POESÍA
NUESTRA PARTICULAR ANTOLOGÍA DE IMPERDIBLES
CIGANI VII. Comenzamos a construir la casa de acuerdo con los detalles que pude explicar a los albañiles, un día antes de que llegaran para concluir la tarea. Tardaron. Y esa urgencia fue del pasado. El presente nos exige estar alertas: un vecino reescribirá un auténtico clásico evocando el aura de un pasado cicládico, después de haber cancelado la hipoteca contraída con los muertos antes de que pensáramos en esa frondosa arboleda como un fondo para el spin-off de un futuro paisaje. Nadie querrá reeditar ese clásico después de revisar el tono de esos párrafos plagados de églogas, cuyo aire pastoril exige traducirse solo con medias palabras. Es la historia de nuestro tiempo. No puede ser conjugada. Salvo a través de esas medias palabras.
1. Regresaba de ese enclave medieval, escondido bajo el friso labrado de un cuento de hadas en medio del bosque. Los niños descubrieron que los pinares no aparecieron en la saga. En su ficción, el bosque, salvo por la pregunta a la que le da vueltas, le enseñó al héroe a no esperar una respuesta. Entonces encontró el Grial. 2. El héroe, de acuerdo con el manuscrito original de Chrétien de Troyes, pudo convertirse en leyenda después de interpretar que el sentido real de su misión consistía en mirar hacia atrás adivinando qué sorpresas regresarían desde el final del relato para suceder otra vez en el presente sin concitar sospechas por resultar predecibles. 3. De Troyes era un judío converso. Este detalle quizá explique por qué en su obra el héroe se revela en medio de las tormentas o bajo el calor del desierto a través de vivencias que conciernen solamente al peregrino. De Troyes fue un simple cualsea. Para Guilhem de Peiteus fue difícil comprender esto como un hecho político hasta el momento de sentarse y escribir farai un vers de dreyt nien. 4. Hoy es imposible regresar al origen de tal frase y encontrar otra capaz de provocar la risa estrepitosa de la mesnada guareciéndola de la vasta oscuridad occitana. No en que reverberaría siglos después. Necesitas oírla. Parece que recién se hubiera escrito ayer, pero en el registro enciclopédico se consigna que transcurrieron varios siglos. ¿En qué otro bosque habrá caído esta lluvia? 5. Lo sé bien. El héroe no habla con el bosque. Desaparece. Se vuelve parte de él sin una salida de emergencia como en ese cuento sufí. 6. El editor observó que repetí 9 veces la palabra héroe. Si soy reiterativo no es por euforia, no logro traicionar mis antiguos ideales. Intento convencerme: es por escéptico. 7. Yo no presté servicio en Poitou ni en Lemosín, y aunque nunca hubo normando ni francés en mi casa, he de seguir escribiéndola cada vez que evoque el aura de esa antigua algaba en el Gers, la de ese y no la de cualquier otro enclave, sin que ello me obligue a buscar consuelo en el consejo auroral de un falso chamán después de oír el podcast de Greta Thunberg. 8. No, no estamos destruyendo la naturaleza. Procreamos una nueva. A imagen nuestra. Por ello no habrá un lugar para nosotros. 9. Nuestro futuro es como el de Homero. Si es verdad que fue ciego, habrá que reconocerle que recordaba muy bien todo cuanto pudo haber visto. 10. Los científicos calcularon que la probabilidad de que exista una memoria de esta clase es de una entre un millón, aunque los Magos sabían bien que las probabilidades de una entre un millón se cumplen nueve de cada diez veces. Mientras el mundo sigue sucediendo en instantes sucesivos los cuales nos llaman a vivir de forma permanente en un futuro en el que no existirán recuerdos. 11. El héroe va por otra senda, inmortal, pero sin eternidad. Pienso en el de Marianne Moore obligado a caminar como un joven pilgrim que sale en búsqueda de una nueva tierra y contra todo pronóstico consigue encontrar su pergamino; en el de Dostoievski, escondiéndose como si necesitara tomar aliento lejos del mundo y recordar todo cuanto ya se había abolido. En el de Broch, separado del destino, sea cual fuere el giro del tiempo, quien sabía que no habrá una primavera más hermosa que el último otoño. El héroe de Spicer no consiguió librarse de la inmortalidad que su soberbia le había construido. El de Ashbery fue Fantomas; el de Viel Temperley, Cristo. 12. Ninguno de ellos luchó con monstruos, depuso tiranos, robó extraños tesoros o rescató una doncella. Tampoco evadió la vergüenza al verse sujeto como tema en la gestación de la épica. 13. Cada uno, vislumbró cómo los sueños y las realidades se entrelazaron en un abrazo etéreo que reveló la fragilidad de nuestras percepciones en un fluctuante caos primitivo y, dondequiera que fuera, llevó consigo el desierto y su sagrada zona de frontera, la misma que aparecía desprovista de malicia como en esos filmes de Sergio Leone en los que el héroe, a quien creímos archivado en una vitela del Códice Voynichés, se confiesa, tambaleante, estando a punto de morir, con la ilusión de que sus frases perdurarán para siempre. 14. Amén de ello, la Thunberg no sonríe con la misma frescura de la chica del clima. Le vendría bien leer a Mary Oliver. Es muy graciosa. —Alguna vez fue de Roccanera. El bosque continúa haciéndome preguntas: es lo importante. No el héroe. ¿Recuerdas el título de esa canción? El silencio del héroe nos obligó a fabricar la realidad sobre la marcha, sin ningún preconcepto que pudiera negarla o confirmarla como un ensayo que se exalta transitando a lo largo de una ruta mítica, la cual era cierta en el sentido en que la luz la muestra como algo posible. Improvisamos entre sus curvas y sus peraltes inciertos y otras cosas más que aparecían en secuencias simultáneas. Y aunque cada gesto no revelara ni advirtiera nada, significaba. Vislumbramos cosas que no terminan de expresarse. No es que no existan. Están fuera. A través de ellas podemos reconocernos o no, sentirnos parte. La ansiedad es vigilante, establece el límite que separa los acontecimientos de la experiencia, aunque, en algún momento, nos creímos ciegos debido a la incapacidad para comprender lo que transcurre alrededor de nosotros. Fue apenas un súbito eclipse, efímero con respecto a lo que se nos puede revelar en el crepúsculo. Así supimos que uno de los colores que los ciegos extrañan es el negro; otro, el rojo. Aunque hoy los momentos no tengan tanto color, yo soy celeste —te lo advertí en nuestra primera riña — pero finjamos que hoy preferiría rehuir a dicha cuestión. El celeste no es solo por fe, también por historia. Rojo y negro son los colores del equipo de un pueblo en el que nadie es capaz de conjugar el verbo sillar. Es óntico. Entraña solo a las piedras. y no por la naturaleza metafísica con la que lo imaginamos. Su valor cayó en la bolsa. Es un descrédito. Tanto que empezamos a dudar si el pasado incumplió con la cláusula estipulada en el contrato sobre las distintas variables ocultas en una conjugación verbal. Apenas podemos registrarlas como en ese poema de Marwan Makhoul en el que el abuelo afirma: Palestina es un verbo irregular en pasado. Y el padre lo corrige acotando que no, que es en tiempo presente. Como fuera, desde hace siglos sus pobladores están de paso buscando el modo más conveniente de regresar en los próximos mediodías. Aunque no por mucho tiempo. Los días festivos llegan los lunes y pasan desapercibidos con el mismo color de los sábados bisiestos. Fue en una de esas fechas cuando confundimos el sol con un flagrante oso de fuego ardiendo sobre los ritos sofocantes de la vida provinciana y entonces decidimos volver al asombro en un presente intensivo, repleto de pasado y preñado de porvenir., pero en las márgenes de una historia sumida en la endogamia la cual parecía encontrar el equilibrio en la rapidez con la que arrastraba el pueblo hacia la nada. No deberías permitir que los poetas te mientan. Tampoco Björk. Hoy, de acuerdo con el Mapa de la Historia del Mundo, es imposible pensar en ti sin mí arrancando armónicos en el aire del concierto nocturno, y como tampoco consigo pensar en mí sin que medie el tenue resplandor de tu sonrisa, decidimos dejar el pueblo En La Cantuta todo pareció adquirir sentido, aun cuando el viento nos persiguiera con su llanto zigzagueando entre las ramas de los molles tal si intentara gritar una pena. Nunca fui capaz de traducírtelo. Los yaravíes son expresiones de lo que alguna vez pudo significar esa pena. Amén de la dubitativa referencia a los albañiles que nunca llegaron en la espuria ficción del poema VII, no existe un relato. El único arquitecto es el tiempo. Y de pronto el recuerdo que surge cuando encendemos la lumbre de la chimenea, quizá porque te amo aun cuando el futuro haya transcurrido hace mucho tiempo. Nuestra prerrogativa es no olvidar el presente señalando las distancias mientras dejamos salir los sentimientos que escondimos en el fondo de una baulera caleidoscópica en la cual las leyes del tiempo y el espacio no pueden verse alteradas. Como el héroe yo elegí mirar hacia atrás con tal de ver qué sorpresas volverían, lejos de las tertulias en la Quinta Tirado. El héroe no existe. Como el Tren es otro país. Está lejos, No tiene una historia, salvo la que se está escribiendo. LIII. Dicen que, en la ciudad, salvo por el débil furor del orgullo cívico, la espiral inflacionaria, y unas pocas palabras importantes, después del Big Bang, no ocurrió nada interesante en 13 000 millones de años. Lo que existe es posible sobre la base de una serie de ausencias que evocan lo que no ha sucedido con tal de legitimar la esperanza. —Habría que reconstruir los lugares turísticos y volverlos más sostenibles —me interrumpieron. La vecina salió en camisa de dormir a tender en el cordel los calzoncillos del marido después de llevarlos delicadamente como quien porta consigo una reliquia del año 12 que ya no corresponde con lo que él hoy le pudo haber prometido. Por ello me mira con hostilidad. Le devuelvo el gesto, igual de punitivo, pero pensando en qué capullos florearan de acuerdo con el umbral de riego. Hay una gardenia crecida al improviso. Creímos que brotaría un molle, aunque nos cueste admitirlo, nos faltó el cauce de un río y faenar bien los rebaños en el terreno que ahora sobrevuelan los drones. Debían ser pájaros. No lo son. Un dron produce 75 decibeles de sonido y accede a nuestras vidas secretas. Mientras la hierba crece cuesta arriba. En la otra acera un antiguo deportista camina después de jubilarse pensando que, salvo la señal de extremaunción, ya no le ocurrirá nada. Tal vez por eso olvidó sus extraños zapatos de baile sobre una nota al pie de otra versión de la leyenda en la que se rumora que él y la vecina tuvieron un romance, sin saber bien cómo atenuar la deshonra después de tal apostasía. El rumor no pudo confirmarse. Las noticias son más fugaces que nosotros, no solo las concernientes a la nueva nacionalidad de Snowden, los vientos de equinoccio, el sub linaje Q.1.1, las Kardashian o aquellas del clan Baybasin en otra telenovela. En la internet también funciona así, los datos duran unos cuantos minutos antes de desaparecer, aplastados por una vertiginosa marea de nuevos estímulos en los cuales «todo es posible» para la paulatina cancelación del futuro. Tampoco se pudo corroborar la idea que corcovaba menguante alrededor de la zánora, no era un río, al momento de encender el cortacésped, el tiempo suficiente para imaginar un pantoum, esa forma de verso malayo que usurparon los franceses. Aunque la idea amagara ya no la recuerdo. Quizá fue sobrestimada, sin un lugar, como el que ocupan los árboles y los edificios. La mitología se acerca más a lo que estoy pensando, podría confesarlo también ante el visor de una Cámara Gesell, sin la menor emoción, pero lejos del mindfulness, el feng shui, las terapias de familia, y también de una ciudad que no recuerdo. Entonces los perros comenzaron a ladrar. Yo soy un hombre que riega, no como Ámpelo, peor que otro cualquiera, en tanto cumplo con las horas de dictado en medio de otras tareas planeadas antes de que el metabolismo del tiempo, debido al modo en que ha venido aconteciendo, me imponga otra velocidad al enfrentar a su antítesis. —Desde el anonimato medieval los textos no constituían bienes, eran acciones. Debí decirles, con tal de aclarar después que aunque la escritura plantea delimitar fronteras, después las trasgrede. Escritura es un tipo de expresión que, al igual que ciertos relatos de ciencia ficción, asume significados diferentes. Es un destiempo que transcurre en un presente, no en el de todos. Entre los chuukeses robar está permitido. Es una muestra de poder. El de un escrito es quedarse sin palabras, después de haberse reapropiado de las que habíamos perdido, siendo capaz de registrar esa pérdida como otra noción de la realidad o un nuevo flujo de conciencia, y no como el centro de atracción en un nicho rentable, y solo por la corazonada de que alguien precisa encontrar esa oferta. Quizá durante un desayuno, una vez que las noticias de la Tierra le hagan comprender que no tendrá más otro planeta. Ahora que el homo sapiens es un algoritmo obsoleto, yo debería concentrar mi atención en atender a la gardenia, y no a quienes aparecen en clase como objetos de su propia publicidad, con la experiencia expropiada para el disfrute de las redes sociales en un auditorio que no consigue verse a sí mismo, por ello me resulta imposible comentar algo sobre lo que estoy escribiendo, no sin el socorro de un doble, contratado para las escenas de peligro, especialmente para aquellas que devienen desde una voz interior y que nadie se atreve a reconocer como un Yo. —¿Qué le decimos al Dios de la muerte? —Hoy no. ¿Importa quién habla? —La gardenia es una planta arbustiva. Sus flores crecen en el ápice de las ramas bajo el aroma de la lluvia en un jardín que no existirá hasta la primavera próxima. La pedicurista se imagina como la maestra de futuros astronautas en un lugar en el cual dios puede estar disponible; el vecino con una kufiya en la celebración del FanFest; y ella en redimir ese romance en una habitación ninfoléptica. Ninguno podrá ser escuchado. Afuera el negocio tiene que ver con el mundo onírico de un grupo de turistas con camisas hawaianas; equipos de póker seleccionados por la I.A para el programa Artemis; la subasta de una foto en miles de tokens no fungibles. El futuro distrae, jamás advierte. Cuando Clyde Barrow insistió en cantar Siboney en la prisión de Eastham. Bonnie Parker pudo decir: un día de estos, caerán codo con codo. —Yo soy Nadie —gritó Ulises salvándose de ser devorado. Las sirenas eran un rumor. No son otra cosa que canto. LIV 14. Cada día hacia las cinco de la tarde, cuando la luz mengua abisal en un ala del crepúsculo, los niños están tristes: por primera vez comprenden la naturaleza del tiempo. 15. Pronto la noche unánime se abrirá ante sus miradas febriles con el color del abandono. Todavía es demasiado pronto para saber cómo les dolerá la historia, y aunque la tristeza no consiga establecer una real perspectiva, las cosas que no parecen reales ya no sucederán. 16. No son parte del tiempo. Tampoco la tristeza. Sale de dentro. Cuando se arremolina cae y lo cubre todo. Con ella se gesta una historia, su narración nos acompañará por siempre. Si fuera arena movediza podrías hundirte. 17. Mientras, a fuerza de reaparecer, el recuerdo acelera cada vez más el paso disponiendo los distintos detalles de la ambientación en una escenografía que nadie consigue vislumbrar nítidamente. Parece levantarse desde una zanja llena del tiempo que murmura. 18. ¿Qué se diría en el Europa en la tenue ardienta de esa hora? Aprendimos no a hablar sino a balbucear prestando el oído al ruido creciente del siglo hasta que, llegado el día, hubo de elegir un idioma. 19. También nosotros formamos parte de ese decorado: a veces con un levísimo lamento que prefiere ignorar su origen, en otras con un suspiro tan hondo que el viento temeroso duda si debe seguir o no en las inmediaciones de esa tierra de sombras como una melodía parca e imperturbable que se repite, día y noche, después de varios siglos. 20. La memoria no es un archivo sino una facultad en la cual esos viejos héroes de ayer fulgen desprovistos de historia como una constelación de presencias modulada por cierta gracia ritual contraria a la política. Es mucho más precisa para diseñar un diagrama que encause el desconcierto que el día de mañana traerá consigo. Lo que se recuerda es lo que no está. 21. La escritura es otro invento que provocará el olvido. 22. Las palabras no niegan ni afirman nada. Es mejor que no escribas. Tres palestinos se ocultaron detrás de un viejo colchón. Quizás las fuerzas de la historia devastaron las palabras, lo que tenemos son solo sus restos. El poema nos presenta apenas algo de lo que podría haberse dicho. Es un fin en sí mismo. 23. Tal vez sea así por la forma cómo devienen las cosas cuando tu atención se distrae por un momento en un presente en el que, salvo por el futuro, no se vislumbra otro suceso posible. 24. La escritura también es huérfana. ¿No te llama la atención que «poesía» suene al pretérito imperfecto de indicativo? 25. Hay algo real que parece hacer de esta afirmación algo cierto. Es el fantasma de habértelo confesado, quizá porque de este modo pueda interpretarse de otra manera en tanto la historia pervive al desgaire con la velocidad de esas manadas de lobos salvajes que dan caza a los cérvidos menguando en su oralidad. ¿Y entonces, dirás, qué hago dictando largas sesiones de «escritura creativa» en vez de alinearme los chakras en un programa de salud alternativa para adultos mayores antes de que me asalten los típicos trastornos depresivos al resistir la demanda histérica, obsesionada con «escribir», y aun después de haberles advertido: «no puedo, la finalidad de un poema es perderse en sí mismo» sin imaginar que ellos pensaron utilizar esos escritos para enriquecer sus currículums de vida? Habría que prestar más atención a la música que hacen las piedras. 27. ¿Vas a ponerte a politizar la alegoría? Puede que se trate de un proceso que, en sí es falso, pero más verdadero que pensarlo bajo la forma de un poema y ejercer desde ahí nuestro legítimo derecho a la protesta. 28. Quiero decir que allí no es posible encontrar un espacio común por una pequeña diferencia en el tiempo. Habría que buscar una mejor forma de «alienarse». La mística, por ejemplo, más que cualquier otra actitud o sistema, afirma la dignidad del presente sin sacrificar la eventualidad de una vida futura. No como una esperanza o un minidrama cotidiano vivido con los ribetes de una tragedia nacional. 29. ¿Quién escribe cuando escribimos? ¿Qué resorte se activa y habla desde el pulso de la letra? ¿De qué modo la identidad se pierde, para intuirnos desde otros lugares que (aun habitándonos) pasan desapercibidos? 30. En las películas, el amanecer nos dice que todo va a estar bien. El doctor Méndez insistió que debía insistir con la práctica habitual de ciertas rutinas con el propósito de ejercitar la mente. Quizá esto explique la pila de obituarios que he venido acumulando a lo largo del tiempo. 31. En todos ellos me falta un gentilicio, no como un acto de contrición que floreará en inverosímiles propósitos de enmienda. Sí como un ejercicio más afín a la vista de un espejo retrovisor que a la filmografía de Tarkovski. Como una ficción, aunque todos se refieran a un capítulo en cuyo tiempo ya no estaré. Salvo como una sospechosa pieza de información. 32. Gracias a esta práctica descubrí que los valores que creí revueltos, y en total desconexión debido al tiempo que había transcurrido, se alinearon como esos ambiguos planetas que rigen el horóscopo de cada mañana, y, de pronto, la realidad esparcida cuadró con todas las metáforas posibles mientras miles de seres posthumanos apostaron por transmitir sendos mensajes sobre lo que podía estarles ocurriendo. Hoy eso ya no significa nada. 33. El mañana no alterará el sentido. Cuando miras atrás siempre está el pasado. No se ha desvanecido. Está hablando contigo con las márgenes precipitándose en orvallos de observaciones, asteriscos y signos de exclamación. ¿Qué hacer con nada más que eso pensando en una experiencia más allá de la enunciación del «yo»? 34. La Justicia se encuentra en el otro mundo. En éste lo que hay son leyes. Si puedes soportarlo es bueno que seas un contemporáneo. 35. Desde que La Horda tomó por asalto la pantalla, el héroe, a quien evoco merced a esa antigua algaba en el Gers, tal como ocurre con el gato de Schrödinger, está vivo y muerto respecto del lugar en el que nos encontramos, pero ajeno al frío sonido del viento que sopla ahora en Provenza. 36. Yo soy un poeta arcaísta. El clásico lo ignora como quien olvida que está bajo la lluvia para luego descubrirse sin paraguas, empapado en una terraza del aeropuerto de Ankara. Fue justo cuando ladró el perro. No era un presagio fortuito de otra clase de música. Hace meses que no oía ese sonido. Mi formación musical no me permite leer esa partitura. Tampoco a Kierkegaard. Creo en los actos que no están precedidos por ningún conocimiento. Aunque el poema insistió en que lo quitara de en medio, recordé que Donald Hall pidió hacer lo mismo con los poetas. Ese perro solo cumplía con su deber. 37. Los poetas, y también Hall, se pierden improvisando su propia dimensión temporal respecto a un tiempo presente. Se niegan a aceptar cualquier otra hasta que la fortuna convierta alguna de estas variables en un nuevo clásico. 38. ¿Cómo voy a culpar de ello al viento? El progreso transcurre acompañado de su opuesto. Ocurre, se desdobla en instantes sucesivos, que ahora son simples recuerdos. El «ahora» está ocurriendo en otra parte. Un gesto es adjetivo, la emoción un paréntesis. 39. La Historia construye con ellos sus propios significados estableciendo un número indefinido de centros que van alterando sus relaciones tal como ocurre en el método algebraico de Pogodin o en la canción folclórica de un albañil. 40. El poema es una excusa para escribir hasta enamorarse del mundo, aun cuando estemos lejos de él, perdidos en el recuerdo de esos momentos submicroscópicos que no pueden ser traducidos con unas cuantas palabras. Ni habladas ni escritas. Por nadie, nunca. Ese espacio se hace de un lugar, de un nombre propio. Tiene algo que ver con encontrar la quietud en medio del caos. Se revela como en un Sama derviche celebrado en el Ojo de la Tormenta del desierto. 41. No con Méndez quien insistió también con la recomendación de los pilates. Debió leer mi mensaje. «Finalmente su salud la entienden su farmacéutico y usted». Pareció indignado, pese a que, debo creer, actúa de acuerdo con el falso mesianismo fundado sobre su Juramento Hipocrático, un shifter que discurre inmerso en complejos protocolos procedentes de las sociedades científicas, las mismas que juzgara las ocupaciones según el esfuerzo y el tiempo requeridos para ensayar 2 o 3 trucos de magia, sin considerar un detalle: la vida humana está en transformación. 42. La referencia explícita que hace Méndez sobre el rol del farmacéutico no constituye, no del todo, una aporía proferida por un profesional enfadado, o cuando menos celoso, por la dimensión espiritual que confiero a «un vulgar y simple tendero». En la farmacia el diálogo se da sin la mediación de una historia clínica y mi fe está en el valor de la palabra tal como lo hacían los mercaderes fenicios que zarpaban desde el puerto de Tel Hreiz. 43. En los últimos años el farmacéutico ha cumplido una función muy similar a la de un dealer. Apuesto por él como Gurú, a perdedor, con tal de alimentar la expectativa. En el Esenboğa, a 563.9 km de Troya, mi pobre imaginación ha llegado al punto de tolerar la incertidumbre conforme se van desdibujando los límites entre la ficción y la realidad sin poder pensar más en un «nosotros.» 44. ¿Será por la falta de música ambiental? 45. —Türkçe—se anticipó la señora que estaba sentada al lado mío. No comprendo muy bien a los turcos. Tú no sabes cuánto factura el latín pop en Éfeso. Yo vengo de los bosques. Siempre simpaticé con los troyanos. Si me las juego por ellos es por su épica, en contra de lo escrito en las versiones que conturban el origen espurio de las «guerras griegas» en las cuales los medos nunca fueron confundidos con los persas debido al exiguo valor de su mano de obra en la industria aqueménida. ¿Recuerdas el título de esa canción? 46. Tengo problemas con el gentilicio, ese estúpido adjetivo que determina la situación del hombre en el mundo. Mi padre porfiaba en la creencia de que cada nombre escondía el destino de su portador. 47. Tendré que barajar otras opciones. Por ejemplo, en el lugar de nacimiento como en una alegoría hasta que la mente pueda experimentarse a sí misma en el acto de cometer un error. Es el sentido quien determina el destino sin recibir fondos del subsidio de desempleo. 48. ¿Qué sería de nuestra existencia con unas cuántas palabras, y con lo que ellas podrían hacer por nosotros? Por ello hoy somos como esos monumentos que evocan un mundo que ha desaparecido. 49. Yo no sé quién es María Nieves. Sí de la lucha de las jubiladas suizas contra el cambio climático, de la orfandad de los pulpos en la Ría de Vigo y, a duras penas, algo de la política peruana, una manifestación barroca en el sentido que mezcla la fe incondicional con la necesidad de divertirse a costa de ello en una cínica concordia de aversión mutua, salvo cuando se negocia, tal vez como un efecto secundario del exceso de Historia. 50. Mis vecinos, preocupados por el orden moral, y ajenos tanto a lo que pudo significar el pasado tanto como a lo que podría concernirles el futuro, están más lejos del espíritu de los colonizadores que de la indiferencia de los santos, y aun cuando vivan en profunda sintonía con la naturaleza, no consiguen criar adecuadamente a sus mascotas. Han cagado en mi jardín por séptima vez en el mismo día. 51. No son solo los perros. Como te dije: tenemos demasiada historia en nosotros y detrás de nosotros. De ahí la tentación neurótica de convertir al pasado en un dios predispuesto a participar de su estreno. 52. Méndez indicó que debía contener la indignación y sentirme capaz de explorar entre las primicias de la mañana sin experimentar esa sensación de pavor ante la posibilidad de que mis pensamientos se vuelvan reales. A estas alturas soy un ex poeta, afirmaría Cueva. Un paria, sancionaría Alice Walker, contento de caminar en las márgenes (fuera de moda). En las que no hay otro significado. 53. Mi escritura fue lo que pude excavar entre los materiales áridos de nuestro tiempo: no estaban en ninguna parte y no hablaban sobre nada. 54. El universo es finito. No importa si fue concebido como real o imaginario; el modo de darle sentido siempre es el mismo. 55. ¿Recuerdas el nombre de esa canción? No es que crea en la falsa juventud que nos embauca con el ejercicio del recuerdo. Prefiero escribir el próximo obituario como si se tratara de la renovación de mi exiguo contrato de vida. Alguna vez me preguntaste sobre la «percepción del mundo» que pude haber tenido «en aquel momento» en medio de las penumbras de la Sala de Máquinas. Aun cuando no había pasado nada, ignoraba que los hipopótamos, sentenciados a sobrevivir en unos cuantos metros del zoológico, podían tener más edad que mis progenitores. Aunque, de acuerdo con la estadística, ligures y ragusianos suelen ser longevos, preferí hablarte de la oscuridad como de una exhalación de luz que negada por la historia al momento de presentir su brisa anticipándose a un millar de noches de agostos como si se tratara de una criatura que va rumbo a la muerte, o incluso del recuerdo de haberme sentido como un faquir indio que da vueltas danzando sobre carbones ardientes hasta que el camino lo toma a contrapié. En el Europa el tiempo presente no parecía tan nuevo como pensaba, pero esa verdad tú no la pudiste entrever. Iba contra sí misma. Y como la franqueza es un ardid, quizá el hecho de haberla presentido habría representado exigirle al mirador del Mandola una vista cliché para una postal de bajo presupuesto. La atmósfera en el Tren era similar a la de un museo que reunía diversas obras sin la capacidad necesaria para distinguir un original de sus falsificaciones. Por ello, y antes de quedarme callado, tu pregunta acerca de la «percepción» hizo que evocara el asombro de los niños que se empecinan en comprender la dimensión de cada forma de vida siguiendo la lógica de un manual de instrucciones normado por la industria taiwanesa. Ese fue nuestro juego. Sabíamos que en el Tren eso resultaría imposible, pues, conforme insistíamos en ello, la vida, y cada una de esas formas, se encontraban muy lejos de los remolques, a cielo abierto. ¿Acaso alguien pudo comentarte cuál es el fin del rumbo de los dos túneles que se abren como tajos en Callahuaca? En los 49 caseríos no habrá una sola abuela que pueda dar fe. Esto convierte al pueblo en confín y si pervive es fundamentalmente a través de su fábula. Tal vez debí decir que mi «percepción del mundo» podía ser afín a la del hombre quien se persigna antes de asomar por la boca de uno de esos túneles. Un túnel es un interregno como, en su momento, también lo fue también mi «percepción». Pero si algo aprendí, y ya con sesenta años a cuestas, es que, si ignoras el contrafuerte de las piedras sacudidas por el sismo de una pregunta sutil, más que ponerte a silbar adverbios lo conveniente es ambiguarte valiéndote de frases que, en la medida que avanzan, implican cierto tramo de invención, solo por mis ganas de estar hablando contigo. Si el tiempo no añadiera algo a lo real no existiría nada. Salvo el nombre de esa canción. Nota del autor: Los poemas VII y LIII aparecen en Tren Europa (Varasek Ediciones, Colección On the road, Madrid, 2024) en tanto los otros vieron la luz tardíamente sin encontrar un lugar.
0 Comentarios
|
POESÍA
El Coloquio de los Perros. ABREU LÓPEZ, ANDREA ACEBES, LUIS ADÓN, PILAR ADRADA DE LA TORRE, JAVIER AGUILAR CÁRDENAS, JUAN FERNANDO AGUILAR RODRÍGUEZ, ANTONIO ALBORNOZ, GEMA ALCARAZ, JOSÉ ALCARRIA, PEDRO ALEXANDRESCU, IOANA ALFARO GARCÍA, ANDREA ALONSO, MARTHA ASUNCIÓN ÁLVAREZ, ISRAEL ÁLVAREZ KOKI, FRANCISCO ANDREÑUK, DAMIÁN AQUINO, WALTER ARGÜELLES, HUGO ARIDJIS, HOMERO ÁVALOS DÍAZ, ROLY AULICINO, JORGE B. G., STEVEN BAEZA, LAURA BARBAGELATA, HELENA BARRIO (DEL), MANUEL BÉJAR, JULIO BELLIDO, ÁLVARO BERNAL, ADRIÁN BERNARDEAU, LUIS BONILLA, GSÚS BURSET CATINCHI, JEAN G. CABELLO, CÉSAR CÁCERES, ERNESTO CALERA, JUAN CAMACHO, CARMEN CAMARASA, RAFAEL CAMPUZANO, CLEOFÉ CÁNAVES, JAVIER CARAZA, XÁNATH CARBAJOSA, NATALIA CARTAGENA, LEÓN CASADO, MARINA CASADO ALCALDE CASAL (del), REBECA CASTELAO-GÓMEZ, ISABEL CASTRO, ÓSCAR PAÚL CHELLE, FERNANDO CHESSA, ALBERTO CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO CLAURE COVARRUBIAS, JAVIER COBOS CRUZ, XIMENA CÓRDOBA, RAÚL CORMORÁN, URIEL CORRAL LÓPEZ, CARLOS JAVIER CORTÉS, FRANCISCO COSTELLO, ANNIE COURTOISE, RAFAEL CRESPO, CARMEN CRUZ, ANTONIO CRUZ ROMERO, ANTONIO DÍAZ, MARCELO DÍAZ ALTOZANO, PAULA DÍAZ MARQUIEGUI, DANIEL DÍAZ OSPINA, JHONNY DÍEZ, JOSÉ MANUEL DÍEZ, VÍCTOR M. ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESQUIVIAS, ÓSCAR FALCATA, JOAN FERNÁNDEZ, RAQUEL FERNÁNDEZ, VÍCTOR HUGO FERRO, SARA FILADELFO, JOSÉ FONT, VIOLETA FRANCO GONZÁLEZ, LUIS FRANS, CRISTIAN FRESCO, ISABEL GAGO, IGNACIO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA CASTRO, FRANCISO GARCÍA CERDÁN, ANDRÉS GARCÍA CUEVAS, ANDRÉS Mª GARCÍA DE MESA, ROBERTO GARCÍA JOVER, RAFA GARCÍA RODRÍGUEZ, ANÍBAL GARCÍA ZAMBRANO, MARÍA GIGLIO, PAULA GOLDARACENA, INAXIO GÓMEZ OLIVARES, CRISTIÁN GONZÁLEZ, JOSÉ JAVIER GONZÁLEZ DE OZAETA, MARA GONZÁLEZ MORA, JUAN JOSÉ GONZÁLEZ ORTEGA, JOSÉ MARÍA GORRÍA, ANA GUERRERO CABRERA, MANUEL GUICHARD, LUIS ARTURO GUIJARRO, ÁLVARO GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, FRANCISCO HERNÁNDEZ, ENZZO HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ ZURBANO, CARMEN HERRERA, PACO HERRERA PERALTA, SARA HUERTA SÁNCHEZ, ANTONIA IGLESIA, CARMEN INDI, RAFAEL LARRINAGA, CARMEN LEITES, MARCELO LÉRIDA, ALEJANDRO LÓPEZ. LARA LÓPEZ, MILAGROS LÓPEZ FERNÁNDEZ, PEDRO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ LLORENTE, JORGE LÓPEZ MORALES, MARÍA LOUZAO, ALICIA LOZANO BELANDO, SAÚL LUNA, INMA MACHUCA, LUIS MARCHENA, ADOLFO MARÍN, MARÍA MARÍN FALLAS, VICTORIA MARINO, ALKAÍD MARTÍN, XABIER MARTÍN DE LAS MUELAS, ANTONIO MARTÍNEZ AZORÍN, MARIA MARTÍNEZ CLARES, JOSÉ LUIS MARTÍNEZ GARRIDO, DAVID MATUSKA, DAVID MEDO, MAURIZIO MÉNDEZ GONZÁLEZ, IVÁN MEZA, FRANCISCO MÍNGUEZ ARNÁIZ, ITZIAR MIRALLES, BEATRIZ MIRANDA, JOSÉ ANTONIO MIRANDA, MARCELO MOHAN, RIYA MOLINA MONTEAGUDO, CONSTANTINO MOLINERO, JORGE M. MORANO, CRISTINA MORANTE, JOSÉ LUIS MOYA, ANA PATRICIA MUÑOZ, DANIEL MURES, MARÍA JOSÉ NICOLÁS, VIOLETA NIETO TAVIRA, CHRISTIAN NORIEGA-BOZOVICH, CECILIA NÚÑEZ TORRES, SEBASTIÁN NUÑO, SIHARA ORDAZ, ISABEL OJEDA, MÓNICA ONETTI, MANUEL ORONA, IRASEMA OROZCO, CARMEN ROSA ORTEGA GONZÁLEZ, JOSÉ MARÍA PABA, NORMAN PÁRRAGA, ALICIA PASTOR, JOSÉ PAZ, EMILIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PÉREZ. ALEJANDRO PÉREZ LÓPEZ, MARÍA ÁNGELES PÉREZ SÁNCHEZ, BAETRIZ PÉREZ URIBE, WILSON PINA, ALEJANDRA PIQUERAS, CARMEN PRAENA, ANTONIO QUÍLEZ, CECILIA QUINTANA, MARIO QUINTO, RAÚL RAMÉNTOL, MARIAN RAMÍREZ, BYRON RANEA, NAZARET REAL, MIGUEL-ANGEL REYES, JONATÁN RIVAS, JOSÉ ANTONIO RIZZI, MARCELO RODRÍGUEZ, CRISTHIAN RODRÍGUEZ, ENDER RODRÍGUEZ, JOSEP M. ROMÁN, ELENA ROSMARINE, MARCOS ROSSELL, XAVI RUEDA, BEGOÑA M. RUIZ, JUAN PEDRO RUIZ DE VIÑASPRE, NURIA RUIZ MACIÁ, TERESA SALAS, SEAN SÁNCHEZ, MELINA SÁNCHEZ HIDALGO, TOMÁS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SANCHO GUINDA, CARMEN SANTIAGO, NILTON SANTOS, ABEL SCHUTZ, LOLA SECCHI, PABLO SEGUÍ, PABLO SIERRA GARCÍA, EMILIO SILVA, ELDER SILVA REY, ALICIA SILVEIRA, CECILIA SILVERIO, ROSA SOTO RAMÍREZ, ALEXIS SZWARC, SUSANA TARANCÓN ROYO, HÉCTOR TERRÓN, SILVIA TORRES NIETO, MANUEL TRIGOS BAENA, MANUEL FABIÁN TRINIDAD GÓMEZ, ELENA VALLECILLOS, TIRSO PRISCILO VALVERDE, ÁLVARO VARELA, PEDRO DIEGO VARGAS, IRIS MÓNICA VÁSQUEZ, JUAN CARLOS VAZ, EVA VICENCIO, ALDO VIDAL GUARDIOLA, NATXO VILA FRANCÉS, ALFONSO VILLARROYA, MARÍA JOSÉ VINUEZA, HUMBERTO VIVAS, JOSÉ MANUEL VIZCAÍNO GUILLÉN, PABLO URBINA, ELÍ URÍA, JUAN MANUEL WITTNER, LAURA XIFRÉ, DAVID ZAPICO, FELIPE ArchivOs
Septiembre 2024
CategorÍAs
Todo
|