Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Los sueños aéreos En las Cartas a Ático Cicerón expresó el dolor y la angustia provocados por la pérdida de su hija Tulia a una edad temprana. Así lo hizo también Mark Twain en Un bosquejo de familia sobre Susy, muerta a los 25 años por una meningitis. El hijo adolescente de Wolfgang Hermann falleció repentinamente mientras dormía y el austríaco narra en Despedida que no cesa la distorsión que a partir de ese hecho domina su vida. Noches azules de Joan Didion, El nadador en el mar secreto de William Kotzwinkle, Tienes que mirar de Anna Staribonets... Son numerosas, en la tradición y en la modernidad literaria universal, las obras que tratan la onda expansiva ocasionada por la pérdida filial. Escritos en español hay monumentos como Paula de Allende, La hora violeta de Sergio del Molino, Lo que no tiene nombre de Piedad Bonnett, Mortal y rosa de Umbral o Joana de Joan Margarit. Yo diría que se trata casi de un subgénero temático. Aunque las circunstancias pudieran parecerse, digo con alivio que no voy a entrevistar al autor de un canto póstumo, sino todo lo contrario: una revelación tras una brusca y casi insoportable pesadilla. He tenido la suerte de toparme con Los sueños aéreos (La Fea Burguesía, 2024), obra que invita a reflexionar sobre la resiliencia, el amor incondicional y la lucha constante frente a la adversidad. Jesús Montoya Juárez (Murcia, 1979) relata en verso el testimonio paternal del proceso de superación de una experiencia desgarradora: la enfermedad de su hijo pequeño, quien sufrió un daño cerebral adquirido (DCA). No sólo describe la vivencia, sino que ofrece una profunda introversión sobre el impacto emocional, físico y psicológico que una tragedia de este tipo puede generar, así como las herramientas necesarias para avanzar en medio de la oscuridad. Seamos lobos y levantemos las orejas para escuchar con toda nuestra atención. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Qué rol jugó la escritura de Los sueños aéreos en tu proceso de sanación emocional, y cómo estás percibiendo el tránsito de la experiencia al papel? —JESÚS MONTOYA JUÁREZ: Hola, Juan de Dios. Es algo a lo que le he dado muchas vueltas. Los poemas del libro surgen de la necesidad de explicarme a mí mismo una experiencia vital dura y transformadora. Una experiencia que ha tenido mucho de oscuridad —sobre todo al principio—, pero también momentos de luz. Como dice Dickens al comienzo de Las dos ciudades, cita que abre el poemario, «Era el peor de los tiempos» y «era el mejor de los tiempos». Creo que escribir este libro me ha servido para hacer recuento de todo eso. Los materiales que componen la realidad se tamizan mejor si se abordan desde la poesía. La poesía tiene eso: la pausa, la plena consciencia depositada en cada verso para ir sedimentando cosas. Escribir, estoy de acuerdo contigo, ha sido parte importante de mi proceso de sanación: una forma de dar sentido a lo vivido. Pero en la escritura se han ido colando muchas otras heridas ajenas, de muchos otros con los que nos hemos cruzado en estos años. Así que las cicatrices que recorren el libro ya no son solo mías. Los hallazgos, tampoco. Y luego está el diálogo con la biblioteca, los mitos, el tejido artístico del libro: la conciencia de que escribimos en una cadena de muchos eslabones. Poco a poco, la idea de publicar estos poemas, escritos muchas veces en cafeterías de hospitales y clínicas, ha ido cobrando cada vez más sentido. La poesía es un discurso privado, pero en cierto modo es también público. Si no pone palabras a experiencias compartidas, no vale la pena. Cuando los poemas dejaron de ser texto al paso y empezaron a ser un libro, con la reescritura, ha cobrado peso la idea de compromiso, que es una parte esencial del proyecto: compromiso con el propio trabajo literario, primero, y también en la denuncia de las costuras del sistema ante la problemática social del daño cerebral adquirido. Quiero pensar que el libro conjuga todo eso. —ECP: En tu narratividad lírica usas sobre todo el verso blanco, alternando endecasílabos y heptasílabos. Esto me hace pensar que gustas de poetizar la realidad a la manera de La Otra Sentimentalidad granadina. ¿Es así? —JMJ: Mi formación como escritor se dio en Granada, en sus calles y bares, en su universidad. Ese paisaje impregnó mi sensibilidad en los años en los que a uno le nace el gusanillo de la escritura. Supongo que eso marca. Más tarde, ya como profesor universitario, coincidí en el trabajo con poetas profesores, como Luis García Montero, Miguel d’Ors, Álvaro Salvador... Los leí a todos, y a algunos otros que me gustan particularmente, como Javier Egea, Andrés Neuman o Rosa Berbel, una poeta joven que leí hace poco y me parece muy interesante. No es un programa literario el mío que se ajuste a pies juntillas a esa corriente, que tuvo su momento y su lugar, pero sí creo que algo hay de esa poesía en mi forma de entender la escritura y de ejercerla. El tono conversacional del libro puede venir de ahí. En parte, también, la idea de que escribir es dialogar o mirarse en un espejo astillado. Juan Carlos Rodríguez, que fue profesor mío, crítico y padre de ese grupo poético, decía en sus clases que en el yo siempre hay un nosotros, que hablamos siempre con un lenguaje prestado que nos habla también. Esa idea de explorar una subjetividad escindida o múltiple está en mi narrativa y también en mi poesía. Con Los sueños aéreos me surgió la necesidad de construir un personaje poético que estructurase el dolor, por ejemplo. Ese yo que me cuenta lo que voy sintiendo, lo que estoy viviendo o he vivido, es un modo de tomar distancia y domesticar lo que te duele o arrasa, lo que por momentos es salvaje, sin ocultarlo ni tergiversarlo. Me hizo bien contarme a mí mismo desde esa otredad. En esto último también creo que hay un eco de esa Otra Sentimentalidad, más allá del empleo del verso blanco al que te refieres. —ECP: Este poemario tiene una estructura inspirada en La divina comedia. ¿Quién es Beatriz? ¿Quién es Virgilio? —JMJ: El año y medio que recoge el libro es una travesía. Un viaje. Desde el momento en que recibes la noticia de que tu hijo está grave y que hay que llevarlo inmediatamente a quirófano, se sueltan amarras y se despega. El primer poema, ‘Viaje a Marte’, habla un poco de eso: de dejar la Tierra, de la oscuridad silenciosa en que se cae en pleno día, de cómo a veces no hay más alternativa que atravesar sin más el vacío. Dante surgió naturalmente a la hora de estructurar el libro. Apareció en los poemas y, después, cuando empezaron a formar parte de un manuscrito, me dio su estructura. Es lógico, si se escribe una catábasis, que se dé la mano a Dante. Pero en mi libro, no hay una Beatriz en los cielos aguardando al poeta. De lo que se trataba era de volver a la Tierra. De regresar. Y Virgilio, lo tenemos claro, es cada uno de los médicos, las fisioterapeutas, las enfermeras, el personal sanitario que nos ha dado la mano para sacarlo adelante. Maricruz, Esther, Elena, Julia, Ángela, Luisa, Alberto, Manuel, Conchi, Virginia, Almudena, Karen, Sonia... La gente de La Arrixaca, de Guttmann, de las diferentes clínicas que hemos visitado. Hay un poema titulado ‘Virgilio’ que precisamente reivindica la sanidad pública y a sus profesionales. El libro es, en parte, un homenaje agradecido a quienes nos acompañaron a través del infierno y nos llevaron a casa. —ECP: ¿Qué elementos de la tradición dantesca decidiste reinterpretar o transformar en Los sueños aéreos para que encajaran con tu propia visión literaria? —JMJ: Cada una de las secciones del libro se titula como los diferentes libros de La divina comedia. Pero, por ejemplo, “Paradiso” refiere un momento de serenidad que no tiene nada de éxtasis contemplativo. Por un lado, es el recuento de daños tras haber arribado a la playa, tras el naufragio, por otro, es la enumeración de nuevos interrogantes: ¿cómo continuar? ¿Cómo aprender a vivir de nuevo? No hay éxtasis feudal, ni donna angelicata, sino puro movimiento. Hay momentos de breve plenitud y fascinación que el arte o la poesía pueden ayudar a prolongar en la conciencia. Pero no cabe recrearse demasiado, pues toda arquitectura es inestable. En un poema recurro a Gibran: uno es solo un arquero que envía a sus hijos al mañana. En otro poema me pregunto si el tiempo ahora no es sino responder a una sola pregunta: “qué hiciste con el fruto que te tocó cuidar”. Tal vez sea eso lo que puede legitimarnos: la conciencia de la fragilidad. Escribir sirve para recordárselo a uno mismo cuando la tentación es olvidarlo. Como le decía a Manuel Madrid en una entrevista para La Verdad, el único paraíso al que podemos aspirar es volver a la rutina, caminar juntos, cuidarnos, darnos la mano. Apostar por los cuidados, reconocer que todos somos vulnerables y vamos a necesitarnos, creo que es hoy un mensaje bastante revolucionario. —ECP: Tus referencias librescas son continuas. Esencial es el poema ‘Los libros y la noche’. ¿Hasta qué punto nos puede aliviar un libro? Lo digo porque hay gente que, en una circunstancia extrema como la que tú has vivido, no encuentra ni un gramo de consuelo en la cultura. —JMJ: Hay varios ecos de Borges en el libro. Hay otro poema, titulado ‘Whitman’, en el que hay muchas referencias y citas modificadas de poetas que hablaron sobre la enfermedad, el dolor y la pérdida, y que habla precisamente de eso. «Ninguno de tus libros te ofrecía cobijo», digo en un verso, «pero hubo poesía pese a todo». La poesía, cuando los libros se cierran, se anuda siempre en la trama de la vida. Forma parte de ella. Por más que a veces no haya serenidad de ánimo o no se sepa el idioma con el cual leerla. Muy al principio, no pude leer nada, como te imaginarás, todo era un black out y absolutamente nada ofrecía consuelo. Pero el amor, cada caricia, la esperanza, el ejemplo de los profesionales que lo trataron, la entrega de mi pareja, la lucha de nuestro hijo para volver a ser él mismo —es decir, la poesía— estaban ahí. Quizás todo sea cuestión de distancia y de enfoque. También de suerte: los vientos nos han traído a un lugar desde donde podemos, ya en tierra, reconocerla. —ECP: ¿Qué banda sonora se te ocurre que tendrían tu “Inferno”, tu “Purgatorio” y tu “Paradiso”? —JMJ: No hay muchas referencias musicales en el poemario, pero hay mucha música en estos años de escritura. Las canciones que le gustan a mi hijo han sido la banda sonora de este tiempo de rehabilitación. Nada muy glamuroso: Ed Sheeran, Coldplay, Sebastián Yatra, Miki Núñez... Los oíamos juntos para hacerle sentir que estábamos en casa. Hay mucha música en catalán. Un idioma hermoso que nos habituamos a oír. Vivimos varios meses en Barcelona e íbamos cada día a Badalona, al Hospital Guttmann, oyendo Els Quaranta Principals. Esta sería la música de “Purgatorio” y de “Paradiso”. La música de “Inferno” sería dodecafónica. Pitidos, alarmas, zumbidos, el rumor sordo de las máquinas que nos mantienen con vida. —ECP: Después de leer ‘Otro poema’ me pregunto qué hay detrás de la esperanza, la cual, por cierto, es la última palabra del libro. ¿Qué hay, Jesús? —JMJ: La nada. La garganta, llena de piedras. El vacío. Una realidad que es un poco como vivir en el mundo del revés de Stranger things. El poemario es una reflexión sobre la naturaleza de la esperanza. La física dice que, en ausencia de una fuerza opuesta ejercida sobre los cuerpos, estos se mueven indefinidamente en el espacio. La esperanza es eso: aquello que detiene la inercia. «Esperanza homicida», la llamaba Sor Juana Inés de la Cruz. Lo cierto es que un tiempo se puede continuar atravesando el vacío. Y, por desgracia, hay mucha gente que no encuentra la forma de recomponer la esperanza. Pero tarde o temprano hay que rearmarla, redirigirla, dejarse arrastrar por esa fuerza, sea por tierra pedregosa o fango, aunque nos duela, aunque nos dejemos la piel en el camino. En el libro, imagino la esperanza como una cabalgadura indómita, como un monstruo que se alimenta de las entrañas de uno, cruel o inmisericorde, pero que, a la vez, te permite recorrer distancias inabarcables, atravesar desiertos o lugares inhóspitos. Hay que saber domesticarla y tenerla por amiga. Supongo que la esperanza es la gasolina del ser humano. Un mar de fondo. No tiene nada que ver con la ilusión o con lo ilusorio. La esperanza es un lenguaje antiguo que se aprende. No sé bien cómo se hace. Hubo un momento en que me subí a lomos del monstruo. Me dejé devorar por él. Y regresé. —ECP: La segunda parte, “Purgatorio”, es la que más se presta al reto estético. Se nota que pones toda la carne en el asador, consiguiendo una mezcla exacta y triunfante de hondura y juego. ¿Son poemas escritos directamente en los hospitales o han sido elaborados a posteriori en casa?
—JMJ: Depende. Hay algunos que salieron casi en su versión definitiva en la sala de espera frente a un quirófano, como ‘Elefante’. Otros, la mayoría, en muchas cafeterías donde me gusta escribir, esperando a que mi hijo regrese de alguna terapia. Escribo, de hecho, mejor con el ruido y el ajetreo que en el escritorio de casa. Los aromas, el murmullo, la música, si la hay, la gente que me rodea, todo eso que nunca es lo mismo me ayuda a menudo a concentrarme. Muchas veces el poema parte de una anécdota vivida. Una vez vi en la terraza de una cafetería, en un hospital de rehabilitación, a una pareja bailando. Al fondo, lejos, sin saber que los mirábamos, bailaban como pisando terreno quebradizo. Él había sufrido un ictus, se le notaba una hemiparesia. Bailaban los dos con mucho cuidado de no caerse o tropezar el uno con la otra. Y era algo hermoso. A través de ellos dos me dio por pensar que el mundo entero bailaba también. Esa anécdota pasa al poema. La frescura de escribir en la calle me estimula, aunque no siempre lo hago. Después, en casa, reescribo, corrijo, modifico. Me gusta esa vieja idea del poeta como un pintor de la vida que pasa. La poesía como fotografía. Es algo que no se puede hacer con la narrativa. Los primeros poemas que escribí están en “Purgatorio”. Algunos son casi simultáneos a la anécdota que describen. Los poemas de “Inferno” vinieron después, cuando pude examinar ese tiempo doloroso del principio y sostenerle la mirada. “Paradiso” es la parte más reciente. Sus poemas son de cuando ya parecía tener claro que se abría paso un libro. El primer poema, ‘Viaje a Marte’, es antiguo, tiene que ver con las preguntas que surgieron con la enfermedad de mi padre. Lo he reescrito ahora. Creo que como prólogo funciona bien. Hay experiencias que saltan unas en otras, como animales acuáticos, y alcanzan el presente con sus ondas concéntricas. El último, ‘La esperanza’, lo escribí después del resto. Cuando me di cuenta de que necesitaba un cierre o un epílogo. —ECP: Me consta que eres un hombre de fe. Sin embargo, me ha parecido leer la palabra “dios” sólo una vez, y en minúscula. ¿Por qué? —JMJ: Hay mucha fe en el libro, pero no necesariamente religiosa. Uno es más creyente cuantos más motivos encuentra para creer en el ser humano. En el poema al que te refieres, digo que no es dios sino el dinero lo que obra los milagros, un modo de denunciar la falta de recursos públicos para tratar el daño cerebral adquirido. Hay quien se da muchos golpes de pecho, pero consiente en que se deterioren los servicios públicos, que son los que nos salvan cuando vienen mal dadas. Para que existan los milagros hay que creer. Y creer significa dinero: apostar como sociedad por la inversión en sanidad, en ciencia, en dependencia. Muchos enfermos mueren en lista de espera sin cobrar una prestación que es su derecho, por ejemplo. Estamos fallando a los más vulnerables hoy. Mañana seremos nosotros. —ECP: El aroma del café impregna las páginas finales del libro, como ocurre en Joana, ¿Eres consciente del paralelismo, la deuda o lo que ha podido inspirarte ese poemario de Joan Margarit? —JMJ: El café, como ya te he dicho, forma parte de mi rutina de escritura. En un libro anterior, El tiempo real, al que tengo mucho cariño, tengo tres cuentos que giran alrededor del café. El caso de Joan Margarit es tremendo y no es parangonable con mi caso. Aunque en su poesía haya hospitales, discapacidad y batas blancas. No obstante, hemos conocido padres con casos complejos que han atravesado experiencias que pueden parecerse a la suya. Margarit son palabras mayores. Es fascinante cómo habla con pulso sereno de una cotidianidad terrible, donde están el dolor, el miedo, la angustia como padres, pero también la ternura, el amor a su hija, los afectos... Y lo hace con contención, con enorme honestidad y sin retórica ninguna, logrando un vuelo poético maravilloso. En mi poesía hay referencias y mitos a través de los cuales expresarme, pero también huyo de una retórica excesiva. Un tema como este exige cierta desnudez expresiva. Vaciar la lengua. Traer al poema las palabras que se usan en los centros sanitarios, por ejemplo. Yo no pensaba en Margarit cuando escribía, aunque quizás ha podido haber una influencia tácita. Ojalá. —ECP: ‘Definición de vuelo’ es la versificación del alivio que asciende a un clímax de satisfacción paternal. En la poesía contemporánea está casi mal visto cantar la alegría, pero se puede y se debe, ¿no? —JMJ: En poesía, y en literatura en general, no se “debe” nada, pero se puede todo, me parece. En el libro funcionan algunos mitos como leitmotivs, mitos que invierto o modifico. Está Pandora. Está el Minotauro. Están Ícaro y Dédalo. Dédalo es aquí un padre doliente que toma la palabra en varios poemas para desearnos, sin embargo, un proyecto de vida. «Constrúyele unas alas». La moraleja no puede ser no vueles para evitar caer al mar. Debe ser inténtalo, vuela, sigue volando toda una larga vida. Las cosas pueden salir bien. ‘Definición de vuelo’ recorre lo que para mí ha sido volar en este tiempo. Los pasos que ha ido dando mi hijo hasta su recuperación. Reivindico un poco una perspectiva que reconozca que cada pequeño paso para muchos chicos y chicas con discapacidad es un tremendo logro, casi como volar. Pues en el caso del daño cerebral se parte muchas veces de expectativas cercanas a cero. Si la vara con la que medimos los logros de muchos niños en clase, en el trabajo, con los amigos, etc. está demasiado alta, pasan desapercibidos, los discriminamos y aislamos porque no se acompasan al resto y les robamos sus derechos. Lo hacemos desde pequeños, por ejemplo, cuando marginamos a un compañero porque, por la razón que sea, no juega bien al fútbol o es más lento que los demás. Y eso nos perjudica, porque nos perdemos una lección: el reconocimiento real de su esfuerzo. La lucha por superarse de muchos de estos chicos es admirable y los eleva por encima del resto. Eso tiene que volverse algo inspirador. Una lección que nos puede hacer mejores. —ECP: Obviamente, hay un cambio de horizonte vital después de este largo proceso. ¿Los sueños aéreos, en algún sentido, representa un cierre o un punto de partida para ti? —JMJ: Quería terminar el libro y publicarlo con la idea de cerrar una etapa. Un poco como un exorcismo. De algún modo, Los sueños aéreos clausura un tiempo de urgencia, un mundo submarino inolvidable que queda encerrado en sus páginas. Lo que escriba en adelante será ya otra cosa, un proyecto nuevo, otro recorrido. Pero una cosa que he aprendido al escribir este libro es que quizás nada se deja definitivamente atrás. Nada hay que asegure que el dolor que has vivido te haga inmune ante el dolor futuro, y por lo mismo, tampoco hay nada que asegure que la alegría que sentiste en un momento dado vaya a eclipsar las alegrías que hayan de venir. Siempre habrá días de ganar y días de perder. Ni el miedo se termina, ni la lucha concluye. Pero tampoco el aprendizaje, ni el eco liberador de haber conocido esa fragilidad radical. Espero que la poesía me siga acompañando, ofreciéndome la pausa para encontrar algo de luz. Pensándolo mejor, si Los sueños aéreos es mi primer poemario, es también un comienzo. El inicio de un camino que me brinda oportunidades como esta, tan grata, de charlar contigo.
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ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CANO, LEONARDO CARBAJOSA, NATALIA CARBAJOSA, NATALIA [traducir... poesía] CARIDE, ALBERTO CARRILLO, MARÍA ENCARNACIÓN CARRILLO, VIRIDIANA CASTRO, JUANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GAIRÍN, RAMIRO GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO [La nueva subjetividad] GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GERANIOS, ANA GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [YO ESTOY EN LA IMAGEN] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO JUAN, MIGUEL (de) KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LARA ALBERCA, JOSÉ MANUEL LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ BRETONES, JOSÉ LUIS LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ PELLICER, PABLO LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARÍA [Lo que se hunde] MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MARTÍNEZ MÁRQUEZ, ALBERTO MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ, HILARIO J. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA ROVALHER, DANIEL RUDEL, JAUFRÉ RUIZ, MIGUEL ÁNGEL RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [El borde cortante] SÁNCHEZ, GINÉS [Mujeres en la oscuridad] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [Factbook] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [La cadena del frío] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [Los que escuchan] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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