Otra Sentimentalidad en 1983». ¿Por qué? —le pregunto, y me froto los ojos porque he creído ver una cometa donde primero había una niña: ahora no está ninguna de las dos. «Porque ella no era tan constante y, obviamente, porque era mujer. Siento», añade, «si me pongo pesada con esto, pero es que tenemos que seguir insistiendo, tenemos que continuar luchando por ser visibilizadas». Si seguimos poniéndonos pesadas —digo— es porque sigue ocurriendo, porque se sigue echando a un lado a las mujeres, y mientras siga ocurriendo, tendremos que seguir siendo pesadas. Teresa asiente, mientras todas las niñas que viven en el Espacio Infinito nos rodean en ese momento y, al cabo de unos segundos, desaparecen. ¿Puede un poema cambiarle la vida a alguien? ¿Se te ha dado algún caso (que te haya cambiado a ti un poema ajeno o que un poema tuyo se la haya cambiado a alguien)? —le pregunto. «Sí», responde con los ojos tan brillantes como las estrellas que pasan de largo porque todavía no es de noche a su pesar. Y se explica: «Cuando se vive una soledad extrema, nos reconcilia encontrar ese mismo sentimiento en un poema. Recuerdo a una chica cuyo marido murió, que me confesó que leía todos los días mi poema ‘Palabras’ porque le reconciliaba con aquella pérdida, y eso siempre es alentador». Le pregunto ahora si hay algún tema recurrente que, cuando está escribiendo un poema, le dé la sensación de que está abusando de ese concepto, que le haga decir “Oh, no, otra vez estoy hablando de lo mismo”. Dice que quizás el amor sea en ella un tema redundante, ya que de hecho La espalda de la violinista es un libro que habla en una gran parte sobre el amor. Pero también el tiempo, añade, y convengo con ella en que todos los poetas, inconscientemente, estamos hablando siempre del tiempo. Y también el aspecto social, apuntilla, ya que es un enfoque que siempre ha abordado y que ahora siente más necesario aún con la profunda crisis ética, ecológica y de valores que estamos viviendo. Seis horas y un árbol después (aunque en realidad son unos segundos) de haberle hecho esta pregunta, Teresa cae en la cuenta de algo que siempre ha estado absolutamente presente en su poética. «Las palabras», dice, y de pronto se asoma una chiquilla con flequillo contando hacia atrás, «en mis poemas siempre estoy hablando de las palabras». Al pronunciar la palabra “palabras”, la niña se aniña. ¿Crees —pregunto ahora— que es un indicativo de buena salud artística la celebración de encuentros como este de Puente Genil en el que estamos, más allá del Espacio Infinito? Y responde: «Sí, en los encuentros siempre se conoce gente interesante y se propicia un ambiente idóneo para la cultura y el arte, y en concreto este de Puente Genil me parece necesario y hermoso, ya que conmemora los cuarenta años de La Otra Sentimentalidad. Además, en este aniversario es vital reivindicar el papel de las mujeres en el arte y en la vida en general. Porque solemos referirnos a lo ocultas que estaban las mujeres de la Generación del 27 y que, poco a poco han ido saliendo a la luz» así como ocurrió con las mujeres de la generación beatnik, apuntillo, que hasta hace poco no se han reivindicado sus nombres, «pero es que también quedaron encubiertas las mujeres de la generación de los 50, y las de... Todas las generaciones. Porque en realidad, han quedado tantas y tantas mujeres en el anonimato... Es una pena». En base a tu experiencia en el Encuentro, dime con qué momento te quedas, le pido. El avión de papel nos recoge nuevamente y atravesamos un túnel figurado en el que vemos cómo madura el membrillo. «¿Puedo decir tres?», me pregunta al aterrizar el avión de papel, tan ilusionada que, aunque me esté llamando a gritos el Espacio Infinito, tengo que contestarle que sí, que claro que sí. «Me han emocionado especialmente las historias personales de Antonio Roa —su empuje, su pasión— y la de Carmen Castellote (la última poeta del exilio republicano, cuya vida ha sido escenificada en el encuentro), y por último reencontrarme con gente a la que quiero y que significa mucho para mí, así como haber conocido a gente nueva de quien me llevo muy buenos recuerdos». A la pata coja otra vez pero sin correr, regreso al Espacio Infinito y de nuevo todo es silencio. Necesito acabar la entrevista con una palabra, una sola palabra de las que tanto le gustan a Teresa. Saltando y corriendo (ahora sí) acudo a la ventana. Teresa no se ha ido todavía, la veo de pie en el mismo sitio. Ella sabía que se me había olvidado algo. Asomada a la ventana grito: «¡Teresa! ¡La poesía es sanadora, la poesía es transformadora, la poesía es...!». Y Teresa, con su gran y acogedora sonrisa, transformándose en esa niña que antes contaba hacia atrás y transformándose en ese avión de papel que no podía estar quieto si no era verano, antes de darle fin a la entrevista, afirma: «¡Imprescindible! ¡La poesía es imprescindible!». Y Teresa, niña y avión a la vez, se aleja muy muy despacio. ANTONIO LAFARQUE Me encuentro en el Espacio Infinito. Percibo como un rumor de olas y una extensión de arena. Es sabido que en el Espacio Infinito hay de todo pero... ¿También un mar?, ¿también un desierto? También y de repente, Antonio Lafarque. Me hace una señal con la mano mientras con la otra sujeta una caracola. Acudo lo más rápido que puedo, teniendo en cuenta que un paso me hunde en la arena y el siguiente me saca de ella. Antonio —le digo avanzando por el camino que me lleva a su lado—, eres editor, comisario de exposiciones, amante de la fotografía... ¿Cuál de estos frentes te aporta mayores alegrías y cuál mayores sudores? Me mira al principio con sorpresa en sus ojos y a continuación con mucha, mucha, mucha serenidad en su voz. Y me responde: «Soy muy feliz haciendo a la vez todo eso, y cuando digo “a la vez” quiero decir “al mismo tiempo”. El agobio es mi gasolina. Pero si tuviera que elegir me quedaría con las tareas de editor (editor-editor para entendernos), con mis Papeles del Náufrago —comparto la isla de la palmera con otro editor, Aníbal García, y el maquetador, Jesús Carretero—, y como editor literario en Litoral y volúmenes de ensayo. Soy un editor amateur muy modesto, alejado de intereses mercantiles. De hecho, las publicaciones de Papeles del Náufrago son no venales. Los libros se distribuyen gratuitamente a una serie de autores y personas interesadas en la literatura, gracias al patrocinio de pequeñas empresas almerienses que confiaron en el proyecto, y que son: Arte 21 (galería de arte), La Dulce Alianza (confitería), Antonio Torres (asesoría administrativa), El Faro de Recóndito (librería), Amelia Artés (clínica dental) y La Parada (bar de copas). Edito más por placer que por dar salida a una serie de títulos. Respecto a esto último, editar no es muy diferente de escribir. La gente escribe por pura autocomplacencia. Luego puede venir la entrega a los demás, el reto de gustar a un público, etcétera. Editar me seduce porque es complicado (hay que borrar de la mente las “irrefutables” seguridades gramaticales, ortotipográficas, etcétera, asumidas con el paso de los años para dar paso a las novedades. El aprendizaje es una carretera de doble sentido, aunque evidentemente el carril más ancho es el que va hacia mí, pero el otro es el que me permite hacer llegar al autor unas sugerencias con vistas a mejorar el texto... Sin herir su ego. El ego hay que respetarlo, incluso si es un ego soberbio». Tras esta última palabra el desierto-playa en el que nos encontramos, se extiende un megatetrakilobyte más. La poesía siempre ha caminado por la cuerda floja, siempre ha estado “a punto” de evanescerse, siempre ha estado amenazada por las circunstancias del momento (otros géneros más populares, nuevas tecnologías, cuestionabilidad de la calidad de nuevos autores y/o tendencias). Pero ahí sigue persistiendo —divago, algo apesadumbrada porque cuando ya creía alcanzarle una inmensidad de arena nos ha vuelto a separar—. ¿Crees que la poesía seguirá entre nosotros o que está a punto de...? De su caracola salen voces, la mía cuando pregunto, la suya cuando responde. Lafarque coge la idea al vuelo y responde inmediatamente: «Está a punto de... No morir. Bécquer lo expresó de manera inmortal en la rima IV: ...podrá no haber poetas; pero siempre / habrá poesía. Qué voy a decir yo después de Bécquer». Tratándose de una entrevista a Antonio Lafarque tengo que mencionar a Joan Margarit, cuya obra conoce como pocos. Margarit decía que el lector que termina un libro de poesía es una persona diferente. Sin embargo, los lectores de poesía no somos muchos. Le pregunto si cree que si todo el mundo leyera poesía seríamos, de verdad, mejores personas. Me responde con una pregunta: «¿Diferentes o mejores? Mejores, rotundamente no en el sentido moral o ético que se le suele atribuir. No hay una relación causa-efecto. Estoy convencido de que entre los millones de lectores de poesía en el mundo hay un porcentaje nada desdeñable de miserables, sinvergüenzas, villanos y ruines. Carezco de datos estadísticos que sustenten esta afirmación, pero a ver quién me demuestra lo contrario. Diferentes, rotundamente sí. Como sabes, la poesía de Margarit cuenta en primera persona historias, muchas de ellas terribles. Sin embargo, cuando en las notas epilogales de sus libros hace de esas historias el punto de partida para la definición de una poética literaria y vital, el significado se ha reelaborado y el mensaje continúa siendo claro aunque ya no es directo. En este caso concreto, Joan hablaba de calidad humana refiriéndose a calidad de lector. Somos diferentes porque hemos entendido el poema. La cita es un alegato contra la poesía voluntariamente ininteligible, a propósito de las vanguardias aficionadas a la oscuridad conceptual, en palabras del poeta». Acompañadas de sus últimas palabras ha venido una ola. Se ha puesto en pie junto a Antonio, lo ha atravesado, y sin alterar ni un ápice su ropa ni su compostura (las de Lafarque), ha continuado su camino (la ola). Litoral, Papeles del Náufrago... Los nombres de los proyectos que te mueven el corazón implican un mar por medio. Almería, Málaga, son ciudades que también implican un mar que te mueve el corazón. ¿La poesía es ciudad costera o de interior? —le pregunto, inspirada por la ola que acaba de marcharse. «Es casual. No tengo un vínculo sentimental o profundo con el mar, al menos no de forma desaforadamente romántica. Me gusta contemplarlo, pero si durante la contemplación me asaltan cuestiones supuestamente trascendentales (quién soy, adónde voy, qué habrá en las estrellas y chorradas similares) le doy la espalda a las olas y vuelvo a la seguridad emocional del terreno firme. Soy un tipo de secano que, por casualidad, entró en Litoral gracias a la generosidad de Lorenzo Saval y José Antonio Mesa Toré, con los que tengo una deuda impagable. Respecto a Papeles del Náufrago, intenté que el nombre aglutinase la labor editorial (Papeles) y la situación del lector de poesía en la comunidad literaria (Náufrago). Hay topicazo en el nombre, pero me sonaba bien. La poesía no es costera ni de interior porque no entiende de recintos. Ella corre, navega y vuela en libertad». Dime el título de un libro que te haya acompañado durante toda (o casi toda) la vida —le pido. Mira hacia el horizonte como un marinero a la puerta de una casa situada millas más adelante, y finalmente responde: «Las Rimas y leyendas de mi paisano Gustavo Adolfo. Reconozco que la sevillanía tiene un peso incontestable en la decisión. No me importa. Yo era un adolescente lector de novelas de aventuras y policiacas, de las que estaba bien surtida la modesta biblioteca de mi padre (esos tomos se rozaban con los de Alberti y García Lorca, por ejemplo), quien un día, como el que no quiere la cosa, me dijo: “Léete esto a ver qué te parece”. Era el volumen de las Rimas y leyendas de la colección Austral, quinta edición de 1942, con la estampación del comercio donde lo compró, Librería Sanz, en calle Sierpes 90, próxima a la plaza de San Francisco. Era una librería maravillosa, con un largo mostrador de madera, estanterías rebosantes y pilas de libros en el suelo que tenías que ir sorteando. Los libreros iban enfundados en guardapolvos de color beige y el encargado lucía un espléndido mostacho. Sanz era una librería decimonónica, en el más adorable de los significados de esta palabra menospreciada, casi una librería de viejo por su atmósfera. Evidentemente, conservo ese ejemplar de las Rimas y leyendas que cambió el rumbo de mis lecturas». ¿Cumplirán cien años Litoral y Papeles del Náufrago? —le pregunto ya por fin junto a él, con esperanza y un gesto que me ha salido mitad guiño mitad tic. Suelta la caracola. De nuevo me mira sorprendido: «Supongo que estás de broma cuando me preguntas por el cumpleaños centenario de Papeles del Náufrago. Nuestro afán de perdurar es menos que nulo. ¡Acabamos de cumplir un año! Estamos aprendiendo a andar sin caernos. Litoral está a punto de ser centenaria, aunque conviene matizar: centenaria con una siesta (junio 1929-julio 1944) y un prolongado sueño (septiembre 1944-mayo 1968) entre medias. Que despertara en fecha tan simbólica como mayo de 1968 fue un buen augurio. Intentamos llegar incólumes a 2026. Nos hace tanta ilusión que ya tenemos varias ideas para celebrar el acontecimiento». Te preguntaba antes por la poesía, si le augurabas larga vida —continúo. Ahora te hago la misma pregunta pero en cuanto al panorama editorial literario: si goza de buena salud, o si crees que la Inteligencia Artificial (por decir algo amenazador y actual) terminará, también, con los editores. La pregunta le parece interesante, creo (menos mal). Vuelve a agarrar la caracola: «No soy “médico literario”, por lo que aventurar un diagnóstico me parece atrevido. Además, carece de valor porque el mundillo de la edición profesional me es ajeno. Posiblemente un editor profesional pintará un panorama desalentador: buenos autores pero escasísimas ventas, falta de apoyos institucionales, problemas con distribuidores, costes de producción elevados... En cuanto a la inteligencia artificial tengo una opinión tan simple como poco inteligente: me parece que la expresión es un oxímoron. Si es inteligencia no puede ser artificial. Recurriendo a un ejemplo muy popular: si es militar no puede ser música. La inteligencia artificial me recuerda a la cerveza sin alcohol, la sobrasada vegetal y la muñeca hinchable. Cumplen su papel pero elevarlas a elementos categóricos es de memos. Claro que por qué molestarse en cambiarles el nombre si el negocio funciona». Miro a mi alrededor. En este Espacio Infinito un soplo de aire modela rostros conocidos en la arena. Los dos nos damos cuenta del detalle. Continuo: este no es el primer año que acudes al Encuentro de Poesía, Música y Plástica de Puente Genil. Dime un momento entrañable que recuerdes, algo que destacarías: «Todos los momentos que guardo tienen relación con personas. Primero, haber conocido a Antonio Roa, un personaje irrepetible al que cariñosamente llamo Antonio Proa por razones evidentes. Segundo, reencontrarme con Juan de Dios García, al que “culpo” públicamente de haberme metido el gusanillo de la edición, a Manolo Borrás, un editor que adoro y envidio, y al polifacético Guillermo Busutil con el que comparto afinidades de variado pelaje. Tercero, haber podido saludar a autores con los que mantengo amistad y correspondencia y veo en contadísimas ocasiones, caso de Luis Alberto de Cuenca. Por último, engordar la lista de amistades contigo, Ángel Manuel y otros nombres. Seguro que me olvido de alguien». La misma ola que pasó antes, o una muy parecida, viene ahora hacia mí. Pero a mí no me atraviesa sin calarme, sino que me arrastra unos metros y yo, con júbilo, me dejo arrastrar agradeciendo el halago recibido. Para ir cerrando, le hago una pregunta comprometida y le advierto que si prefiere no mojarse (literalmente) puede inventarse la respuesta, y así cada cual que decida qué creer): ¿podrías darme el nombre de un autor a quien no hayas publicado en ninguno de los medios en los que has trabajado y te gustaría mucho, mucho, mucho hacerlo? Duda unos segundos (esto me lo acabo de inventar), pero su voz es firme, cuando responde: «Por Litoral han pasado todos o casi los poetas que leo con asiduidad, y bastantes que leo menos porque me “llegan” menos. Aun así, en la revista tienen hueco porque no puedo suplantar el gusto de los lectores por el mío. Sería un acto de prepotencia inadmisible en un editor literario. Estoy convencido de que si dispusiera de tiempo suficiente, esos autores para mí menores subirían en mi escalafón personal. Cambiando el rumbo de la pregunta, echo en falta a escritores a los que me hubiera gustado conocer en persona. Carlos Barral, Fernando Quiñones y Javier Egea encabezan una lista que el tiempo, inmisericorde, se ocupa en alargar». Comienza a oscurecer y eso es clara señal, en el Espacio Infinito, de que debemos ir terminando para regresar, él a su isla, yo a mi cabeza. Aunque él no es poeta (yo hubiera jurado que sí), quiero acabar la entrevista con algo poético: «Al atardecer, ¿mejor la fotografía o mejor el poema?». Antonio agarra su caracola, se la coloca junto al corazón, y dice: «¿Por qué no ambos?». El Espacio Infinito de pronto es tierra y más tierra. No hay rastro de Antonio Lafarque. Una gaviota, en alguna parte, se ríe. Yo intento imitarla y me marcho volando. GUILLERMO BUSUTIL En el Espacio Infinito, me encuentro. Veo a un hombre de espaldas con un sombrero de copa en la mano. Es Guillermo Busutil. Me pregunto qué habrá en su sombrero: ¿una paloma, un conejo, un ramo de rosas? Si se lo preguntara abiertamente resultaría demasiado brusca. Creo que, entre otros poderes, tiene el de leer la mente, porque de repente se da la vuelta y hay algo, no sé si en su mirada o en su sonrisa o posiblemente en ambas, que me da a entender que sabe lo que estoy pensando. Le saludo, me saluda, convenimos que ya es hora de que cambie el tiempo, y le pregunto, a sabiendas de que tiene muchas otras facetas además de la de periodista cultural (escritor, gestor cultural, crítico de arte y literario, etc.), si cree en un periodismo cultural objetivo desde la resistencia, ya que resistir también es posicionarse. Guillermo se cambia las gafas por unas de sol, y contesta que él cree en un periodismo cultural activo, independiente, posicionado desde el conocimiento, el pensamiento crítico, el rigor de los hechos y cuyo lenguaje tenga capacidad de traducirle al lector, al oyente, al espectador, lo que hay detrás de las palabras, de las imágenes, de las creaciones estéticas y los acontecimientos. Otra cosa —continúa— es que este periodismo va desapareciendo a causa de diferentes motivos: la mediocridad del producto de las empresas de comunicación, y de la sociedad en general, de la dictadura de la inmediatez, de la banalización de la mirada, del lenguaje y de la cultura en sí misma, y de la tendencia política a silenciar la crítica. Entonces desde esa actualidad el periodismo cultural, y el general, se convierten en una resistencia. Pero insiste, el periodismo es compromiso y debe estar en primera línea. Siguiendo con esta misma faceta, y ya que Guillermo ha sido Premio Nacional de periodismo cultural y Premio Andalucía de la Crítica, le pido que me diga algo bueno y algo malo de recibir un premio. Su chistera se mueve ligeramente. Guillermo suspira y no sé si ha advertido dicho movimiento o si es que no le parece alarmante que un objeto tan inerte y elegante se mueva solo. El caso es que contesta que los premios llegan y también pasan de largo. Confiesa haber sido más o menos afortunado, en el sentido de tener premios muy importantes como el Francisco Valdés de artículos periodísticos, el de Andalucía de la Crítica por un libro de cuentos que fue elegido entre los diez mejores libros de España de 2012, y el Nacional que ha premiado su larga trayectoria. Recibirlos, afirma, conlleva la satisfacción de sentirse reconocido por un jurado prestigioso o por su mismo gremio, por un trabajo o tu labor, sobre todo el Nacional (que es muy difícil que te lo den y al que ni siquiera te presentas, y supone gasolina para seguir trabajando como cada día, precisa). Pero no dan de comer ni abren puertas, como mucho sanean heridas y recompensan el esfuerzo. Ahora el sombrero se mueve como si algo estuviera a punto de salir de su interior. Me centro en la siguiente pregunta: «Como escritor», introduzco, «pasas del cuento al aforismo y en ambos campos te comportas como la tinta y otros estados líquidos, adaptándote al espacio sin dejar de ser tú mismo. ¿Te ha tentado algún aforismo para ser convertido en relato? ¿Y a la inversa: un relato tuyo ha sido —o ha podido ser— reconvertible en aforismo?». Guillermo vuelve a suspirar y vuelve a cambiar sus gafas de sol por las de vista. Lo hace porque ya no son necesarias: el sol se ha echado hacia un lado. Y al fin responde que el aforismo lo ha utilizado más en sus artículos literarios y políticos. Le asaltan como un relámpago en mitad de la construcción de un argumento, a veces son el fogonazo que crea la idea a desarrollar y en ocasiones los acierta en forma de broche. En los relatos, prosigue, los hay también pero en menor medida porque la estructura, los ritmos, son más narrativos. Lo que sí se puede constatar es que en su libro Papiroflexia hay aforismos que funcionan perfectamente como microrrelatos, porque están pensados así. Igual que otros son un poema cerrado, un haiku, una greguería o una libélula del lenguaje y del pensamiento. Y al pronunciar la palabra “libélula”, es precisamente eso, una libélula, lo que sale del sombrero. Al contacto con el exterior, la libélula se multiplica por cien y el Espacio Infinito sufre una ligera sacudida. ¿Ha sido un sueño? Guillermo no se muestra sorprendido. Algo me dice que no debiera extenderme mucho con esta entrevista, no tardar más de la cuenta, porque puede pasar de todo. En twitter Busutil se define como «escritor zurdo». Según la Universidad de Abertay, en Reino Unido, las personas zurdas tienden a razonar más que las diestras, son más inteligentes y creativas. Le pregunto: «¿Qué ves de cierto en esa afirmación?, ¿crees que el hecho de que domine un hemisferio u otro tiene que ver con la manera de ser?». Sonríe ante mi ingenua confusión, y me explica que utiliza el término zurdo como concepto moral, ya que es el lado desde la rebeldía ante la oficialidad de la consensuada normalidad. Es el ángulo desde el que reflexiona, piensa y articula su lenguaje Guillermo Busutil. Y zurdo como lado desde el que mira la realidad, las cosas, la vida, y que le permite ver y descubrir todo lo que queda fuera del plano orlado. Los escritores, los pintores, los cineastas —refiere— vemos el mundo desde ese espacio de lo zurdo y por eso jugamos con ventaja a cruzar las fronteras, a permear realidad y ficción, a poner el foco en escenas, emociones, personajes e historias que no existen en el lado de lo diestro o que en lo diestro esconden el misterio de las costuras que les descubrimos los zurdos. También dice en su cabecera de twitter que «lo que cuenta es tener una forma honesta y tranquila de entenderse con la vida y con el mar». Con la vida bien, está claro, pero... ¿Por qué con el mar? Al nombrar el mar, el sombrero vuelve a revolverse como si nuevamente fuera a expulsar algo. Guillermo, impasible a los movimientos de su chistera, comenta con acierto que la vida viene del mar: ese territorio y espacio —según sus palabras— en el que convergen la belleza, el silencio, la soledad, la ausencia de horizontes, la violencia de las tormentas, los sueños y sus secretos, los enigmas de los espejismos y de lo abisal, la supervivencia, los monstruos y otros miedos, las islas, lo desconocido... Así que mejor entenderse con el mar. El inmarcesible, el que somos, el que utilizamos para asomarnos dentro de nosotros y para cicatrizar con la espuma de su sal, concluye. A Guillermo le apasiona el cine. Me pregunto para mis adentros si, en el caso de que pudiera zambullirse en una película, sería director o actor, y de qué película. Efectivamente me lee los pensamientos, porque se apresura en confirmar que sí, que el cine es una de sus madres de la mirada y del lenguaje. Su amor por él nació en la pasión de su madre por el cine y en los cines de barrio. En su infancia llevó sus enseñanzas a los juegos en los que creaba películas y repartía papeles entre los amigos, y después a sus inicios de narrador. En la adolescencia le descubrieron los cineforum y se educó en las cinematecas que más tarde le convirtieron en crítico de cine. Hubo una época, prosigue, en la que pensaba en hacerse director de cine porque le gusta la dirección teatral, la interpretación, la mirada del detalle y la global, el juego de los enfoques, el personaje de la sombra y el de la música. Es, dice, como ser director de orquesta de imágenes y de acciones. Y, de hecho, el cine está muy presente en sus relatos. Le gustan todos los géneros, pero iría en la línea de Jarsmusch, de Wender, de John Ford, de Ken Loach. De cada uno de ellos adquiere una lección traducida desde su historia.
Yo estiro los días, pero lo que hace Guillermo es multiplicarlos. ¿Cómo lo hará? ¿De qué manera comienza el día para una persona tan activa, mentalmente hablando, como él? (sé que hace ejercicio...). Volviendo a cambiarse las gafas (ahora tocan las oscuras porque el sol se ha recolocado enfrente y enérgico), me aclara que lo primero que hace por las mañanas es respirar el cielo y el mar. Durante cinco minutos siente ambos con los ojos abiertos, alejándose hacia su interior, dibujando lo que las estrellas le dejan completar, escuchando la melodía de la marea. Luego los vuelve a respirar con los ojos cerrados unos pocos minutos, y ya vestido de deporte recorre de perfil sus costados hasta llegar al gimnasio a las 7 de la mañana. Tiene la inmensa suerte de ir a uno con una cristalera desde la que cada día se ven los rojos del amanecer, y después el tránsito de los barcos. Dos horas y regresa para afrontar el trabajo con mucha energía azul. Es muy afortunado, insiste. Y como el Espacio Infinito estos días ha rodeado el X Encuentro de poesía, música y plástica de Puente Genil, me corresponde pedirle que, habiendo sido conductor de dicho encuentro durante varios años, me indique un momento con el que se queda de entre todas las ediciones y por qué. Asegura que las dos últimas han sido especiales. La de 2022 de homenaje a La estación azul porque fue la primera en la que la gala de los dos días la diseñó como un relato escénico, el de una estación de trenes en la que Guillermo era el guardagujas, relacionando las intervenciones con secuencias acordes. Y también subraya la de esta última edición, donde La Otra Sentimentalidad ha sido homenajeada, porque la vio en su cabeza desde el principio. Diseñó la narrativa-escena en torno al bar La Tertulia de Granada, donde surgió el movimiento y la secuencia de entrevistas. También se ha encargado de la creación y edición del audiovisual de bienvenida. Ha sido emocionante, manifiesta, por la complicidad que tiene con ellos (los poetas de La Otra Sentimentalidad) al haber sido compañero de creatividad cultural en aquellos años, por reunirlos a todos juntos, sin excepción alguna, como había ocurrido en homenajes anteriores a su poesía. Ha sido un trabajo duro preparar la cohesión de todo, la profundidad y fluidez de las entrevistas personales, los puentes de relación entre parejas y el juego de subirlas de dos en dos, administrar los tiempos, la fluidez... Cree que el resultado ha sido bastante satisfactorio y para él ha sido un buen broche. Tiene razón en creerlo, porque sin duda lo ha sido (esto lo digo yo, influenciada por el vaivén en el que ahora se ve inmersa su chistera). La chistera, como auguraba en el paréntesis de justo arriba, se mueve más que en ningún otro momento. El Espacio Infinito, contagiado por este movimiento se convulsiona hasta volverse transparente y entonces comienza a echar a volar. Es difícil explicar cómo se ve lo que hace algo transparente pero hoy a estas horas todo es posible. El Espacio Infinito me arrastra con él para recordarme que formo parte de su composición, yo, que me creía otra. Mientras tanto, el sombrero de copa de Guillermo lo arrastra para conservarlo en su interior, donde no necesitará ningún tipo de gafas (algo sabido y característico de las chisteras). Antes de desaparecer él dentro de la chistera y yo dentro del Espacio Infinito, me da tiempo a preguntarle si prefiere las letras o los números. Los dos, responde. Le gusta el Kama-sutra y la magia que se produce en la combinación entre ellos. Me lo imaginaba. Entrevistas a Luis García Montero, Álvaro Salvador, Alfonso Salazar, Ángeles Mora, Cristina Mora, Concha García y Elías Gorostiaga por GEMA ALBORNOZ Echando la vista atrás, parece que fue hace más de un mes. Durante estas semanas de transcripción de lo oral a lo escrito, he vuelto a revivir los momentos que me regaló el X Encuentro de Poesía, Música y Plástica de la Asociación Cultural “Poética”: coincidir con amigos y amigas del panorama nacional como Ángeles Mora o Concha García, presidenta del jurado del premio internacional de poesía Juan Rejano; la oportunidad de conocer a otros nuevos amigos, como Elías Gorostiaga, último autor premiado en el Juan Rejano por su obra Las provincias de Benet o cómo vivir en un Chagall; a Alfonso Salazar, a Álvaro Salvador o al propio director actual del Instituto Cervantes, Luis García Montero; o la extraordinaria música Cristina Mora, al conmemorar los 40 años de La Otra Sentimentalidad. Como digo, parece uno de esos encuentros que se reviven cada vez que tengo ocasión de leer algunas de sus letras. Perderme en esa filosofía de vida que cada uno marca, de forma distintiva, en su poética, y ponerles la auténtica voz de autoría. La poesía toma otro cuerpo diferente, una vida que puede renacer hasta siete veces siete. La magia de las palabras, de la cadencia, de las diversas perspectivas de asombrarse ante la belleza, el día a día, el verbo y la melodía. Para no interrumpir la lectura prefiero ser directa, no incluir ningún tipo de introducción previa a las entrevistas que realicé aquellos días. Podéis leer ahora, la transcripción fiel y precisa de las conversaciones en rincones del hotel El Carmen, donde nos hospedamos para la ocasión. LUIS GARCÍA MONTERO —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Es tu primera visita a este encuentro. ¿Qué esperas en ella? —LUIS GARCÍA MONTERO: En primer lugar, a mí me gusta participar en un encuentro de poesía, en “Poética”, porque es un momento de coincidir con amigos y hablar de poesía. De contarnos la vida, y en este caso concreto, como se ha organizado en torno a aquella antología de La Otra Sentimentalidad, he podido encontrarme con amigos, gente que en los últimos cuarenta años han formado parte de mi mundo literario y personal. Además, estoy contento de estar en Puente Genil porque tuve un compañero, íntimo amigo en la facultad, Lorenzo Aguilar Pérez, que tenía un bar familiar, el bar Aguilar, en la calle Nueva y algunas veces nos escapábamos aquí. Así que ha sido también volver a un buen recuerdo de mis años de estudiante universitario. —ECP: ¿De tu paso por Córdoba qué llevas siempre contigo? —LGM: Córdoba es una ciudad de Andalucía que ha tenido siempre un protagonismo poético claro y para los que tenemos como vocación principal la poesía, Córdoba es una ciudad muy relacionada con nuestros recuerdos, con nuestra historia. Hablar de Córdoba es hablar de Pablo García Baena, de Vicente Núñez, es hablar de los recuerdos de la tradición literaria española pasando por lugares que tienen que hablar de Góngora. Es hablar, para mí, de muchos amigos de mi edad que han formado parte de mis experiencias poéticas. Las últimas, por ejemplo, las que tienen que ver con esa reunión maravillosa de poesía en Cosmopoética. Recuerdo amigos como el profesor Pedro Rosso, que fue uno de los primeros que estudió mi poesía y que hizo un libro sobre mi obra, y que llamó la atención sobre lo que yo quería hacer y tengo en ese sentido una deuda de recuerdo muy muy fuerte. —ECP: Cuando te enteraste de que en un punto de la Campiña Sur cordobesa, Puente Genil, iban a realizar un homenaje a los 40 años de La Otra Sentimentalidad, ¿qué pensaste? —LGM: Mucho agradecimiento, en primer lugar. Segundo, toma de conciencia del paso del tiempo. Es que ya cuarenta años después de aquella aventura poética, en la transición española, uno toma conciencia de que ha pasado mucho tiempo y por eso agradezco que algunas personas de Puente Genil quieran reunirnos para recordar ese movimiento. Fíjate, cuando pasa el tiempo y cuando se dan estas circunstancias, más allá de la vanidad, que siempre es una cosa torpe y pasajera, lo que sí emociona es el sentido de la vocación y de la coherencia. Uno hace examen de conciencia y en lo que yo estoy, lo que yo siento, lo que defiendo, con todos los cambios de la edad y con todos los cambios de situación, se mantiene unido de manera coherente lo que es una vocación de la poesía. Aposté mi vida en la poesía y tuve la suerte de conseguir algo, me parece que es lo que está debajo de tener fortuna en la vida: conseguir que tu empleo tenga que ver con tu vocación. Sabía que no me iba a poder ganar la vida escribiendo poemas, pero digo, “¿y si me la gano explicando los poemas que escriben los demás?” Hice una carrera, una memoria de licenciatura, una tesis doctoral, una oposición de titular, una oposición de cátedra, para que me paguen por lo que haría aunque no me pagasen, que es leer literatura y hablar de literatura. Soy profesor de Literatura. Y en ese sentido, cuando uno ve la coherencia de una vocación y seguir ilusionado con aquello que fue la apuesta juvenil, eso es lo que cobra sentido y tiene importancia cuando dicen “vamos a celebrar los cuarenta años de aquella antología que hicimos cuando empezaba la democracia, cuando Rafael Alberti volvía a España, cuando se empezaba a hablar con libertad de Federico García Lorca”. —ECP: ¿Qué le dirías a ese joven que se reunió con Álvaro Salvador y Javier Egea firmando el manifiesto de La Otra Sentimentalidad? —LGM: En el año 1976 asistí como estudiante a un gran homenaje que se le hizo a Federico García Lorca. Era el primer homenaje después de la muerte de Franco y ya rozando la democracia y empujando a la transición, después de su asesinato. Habían pasado cuarenta años de su asesinato, los mismos cuarenta años que han pasado ahora de La Otra Sentimentalidad. Cuando yo estaba en el 76 hacía 40 años de la muerte de Lorca y ahora hace 40 años de La Otra Sentimentalidad. También, he tenido mucha suerte en la vida que he podido vivir a partir de la democracia, porque han sido muchos más felices para el país estos últimos 40 años. En aquel homenaje, Alberti estaba todavía en el exilio, pero participaron algunos poetas que yo admiraba mucho. Estaba formándome como poeta. Blas de Otero, José Agustín Goytisolo... Recuerdo que me acerqué a Blas de Otero y le dije: «Don Blas, por gente como usted yo he decidido dedicarme a la poesía». Y Blas de Otero me miró, me tocó la cabeza y me dijo: «Bueno, espero que algún día puedas perdonarme». Si pienso en el joven que yo era entonces, también digo, «espero que puedas perdonarme». Me pido perdón a mí mismo... [Reímos] Pero, en realidad, en medio de todas las complicaciones diría: «Creo que has tenido la suerte de dedicarte a lo que a ti te gustaba y has podido unir tu vocación personal con tu manera de comprometerte con la sociedad a través de lo que sabes». —ECP: Justo iba a hablar de eso. En tu vida diaria y tus artículos reivindicas no sólo la poesía sino también la política y la imaginación. ¿Cómo se puede ser rebelde en la moral de hoy día enlazando todas ellas? —LGM: Claro, yo me eduqué en un momento donde la actividad cultural reconocía su dimensión política. Fíjate, entro en la universidad y me siento heredero de todo lo que había sido la lucha cultural contra el franquismo. Te he hablado de Blas de Otero, de la generación de la primera posguerra, de José Agustín Goytisolo. En la segunda posguerra mis maestros poéticos José Agustín, Ángel González, Jaime Gil de Biedma, se habían reunido en el 59 para recordar los 20 años de la muerte de Antonio Machado en Colliure y viajaron a Colliure a recordar el exilio de Machado y su muerte 20 años antes. Las celebraciones siempre tienen un sentido y para mí hacer literatura, dedicarme a la literatura, era poder reivindicar al Federico García Lorca que falleció 22 años antes de que yo naciera o a Rafael Alberti, que había salido al exilio y estaba a punto de volver para participar en unas elecciones democráticas o a María Teresa León, la compañera de Rafael Alberti, o a María Zambrano, la filósofa de Málaga, que nos había ensañado a reflexionar acerca de la razón poética. Para mí era fundamental. Y hablar de todos ellos tenía una dimensión política. Las relaciones de la cultura con la sociedad, la responsabilidad del escritor a la hora de mantener su conciencia y aceptar los posibles efectos... Reivindico mucho la poesía, entre otras cosas, porque creo que los seres humanos nacemos en sociedad y porque tenemos derecho a pensar en nosotros mismos. La poesía es un género sobre la intimidad. Ahora, pensar en nosotros mismos significa volver al principio, nacemos en sociedad. No estoy dispuesto a renunciar a mi conciencia, pero sé que pertenezco a un contexto, a una educación sentimental. Porque no es lo mismo haber nacido en Granada en el año 58 que haber nacido en Afganistán en 2013. No es lo mismo lo que dice mi hija cuando dice “soy mujer”, y es una chica que nació en 1997, que lo que decía mi abuela que nació en mil novecientos poco. Los sentimientos son también históricos y, en ese sentido, la dimensión de la intimidad tiene un efecto social y por eso creo que los individuos tenemos una dimensión cívica que es política. Y por eso me gusta reivindicar la política, porque es la manera que tenemos, ahora en democracia para solucionar los problemas. Y me da mucha rabia que se quiera desprestigiar la política. Y por eso yo me comprometo incluso a defender la política, porque decía Antonio Machado: «desconfía del que te diga “no te metas en política”, porque eso es que quiere hacer la política sin ti y posiblemente, contra ti». Defiendo la política como una actividad cívica de compromiso con la sociedad y quienes están desacreditando la política, queriendo deteriorarla, convirtiéndola en insulto, en sectarismo, creo que en el fondo lo que quieren es generar un vacío absoluto para hacer de la libertad la ley del más fuerte y no para hacer de la convivencia un marco en el que tomar decisiones, que hagan posible una vida justa, en libertad, igualdad y fraternidad. —ECP: Así es que la poesía se resiste al olvido histórico y a la información veraz de los sucesos contemporáneos, ¿no? —LGM: Fíjate, te estoy citando mucho a Antonio Machado, pero es que me gusta. En su Juan de Mairena Machado dice a los alumnos: «la verdad de la libertad, recordadlo, no está en poder decir lo que pensamos, está en poder pensar lo que decimos». Y eso lo escribió Machado en 1935. Imagínate ahora con las redes sociales, los bulos, las mentiras, la inmediatez, la pérdida del sentido del pudor, donde cualquiera sale diciendo lo que le da la gana sin vergüenza ninguna. Donde hay gente que trabaja en proyectar bulos. Bueno, a mí me parece que uno de los grandes daños de la democracia es la dinámica que está intentando sustituir al periodismo como información, que es un eje fundamental para la democracia. La información es lo que te permite opinar y participar en el espacio público. Pues hay unos mecanismos que lo que quieren es acabar con el periodismo veraz, decente, como información y sustituirlo por una comunicación de sentimientos, de fanatismos, de instintos, casi siempre movidos por un bulo, por una mentira. Y eso pone en peligro la democracia y siempre ha sido así. Siempre el discurso ideológico ha intentado jugar con mentiras. Se fundó el mito de que Nerón había quemado Roma o fíjate en la cantidad de mitos que hemos recibido. Pero ahora, con las redes sociales, es inmediato y la gente, cuando lee un bulo, se lo cree. Y el problema no es que se lo crea, sino que no comprueba nada y que empieza a decir lo que piensa sin pensar lo que dice o divulgarlo. Y como estamos, en este mundo en el que vivimos, en un sentimiento de soledad, decía Baudelaire que «una multitud es un conjunto de soledades». Pienso mucho en toda la gente que está en su casa encerrada, en una pantalla de ordenador, todos en su soledad, configurando una red donde los bulos corren más que las verdades. Mario Tascón, el maravilloso estudioso de las redes y las fake news, comentaba que «una verdad tarda mucho más en expandirse que una mentira, porque la mentira está preparada para ser creída». Hurga en los instintos básicos y en cómo tenemos todos tantos sentimientos de soledad, nos gusta mucho sentirnos que participamos en algo, reconocernos en un sentido de pertenencia. Nos gusta mucho sumarnos a una mentira interactiva porque nos parece que estamos participando en un hecho colectivo que no nos hace pensar en nosotros de manera compleja, como una información verdadera, sino que nos hace sumarnos a una dinámica. Por eso corre tanto la mentira por las redes sociales. Frente a eso, imagínate la poesía que invita, como la cultura, a hacerte dueño de tu propia consciencia, a no pensar como un loro lo que flota en el ambiente, a saber distinguir entre lo que es una información veraz y un bulo, a poder confiar en gente que certifica, atestigua y puede comprobar lo que dice, a tomar tus propias decisiones y a aprender a dudar. Porque todo este conocimiento hace que tu concepto de verdad, después de aprender a dudar, no sea un punto de partida, sino un punto de llegada. Porque la verdad es un punto de llegada. Yo aprendí mucho de la labor periodística de Albert Camus, el gran escritor francés. Dirigió Combat y él decía: «Yo no puedo comprometerme a decir la verdad, puedo comprometerme a no mentir». Porque, claro, quien se cree que está en posesión de la única verdad es el dogmático. Los que nos hemos formado en el conocimiento, en la duda, en buscar las cosas, podemos decir «es que es nuestra conclusión», «honestamente, yo creo o defiendo esto», pero no es ningún dogma. A lo mejor hay otro que tiene más razón que yo. Y no es lo mismo creerse en posesión de la verdad que comprometerte a no mentir. Creo que la poesía es eso, el compromiso a no mentir, a analizar lo que ocurre en tu interior y en tu relación con el mundo, a pensar las cosas antes de decir lo que piensas. El poeta que está un día entero en buscar una palabra que no le sale para mí representa al ser humano que quiere hacerse dueño de sus propias opiniones y no quiere defender dogmas sino eso, opiniones y el pacto es no mentir. —ECP: Para finalizar, ¿en qué situación se encuentra ahora el Instituto Cervantes? —LGM: Siempre me gusta decir que el Instituto Cervantes tiene motivos para estar orgulloso de nuestras culturas y de nuestras lenguas, pero no tiene que ser complaciente. El Instituto Cervantes nace con la democracia. Eso significa que defiende el español como una lengua importantísima. Es la segunda lengua del mundo en hablantes nativos después del chino mandarín. Si sumamos los hablantes nativos con los que han aprendido español, formamos ya una comunidad de 600 millones de hablantes. Nació con la democracia para poder desarrollarse, porque hacían falta dos cosas: la primera, saber que cualquier idea imperialista no tiene sentido ninguno, porque somos el 8% de los hablantes, hay que hacer un frente común con los mexicanos, colombianos, hispanos en Norteamérica, etc; por otra parte, España es un país que tiene la suerte de ser diverso y tenemos algunas lenguas riquísimas culturalmente como el catalán, el gallego o el euskera. El Instituto Cervantes trabaja por divulgar la cultura española y la cultura en español. En eso, colabora con los países latinoamericanos y hay motivos para estar orgullosos, pero ya te digo, como segunda lengua estudiada en la Comunidad Europea, la mayoría de los países europeos ya tienen el español como segunda lengua después de su lengua materna. Pero no seamos autocomplacientes, porque hasta ahora hemos subido tanto porque la demografía hispanoamericana ha sido muy fuerte, podemos suponer como el 7% de la población mundial. Lo que ocurre es que ahora, la demografía hispanoamericana se va a detener y lo que se va a multiplicar es la demografía en el África subsahariana. En ese sentido, el español puede perder posiciones. Para no perderlo, no sólo hay que pensar en el número de hablantes, sino en el prestigio de la lengua. Nuestro compromiso es, ahora, no hacer del español la lengua de Cervantes o de Santa Teresa de Jesús, sino también una lengua que tenga mucho futuro en la ciencia y en la tecnología. Y tenemos que apostar porque haya ciencia en español. No sólo comunicación de la ciencia en español, sino investigación de la ciencia en español. Estamos trabajando para que el español ocupe un lugar más fuerte en todo el desarrollo tecnológico, las bases de datos, la inteligencia artificial y las plataformas. ÁLVARO SALVADOR —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Aun en Un cielo sin salida hay un espacio para el arte, la literatura, la poesía y su época de juventud. ¿Qué le diría a aquel joven, que en los años 80 firmó el manifiesto de La Otra Sentimentalidad? —ÁLVARO SALVADOR: Le diría que lo volviera a hacer igual que lo hizo, más o menos. ¿Sabes? La transcendencia que podía tener o no tener, no lo sabíamos, pero sí teníamos mucha ilusión, trabajábamos muy a gusto, nos divertíamos mucho. Creo que estuvo todo bien hecho, al margen de las trayectorias posteriores de cada uno. —ECP: A lo largo de su trayectoria y del paso del tiempo, ¿cómo ha ido celebrando ese primer inicio, cómo ha ido creciendo y cómo evalúa su trayectoria después de La Otra Sentimentalidad? —AS: Lógicamente, cuando eres muy joven... Aunque yo ya tenía una cierta trayectoria poética cuando empezamos con La Otra Sentimentalidad. Lo que pasa es que aún no había encontrado mi voz todavía. Eran todo como tanteos lingüísticos y ahí ya es cuando encuentro mi tono, mi voz... Pero, claro, luego lo que ocurre también es que te vas dando cuenta de las limitaciones, de las contradicciones y entonces, bueno, pues eso se va reflejando también en la poesía. Tanto desde un punto de vista teórico como desde un punto de vista vital. Es decir, tu propia experiencia de la vida y de las cosas. Por ejemplo, hay dos libros míos que se pueden considerar totalmente “sentimentales”, El agua de noviembre y La condición del personaje. Bueno y también Tristia, con Luis. Esos tres libros están como muy inmersos en esa nueva estética que queríamos hacer. Pero a partir de Ahora todavía, hago una especie de recapitulación y de decir, “bueno, en qué creo que nos hemos equivocado o en qué creo que nos hemos desviado”. Ahí reflexiono incluso sobre el mismo discurso poético. Hay un poema en el que digo: «hasta qué punto sirve el crear mentiras», ¿no? A lo mejor lo hace uno por su propio beneficio. Mis últimos libros han procurado tener un punto de vista más personal, más diferenciado de alguna manera. —ECP: También fue como un punto de inflexión el poder encontrar su voz. ¿Cómo fue ese momento? —AS: Me costó mucho trabajo, ¿eh? Esos libros de la sentimentalidad salieron bien y tal. Estaba pasando también un cambio vital en esos años. En fin, no surgieron con mucha dificultad. Luego, cuando me paré a reflexionar sobre ello, ahí tardé mucho en publicar el siguiente libro, casi diez años. Casi es nada. Del 92 al 2001. Y, bueno, en esos años estuve escribiendo ese libro y ahí ya toda la disolución que se hizo de lo nuestro en la poesía de la experiencia, donde nos incluyeron también, incluso yo aparezco en algunas antologías y tal. No me acaba de convencer del todo. En ese libro, Ahora todavía, reflexiono sobre todo eso. —ECP: ¿Cómo fueron esos diez años sin publicar? Hay una tendencia en el mundo de la escritura que dice que cuando no se escribe es como si se estuviese escribiendo dentro de uno. —AS: Bueno, yo estaba escribiendo, lo que no estaba haciendo era publicar. Es decir, todo lo que va en Ahora todavía, del 2001, los estuve elaborando en esos años. Lo que ocurre que más despacio. También me sirvió para hacer una recapitulación, también física. Porque publiqué la primera antología amplia de mi poesía, que publicó Pre-Textos en el 96, Suena una música. Un poco, en todos los sentidos, era una especie de recapitulación de inventario, de reflexión y de ir viendo lo que iba a salir a continuación. —ECP: Es su primera vez en este encuentro. ¿Qué le pareció conocer la noticia de que se iba a celebrar un homenaje a esa generación de autores y concretamente, a usted? —AS: Me gustó mucho y estoy muy agradecido, tanto a Guillermo Busutil, que es un amigo de hace mucho tiempo, y por supuesto al Ayuntamiento, a Antonio Roa y a los organizadores. Porque es un detalle que han tenido con nosotros muy importante. En Granada hemos hecho varios actos a lo largo del año: mesas redondas, recitales, un ciclo en septiembre, pero que lo hagan fuera satisface mucho, ¿no? Ha sido el único sitio, junto con León, precisamente, en donde ha habido un acto de homenaje así. —ECP: ¿Qué le ha ofrecido a usted la poesía a lo largo de su vida y qué ha ofrecido usted a la poesía? —AS: A mí, todo. Porque yo me hice profesor, y además, de universidad, donde había más tiempo. Sí, porque tuve un primer año de instituto y dije, aquí no me dejan escribir. [Reímos] Luego me ha gustado mucho dar clase, me he identificado mucho y, de hecho, ahora que he dejado de darlas, las echo de menos. Sobre todo el contacto con los alumnos. Pero yo lo que quería era escribir. Al principio no sabía, me gustaba la poesía, en mi casa mi padre escribía en plan amateur, pero me habían aficionado a la poesía desde pequeño. Pero, bueno, yo no sabía si luego iba a hacer novela o teatro también, que he hecho mis pinitos en los dos géneros. Pero lo que me sale mejor es la poesía y he seguido por ahí. Entonces, bueno, la poesía me ha dado mucho. No sé cómo decirte. Escribir tiene algo de terapia, entonces, psicológicamente ayuda mucho y la poesía al ser tan intensa, uno se va volcando. Porque lo otro es como más trabajo, los poemas son como obsesiones, más fuertes, más breves, más intensas. A mí me ha servido mucho. Y bueno, yo a la poesía... Yo qué sé... Creo que, como decía Borges, el granito de arena por lo menos lo he aportado. Ya, después del siglo XX, con todos estos genios que ha habido, no puede uno aspirar a más de aportar un granito. —ECP: ¿Para usted qué es lo que distingue a un poeta? —AS: Se ha discutido mucho si se nace o si uno se hace. Yo creo que las dos cosas para llegar a tener una voz importante y reconocible. Hay un talento natural, es el mismo talento que tiene una persona para pintar. ¿Quién explica eso? ¿Quién explica que un niño de cinco años pinte un caballo sin estar viendo el caballo? Eso nadie lo explica, es un talento natural. Creo que para escribir también tiene que haber una predisposición. Ahora, eso se tiene que educar. No diría sólo el poeta, hay mucha mitificación con el poeta y mistificación con el poeta (el personaje). Yo diría, más bien, el escritor. El escritor creo que es una persona muy observadora, el escritor en general. Observar a los demás, cómo se comporta la gente o, bueno, el paisaje o la naturaleza. A veces nos damos cuenta de cosas que la gente “normal”, por decirlo de alguna manera, no se da cuenta. No tiene que ver en que seas mejor ni peor, sino que tienes una habilidad y una sensibilidad. Y saber luego educarla. Es muy importante luego educarla, es decir, leer mucho y aprender todo lo que puedas, de toda la tradición que hay. Y, por supuesto, tener muy claro que quieres hacer eso. Porque hay personas que han estado durante un tiempo y luego no les ha apetecido seguir, aunque lo hacían bien. Tener esa vocación, en el sentido general, como el que le gusta arreglar coches y lo hace muy bien, con mucha habilidad. —ECP: A raíz de su mención a la lectura, ¿qué lecturas serían, para usted, imprescindibles? —AS: Muchísimas lecturas. Los clásicos desde Homero, los grandes poetas del Siglo de Oro y, por supuesto, los poetas contemporáneos que están más cerca de nuestra sensibilidad. Hay poetas que son muy buenos para leerlos, pero no enseñan tanto. Y hay otros, puede parecer que su temática y esto nos gusta menos o están menos cerca, pero nos enseñan mucho. Por ejemplo, entre los contemporáneos uno de los poetas que más enseña es Juan Ramón Jiménez, aunque algunas veces lo que dice no está muy cerca. Pero para saber cómo se hace un poema, cómo se construye... Otro poema contemporáneo que enseña muchísimo y, además, tienes la ventaja de que sí está cerca, es Jaime Gil de Biedma. Porque tiene una concepción del poema como una estructura, con sus partes, en plan arquitectónico, y eso lo estudias, te das cuenta de cómo realmente se construye un poema y cómo hay que hacerlo. Que no tiene por qué ser con estrofas clásicas, tú mismo te puedes inventar las estrofas. Pero darle esa estructuración para que el poema funcione, es decir, es muy importante que el poema tenga una música, una musicalidad propia que se consigue a través del metro, de cadencia, de las estrofas, de las palabras que se eligen... Por eso es muy bueno leer para tener un buen vocabulario, un vocabulario suficiente. Si te digo los míos, mis poetas favoritos han sido Rubén Darío, primero, un poeta fantástico, riquísimo, aunque parezca lejano. Y luego, los grandes poetas desde Gustavo Adolfo Bécquer hasta Federico García Lorca, Antonio Machado, los clásicos, Garcilaso, Lope de Vega... Lope de Vega es conocido como dramaturgo, pero como poeta es fantástico, un poeta muy sencillo que maneja muy bien el lenguaje. Los contemporáneos Cernuda, Lorca... Los grandes son los que te enseñan siempre más. ALFONSO SALAZAR —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Alfonso, ¿qué te ha enseñado la cultura, tanto en su ámbito literario como en sus exposiciones plásticas? —ALFONSO SALAZAR: ¿La cultura en general? Profesionalmente, soy gestor cultural, entonces, me dedico a eso y siempre mi carrera está enfocada por mi inquietud artística, cultural, literaria. De hecho, ahora estaba hablando con mi amigo Tato Rébora. Yo empecé muy jovencito a trabajar en un bar, pero era un bar que se dedicaba a la cultura. Entonces, a través de eso, por lo que yo me relaciono, mi formación, soy antropólogo cultural, por lo cual no me puedo quitar de ese campo de ninguna de las maneras. Estoy en una relación continua. —ECP: Con nuestro título de este X Encuentro de la Asociación Cultural “Poética”, La cultura, la otra sentimentalidad, me hago eco de ello y te pregunto por qué la cultura sería la otra sentimentalidad. —AS: Creo que el ser humano es lo que es por la cultura. Es el elemento civilizatorio del ser humano. No se puede separar una cosa de la otra. Es cierto, que hay, digamos, un camuflaje cultural que se intenta, sobre todo, a través del mercado, a través de todo el intercambio de mercancías y convertir a la cultura en una mercancía. Posiblemente perdamos patrimonios, que es lo que nos está sucediendo, si se entra en ese campo. Posiblemente lleguemos a la confusión de las culturas y el ocio y el espectáculo. No son términos equivalentes, pero es inevitable que toda actividad artística tiene una relación íntima con la cultura. Es que para mí la cultura es todo aquello que no termina siendo naturaleza, ¿no? Es el rasgo civilizatorio. —ECP: ¿Tu escritura surge de la historia y de la actualidad o es un síntoma de ellas dos? —AS: Bueno, yo soy muy variado a la hora de escribir. Lo próximo que voy a publicar es una serie de micro-ensayos sobre tango, bolero y copla. Pero lo mismo publico libros de poemas que una novela, que un libro de relatos, es decir, soy muy inquieto en los géneros. Pero sí, me interesa mucho todo lo que tiene que ver sobre los condicionamientos sociales. De todas formas, cada género va buscando, va reclamando la historia que contar, cada historia demanda su género. —ECP: Y con tu formación antropológica, ¿cómo analizas la realidad? —AS: Me interesa mucho. La antropología me abrió la cabeza de alguna manera. A entender muchas cosas, a comprender mucho lo ajeno, lo que es distinto a uno mismo e incluso a verse uno mismo con ciertas extrañezas. Para mí ha sido un motor fundamental a la hora de afrontar determinados tipos de textos. No, todos. Cuando escribo novelas no entran esos campos, pero, por ejemplo, las últimas novelas que he escrito sí creo que se podrían relacionar con esa visión antropológica. En la poesía, también, voy por ese camino de una comprensión del género humano. Aunque suene un poco pretencioso. [Risas] —ECP: Con tu formación, tu trayectoria como gestor cultural, en tu opinión, ¿qué necesita, a día de hoy, el mundo cultural? —AS: Esto es un tema que hemos hablado mucho. Llevo aproximadamente 35 años en el mundo de la gestión y aquí lo que hace falta es tomar decisiones, y decisiones responsables acerca de la protección de un mundo que va a desaparecer. Es mi sensación. Se van, digamos, dejando en manos del mercado. Muchas veces comparo la cultura con la existencia de la sombra en los parques y me explico, nadie cuestiona el valor ecológico de una sombra en un parque, porque las sombras y los árboles son necesarios. La cultura le pasa igual y no hay vuelta de hoja. Hay cosas que están a punto de desaparecer y que, si no se las protege, y proteger es poner los medios y los recursos para que eso pueda mantenerse, porque sí, esa es la cuestión. Creo que hay campos como la educación, la cultura o la salud donde no hay que pararse a mirar cuánto cuesta o deja de costar. La cultura convive, actualmente, con una serie, podríamos decir, invasora, en comparación con la biología, que es todo lo que está surgiendo a través de redes sociales, de televisión, etcétera, que parecen cultura y no lo son. Salvando las distancias, un cantante de éxito no está haciendo cultura, en el sentido de que la cultura es aquello que nos mejora como seres humanos. Entonces, un cantante de éxito lo que está haciendo es música, vale, nos entretiene, pero no tiene por qué mejorarnos como seres humanos. Creo que esa es la gran decisión que hay que tomar, lo que pasa es que es una decisión compleja, porque ¿quién pone la línea de qué es cultura y qué no lo es? Podría ser simplemente espectáculo, y oye, es muy sano y tiene que existir igual que tiene que existir el fútbol, vale, pero, el fútbol no lo podemos entender como cultura. —ECP: Esto me lleva a esta pregunta: ¿hay buenos ingredientes en escritores y poetas de nuevas generaciones? —AS: Sí, lo que pasa —y esto no es nuevo— es que siempre ha habido una literatura que sirve para entretenerse. Yo la cultivo, no sólo la consumo. También puedo cultivarla. Pero está cada vez como más extendida. Esto lo estamos viendo en ciertas concesiones de premios etcétera. Que muchas veces, lo que importa más no es la obra, puede importar más el autor o a qué se dedica el autor. Si te fijas, hay muchos libros donde en las portadas estamos viendo las caras de los autores. Eso es una cosa incomprensible. —ECP: O los premios que te piden una foto. —AS: Eso de que los autores estén en las portadas de los libros está más en el campo de la revista. Hay veces en las que entras a una librería y en sucede —no en las más pequeñas que son las más cuidadas, en librerías más grandes— que te da la sensación de que estás en un kiosco. Con lo cual no digo que los kioscos no tengan que existir, tienen que existir, pero se está llegando como a una kiosquización de la literatura. No sé cómo decirlo. Insisto, es necesario, pero se está perdiendo. Ahora, en los autores jóvenes siempre habrá muy buenos autores, autores que tengan una intención, que vayan a una búsqueda. Y siempre habrá autores que hacen algo muy legítimo, que es intentar escribir para conseguir vender el mayor número de libros. Que, realmente, eso no es decisión de los autores, sino que eso es decisión de las grandes editoriales. Que, por cierto, las grandes editoriales son dueñas de las grandes distribuidoras, dueñas de las librerías e incluso de medios de comunicación. —ECP: ¿Qué le ha regalado su co-dirección de la Escuela de Escritura de Granada? —AS: Una continua satisfacción. En mis primeras clases siempre les digo a mis alumnos que en una escuela no se aprende a escribir. Es decir, soy muy claro, se aprende a escribir leyendo y escribiendo. Pero tengo muchos alumnos con los que llevo años trabajando. Creo que vienen porque se sienten como el que va a un gimnasio, pero va a ejercitar otro músculo, que es el músculo de la imaginación y el músculo de la creatividad. Porque yo enseñar-enseñar no puedo enseñar mucho, lo único que hago es buscarles un microclima en el cual podamos estar a gusto creando y compartiendo. En la escuela intento plantear cosas desde el punto de vista de compartir el trabajo, de una idea más de taller donde experimentar. Como una zona segura, un laboratorio de palabras, ¿no? Sí, exactamente, donde los friquis nos encontramos... Reímos y estamos juntos y hacemos cosas que nos gustan, nos leemos los unos a los otros, nos corregimos los unos a los otros. Porque para mí la escritura no tiene sentido sin la lectura. ¿Y qué sentido tiene que yo escriba si nadie me lee? Ninguno. ÁNGELES MORA —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Ángeles, echando la vista atrás, ¿cómo crees que ha crecido este X Encuentro de la Asociación Cultural “Poética” en Puente Genil? —ÁNGELES MORA: La verdad es que la impresión que tengo es que está creciendo muchísimo y que es un encuentro muy interesante y muy atractivo. He estado aquí otra vez y ahora espero disfrutar tanto como la última vez. Es un gran encuentro. —ECP: ¿Cuáles son ahora mismo sus “obligaciones literarias”? —AM: “Obligaciones” tengo muchas. Porque tengo viajes, lecturas de poemas fuera y cosas de este tipo. Pero la obligación de verdad que yo tengo es una poesía completa que quiero preparar. —ECP: ¿Estás trabajando en ella? —AM: Estoy trabajando en ella, pero menos de lo que quisiera, porque me están entreteniendo con muchos eventos. —ECP: Eso también es buena señal. Además, quizás surjan nuevos poemas de ahí. —AM: A veces surgen. —ECP: A lo largo de tu carrera has recibido numerosos reconocimientos y premios. ¿A cuál guardas un especial cariño? —AM: Especial cariño le tengo al Premio Nacional de Poesía y al Premio Nacional de la Crítica. Y ahora, justo ayer, recibí el Premio de la Crítica Andaluza, que también me parece un buen reconocimiento. —ECP: Me alegré mucho al enterarme y sobre todo porque lo iba a poder celebrar contigo... ¿Qué le dirías a esa joven que se adentraba en el mundo de la poesía allá en tiempo atrás? —AM: Le diría lo que he dicho ayer. Pensaba que los poetas eran seres de otro planeta. [Reímos] Ahora, ya, pienso que somos tan terrenales como cualquiera. Después de vivir tanto tiempo la poesía, a esa conclusión he llegado. —ECP: Entonces, ¿qué distingue a un poeta de alguien que no lo sea? —AM: Aparentemente, nada. Lo que los distingue es su manera de pensar, de escribir y muchas veces, de vivir. También, hay muchos tipos de poetas, algunos que son más escondidos, algunos se posicionan más que otros, unos que también son más estéticos y van siempre de una manera “muy de poeta”. Yo soy una persona sencilla, lo que pasa que la poesía me encanta y, además, realmente, creo que la poesía me ha hecho ser como soy. Porque la poesía para mí ha sido una manera de pensar la vida, de pensarme a mí misma. Entonces, la considero como la que ha construido mi personalidad. —ECP: ¿Qué sientes al compartir escenario con tu propia hija? —AM: Este tipo de actos lo hemos hecho varias veces, pero es una sensación maravillosa para mí. Me emociona mucho verla cantando. Recuerdo cuando era pequeñilla, que siempre le gustó cantar. No sabía ni hablar, casi. Y entonces, ya me dijeron, cuando estaba en clase de música, que tenía un oído especial que tenía que dedicarse a la música. Ser cantante o tocar el piano o lo que sea. No es algo a lo que yo la tuve que obligar porque es su pasión. Y en este acto que compartimos, en el Encuentro, me encuentro muy feliz, la verdad. Lo que te puedo decir es que me encanta. Me encanta hacer el encuentro con ella y que estemos en el mismo escenario. Es una emoción muy singular. —ECP: Antes hemos hablado de que la poesía, de alguna forma, se ha trasladado día a día a tu vida. ¿Cuál sería la cotidianidad de una mujer que escribe y que una clara posición, tanto poética como política, de pensamiento...? —AM: Yo quiero vivir todo eso de la manera más natural posible. Soy una persona que está en su casa, haciendo las cosas que tiene que hacer y tengo mis momentos en que escribo. Sobre todo, me dedico a escribir y a pensar, pero también hago las cosas de la casa, cuando tengo que hacerlas, la comida y todas estas historias. Una cotidianidad normal, ¿no? Sí, muchas veces se me ocurren poemas cuando estoy fregando los platos. —ECP: No es caso único, ya ocurría con grandes poetas españolas, además. —AM: Claro, una tiene ideas y normalmente, en esos casos, paro y escribo la idea para que no se me olvide. Pero, a veces, cuando haces una labor rutinaria puedes pensar. Mientras estoy fregando los platos, tengo la cabeza en mis cosas. Entonces, surgen poemas, en cualquier sitio. Escribí un poema, en mi cabeza, en la parada del autobús. Normalmente, se te olvidan los que escribes así, ¿no? Pero aquel no, porque era una idea muy singular. Y no se me olvidó. Cuando llegué a mi casa enseguida lo escribí, claro, para no olvidarlo. —ECP: Me has adelantado que la poesía es algo que te ha transformado. ¿Pero has transformado la poesía? —AM: Eso es mucho decir. Yo he transformado mi poesía. Empecé a escribir de la manera en la que se suele comenzar a escribir, regular. Como son todos los comienzos. Quería imitar a mis poetas preferidos, pero no me salía y poco a poco fui adquiriendo mi personalidad, escribiendo y ¿qué me has preguntado? Que si has transformado la poesía. No soy tan pretenciosa como para decir que mi poesía ha transformado la poesía. Mi poesía es una aportación más a la poesía. —ECP: Te hago la pregunta que suele hacerse por excelencia a poetas. ¿Qué es para ti la poesía? —AM: Para mí, la poesía no es sólo la emoción, es una emoción especial. Pero como te he dicho antes, es una manera de pensar la vida y de pensarme a mí misma. Entonces, poéticamente, el poema te hace meditar, te lleva por sus caminos. Tú cuando escribes un poema tienes una idea, pero no sabes a dónde va a llegar. Muchas veces he dicho que el poeta es como un explorador, que entra en la selva y va abriéndose camino. Nosotros, en vez de con una hoz o algo así, con el cuchillo de la palabra. Cada verso te va diciendo una cosa y el poema te lleva a donde quiere. Y luego dices, esto era lo que tenía dentro de mí, a lo mejor. O no lo tenía, pero he ido abriendo el camino. El poema te hace vivirte la vida. CRISTINA MORA —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Es tu primera vez en un Encuentro de Poesía, Plástica y Música de Puente Genil. ¿Cómo lo has conocido a sus diez años de celebración? —CRISTINA MORA: Antonio Roa me escribió hace unos años para ver si podía participar en él con mi música, pero no llegué a ir. Él había visto alguno de mis proyectos en redes y le había llamado la atención. Imagino que, entre otras cosas, por su relación con la poesía. Esta relación música-poesía es algo que llevo haciendo desde el principio de mi carrera como compositora de canciones. Así que, finalmente, la primavera pasada me volvió a escribir con una propuesta muy concreta: la musicalización de poemas de La Otra Sentimentalidad. No pude negarme por dos razones: en primer lugar, porque me parecía un reto muy interesante, y confieso que ya había pensado en ello —aunque nunca lo había llevado a cabo—; en segundo lugar, por mi cercanía personal con este movimiento. —ECP: ¿Qué te ha parecido este homenaje sobre La Otra Sentimentalidad? —CM: Maravilloso. Lo he disfrutado mucho, y me ha encantado poner mi granito de arena en él, porque es un movimiento que me hace revivir mi infancia y mis primeras relaciones con el arte. —ECP: Dentro de los homenajeados, se encontraba tu madre, Ángeles Mora. ¿Puedes describir la sensación de coincidir con ella en un evento tan especial? —CM: He tenido la suerte de compartir escenario con ella en diversas ocasiones y es algo que me produce mucha satisfacción. ¡Es una experiencia que quiero recordar siempre! Además, muchas veces no puedo estar presente en los homenajes o entregas de premios que le hacen, por mis propios compromisos profesionales —no es fácil compaginar todo—. Así que poder estar en este homenaje lo siento como un regalo. —ECP: Has musicalizado, especialmente, poemas para esta ocasión. ¿Cómo fue la experiencia y compartirlo con algunos de los autores de los mismos? —CM: Diferente, entrañable y emotiva. Todos los autores de La Otra Sentimentalidad han influido mucho en mí y en otros artistas posteriores, así que lo siento como un honor, y a la vez como un reto. ¡Poner música a algunos poemas no es tan sencillo! Pero me gusta el camino que he encontrado y estoy deseando grabarlos para que se puedan escuchar en plataformas musicales o en cd. Además, es bonito reconocer como es debido la inspiración que su poesía ha supuesto en mi carrera. En este caso, quise ser muy consciente de ello, y disfrutar y valorar en todo momento esta oportunidad de compartir con los autores. —ECP: Tu voz no estaba en el mejor momento, después de sufrir un malestar en la garganta. —CM: ¡A veces pasa! Ha sido un otoño en el que los virus han campado a sus anchas —al menos en Madrid, que es la comunidad donde vivo— y me afectó uno: días antes del concierto me quedé totalmente sin voz. El problema con la voz es que no somos máquinas, y no sólo estamos expuestos a las lesiones por mal uso, sino que pueden ser por cansancio, estrés, virus... Es un tema complejo, pero gracias a ejercicios de voz que practico de unos años a acá, me pude recuperar al 70%. Si me llega a pillar 7 años antes, hubiese tenido que suspender y me hubiese dado mucha pena no poder mostrar el trabajo de meses. —ECP: En tu opinión, ¿cuál es la relación en la poesía y la música? —CM: Para mí son una sola cosa, están tan relacionadas que creo que somos muchos los que sentimos que la poesía es música y la música es poesía. Ambas, aunque se expresen a través de canales diferentes, son un refugio para el ser humano. A la vista está lo que sucedió durante el confinamiento, cuando todo el mundo estaba sufriendo tanto: la música y la poesía fueron el soporte de muchas personas. —ECP: A lo largo de tu trayectoria has vivido muchas experiencias gratificantes y eventos importantes. ¿Cuál guardas con un gran recuerdo? —CM: No te creas que es fácil decidir cuál, porque hay más de un recuerdo que guardo con mucho cariño. Uno de los más especiales es el viaje a China, a la Semana Internacional de poesía Ruta de la Seda de Xichang. Fui de acompañante de mi madre y conocimos poetas de diversas partes del mundo, así como poetas chinos. Nos divertimos mucho y conocimos algunos lugares muy bonitos, vimos algunas representaciones de expresiones artísticas milenarias que China está tratando de recuperar y poner en valor. Algo que me llamó mucho la atención fue cómo los poetas asistentes fueron considerados como estrellas del rock: en Occidente, y especialmente España, la cultura que no es de entretenimiento tiene dificultades para salir adelante. En definitiva, que nos trataron muy bien y el poeta Jidi Majia, que es una eminencia en China, fue un anfitrión muy acogedor, así como el resto de la organización. ¡Volvería sin dudarlo! —ECP: De tus proyectos, ¿cuál es el que se ha convertido en un punto y aparte en tu carrera? —CM: Quizá el punto y aparte más claro está entre el primero y el segundo: creo que me aventuré con mi primer disco, Bajo la piel, demasiado pronto (2007) y tengo la sensación de que tenía que haber esperado un poco más. Mi hija era muy pequeña y cada movimiento costó mucho esfuerzo: a Bajo la piel le hubiese venido bien que yo hubiese tenido un poco más de tiempo disponible, o más ayuda profesional. Respecto a los demás, creo que hay cierta continuidad en ellos, aunque ¡cada disco es tan diferente al anterior! Eso me gusta, que cada trabajo refleje tu momento artístico y vital, y no sea un calco del anterior, estilísticamente hablando. El problema con esto es que los amantes de las etiquetas no saben cómo clasificarlos, los proyectos que fusionan estilos o crossover sufren mucho con estas cuestiones. —ECP: Si puedes hablar de ello, ¿en qué estás trabajando ahora? —CM: Siempre tengo ideas nuevas en la cabeza, pero no todas se llegan a materializar, porque son costosas y porque necesitan mucha dedicación y tiempo, así que de esas no suelo hablar. Sí puedo hablar de los dos proyectos que han sido presentados este otoño y que me gustaría grabar: la musicalización de los poemas de La Otra Sentimentalidad y un proyecto a dúo con Moisés P. Sánchez que hemos presentado en Banyoles a finales del mes de septiembre. En él planteamos nuestra propia visión de lo que es un cancionero: canciones populares que todos conocemos y otras canciones pop que forman parte de nuestra educación sentimental. —ECP: ¿Cuál sería tu consejo a la Cristina Mora que inició su carrera profesional hace ya más de diez años? —CM: En el terreno profesional el consejo sería este: haz lo que amas y ama lo que haces. El camino no es fácil cuando lo que buscas es expresar tu propia personalidad. Es curioso, porque aunque ésta se va construyendo a partir de las influencias de otros artistas, tienes que buscar tu propia manera de expresarte, y no dedicarte a repetir la de otros. Ese camino no siempre es recompensado con el entendimiento del público o de los críticos musicales, que muchas veces esperan que se repitan las mismas fórmulas musicales que les han funcionado a otros artistas, sin darse cuenta de que es bueno que cada artista tenga su propia personalidad. En el terreno personal le diría: cuídate mucho de los lobos con piel de cordero. Pero este es un consejo complicado, porque hay personas que ocultan muy bien su falta de empatía y/o psicopatía. CONCHA GARCÍA —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cuál sería tu evaluación, como presidenta, del V Premio Internacional de Poesía Juan Rejano de Puente Genil? —CONCHA GARCÍA: Positiva. Ha habido una buena pre-selección y al final el poemario elegido nos pareció el mejor a todos los miembros del jurado. —ECP: A lo largo de tu trayectoria has ejercido como jurado en algunos premios importantes más. ¿Qué distingue, si hubiese algo, a este en concreto? —CG: Más o menos todos son iguales. Hay siempre una gran participación desde que también pueden presentarse los poemarios de manera electrónica. Pienso que sería mejor una participación menos popular, porque el trabajo de quienes preseleccionan es muy importante y requiere mucho tiempo. El premio Juan Rejano da visibilidad al nombre del poeta y a la ciudad donde nació, Puente Genil. —ECP: ¿Cómo se ve el entramado de un premio poético por dentro, desde las entrañas? —CG: Creo que la gente se presenta porque necesita publicar, ya que el acceso a la edición es difícil. No es fácil ponerse de acuerdo en general, aunque hay algunos libros que no han necesitado pasar a la segunda o tercera vuelta, como el último que ha ganado de Elías Gorostiaga, Las provincias de Benet o vivir en un Chagall. —ECP: ¿Cómo consideras que han crecido estos encuentros multidisciplinares de la Asociación Cultural Poética en Puente Genil? —CG: Los encuentros necesarios y positivos, por lo que he dicho antes, visibilizan la ciudad y a su poeta y se amplía el capital cultural de la misma. —ECP: ¿Qué es lo que tiene que tener un buen libro de poesía? —CG: Buena poesía. —ECP: En el panorama literario actual, ¿es más valioso firmar con un nombre conocido y reconocido o lo que se ofrece en la obra? —CG: No tengo ni idea. Sólo sé que se escribe mucho y se lee poco. A la vista están los resultados de ventas de las editoriales pequeñas de poesía. —ECP: Ha habido una alta participación de obras presentadas. ¿Crees que en el futuro también incurrirán obras generadas mediante inteligencia artificial? —CG: Ni idea. Espero que no. —ECP: Coordinas la colección “La hora de la estrella” en la editorial cordobesa Cántico. Además de tu reciente recopilación antológica de Juana Castro, ¿en qué proyectos estás trabajando? —CG: En “La hora de la estrella” me interesa rescatar poemarios y textos en general sobre mujeres o que el tema sea un estudio sobre alguna mujer creadora. Me interesa mucho lo que se hace en Sudamérica. Hemos publicado a la uruguaya Selva Casal, a la argentina Bárbara Belloc, y pronto se publicará un poemario nuevo de Cecilia Silveira, uruguaya residente en Córdoba. La colección también edita libros que no son de poesía, como el de la catalana Núria Busquets, con su novela Zona Cero, traducida por Mireia Vidal-Conte; o el ensayo sobre música improvisada de Chefa Alonso. Acepto rarezas y poesía que, sobre todo, no esté de moda, porque la moda siempre es pasajera. Para el año que viene tengo pensado editar los ensayos sobre poesía y pensamiento poético de Rosa Lentini y un poemario de María José Aldunate, que vive en Barcelona pero es de origen argentino. El poemario de Marisa Calero ha sido una sorpresa muy grata; ella misma, catedrática de Lingüística, nos ha asombrado por su calidad ética, así como la otra joya de la colección, que ha sido En el brocal del tiempo, la antología poética de Juana Castro. ELÍAS GOROSTIAGA —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cómo te está resultando el X Encuentro de la Asociación Cultural “Poética” hasta ahora? —ELÍAS GOROSTIAGA: El Encuentro es maravilloso. Estoy encantado por la amabilidad, por la zona. Ahora, lo que echo de menos es conocer un poco el pueblo. [Risas]. Los actos son unos detrás de otro y ocupan todo el tiempo. Yo es que soy muy de los paisajes. Me encanta ver paisajes nuevos, que no son ni de mi tierra ni del lugar en el que vivo. Y después, la amabilidad y la educación de la gente... Estoy encantado. —ECP: ¿Será inspirador este encuentro? —EG: Seguro que sí, porque tarde o temprano, cuando te pones a escribir, como es algo mágico, no sabes de dónde viene. Y de aquí algo saldrá, seguro. —ECP: Elías Gorostiaga... ¿Por qué ese pseudónimo? —EG: Bueno, es todo una farsa, porque yo soy de León y no vivo en León, no soy catalán y vivo en L’Hospitalet de Llobregat y no soy vasco y firmo con un apellido vasco. Es de un bisabuelo, que, con su hermano, se fueron, a finales del 19 en esa zona, siguiendo el tren, hasta Ponferrada. Al final conocieron a dos hermanas y cada uno se casó con una. Entonces, eran dos hermanos casados con dos hermanas. Y asentaron uno en Cubillas de Rueda y otros en Valencia de Don Juan. De ahí viene la descendencia Gorostiaga de toda esa zona. No sabemos, ni nadie lo sabe, por qué dejaron el País Vasco. Porque del País Vasco ningún vasco se va, a no ser que sea por temas económicos o por temas políticos. Entendemos que era por buscarse la vida, por algún tipo de mejora. Desde entonces, utilizo ese apodo, Gorostiaga. —ECP: Las provincias de Benet o vivir en un Chagall. Te confieso que me encantaría vivir en un Chagall. ¿Cómo se consigue eso? —EG: Pues se consigue siendo un hombre del mundo. Además, Blanca Andreu escribió De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, es un título que le prestó un amigo. Es decir, que ella misma había tirado ese poemario a la basura, el amigo lo rescató, le puso título, lo envió a un premio y lo ganó con 20 años. Entonces, yo ahí, lo que quería era juntar a Benet con Blanca Andreu, que es la segunda esposa de Benet. Y mezclar títulos de la obra de uno y de la obra de otro. Al final, ha salido esto, que es un título largo. Sé que los títulos largos cuando se aprenden la gente los repite mucho. [Reímos] Pero hasta que no se lo aprende... Entre Benet, Chagall y no sé qué, bueno, al final a ver si esto termina calando en la gente que lee poesía. —ECP: ¿Qué ofreces en tu poemario? —EG: Es como si fueran dos poemarios, son dos partes distintas, aunque las dos tengan cosas de Benet. La primera sería una poesía más literaria y la segunda poemas cortos de 3 o 4 versos, mientras que los primeros son muchos más largos y cuentan una historia. Es, también, un libro de paisajes. Todo lo que escribo son libros de paisajes. Paisajes y un poco de desencanto y un poco de amor y un poco de desamor, eso es Juan Benet. Y la inspiración es Benet. Era un tío con mucha personalidad, con mucha formación, tanto como ingeniero y escritor. Fue un poco renovador de lo que se escribía en los años 60, 70 y 80, que es cuando él despunta. —ECP: La pregunta típica-tópica. ¿Qué es para ti la poesía?
—EG: Estados de ánimo. La poesía es una forma de curar el alma. Cuando ves a gente que se ha suicidado y que no han conseguido matarse, ves gente devastada. Creo que la forma de curar a toda esta gente devastada es a través de la poesía. La poesía ayuda, como es el caso de Antonio Roa. Estoy fascinado con Antonio Roa. Primero, por el carisma que tiene, las atenciones que tiene, el cariño que demuestra a todo el mundo. Todo el mundo le quiere y todo el mundo le busca. Antonio Roa ha tenido una vida difícil que a veces eliges sin darte cuenta. Y él lo cuenta, que para él la poesía fue una tabla de salvación y una forma de continuar vivo y continuar viviendo. Eso es la poesía. La poesía te ayuda en muchos estados de ánimo y en muchos momentos de la vida, que, aunque la vida parezca corta, también tiene sus momentos largos, que parece que no van a terminar nunca. Entonces, la poesía que yo escribo me da calma y me produce mucha satisfacción. Porque, de repente, haces hallazgos y encuentras palabras... Soy un enamorado de las palabras. —ECP: Y de la resonancia, ¿no? —EG: Y de la resonancia. Es que la poesía tiene todo, tiene música, tiene ritmo... Las definiciones son muy largas, para lo que es esto. Una forma de vivir y de encontrarte gente fantástica como la que te encuentras aquí, en Puente Genil. Es verdad, que este pueblo hay una pasión por la poesía y por el teatro y por la música y por el cine que son cosas sorprendentes. —ECP: ¿Qué le dirías al joven que comienza en ese camino cultural en un ámbito tan, digamos, ecléctico y cerrado como es la poesía? —EG: Le diría a los chicos que quieran ir por ese lado que se diviertan. Sobre todo que se lo pasen bien. Tengo dos hijos pequeños y es lo que les digo. Vosotros pasároslo bien, divertíos y jugad. Y mira, jugando, jugando, pues ellos están aprendiendo música. Uno el violín y el otro el violonchelo, y lo que quiero es que se lo pasen bien aprendiendo con la música y que jueguen con los sonidos. Y a escribir se juega también y tiene que divertirte. Tú lo que puedes es imponerte una obligación de escribir, aunque después la tengas. Porque no es cualquier trabajo, escribir es algo por lo que tú tienes que tener fascinación. —ECP: ¿Y tú transformas a la poesía o la poesía te transforma a ti? —EG: Esta pregunta es complicada de responder. No sé. Yo transformar a la poesía lo encuentro difícil. Es más, la poesía me transforma a mí, porque vas evolucionando y te das cuenta cuando a lo largo de los libros que vas escribiendo dices “es que yo ya no tengo nada que ver con el primer libro que escribí o con el último”, incluso. Porque la evolución, en mi caso, va muy deprisa. Y eso te crea cierta satisfacción, ¿no? No parece que estás repitiendo siempre el mismo verso o el mismo poema. Y leer, lo mismo. Es fundamental. Va ligada la escritura con la lectura. Sobre todo, leer, leer, leer y leer los clásicos y la gente que está “explotando” ahora. Eso es lo fundamental. —ECP: Si tú, ahora, tuvieras que escribir otro poemario, ¿cómo sería tu proceso de escritura desde que terminas este poemario hasta que empiezas otro? —EG: No interrumpo el proceso. Escribo de continuo y lo que hago es escribir un poema detrás de otro. Lo mismo junto 60 o 70 poemas, y después digo, “a ver estos poemas, ¿qué tienen en común?”. Los quito o no, no me cuesta nada quitar y poner poemas. Entonces, cuando tengo un buen volumen suficiente de poemas, digo, “con esto hay un libro” y tienen o busco un hilo para unirlos, tengo libro y si no, no me preocupa lo más mínimo porque sigo escribiendo. Leo y escribo, ese es el proceso. Según qué lecturas, eso influye mucho en lo que después escribo. El proceso es siempre ese, intento que no se corte ese proceso. Porque si se corta, volver a iniciarlo, requiere mucho tiempo y, sobre todo, tendrías que limpiarte de lecturas. Es decir, yo no leo poesía cuando escribo, o leo muy poca poesía cuando escribo. Intento leer novelas que tengan un punto de poesía, pero intento hacer cosas contrarias. Si duermo mucho, después intento hacer deporte o caminar o salir al campo. Es decir, cosas que se complementen y que sean necesarias las unas para las otras, pero no estoy todo el tiempo leyendo poesía. Leo poesía y, además, leo poesía muy dispar: de chicos muy jóvenes y de clásicos. Con eso voy haciendo mezclas y de momento, me está funcionando. |
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