Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Lleva desde los primeros años ochenta tensando su lira con templanza y apuntando estrofas a la diana que clava cada vez con más consistencia y elaboración. En su trayectoria han de destacarse obras como A flor de agua (Visor, 2000), Ceniza (Hiperión, 2005) o El jardín invisible (Rialp, 2006). Con la editorial Chamán publicó Vigía de tu paso en 2018 y este verano vuelve con un último libro, Yo escribo la noche, por el que escapa la vida a borbotones y arroja una intrépida, atractiva y desafiante energía. El coloquio de los perros ha querido conversar con nuestra vecina alicantina —Pilar Blanco Díaz es leonesa, pero ejerció la docencia durante años en Alicante— y meternos de lleno en su harina nocturna. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: El título de tu último libro está inspirado en un verso de Alejandra Pizarnik. Hoy se ve a Pizarnik como un faro para muchos poetas jóvenes, casi adolescentes. ¿Qué magia tiene Pizarnik que encandila a estas últimas generaciones? ¿Qué te atrapó a ti de su lectura? —PILAR BLANCO DÍAZ: Quizás su desmesura emocional, que conecta bien con esa parte de mí que no acaba de adecuarse al régimen cauteloso de sopitas y buen vino que se asocia injustamente a cierta edad. Y que esté encarnada en una escritura sonámbula, sin ataduras conceptuales ni un ritmo acomodaticio del que colgarse. Y esa voz delicada y brutal que sugiere, conmociona, se te clava sin que te des cuenta y te deja su curare dentro. Como no la leí de jovencina alguna vez tenía que llegar a ella, si ya no como faro en la tormenta que es hacerse una por dentro, sí como identidad hermana, sensibles ambas en la crueldad del exceso o ausencia de la luz. Al menos poéticamente podría decir, con José María Micó, que vivo en la obstinación de la ceniza. —ECP: Tu poemario anterior, Vigía de tu paso, fue publicado también en la editorial Chamán. ¿Quien la prueba repite? ¿Cómo de cómoda te sientes con los chamánicos albaceteños Ana Toboso y Pedro Gascón? —PBD: Es evidente que los libros de Chamán están muy cuidados y editados con rigor y mimo. Pero siendo eso importante, supone solo la cáscara de un fondo aún mejor de profesionalidad, cercanía y calidad humana que permite a los autores sentirnos cómodos y escuchados siempre. Todo ello invita a repetir y ha propiciado, además, que en pocos años se hayan ganado el respeto tanto de los escritores como de los colegas de la edición. —ECP: ¿Qué encontrará el lector en Yo escribo la noche que no estaba en Vigía de tu paso? —PBD: Creo que la manera de mirar a la cara y no hacia arriba y también la presencia inequívoca de mi voz de mujer, que no suelo mostrar. Aunque no puedo evitar ser quien soy como poeta y como persona ni dejar de arrastrar conmigo viejas obsesiones y fantasmas de cadena y bola. Soy consciente de la osadía que supone, y más siendo mujer, escribir sobre el amor, algo tan peligroso y manido como denostado por la gente “seria” de la poesía, cosa que para ser sincera me da bastante igual. La altura de mis modelos tiene mucho más peso para mí que cualquier prejuicio. Tampoco pretendo ni conseguiría identificarme con los temas, dicción y enfoques más exitosos de la lírica actual, la poesía para mí es ante todo honestidad personal en la que no caben fingimientos interesados. Para mal o para peor una es quien es, sin conservantes ni anabolizantes. —ECP: No pocos poemas de Yo escribo la noche ahondan en el amor-pasión. ¿Sigue siendo la noche el terreno más adecuado para este sentimiento y su acción? —PBD: La noche es uno de los símbolos más potentes que se han creado. Puede nombrar el momento feliz que acoge el encuentro amoroso y también señalar la añoranza, la separación forzosa, el dolor de la ausencia. Las dos desempeñan su papel en el libro con predominio evidente de la segunda, la noche oscura del cuerpo y del alma sin dichosa ventura. Pero más allá de esa experiencia, en cierto modo superficial, prevalece la connotación de la noche y la oscuridad como ámbitos de soledad, temor, desolación. La noche es un jardín o un infierno a los que poetas y psicoanalistas han intentado poner puertas, algunas hermosísimas como estos versos de la gran Blanca Varela: el día queda atrás, / apenas consumido y ya inútil. / Comienza la gran luz, / todas las puertas ceden ante un hombre dormido / el tiempo es un árbol que no cesa de crecer. —ECP: En los versos de ‘Marca de espada’ estableces una brillante contraposición poética entre la desolación y el amor, los frutos que cada uno da. Pero, claro, ¿qué fue primero, la herida o el amor? —PBD: Diría que el amor es herida y remedio a la vez; que aunque la herida puede proceder o no del amor, en su contacto se remansa o se inmensa, depende de la suerte o el tino de cada persona. Si los amores tortuosos de mucho apasionamiento y desconsuelo seguro desembocan en poesía o cualquier otra manifestación artística, algo hemos ganado todos. Del dolorido sentir de Garcilaso, Cernuda o Salinas a la dulce queja de Lorca, Gloria Fuertes, Idea Vilariño… Cuánto poeta ardiendo, yugo, llaga. —ECP: Brasa, incendio, antorcha, la vida ardiendo… El fuego es una recurrencia constante en Yo escribo la noche. Tus orígenes son leoneses, pero resides en la costa alicantina. ¿Tiene algo que ver esa mediterraneidad con tu querencia a la noche y al fuego? —PBD: No, creo que nada. Me parece que los rituales del fuego, tan vinculados al solsticio de verano, se han reducido a excusa fácil para el espectáculo y el jolgorio, por lo tanto me tienen sin cuidado. Al escribir camino siempre por el alambre que une realidad y figuración, pero aunque no haya hogueras reales en mis poemas, sé bien lo que es arder y sé de quemadura. —ECP: ¿Es este libro una invitación a la desmesura? ¿Cuánto hay en él de romanticismo, en el sentido histórico-literario del término? —PBD: Me ha hecho gracia que uses la palabra desmesura, pues se la he aplicado a Alejandra Pizarnik en mi respuesta a la primera pregunta sin haberla leído previamente, así que la observación no anda desencaminada. En Yo escribo la noche hay desmesura, claro que sí, desatada, oceánica. Porque, en palabras de Holan, hay amores en los que el mundo no te basta, momentos en la vida que resultan ingobernables, que es preciso arrostrar fuera de cualquier contención. Es obvio que esa desmesura vital debe trabajarse, a través de un legítimo artificio, para moldear con ella el objeto poético sin que pierda sinceridad. Ese es el reto. Si escribiera sobre las evoluciones del sol a lo largo de un día sobre el pétalo de una rosa o sobre cómo se irisan los (escasos) cabellos de mi amado los riesgos serían otros, pero no se me ha concedido tan alta capacidad de contemplación, necesito una fuerte base sensitiva en el impulso de escribir. Mi mirada va de dentro hacia fuera y no a la inversa. En cuanto a lo de “invitación”, rotundamente no. Yo me limito a hacer mi crónica y compartir mi testimonio de desmoronamiento, que no resulta demasiado envidiable (dichoso el árbol que es apenas sensitivo), por eso he escogido un título que planta ante los ojos del posible lector un descarado “yo” antes de que llegue a abrir el libro. Habrá quienes lo aparten de su vista solo por algo tan impúdico, es otro riesgo del que soy consciente, pero esta no es una obra precipitada, fruto de un arrebato, es lo que he querido que sea. El arrebato estuvo como germen y desde entonces han pasado varios años de tallado y reposo. Lo que contenga de bueno será producto del destello inicial y del trabajo; lo que haya de malo será producto de haber perseverado en el error. En esa exaltación de la primera persona, en el sentimiento llevado al extremo, en un cierto patetismo (que espero haber sido capaz de embridar para que no se convierta en quincalla sentimental) sí hay, no lo escondo, hebras y hasta lianas de ese romanticismo que mencionas. —ECP: Por alusiones, ¿es la primavera tu estación del año favorita? —PBD: Soy alérgica a casi todos los pólenes mediterráneos, así que la primavera es para mí más bien un irritante concierto de picores y estornudos. Como una escribe con la memoria, además de con la observación, mis primaveras siguen siendo las del Bierzo evocado, sobre todo cuando dejaba de llover tras interminables meses grises. Es, además, un símbolo tradicional de renacimiento, naturaleza desbordante, vida por gozar y por escribir, ese otro milagro que casi nunca se produce. En realidad mi estación favorita con los pies en el suelo es el otoño. —ECP: Teniendo en cuenta su despliegue biográfico, territorial e idealista, ¿podríamos considerar ‘Cerrando astillas’ un poema patriótico?
—PBD: Curiosa pregunta, a fe mía. Iba a decir que no, pero luego he recordado ese verso al que aludes en la quinta pregunta: la patria de los hombres es su desolación. Desde ese enfoque tan íntimo, la “patria” sería el itinerario autobiográfico que traza ‘Cerrando astillas’, donde los paisajes de plenitud y alegría, Baratarias de la imaginación y el deseo, son ahora de añoranza, esa desolación. —ECP: La última parte de Yo escribo la noche se titula “Ella”, con una clara intención de manifestar o colectivizar tu identidad como mujer y, además, como escritora. ¿Cuál sería la hoja de ruta, Pilar? —PBD: Las tres partes del libro reproducen una historia de amor enfocada desde distintos ángulos: el yo amante, el nosotros cuya pluralidad se muestra un tanto oscuramente en la -S- de la segunda parte y por último, en Ella, la desembocadura de una corriente que, pasando por el individuo y la pareja, pretende transferir a cierta condición femenina una visión del amor con ese punto añadido, pero no excluyente, de las mujeres artistas o personajes literarios como Sylvia Plath, Doris Lessing, Ofelia, La Maga, Frida Kalho, Alfonsina y otras. El “yo” romántico original exaltaba el individualismo. El “yo” que escribe la noche se pierde en una identidad colectiva y, a diferencia de Vigía de tu paso que lo elude y neutraliza voluntariamente, es marcadamente femenino. Tampoco eso es algo que suela utilizar en mis poemas, pero estos me lo exigían. ¿Qué podía hacer yo? Ya no estoy en edad de ponerme límites. Para mí la ruta resulta clara: la persona se mueve y siente como individuo pero se concreta en una identidad, en este caso de mujer con una visión y sensibilidad específicas, las mías. Mi pluralidad se expresa de muchas maneras, mi singularidad las recoge y orienta hacia un poemario, el que en cada momento me toca escribir. Siempre el mismo, nunca igual. —ECP: «Muere / solo lo que ha vivido» son dos versos de tu último poema, ‘Resistir en la luz’. ¿Qué gasolina gasta Pilar Blanco Díaz? —PBD: La vida es mi combustible de energía renovable. Mientras exista, arderé con ella en la más alta llama de que sea capaz. Sé que mi superficie está más llena de cráteres y cicatrices que de mares de la tranquilidad, pero intento sacarles partido como refugio y acicate.
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Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Hace unos meses, recién iniciado el estado de alarma pandémico en España, fue merecedor en Buenos Aires del premio Limaclara Internacional de Ensayo por un trabajo titulado Cuando vuelvan las golondrinas a San Juan Capistrano, pero el motivo de nuestra entrevista surge a raíz de su atractivo penúltimo libro, publicado justamente hace un año por la editorial sevillana Alfar: Viaje del Parnaso en un lujoso crucero. El título parafrasea el famoso poema narrativo en tercetos que Cervantes publicara dos años antes de morir. A veces elevado y con sonrisa desencantada, otras mordiente, irónico o sarcástico, siempre riguroso en su trabajo de escritura, este autor hace un brindis genial, a modo de ensayo sui géneris, con el mundo de la poesía, variedad que también él mismo ha cosechado y por la que ha sido premiado. Conociendo la personalidad literaria que caracteriza a Salvador García Jiménez (Cehegín, 1944) estoy deseoso de que me aclare algunas de las dudas que surgen sobre este Viaje. Salvador es conocido en nuestra común Región de Murcia como una especie de enfant terrible. Sus textos, sus actos y sus declaraciones han incomodado a más de un intelectual poderoso provinciano desde hace décadas y le han supuesto no pocas zancadillas o señalamientos. Eso le añade expectación a sus respuestas. Frotémonos las manos y que empiece el baile. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Por momentos se palpa en Viaje del Parnaso en un lujoso crucero una mezcla de seria investigación sobre el contexto en que Cervantes escribió su Viaje del Parnaso y un despliegue de conocimiento y suposiciones producto de tu fantasía. ¿Cómo calificarías tu propio subgénero? ¿Ensayo ficción? —SALVADOR GARCÍA JIMÉNEZ: Alrededor del eje del ensayo girarían diferentes géneros literarios. Los cimientos de esta obra se fraguaron con una exhaustiva y minuciosa investigación, a lo largo de la cual detecté los mayores disparates cometidos por analistas del Viaje del parnaso que me precedieron, entre los que destacaba el mismo poeta y profesor Antonio Oliver. —ECP: Ya desde el título de este libro el humor juega un papel principal. Pero tu humor no da puntada sin hilo. ¿Por qué ahora ese viaje se hace en un “lujoso crucero”? ¿Qué es, básicamente, el crucero MSC Poesía? —SGJ: Propuse un viaje real al Parnaso con poetas españoles e hispanoamericanos, a imitación del viaje aurisecular imaginado por Miguel de Cervantes. Su título, Viaje del Parnaso en un lujoso crucero, donde se embarcarán miles de poetas, ofrece una simetría o paralelismo entre la navegación en galera de Cervantes y el crucero llamado MSC Poesía (así le denomina la naviera, no es ficción). MSC Poesía es una ciudad flotante que ha puesto a las áreas de las cubiertas del barco nombres de poetas italianos. A través de estas áreas comunes podremos comprender mejor la estampa de aquella galera en que la fantasía de Cervantes navegó, hecha de versos y estrofas, yendo dentro de nuestro crucero como barco en la botella. La impresionante nave exhibe orgullosa sobre la aleta de babor su sello de identidad con gigantescas letras: MSC POESÍA. Su espejo en el clásico Viaje del Parnaso, aunque sea sólo en transportar nombres de poetas, resulta fascinante. —ECP: El libro va acompañado de numerosas ilustraciones en color y bien ajustadas a lo que vas comentando. ¿Las has buscado tú todas y has dado las indicaciones pertinentes a la editorial o ha sido un trabajo a varias manos? —SGJ: Algunas de las ilustraciones juegan un papel importante en la desenvoltura de este nubarrón de poetas del Siglo de Oro que hizo embarcar Cervantes. Gran parte de ellas han sido diseñadas por Pedro Soldevila y dibujadas por Antonio Soler. Pedro Soldevila, Capitán de Navío, secretario de la Cátedra de Historia Naval, es el hombre que más sabe en el mundo de la historia de las galeras, por lo que tuve la fortuna de navegar por el Mediterráneo más literario e histórico, atento a la luz de su faro. —ECP: También hay cierta exhibición de conocimientos navieros enlazados continuamente con los literarios. ¿Es Salvador García Jiménez otro “marinero en tierra” o eres aficionado también a la navegación real? ¿Cómo se lleva con el mar un hombre de interior como tú? —SGJ: Aparte de mis veraneos de infancia en la piscina municipal de Cehegín y mis vacaciones en Playa Grande de Mazarrón, he tenido una larga relación con el mar de Cartagena, de cuyo puerto partió mi lujoso crucero cargado con cinco mil poetas, en rima con la galera del Parnaso. Mi primera plaza como catedrático de Lengua y Literatura fue la del Instituto de Bachillerato Isaac Peral de Cartagena. Allí di clases durante tres cursos, y durante veintitrés años he venido actuando como miembro del jurado del Premio de Poesía Antonio Oliver, leyendo frente a las olas cartageneras versos de diferentes tonalidades. Después de morir dos de mis mejores compañeros y amigos, Carmen Conde y José Hierro, me sentí rodeado por una dorada mediocridad, y abandoné en silencio, recordando las palabras de Cervantes: «No hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mejor poeta del mundo». —ECP: El libro va dedicado por entero a los poetas. ¿Qué “fama” tienen los poetas, cuyo perfil es más jugoso de analizar en colectivo que el de dramaturgos, narradores, ensayistas o guionistas? ¡Si nadie les hace caso a los pobrecitos! —SGJ: De muchos de ellos ha interesado más sus vidas que sus obras, desde los trovadores provenzales a los poetas malditos. Antes se les distinguía; hoy, perdidos entre la multitud de musos, nadie los reconoce. Les ocurre igual que a los catedráticos de las universidades. Como ejemplo de una comedia que explota el personaje del poeta propongo la del escritor brasileño Artur Azevedo, titulada A fonte Castália. En el escenario, Frumencio dará la mano de su bella hija Azelia solamente a un poeta. Cleonte, un joven que está enamorado de ella, ayudado por la diosa Venus y por Cupido, viajará al monte Parnaso, donde se hartará de beber en la fuente Castalia para que Apolo le conceda el don de la poesía. Llegado el día previsto para el regreso de Cleonte a la casa de Frumencio, este quedará encantado con el talento que ha adquirido el pretendiente de su hija por medio del agua milagrosa que bebió en Delfos. Cleonte trajo consigo una garrafa llena de agua de la fuente Castalia. Todos los personajes de la comedia beberán un poco y comenzarán a dialogar en verso, tras recibir el don de hablar poéticamente. —ECP: Rafael Reig dice que nunca despreciaría a la poesía, pero a los poetas sí, porque conoce a muchos, te lo ponen muy fácil y casi se empeñan en que no les tomes en serio. ¿Coincides con Reig? —SGJ: Sí, comparto su opinión. He conocido a decenas de liróforos insoportables. El hecho de que renunciara a seguir formando parte del Jurado del Premio de Poesía “Antonio Oliver” de Cartagena fue por ello. Varios editores me han confesado en la intimidad que los poetas son peores que los narradores. Algunos exigían que les pagasen derechos de autor sin haber vendido un libro. Un 90% de ellos te abrazan con el pulpo de su ego sin dejarte respirar. Aún no se han dado cuenta de que sus familiares son los primeros en no leer sus poemas umbilicales. —ECP: Dedicas un capítulo a las musas. García Montero las prefería en vaqueros. ¿Cómo te gustan a ti? —SGJ: Antes que este gerifalte de la poesía andaluza ya habían hablado de las musas en su mismo tono medio centenar de poetas. José María Álvarez decía que las musas no descansan, y le habían traído unas braguitas usadas, y el poeta cantor Joaquín Sabina, que a sus musas les habían salido varices y les olía el aliento. Para contar estas chorradas de las musas, yo prefiero la música callada y la soledad sonora “de toda la vida de Dios”. —ECP: A las mujeres que escriben poesía las llamas “poetisas”. ¿Rigor gramatical o zarpazo a la corrección político-lingüística imperante? —SGJ: Ni el feminismo ni el lesbianismo son temas que a mí me interesen en poesía porque me mantengo en un terreno opuesto. Sor Juana Inés de la Cruz y Santa Teresa de Jesús serían mis plumas de oro. Machismo fue el de la Real Academia Española, que comenzó a hacer aguas cuando Carmen Conde ocupó uno de sus camarotes. Y prefiero llamarlas poetisas, con la misma terminación que se utiliza para nombrar a las hembras del tigre, sin ningún ánimo peyorativo. —ECP: Dedicas otro capítulo al parnaso gay. ¿Crees que, igual que hay un sinfín de epígonos de Bukowski intentando emular su imagen y su actitud, también ocurre algo parecido con poetas homosexuales y las figuras de Wilde o Safo? —SGJ: Luis Antonio de Villena se llevaría el primer premio de imitadores de Oscar Wilde. Y en cuanto a las poetisas, Katy Parra es llamada por sus compañeras la “Safo murciana”. Ya existen editoriales dedicadas exclusivamente a publicar libros de versos “con pluma”. También se ha imitado descaradamente a Cernuda, García Lorca y Gil de Biedma. En Cuba, aún sangran las palabras de Reinaldo Arenas, y en Argentina lloran los versos de Alfonsina Storni. —ECP: Metes en ese crucero a buena parte del panorama poético de la Región de Murcia, cada uno en su capítulo temático correspondiente. Nuestras miserias o nuestras glorias no se distinguen mucho del resto de provincias del mundo, ¿no? ¿O acaso has podido intuir un hecho diferencial murciano? —SGJ: Todos los poetas se parecen como gotas de agua, vengan de donde vengan. Tal vez en Murcia existan más cantidad de troveros, hasta tal punto que la Comunidad Autónoma de la Región declarase el arte del trovo y la actividad trovera como Bien de Interés Cultural (BIC) de Carácter Inmaterial. ¡Qué disparate! Hoy, esta Región contaría con un censo de doscientos poetas. Y en cuanto al ámbito nacional, disponemos de diferentes estadísticas. Claudio Rodríguez dijo hace años: «Si se hiciera un censo de poetas iban a salir trescientos mil». —ECP: Haces un meritorio despliegue de conocimiento y admiración con los poetas ultramarinos, los “poetas de Las Indias”, como dices a modo de broma. ¿Qué país hispanoamericano crees que está hoy produciendo mayor cantidad de buena poesía? —SGJ: América Latina cuenta con una buena cantidad de vates de todos los colores y calidades, destacando como cunas de sus poemas México, Colombia y Argentina. Aunque sobre todos ellos, oscureciéndolos, en mi crucero navegan las sombras de Rubén Darío, Pablo Neruda, Octavio Paz, César Vallejo y Jorge Luis Borges. —ECP: Y en la nave de los locos el líder era Leopoldo Mª Panero. ¿A quién se te ocurriría darle el puesto ahora, Salvador? ¿O lo dejamos vacante por siglos? —SGJ: Tendrán que pasar varias generaciones para que haya otro igual, como ha ocurrido en Francia con Gérard de Nerval. Yo he leído poemas de estremecedora belleza de otros ocupantes de su nave, pero ninguno rayaba a su altura. Hubiera sido merecedor del premio Cervantes y de un sillón en la Real Academia Española. Bien es cierto que las películas de sus desencantos y los medios de comunicación han ahondado más en sus anécdotas de psiquiátrico que en sus obras. —ECP: Los poetas en tiempos de Cervantes llevaban sus trapicheos de poder. Los poetas actuales, entre concursos y laureles nacionales y regionales, no han mudado mucho esa costumbre, ¿no? —SGJ: Asquean las artimañas que emplean los poetas actuales para obtener el barniz que necesitan darse constantemente. Una inmensa mayoría de concursos están ya concedidos de antemano. Podría citar aquí cincuenta casos de los que he sido testigo, pero prefiero guardar silencio para no manchar el nombre de poetas que van de divos por la vida. Desde el prestigioso premio Adonais hasta los Juegos Florales de un pueblo, todos han pecado en más de una ocasión de lo mismo. Hay poetas más ambiciosos que, no conformes con sus laureles marchitos, han buscado el poder en la política, como Luis Alberto de Cuenca, Luis García Montero, César Antonio Molina y tantos otros. Ah, me olvidaba del lobby del nuevo mester de gayería que ocupa todos los medios de comunicación. —ECP: También viajan en el MSC Poesía los performistas. Como dices, la mayoría de jóvenes poetas pretenden buscar la originalidad, como si la tradición cultural no existiera y ellos fueran los primeros inventores de todo cuanto se les ocurriera, pero ¿no crees que esta “lacra” de performances, a menudo ridículas, ya está extendida también entre adultos y algún que otro anciano?
—SGJ: Aparecen en el libro como bufones de la poesía. Mientras escribía sobre sus performances, que vienen celebrándose con éxito en diferentes países, no dejaba de sonreír: Poetry underwater (“Poesía submarina”), Poetry Brothel (“Burdel poético” en el mar), Bookfighting (“Lucha del libro”), Smelling the books (“Oler los libros”) y “Bombardeo poético”. En Cartagena se han dado varios plagios de la poesía en la calle que se inició en Colombia. Y en Murcia, 53 poetillas de una antología —¡copiosa cosecha de elegidos en una región tan pequeña!— lanzaron durante la presentación del libro varios globos con poemas atados para proclamar que el cielo se llenaba de poesía. ¡Qué manera de atentar contra una hermosa noche estrellada! —ECP: «No hay peor pasajero que un poeta tonto con ínfulas de genio». ¿No debería esa sentencia estar grabada en la puerta de embarque del MSC Poesía? —SGJ: Son los que más juego narrativo dan. Se les suben los humos a la cabeza y no hay quien los baje de su columna de cartón piedra. Hay miles de ellos que dan nombre a las calles, a los colegios, a las bibliotecas, entre los que no faltan los troveros. No cesan de pregonar que la poesía es un don, con una falsa aureola de cobre. Algunos, en patrocinio con las comunidades, ayuntamientos, academias y fundaciones, han conseguido hasta publicar sus pesadas obras completas. Estos geniatas suelen mentir y criticar a todo bicho viviente que nos les baile el agua. Tampoco es extraño que tengan seguidores como aquel individuo que, tras proclamar ser Jesús en un manicomio, le salieron doce apóstoles. Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Cuaderno d3 bitácora Tenemos en nuestras manos el primer trabajo en solitario de un músico silencioso —alguien debería escribir una tesis doctoral sobre la prudencia de los bajistas en la historia del pop-rock— criado en Santiago El Mayor, barrio de la ciudad de Murcia, frente al edificio donde un perturbado adolescente degolló hace décadas a toda su familia con una katana, y conviviendo con un hermano poeta (co-director de nuestra revista, por cierto). De ahí podía salir lo mejor o lo peor del mundo. Parece que la balanza se ha inclinado por el lado de la luz. Pero, cuidado, es una luz con puños. 3SPADA se ha recorrido medio mundo con su mochila musical y proyecta de todo menos localismo, está lejos de paisajes bucólicos evasivos, es pura sabiduría eléctrica. Lo comprobamos. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Cuaderno d3 bitácora es tu primer disco firmado en solitario y se palpa experiencia, recorrido, madurez. ¿En qué proyectos anteriores te has embarcado hasta llegar a este puerto propio? —3SPADA: A ver por dónde empiezo... Vamos desde el principio. Comencé tocando metal, era fan del género y me tiraban muchos los estilos más extremos. Lo más destacable de aquella época fue tocar en O Miserum Mane, banda de doom/death metal. Poco a poco empecé a interesarme por otros estilos y la verdad es que a día de hoy he tocado casi todos. Algunas bandas de las que he sido miembro son Papel de Lija, Stefan Demitri’s Band cuando estaba en Londres, Johnny Blood y Mangarrian y la Hispanocubana cuando vivía en Madrid, Osmose Sound System, La Banda del Pepo, Vagón, Nito Rock Band... Y luego hay bandas con las que he trabajado como músico de sesión: Frozen, Mono a Cero, José Javier Mass (participante de la voz España)... Actualmente estoy trabajando en un grupo de versiones de indie pop, Sr. Aliaga, en un tributo a Bon Jovi (Midnight Riders) y en un homenaje a Raphael (Digan lo que digan). En el plano creativo estoy con la promoción del Cuaderno de bitácora y continúo componiendo para lo que será lo nuevo de 3SPADA, que seguramente sea compartido a la vieja usanza, lo que era o es un SliptLp. —ECP: ¿Cuáles han sido los dos o tres asuntos más importantes que has aprendido musicalmente durante esa navegación? —3SPADA: No sabría decirte algo en concreto. Ha pasado mucho tiempo desde que empecé mi andadura musical y vas aprendiendo cosas y otras las vas olvidando. Quizás la lección más importante sea que cuando estás tocando con otra gente, tienes que escuchar qué está pasando a tu alrededor, escuchar al resto de músicos para jugar con las dinámicas del volumen. Cuando empiezas, como no tienes la suficiente seguridad con el instrumento, a lo único que estás pendiente es a tu instrumento, sin importar lo demás. También una cosa muy importante que he aprendido y sigo trabajando a día de hoy es intentar tocar pocas notas, dejar notas largas, espacios y silencios. —ECP: Tan malacostumbrados como estamos a etiquetar creaciones, escucho tu disco una y otra vez y me cuesta pronunciarme. Hay folk, algo de new age y funk, jazz, bastante rock... Me gustaría que tú mismo definieses musicalmente Cuaderno d3 bitácora. ¿Qué le dirías, por ejemplo, a un desconocido que te preguntase qué se va encontrar en esta criatura? —3SPADA: Realmente el titulo del disco lo puse para darle sentido a la locura estilística que hay a lo largo del mismo. La propia escucha en sí es un viaje por diferentes estilos. Nunca me han gustado mucho las etiquetas y tenía claro que el disco quería que fuera ecléctico y hacer lo que parece que es un tabú, meter diferentes estilos en un mismo trabajo. Por eso, a una persona que no conozca el trabajo le diría que es un disco muy variado y que hay dos partes bastante diferenciadas. Los primeros cuatro temas podríamos hablar de world music, funk, bases contundentes, algo de swing y flamenco, y luego tenemos la segunda parte del disco, con sonidos más rockeros y metaleros. Aunque creo que, en esencia, me ha salido un disco de rock en su más amplio espectro. Uno no puede obviar lo que realmente le hace vibrar. —ECP: Se abre el disco con el ‘Epitafio de Seikilos’, considerado hasta ahora la composición musical completa más antigua conservada, con unos versos rotundos: «Mientras vivas, brilla, / no sufras por nada en absoluto. / La vida dura poco / y el tiempo exige su tributo». ¿Cómo llegas a este histórico epitafio tan lleno de energía? —3SPADA: ‘Epitafio de Seikilos’ es un tema que lo tenía trabajado por un proyecto que tengo en la cabeza desde hace muchos años, pero por una cosa u otra siempre estaba en stand-by. Llevo tiempo interesado en música antigua y nada más antiguo, de momento, que dicho epitafio. Me gusta mucho la música griega, turca y de Oriente Medio y este tema lleva esencialmente un poco de eso, dándole mi visión más occidental. La voz de Iván aquí es una auténtica maravilla. —ECP: Se ha repartido la grabación en cinco estudios diferentes: Cieza, Madrid, Valencia, Burdeos y Berlín. En los créditos argumentas que esa multilocalización está acorde con el concepto de Cuaderno d3 bitácora. También con tu vida. Llevas muy a gala el cosmopolitismo como identidad, ¿no es cierto? ¿Hay otra manera de crecer? —3SPADA: Lo cierto es que me gustan otras culturas y cuando viajo, siempre que puedo, intento estar con gente nativa o que resida en el sitio al que voy para ver cómo viven realmente. Me gusta la diferencia y la variedad, los sitios donde hay diversidades raciales y a la vez estén integrados los unos con los otros. Por lo tanto, se puede decir que estoy acorde con la definición de cosmopolita. Cada uno tiene su forma de crecer y avanzar en la vida, aunque los viajes para mí sean una necesidad. Cada cierto tiempo me tengo que pirar para renovarme interiormente. —ECP: También es deliberado ese cosmopolitismo en los idiomas que aparecen cantados: griego en ‘Epitafio de Seikilos’; inglés —el que más— en ‘Grey garden’, ‘Just sound’, ‘The wizard’ y ‘No way’; francés en ‘Lili Voyage’... Es curioso que no haya ningún tema cantado en español. ¿Tenías alguno que descartaste o desde el principio no habías pensado en incluir ninguno? —3SPADA: Aunque parezca mentira, me resulta bastante difícil el componer en castellano. Supongo que será porque siempre he escuchado música principalmente en inglés y no veo ciertos estilos en español cuando yo los hago. He descartado varios temas, pero, ya te digo, ninguno en español. A ver si para el siguiente me animo. —ECP: Cuéntame la decisión de que aparecieran las voces de Iván López, Ingrid Matheu, Johnny Blood y la tuya propia. —3SPADA: En el caso de Iván es porque me flipa su voz. Lo conocía de bandas con las que él trabaja como The X’s y sobre todo su labor en Evo (música medieval), razón por la que pensé que en ‘Epitafio de Seikilos’ se quedaría genial su voz y así fue. Me puse en contacto con él y ahí queda el resultado. Muy fácil y pro. Lo más curioso de todo es que no nos conocemos personalmente. Todo fue vía mail y telefónicamente. Ingrid es una amiga mía de Burdeos que conozco al menos veinte años. Ella realmente es actriz, pero siempre la he oído cantar, le propuse cantar un tema y... Voilà! Johnny también es un gran amigo y, además, la persona que se ha encargado de mezclar, grabar bajos y guitarras y hacer algo de mastering. Tocamos juntos en Johnny Blood, su proyecto personal, y como no podría ser de otra forma, tenía que meter guitarras y voces sí o sí. Él encantado y yo más aún. El tema de ‘Greygarden’ lo teníamos ya grabado, pero no aparecía por ningún lado. Le cambié el bajo, le metí un poco de shaz y la verdad es que es uno de los temas del disco que más me gusta cómo ha quedado. Lo de mi voz... Bueno, ¿por qué no? Cuando canto en plan un poco hip hop no termina de desagradarme y tenía claro que en esos temas hacía falta un poco de garra más que una voz depurada y limpia. —ECP: Dedicas ‘Genio y figura’ a tu padre Manuel y a tu abuelo Paco. Es un título claro, pero no tiene letra. ¿Aquí prefieres que “canten” los instrumentos? —3SPADA: No se me ocurría ninguna letra para este tema desde que empecé a componer. La verdad, creo que hay tantos instrumentos y sonoridades que no se echa en falta una voz bajo mi forma de ver las cosas. Pensé en meterle unos quejíos flamencos muy así de fondo, pero realmente no es un tema que exprese tristeza. Más bien evoca la nostalgia que se siente cuando se piensa en ellos y el saber que, aunque se han ido, siempre formarán parte de ti porque de alguna manera u otra los recuerdas bastante a menudo. Digamos que es como el buen sabor de boca que dejaron esos seres queridos en nuestras vidas. —ECP: Otro homenaje entrañable es esa versión que haces de ‘The wizard’ de Black Sabbath, quizás la banda de tu vida. ¿Es por lo estrictamente musical, por los bajistas Geezer Butler o Neil Murray, o Black Sabbath es algo ya totalmente emocional para ti? —3SPADA: Black Sabbath es una banda muy importante en mi vida. Llevo mucho tiempo que no soy de tener banda favorita, pero he de reconocer que Black Sabbath me marcó. Elegí ‘The wizard’ para que mi amigo J pudiera formar parte de este viaje y para recordar a dos grandes amigos que ya no están y de alguna manera eran un poco magos, pues hacían que todos a su alrededor estuvieran bien y contentos. Una mención especial a Miguel Ángel Morales, alias Moraco, y Juan Navarro, el Saino. —ECP: En ‘Just sound’ dices que no tienes palabras para hacer un poema ni para escribir un libro. Resulta que el hermano con el que te has criado, Ángel Manuel Gómez Espada, es poeta y ha publicado ya varios libros. ¿En casa hicisteis el reparto así, tu hermano la palabra y tú el sonido? ¿Te has nutrido del contagio literario que has respirado en el hogar?
—3SPADA: Lo de ‘Just Sound’ es simplemente que no me salían las palabras para sacar una letra y lo único de que disponía era de un montón de música que rondaba por la cabeza. En efecto, mi Ángel se ha llevado toda la parte literaria con bastante acierto. No hubo realmente un reparto a conciencia. Surgió natural. He de decir que mi hermano es bastante melómano, mucho más que yo, pero cuando estábamos viviendo juntos nuestros gustos eran totalmente diferentes. A día de hoy, reconozco que él escuchaba muchísima calidad, aunque en aquella época no lo valorara. Realmente he empleado mi tiempo más en tocar y leer cosas relativas a la música que en dedicarme a nutrirme de los miles de libros que hay en casa. Mi hermano ha leído por toda la familia. —ECP: En ‘No way’, el último tema del disco, con letra tuya escrita en inglés, velas por una internacionalización del grito contra el imperialismo, las falsas noticias, la ceguera política, los beneficios económicos por explotación petrolera, guerras, derramamientos de sangre y, por encima de todo, por enfrentarnos unos a otros. —3SPADA: ‘No way’ lo escribí cuando toda la historia de la guerra de Irak, por el 2003 más o menos. Lo más triste de todo es que va a hacer casi veinte años de todo aquello y aún siguen habiendo todas esas situaciones que planteo. Nada ha cambiado, es más, va todo a peor. Perfectamente podría decir que la escribí en noviembre del año pasado y nadie se plantearía si es verdad o no, porque siguen estando iguales las cosas. —ECP: ¿Hay que seguir tocando hasta que se hunda totalmente el Titanic? —3SPADA: ¡Totalmente! Hay que seguir tocando hasta el fin e intentando denunciar las injusticias sociales a través del arte. Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Esta joven autora venezolana (Caracas, 1993) estudió Filología Hispánica y realizó un Máster en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Complutense de Madrid. Ahora estudia en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Sus poemas han aparecido en diferentes revistas y medios digitales como Temporales, Kokoro, Estación Poesía, Mordistritus, Palabracadabra o Canibalismos. Coordina la sección de poesía de la revista Caligrama y colabora eventualmente como fotógrafa en El Estado Mental y Jot Down. Mano que espeja (Balduque, 2018) es su primer libro publicado. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Caracas, Madrid, Nueva York. Tres ciudades muy diferentes donde has sido educada sentimentalmente. ¿Ha aportado algo ese espejo urbano triangular a tu primera obra presentada en sociedad? —CRISTINA ELENA PARDO: El espejo se escribió en tránsito entre esas tres ciudades. Empecé a escribirlo cuando estudiaba en Madrid, viajó conmigo a Caracas cuando visitaba a mi familia todos los veranos y navidades, y llegó a Nueva York para ser terminado. Cada ciudad ha dejado su rastro en el espejo, pero, sobre todo, están mis diferentes voces, aquellas que han habitado cada una de las tres ciudades en tres etapas distintas de mi vida. —ECP: El ensayista Baquero Goyanes comparaba la novela con un largometraje y el relato con un cortometraje. La poesía tendría su símil con la fotografía. Tú amas la fotografía y dedicas a ella buena parte de tu pasión creativa. ¿Es La mano que espeja un intento de “fotografiar” el lenguaje? —CEP: Susan Sontag escribió que el ethos de la fotografía se parece al de la poesía. Yo pienso que también viceversa. Tanto la poesía como la fotografía guardan una relación íntima con el silencio y con el ritmo, como efecto (y afecto) de aquello que acontece a partir del (su) lenguaje, sea visto o dicho. El espejo es un intento por hacer confluir el significado de una mirada concreta (llamémosla fotográfica) con la escritura de un silencio que se hace sonoro, ahora dividido en ritmos, rupturas y bloqueos de lenguaje. No fotografiar el lenguaje, sino hacerlo fotográfico, a partir del comportamiento de sus imágenes en el espacio que se abre en cada poema. —ECP: ¿Cuánto hay de espontaneidad y cuánto de cálculo en tu expresión poética? —CEP: Ambas por igual. Mi método es muy impulsivo, pero un impulso que sufre mucho en la meditación del detalle. Quizás mis poemas se han curado del “peligro” de la espontaneidad primera en el cálculo que supone la relectura y reescritura de cada texto. —ECP: El símbolo de la mano fue muy citado por Alejandra Pizarnik, uno de los referentes que tu generación ha recuperado y, de manera natural, ha popularizado. ¿Qué supuso tu primer contacto con la poesía de Pizarnik? —CEP: La obra de Alejandra Pizarnik fue parte de mis primeras lecturas obsesivas de juventud. Empecé intentando descifrar la oscuridad en sus poemas. Sin embargo, y con el paso de las lecturas, lo que más me preocupaba entonces (y creo que lo que más le preocupa a mi generación) era su búsqueda —llevada al límite— de la palabra exacta, de la palabra esencial. Siempre pensé que para empezar a escribir poesía lo primero que debemos preguntarnos es dónde están esas palabras. Es así como mi primer acercamiento a la escritura de poesía —en Mano que espeja— comparte y conversa con la búsqueda de Pizarnik. No solo por la imagen de la mano, sino también a partir de otras tantas (el espejo mismo es una de ellas). —ECP: Si tuviéramos que poner banda sonora a La mano que espeja, ¿qué música elegirías como la más adecuada? —CEP: Hace unas semanas participé en el Festival EÑE 2018 (Madrid) con el percusionista Roberto Maqueda. Este encuentro me confirmó instintivamente algo que responde —creo— a tu pregunta. He pensado mucho en “la banda sonora” del espejo, y de mi escritura en general. Tengo algunas intuiciones para proyectos poéticos futuros, pero acompañados de sintetizadores y otros instrumentos musicales electrónicos, con intenciones de crear un “soundscape” de lectura. Esto —muy abreviadamente— fue lo que probé con Roberto en nuestra presentación conjunta; una improvisación que resultó iluminadora. Pero, por darte un ejemplo concreto y muy cercano a esto que comento, pienso en las Islas resonantes o en la Trilogía de la muerte de Eliane Radigue. Sonidos suspendidos, silencios rítmicos, bucles sonoros… —ECP: ¿Y cuánto le debe La mano que espeja a tus lecturas filosóficas? —CEP: Intuyo que casi todo. Que no falte el chiste fácil de que es por “deformación profesional”. —ECP: «yo vengo de / un reino nuevo allá donde el lenguaje en / blanco / nos espera». Cuando leo estos versos “mesiánicos” parece que sueñas con ser una poeta ágrafa. ¿Estoy delirando?
—CEP: Más que soñarlo, creo que lo soy de antemano antes de sentarme a escribir. Todo lenguaje —visual, sonoro o lingüístico— está por escribirse. Y la “capacidad” de quien escribe se pone en entredicho en cada uno de esos intentos. (Sueño que) soy una poeta ágrafa, pero, mientras tanto, estoy escribiendo. —ECP: Se intuyen huellas de Julia Castillo, Jorge Eduardo Eielson o María Auxiliadora Álvarez en La mano que espeja. ¿No concibes la poesía si no es dentro del experimentalismo o podríamos ver a otra Cristina Elena Pardo con una visión estética diferente en futuros libros? —CEP: No sé hasta qué punto llamaría “experimental” a mi escritura. Creo que mi escritura, más que ser “experimental” en sí misma, busca dialogar experimentalmente con otros soportes discursivos. Así participa la fotografía y la imagen visual en mi primer poemario. O la música, como te comentaba antes. Por ejemplo, ahora mismo estoy por terminar un poemario donde interpelo más directamente al ejercicio fotográfico desde la poesía, valorando incluso incorporar imágenes (fotografías) en el recorrido que hace el texto. Pero, y volviendo a tu pregunta, quién sabe dónde estará mi escritura en el futuro. Por ahora, creo que mi búsqueda es la iniciada en Mano que espeja. Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA El beso del infinito Tras un naufragio verdaderamente extraño, nace la personificación de Versus (Jekyll & Jill, 2018), protagonista de los grabados que van dibujando este fresco sin techo ni paredes de noventa y nueve aullidos y carcajadas en prosa. Karlos Linazasoro (Tolosa, 1962) escribe en euskera. Con su versión al castellano de Versus podemos gozarlo quienes desconocemos la lengua de Pello Otxoteko, Izaskun Gracia Quintana, Felipe Juaristi, Aritz Gorrotxategui o Hasier Larretxea y apuntar algunas cuestiones sobre su libro que, esperemos, este “azti” del verbo guipuzcoano nos resuelva. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: «Como siempre, Versus ha acudido en primer lugar a la literatura». ¿Trabajar como bibliotecario no es como vivir en una isla de libros? —KARLOS LINAZASORO: No sé qué decir... Son tantos años ya. La biblioteca, el universo infinito y perfecto, pero también inalcanzable. Los libros que tengo a mano son los que más lejos me quedan. Se acabó el Romanticismo. —ECP: ¿Podríamos calificar Versus como un libro de “antipoemas” en prosa, a la manera de Nicanor Parra? —KL: Pues no está mal, sí. No se me había ocurrido. Admiro profundamente a Nicanor Parra. Y sí hay algunos capítulos que son más poema que prosa. Está bien: antipoemas. Aunque también podrían ser cuentos, aforismos, hagiografías, haikuentos, elegías, odas, fantasías... —ECP: Versus trata de enmascarar muchas veces el dolor en el desamparo, pero sueña con ser rescatado, aunque ese sueño le infunda miedo. ¿Qué enfermedad podría diagnosticarle un psiquiatra a este náufrago? —KL: Tal vez, el síndrome de Estocolmo, ¿no? Versus está secuestrado por su propia soledad y su desamparo y sus miedos y sus neuras, pero en cierta medida se siente a gusto así, encerrado en sí mismo. Creo que Versus tiene pánico al futuro, a la gente, a hacer frente a la vida y a sus múltiples circunstancias. Versus huye de las personas. Versus es una metáfora sobre la imposibilidad de comunicarse entre los seres humanos. —ECP: En la décima estampa, Versus recibe un mensaje en una botella escrito en árabe que le hace llorar. ¿Tendrías la generosidad de traducirlo a aquellos que no dominamos la lengua de Ibn Arabi? —KL: Lo siento, está en árabe antiguo, y yo solo domino el árabe moderno. Pero creo que habla sobre Dios, la esperanza, la fe, una aguja y un camello, viñas del Señor, escaleras hasta el cielo, la reina de Saba y la Caída de Jericó. —ECP: La madre de Versus es el personaje más convocado en el recuerdo entrañable y en algunos momentos angustiosos. Escribió Nietzsche que, por lo general, una madre se quiere más a sí misma en el hijo que al hijo mismo. ¿Cómo ve esto Versus/Karlos?
—KL: Versus ha leído mucho, muchísimo. Pero no puede con Nietzsche. Le gusta lo del eterno retorno, pero en general le parece un pesado. No comparte la idea de que Dios haya muerto. Tampoco esta idea de que la madre se quiera más a sí misma porque es madre, que a su propio hijo. La madre de Versus quería a su hijo sin ningún condicionante, per se, por su carne y por sus huesos y por sus ojos y su sonrisa y sus grandes debilidades. Y Versus quería a su madre porque fue la persona más importante de su vida. —ECP: Hay un hermoso homenaje al poeta malagueño Emilio Prados en la estampa noventa y tres. En realidad es un homenaje magnífico al mar. Y siguiendo con los cantos al mar, ¿es el mar una especie de patria? —KL: El mar es la patria confundida de Versus, su destierro, su cárcel, su refugio, el último confín de la tierra, el lugar donde todo acaba y todo comienza, el alfa y el omega, el cielo manchado de sangre y de sal y de azul, el único sitio del orbe donde puede caminar y ser el hombre que eternamente espera. —ECP: Otra relación complicada de Versus es con los ángeles y los pájaros. Un día los quiere perder de vista y otro los venera. ¿Fobias y filias colisionando en sus deseos y desprecios? ¿Qué te provocan estos seres alados? —KL: Hay muchas referencias de pájaros, ángeles, seres mitológicos voladores. Volar es la libertad absoluta y la única manera que tiene Versus de salir de la isla. Él quiere volar, pero no puede. Por eso venera a los seres alados, y por eso los odia, porque no le ayudan. El cielo en contraposición al mar; la libertad y la condena; la vida y la muerte tocándose, rozándose, besándose en el infinito. —ECP: Tras tanta ironía y lirismo derrochado en noventa y ocho páginas, parece que Versus se despide del lector agitando la mano con un poso de amargura. Un fin algo trágico para un libro que ha demostrado mantener una constante parodia de la tragedia, ¿no? —KL: Esa parodia trágica creo que dejaría de tener su poso tragicómico si el libro tuviera un final feliz. Y también si tuviera un final cerrado. Versus ha de seguir esperando. A la postre, creo que es la metáfora principal del libro. Todos hemos de esperar algo, todos esperamos algo. Qué, cuándo, cómo... Esas son las preguntas que aquí se plantean, la raíz del misterio de la vida. Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA El poeta andino de la excelencia nos dejó el año pasado y nuestra revista quiere rendirle un homenaje post-mortem, por méritos propios y porque a través de nuestras páginas digitales ayudamos a extender la reivindicación de un autor que merece ser revisado y valorado no sólo por el lector ecuatoriano, sino por cualquier lector en español. Para ello entrevistamos a FERNANDO TINAJERO, una de las personas con mayor conocimiento de sus aventuras vitales y logros literarios, aprovechando la publicación de De la voz y del silencio (1959-1995), un libro en dos tomos editado entre las editoriales El Gallinazo Cantor y Eskeletra, que recoge la poesía completa del guayaquileño errante Humberto Vinueza (Guayaquil, 1942 – Quito, 2017). —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cómo de arduo ha sido el trabajo de recopilar en dos tomos toda la trayectoria poética de Humberto Vinueza? —FERNANDO TINAJERO: Esa pregunta debió ser dirigida en su momento al mismo Humberto; ahora, quizá sea Sonia Casares quien pueda darnos la mejor información sobre ese trabajo. Yo no hice ninguna selección; fue Humberto quien dedicó sus dos últimos años a revisar toda su obra, señalar los poemas que consideró necesario eliminar, pulir aquí y allá algún verso, dar al conjunto «esa soba final que es nada y es todo», como decía Ortega. Cuando tuvo su tarea terminada, me escribió desde Teherán pidiéndome un prólogo y yo, por supuesto, lo escribí enseguida. Me contestó que le había gustado mucho; él creía que había yo dado en el clavo, que había encontrado el quid de su quehacer poético; pero yo creo que me lo dijo por cariño, nada más. —ECP: ¿Qué le ofreció la ciudad de Guayaquil y el paisaje urbano de Ecuador a la poesía de Vinueza y a su formación literaria? —FT: Humberto vivió muy poco en Guayaquil. Yo diría que se quiteñizó en forma completa y absoluta. Creo que un par de veces estuvimos juntos en Guayaquil. Él me decía que le gustaba su ambiente tropical, tan lleno de vida y movimiento, pero le cansaba pronto y extrañaba a Quito. Creo que a Humberto le atraía más el ritmo de la vida y no era frecuente que se detenga a contemplar el aspecto físico de las ciudades. Juntos estuvimos en muchos lugares del Ecuador. Ambos coincidíamos en que la naturaleza fue muy generosa con nuestro país. (En él no es posible encontrar un lugar feo, de modo que a nadie le queda la opción de no coincidir). A donde quiera que usted vaya encontrará paisajes enormemente bellos. Yo he andado un poco por el mundo (menos que Humberto, claro) y en ninguna parte he visto contrastes de tanta diversidad ni los cielos que veo continuamente aquí. Solo el que viene al Ecuador puede saber que son tantas las estrellas. En el Ecuador todo es hiperbólico, desde nuestras montañas descomunales, a cuyos pies se asientan las ciudades (y lo hacen incluso al pie de los volcanes), hasta la feracidad de la selva oriental y la inmensidad de las playas occidentales, cuya arena dorada es increíble. En Quito, donde es la prodigiosa la diversidad de las puertas en las iglesias y en las casas, así como la característica mezcla de estilos que da como resultado un estilo original, Humberto sí solía detenerse a contemplar el paisaje físico de la ciudad. En el Ecuador, pocas ciudades, y Quito en primer lugar, conservan algunos rastros de la arquitectura civil española; exceptuando los sectores modernos, que tienen sin embargo el encanto de la diversidad, los centros históricos son más bien de carácter republicano, como llaman los arquitectos al estilo del siglo XIX. Lo que derrocha riqueza de raíz hispánica y fábrica indígena es nuestra propia versión del barroco, presente en la arquitectura religiosa de los siglos XVI, XVII y XVIII, y además en las plazas, que tienen exactamente la organización de un teatro, con su escenario, su platea y sus palcos, como corresponde a un estilo que ante todo es representación, ¿verdad? Pero a Humberto siempre le interesaba más la vida que se vive en cada ciudad, o sea su paisaje humano, y en ese aspecto era el descubridor de detalles siempre nuevos. —ECP: Desde su primer poemario, Cerámica en la niebla (1966), hasta Constelación del instinto (2006) Vinueza plantea de continuo una cosmología vital, poemas-silogismo, preñados de metafísica. ¿Qué peso tiene la importancia de sus lecturas filosóficas en los versos de Vinueza? —FT: Él y yo vivimos nuestros veinte años en un ambiente marcadamente filosófico. Cuatro de nosotros, que fuimos el núcleo inicial del tzantzismo, estudiábamos filosofía: Ulises Estrella, Bolívar Echeverría, Luis Corral y yo. Eran los años de la influencia sartreana; nuestras lecturas de Heidegger daban materia para la discusión que se renovaba cada día en el Café 77, así bautizado por nosotros en complicidad con su dueño. Quienes fueron sumándose a ese núcleo inicial, como Humberto, se sumaban también al debate sobre el sentido de la existencia, el compromiso, el llamado de la nada, el ser-para-la-muerte. Pero muy pronto Sartre fue llevándonos de la mano hacia las lecturas marxistas. Echeverría, el más filósofo de todos, continuó en ese empeño, se licenció en Alemania y se doctoró en México, y dedicó toda su vida a la docencia en la UNAM. Actualmente hay comentaristas de su obra, como Enrique Dussel, que consideran que Echeverría ha hecho el aporte más importante de Latinoamérica al marxismo en todo el siglo XX. Es obvio que en un ambiente de estas características la filosofía se convirtió en una de las vertientes fundamentales en el quehacer poético de todos los tzántzicos, incluido desde luego Humberto Vinueza. —ECP: En el prólogo a De la voz y del silencio dice que la poética de Humberto Vinueza queda configurada sobre tres pilares: palabra, amor y memoria. ¿Qué libro de Vinueza, según usted, es el que representa más el pilar del amor? —FT: Lo diré de esta manera: si usted se ha zambullido en una piscina o alberca, saldrá completamente mojado. Y estando así, será natural que moje todo lo que toca, ¿verdad? Pues bien: Humberto vivía empapado de amor; todo lo que escribía, incluso sus poemas “políticos” (que no son carteles), tienen siempre como trasfondo el amor. A veces el amor se vierte a raudales; otras veces es necesario intuirlo porque ha quedado entre líneas (pienso que las entrelíneas son frecuentemente lo más importante de la poesía, porque allí está lo sugerido). Siempre está el amor presente en su obra, y está bajo todas sus formas: es el amor al padre, a los hijos, a la humanidad, a la naturaleza, a la justicia, a la libertad, y en forma sobresaliente a su compañera, a Sonia. —ECP: La crítica señala el poemario Un gallinazo cantor bajo un sol de a perro (1970) como obra fundamental de la poesía ecuatoriana contemporánea. ¿Está de acuerdo? —FT: Creo que el gallinazo cantor… fue un momento importante en la producción de Humberto y es un libro remarcable en la literatura ecuatoriana de los años 60, sobre todo en la poética de los tzántzicos; pero no diría que es una obra fundamental de la poesía ecuatoriana contemporánea. Me parece que hay libros más importantes que ese; el mismo Humberto escribió textos que son mucho más importantes, y quizá “fundamentales”, si es que esa palabra tiene algún sentido en relación con la poesía. —ECP: ¿Considera que el activismo político de Humberto Vinueza perjudicó o benefició la recepción lectora de su poesía? —FT: En los años 60 todos creíamos que la literatura debía ser política, y esa creencia era sin duda una consecuencia de la concepción sartreana del compromiso. Mucho más tarde, Humberto y yo hablamos frecuentemente sobre los perjuicios que la política hizo a la literatura. El mismo Sartre, en ¿Qué es la literatura? (que en los años 60 fue nuestro libro de cabecera), dice que la poesía no puede comprometerse debido a su modo de tomar las palabras como cosas. Hoy pienso que la tesis del compromiso admite otra lectura, distinta de la lectura política de esos años. Algo he escrito sobre ese tema, pero este no es el momento de hablar sobre mis escritos. —ECP: ¿Sería Vinueza el mismo gran poeta sin su paso por el grupo cultural vanguardista de los tzánticos? —FT: Humberto habría sido un gran poeta en cualquier otra circunstancia, sencillamente porque la poesía fue desde siempre su modo de ser–en–el–mundo, si puedo decirlo con una parodia del lenguaje heideggeriano. Su calidad no proviene del tzantzismo: es anterior a él. Sin embargo, el tzantzismo marcó la tónica de su poesía en su primer período; la orientación que entonces dio a su quehacer. En su obra posterior es posible rastrear ciertas huellas de aquel primer cauce, pero se trata simplemente de ese como trasfondo que en todo ser humano van dejando las experiencias pasadas. —ECP: ¿Lo erótico y lo sagrado se dan con frecuencia la mano en la obra de Vinueza? —FT: Siempre que sea verdaderamente poético, lo erótico tiene un fondo sagrado. Si no lo tiene, o no es poético o no es erótico sino pornográfico. No es extraño que lo sagrado esté presente en la poesía de Vinueza, porque la suya es auténtica poesía. —ECP: Lunas en fuga es un libro de kaikus. No en vano, Vinueza fue embajador de Ecuador en Irán y Pakistán de 2013 a 2016. ¿Ha dejado la cultura árabe y oriental suficiente huella en su escritura? —FT: Me parece que no. Lo cultural es algo mucho más profundo que la forma externa de un poema. Pero quizá también aquí se puedan notar esos trasfondos inconscientes de la experiencia. —ECP: Si digo que Humberto Vinueza es el poeta ecuatoriano de su generación que logra la mayor encarnación del ser en el lenguaje, ¿estoy equivocado?, ¿estoy exagerando? —FT: Soy muy renuente a la formulación de esos juicios que incluyen valoraciones con “el más”, “el mayor”, “el mejor”… Descreo de la existencia de escalas objetivas de valoración que hagan posibles esos juicios. Ahora pienso, por ejemplo, en la poesía de Iván Carvajal y no podría decir que en él haya una “menor” encarnación del ser en la palabra… Creo que es más adecuado decir que en la poesía de Humberto se encuentra una indudable encarnación del ser en el lenguaje; que él descubrió el ser en su lenguaje. Por otra parte, para quien ha vivido largo tiempo ligado en forma fraternal con un grupo de poetas, es muy antipático establecer comparaciones. —ECP: ¿Cree que, conforme pase el tiempo, la voz poética de Humberto Vinueza cobrará cada vez más prestigio en la historia literaria de Ecuador? ¿Y qué herencia pueden cobrar tras su pérdida las nuevas generaciones de poetas ecuatorianos? —FT: Sobre lo primero, responderé solamente que no he recibido el don de la profecía, quizá porque no hay de quién recibirlo; sobre lo segundo, pienso que los jóvenes poetas pueden encontrar en la poesía de Humberto una vertiente digna de ser explorada. Quiero mucho a Humberto, y me resisto a momificarle bajo la forma de un modelo. Por lo demás, pienso que cada poeta, si lo es de verdad, tiene que encontrar o inventar su propio camino, tal como sugería Machado. —ECP: Para terminar, una pregunta complicada. Si hubiese que elegir un libro o un poema definitivo de Humberto Vinueza para la posteridad, ¿cuál elegiría usted? —FT: No me creo ninguna autoridad para decir a las generaciones futuras: “esto hay que leer”. No tengo, como Harold Bloom, la pretensión de establecer ningún canon. Además, no podría hacerlo, porque leo muy poca poesía; la que leo es solamente la de mis poetas amados: aparte de mis amigos entrañables, como el mismo Humberto, leo y releo a Valery, a Rilke, a Vallejo, a Neruda: me gustan mucho los sonetos de amor de Garcilaso…, en fin, algunos más; pero me declaro ignorante en materia de poesía. ¿Cómo podría hacer la elección que usted me pide? Lo que puedo decir es que a mí me gusta de manera especial Constelación del instinto. De izda. a dcha. Francisco Ordoñez, director del núcleo de Pichincha de la CCE; Fernando Tinajero, escritor; Sonia Casares, artista y esposa de Humberto Vinueza; Camilo Restrepo, presidente de la CCE, Mª Fernanda Espinosa, canciller; Raúl Pérez, ministro de Cultura, y Ramiro Arias, editor de Eskeletra. Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Es la segunda vez que entrevisto a Alberto Chessa para El coloquio de los perros y sigue uno comprobando con asombro casi infantil el gozo del conocimiento. Digo que mi aprendizaje no hace más que crecer escuchando sus respuestas. Hasta para una conversación amistosa de terraza portuaria cartagenera, con sobremesa mojada de café asiático y gin-tonics, sabe tensar las cuerdas del arco y disparar sus ideas con el verbo exacto. El carcaj forma parte de la impedimenta de un arquero olímpico como él. Ese es el título de su tercer libro de poemas, La impedimenta (Huerga & Fierro, 2017), y este fue el resultado de una jornada llena de admiración y entendimiento. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Primero fue La osamenta, le siguió La piel, ahora vamos a hablar de La impedimenta. ¿Estamos ante la pieza que nos faltaba de una trilogía o ante las tres primeras estaciones de un corpus literario calculado al estilo Cántico de Jorge Guillén o Museo de cera de José Mª Álvarez? —ALBERTO CHESSA: Ni una cosa ni la otra. Comprendo que es grande la tentación de hablar de trilogía cuando se saca un tercer libro, y más cuando los títulos de los tres volúmenes parecen conducir a ello. Pero yo, al menos, entiendo por trilogía la apuesta por un todo más orgánico, con sendas piezas puestas al servicio de un, digamos, discurso homogéneo, que se completa y complementa por el diálogo que establecen entre sí. No me parece que sea el caso de estos libros, cada uno de los cuales, a mi modo de ver (a mi modo de leer), preserva su singularidad. Lo cual no quita que haya en los tres, y de forma percutiente, una reflexión sobre el cuerpo en tanto que frontera con unos lindes muy nebulosos entre uno y el resto y entre uno y uno mismo. Es en ese sentido por lo que me distraje jugando con la secuencia que nos llevaría de dentro afuera, de la osamenta a la piel y de esta a la sobrecarga que tenemos que echarnos al hombro, es decir, la impedimenta. Me resultó de lo más turbadora una pregunta al aire que le leí a Donna Haraway, la autora del interesantísimo Manifiesto Cyborg: «¿Por qué tiene nuestro cuerpo que acabar en la piel?», empezando por esa misma noción puesta en entredicho de que el cuerpo acabe, tenga un límite y, de tenerlo, su confín venga a ser la piel. ¿No será que todo aquello que acarreamos también nos constituye, forma parte de nosotros y, por tanto, de nuestro cuerpo, en la medida en que el cuerpo es el único espejo que no miente? [...] Por lo que toca a ese «corpus literario calculado», ya me gustaría a mí que, cuando le haya puesto ese punto final que siempre omito a mi obra poética, alguien pudiera verla, en efecto, como una obra, siquiera fuere con minúsculas. Pero, como te digo, soy de la idea de que eso es algo que solo debería de sancionarlo el tiempo. Los esfuerzos por ir tallando en vida una suerte de mampostería sin grietas ni fisuras, con las piezas debidamente colocadas en su sitio, todo ello respondiendo a un programa pergeñado de antemano, siempre me han resultado fascinantes pero también baldíos. Por suerte, esas dos obras cumbre que citas, a pesar de que sus autores es muy probable que las concibieran como un reloj de leontina, se les acabaron rebelando y, al hacerlo, dieron precisamente lo mejor de sí. —ECP: El primer poema de La impedimenta se titula ‘Errancia’. ¿Te declaras ya vital, literaria e incluso legalmente “murciano errante”? —ACH: A mí eso de declararme lo que sea me da una pereza que me muero. Reclamar para mí la condición de murciano errante me parecería de una coquetería inadmisible, más aún en estos tiempos en los que cualquier hijo de vecino del primer mundo viaja lejos de casa dos o tres veces al año, reside largas temporadas en el extranjero o directamente levanta su predio en una ciudad distinta a la que le vio nacer. Este último es mi caso: llevo casi veinte años viviendo en Madrid, y antes tuve la llave de otras casas en Granada y Cagliari, la capital de Cerdeña, pero tampoco he perdido nunca (y espero no hacerlo) la llave de mi casa de Murcia. Nada de ello me genera —creo yo— eso que se llama conflicto de identidad, para empezar porque concederle al terruño una función de dispensador de identidades se me antoja un exceso. Digo yo que la identidad habrá de ser algo más complejo y exigente, una categoría que no se contente en exclusiva con el hecho de compartir con otros, por razón de cuna, un espacio, unos paisajes, unas costumbres e incluso una lengua. Quien agota la definición de sí mismo en virtud de esas señas de identidad me atrevo a decir que está condenado a transmutarlas en sañas de identidad. Y, por fortuna, no es mi caso. Vamos, que nunca me llamarán para algo así, pero, si me admites la broma, que nadie cuente conmigo jamás para dar el pregón sardinero o de las fiestas de San Isidro. —ECP: Creo que el humor —en variadas formas de broma, parodia, ironía, sarcasmo— sobresale en La impedimenta respecto a tus dos libros anteriores. Tratas el ego, el culto al cuerpo, la convicción occidental del bienestar, el turismo, incluso el terrorismo. Vas perfeccionando y afinando las flechas, ¿no? —ACH: Como era de esperar, tratándose de ti, ya veo que has hecho una lectura muy atenta del libro. Te lo agradezco de corazón. El humor es una de las cosas más misteriosas que hay, ¿no te parece? Y aún más que dos personas compartan idéntico sentido del humor. Me maravilla el hecho de que cualquier reflexión, si uno la pasa por el tamiz de esa suerte de distanciamiento crítico que opera el humor, no solo no se tizna de frivolidad sino que al momento tiene más alcance, incide con más ahínco en el receptor, deviene a la postre (¡y viva la paradoja!) más seria. Me refiero, como es obvio, a un tipo de humor más o menos desafiante, no al chascarrillo facilón. En el terreno de la poesía, y más si uno tiene cierta vena satírica, la tentación de retorcer el lenguaje a base de retruécanos, calambures y demás juegos de palabras, con ánimo de propiciar un efecto cómico, es casi inevitable, pero no siempre goza del don de la oportunidad. Como la cabra (en este caso, el cabrón) tira al monte, yo necesito descargar esa metralla de ocurrencias y ripios con vocación de hilarantes en unas composiciones que llamo Sonetontos, además de en una suerte de canciones infantiles (Pipas, me gusta referirlas) y un centón de versos breves, sueltos, tirando a aforísticos (Bordones, los bauticé). No sé si algún día me decidiré a recopilar en un volumen este género de pasatiempos líricos; lo que sí sé es que nunca irán acompañando en el mismo libro a esos otros poemas llamémoslos serios que sí doy a la imprenta. En estos últimos, precisamente por haber vaciado en los otros el cargador del humor en bruto, trato de manejar un escalpelo más fino, más acorde a esas sustancias que señalabas y que, sí, bien pueden ser la ironía o la parodia. En La impedimenta hay más presencia de esto que en los dos libros anteriores porque hay también más asomada al mundo circundante, menos solipsismo, más poemas escritos a modo de artículo de prensa o fotografía de portada. —ECP: El poema ‘Nunca real y siempre verdadero’ termina así: «Recordé lo que dijo Baudelaire: / el niño rompe los juguetes / para buscar su alma dentro. / No supe, sin embargo, “su” de quién, qué alma busca: / ¿la del juguete o bien la suya propia? / El sueño más perfecto es el desgarro, / dije yo para quien tuviera entendederas. / Pero allí nadie hablaba endecasílabos». ¿Cómo ves a día de hoy las diatribas hispánicas a favor y en contra del endecasílabo? ¿O mejor estos versos resumen tu opinión sobre el tema? —ACH: Esto me recuerda a la anécdota, por supuesto apócrifa (ya sabes que las mejores anécdotas siempre son apócrifas), según la cual cuando X (me la he encontrado atribuida a diferentes músicos, escritores o artistas plásticos) desembarcó por primera vez en el puerto de Nueva York se topó con un periodista que le inquirió a bocajarro: «¿Qué le parece que haya tantos burdeles en Nueva York?»; a lo que X respondió con toda candidez: «No sabía que hubiera tantos burdeles en Nueva York». El titular del día siguiente en el periódico en cuestión rezaba así: «Nada más arribar al puerto, X comentó: “No sabía que hubiera tantos burdeles en Nueva York”»… Pues bien. Yo no sabía que hubiera en la actualidad «diatribas hispánicas a favor y en contra del endecasílabo» (te doy permiso para que titules con esto lo que te dé la gana). Si las hay, se me ocurren (heptasílabo) pocas maneras de perder el tiempo (endecasílabo) de modo tan estúpido (heptasílabo). —ECP: Me gustaría que hablaras de la interesante ilustración de la portada de La impedimenta de Rubén Rubio Egea. ¿Fue idea de la editorial o elegida por ti? —ACH: Yo elegí a Rubén (o, más bien, repetí con él, pues suya es también la portada del libro anterior, en la radiografía apareció LA PIEL) y él eligió qué y cómo ilustrar, pues, como es obvio, le di plena libertad para que crease algo a su gusto. La misma libertad, por cierto, que nos da a los autores la editorial a la hora de completar el diseño del volumen una vez maquetado el texto, por lo que vaya desde aquí mi agradecimiento, además de mi cariño, a Charo Fierro y Antonio Huerga. Volviendo a Rubén Rubio Egea, se trata de un artista por quien la amistad que nos une desde hace muchos años no solo no ha entorpecido nunca mi admiración sino que la exponencia. Paco Jarauta, que presentó La impedimenta en Murcia (y a quien envío también un abrazo lleno de amistad y gratitud), comparó con acierto su ilustración con esas tintas chinas a las que era tan aficionado Michaux. Más allá de la pericia en la técnica que exhibe esta obra rubeniana que tengo la suerte de haber colgado para siempre en la entrada de mi libro, hay algo que me embruja de ella y es ese carácter suyo tan proteico hasta el punto que se diría que está dotada de animación, que se va a empezar a mover o a mudar de estado y condición de un momento a otro. Solo a un espectador muy tuerto o muy apresurado le puede parecer una suerte de silueta estática y emborronada. Es todo lo contrario, claro está, lo cual no viene a ser otra cosa que la quintaesencia plástica de esa errancia que antes me recordabas y que no nos olvidemos que, además de su acepción de vagabundeo, etimológicamente postula también el valor de yerro, de errata, de error (en el infinitivo, errar, sí que se ha mantenido esa disemia). —ECP: Hay quien me ha comentado que La impedimenta es más “narrativo” y más “coloquial” que La osamenta y La piel. Y, de alguna manera, estoy de acuerdo. ¿Cómo te planteas el juego poético con esa “narratividad” y ese “coloquialismo”? —ACH: La verdad es que no me lo planteo. Quiero decir: intento conferirle a cada poema el tono y la tensión expresiva que mi intuición me dicta que requiere. Si eso implica contar más que cantar (mi profesora de Griego, Conchita Morales, insistía siempre en que la forma más precisa y pertinente de traducir el primer verso de La Ilíada sería: «Cuenta cantando, oh Musa, la cólera funesta del pelida Aquiles»), pues bienvenido sea; si la composición demanda un lenguaje llano, o incluso vulgar y hasta soez, adelante, que pase. Pero nada de ello tiene como motor el vano deseo de surfear no sé qué olas o corrientes supuestamente más prestigiadas o con mejor prensa (o con más público) que otras. De hecho, poco me empacha a mí compilar en una misma entrega poemas con latidos y hablas muy diferentes, por no decir dispares, entre sí. Nunca he entendido muy bien por qué cierta crítica, ciertos mentideros y ciertas academias le han venido concediendo tanto fuste al libro de poemas con un sentido unitario, compacto, monocorde. ¡Con lo divertido que es avanzar por un poemario sin saber qué te vas a encontrar al volver la página, qué palo va a emplear el poeta en su siguiente composición! —ECP: Creo que, respecto a esto, también lo perfeccionas en La impedimenta, como antes te he dicho sobre el humor. —ACH: Te lo agradezco mucho, como es natural. Desde luego, me gustaría pensar que uno va, en efecto, perfeccionando sus herramientas, no desandando de la Edad de los Metales a la Edad de Piedra. No me desagrada en absoluto la idea de ser un picapedrero del verso; no obstante, tú sabes bien, Juan de Dios, que yo siempre seré un hijo del Metal. —ECP: Ya en La osamenta dedicaste un poema a las manos de tu madre y aquí escribes otro titulado ‘Manólogo’. ¿Cuánto nos pueden decir unas manos? —ACH: En mi caso, las manos cobran categoría de verdadera obsesión. Te confieso que son lo primero en lo que me fijo de una persona. ¿Cuánto nos dicen? Mucho, muchísimo. Y no solo en lo más evidente, como puede ser el paso del tiempo (no hay cirugía estética capaz de remozar unas manos) o una serie de hábitos que ya de por sí son harto reveladores: morderse las uñas, dejárselas o no largas, llevarlas o no llevarlas pintadas, el descuido o su contrario de los padrastros, mancillarlas (es mi opinión) con anillos y tatuajes… Todo eso, como sabemos, aporta no poca información acerca de ciertos rasgos de la personalidad del portador de esas manos. Sin embargo, yo iría (y voy) más lejos, aun a riesgo de que me tomen por un orate en su manólogo, y es que uno es de la idea de que por las manos se puede conocer a la persona. Por las manos en sí: por su fisonomía, por su disposición, por la extensión de los dedos y las lúnulas de las uñas, por las líneas de la palma y el grosor del puño. Ni que decir tiene ya por el movimiento, por la forma en que la persona en cuestión acompasa con ellas el discurso, las entrelaza, las deja muertas. Creo que esto que digo nada tiene que ver con esa zarandaja de la quiromancia. Se trata de algo, si quieres, más esotérico incluso, en tanto que, según yo lo veo, las manos son la única extremidad de nuestro cuerpo que tiene más verdad que nosotros mismos. —ECP: Hay varios poemas en letra cursiva. Explica ese juego gráfico, por favor. —ACH: Esto sí que no reviste ningún misterio. La cursiva está ahí para indicar (o, al menos, sugerir) que esas estancias vienen a completar un único poema, el mentado «Errancia», que funge como una suerte de Guadiana a lo largo de todo el libro. —ECP: ‘Hoy hablaremos del Bosón de Higgs’, más que una poética, parece una teológica. Y, si me apuras, una “teológica tragicómica”. Eres bastante cachondo con Dios, la verdad. Ya no hablo del clero, sino del mismo Dios, de la divinidad. —ACH: Me gusta ese uso sustantivado que haces de teológica. Volvemos al humor, ¿verdad? Mira, hay una película de Buñuel (tengo la impresión de que poco visitada) que se titula La Vía Láctea. De todas las irreverencias que ensaya ahí don Luis acaso la mayor sea mostrar a un Jesús que, en pleno almuerzo al hilo del milagro de los panes y los peces, literalmente se desternilla, estalla en una carcajada sin contención (años antes, en Nazarín, ya había acariciado la misma idea, solo que en ese caso a cuenta de una estampa pía). La iconografía religiosa nos ha acostumbrado de tal modo a contemplar esas representaciones del Hijo de Dios en clave doliente, o bien majestuosa, que no es de extrañar que nos contraríe la imagen de un Jesús jocoso, que no en vano lo encausemos como una iconoclasia. Y lo cierto es que tengo la convicción de que el mejor modo de establecer un diálogo con la divinidad es desacralizándola. En este sentido, Dios ha de ser el primer interesado: si Dios no tiene sentido del humor, está perdido. —ECP: No puedo estar más de acuerdo. [...] Aunque en poemas como ‘Panta Rei’ se puede comprobar, quiero preguntarte qué importancia tiene el mar para ti. —ACH: La misma que la infancia. De hecho, me resulta tan real e irreal como aquella; tan mío como ajeno, propio como perdido; igual de esquivo al punto que embriagador. Sí, ignoro cómo será la relación con el mar para alguien que haya crecido día a día en un litoral. No fue mi caso. Desde antes de tener uso de razón veraneé junto al mar, pero hasta bien entrada la adolescencia jamás vi el mar en otro momento que no fueran los veranos. De modo que la ligazón con la infancia no puede ser más férrea. Por rescatar aquello de los endecasílabos: asocio el mar a la felicidad. Y ya sabes que no hay más paraísos que los perdidos, aunque el empeño en buscarlos puede acabar dibujándose como un paraíso en sí. —ECP: Sigamos hablando de mares, pero griegos... El poema ‘La mirada de Ulises’ es tu particular homenaje al director de cine ateniense Theo Angelopoulos. ¿Qué le ha dado este cineasta a la poesía? —ACH: Es curioso que formules así la pregunta, porque en el terreno del cine con pretensiones líricas se suele plantear al revés: ¿qué incidencia tiene la poesía en el discurso fílmico de tal realizador? Angelopoulos, a quien tuve la suerte de conocer y de entrevistar, no es que practicara un cine de poesía por su destreza notabilísima a la hora de componer un plano secuencia rebosante de hermosura y sensibilidad, sino que, lo mismo que Pasolini (que vino a erigirse, un poco a su pesar, en emblema de aquella etiqueta), entendió siempre que la verosimilitud de lo que se ofrece en una película (y vale para cualquier manifestación artística) no radica en una suerte de recreación pedestre de la cotidianidad, pues esto último a lo máximo que nos va a conducir es a un realismo ramplón. Venía a decir Lacan que lo real es todo lo que no puede ser representado más que por medio de la metáfora. Y esa es una lección que, sin duda, Angelopoulos recogió y, de paso, nos acabó brindando a todos los que hemos venido detrás y seguimos gozando con su cine; poetas incluidos, por supuesto. —ECP: Conforme se va terminando el libro —poemas como ‘Hacer el muerto’, ‘El hechizo’, ‘La anunciación’ o ‘Martes’—, veo un deseo profundo de hacer astillas el reloj. ¿Se abrirían muchas puertas en nuestra mente si lo lográramos?
—ACH: Hablando de metáforas… Mira, ¿te puedo responder con uno de mis Sonetontos? Se titula ‘Sincrónico y temperado’ y dice así: Tiempo al tiempo y, con tiempo, me destiempo. La vida es un reloj desacordado, Un reloj que hace tiempo, aunque atrasado, Y vocea horas frescas o del tiempo. ¡Qué tiempos estos! ¡Vaya contratiempo A tiempo no llegar ni haber llegado! Y si el tiempo lo cura todo, a nado Retornan las agujas del retiempo. Tiempo muerto y, a un tiempo, tiempo al pez, Que, ya sabemos, picará una vez, Como se muerde (o no) el pezón pezuno. El tiempo es oro. El tiempo, si presente Al mentarlo, de golpe es tiempo ausente. A su debido tiempo, es tres, dos, uno —ECP: El último verso de La impedimenta es una conjunción copulativa: “y”. Por supuesto, no tiene punto final, como ninguno de los poemas, incluido este sonetonto. ¿Metáfora ortográfica de la vida? —ACH: Se me ha señalado la aparente paradoja de que omita, por un lado, el punto al término de cada composición cuando, por otro, es patente mi gusto por los cierres recios, con una contundencia poco disimulada. Puede ser. Lo único que sé es lo que te comentaba al principio: que la única que puede colocar en puridad el punto final a algo, incluido un poema, es la vida. De manera que sí: comulgo con lo que dices, y más aún con esa imagen tan sobrecogedora de una «metáfora ortográfica» del existir. Con tu permiso, me la anoto. —ECP: Tuya es, amigo... Dedicas el libro a Victoria. Yo sé muy bien quién es, pero quisiera que los lectores de El coloquio de los perros también lo sepan. —ACH: Victoria, en cuyo nombre lleva la alianza, es la razón (¡y hasta la sinrazón!) de ser de mi vida desde hace veintiséis años. Y, además, ¿sabes qué? Tiene unas manos preciosas. MIGUEL ÁNGEL VELASCO Pólvora en el sueño Entrevista realizada por Juan de Dios García Alfredo Rodríguez vive en Pamplona, una ciudad norteña que no se caracteriza precisamente por su clima caluroso, pero él sólo se basta para incendiar cualquier alma que lo acompañe. Simplemente hay que pronunciar una palabra, Poesía —así, con mayúsculas, como a él le gusta que se escriba—, y ya tenemos una hoguera encendida que no se va a apagar; te despides de él y ese cuerpo sigue en llamas. He conocido pocos fervores de ese nivel. El caso que nos ocupa para esta entrevista es el inmenso poeta mallorquín Miguel Ángel Velasco, del que la editorial Chamán acaba de publicar una antología, Pólvora en el sueño, prologada y seleccionada por Alfredo con un cuidado impecable. EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Me gustaría saber cómo se gesta Pólvora en el sueño. No sé si es un encargo de la editorial Chamán, pero a mí me consta que Miguel Ángel Velasco te apasiona desde hace años. Tú me hablaste con entusiasmo sobre todo de tres poetas españoles vivos cuando nos conocimos en Pamplona: José María Álvarez, Antonio Colinas y Miguel Ángel Velasco. —ALFREDO RODRÍGUEZ: Bueno, esa pequeña lista ha crecido desde entonces. Habría que añadir ahí a Julio Martínez Mesanza, a Vicente Gallego y a José Carlos Llop. Pero la idea de una antología total de la obra de Miguel Ángel Velasco era algo que me rondaba la cabeza desde hacía unos cuantos años. Sentía que todos teníamos una deuda muy grande con su poesía y con su persona. Y la antología que hizo Gallego para Renacimiento en 2008, La mirada sin dueño, con ser hermosa y gigante como era, se me había quedado pequeña. Sentía que necesitaba más. Además, había toda esa información sobre la vida y la obra de Velasco que yo veía que estaba por ahí desperdigada, diseminada en libros, en revistas, en artículos de periódico, en internet, en la memoria de algunas de las personas que más cerca estuvieron de él, como su madre, Consuelo, o la que fuera su pareja durante quince años, Angelika, o sus amigos, Vicente Gallego o José Saborit, entre otros; recoger toda esa información y ordenarla en una especie de libro-miscelánea o libro-híbrido, en fin, un libro que fuera casi definitivo. Resultó que después de publicar en Chamán Ediciones mi último libro de poemas, les propuse a Pedro Gascón y a Ana Toboso, responsables de la editorial, la idea de esa antología que yo tenía confeccionada para mí desde hace años —con la novedad, además, de incluir textos en prosa cuasi-inéditos y entrevistas por igual y a la que sólo habría que añadir un prólogo extenso— y aceptaron encantados. En fin, a los editores de Chamán les debo mucho, desde el principio, les debo casi lo más importante que te puedan dar, que es confianza, esto es, que confíen en tu trabajo y lo valoren. Hasta ahora la verdad es que no había tenido suerte con los editores. Al contrario, he tropezado con gente que no ha creído en mí. Los editores de Chamán son gente que tiene ilusión y cree en lo que hace, conservan el encanto de quien tiene sueños vivos. Con ellos he encontrado una súbita complicidad, en el lenguaje, en la sensibilidad. —ECP: ¿Hasta qué punto es crucial el papel de Consuelo, la madre del poeta, en su vida y, por tanto, en su obra? —AR: Bueno, yo creo, después de haberla conocido personalmente el año pasado en Valencia, con motivo de la presentación allí de Pólvora en el sueño, —aunque ya manteníamos contacto telefónico y electrónico desde hacía tiempo— que Consuelo Pereda Velasco (o Colibrí, como cariñosamente la llamaba su hijo) es una persona muy especial, de una sensibilidad y una belleza interior increíble, una madre que yo creo que es la madre que todo poeta hubiera deseado tener para sí. Una madre muy unida a su hijo en todos los sentidos, que le acompañaba infatigablemente a todos los recitales que daba, foros en que hablaba o premios que recogía. Que le animó a leer y a escribir desde pequeño, junto con su padre, Miguel Pons-Camps (que falleció muy pronto), que le leía versos en su infancia y eso le marcó al poeta, qué duda cabe. En la obra poética de Velasco aparecen ambos muchas veces, no sólo en infinidad de dedicatorias, sino en la propia carne de los poemas, sirviendo de tema y de fondo para muchos de ellos expresa o implícitamente. —ECP: Me llama la atención que hayas incluido algunas prosas en esta antología poética. Creo que muchos lectores de Velasco no conocíamos esa faceta suya, cosa que te agradecemos. —AR: Sí, eso ha sorprendido mucho. Yo las conocía desde hacía años. Me parecían muy interesantes. Fueron apareciendo la mayoría de ellas en la magnífica, y ya desaparecida, revista Archipiélago, Cuadernos de crítica de la Cultura, una revista mítica, una revista de Cultura de las de verdad, de las que ya casi no quedan, con contenidos interesantísimos y altamente enriquecedores. Yo conservo por casa varios ejemplares, entre ellos, claro está, busqué aquellos en los que aparecía Velasco. Aunque, fíjate, me falta un ejemplar que nunca he conseguido localizar, un ejemplar que contiene otro de esos textos en prosa maravillosos de Miguel, titulado ...¿Y si la primavera es verdadera?. Lo busqué por internet, por librerías, por bibliotecas públicas, y al final iba a facilitármelo, porque creía tenerlo entre su ingente biblioteca particular, Isabel Escudero, pero fue poco antes de sorprenderle la muerte desgraciadamente. Pero no desisto. Lo encontraré algún día. —ECP: Sé que esta pregunta es obligarte a decir públicamente a qué hijo o a qué sobrino amas más, pero me parece inevitable hacértela. ¿Cuál crees que es la obra cumbre de Miguel Ángel Velasco? ¿Hay un poemario que está por encima de todos? —AR: Hombre, yo me sentí fascinado y me dejé fascinar hasta el tuétano con La miel salvaje, como casi todo el mundo. Ese libro fue una auténtica revolución en la mortecina y acomodaticia poesía española de la época. Sobre todo porque era un libro escrito con mucha libertad, con mucho descaro, mucha desenvoltura. Y eso a mí me atrapó. Y por ahí empecé con el gusanillo velasquiano, y fui tirando del hilo, y me maravillé con Fuego de rueda, que me parece un libro que es una experiencia completamente alucinante, que influyó muchísimo en mi poesía. Y tiré hacia atrás y descubrí El sermón del fresno, del que ya me había hablado algún amigo en Pamplona, porque resulta que el libro fue editado aquí, en mi ciudad, lo cual me llenó de alborozo, y descubrí, como te digo, un libro que es una auténtica obra de arte casi oculta en las simas del olvido, con poemas como el que da título al libro que yo creo que es uno de los mejores poemas que han honrado nuestra lengua. Y de los últimos años, hombre, Ánima de cañón, el libro que publicó pocos meses antes de morir, es un libro soberbio, un libro de alta Poesía incandescente. —ECP: ¿El mar y la infancia van a estar unidas para siempre en la imaginería de Velasco? ¿Puede entenderse su obra descontextualizada de su Mediterráneo? —AR: No, creo que no. Su obra goza de una hermosa y extraña sensorialidad mediterránea. Eso es indudable. Y, además, porque está expresamente descrita, por ejemplo, en libros como Memoria del trasluz, con toda esa imaginería marina a flor de piel en los poemas. Miguel debió ser un gran nadador, un portento acuático. Nadaba y nadaba en solitario y se adentraba sin miedo mar adentro hasta la extenuación, donde nadie le seguía. Eso en las calas de Mallorca en su infancia y primera juventud, pero luego están también los años en Jávea junto a Angelika, en un lugar precioso de la costa levantina; hay muchos poemas que hablan de esa larga época cerca del mar y evocan todo ese mundo con mucha calidez. —ECP: ¿Filosofía, amistad y sustancias enteógenas podrían ser las tres columnas sobre las que se sostiene su aprendizaje en la etapa madrileña? —AR: Sí, en Madrid conoció y se cruzó con varios personajes que marcaron también su vida y su obra. Amigos como el novelista colombiano Santiago Gamboa —que fue su compañero de piso y de correrías nocturnas durante una primera época— o como José Lage —con quien compartió experiencias con esas sustancias embriagadoras, experiencias que le llevaron a aquella amplitud de percepción tan característica de la ebriedad con drogas—, a quien llega a dedicar por entero uno de sus libros, Ánima de cañón. O gente como Agustín García Calvo e Isabel Escudero, que fueron sus mentores y maestros, que le influyeron muchísimo con aprendizajes y lecturas, sobre todo en la manera de entender la Poesía, y eso fue decisivo en su obra, un cambio de rumbo total, un viraje de 180 grados en la forma y en el contenido de sus versos. Se imbuyó totalmente de la obra de Sánchez Ferlosio, sobre todo la ensayística, a quien consideraba un maestro. La rama dorada de J. G. Frazer era otro de sus libros de cabecera. También por entonces el aprendizaje filosófico de Elias Canetti, de quien llegó a investigar a fondo su obra y era una auténtica obsesión para él, llegando incluso a empezar una tesis doctoral que desgraciadamente no llegó a terminar, pero de la que aparece precisamente un pequeño bosquejo en una de las prosas recogidas al final de Pólvora en el sueño. Y también en una noche de Madrid es donde conoce a la que habría de ser prácticamente la mujer de su vida, Angelika Neitzke, una bella joven alemana por quien lo dejó todo y se fue a vivir a un casa perdida en un bosque de Hoyo de Pinares, un pueblecito en la provincia de Ávila, donde se dedicó de lleno a pasear, a leer, a escribir obsesivamente y a experimentar con sustancias, y descubrió el amor a la Naturaleza, y donde se convirtió de verdad en un genuino metafísico, es decir, alguien capaz de asombrarse radicalmente frente a las cosas, alguien que, como los primitivos, era capaz de tener una experiencia numinosa e intuitiva del mundo que le rodeaba, capaz de ver toda la belleza de ese mundo y hacerla suya. —ECP: La amistad con Vicente Gallego es otro cantar, ¿no? —AR: Sí, claro, Gallego era su hermano del alma, su hermano espiritual y físico. Tuvieron una conexión total, a todos los niveles, y eso se refleja muchas veces en sus respectivas obras. Yo creo que se influyeron mutuamente, se retroalimentaron. Hay mucho de Gallego en Velasco, pero también hay mucho de Velasco en Gallego. Compartieron también experiencias y viajes con sustancias, se juntaban a menudo en la casa de Jávea para recitarse poemas, para hablar de poesía y para reír juntos. Y todo eso une mucho. Yo creo que Vicente Gallego es quien mejor ha sabido entender la obra de Miguel Ángel Velasco. El genial prólogo que escribió para la antología La mirada sin dueño, titulado “Una ética del exceso”, es sencillamente emocionantísimo y es la mejor guía para seguir con paso seguro y pie firme los derroteros velasquianos. Vicente también ha colaborado en Pólvora en el sueño, con un texto inédito brillante y muy esclarecedor sobre la amistad sin igual que les unía, titulado “Miguel, en su cifra y su aroma”. En Valencia estuvimos hace unos meses presentando el libro juntos, y fue una experiencia alucinante de la que me siento orgullosísimo. —ECP: ¿Por qué crees que en su etapa de madurez Velasco renunció a citar sus primeros libros? ¿No quería aceptar la semilla del fruto que perseguía? —AR: Bueno, como te he dicho antes, hubo un cambio total, un viraje increíble en la obra de Velasco con la influencia decisiva sobre todo de su maestro Agustín García Calvo. Después de publicar sus tres primeros y laureados libros (Sobre el silencio y otros llantos, Las berlinas del sueño, y Pericoloso sporgersi) publicados entre 1980 y 1986, y que se podrían enmarcar dentro de una poética de vanguardia surrealista e incluso posnovísima, se produce un silencio de unos diez años —los años de silencio son decisivos para la madurez de un poeta— en los que el poeta se dedica a leer y a escribir, a empaparse bien de Poesía verdadera, poesía con ritmo, con verso medido, poesía con música interior. También a imbuirse de Filosofía pura. Se dedica a pasear por los bosques de Ávila, acompañado de un perro, se encierra a escribir en la oscuridad de su cuarto como un auténtico anacoreta, se deja engullir por el mito de la Naturaleza, por toda la belleza real de las cosas que le rodean, los árboles, las piedras, los pájaros, los fósiles... Hay una auténtica revolución lírica en el interior de su alma. Y el poeta verdadero, el poeta que él en verdad anhelaba ser y convertirse, renace diez años después con El sermón del fresno en 1995. Es un Velasco nuevo, renacido, un Velasco un poco desengañado de los premios literarios y de toda la farándula e hipocresía que muchas veces los acompaña —que sólo entontece y envanece—, un Velasco enamorado de la vida verdadera, más viejo de alguna manera, más sabio. Y que no quiere ni oír hablar de aquellos libros, que considera ejercicios cuasi adolescentes, poesía asilvestrada, que no surgía, como la de ahora, la de a partir de El sermón del fresno y Dibujo de la savia, del fondo de las entretelas del alma; una poesía que pone el énfasis muchas veces en lo musical, en la pura Música, que supone un auténtico experimento de innovación entre el sonido y el sentido, y exige al lector un permanente tanteo cognoscitivo para desvelar verdades. —ECP: ¿Qué deuda tiene Velasco con el pensamiento de Elias Canetti?
—AR: En esos años, además de escribir poesía, preparaba una tesis para su doctorado en Filosofía, titulada Muerte, duelo y supervivencia en la obra de Elias Canetti, tesis que desgraciadamente nunca culminaría. Después de cursar estudios de Filología y Filosofía en la Complutense de Madrid, centra su labor de investigación en la obra del escritor y premio Nobel de Literatura. Y, como Canetti, Velasco es un devoto de la metafísica, una preclara mente obsesiva buscando el origen de lo creado y el origen de la muerte, la cual está, de hecho, omnipresente en su obra poética. Pero a pesar de hablar tanto de la muerte, en el fondo de sus poemas yo creo que está el gozo inmanente de vivir. Hay una cita canettiana muy reveladora que acompaña al poema ‘La lección’ (que habla de los últimos días de su padre en el hospital de Palma), incluido en esa maravilla de libro, del que tantas lecciones de vida se pueden extraer, que es La vida desatada, y que dice así: Aprendía palabras / en su lecho de muerte. Además, el texto en prosa de Velasco que incluyo al final en Pólvora en el sueño, titulado ‘Canetti, el último antepasado’, habla muy bien y a las claras de toda esa experiencia de la muerte presente en la obra del escritor rumano, que tanto fascinó y obsesionó a nuestro poeta. —ECP: La sexta parte de tu prólogo se titula “Versos premonitorios”. ¿Realmente su hipersensibilidad pudo haberle hecho capaz de escribir su futuro inmediato? —AR: Yo a veces creo que sí. Que él mismo marcó su destino. Que sabía, o presentía de alguna manera, lo que iba a sucederle en breve. Pienso que siempre sintió una mezcla de seducción y a la vez de temor hacia la muerte que determinó su vida en todo momento. No solo su vida, sino su obra. Y aunque sé de veras que no buscó esa muerte propia voluntariamente en ningún momento (como se ha llegado a especular) sí que gustó de jugárselo todo en los límites de la misma, y mucho le atrajo vivir en el filo de esa navaja. Esos versos premonitorios a los que haces referencia aparecen en su último libro publicado en vida, Ánima de cañón, abren el poema del mismo título, y dicen así: ¿Qué será cuando el día se congele / con la detonación de nuestra carga / en el hueco del tiempo? Yo creo que son provocativamente diáfanos. De hecho, todo ese libro en sí podría decirse que es una especie de epitafio en verso, de testamento lírico, escrito con un tono extrañamente sereno. Como digo en el prólogo de Pólvora en el sueño, no podíamos saber, cuando se publicó, que iba a ser su último libro, pero ahora, a causa de un extraño juego de la muerte, lo parece. —ECP: Veo que el calificativo “raro” se le quedaría pequeño a este poeta. —AR: Bueno, alguien habló una vez de la perla rara del poeta. Yo creo que el caso de Velasco encaja perfectamente en ese perfil de poeta extremadamente puro y sui generis. Y me atrevería a decir en ese sentido que su poesía es un auténtico conjuro del tiempo. Así que su figura como poeta se ha convertido para mí en la de una especie de demiurgo, si se me permite la imagen. —ECP: ¿Qué sensación como lector y estudioso de Miguel Ángel Velasco te ha dejado el esfuerzo realizado para editar Pólvora en el sueño? —AR: ¡Pero es que para mí no ha sido un esfuerzo! ¡Ha sido un placer! Así se lo decía muchas veces a mi editor. La preparación del libro ha sido una experiencia totalmente placentera. Y así también lo refiero precisamente al final del libro, en la nota de agradecimiento; ahí hablo de la confección placentera de este libro durante largos días hasta altas horas de la madrugada. Hablo de que fue un auténtico placer ir transcribiendo pacientemente todos los poemas seleccionados, uno a uno, verso a verso, como haciéndolos míos en cada palabra. Y añado: a veces, cuando terminaba de copiar alguno de esos poemas —y esto es rigurosamente cierto— tenía que levantarme de la silla, pues me sentía como flotar, como levitar; tal era el efecto en mí de su emoción y su belleza, de su altura de vuelo. Eso ha sido así de verdad. Esa ha sido la sensación real. Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA ANTOLOGÍA POÉTICA HISPANO CHILENA DEL SIGLO XX La Fundación España-Chile ha conseguido que el poeta, ensayista y traductor canario Justo Jorge Padrón emprendiera la monumental tarea de seleccionar en dos volúmenes de casi 600 páginas cada uno la Antología Poética Hispano Chilena del siglo XX (Vitruvio, 2017). Justo Jorge Padrón, entre otros muchísimos méritos literarios y académicos, es autor de Los oscuros fuegos (Rialp, 1971), La visita del mar (Espasa-Calpe, 1984), Los dones de la tierra (Espasa-Calpe, 1984), Los rostros escuchados (Espasa-Calpe, 1989), Resplandor del odio (Espasa-Calpe, 1993), Escalofrío (Lumen, 1999), Soliloquio del rehén (Vitruvio, 2015) y Fulgor de Macedonia (Vitruvio, 2016). El coloquio de los perros, que desde sus inicios apostó fuertemente por una defensa literaria panhispánica, no podía desaprovechar la oportunidad de entrevistar al editor de esta importante compilación. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Déjeme felicitarle por su trabajo y permítame preguntarle, de entrada, por su sentido. ¿Por qué una antología poética hispano-chilena? ¿Qué motiva la idea de la construcción de este puente cultural en concreto? —JUSTO JORGE PADRÓN: Posiblemente de los países de lengua española, los que más estimo líricamente son España y Chile, de ahí que me sintiera atraído por estudiarlos a conciencia en sendas antologías de 600 páginas aproximadamente. Cuando fundé y dirigí la revista plurilingüe de poesía internacional Equivalencias (1982-1995), me ocupé de otros panoramas hispanoamericanos como la poesía argentina y la colombiana, e igualmente de la de numerosos poetas mexicanos, peruanos, venezolanos, nicaragüenses y otros. Este interés por la poesía en español, tanto la de América como la escrita en España, la he sentido de una forma honda y apasionada, procurando difundirla en la medida de mis posibilidades. —ECP: ¿Cómo de arduo fue el proceso de trabajo antológico? ¿Costó más la selección española o la chilena? —JJP: Fue muy intenso y esforzado, ya que tenía un espacio de tiempo breve para hacerla. Afortunadamente eran panoramas que desde mis primeras lecturas había frecuentado como lector y ya conocía minuciosamente la obra de sus mejores creadores. —ECP: ¿Por qué razón fija ese marco temporal? El último de los poetas españoles antologados es Antonio Enrique (1953) y el último de los chilenos es Víctor Hugo Díaz (1965). ¿Falta criterio histórico aún para introducir a poetas nacidos en las tres últimas décadas del siglo XX? —JJP: En un principio la antología de ambos panoramas fue de setenta poetas de cada país. Pero cuando la entregué al editor, se me dijo que no podía pasarme de las seiscientas páginas y tuve por tanto que reducir de cada antología trescientas páginas. Entonces mi camino fue constatar, autor por autor, para quedarme con los nombres esenciales. Por eso, tanto en el caso de España como en el de Chile, la selección no respondía a un criterio sexista y así pude comprobar que el nivel de la poesía escrita por hombres era, por lo general, claramente superior, especialmente en el caso de España en la Generación del 27. Si tengo en cuenta a las mejores voces femeninas de ese período, como pudieran ser las de mayor fama como Carmen Conde, Ángela Figuera, Concha Zardoya o Ernestina de Champourcín, no resisten la comparación con cualquiera de sus contemporáneos masculinos. Decidí incluir siete generaciones y un poeta de la última promoción del siglo, tal fue el caso de Antonio Enrique, que por su variedad y potencia verbal y metafórica me pareció quizás el más representativo de su hornada poética. —ECP: Llama la atención la vida y obra de algunos autores chilenos que en España no son tan celebrados. Pablo de Rokha, María Monvel, Winétt de Rokha... ¿Cuál de esos autores cree usted que es más urgente rescatar para el lector español de poesía contemporánea? —JJP: Considero urgente rescatar en primer lugar la obra de Pablo de Rokha, en segundo lugar la de la muy destacada poetisa Winétt de Rokha y, luego, la delicada lírica de María Monvel (estas dos prácticamente desconocidas en España). —ECP: Pensando en el futuro, ¿cree usted que una antología hispano-chilena del siglo XXI tendrá una mayor presencia de mujeres? —JJP: Mi criterio es antologar a los poetas según un criterio de intensidad y calidad. No tengo en cuenta otros factores secundarios u oportunistas. Que sean hombres o mujeres o que abunden más de un sexo que de otro me tiene sin cuidado. —ECP: Hace poco estuve en México y una gran mayoría de poetas jóvenes me hablaban de Gonzalo Rojas, de su magisterio en Hispanoamérica. ¿Cree que Gonzalo Rojas no ha sido lo suficientemente leído en España? —JJP: Gonzalo Rojas me parece un poeta excelente y estoy convencido de que ha sido muy leído y reconocido en España. Su obra es muy personal y me parece un poeta erótico de intensa originalidad. Prueba de ello son los galardones que le ha concedido la oficialidad española con dos de sus premios más importantes: el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana de 1992 y el Premio Cervantes de 2003. —ECP: Las cuatro columnas que cimentan la primera poesía en Chile son Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Pablo Neruda y Nicanor Parra. ¿No formarían otro orden de columnas Gonzalo Rojas, Enrique Lihn, Oscar Hahn y Raúl Zurita? —JJP: Si admito ese símil que me propone de las columnas, afirmaré sin ninguna duda que las constituidas por Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Pablo Neruda y Nicanor Parra son las más valiosas y universales de Chile. Los cuatro pudieron ser Premios Nobel, aunque sólo lo consiguieran Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Después, a otro nivel más bajo se podría inscribir con justicia las constituidas por Humberto Díaz-Casanueva, Gonzalo Rojas, Jorge Teillier y Oscar Hahn. Incluso una tercera con Pablo de Rokha, Enrique Lihn, Delia Domínguez y Sergio Macías. —ECP: Acaba de fallecer Nicanor Parra. ¿Cómo valora su legado y qué cree que permanecerá esencialmente de su poesía? —JJP: Nicanor Parra fue un buen amigo mío y un extraordinario creador. Considero que el momento culminante de su poesía fue en 1954 con Poemas y antipoemas, su obra fundamental. En este libro abandonó su lírica hasta entonces simbólica y desesperanzada por otra más corrosiva, de acentos escandalosos y vinculada a la inmediata realidad. El poemario fue acogido en su tiempo como una obra revolucionaria en el ámbito de la poesía hispanoamericana de aquellos años. Sobre todo en Chile, dominado entonces por el tono solemne y grandioso de Neruda. El coloquialismo a veces sarcástico de Nicanor Parra introdujo un modelo alternativo, abierto a la ironía y al humorismo desenfadado. La antipoesía planteaba una reacción contra la función metafísica de la lírica y se adhería a una línea antirromántica y desmitificadora llegando a influir al propio Neruda en su libro Estravagario. —ECP: Entre los vanguardistas chilenos ¿qué preferencias tiene? —JJP: En primer lugar el surrealismo de Neruda en Residencia en la tierra; luego al Vicente Huidobro creacionista y a su fuerte aliento vital tan poderoso, influido por el arrebato de la propia naturaleza; también merece destacarse el hermetismo de Humberto Díaz-Casanueva y su búsqueda constante de preguntas en torno a la trascendencia y los límites de lo místico y como puente entre el surrealismo y el simbolismo. —ECP: ¿Y entre los vanguardistas españoles?
—JPP: El periodo surrealista de Vicente Aleixandre es el más importante en España. Incluso, diría más, de todo el surrealismo. Luis Cernuda escribió (palabras que serían citadas por el Secretario Permanente de la Academia Sueca, Karl Ragnar Gierow, y que tuve la oportunidad de escuchar cuando acudí en nombre de Aleixandre a recoger su Premio Nobel de Literatura) que el surrealismo francés obtiene con Aleixandre en España lo que no obtuvo en su tierra de origen: un gran poeta. Añadiría Cernuda que «tres por lo menos de los libros de Aleixandre: Espadas como labios, Pasión de la tierra y La destrucción o el amor, son enteramente fieles al surrealismo y que de todos los poetas de su grupo, ha sido Aleixandre el que más espacio de tiempo se mantuvo fiel a este movimiento como forma de expresión para su propia poesía». El más destacado de los tres libros es este último, que forma el canto telúrico de un mundo primigenio reflejando una solidaridad amorosa con el cosmos. Bulle un mundo desolado y libre de gran exaltación vital, expresado con intensísimas imágenes de carácter visionario. La voz del poeta, impulsada por esa ira oculta, que tanto se parece a la del amor, clamaba por los seres, convocándolos a la unidad profunda de esa llama común que es el amor a la totalidad del mundo. Libro de pasión cósmica y humana, donde el amor está sentido en su extrema intensidad como fuerza inexorable y fatalista que absorbe la esencia del ser, no para oponerse sino para identificarse o fundirse con todo lo creado. El amor es intrínsecamente la destrucción. Sólo destruyéndose, parece decir, se nace en la sangre del ser amado y sólo es un gran amor cuando se funde en amorosa comunión con la tierra. —ECP: Entre las ausencias —inevitables en cualquier antología, por otro lado— encontradas en el tomo de la poesía española está la de Leopoldo María Panero. No sería curiosa dicha ausencia si no estuviesen incluidos el padre, Lepoldo Panero, y el hermano, Juan Luis Panero. ¿Declaración de intenciones? —JJP: Creo que existe una evidente diferencia entre la calidad de los tres Panero de los que me plantea dudas. Yo no las tengo respecto a Leopoldo Panero, padre, y a las de su hijo primogénito, Juan Luis. Sin embargo, soy un lector completamente indiferente a la obra de Leopoldo María Panero, a la que no deseo desdeñar, aunque prefiera claramente la obra de los dos citados en primer lugar. —ECP: Con Neruda toma partido al final de su presentación, cuando afirma que «fue para muchos, entre los que me incluyo, el considerado mejor poeta del siglo veinte». Esta afirmación traspasa las fronteras del idioma español. ¿Está Neruda por encima de Eliot, Pessoa, Pound, Rilke o Szymborska, por poner algunos ejemplos? —JJP: Si a un poeta se le cuenta por sus aciertos, Pablo Neruda me parece el más grande y el de una voz más poderosa y rica. Nadie ocupa en nuestra lengua una cosmovisión tan poderosa y textual. Es un poeta que eleva la palabra al modelo que la perpetúa. Sobrepasa su propio mito. Su voz poética expresa su padecimiento prometeico, su subjetivismo pánico atrona al mismo cosmos en el vórtice del torbellino que se expande y canta hasta el último límite. Su poesía refleja la identificación con lo primario, el regreso a una modalidad primordial. Esta absorción física del mundo implica un salto extático para instalarse en el alma de un universo natural, propende al discurso oracular donde sueño, ciclo, ritmo y gesto se confunden para adentrarnos conmovidos en el ritual de su rescate. El contacto con su geografía majestuosa y arrolladora modela definitivamente el imaginario de Pablo Neruda. Me parece superior a cualquier poeta que se le compare del siglo XX, incluidos Rilke, Pessoa, Lorca o Eliot, por citar a cuatro extraordinarios maestros. Entrevista realizada por JUAN DE DIOS GARCÍA Conocí a Antonio Luis Ginés en Almería. Ambos participamos en el ciclo de banderines poéticos que se celebraba en el pub El Zaguán. Estamos hablando de la Prehistoria, de modo que ahorraré anécdotas y batallitas de abuelo, aunque sí diré que se me quedó marcada una imagen de Antonio Luis subido al escenario y recitando ‘Desguace’, un poema de pasión, de desencuentro, que pertenece a su libro Rutas exteriores, con el que ganó el Premio Nacional de Poesía “Mariano Roldán” en 1998: «Juraría que esta vez bajaste hasta mí / buscando a otro. No digo nada. / Cruzamos un puente, pero bajo las ruedas / sólo aire. Alzo la voz / de Robert Smith, intento que conquiste / cada centímetro». Casi como mosqueteros de Dumas, coincidimos de nuevo en Puente Genil el pasado junio de 2017, durante el homenaje centenario a Ricardo Molina que celebró el V Encuentro de Poesía, Música y Artes Plásticas, coordinado por esa locomotora cultural llamada Antonio Roa. En noviembre nos citamos en Cartagena y allí, en la céntrica Plaza de San Francisco, tuvo lugar esta entrevista, grabada entre amigos comunes, marineras y cerveza. ¿Se puede subir la apuesta? Acaba de publicar Seres de un día (La Isla de Siltolá, 2017) y tiene, creo, mucho que decirnos, tanto de su trayectoria como de su presente. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Has publicado tus dos últimos libros --Aprendiz y Seres de un día— en Isla de Siltolá. Pareces sentirte cómodo en esta editorial sevillana que está sacando la cabeza en el paisaje literario independiente español. ¿Es así? —ANTONIO LUIS GINÉS: Me tratan bien a día de hoy. ¡Ja, ja, ja! Y estoy a gusto. Me siento muy afortunado de participar en este proyecto, que es toda una realidad y que tiende a consolidarse. Se cuida al autor, se piensa en él, y eso es básico para poder establecer un cierto lazo de confianza. Siempre me consideré un privilegiado con las editoriales que apostaron por mí, no tuve ninguna mala experiencia. Y sigo disfrutando de esa suerte. —ECP: ¿Cómo se siente ahora el senderista Antonio Luis Ginés contemplándose en la “sierra olímpica”? ¿Cómo está de fuerza física y mental? Porque la poesía es algo físico también, ¿no? —ALG: El senderista anda de físico regular, pero de lucidez como nunca. Cierto que el físico —y sobre todo el dolor— puede condicionarte para que tu mente no discurra con fluidez, pero hay que tratar de salvar ese obstáculo. Nuestro cuerpo es nuestro lastre, pero no debe arrastrarnos a caer en esa dinámica de lo inactivo —por estar pendiente de lo inmediato— cuando surge un obstáculo o contrariedad. Ahora solo hace falta aplicárselo. Desde luego, existe una conexión entre lo físico y lo mental. Si estás bien físicamente, todo resulta más fácil. —ECP: Seres de un día es un cruce de caminos narrativos, poéticos y ensayísticos. ¿Cómo germinó este libro, cómo fue su desarrollo y cómo lo coronaste? —ALG: Se fue germinando solo. Ya hace tiempo surgían textos que iba dejando por ahí, hasta que decidí no dispersarlos demasiado. En los últimos dos o tres años fue cuando perfilé que podía darse la posibilidad de algo más unitario en forma de publicación. Dejé que hablara el cuerpo, y me pedía una inmersión de este tipo, con total sinceridad, sin máscaras (aunque nunca las manejé). Este es el resultado. De vez en cuando, abro las páginas, leo un texto, y no dejo de sorprenderme porque sea yo quien haya escrito cada pieza. —ECP: Ahora una pregunta más epidérmica que cerebral. ¿Cómo se va reproduciendo Seres de un día con los lectores? ¿Qué percepciones tienes tras varios meses en la calle? —ALG: Positiva. Sé que es un libro que tiene que entrar, que cuando se produce ese momento intravenoso se constata otra percepción del mismo. Me enriquece lo que el lector, en su sinceridad, me transmite, aunque no siempre comparta sus apreciaciones, como por ejemplo cuando alguien me llegó a decir que era «el libro más potente que había publicado». Tampoco es eso. Desde luego, es una apuesta particular, arriesgada, y me complace —a qué negarlo— cuando conecta con la persona que está al otro lado, pero a estas alturas, tampoco puedes estar pensando en eso. A veces uno tiene que escribir lo que tiene que escribir, aunque sepa que no tendrá excesivo eco. —ECP: Un indicio del carácter ensayístico de Seres de un día es que al final se ofrece una breve bibliografía manejada. Entre las obras citadas se repiten los nombres de Gaston Bachelard, Gilles Deleuze y Félix Guatari. ¿Qué te ofrecen estos tres pensadores franceses? —ALG: Mucho. Sobre todo los dos primeros, aunque también autores como Henri Bergson, Leopardi o María Zambrano tienen su poso oculto y, sin embargo, muy latente. Te obligan a repensar otros aspectos de lo creativo, de los conceptos espacio-temporales, de la duración, de la imagen poética, de lo cotidiano como algo trascendente, y evidencia o pone frente a ti aspectos que, aunque veías, no asimilabas en su profundidad, no llegabas a interiorizarlos. Digamos que representan la base constante sobre la que he ido creciendo en mi reflexión; con más disfrute que dolor, con más pasión que resignación. —ECP: Hay varias poéticas en Seres de un día en las que desarrollas tu visión de la imagen, del yo, del envoltorio y el contenido en un texto, del proceso de escritura como búsqueda y necesidad, de la contemplación y la acción, la preocupación del tiempo, el receptor… Son verdaderas joyas. De hecho, podríamos definir todo el libro como tu poética… ¿definitiva? —ALG: Espero que no. Sigue construyéndose, pero por primera vez en mi vida he puesto un punto de partida, una base desde la que seguir creciendo. Lo que me gustaría es que mis ensayos no estuviesen por encima de mis poemas, ni tampoco que tengan que explicar los mismos. Habría ahí un claro desequilibrio en el que espero no incurrir. Se trata de que esa construcción siga proyectándose, que no cesen las preguntas, porque solo así sabré que tampoco hay respuestas, pero no hay que dejar por ello de indagar. Sería la mejor señal. —ECP: Eres cofundador de la asociación cultural Mucho Cuento, coordinas talleres de prosa y has publicado libros de relatos como El fantástico hombre bala (El Páramo, 2010). Todo hace sospechar que hay un narrador algo escondido en ti. En Seres de un día tus exposiciones e indicaciones se refieren al poema, no al relato. ¿Por qué en tu producción no hay preferencia por la narrativa? —ALG: El número de publicaciones no es indicativo, aunque ya llevo publicados dos libros de relatos. Cierto que lo poético fluye en mí como algo inmediato, pero también es cierto que tiendo hacia formas prosaicas con suma facilidad, que impregnan mi discurso sin percatarme de ello. Sin embargo, lo narrativo puro (el cuento, por ejemplo) requiere otro tempus y otra atmósfera, y si estoy inmerso en lo poético, me cuesta más manejarme en este terreno porque cada plano tiene sus propias claves. Sin embargo, ese acento prosaico hace que derive hacia terrenos fronterizos en los que suelo encontrarme cómodo. —ECP: Unamuno definió el lenguaje como el vestido transparente del pensamiento. A veces, más que un vestido, parece un disfraz, ¿no? —ALG: En mi caso creo que no. Sí es cierto que en otras voces puede darse ese disfraz, muy bien conseguido, pero solo es eso: un envoltorio. No deja ver lo que hay debajo, no se trasluce, y a mí, personalmente, deja de interesarme en cuanto reconozco más pose que otra cosa. Los disfraces es lo primero que entra por la vista, lo que atrae o cautiva, pero hay que ver qué y porqué se disfraza alguien. El lenguaje debe estar libre de tantas impurezas, soltar lastre, que pueda caminar y proyectarse hacia espacios en los que la voz, la palabra, se hayan desprendido de lo que realmente pesa, lo excesivo, y comenzar el camino hacia lo auténtico. —ECP: En ‘Fuera/dentro’ haces introspección y buceas entre los obstáculos cotidianos que te surgen para escribir: trabajo, familia, vida social... ¿Esos obstáculos, en el fondo, ayudan al reto de la creación o frenan el estímulo? —ALG: No sé qué contestarte. ¡Ja, ja, ja! Lo que en un momento dado te perjudica, en otro puede beneficiarte. El punto medio, el equilibrio, es básico para saber dónde colocarte frente al resto de tu particular universo y no desvirtuar tu potencialidad creativa, pero no es fácil, no, y no todos los días lo consigues. Los obstáculos están ahí, lamentarte no sirve. Busco tratar de sortearlos, de convivir con ellos y que me dejen hacer. Verlos de otra manera, en definitiva. Aunque es un pulso constante, una carrera de fondo en la que no puedes detenerte ni obsesionarte con lo que no llega. —ECP: En ‘Impacto’ hablas de cómo nos conmueve el dolor de los demás y cómo el escritor puede hacerlo suyo, naciendo una especie de solidaridad creativa. ¿Cómo valoras como lector y autor contemporáneo la escena de la llamada “poesía de la conciencia crítica” en España? —ALG: Creo que es necesaria cierta conciencia crítica. Me merece un respeto quien ejerce esta postura cuando “aparentemente” todo va muy bien y no resulta ser así, quien ha ido marcando una trayectoria, una coherencia, una continuidad. El capital te puede crear escenarios complacientes o severos, aunque su intención siempre es la misma: el menoscabo del individuo. Por ello conviene no perder de vista que, en y desde la escritura, no se debe potenciar la idea de que tenemos que dar gracias, todos los días, al viejo metal por su usura y avaricia; sobre todo mientras hay gente que está pasándolo mal como consecuencia de su devastador paso. —ECP: ¿Tu padrenuestro podría ser el cinematográfico de Pilar Miró en versión literaria «Novalis, que estás en los cielos»? —ALG: ¡Jajaja! Algo así. Lo curioso de todo es que no había caído en las apariciones de este autor. Cierto es que el libro está cargado de citas intertextuales que bien son punto de apoyo, origen, o continuidad de un pensamiento. Incluso quité alguna más, porque ya me parecía excesivo. La aparición de estos autores (poetas o pensadores) no es más que la ventana que me abren, el punto de contacto que se produce cuando reflexiono sobre sus palabras y entran en mí, y se produce una reacción, un sentimiento. Sin esa fricción, ese choque, no habría chispa para cada uno de estos textos. —ECP: También tratas la influencia del contexto urbano o rural en el oído del que escribe. Cunqueiro se compadecía de aquellos niños criados en entornos industriales que no sabían distinguir apenas dos tipos de canto de ave. ¿Qué hacemos los poetas con la naturaleza?
—ALG: Esta cuestión daría para mucho. La naturaleza se usa con frecuencia como un recurso más. A mí ese plano apenas me atrae, la verdad. Para mí no es solo un recurso. Hay una interiorización, una vivencia, un contacto, mi acercamiento a ese mundo no es de ahora ni participo en ninguna moda. Los poetas tendríamos que acercarnos, desde la desnudez, a la naturaleza, no porque pensemos en escribir grandes poemas, sino porque en ella hay muchas respuestas y muchas lecciones de humildad, frente a nuestros egos y abusos. Descubrir, reconocer el canto o el plumaje de una oropéndola (por poner un ejemplo), dejar o no constancia poética de ello, nos acerca a la belleza y al reclamo de un mundo (la naturaleza) que no queremos que se deteriore más, que no desaparezca porque nuestro destino también cambiará radicalmente. —ECP: Viendo tu evolución desde Cuando duermen los vecinos (1995) hasta Aprendiz (2013) pasando por Rutas exteriores (1999), Animales perdidos (2005), Picados suaves sobre el agua (2009) o Celador (2012) y, en el caso de que tengas el trabajo adelantado, ¿vamos a encontrar un nuevo camino estético o temático en tu próximo poemario? —ALG: Creo que más temático que estético, pero sí se verá algo distinto en ese nuevo trabajo. No tendrá casi nada que ver con Aprendiz, del que hace ya cinco años de su publicación. Se vuelve uno más exigente y más lento, desde esta invisibilidad en la que me muevo, y en la que trabajo tan a gusto. […] Lo mejor está siempre por llegar, quiero pensar eso cuando escribo, sobre todo cuando voy avanzando por terrenos familiares y, aun así, siempre regresa la extraña sensación de que parece que es la primera vez que pongo el pie en ellos. En el fondo no puedo articular mis días sin la escritura, es otra forma de respirar más completa. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CARBAJOSA, NATALIA CARIDE, ALBERTO CARRILLO, VIRIDIANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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