PILAR ADÓN Las iras Entrevista realizada por PACO PAÑOS Pilar Adón es la mujer que lo hace todo en el mundo del libro: lectora, poeta, novelista, cuentista, editora, traductora, crítica y ensayista en alguna ocasión. Se puede decir, además, que en todas esas tareas anda por encima de la línea que marca la excelencia. En Las iras (Galaxia Gutenberg, 2025), su último libro de cuentos, belleza y horror van de la mano, aunque esto pueda parecer un contrasentido. Como siempre, Pilar Adón mantiene un perfecto equilibrio entre las historias que nos quiere contar, ese aislamiento de las protagonistas, la ambientación sobrecogedora e inquietante, ese horror en las acciones que nos atenaza; y la forma que elige para contárnoslas, el trabajo sobre el lenguaje, sobre cada frase, sobre cada párrafo, la utilización magistral de la elipsis para ahorrarnos todas las escenas escabrosas dejando que sea la mente del lector quien las imagine, el tono casi poético con que las escribe. Toda esa belleza. Podemos considerar Las iras como un ciclo de cuentos, pues la ira es el desencadenante de todas las historias, aunque mejor sería utilizar el plural, pues son muchas las iras ejercidas sobre las protagonistas, que las hace reaccionar con ira sobre terceros que, podríamos concluir, la ejercerán a su vez contra otros, continuando una cadena que arrastramos desde el origen de los tiempos. El lector que se acerque a las páginas de este libro se verá atenazado por lo insólito, por la corta edad de las protagonistas, por sus acciones horribles, pero seguirá adelante arropado por el ritmo y la belleza del texto hasta concluir una lectura que no le habrá dejado indemne. La escritora hizo hace dos meses un periplo murciano pasando por el Aula de Cultura de La Verdad en una charla titulada ‘La literatura como espacio de libertad’; en la Universidad de Murcia, dentro del Proyecto Lit-Future; en Libros Traperos, en el Club de Lectura Trapera, con una conversación muy interesante con los asistentes sobre Las iras; y en la librería La Montaña Mágica de Cartagena, en una estupenda presentación. En cada uno de esos encuentros Pilar ha hecho sobrados méritos para que la recordemos por mucho tiempo por su arrolladora simpatía y entusiasmo por la literatura. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Los dieciocho cuentos que aparecen en Las iras comparten entre sí una serie de elementos, el tema general, un mismo tono, ambientaciones opresivas, una cierta mirada a la oscuridad o, más bien, a las sombras ¿fueron escritos para formar una colección sobre el cuarto pecado capital y ser publicados en un mismo volumen, o has recogido entre los que ya tenías aquellos en los que habías descubierto esos ingredientes comunes? —PILAR ADÓN: La verdad es que los cuentos los fui escribiendo mientras aún estaba con De bestias y aves. Nada más terminar la novela, seguí y me di cuenta de que había temas que vertebraban todas esas historias, la traición, el abandono, la necesidad del amor y cómo la no presencia de ese amor que se necesita y que se cree justo hace que las protagonistas sientan que se les debe y que no son queridas como deberían serlo. En consecuencia, cometen unos actos que hacen que estas chicas, que inicialmente se sentían víctimas, se conviertan en monstruos. Cuento tras cuento seguía el mismo tema, la historia no terminaba, nunca acababa un relato con toda la anécdota narrativa que yo quería, y la historia seguía en mi cabeza, e iniciaba el siguiente, y llegó un momento en que ya no solo el qué sino también el cómo bebía de una misma vocación. Esa manera de usar el lenguaje, la estructura, esa manera de dividir los cuentos en distintos capítulos, todos ellos numerados, les era también común a todos ellos. Yo ya había publicado otros libros de relatos. Ciertamente, hay unos temas comunes que me atrapan, como el aislamiento, la naturaleza..., pero no estaban tan unidos como los de Las iras. —ECP: Desde que apareció el libro, en reseñas que he ido leyendo o en conversaciones con quienes ya lo habían leído, he venido notando la repetición de una palabra: gótico. ¿Tiene relación Las iras con la llamada literatura gótica? —PA: Es cierto que es una palabra que se utiliza con frecuencia a la hora de analizar mis relatos y novelas, pero se entiende que hay un parentesco con lo gótico, seguramente por lo oscuro, lo arcano, lo indescifrable. En todo esto hay dos elementos que personalmente vinculó con la estética del Romanticismo. El ambiente romántico me ha llamado desde la adolescencia y, como estos cuentos están centrados en esa primera juventud, en la niñez, para mí era natural vincular esa estética de toda la filosofía romántica y mostrarla de una manera más concreta y más directa en estos cuentos. Respeto todas las interpretaciones, las críticas y lo bueno de estos nexos que se encuentran con lo gótico, pero del romanticismo hay dos términos que están muy presentes en estos cuentos: la belleza y el horror. En ambos términos confluye lo sublime, algo muy presente en esas edades. —ECP: Comienzas ‘La sublimación de los afectos’, el primer cuento, con lo que podríamos llamar un canto al perro y luego vemos, en muchas de las historias, numerosas alusiones a estos animales, que a veces son imaginados, otras reales y siempre deseados. La protagonista del cuento ‘Roca blanca fondo azul’ llega a decir: «…consciente de que una mujer sin perro es una mujer a medias». ¿A qué debemos este protagonismo canino? —PA: Sí, hay muchos perros en estos cuentos, también en la novela De bestias y aves, en la anterior, en los poemas, en todo lo que escribo. Esto tiene dos explicaciones. Una es más biográfica, relacionada con mi propia experiencia, porque en mi casa siempre ha habido perros, desde que nací, más grandes, más pequeños, de todo tipo, a veces uno, a veces dos, es un hecho absolutamente natural, como que haya libros. Ahora es un momento extraño porque mi perro, que tenía dieciocho años, ya no pudo más y se me fue el año pasado. No imaginas lo que lo echo de menos. Estoy mirando protectoras para ver si adopto uno, aunque ahora viajo mucho y no me parece buena idea adoptar sabiendo que no voy a poder estar con él todo el rato. En cuanto pueda, adoptaré, no te imaginas hasta qué punto lo estoy deseando. Luego ya, a un nivel más narrativo, literario, en Las iras hay perros, como bien dices, desde el primer cuento; además, quise que fuera así, que el libro se abriera con esa descripción de la estructura mandibular de un perro, aunque luego el lector sea libre empiece su lectura desde el relato que desee, pero yo sí que quise abrirlo con eso y hablar del perro porque simbólicamente, en el imaginario colectivo, si hay un ser fiel por definición es el perro, y fíjate que hace un ratito estábamos hablando de traiciones, abandonos, de niñas que no se sienten queridas o no creen que las estén queriendo como ellas desearían, y si hay un animal que nos sigue, nos quiere, siempre es fiel por definición, es el perro. Entonces, plantear esa dualidad me parecía interesante a nivel simbólico y emocional, para que fuera calando en el lector. Tampoco quería idealizar al perro, por eso describo cómo los perros utilizan los dientes laterales para arrancar la carne del hueso y todos sabemos que hay perros que atacan a otros animales. Nada de idealizarlos. —ECP: El lector puede rastrear en Las iras las huellas que en ti pueden haber dejado Poe, Charlotte Brönte —de una forma muy concreta—, Mary Shelley, Shirley Jackson... Quizás no sea ninguno de los que cito, pero ¿cuáles son tus referentes más cercanos? —PA: Pues de los que citas, desde que empecé a ser lectora, están las hermanas Brontë, tanto con Cumbres borrascosas como con Jane Eyre. Eran las lecturas favoritas de mi madre y recuerdo que tenía sus ediciones de la colección Reno en las estanterías del salón de casa, libros que siempre fueron míticos, títulos que acariciaba. Me compraban, claro, libros adecuados a mi edad, cuentos de hadas al principio y juveniles después, pero me duraban poco y en cuanto los terminaba acudía a los de mi madre, aunque no me los dejara. Recuerdo una edición maravillosa en tapa dura de Jane Eyre y cada vez que me veía con ella me repetía, «ten cuidado con ese libro». Era una adoración absoluta. Según fui creciendo, leí, por ejemplo, a Shirley Jackson, pero vino mucho después. Mary Shelley sí forma parte de mi imaginario, tanto por la creación de la propia criatura, el libro en sí mismo de Frankenstein, la vida de la escritora y, por supuesto, las imágenes de la increíble película de Gonzalo Suárez Remando al viento, que yo no sé cuántas veces he visto. —ECP: Algunas de las protagonistas de los cuentos citan de memoria salmos y proverbios; nombras Betania, el pueblo donde estaba la casa de Lázaro; incluso algunas de las historias están inspiradas directamente en el Libro del Génesis. ¿La Biblia puede ser otro de tus referentes? —PA: En casa era tradición ir a misa todos los domingos por la mañana. Viví muy intensamente todo eso en los 70. Había cierta ropa que sólo se ponía los domingos y había que guardarla y mantenerla muy cuidada. Se me contaban parábolas a menudo, en las que todas las protagonistas son niñas o adolescentes. Me parecía muy apropiado incidir en esta literatura, en estas imágenes que se me quedaron. Algunos de los cuentos beben directamente de la Biblia, a veces modificada, como en el segundo cuento, donde la historia de Caín y Abel se convierte en la historia de dos hermanas. Y el libro se titula Las iras, pues nuestro Dios del Antiguo Testamento siempre se nos ha dicho que era un Dios de ira; de hecho, en la propia historia de Caín y Abel, Caín es el primero que ejerce la ira en la literatura bíblica, en este caso contra su hermano, pero también es el primer sujeto que sufre la ira, como consecuencia de su acto, por parte de Dios, que le marca y condena a vagar por el mundo desterrado. —ECP: En los 18 casos trasladas al lector sensaciones inquietantes, que le llevan al desasosiego, incluso pueden llegar a abrumarlo, por ese tono y la atmósfera que los envuelve; nunca trasladas la violencia en sí, te cuidas mucho de no detallar las escenas más escabrosas. Esa inquietud nos llega gracias a tus recursos literarios. Horror y belleza están en perfecto equilibrio. Horror por las acciones de las protagonistas, por su pasado, incluso por su futuro. Belleza en la forma, en el ritmo, en el lenguaje, como en este maravilloso párrafo final del libro: «Que podría despeñarse por uno de los acantiladas y dejarse caer ciento setenta metros hasta chocar contra las rocas de ahí abajo después de que la cabeza le rebotase saliente tras saliente por la pared sin posibilidad de frenar un segundo para disfrutar durante el descenso de la contemplación de unas vistas tan espectaculares. Toda esa belleza». A pesar de caminar por una delgada línea, no te dejas arrastrar por la parte oscura, tu forma de escribir estos cuentos mantiene un faro de belleza constantemente encendido. ¿Cómo logras ese equilibrio? —PA: Me interesa más el cómo que el qué. Evidentemente estamos hablando de ficción, de narrativa, entonces tiene que haber un qué, una anécdota, unos personajes, una trama. Cuando yo empiezo una historia, siento que ya tengo todos los datos, cómo van a ser los personajes, hacia dónde van, qué es lo que ha habido antes de que yo empiece a narrar, qué es lo que va a haber después de que yo termine. Es decir, tengo que saberlo todo, cómo son, dónde viven, cuál es su historia y ya empiezo a contar con esa seguridad, con unas tablas firmes en las que apoyarme. Muchas veces se me pregunta ¿y si ya tienes todo el qué, ya tienes toda la excusa narrativa, ya tienes todo el argumento, no te aburres escribiendo? Y la respuesta es siempre que no. Yo me divierto mucho escribiendo, es de lo que más me gusta hacer en el mundo, no me aburro precisamente por el cómo, por esa manera de ir restableciendo una capa sobre otra capa y sobre otra, la belleza del lenguaje, el ritmo de la frase, la sucesión de párrafos, la elección de la palabra, todo eso es un desafío constante y una manera continua de leer, releer, corregir, controlar el texto, dominarlo. Esto es algo que a mí me gustaría leer, porque ante todo soy lectora; además de escritora, editora, traductora, por supuesto soy lectora; por tanto, esa manera de trabajar la palabra, la frase, el párrafo, la página, me apasiona. —ECP: Todos los protagonistas de Las iras son femeninos, la mayoría niñas o adolescentes. Eso inquieta más aún. Incluso en dos cuentos reescribes historias que la tradición nos ha legado protagonizadas por hombres convirtiéndolos en mujeres. ¿Por qué? —PA: Llevo muchos años escribiendo novelas o relatos protagonizados por mujeres, incluso en mis poemas la voz es la de una mujer, y esto ahora es así de una manera consciente. Pero la verdad es que el hecho de que las protagonistas siempre sean mujeres es algo natural para mí. Recuerdo que una periodista, cuando publiqué el libro de relatos Viajes inocentes, me preguntó por qué todos los personajes principales eran mujeres y no pude responder con concreción porque no me lo había planteado. En algunos relatos como el que mencionábamos de Caín y Abel, quise que la literatura bíblica en vez de empezar protagonizada por hombres fuera protagonizada por mujeres que actúan y que son responsables de sus actos. En la tradición literaria clásica los hombres actuaban, mientras las mujeres esperaban, tejían, destejían, y el héroe daba vueltas por el mundo conocido, batallaba, se enamoraba y vivía todas las maravillosas experiencias que puede ofrecer la vida. Mi ambición era que la mujer narrara su propia historia, la protagonizara, que ella ejecutara todas las hazañas. También te digo que no creo que a los escritores cuyos principales protagonistas sean hombres se les preguntara el porqué. —ECP: Al hilo de tu respuesta, recuerdo que en Un réquiem europeo Javier Sáez de Ibarra hace coincidir cada uno de los cuentos con una de las partes de la misa. El último cuento coincide con la Bendición y se titula ‘Eva’. Cuatro momentos, cuando Eva come el fruto del prohibido árbol del conocimiento y así obtiene el don de la sabiduría; tiene que tomar la primera decisión: dar o no a su compañero el fruto para que coma de él, y decide hacerlo, a pesar de que es consciente de que si lo come «Tendrá que sufrir los dolores nuevos que a ella ya le conmueven: la conciencia de que un día va a morir o va a perderlo». Me ha llamado la atención esa coincidencia en dos libros de relatos recientes en los que se recrean temas de la Biblia. ¿Conoces a Sáez de Ibarra? —PA: Sí, claro, conozco a Javier y, aunque no he leído ese relato, me parece muy interesante lo que me comentas. Yo creo que en los que hacemos literatura el hecho de que de pequeños leyéramos en el colegio pasajes de La Biblia o nos contaran parábolas, todo el tema de ir a la iglesia y escuchar palabras repetidas y que todos repetíamos, que no dejaban de tener su ritmo, esa especie de cadencia melódica de las frases que se repiten forma parte de nuestro aprendizaje emocional, espiritual y también literario, por el propio ritmo, insisto, de las frases. Me parece muy interesante que sea una temática y una forma que está también en otros jóvenes poetas españoles y, evidentemente, en un autor del que yo no me canso de hablar, Jon Fosse, en el que todo esto está muy presente en las formas y en lo que nos cuenta, todo lo de la oración, el rezo, la cadencia, la concentración. Pero más allá de la historia que se nos ha contado siempre, la historia que conocemos, que admitimos y forma parte ya de nuestra estructura mental más mítica, es natural que se haya ido interpretando y adaptando al crecimiento de cada uno y a la madurez de cada uno. En el caso de escritores de ficción, como es el caso de Javier y el mío propio, muchas veces le damos la vuelta y jugamos con el mito, con la referencia, con la propia imagen. Es también una manera de hacer pensar en la historia inicial, esa que conocemos de memoria, y a la que damos la vuelta, jugamos con los protagonistas, la interpretamos para llegar a nuevas conclusiones. La literatura invita a todo esto, a no salir de un texto de la misma manera como entraste en él. —ECP: Como en el caso de algunos escritores del Romanticismo, sitúas a tus personajes en amplios espacios, generalmente en casas solariegas rodeadas de naturaleza, en entornos hostiles. Nunca una gran ciudad o un edificio de apartamentos. ¿Por qué? —PA: Sí, es verdad que siempre en todo lo que escribo hay casas aisladas en la naturaleza, es decir, rodeadas de amplios espacios abiertos y no sólo en estos cuentos, también sucedía ya en De bestias y aves y sucedía en Las efímeras. Es algo que siempre me atrae, quizás para que frente al encierro en el que hago que vivan mis personajes en estas casas que no tienen nada que ver efectivamente con la ciudad, ni con pisos, ni con ambientes urbanos, frente a eso, digo, esté la posibilidad de los espacios abiertos de la naturaleza. Me interesan los personajes que se aíslan, que se recluyen, que se separan de la sociedad y sé que pueden parecer términos contradictorios el hecho de hablar de encierro y aislamiento en estas casas y de libertad, porque el encierro normalmente se considera lo antitético de lo libre cuando pensamos en prisiones etcétera, pero lo que hacen los personajes de manera voluntaria es encerrarse para huir de presiones o imposiciones sociales, quizás también familiares, a las que se han visto sometidos —en este caso sometidas— durante años, y para librarse de todo esto se encierran para poder ser libres y poder hacer lo que realmente desean, poder pintar, trabajar, mirar por la ventana, bailar o vestir como quieran sin tener que responder ante las demandas de los demás o dar explicaciones. Algunos de los cuentos de Las iras suceden en espacios muy cerrados también para propiciar cierto estado mental en el lector. Por ejemplo, en el relato titulado ‘Primera sangre’, la casa está cerrada, las persianas están bajadas, lo que es una manera de hacer que el lector sienta emocionalmente esa claustrofobia y esta especie de imperativo que ha habido durante años que decía que lo que sucede en el interior de las casas se queda en las casas y nadie del exterior tiene derecho a meterse en lo que está sucediendo, aunque lo que esté sucediendo dentro sea el horror. Creo que sólo tengo un cuento ambientado en una ciudad de todos los que he escrito. El ambiente y el realismo urbanos no me han atraído nunca. —ECP: También es cierto, y desgraciadamente todos lo sabemos, que hay soledad y hay aislamiento en las ciudades. Pensemos en personas de muy avanzada edad que viven solas o en otros casos de aislamiento como la exclusión o la marginación. —PA: Sí, también en la ciudad hay soledad y, de hecho, es una lacra, algo que se está estudiando últimamente a nivel político. Creo que en Inglaterra incluso se va a generar —no sé si al final se habrá hecho— un ministerio para la soledad. Pero en los personajes de mis historias, además de que es ficción, que no es sociología, ni psicología, tenemos que considerar que el individuo se aparta de la sociedad de manera consciente. En cambio, la otra soledad de la que hablamos ahora, la que se da sobre todo en las ciudades, es una soledad involuntaria, en la que es la sociedad la que aparta al individuo que no quiere apartarse. Cuando narro, me interesa desligar esos dos tipos de soledad. —ECP: A pesar de que en algún caso dejas detalles que puedan ayudar al lector, estos relatos son muy difíciles de datar, de situarlos en un tiempo o lugar determinados. Pueden ocurrir en una zona de España en el XIX o principios del XX o en una región de Estados Unidos en el XXI. ¿No lo consideras importante o dejas intencionadamente esa posibilidad a quien los lea?
—PA: Claro, yo tengo que saber todos los datos de todo lo que voy a escribir, cómo son los personajes, qué aspecto tienen, en qué lugar están, cómo es la geografía de ese espacio. Como la naturaleza es tan importante, debo saber qué tipo de plantas hay, qué árboles, qué pájaros, qué animales, qué insectos... Si digo que hay enebros, encinas y determinados insectos y aves es porque realmente las hay, porque uno de los terrores que más tengo en literatura, es poder caer en alguna incoherencia que inmediatamente sacara del pacto ficcional al lector. Lo que ocurre es que yo no quiero imponer nada al lector, quiero que participe, que se lleve las historias a su propio terreno, su propia biografía, tanto vital como lectora, que aporte de su propio bagaje y si yo digo que suceden en un lugar determinado, en una época determinada, esa posibilidad se rompe. Pero hay ciertas pistas, por ejemplo, si de repente hablamos de que hay un coche o hay un móvil o que van a mirar determinada aplicación, pues ya sabemos que muy lejano de esta época no es, que es un momento histórico próximo al nuestro, y si hablo de enebros, encinas, de alcornoques, de monte bajo, matorral, etcétera, pues también podemos imaginar muy bien cómo es el aspecto geográfico y en qué lugar, al menos climatológicamente hablando, se están desarrollando los cuentos. Pero sí que es verdad que no lo explico, no lo explicito, aunque yo sepa muy bien donde se está desarrollando todo. Es más que nada para no dárselo todo masticado al lector y también porque a mí, como lectora, me gusta que no me digan exactamente el sitio y si me lo dicen muchas veces no presto atención, soy un desastre a nivel geográfico, me pierdo con muchísima facilidad. Muchas veces, aunque en las historias que leo se me diga que suceden en un determinado lugar, en Soria, en Burgos, qué sé yo, no presto atención, prefiero llevármelas a mi propio territorio emocional y literario. —ECP: ¿Es la ficción el lugar idóneo para adentrase en esas sombras que rondan a la mente humana? —PA: La ficción es el campo de la libertad absoluta. Siempre va de la mano de la imaginación y todos sabemos que no hay arma más poderosa que la propia imaginación, que nos lleva a vivir experiencias tan potentes, tan suaves o tan salvajes como queramos, hasta donde nos permitamos llegar, sin movernos del sitio. Antes te hablaba de la libertad en estas casas, en estos lugares donde en algún momento, de alguna manera, aíslo a mis personajes, y creo que tiene que ver mucho a un nivel simbólico, quizá metafórico, con los lugares de retiro en los que a mí me gusta estar para leer, y la lectura de nuevo va relacionada con la imaginación y con este espacio de libertad completa. Puede, en momentos determinados, resultar muy duro, aunque la violencia jamás sea explícita, no hay palizas, no hay sangre, es decir, el cómo no es explícito pero el qué sí lo es, e insisto, es tan brutal como el lector quiera, hasta donde él desee llegar con su imaginación. Mientras los estaba escribiendo en muchas ocasiones me preguntaba a mí misma «¿qué necesidad tengo de estar proponiendo estos escenarios que, en cierto modo, rozan el horror?», pero me repetía que no podemos tenerle miedo a la ficción. La ficción es el espacio para indagar, investigar, profundizar, arañar hasta donde queramos llegar. La respuesta, por tanto, sería que sí, que en toda ficción hay una realidad coherente, completa, redonda, que es la que generamos los escritores y luego genera el lector en su cabeza aportando también.
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El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CANO, LEONARDO CARBAJOSA, NATALIA CARBAJOSA, NATALIA [traducir... poesía] CARIDE, ALBERTO CARRILLO, MARÍA ENCARNACIÓN CARRILLO, VIRIDIANA CASTRO, JUANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHESSA, ALBERTO [Non finito] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FABRELLAS, JOAQUÍN FONT, VIOLETA GAIRÍN, RAMIRO GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA PÉREZ, MANUEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO [La nueva subjetividad] GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GERANIOS, ANA GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [YO ESTOY EN LA IMAGEN] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO JUAN, MIGUEL (de) KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LARA ALBERCA, JOSÉ MANUEL LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ BRETONES, JOSÉ LUIS LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ PELLICER, PABLO LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARÍA [Lo que se hunde] MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MARTÍNEZ MÁRQUEZ, ALBERTO MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PARRA SANZ, ANTONIO [Gómes & Cía] PELLICER, GEMMA PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ, HILARIO J. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA ROVALHER, DANIEL RUDEL, JAUFRÉ RUIZ, MIGUEL ÁNGEL RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [El borde cortante] SÁNCHEZ, GINÉS [Mujeres en la oscuridad] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El órgano] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [Factbook] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [La cadena del frío] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [Los que escuchan] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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