Entrevista realizada por PACO PAÑOS GARCÍA Yo estoy en la imagen Miguel Ángel Navarro acaba de publicar Yo estoy en la imagen (Acantilado, 2024), un libro excelente, cargado de agudeza e interrogantes y con una unidad argumental que no deja de sorprender al estar compuesto por 18 textos escritos en los últimos 15 años y, en su mayoría, publicados previamente en revistas o catálogos. Tiene todo el sentido del mundo la compilación de estos textos en este volumen, ya que, más allá de esa unidad temática, permiten al lector rastrear la evolución del escritor, desde esos primeros textos más ensayísticos y académicos a otros, más recientes, abiertamente literarios cuando no totalmente ficcionales, donde aquellas notas académicas se ven, finalmente, desplazadas por textos más acordes con el novelista que con el académico. Esta entrevista al autor de Yo estoy en la imagen no pretende agotar las preguntas que suscitan la lectura. Muy por el contrario, persigue que quien no lo haya leído lo haga y que cada lector formule sus propias preguntas e intente darles respuesta descubriendo en cada capítulo las claves para hacerlo o de seguir planteando más interrogantes. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Tras la lectura del libro, creo entrever un cierto conflicto entre las dos partes de un mismo Miguel Ángel Hernández. ¿Cuánto del narrador/novelista y cuánto del crítico historiador del arte/ensayista hay en Yo estoy en la imagen? ¿Cuál de estas dos facetas va ganando la partida en tu vida como escritor? —MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ: Más que un conflicto, en los últimos años siento que se está produciendo un entrecruzamiento. Y creo que este libro es precisamente el lugar de encuentro entre esas dos partes que, sin embargo, provienen de un mismo lugar. No creo que una funcione sin la otra del todo. Mis narraciones están sustentadas en el ensayista que llevo dentro y mis ensayos cada vez más están abiertos a la ficción y a la narrativa. Si hay una parte que está pereciendo, tal vez esa sea la del redactor de artículos científicos, el historiador del arte que escribe textos académicos para revistas de impacto. Eso sí que ya no me apetece hacerlo y cada vez me resulta más difícil. Así que he ido perdiendo la destreza y el interés (ambas cosas a la vez) y no sé si volveré a recuperarlo. Me interesa mucho más un tipo de ensayo creativo, libre, atravesado por lo afectivo, lo biográfico y sobre todo por la pasión. Así que diríamos que la partida la ha perdido el “investigador” y la ha ganado el escritor (ensayista y narrador), aunque, claro, ¿qué significa investigar en Historia del Arte? Esto daría para otra entrevista. —ECP: Dices en el prólogo del libro que el tiempo transcurrido entre unos textos y otros es de quince años, pero que a pesar de que se puedan apreciar diferencias de tono y estilo, «hay en ellos cuestiones, temas, obsesiones que se repiten constantemente y regresan una y otra vez: la memoria, el duelo, la ética de la mirada, el tiempo transformado, la necesidad de recuperar lo perdido, la amenaza de la catástrofe...». Con la publicación del libro, ¿has logrado escapar de alguna de esas obsesiones? ¿Ha resultado ser una especie de catarsis? —MÁH: Es difícil escapar a las obsesiones porque si algo las caracteriza es que siempre vienen con nosotros. En ocasiones, su impacto se puede modular, pero siempre están ahí, de un modo u otro. En realidad, lo que ha hecho el libro ha sido señalarlas, hacerlas explícitas, visualizarlas para hacerme cargo de ellas. Lo que sí es cierto es que algunas de ellas se transforman, aunque el impulso venga del mismo lugar. Por ejemplo, la cuestión de la memoria funciona como un campo magnético que atrae problemas como el de la inteligencia artificial. Y en los últimos textos del libro esa cuestión tecnológica, que a priori no me había interesado, se vuelve central y se conecta con esa obsesión por trabajar con la imagen de lo que ya no está. Más que escapar de los temas que a uno le interesan, uno va sumando otros que se articulan, se adhieren y a veces incluso se hacen más grandes. —ECP: ¿Qué responsabilidad tenemos los espectadores ante la saturación de imágenes a las que estamos sometidos constantemente? ¿Cuál es la parte del espectador? ¿Es posible hoy esa mirada afectiva de la que hablas en el capítulo uno? —MÁH: La mirada nunca es pasiva. Cada vez que miramos lo hacemos con un sentido. Hay miradas que matan, que curan, que salvan, que acompañan, miradas que vuelven invisible al objeto mirado. Mi tesis en el libro es que el espectador tiene una parte de responsabilidad en la tan traída y llevada ceguera emocional del sujeto contemporáneo ante las imágenes de sufrimiento. Se nos argumenta que hoy ya no vemos nada porque hemos visto demasiado, porque el sistema nos ha enceguecido, porque nos atiborran a imágenes y ya estamos anestesiados. Algo de eso es cierto. Porque la reiteración produce naturalización. Pero en el análisis habitual toda la responsabilidad cae del lado de los medios, del espectáculo que nos encadena. Es de nuevo la crítica platónica a las imágenes. Lo que trato de argumentar es que no estamos tan encadenados, que podemos salir de esa cueva y dejar de ver sombras, que somos responsables también de no querer ver. Porque no ver es más fácil que ver, mucho más confortable. Pidiéndole cuentas al espectador también le estamos dando la posibilidad de tomar las riendas de la mirada. Porque entonces ya no es una víctima muda, sino una parte activa. Entendido así, sí que es posible una mirada afectiva. Para ello, sin embargo, necesitamos frenar, mirar con atención —mirar dos veces—, y sobre todo abrirnos a la imagen y aceptar nuestra vulnerabilidad. Porque la imagen del sufrimiento de los demás nos va a tambalear y va a poner en peligro la atalaya desde la que contemplamos el mundo como si no fuera con nosotros. —ECP: ¿Hay imágenes que deberían permanecer en el ámbito privado? ¿Cuándo es lícito exponerlas, convertirlas en espectáculo? —MÁH: Sí, hay imágenes que no tienen por qué ser vistas. No tiene por qué ser visto a cualquier precio. Sin embargo, en esta sociedad transparente estamos acostumbrados a que todo sea desvelado. Y a veces incluso lo exigimos. Luz y taquígrafos. Pero también es necesario reivindicar cierta oscuridad, mantener el secreto, el enigma, lo incognoscible. A veces, necesitamos descorrer el velo para mostrar una injusticia y salvar a las víctimas. Pero otras veces, descorrer el velo, mostrar lo que debería permanecer en el ámbito de lo privado, es simplemente un acto obsceno: literalmente, llevar a escena lo que habría de permanecer fuera. Así que habrá momentos en los que es lícito exponer y desvelar, pero otros muchos en los que no. Y no toda exposición es una entrada en el espectáculo. Hay grados en el mostrar. Para mí el peligro es cuando esa exposición se convierte en mero morbo, mera curiosidad, puro espectáculo y voyerismo. De ahí la importancia de la ética del mostrar. En realidad, hay una ética en quien hace la imagen, en quien la muestra y también en quien la mira. Esos tres ejes son fundamentales. Un buen hacer, un buen mostrar y un buen mirar. —ECP: En el capítulo llamado ‘Las ruinas del futuro’, donde nos cuentas las dificultades que encontraste para escribir el texto que Pablo Genovés te había pedido para el catálogo de su exposición en la Sala Verónicas de Murcia, escribes: «Las obras se hacen carne en el espacio. Se proyectan, se materializan, se emplazan en un lugar concreto. (...) Es preciso contemplar las obras en las salas de exposiciones, estar allí, rodeado por las imágenes». Sigues avanzando en el capítulo hasta una parte final mucho más poética que ensayística, bellísima, ese capítulo me encanta. Pero la pregunta es: ¿cambian las obras según se vean en un espacio o en otro, en una galería de arte, en una sala de exposiciones o en un museo? ¿La misma obra de arte es otra si cambia de espacio? —MÁH: Sin lugar a duda, la experiencia de la obra está influida por el espacio en el que se contempla. No es que la obra cambie, es que se transforma la manera en la que la recibimos. Eso sucede incluso con los libros. El lugar en el que los leemos nos influye. Es natural. Pero en el caso de las artes visuales la espacialidad es fundamental. La relación de escala, la materialidad, la luz, la relación con lo circundante... todo eso forma parte de la experiencia artística. Ver una foto de una obra es sólo hacerse a una idea de cómo sería contemplarla realmente. No vale por toda la obra. Incluso cuando la obra es una foto. Hay algo que se escapa si no atendemos a la materialidad, a la cualidad de objeto, al peso y especialmente al montaje. La obra de arte significa por sí misma, pero también adquiere significado al relacionarse en el contexto. De ahí la importancia del comisario de exposiciones, que es alguien que trabaja con las condiciones de visibilidad, significado y experiencia de las obras, alguien que cuenta historias a través de las obras. O mejor, que hace que las obras cuenten historias al disponerlas en el espacio expositivo. —ECP: Sin dedicarle mucho espacio, un poco de pasada, o no tanto, tocas el tema de la inteligencia artificial. Durante la lectura pero, sobre todo, la del último capítulo, ese fascinante ‘Post: Post mortem/Postfoto’, me surgía una pregunta: ¿puede ser que este capítulo haya sido creado por una IA a la que le has suministrado todos los textos que le preceden y por tanto, todas tus obsesiones? ¿Qué garantías tenemos de que todas las novedades editoriales futuras no sean creadas de esa manera? ¿Y si fuera así, no sería una buena manera de liberarnos de la dictadura de las novedades y poder dedicar nuestro tiempo de lectura a esos libros que siempre quisimos leer pero que vamos olvidando por no ser novedad? —MÁH: Pues nadie garantiza ya que un texto no haya sido creado por una IA. Me temo que vamos a vivir con la sospecha continua. No te voy a dejar con la sospecha y te garantizo que el mío lo escribí yo, pero estoy convencido que, con el tiempo, serán indistinguibles y, seguro, que mejores que muchos textos escritos por humanos. Mira, por ejemplo, lo que ChatGPT me ha respondido a tu pregunta: Es una pregunta fascinante que toca varios de los temas que subyacen en el libro. Aunque el capítulo ‘Post: Post mortem/Postfoto’ no fue creado por una inteligencia artificial, creo que lo interesante aquí es justamente cómo la IA nos obliga a replantearnos qué entendemos por creación, autoría y originalidad. En mi caso, la escritura es un proceso profundamente humano, lleno de dudas, tropiezos y descubrimientos que, por ahora, ninguna máquina puede replicar en su totalidad. Sin embargo, es cierto que la irrupción de herramientas como estas nos empuja a pensar en un futuro donde la autoría pueda diluirse o transformarse. En cuanto a las novedades editoriales y la ‘dictadura de la novedad’, comparto esa inquietud. Tal vez, en un mundo donde la IA produce textos, los lectores busquen refugio en libros ‘humanos’, en obras que ya existen y que esperan pacientemente ser leídas. Eso podría ser un giro interesante: la tecnología liberándonos de la obsesión por lo nuevo y permitiéndonos reconciliarnos con lo clásico o lo olvidado. Quizás, en lugar de temer la IA, podríamos pensar en cómo puede transformar no solo la escritura, sino también nuestras prácticas de lectura y nuestra relación con el tiempo. Es que te ha respondido casi mejor de lo que yo podría hacer. Me parece que vamos a tener que convivir con las IA y saber cómo arreglárnoslas con ellas. Y tal vez vaya a ser necesario una especie de “sello IA” o “Sello humano” para saber si un producto ha sido creado 100% por un humano o por una máquina. Pero, claro, ¿qué es 100% humano? ¿Hecho a mano? Buscamos información en Google, sinónimos y palabras en aplicaciones informáticas, cortamos y pegamos bloques de texto... Lo cierto es que, como bien responde ChatGPT a tu pregunta, tendremos que replantearnos qué es la autoría. En cualquier caso, es un desafío fascinante. Vivimos en el umbral de algo espectacular —y peligroso—. —ECP: Hay una pregunta que he dudado en hacerte porque la contestas, creo, en «POST SCRIPTUM», ENERO DE 2024, con el que terminas el capítulo 2, ‘Las imágenes de los demás’, pero me ha venido dando vueltas a la cabeza desde que leí El dolor de los demás, donde narras la historia de la hermana de tu mejor amigo de la infancia asesinada por éste en la Nochevieja de 1995. En ese libro la portada es una fotografía a color en la que, en primer plano, apareces tú con 3 o 4 años subido a un carrito tirado por un poni junto al conductor y a tu padre; en un segundo plano aparecen una serie de figuras, entre las que destaca especialmente una, por ser una silueta pintada en amarillo. Es la imagen de la hermana de tu amigo, que es la víctima en tu novela, y nos dices, en esa parte final del capítulo dos, que tras un largo periodo de reflexión, esa fotografía se convirtió en la imagen de portada de tu novela y añades: «Sin embargo el cuerpo de la hermana de mi amigo permaneció fuera de campo, oculto tras una silueta amarilla, a salvo de las miradas de los demás». Es como cuando tenemos delante un folio lleno de nombres y aparece uno tachado por una línea, la mirada, inexorablemente se dirige a ese nombre tachado y las preguntas de dirigen a ese nombre en exclusiva. ¿No crees que es precisamente por convertir a la hermana de tu amigo en una silueta amarilla dentro de una fotografía con más figuras lo que la convierte en el objeto de todas las miradas, la que suscita todas las preguntas?
—MÁH: Es cierto que una tachadura hace dirigir la mirada hacia lo que hay debajo. Lo escribía Roland Barthes: el tachón de profesor, más que eliminar, señala, hace evidente el fallo. Pero en este caso, la veladura llama la atención sobre un vacío. Está la silueta, pero no está el rostro. Es un movimiento doble: de atracción de la mirada y, después, de frustración. Porque se nos dice que hay algo, pero ese algo no lo podemos ver. Me interesaba que suscitara las preguntas, pero no que ofreciera las respuestas. De nuevo volvemos a esa idea que hay cosas que no tienen por qué ser vistas. Incluso aunque haya una historia detrás —las 300 páginas de la novela— que, supuestamente, han contextualizado la manera de manera. Pero, como decía antes, mirar es algo activo. Y por mucho que yo no quisiera que la imagen se viera de un modo determinado, hay miradas que matan, que victimizan, miradas curiosas que atentan y colisionan con la intención de quien muestra. Así que por eso decidí tachar, velar, generar un vacío, dejar el interrogante. Le di muchas vueltas a esa imagen y a esa decisión. Y precisamente el texto del que hablas parte de la necesidad de pensar qué hacemos con las imágenes y de qué modo las ofrecemos a la mirada poderosa de los demás. —ECP: Para terminar, Miguel Ángel, ¿no estamos todos en las imágenes que miramos, en cada una que miramos y cada vez que la miramos? —MÁH: Sí, siempre. Y ellas, las imágenes, están en nosotros. Aunque a veces no somos conscientes de este proceso. De cómo nos proyectamos sobre las imágenes y del modo en que ellas nos devuelven la mirada. En realidad, el libro aboga por una toma de conciencia de esa percepción en dos direcciones. Mirar es lanzarnos hacia la imagen. Y mirar es también dejar que ésta se abalance sobre nosotros. Eso es, en última instancia, estar en la imagen.
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Por Roberto Alba Miguel de Juan (Plasencia, 1975) es un autor novel, que no nuevo, cuyas pretensiones siempre fueron secretas y personales. Tras foguearse durante años en las arenas movedizas de las redes sociales, dio vida a su blog “Ausencia de Héroe” en 2012 como tú, yo o tantas otras personas; la diferencia es que el lugar al que se llega aún sigue siendo terreno fértil, aun acogiéndose al regadío por goteo en cuanto a actualizaciones se refiere. Esa tenacidad tenue nos da una idea del carácter contradictoriamente romántico del autor. Tras obtener de todo ello cierta repercusión y algún que otro certamen, Miguel, se lanza a la página impresa con un delicioso volumen misceláneo, ligero y amarillo. “Hoy el cielo es muy azul, pero no se lo digas a nadie” se publica en el proyecto editorial Farraguas y recopila textos escritos entre 2012 y 2022. Sortean a las piezas literarias sobrios dibujos y collages en blanco y negro que se incrustan sin estridencias en las páginas como parte del discurso casual que sigue al leitmotiv del sello; este no es otro que la definición de la palabra que lo nombra: “desaliñado… de ideas confusas y desordenadas”; o, en su vertiente lusa (que suena mejor) “desasistido de criança, negligenciada, mais dá ternura”. La literatura de Miguel de Juan me llama la atención por su ausencia total de pose, no ya intelectual o literaria, sino de ningún tipo, su naturalismo urbano trufado de referencias que comparto en gran medida y el difícil equilibrio que consigue a la hora de conjugar lo vulnerable en lo temático con la crudeza en su expresión. Piezas poéticas llenas de vida y verdad que apuestan al despiste genérico y a la inmediatez lectora. Nos reunimos con Miguel en una cálida tarde madrileña secuestrándole más tiempo de la cuenta de sus quehaceres familiares. Nos comenta que ni siquiera ha presentado su libro, a ver si con esta entrevista se anima. Seamos sutiles e invitémosle a una cerveza. EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Cómo nos tomamos la cuestión genérica en este libro? Como ya sabes, para mí se trata claramente de un poemario, pero, aunque no importe mucho, nos debemos al hipotético lector y habrá que avisarle: ¿es este un libro de poesía o se equivoca el entrevistador para variar? MIGUEL DE JUAN: Jaja, no, no te equivocas en absoluto. Aunque lo primero que deberíamos preguntarnos es qué es la poesía, y eso nos daría para un par de ensayos por lo menos. Creo que Hoy el cielo es azul pero no se lo digas a nadie es un poemario en toda regla, al menos es lo que he intentado. Por ejemplo, hay relatos cortos que empezaron siendo poemas y viceversa. Es decir, todo es poesía, independientemente de la forma que tengan. Fue uno de los procesos más difíciles y también más bonitos: “convertir” esos pequeños relatos en versos, hasta conseguir que encajaran en el conjunto y conseguir también una prosa poética vertebrada, o al menos una poesía en prosa con sentido propio y distinto para cada lector. En todo caso, creo que debemos entender la poesía como una intención de expresar y de comunicarse con el que está al otro lado. He perseguido que el libro tenga estructura y una coherencia narrativa, estilística y diría que casi espiritual; que transmita al lector sensaciones y emociones intensas y diferentes, independientemente de la estructura formal, a la cual sí que doy una gran importancia; en algunos poemas la forma es más importante que el fondo. Es un poco como las canciones de Nirvana que gritábamos cuando éramos más jóvenes: hacíamos pogos, bailábamos, reíamos, sudábamos, nos llegaban al alma, sin quizá ni siquiera saber lo que decían las canciones de Cobain. A lo que voy es que muchas veces la cadencia, la tesitura, la forma, la sonoridad, el ritmo y la emoción pueden disociarse del propio contenido o significado de los textos. Pero también tiene que haber punch, un golpe a los higadillos, un lenguaje directo y contundente. Una mezcla de todo lo anterior, ese es fondo y la forma. Sí, creo que definitivamente de eso va la poesía. ECP: ¿Cuál es su génesis? Se nota la urgencia de las redes sociales ya vintage en los que el texto era casi todo (blogs, fac…ook, tu..blr (paso mil de mencionarlas), ¿me equivoco? ¿De dónde viene luego la idea de trazar un sutil hilo invisible que dé a los retazos esa entidad tan propia? ¿Qué método has seguido, más allá de la intuición, en el ganchillo que uniforme el patchwork? Me interesa mucho tu proceso de edición o montaje ya que su coherencia y la continuidad del libro me parecen muy logradas. MdJ: El blog comenzó como una forma de reunir todo lo que estaba escribiendo, motivado en cierto modo por algunos cursos de escritura que realicé por aquel entonces, y en cierto modo también como una forma de exponerme y obligarme, de alguna forma a tener una continuidad y el mínimo de calidad exigible, de ahí como dices de la importancia de las redes sociales, de donde sí que obtenía una respuesta de los lectores, en forma de likes, comentarios, etc., y eso me gustaba, pero no lo llamaría exactamente urgencia. Más bien diría que el hecho de publicar en redes sociales de manera más o menos inmediata se debió a una especie de incontinencia creativa; a veces las ideas surgen y tienen que salir de inmediato, aunque luego se pulan, se corrijan y se mejoren, pero sentía la necesidad de que ese chispazo no se perdiera en el intento o en el cosmos. Por cierto, uno de los textos que finalmente se quedó fuera de la selección se llama Urgencias y turgencias, que me parece un título bastante bueno y en cierto modo relacionado con lo que digo. En cuanto a tejer la estructura, una de las cosas que me obsesionaron desde que empezó el proceso de edición fue que el lector observara y sintiera que había coherencia, y al principio me resultó complicado. ¡Hay que tener en cuenta que hay textos desde el año 2010 hasta el 2023, casi nada! Dicen que en ese tiempo, unos 13 años, los seres humanos hemos cambiado hasta dos veces todas las células de nuestro cuerpo, así que imagínate lo que puede haber cambiado el estilo, aunque espero que no la esencia. La esencia, eso es lo que más me importa. Entonces ahí, en ese periodo largo de tiempo, hay cambios de estilo, textos más largos, más cortos, inquietudes y preocupaciones diferentes, etc. Al margen de la intuición, el montaje fue largo y algo discontinuo, con muchas, muchas selecciones de textos. Al ser un proceso tan dilatado en el tiempo, seguía escribiendo mientras tanto, por lo que siempre había más y más de dónde escoger y también, paralelamente, iba madurando, cambiando (y creo que perfeccionando) mi proceso y estilo de escritura, por lo que realmente estoy muy contento y me alegro mucho de que observes esa coherencia y continuidad que tanto me costó, y que, como te digo, me obsesionó desde el principio. ECP: Dice Vila-Matas, en una entrevista precisamente, que la manida pregunta de qué es y qué no autobiográfico en un libro tiene, para mal, más sentido hoy que nunca. Yo creo, como él, que la llamada autoficción es una etiqueta tonta o perezosa que solo tiene la razón de ser de la manía de etiquetarlo todo; no obstante, ¿dirías que tu libro está tan plagado de la realidad que te rodea que puede merecer ese sello (en plan bien claro)? ¿Cómo te planteas la relación entre ficción y verdad? MdJ: Ahí has tocado algo muy importante para mí. Tengo claro que en todos los géneros literarios, las experiencias vitales y autobiográficas son muy importantes, más aún en el género más íntimo de todos, la poesía. Así que, ¿cómo no va a tener componente autobiográfico mi obra? En mi opinión la poesía, en cuanto a su condición de verdad, ha de ser, al menos en su parte nuclear, confesional. Claro que tiene un componente autobiográfico innegable, aunque algunos autores se empeñen en negarlo, o en llamarlo autoficción, como dices. Cómo lo disfraces luego es otra cosa, y ahí es donde entra el talento de cada cual. Dejando claro esto, también es cierto que muchas veces ese sentimiento o experiencia que sí es claramente autobiográfica puede que haya sido solamente una punzada que duró un instante y que luego se convirtió en poema pasado por los tamices de otras experiencias o simplemente del tiempo. Y luego, ese sentimientos de uno pasan a ser del otro una vez que pasan a la pantalla del ordenador y se alejan más y más a medida que los textos pasan de mano en mano y que pasa el tiempo, hasta que a veces las punzadas, el sufrimiento o alegría quizá dejan de pertenecer a ese alguien que una vez escribió algo cuando estaba tan jodido, o tan contento, o tan borracho o tan confuso que vomitó unas estrofas que se perdieron más allá de Orion y por las que ahora me preguntas. Al principio me preocupaba el qué dirán: ¿qué va a pensar tal o cual persona concreta cuando lea estos poemas y quizá se vea reflejada en ella? Pero los poemas, como leí en una ocasión, no los escribimos ni para los amigos, ni para las amantes ni para las madres; los escribimos para gente que no conocemos, aunque a veces cueste huir del miedo al juicio de personas cercanas. ECP: En el mismo apartado, te debo decir que se desprende de tus textos: a) una querencia por momentos malos, o difíciles, y b) un interés en mostrar todas las facetas vitales (belleza, aburrimiento, sorpresas, amor, desamor, odios…) que dichos momentos son capaces de contener, ¿voy bien? ¿Es la estabilidad personal enemiga de la creatividad artística? MdJ: Mmm, no vas mal, pero creo que vas bien a medias. Me explico: no tengo querencia por los momentos malos o difíciles, aunque es cierto que me resulta más natural escribir sobre los momentos difíciles, porque creo que todo aquello que desgarra es más fácil de plasmar. Lo difícil es contar bien la alegría, quizá porque es más efímera. La desgracia es más poética que la dicha; es también una especie de exorcismo para liberarte y poder vivir la vida, una vez exorcizados los males, con alegría. En cuanto a la estabilidad, te soy claro y directo: sí, en mi opinión, la estabilidad emocional es menos creativa para el escritor. En mi caso, por ejemplo, he sido padre hace dos años y es un factor que hace disminuir la fluidez y en cierto modo la creatividad, porque tus prioridades cambian, tu tiempo disminuye y tus neuronas merman por la falta de sueño. Actualmente estoy explorando otra forma de hacer poesía; no escribir tanto desde la rabia o las pulsiones, aunque si te soy sincero no me está resultando fácil. También tengo mucho más presentes otros aspectos como el miedo a la muerte y el constante del paso del tiempo. Eso es algo que por momentos me perturba, y que se manifiesta de manera mucho más fuerte que antes. También el temor a que, a tus seres queridos, y a ti mismo, les pase algo es mayor que antes, especialmente desde que soy padre. Los temas de referencia van cambiando con el paso del tiempo. En todo caso, se escriba desde el lugar que se escriba, la poesía debe ser reivindicación, ya sea emocional, sexual, política o existencial. Es necesario desnudarse y atreverse, no ser autocomplaciente. ECP: Me consta que has asistido talleres de creación literaria (relatos, seguro, ¿de poesía también?…) ¿Qué opinión te merecen? ¿Cuál es tu experiencia con ellos y qué influencia han tenido a la hora de pergeñar este libro? MdJ: Sí, he asistido a talleres de literatura, concretamente a dos: uno en el Hotel Kafka, impartido por Eloy Tizón, y otro sobre relatos cortos, creo recordar, en la Escuela de escritores, no me acuerdo de quién lo impartía. Ahora que lo pienso, asistí a otro seminario de un día, y tampoco me acuerdo bien. Sí que me sirvieron, especialmente el primero, que consiguió que me esforzara en corregir el estilo y en prestar algo más de atención formal a mis textos. Y sobre todo a tomarme un poco más en serio y darme cuenta de que escribir me gustaba de verdad. Recuerdo la anécdota de cuando el primer día del curso nos preguntaron por nuestras influencias; se sorprendieron cuando hablé de Stephen King, Paul Auster, Charles Bukowski y Brett Easton Ellis. Te hablo de hace 20 años casi. Claro, yo me sentí totalmente fuera de sitio porque allí todo era un poco más "elevado”. No volví a hacer más cursos aparte de esos. Pero estuvo bien. ECP: Foster-Wallace, insigne profesor de escritura creativa en varias universidades norteamericanas, solía establecer una contundente comparativa entre lo sólido de preparar clases sobre cualquier materia de ciencias o humanidades y lo leve de impartir este tipo de cursos, ¿estás de acuerdo? MdJ: Nunca he impartido clases sobre humanidades o ciencias, pero sí puedo asegurarte que estos cursos eran leves, sin llegar a ser insoportablemente leves. Ya que has citado a ese magnífico escritor que es Foster-Wallace, algunos de estos cursos son como la broma infinita: si sigues en el máster (6.000 euros por aquel entonces) te prometemos la edición de tu libro y blablablá. También es verdad que eran otros tiempos en los que publicar era más difícil. Pienso que a escribir se aprende leyendo, escribiendo, dedicando tiempo, siendo constante, y corrigiendo. Corrigiendo muchas veces. Y borrando las palabras vacías, cambiando de orden la frase veinte veces. Los cursos pueden ser un añadido y una motivación, y también pueden servir para hacer contactos, pero creo que tienen su momento. ECP: Las pérdidas - amorosas, aclaro - son como la gota malaya, dices en un poema que me encanta, aludiendo a la confusión, o involuntario hallazgo, del expresidente Felipe González que, como bien explicas en el propio poema, logra mezclando las expresiones “gota china” y “bota malaya”. No te sé explicitar qué supone leer algo así para mí, que asocié el poder durante toda mi larga infancia con esa figura (cada vez más oscurecida). Desarrollar una comparativa retórica para referirse al desamor a partir de una de sus mediáticas ocurrencias me ha hecho reír y conmovido al mismo tiempo. Una sádica sorpresa como poco, te aseguro. A lo que iba: ¿cómo te planteas la escritura sobre esos grandes, eternos, temas, el amor en este caso? ¿Te vale el chascarrillo generacional para sacudirnos la afectación de encima? Ya sé qué “vale” pues bien lo demuestras en este fantástico poema, pero háblame de esas armas secretas tuyas, por favor. La copa Korac, o Bósforo serían otros ejemplos de este proceder tuyo. MdJ: ¡Muchas cosas me preguntas! Lo de la gota malaya por ejemplo se me va ocurriendo a medida que se va desarrollando y va cogiendo fuerza al poema. Llega un momento en que la imagen de alguien sufriendo y soportando esa gota amorosa de sufrimiento (en esos momentos, incurable) me retrotrae a la expresión famosa y enlazo con Felipe González. Y así me pasa con otros muchos poemas. En este caso de la bota malaya me da la oportunidad de hacer algo de distensión en medio de tanta solemnidad. Los poemas que escribo se van construyendo a veces a medida que se van materializando, una estrofa llama a la otra, como si fuera una especie de escritura automática. Y todo se acaba mezclando hasta intentar conseguir un final lo más redondo posible. Y por supuesto que soy fruto de mi generación; tengo muchísimos referentes culturales que me han convertido en lo que soy actualmente. Un ejemplo muy claro es la Copa Korac a la que haces referencia; recuerdo de pequeño en la tele partidos de la antigua Yugoslavia y de cómo los comentaristas a veces menospreciaban la Copa Korac; incluso la señal de TV solía ser mala y oscura. Pero me maravillaba. Me parece que las batallas y las luchas aguerridas que libraban los jugadores se parecían mucho a las batallas amorosas, al final todos perdían en medio de un ambiente hostil. Me gusta mucho realizar metáforas con elementos reales y reconocibles, que se salgan del habitual realismo sucio y que aporten al lector su propio recorrido sentimental. ECP: Creo que eres un poeta que usa muy bien las palabras pequeñas e invariables: las conjunciones, preposiciones y conjunciones. ¿Por qué comenzar el poema con Que no hay nada más bello que las causas perdidas y no con no hay nada más bello que las causas perdidas, más aforístico y sensato? ¿A qué ese Que tan inicial y rompedor? Cuéntanos. MdJ: Es genial esta pregunta y es estupendo que te hayas fijado en este tipo de cosas. En este caso concreto lo cambié al menos unas 20 veces. Lo leía un día y me parecía perfecto, y al día siguiente me parecía que el poema no tenía ningún sentido sin ese Que. Qué digo al día siguiente, al minuto siguiente. Y lo mismo me pasa con otros muchos poemas. Doy mucha importancia a poner una coma, un punto y coma o dos puntos, a una palabra antes o después, a un adjetivo más o menos. Creo que ahí estriba la diferencia entre un buen poema, un poema mediocre o un poema infumable. El mensaje es importante, pero las comas, los punto y comas y en qué momento exacto separas una estrofa de otra aún lo son más. Poner una preposición o no ponerla, quitar todas las comas de golpe, cambiar una de sitio, o alterar el orden de las palabras o las frases. Disfruto muchísimo con ese juego. ECP: Y ya puestos: ¿cuáles son las causas perdidas dónde Miguel de Juan encuentra más belleza? A ver, tus favoritas o aquellas que se te vengan primero a la cabeza. MdJ: Yo mismo soy una causa perdida. Me has preguntado lo primero que se viniera a la cabeza, ¿no? Pero lamentablemente he de decirte que en mí no encuentro belleza. La encuentro en los detalles insignificantes que percibo en nanosegundos y desde ahí construyo las historias. Creo que belleza definitivamente está en lo fugaz, en los detalles, en los chispazos y hay que atraparla a tiempo. La belleza, ya sea física o espiritual, es el imán que une todas las cosas, de la vida o de la muerte, del amor o del desamor. El mundo actual con sus guerras, sus desastres medioambientales y sus extremismos también es una causa perdida. Y ahí tampoco encuentro belleza. ECP: Me pareces mucho más compasivo y benevolente cuando encaras piezas que surgen desde la amplitud y dialogan con lo humano, como Extraño rumor, que con aquellas que dialogan contigo mismo o visitan tu (bien parapetada) biografía, como Vendaval o Cinco vinos, por ejemplo. ¿Lo admites? ¿Te interesa el fracaso como actitud de la voz poética? ¿Cómo hacerlo sin caer en el desuso de la pose? MdJ: El fracaso me parece uno de los ejes vertebradores de la poesía. Sin fracaso no habría ni científicos ni inventores, pero sobre todo no habría ni un poeta decente, jajá. Respecto a la pose, la detesto (aunque puede pensarse que es algo que va implícito en el oficio de escritor) a pesar de que hay quien pueda pensar que tanto desamor, sufrimiento y exageración es caer en una pose. Creo que a veces se exagera demasiado la desdicha en la vida real, por mucho que sea más poética. Deberíamos quitarle hierro al amor romántico, aunque sin caer en la superficialidad o en la subcultura. ECP: Finalmente, claro, te he de preguntar por tus referencias más puramente literarias, no tan nítidamente presentes como las sociales y pop que ya hemos comentado por aquí. ¿Quién has leído más, o de manera más provechosa, y que te han enseñado para configurar tu propia obra? Me valen temas, andamiajes, posturas éticas… Son tus referentes, Miguel: tú mandas. MdJ: Con mis referentes en poesía me pasó una cosa curiosa: me empezaron a interesar determinados autores y comencé a leer poesía de forma regular después de empezar a escribir, no antes. Si me preguntas por mis referentes, me fijo mucho en la generación del 50: Ángel González, Gil de Biedma, Carlos Barral, Juan Luis Panero… Pero antes de todo eso leí mucho a Charles Bukowski, quizá una de mis mayores referencias. Y también a Salinger, Carver, o los antes mencionados Stephen King o Easton-Ellis. Me interesaron mucho también William Burroughs y Allen Gingsberg. También mamé mucho de la que fue llamada "generación Kronen" en España: José Ángel Mañas, Ray Loriga…, aunque ahora lo vea como algo lejano. Obviamente el 27: Lorca, Cernuda, Machado, Salinas…, pero eso son palabras tan mayores que uno no los puede reconocer ni como influencia. Otros poetas que me entusiasman son Luis García Montero y Javier Egea... casualmente los dos de Granada, como los Planetas. Algo tendrá Granada para tener tanto talento poético; me han influido mucho las maravillosas revenge songs de estos últimos. La música es muy importante, en lo lírico, otros grupos españoles como la ironía, elegancia e inteligencia de Astrud y el sufrimiento existencial de Nacho Vegas. En la cadencia, los cambios de ritmo y la improvisación de Coltrane, o la actitud de grupos como Nirvana, Stone Temple Pilots o The Smashing Pumpkins. Como ves todo muy homogéneo jajá. Pero ahí está la gracia de la poesía y de la vida. Me interesa también mucho el aspecto social de la poesía: la poesía como arma de autodefensa en estos tiempos convulsos y extraños que vivimos. Hay que posicionarse y luchar contra toda esta horda de liberalismo extremo y egoísmo que nos ha dejado, entre otras muchas cosas, la pandemia. La sociedad ha cambiado enormemente en los últimos años. No digo que la poesía pueda hacer de ella un mundo mejor, pero al menos no lo jodamos más. Dejemos a nuestros hijos algo decente, al menos. Textos escogidos de “Hoy el cielo es muy azul, pero no se lo digas a nadie (Farraguas, 2023) La gota malaya Pues no: la piel no es como la de una ballena blanca, gruesa, impenetrable, hermética y aceitosa; ni tampoco uno a todo se acostumbra, como al vino caliente o a la Cruzcampo. (y a veces, sólo a veces) Fui un galgo abandonado en Toledo, y puede que haya llorado como la Callas recordando a Onassis: mas mil veces que te perdí, otras mil que me repuse. La prueba, fehaciente, es que aquí sigo. Pero admitámoslo: las pérdidas en el amor no son nunca inocuas, aunque tengamos escaras en la piel, el culo pelao y las mejillas desteñidas por la sal de las lágrimas. (muy al contrario) Las pérdidas son como la gota malaya término que, erróneamente, acuñó Felipe González mezclando los términos gota china y bota malaya. Gota o tortura china: una gota de agua que cae del techo, y que poco a poco va horadando la piel del cráneo del reo. Así que no nos queda otra que aguantar la maldita gota china o malaya (oriental, en todo caso) que horada el corazón y las entrañas, y que duele, vaya que si duele. Pero, incluso tras estas adversas circunstancias, el cuerpo humano no se rinde, pues mientras estemos vivos, intentaremos desviar esa gota que se dirige inexorablemente al centro del cráneo. Y sacaremos la lengua, intentando atrapar la gota (flip) como el camaleón a la mosca, para aplacar la sed de vida y de futuro, soportando las pérdidas del camino, lleno de piedras, romero y espigas, y sabiendo que el azar es presumido y que la vida se embarra en el trayecto. Dejando pequeñas marcas que ocultamos bajo la ropa: usando cada vez jerséis más gruesos para que nadie descubra nuestro pequeño gran secreto. (schhhh, la herida) Mientras tanto, seguimos haciendo la senda y el cariño, recordando lo bonito que fue, el hermoso sendero que tuvimos: mas el sotavento es imprevisible, y sólo dios sabe adónde nos llevará, porque imprevisibles son también los temporales en estos tiempos de cambio climático y ventiscas. Y con todo ello les digo: que me sigo cagando en el puto amor romántico, fatídico invento de poetas y de literatos ahogados en absenta, y que —por favor— no nos roben lo bailao, que de nada sirve, ni tampoco la ilusión ni la sonrisa al infinito perdida. Vendaval La metaincapacidad de la hoja en blanco llevada al teclado y a la pantalla. La metahistoria. Qué pena no tener una botella de algo en el cajón. Como si sirviera de algo para el caso que nos ocupa. Como si no te llegara la sangre a la cabeza. Como si no llegara la sangre al río. Siempre será mejor que llegue la sangre al río a que no te llegue la sangre a la cabeza. Admitámoslo. (Se admite, señoría). Esto último significaría que me estoy ahorcando. Y no es verdad. Ni sería plan. Quedémonos en el hecho de que hace sol y de que no llegó la sangre al río. Parece abril. Las chicas han despertado de su letargo y yo del mío. Sus faldas tienen vuelo y con este aire todo es posible. Hay cristales transparentes ahí arriba. Al final tendré que inventarme esa botella de algo del cajón y brindar por días como este, en los que enero parece abril. Y quizá, disimuladamente, mire a través de los cristales aprovechando este bendito vendaval. Perseidas
Hoy, súbitamente, me di cuenta de que empecé a olvidarme de tu voz. Es a la vez triunfo y desastre, escozor y alivio en un mundo de vendas blancas y humor acuoso. Suena tu voz ya deslavazada susurrando te quiero, detrás de aquellas montañas cubiertas de niebla hoy. Como tan lejos, como tan dulce, como aquella perseida que pasó cuando estabas mirando al suelo. Entrevista realizada por ELENA ROMÁN El sentido del trabajo Natalia Carbajosa, nacida en El Puerto de Santa María (Cádiz) y vinculadísima a Zamora, es doctora en Filología Inglesa por la Universidad de Salamanca, profesora de la Universidad Politécnica de Cartagena y miembro del seminario permanente Claudio Rodríguez. Además, su nombre es uno de los que componen la plantilla de Jot Down. Acumula una importante obra como traductora, ensayista y divulgadora cultural. Algunos de sus poemas han sido traducidos y publicados en otros idiomas. Prefiero resumir su biografía porque si la pusiera entera no nos quedaría sitio ni tiempo para la entrevista y no, no quisiera eso. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Natalia, indagando en tu trayectoria veo que, además de tus trabajos (traducción, poesía, ensayo), tienes colaboraciones con músicos como Antonio Arias (Lagartija Nick), astrónomos (Juan Ortega) y artistas plásticos (plástica, en este caso: Carmen Isasi). ¿Es esta pluralidad una forma de confirmar que la poesía no debe anclarse en la poesía y puede —y necesita— extenderse a otras disciplinas? —NATALIA CARBAJOSA: De las tres colaboraciones que mencionas, sólo la de Carmen Isasi fue deliberada, pues la mirada artística tiene mucho que ver, lógicamente, con la poesía. En los casos de Antonio Arias y Juan Ortega, se trató de felices casualidades. Eso sí, siempre que la vida me ha regalado estas “casualidades”, me he volcado en ellas sin pensarlo. No sé si la poesía necesita extenderse a otras disciplinas. Lo que sé es que la poesía va más allá de la división de los géneros literarios, y su imbricación con la vida es infinitamente mayor de lo que a priori se puede deducir de su escasa presencia social. De ahí viene, posiblemente, el hecho de que se produzcan de modo natural ese tipo de conexiones con otras disciplinas. —ECP: Sigamos con las interrelaciones. En Desde una estrella enana (libro fundamental desde su misma publicación) venías a remarcar la relación entre poesía y ciencia. Al igual que el cosmos puede explicarse con fórmulas, ¿también puede “producirse” un poema mediante conceptos aritméticos? —NC: No, no lo creo. Las matemáticas son un lenguaje y pueden ser una fuente de inspiración poética, proporcionar analogías..., pero no pueden sustituir al lenguaje verbal y a los recursos poéticos que este alberga (ritmo, connotaciones, etc). Como experimento quizá sí se pueda escribir un poema como propones, pero no creo que llegue más allá de eso, de un experimento ingenioso. —ECP: Al hilo de la anterior pregunta, la IA también se está dedicando a poetizar en base a lo que encuentra en sus archivos, dando resultados sin duda inquietantes. ¿Acabará la inteligencia artificial con la poesía, así como está invadiendo en cierto modo las artes plásticas? —NC: Es una pregunta que prefiero no hacerme, si te soy sincera. Si me permites salirme un poco por la tangente (valga la expresión matemática), lo poco que sé de la inteligencia artificial es que “crea” a partir de modelos ya probados, no innova. Si dejamos que escriba nuestras novelas y poemas y pinte nuestros cuadros, nos estaremos retroalimentando en bucle, nos estancaremos en el cliché. El poeta “humano” parte de la tradición para hacer con ella otra cosa, para seguir aportando algo al continuo literario que antes no estaba. —ECP: Cambiando tu tema y en relación con el campo de la traducción, tu último libro, La belleza de traducir... poesía, ha quedado finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León en 2024. Te he escuchado, en el XI Encuentro de Poesía, Música y Plástica de Puente Genil, marcar la importancia del contexto y defender que hay que convivir con el poeta para poder traducirlo (metafóricamente hablando, claro). Bien, lanzo la siguiente reflexión: traducir poesía es en cierto modo traducir dos idiomas: el de la lengua original (idioma 1), más el de la poesía (idioma 2). Dijiste en una ocasión que «te atrae la poesía que no se deja desentrañar del todo, que sugiere y deja espacio en blanco, consciente de su propia torpeza expresiva». A la hora de traducir un poema, sin embargo, te ves en la tesitura de tener que afinar lo más posible sin dejar de respetar lo que el autor no ha querido decir. Haciendo un balance, traducir poesía me parece complicadísimo, y sin embargo es el género que prefieres traducir. Me interesa una opinión de todo esto, soy consciente de que estoy tocando varios puntos y no quiero que nos volvamos locas ninguna de las dos. —NC: Ja ja, menuda pregunta. Todo eso que he dicho, obviamente, no tiene valor del todo hasta que se prueba en la traducción misma. De hecho, la gestación de este libro (La belleza de traducir... poesía) ha sido al revés de como lo planteas, es decir, son conclusiones extraídas de la práctica de traducir (primero trabajo y luego teorizo). El término clave, a la hora de ponerse a la faena, es la renuncia: para que el resultado sea poesía, como lo es el original, hay que estar dispuesta a aplicar una ley de compensaciones que se renueva casi con cada verso. Por ejemplo: en uno puede que sea más importante mantener el ritmo, aunque se pierda cierto grado de connotación, en el siguiente puede ser al revés. La disciplina de la traducción ofrece diversas posibilidades técnicas, por así decir, pero la decisión responde al final a la intuición poética de quien traduce. Cuando publico una traducción anotada, aprovecho precisamente las notas para explicar un poco las decisiones personales que he tomado en los casos más complicados, de manera que el lector, si le interesa, entienda los porqués. —ECP: Has sido premiada por libros de relatos, traducciones y monografías. Entre esos premios es muy destacable el segundo premio que obtuviste en los International Latino Book Awards. ¿Qué premio te ha marcado más y por qué? —NC: Sin duda, el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2024, que ha recaído en la poeta rumana Ana Blandiana. Este premio es para ella, no para mí ni para sus otros traductores, Viorica Patea (con quien co-traduzco la poesía) y Fernando Miret (con quien Viorica co-traduce la prosa). Sin embargo, cuando pienso que el jurado se ha leído nuestras traducciones y estas le han convencido lo suficiente como para concederle un premio tan prestigioso, entiendo de golpe el sentido de mi trabajo. Antes de este premio, con el que más reconocida me sentía es con el concedido por la Asociación Española de Estudios Angloamericanos (AEDEAN) a la traducción de la antología de Lorine Niedecker Y el lugar era agua, porque se trata de un proyecto de traducción absolutamente personal. Pero lo del Princesa de Asturias ha batido todas mis expectativas. —ECP: Conoces muy bien la comedia de Shakespeare, la poesía de las mujeres de la generación beat y el teatro en verso de T. S. Eliot. ¿Tienes algún autor o género en lista de espera? —NC: Ahora mismo formo parte de un proyecto de investigación que sigue en la línea del teatro inglés del siglo XX, con autores coetáneos de Eliot. Dentro de ese proyecto general, siempre que tengo ocasión de llevarlo a mi terreno, me gusta decantarme por el teatro comparado, entre autores y entre épocas. No tengo ahora mismo a nadie en lista de espera, pero me agrada volver a dedicarme al teatro, que es como empecé mi tarea investigadora. —ECP: Sopeso tu trayectoria y la resumo en una palabra: pasión por la palabra. Ah, no, que son cuatro. Si quieres añadir algo más, dispara, que no me aparto. —NC: Te propongo esta, aunque suene tópica: una vida dedicada a la literatura. *Esta entrevista ha sido realizada con motivo de la mesa redonda “La traducción como huella creativa”, conducida por Concha García, en la que participaron las traductoras Natalia Carbajosa y Balbina Prior, dentro del marco del XI Encuentro de Poesía de Puente Genil, celebrado durante los días 7, 8 y 9 de noviembre de 2024.
Entrevista realizada por DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR Este es el núcleo Leonardo Cano acaba de publicar su segunda novela, Este es el núcleo (Galaxia Gutenberg, 2024), que ha resultado ganadora del prestigioso Premio Barbastro de Novela. Aunque con solo una novela anterior en su currículum, la maravillosa La edad media (Candaya, 2016), Leonardo es toda una institución en la vida cultural y literaria murciana, gracias, entre otras actividades, a su labor al frente del Club Renacimiento, una escuela de escritura donde enseñan escritores de la talla de Miguel Ángel Hernández, Elvira Navarro, Ginés Sánchez, Cristina Morano y él mismo. Leonardo ha tenido la amabilidad de atendernos hoy para hablar de Este es el núcleo, una ficción distópica en la que los hombres son seres de segunda categoría en una sociedad dirigida por las mujeres, y en la que el metaverso es más importante que la “vida real”. La novela es un prodigio en el manejo de la tensión narrativa y, sobre todo, en la composición de una compleja estructura en la que se alternan diferentes líneas temporales a través de las que el lector va, capa a capa, fragmento a fragmento, comprendiendo las motivaciones del protagonista y los orígenes de esa distópica sociedad en que la inmortalidad se alcanza a través de la realidad virtual. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Leo, la primera pregunta es obligada. Si Este es el núcleo, ¿qué es el núcleo? —LEONARDO CANO: El núcleo no es otra cosa que el conjunto de los recuerdos de alguien, el cual, gracias a la inteligencia artificial, va a poder ser transferido y almacenado en un disco duro cuando muere. En esta novela, Pablo Alcubier es un informático que, en el presente, trata de crear una IA prodigiosa, que puede influir drásticamente en nuestra vida. Y, años después, se va a convertir en el primer hombre en poder almacenar su memoria y vivir la inmortalidad en el metaverso, en un mundo en el que las mujeres ostentan en exclusiva ese privilegio. —ECLP: La distopía suele ser utilizada por los escritores como vehículo para expresar preocupaciones sociales del presente y advertir sobre ellas. En tu mundo de ciencia-ficción distópico, a nivel social y político, me parece encontrar dos grandes advertencias: la lucha de géneros y los riesgos de la realidad virtual. Por otro lado, también parece que, a nivel filosófico, todas las tendencias posthumanistas, transhumanistas o antihumanistas, que tanto auge tienen hoy día, han podido influir en tu imaginación. ¿Qué peligros ves ahí, qué tendencias o “pistas” ves en el presente que te han hecho temer ese futuro? —LC: En realidad, creo que no temo demasiado al futuro. Suelo mirarlo con optimismo. Pero me gustan las novelas que exploran la tensión de la sociedad en la que vivimos. Y los escritores, en teoría, deberíamos ser personas movidas por la curiosidad y la falta de prejuicios. Así que varias circunstancias han podido desencadenar esta novela. Creo, por ejemplo, que a nadie se le escapa que vivimos en una sociedad muy polarizada. Y últimamente, al decir de las redes sociales, parece que hombres y mujeres estuvieran continuamente enfrentados. En cualquier caso, existe la percepción de que los diferentes géneros son de alguna manera enemigos. Vivimos en la sociedad del enfrentamiento. Y yo quería mostrar esa tensión y tratar de comprenderla sin dar respuestas fáciles. Para eso, construí un futuro con privilegios para las mujeres, en el que los hombres mueren sin poder transferirse. Y un presente en el que un mal marido y padre puede crear un gran adelanto para la Humanidad. —ECLP: ¿Qué referentes literarios te han inspirado para la creación de la novela? Está claro que El cuento de la criada (que, de hecho, aparece citada); pero, ¿qué otros libros te han servido para la escritura? No me refiero solo a la literatura, sino también al cine, porque me ha parecido ver algo de Olvídate de mí, o de Her, en ciertas ideas de la novela. —LC: Las películas que citas (y otras como Blade Runner, Ex Machina o las películas de Christofer Nolan) han sido desde luego inspiradoras. Obviamente, la novela ha de tener infinitas influencias literarias y cinematográficas, deliberadas o inconscientes, porque así es como funciona la creatividad. Sin embargo, mientras escribo sobre un tema, yo intento no leer ninguna novela que lo trate o que se le pueda parecer. Para que su influencia no acabe llegándome en exceso. Así que, aunque es imposible desconocer de qué trata, todavía no he leído El cuento de la criada ni visto la serie. Tengo una manía incómoda por la originalidad, que sé utópica. Sí que suelo leer otras obras que me puedan inspirar en cuanto al narrador, el tono, la profundidad de sus personajes, la forma de hacer aflorar sus ideas o cualquier otra cosa que me interese. Para esta novela, leí mucho a Coetzee, Salter, Duras, Despentes, Delillo, Houellebecq y otros sospechosos habituales. —ECLP: «Estaremos más solos en cualquier vida definitiva de lo que lo estamos desde que nacemos». El protagonista, a punto de alcanzar esa inmortalidad virtual que plantea la novela, dice estas palabras. ¿Crees viable ese tipo de inmortalidad en un futuro a medio plazo? y, ¿crees que será tan solitaria y vacía como lo considera tu personaje? —LC: Quién sabe. Pero, desde luego, si ponemos un margen de 30-40 años, todo puede pasar. La tecnología evoluciona a una velocidad imparable y van a producirse muchos cambios en la sociedad, sin ninguna duda. ¿Será posible la emulación de una mente o que la inteligencia artificial tome consciencia? No lo sabemos. Entre otras cosas, porque todavía no conocemos en qué consiste esa consciencia. Lo que sí creo es que la inteligencia artificial podrá llegar a simularla con tal viveza que no sólo no sabremos distinguirlo, sino que puede que nos muestre de qué material de ficción está compuesta la nuestra. El protagonista sí que lo tiene claro en la novela cuando cita una frase de Dijkstra: «La cuestión sobre si las máquinas pueden pensar será tan importante como la de si los submarinos pueden nadar». En cuanto a la soledad, estoy seguro de que la gente que se pasa diez horas jugando al ordenador, compitiendo o colaborando dentro de un mundo virtual, no piensa que esté sola. —ECLP: «Según la opinión de las IA, la única verdad es la verdad narrativa. Nuestra experiencia como seres humanos está formada por las historias que nos contamos unos a otros. Pero, sobre todo, por las que nos contamos a nosotros mismos». Al hilo de estas palabras de tu novela, ¿qué relación crees que puede establecerse entre las inteligencias artificiales y la literatura?, ¿temes un futuro en que esas narraciones que nos explican tengan su origen en una IA y no en personas creadoras de novelas y relatos? ¿Funcionan los escritores igual que una IA, manejando información, combinando y alterando textos previos, para crear un relato que explique el mundo?
—LC: Yo creo que para el protagonista de mi novela esa sería una buena definición de lo que hacemos. Y respecto a si las IA nos remplazarán, me remito a mi anterior respuesta: todo va a cambiar en 30-40 años. El otro día leí que una escritora polaca de ciencia-ficción decía que ella deseaba una inteligencia artificial que limpiara su casa para que ella pudiera crear su arte, no una inteligencia artificial que creara arte para que ella tuviera que limpiar su casa. Me temo que en un futuro las dos cosas serán realizadas por las IA. Y nuestro problema será cómo lidiar con el tedio. —ECLP: Tuve la suerte de leer alguna versión previa de Este es el núcleo, y ahora, tras terminar la definitiva, he advertido cuánto ha cambiado la estructura de la novela, y cómo has conseguido integrar a la perfección lo personal, lo familiar y lo político. Cuéntanos el proceso de escritura. Da la impresión de que eres un novelista meticuloso, metódico, sin prisa. ¿Es por eso que han pasado ocho años entre tu primera novela y esta? ¿Tendremos que esperar otros ocho años para la tercera? —LC: Espero que no. De hecho, ya tengo bastante avanzado el trabajo previo de la siguiente novela. Pero quién sabe. Durante estos últimos siete u ocho años, no he estado trabajando la novela todo el tiempo. Pero ella sí que ha estado elaborándose en mi cabeza. La verdad es que me atraen los artistas que tardan en sacar sus obras. Da la impresión de que no lo necesitan, pero que es su arte el que termina irrumpiendo. En Este es el núcleo, el proceso de escritura y, sobre todo, de corrección se tuvo que alternar con una larga ruta de presentaciones de mi anterior novela: La edad media. También con la creación desde cero de una escuela de escritura creativa: [clubrenacimiento.es]. Con todo, debo de ser lo que llaman un escritor “lento”. La planificación de una novela, en mi caso, siempre es la misma. Y nunca se termina pareciendo al resultado. Comienza con una recopilación de notas, de referencias, también de ideas sobre cómo tiene que ser la voz del narrador, la estructura o los diálogos. Luego trabajo a partir de una sucesión de borradores. Me gusta mirar un borrador y esperar que alguna buena idea me surja. En este caso, no logré que la estructura compleja de la novela cristalizara hasta después de trabajarla un tiempo, de ahí que tardara más en publicarla. —ECLP: Últimamente estamos asistiendo a una eclosión de reconocimiento nacional de la literatura murciana (por citar solo un par de ejemplos, los premios a Lola Tórtola y a Lola López Mondéjar). ¿Cómo ves tú, desde tu privilegiada posición de escritor que está en el núcleo de la literatura murciana y, además, en la escuela de escritura, el presente y el futuro de la literatura en nuestra región? —LC: La verdad es que lo veo como siempre lo he visto: con optimismo. Pero nunca creí que Murcia, culturalmente, fuera el páramo que algunos podían pensar. Tampoco que aquí fuera oro todo lo que relucía. A veces, también se necesita suerte. Y puede que últimamente esté más repartida por estos códigos postales. Debemos celebrarlo mientras tanto, por si decide recaer en otro lado. Entrevista realizada por AMANDA ZAMORA DEL BAÑO En el claro de un bosque, un dodo En el claro de un bosque, un dodo (Loto Azul, 2024) nos muestra de la forma más natural las etapas de la vida y la relación que mantenemos con ellas. Encontramos una especial sensibilidad con la infancia, quizás por los estudios de María Encarnación Carrillo en Magisterio y su gran experiencia como profesora e investigadora en la Universidad de Murcia. Su poemario es ligero, pero cada palabra pesa en la conciencia y promueve un viaje introspectivo hacia nuestro pasado; una lectura para todas las edades, que permite conectar y entender a las generaciones que coexisten a día de hoy. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Crees que es necesario que, al igual que haces tú, se explique al comienzo del poemario qué se va a tratar en él? —MARÍA ENCARNACIÓN CARRILLO: Es una opción para considerar al inicio de un poemario. Se puede empezar de varias maneras: con un prólogo escrito por otra persona, con citas de otros autores, con palabras del autor de la obra, o todo a la vez, por ejemplo. Hay muchas posibilidades, en estos momentos estoy leyendo a Sor Juana Inés de la Cruz y sus Romances empiezan con un ‘Prólogo al lector de la misma autora’ muy divertido. En concreto, este poemario comienza con extractos de la obra Claros del bosque de María Zambrano sobre la naturaleza del pensamiento poético en una página y sigue, en otra página, con un párrafo corto de dos líneas en el que reflejo que en mis cuadernos (soy escritora de diario desde hace años) los claros del bosque empezaron a manifestarse en forma de pensamiento poético y finalmente en forma de poemas; un proceso creativo que se ha dado en mí y que ha sido muy importante a nivel personal y quería reflejarlo. —ECP: ¿Por qué decidiste escribir sobre la infancia y el paso del tiempo? —MEC: Mis padres se trasladaron a Barcelona por motivos laborales; yo nací en Barcelona y viví en Polinyà hasta los nueve años, que fue cuando mis padres volvieron a Murcia, su tierra natal. Durante los años siguientes seguí manteniendo contacto con mi mejor amiga de allí por carta, hasta la época del instituto más o menos, y después perdimos el contacto. En 2014 nos volvimos a reencontrar por redes sociales primero y luego físicamente en Barcelona. Ese encuentro fue muy emotivo para mí, aparte de recordar cosas que habíamos vivido juntas, ella me hizo uno de los mejores regalos que me han hecho nunca, en concreto, me trajo fotocopiadas todas las cartas que le envié. Leer estas cartas fue para mí como hacer un viaje en el tiempo, y fueron una manera muy poderosa de volver a conectar con la niña que fui. —ECP: ¿Qué efecto ha tenido en ti recordar esas etapas de la vida? —MEC: La lectura de esas cartas ha sido un acto catalizador de esa memoria emocional que ya casi había olvidado, y los poemas empezaron a salir de mi pluma (me encanta escribir mis diarios con pluma) como si hubiesen estado atascados mucho tiempo, y escribí y escribí hasta que concluí este poemario. Ha sido una gran catarsis emocional que me ha dado la oportunidad de conocerme mejor, y de darme cuenta de que mi infancia terminó, de algún modo, aquel verano de 1979 cuando nos trasladamos a Alcantarilla. —ECP: ¿Qué influencia ha tenido María Zambrano tanto en lo personal como en lo profesional? —MEC: Mucha. Cuando pensé que había terminado el poemario y, sobre todo, al organizar los poemas me di cuenta de que la infancia estaba muy presente y que la imagen del bosque aparecía en varios de los poemas, y quise indagar más en los significados del bosque y su conexión con la infancia, tal y como lo trata Ana María Matute en su discurso de entrada a la Real Academia de la Lengua titulado En el bosque, y en esa búsqueda de información se cruzó la obra de María Zambrano Claros del bosque. La lectura de esta última obra fue un complemento para el poemario que yo pensaba concluido; leer Claros del bosque de Zambrano me llevó a una autorreflexión sobre mi propio proceso creativo al escribir los poemas de la primera parte, y empecé a dialogar en verso con ella y surgieron los poemas que configuran la segunda parte. Por ello, la primera parte se titula “El bosque (Albor, nubilidad, fructificación)” y la segunda parte “El claro (Diálogos con María Zambrano)”. —ECP: Es muy interesante cómo has recurrido a las palabras «albor», «nubilidad» y «fructificación» para expresar la niñez, la adolescencia y la adultez. ¿Cómo surgió esta idea? —MEC: Cuando organicé los poemas de la primera parte del poemario, lo titulé “El bosque” en un principio, y ordené los poemas en tres partes que atendían a los tres periodos de mi vida relacionados con la niñez, la adolescencia-juventud y adultez, y quise poner un subtítulo relacionado con ello que definiera los poemas que se encontraban en este bosque del que hablo, y que es el espacio simbólico donde se da la vida que describo en estos poemas. Pero necesitaba otras palabras que ahondaran de forma más lírica en estos tres periodos, y busqué otras representaciones de esos periodos de la vida y sus sinónimos; y así fue como di con estas tres palabras. Albor que habla de un comienzo, de la aurora, del alba del amanecer, del preludio donde se da el candor. Nubilidad, que habla de la juventud y de la edad en la que se contrae matrimonio. Fructificación, que habla de la edad madura y de otros conceptos que se pueden dar en ella como el florecimiento, el aprovechamiento, la producción y el rendimiento. —ECP: En el poema ‘Erupción’ se trata la dificultad que los jóvenes tienen para mirarse al espejo. ¿Crees que las adolescentes se ven más afectadas actualmente por su físico que en el pasado? —MEC: En términos generales, pienso que la mujer ha sufrido por su físico siempre, pero quizás, en estos tiempos puede que las adolescentes sientan más presión. Hace cuarenta años no existían tantos medios de comunicación y redes sociales, y tampoco se había estandarizado la cirugía estética como ahora. Observo en los medios que, en ocasiones, aparecen mujeres jóvenes y maduras con imágenes imposibles para la edad que tienen, excesivamente delgadas o aparentemente jóvenes cuando no lo son. Que en los medios estos modelos de mujer aparezcan puede llevar a las jóvenes a pensar que es el único modelo de mujer posible. Pienso que determinadas estéticas físicas de mujer extremas y no realistas pueden afectar a las chicas jóvenes seriamente, tanto a nivel físico como mental. —ECP: ¿Por qué le has dedicado un poema a la memoria de Mary Ventura (Mary Ventura y el Noveno Reino; Sylvia Plath)? —MEC: En primer lugar, he de decir que quedé atrapada por Sylvia Plath cuando la leí en mi juventud. Primero leí La campana de cristal, luego sus diarios y sus cartas, y finalmente su poesía y relatos cortos. Uno de los relatos que más me gustan es ‘Mary Ventura y el Noveno Reino’, por la simbología que tiene vinculado con la juventud. Es el relato de una joven a la que sus padres montan en el tren que va hacia el Noveno Reino, del cual no sabe nada, y que es el lugar al que van personas que tienen el aspecto de muertas en vida y del que nunca se vuelve. Pero, una vez en marcha, descubre el destino que le aguarda y decide escaparse del tren, lo cual estaba prohibido, pero en una de las paradas que hace el tren lo consigue, escapa de los revisores y finalmente se libera de ese destino fatal para ella. —ECP: El dodo es un animal extinto que, por lo tanto, no se podría encontrar en el claro del bosque. ¿Qué deseas representar con el título de tu poemario?
—MEC: Hay varios referentes literarios en esta obra relacionados con mis lecturas y conectados con el poemario en general, unos son más explícitos y se ven, y otros no se ven, pero impregnan el poemario en su conjunto. El Dodo es uno de los personajes de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, el primer libro que leí cuando tenía diez años. En el capítulo de la obra de Carroll en el que aparece el Dodo propone una «carrera en comité» a Alicia y a al resto de los animales del bosque reunidos, que es una carrera en la que cada uno sale desde donde quiere y llega a donde quiere, y por tanto, es una carrera en la que todo el mundo gana. A su vez el dodo es un ave extinta, se dice que es el primer animal extinguido por obra del ser humano. En el poemario, el dodo representa, por un lado, la obra de Carroll, que fue muy importante para mí, como también fue importante el descubrir el nonsense, ese humor absurdo y surrealista que me pareció muy liberador y relacionado con mi forma de pensar. El dodo también representa la infancia perdida y extinta, un periodo de mi vida que nunca más volverá. Y finalmente, debo decir que el dodo me representa a mí, en cuanto a que contiene todos estos significados, y es algo que digo en el poema ‘De claro en claro’, «El dodo soy yo» dice uno de sus versos. —ECP: ¿Qué significa para ti el claro de un bosque? —MEC: Fue tras leer a María Zambrano cuando supe que es el lugar donde se da el pensamiento poético. Un espacio al que llegué de forma intuitiva mientras escribía “El bosque (Albor nubilidad, fructificación)”, la primera parte del poemario; y que exploré conscientemente de la mano de Zambrano, cuando escribí “El claro (Diálogos con María Zambrano)”. Entrevista realizada por ELENA ROMÁN El sueño de Juana Es tan amplia la trayectoria de Juana Castro (Villanueva de Córdoba, 1945) y ha debido conceder tantas entrevistas que, haciendo un gran esfuerzo, trataré de no caer en las preguntas clásicas ni en aspectos banales. Su manera de hablar lenta y pausada, su brillo en los ojos cuando escucha y cuando sonríe, su agarrarse las manos para asegurarse de que todo sigue en su sitio, me animan a buscar, inspirada por ella, lo sencillo, que es también lo cálido. Juana me ha comentado, fuera de esta entrevista, que anoche no durmió bien, así que voy a hacer una cosa: voy a regalarle un sueño, este: Juana Castro y yo estamos en su pueblo. Las dos somos niñas otra vez. Su madre aparece cantando una canción popular, en voz baja pero alegre. Juana, dice: «Deberíamos hacer sólo lo que nos gusta. Tener más contacto con la naturaleza» (dicho en El Mundo, 2019). Y su madre se aleja cantando, cada vez más bajo. Yo, que me acabo de dar cuenta de que soy invisible (sé hacerlo), escucho a Juana decirle a un ave que levanta el vuelo que ella es feminista de nacimiento; el ave responde que también. Atardece y la vida es dura e injusta. Y este es el dato que revela que ya no estamos dentro del sueño sino frente a frente. No somos niñas. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: En 2023 la editorial Cántico ha editado lo que hasta ahora ha sido tu última publicación, En el brocal del tiempo, una antología compuesta por poemas seleccionados entre Concha García y tú. Huelga decir que es un libro personalísimo y a mi juicio realmente soberbio. Anteriormente has publicado otras antologías. ¿Qué vuelve a esta diferente de las otras? —JUANA CASTRO: Quizá el hecho de que las respuestas son directas y concisas, algo que sólo se puede hacer escribiendo, no hablando. Al hablar te repites, titubeas, te equivocas, tienes que hacer pausas para recordar o confirmar algo. Aquí las respuestas intentan ser como he dicho antes, y además breves. —ECP: Has escrito poemas, artículos, relatos, críticas literarias, prólogos... Has sido profesora, traductora, madre. ¿Hay algún género o proyecto —literariamente hablando— que no hayas tocado todavía pero que tampoco has descartado hacerlo? —JC: Sí, son muchos los que se han quedado y quedarán en el tintero: la narrativa, en relato corto y en novela; el cuento, realista o fantástico; el ensayo, a mi manera, no académica. —ECP: En tus obras, aunque siempre suene tu voz y siempre desfilen tus temas (el campo, los recuerdos, el cuerpo, la niñez, la mujer, el deseo...), hay detalles que en un primer momento se perciben más leves para posteriormente ganar fuerza y espacio. Como si algo transgresor y latente permaneciera agazapado en tus libros a la espera de otro tiempo. ¿Te ocurre a ti esto al releerte, te sorprendes a ti misma en una segunda lectura, o eres consciente de todos tus matices desde el origen del texto? —JC: Sí, me sorprendo, sobre todo cuando es un texto de hace tiempo. —ECP: Has puesto voz durante años a todas aquellas mujeres que no la tienen, haciendo gala de una generosa conciencia crítica y abordando su problemática sin rodeos. Has dado forma a la memoria colectiva femenina y, más difícil todavía, la femenina y rural. ¿Crees en la literatura como lugar desde el que se pueden hacer cambios en la sociedad? ¿O quizás como punto de encuentro donde confluyen personas que, gracias a la literatura, son visibles? —JC: Creo en la literatura para crear mundos, también para recordar y recrearlos. En cuanto a los cambios de la sociedad, no lo busco ni lo espero. —ECP: Multipremiada (Juan Ramón Jiménez, Carmen Conde, Premio Nacional de la Crítica), distinguida con la Medalla de Andalucía, con más de una treintena de libros e innumerables colaboraciones en medios y antologías... ¿Estás escribiendo ahora o te estás tomando un descanso? Cuando te entregaron el premio Solienses (2019) dijiste que no sabías si seguirías escribiendo poesía. Desde entonces lo que hemos leído de ti en poesía ha sido la antología con la que hemos comenzado la entrevista, En el brocal del tiempo. ¿Has escrito poemas estos años o sigues planteándote si continuar? —JC: Es difícil escribir poesía a estas alturas de la vida. No creo que merezca la pena si no puedo añadir algo nuevo al acervo de la literatura, tanto en poesía como en narrativa. —ECP: Me considero afortunada por haber tenido esta oportunidad de hacerte estas preguntas. Corto y cierro, a no ser que quieras añadir algo más. —JC: Yo estoy agradecida por tus preguntas, aunque no creo que mis respuestas añadan algo nuevo o diferente a lo que ya escribieron antes escritoras y escritores. Claro que has aportado algo diferente, Juana. Tu autenticidad. Eso no es un sueño. *Esta entrevista ha sido realizada con motivo del homenaje rendido a la escritora Juana Castro en el marco del XI Encuentro de Poesía de Puente Genil, celebrado durante los días 7, 8 y 9 de noviembre de 2024.
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ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CANO, LEONARDO CARBAJOSA, NATALIA CARBAJOSA, NATALIA [traducir... poesía] CARIDE, ALBERTO CARRILLO, MARÍA ENCARNACIÓN CARRILLO, VIRIDIANA CASTRO, JUANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GERANIOS, ANA GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [YO ESTOY EN LA IMAGEN] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO JUAN, MIGUEL (de) KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ BRETONES, JOSÉ LUIS LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARÍA [Lo que se hunde] MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ, HILARIO J. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ, MIGUEL ÁNGEL RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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