Entrevista realizada por ISABEL BAENA RODRÍGUEZ La condena de la memoria ¿Aceptar nuestra herencia familiar para “entender” y conseguir la libertad? ¿La huida como forma de reconciliación y desarrollo individual? En La condena de la memoria (Pre-Textos, 2024) un joven que se ha pasado los últimos años viajando sin un rumbo determinado tratará, tras la muerte de su padre, de encontrar sentido a su existencia haciendo un recorrido por las vidas de sus antepasados. Carlos Frühbeck Moreno es un escritor burgalés. Doctor en Literatura española y Teoría de la Literatura, ha publicado desde artículos científicos hasta poemarios y libros de relatos. La condena de la memoria es su primera novela. Leamos lo que nos tiene que decir de ella. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: En toda la novela está muy presente el tema de las expectativas familiares, las cargas que se arrastran generación tras generación, las vidas impuestas... ¿Consideras que la verdadera libertad se obtiene al intentar derruir la herencia cultural que nos han legado nuestros antepasados o al romper con esta construimos nuevas cadenas? ¿Optar al libre albedrío es posible o realmente nos condiciona todo lo que ha ocurrido antes en nuestra familia? —CARLOS FRÜHBECK MORENO: Mira, Isabel, para mí, en realidad, el protagonista de La condena de la memoria no busca la destrucción del legado familiar; más bien, trata de crear las condiciones necesarias para su aceptación. Y, aunque suene paradójico, precisamente en esta aceptación reside la posibilidad de ser realmente libre. El libro no trata sobre el asesinato edípico del padre o sobre la liberación caótica de los impulsos del Antiedipo de Deleuze y Guattari, que vive como si no hubiera existido nunca una historia familiar, con sus leyes y, claro, sus arbitrariedades. Siempre para mí, más bien se narra la historia del reencuentro con el padre muerto tras un rechazo. Si tuviéramos que asociarlo a una historia ya contada, en cierto sentido, esta trama consistiría en gran parte en una recreación de la historia de Telémaco y Ulises: resultan necesarios un alejamiento y una larga espera para poder abrazar a tu padre. Para hacerlo, debes ser realmente tú mismo y no quien los demás querían que fueras. Ahora bien, existen diferencias con la Odisea: en este caso, el padre no es un modelo inalcanzable, como sucedía en el caso de Ulises; se trata, más bien, de un ser humano cuyo testimonio —todo testimonio es a la vez una promesa y un acto de fe— permite vivir en un mundo compartido. En eso consiste precisamente su herencia: es el recuerdo de una vida humana, con todas sus virtudes e imperfecciones, ni más ni menos. En resumidas cuentas, para ejercer nuestra libertad necesitamos a los demás; sin embargo, para poder aceptar a los demás necesitamos ser —en la medida de lo posible— nosotros mismos. Por eso, el inicial alejamiento es la condición necesaria para aceptar una herencia. Massimo Recalcati dice que vivimos en la época de la evaporación del padre y de su consecuente nostalgia. ¿Por qué la nostalgia? En esta época no necesitamos héroes; más bien, necesitamos testimonios de humanidad que nos permitan ser algo más que simples consumidores —engranajes— que solo sirven para contribuir al progreso de una economía profundamente cruel. —ECP: Durante el transcurso de la historia, el protagonista interpreta el olvido como un arma de doble filo: por un lado, le genera alivio, una oportunidad de ser libre, mientras que por otro es uno de sus mayores miedos. ¿Por qué crees que el ser humano tiene tanto miedo a que su vida carezca de trascendencia y a que no lo recuerden? —CFM: En primer lugar, no creo que memoria y narración se puedan separar nunca. Los recuerdos que no cuentan con el andamiaje de una historia que les otorgue un sentido se convierten en impresiones aisladas que no dicen nada de nosotros. El problema reside en que, para construir nuestra historia, resulta necesario olvidar. El alivio que supone el olvido para el protagonista depende de que no le gustaba la historia que se asociaba a su familia —no desea que los recuerden en un cierto modo—; por eso, debe crear una nueva narración. Para ello es necesario olvidar y recordar de otra manera. En resumen, el protagonista no es libre porque olvide, sino porque es capaz de contar su historia de otro modo. Yo no hablaría de miedo al olvido, en el libro más bien se constata con amargura que la condena de la memoria —la damnatio memoriae de los romanos— es el destino natural de cualquier ser humano. ¿Por qué con amargura? El deseo de ser recordados es una forma de conjurar nuestro miedo a la muerte. Ahora bien, lo que me interesa subrayar es que, más allá de su contingencia, el recuerdo de los otros resulta en cualquier caso necesario para que la vida pueda tener sentido. —ECP: «Donde hay un dios, los hombres se convierten en tristes engranajes de un plan universal que no consiguen entender». ¿Es posible encontrar libertad y una finalidad al seguir un Dios, o nos limita a actuar de forma autómata para no cuestionarnos nuestra existencia o capacidad de elección? —CFM: Mira, ahora te hablo como Carlos Frühbeck Moreno y no parafraseo a Vergessen; por fortuna, somos dos personas diferentes. Sin embargo, en este caso, no tanto. Como en su caso, mi relación con la religión católica tuvo consecuencias muy negativas. Estoy totalmente de acuerdo con el protagonista cuando afirma que hay un vínculo profundo entre la religión institucional y la violencia. Como Vergessen, veo la renuncia a uno mismo que supone la práctica religiosa no como una liberación, sino como un ejercicio de poder que tiene como última consecuencia la destrucción interior de la persona. Creo que en el libro el proceso se narra de forma bastante minuciosa. Este es uno de los motivos de mi condición de ateo militante. Ahora bien, lo dicho es mi testimonio personal. En lo que se refiere a los demás, soy respetuoso con las creencias de todo el mundo y no tengo intención de imponer nada a nadie; de hecho, varios personajes del libro se reconcilian consigo mismos dentro de los espacios del catolicismo. Por otra parte, como investigador, me ha interesado mucho en el pasado el misticismo y su expresión literaria. ¿Qué destaco de los místicos? La rebeldía que nace de su experiencia. Más allá de canonizaciones a toro pasado, su recorrido espiritual es fuertemente crítico con las religiones oficiales y con la consiguiente despersonalización a la que conducen tus prácticas. El itinerario del místico se puede desarrollar en los cauces que impone cualquier religión, ya sea el cristianismo, el islam o el budismo, por indicar las más conocidas. Sin embargo, la vivencia final trae consigo una revelación que siempre va más allá del dogma establecido. El dios con minúscula del libro es el capullo con larga barba blanca y mucho humor negro que nace precisamente del dogma; por eso lo rechazo. Los místicos hablan de otra cosa. En resumidas cuentas, desde mi condición de ateo interesado en la espiritualidad, veo muy difícil la adquisición de la libertad dentro de una religión institucional. Sin embargo, como ya he dicho, a diferencia de otros, no tengo intención de imponer nada a nadie. —ECP: «Ya no vivimos: nos limitamos a ver desde fuera un espectáculo que es un fin en sí mismo. Nuestros sentidos sirven para encerrarnos más todavía dentro de nosotros mismos». ¿Cómo consideras que repercute esa nueva forma “pasiva” de vivir nuestra vida actual? ¿Crees que deja de pertenecernos y pasamos a ser meros espectadores? —CFM: Isabel, como ya he adelantado antes, la principal función del ciudadano en la sociedad actual consiste en mantener la economía en movimiento, de ahí que no tengamos valor como personas, sino como consumidores. Por otra parte —por desgracia, el tiempo ha demostrado que Baudrillard y Debord tenían mucha razón—, la realidad se ha convertido en algo pasado de moda; ha sido sustituida por la imagen y sus espectáculos. Basta ver cómo la intimidad se ha convertido en una mercancía que se compra y se vende en las redes sociales, por ejemplo. A esto añado que, al ser una mercancía, debe cumplir ciertos estándares de “calidad” que la convierten en homogénea y, por tanto, en radicalmente falsa. Echa un vistazo a Instagram: tantos imitan el mismo modelo de vida orientado hacia el consumo, la eterna juventud y la posesión. Sin embargo, no podemos vivir solamente de imágenes: nos terminamos vaciando por dentro. Por todo lo dicho, pienso que, para ser un buen consumidor, estás obligado a vivir una vida falsa y a alimentarte de ficciones que son un fin en sí mismas. Y aquí es donde llega el poder de la literatura: es capaz de ofrecerte una alternativa, de decirte que otra vida —la de verdad— también es posible. —ECP: En el epílogo apuntas que, al escribir el libro, pretendías responder a la pregunta de si ser un extranjero era una “libertad” o una “carga”. ¿Lo conseguiste? —CFM: Por suerte, no. Sinceramente, si supiera la respuesta, no habría escrito el libro. —ECP: A lo largo del libro mencionas en repetidas ocasiones que la literatura es un acto de crueldad. ¿Esa crueldad es una parte inherente del ser humano y por ello, forma parte de la libertad de creación? ¿Eludirla sería no representar al ser humano en su totalidad? —CFM: Mira, esta afirmación nace, en primer lugar, de El día del juicio de Salvatore Satta, una de las novelas que más he releído durante estos años. Siempre me ha fascinado la estupefacción del narrador al ver cómo sus personajes, inspirados en los protagonistas de su propia vida, se convertían en marionetas cuyo destino —en la mayoría de los casos, cruel— podía decidir a voluntad. En este narrador, desde mi punto de vista, se mezclaban a partes iguales la culpa y el sadismo. Por lo tanto, sí, si juegas con materiales de tu propia vida —¿qué escritor no lo hace?—, la conversión de la persona en personaje es siempre un acto de crueldad. Se trata de una imagen muy recurrente en el libro. Por otra parte, en lo que a los contenidos se refiere, estoy totalmente de acuerdo con José Ovejero cuando afirma que, en literatura —y en la expresión artística en general— existe una ética de la crueldad. El objetivo de la buena literatura reside siempre en cuestionar los valores dominantes de la sociedad en la que más o menos cómodamente estamos instalados; para ello, resulta necesario un paseo por los rincones más oscuros de la naturaleza humana. Este paseo sirve para mostrarte una crueldad mucho más profunda: la que se esconde tras muchas de las ideas que utilizamos para dar sentido a nuestras vidas. Por tanto, sí, la crueldad de Jelinek, Bernhard o Céline es ética y necesaria. —ECP: «Si te resignas, incluso pensarás que tu jaula es una forma de libertad, la mejor de todas. Y te acabarás olvidando de que la puerta está siempre abierta». En estos casos, ¿somos esclavos de nuestro destino o nos esclavizamos nosotros mismos? —CFM: El fatalismo de la tragedia griega me parece un magnífico dispositivo literario a la hora de crear tramas. Sin embargo, en la vida real, lo interpreto como un modo para dar un sentido a una casualidad que, a veces, es muy cabrona y que no hace excepciones. Dicho esto, toda vida en sociedad exige que seamos nosotros mismos quienes nos convirtamos en esclavos. El problema reside en hasta qué punto debemos llegar en nuestra esclavitud. La puerta abierta es la de Epicteto, un filósofo estoico al que, desde mi punto de vista, debe mucho el existencialismo contemporáneo. La puerta siempre abierta nos dice que, más allá de los reveses del destino, siempre tenemos la posibilidad de elegir, incluso de la manera más radical. Por tanto, esta posibilidad de elección debe ser también fuente de serenidad interior. Es curioso lo que está pasando ahora con el estoicismo, tan de moda entre los aficionados al coaching: el dominio de uno mismo no debe ser un instrumento para soportar sin pestañear las bestialidades de un mundo que no puedes cambiar, como nos cuentan. Más bien, como nos enseñan los antiguos, debe ser un modo de resistencia activa, de rebelión, contra esos abusos. —ECP: La condena de la memoria es tu primera novela; pero también has escrito varios poemarios. ¿Prefieres algún género en específico? ¿Qué consejo le darías a una persona que se está iniciando en el mundo de la escritura?
—CFM: Isabel, en este momento, me considero ante todo un narrador; simplificando mucho, me interesa más contar historias que mostrar asombro. Sin embargo, también te digo que, hasta ahora, todos mis libros de prosa han nacido de la escritura de un poemario: La condena de la memoria es una reescritura un “poquito” más larga de Coro de invierno. En lo que se refiere al escritor incipiente, más que un consejo, planteo un requisito: la pasión por la lectura. Para ser un buen escritor, tienes que ser un friki de los libros. —ECP: «Lo mejor es que me dejara de engañar, mis perseguidores, me gustara o no, se encontraban dentro de mí». ¿Es posible zafarse de esos “perseguidores” o demonios internos o forman parte de nuestra identidad y debemos aprender a convivir con ellos? —CFM: Mira, en primer lugar, sin estos demonios internos, no sería escritor. De los conflictos interiores nacen esas preguntas sin respuesta que hacen los libros. Por otra parte, no creo que exista nadie libre de contradicciones, que viva sin, tarde o temprano, ajustar cuentas consigo mismo. Nos guste o no, esa oscuridad forma parte de nosotros mismos. —ECP Si tuvieras que condensar en poco más de una frase qué buscabas transmitir con La condena de la memoria, ¿qué dirías? —CFM: La verdadera libertad es siempre una forma de amor. ¿O no?
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Entrevista realizada por ROCÍO PINTADO NAVARRO La trama de los días Entrevistamos a Ramón Bascuñana con motivo de la publicación de La trama de los días (Renacimiento, 2024), obra ganadora del X Premio de Poesía Juana Castro. No es ni mucho menos el primero, ni el premio ni el poemario, pues el prolífico alicantino, licenciado en Geografía e Historia y autor también de dos volúmenes de relatos, encara la sesentena de su vida con un considerable palmarés y más de veinte títulos de poesía a sus espaldas. La que nos ocupa ahora constituye su faceta literaria aparentemente dominante, y decir aquí “aparentemente” no es una expresión baladí, pues nos esperan en los próximos tiempos de este poeta fecundo unos cuantos trabajos que caminan por géneros alejados de lo lírico. La trama de los días nos ofrece unos versos que definen y resumen una completa teoría personal de la existencia y que dan forma a un libro a la vez melancólico y hermoso, lúcido y desolador, íntimo y universal. Quizá por encima de todo o como consecuencia de todo lo anterior, particularmente cálido y esencialmente humano. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿Qué cabe esperar (o, incluso, temer) de una entrevista a un poeta? —RAMÓN BASCUÑANA: Temer lo inesperado, sobre todo el silencio, que es una forma de respuesta bastante categórica; y esperar, pues quizás no esté a la altura de las preguntas o bien esté por encima de las preguntas. En ambos casos la entrevista carecerá de interés. Aunque la regla de oro en las entrevistas, como asegura Cioran, es «dejar una imagen incompleta de uno mismo». Y, a ser posible, contradictoria, porque la contradicción es la sustancia esencial del poeta. —ECP: «Poeta y narrador por libre», proclama su perfil de Instagram. ¿Dónde empieza y dónde acaba realmente ese ámbito de libertad? —RB: Pues acaba y empieza donde empieza y acaba el poeta. Ser poeta o ver el mundo desde la perspectiva de alguien que se considera poeta, o sea, alguien que se siente incómodo en la realidad que le ha tocado vivir y que necesita replantearse esa realidad y crear un mundo en el que pueda vivir con sus propias reglas, implica tener absoluta libertad, aspirar a ser Dios, un pequeño dios, capaz de levantar un territorio interior, cuyo mapa exterior son los poemas. Desde ese punto de vista el poeta es un solitario, un marginal y un marginado, un eremita, un francotirador, un outsider. Por eso dan tanto miedo al poder y a lo establecido. Porque la libertad intrínseca que implica ser poeta, asusta al poder en todos sus ámbitos (cultural, social, político...), porque el poeta se sale de la norma, se sale de lo que se considera normal y va contra las reglas, la mediocridad, y esa falsa creencia de que todos somos iguales y hemos de pensar y hacer lo mismo, como autómatas. Vivir en sociedad conlleva tener reglas y normas, pero las reglas son las vendas que constriñen la libertad del ser humano. Si uno se siente cómodo y feliz con el papel que le ha tocado en suerte en el gran teatro del mundo no necesita escribir poesía. Pero lo malo es que el ser necesita, además de ser feliz, creer que es libre, y escribir poesía es un acto de suprema libertad, y lo que es peor es que hay mucha gente que tiene una visión romántica y poco rigurosa del concepto de poeta. Y así nos luce el pelo. —ECP: En Fedro, uno de sus famosos Diálogos, Platón pone en boca de Sócrates —de una manera que hoy día nos hace sonreír— la expresión del miedo antiguo a la escritura: un auxilio extraño (dice el filósofo), una tecnología capaz de hacer despreciar la memoria y provocar el olvido en las almas de los que la conozcan. Usted ha dicho que la buena poesía sobrevive incluso en las fotocopias, y lo ha hecho en una red social, en la que escribe con asiduidad. ¿Es la conveniencia de aprovechar para darse a conocer y promocionar su obra o realmente estos tiempos cibernéticos son buenos para la lírica? —RB: Creo que ni lo uno ni lo otro. Siempre han sido malos tiempos para la lírica. Antes por unos motivos y ahora por los mismos motivos, agravados por otros añadidos. Actualmente con las redes sociales y algunas editoriales que se han lanzado a publicar poetas cuyos libros te los encuentras un año después en las librerías de segunda mano, lo que implica que su recorrido poético es corto, aunque para las editoriales que los propugnan el saldo es positivo, porque los venden a buen precio, aunque luego los que los compran y los disfrutan o los padecen se deshagan de ellos a precio de mercadillo, nada más comprobar el escuálido contenido. Por eso pienso que hay mejor poesía en algunos fanzines fotocopiados que en muchos “poemarios” que parecen objetos de lujo para adolescentes anhelantes de respuestas. O que sólo aspiran a que los poemarios les confirmen y refuercen sus intuiciones. También hay mucha mala poesía en los grupúsculos poéticos proclives a la masturbación poética compartida o sea, que se dedican alabarse y reseñarse entre ellos y parece que no exista vida literaria más allá de ellos mismos, de sus camas y sus camarillas. Con respecto a lo de promocionar mi obra, hace tiempo que desistí de ello. Me refiero que cuando comencé a publicar hace casi treinta años, sí que pensé que había alguna oportunidad de tener una carrera literaria, sea eso lo que sea, ahora me conformo con publicar sin que me cueste dinero, con hacer algunas presentaciones en lugares no demasiado alejados de mi zona de confort y con que salga alguna reseña de mis libros, y estas dos últimas cosas, la búsqueda de reseñas y las presentaciones las hago sobre todo pensando en las editoriales que o bien han confiado en mí y apostado por mi obra o bien, debido a los premios que he ganado, han publicado alguna de mis obras. Opino que los poemarios deberían ser anónimos y venderse sólo por el contenido. Nadie debería comprar un poemario porque es de un determinado autor. —ECP: Se me ocurre una hipotética situación de aprendizaje para mis alumnos de Bachillerato: incardinar a Ramón Bascuñana en alguna corriente de la poesía de los siglos XX y XXI. Y me imagino a los estudiantes disponiéndose a investigar y documentarse para ejecutar la tarea y dándose cuenta enseguida de que lo poco que en este sentido encuentran del poeta sobre el que se les pregunta es que no se adscribe a ningún movimiento ni a ninguna generación poética y, por más que leen poemas suyos, no saben cómo enfocar el trabajo. ¿Qué les contaría si se prestara a echarles una mano? —RB: Interesante pregunta. Compleja respuesta. Podría pensar en mi poesía como en un árbol, como en un árbol genealógico con raíces, tronco, ramas y frutos. Si buscamos las raíces, estas se hunden en la poesía culturalista y mucho más atrás, pero no sólo en ella. Hay raíces que beben de Cernuda y de Juan Gil-Albert, raíces que beben del grupo Cántico de Córdoba: de Julio Aumente, Pablo García Baena, Vicente Núñez, Juan Bernier y en algunos poetas extranjeros como Edgar Lee Master, E. E. Cummings o Kavafis... En la parte del tronco están principalmente Jorge Luis Borges, José Hierro, José Ángel Valente, Francisco Brines y José María Álvarez. De este tronco parten ramas que se van extendiendo por Pere Gimferrer, Sylvia Plath, Luis Antonio de Villena, Ángel González, María Victoria Atencia, Juan Luis Panero, Luis Alberto de Cuenca, Karmelo C. Iribarren y unos pocos poetas de la poesía de la experiencia. A todo esto, habría que añadir algunas gotas de ironía y bastantes de pesimismo existencial. Los frutos poéticos de este árbol son poemas aparentemente de lectura fácil, como diría Cristina Morales, pero engañosa, porque tienen varias capas de lectura, como las cebollas, y según quieras profundizar vas a sufrirlos o disfrutarlos más o menos. Evidentemente, como he dicho en la pregunta anterior, si el poeta no se quiere aborregar, amansar y corromper, debe huir de los refugios comunitarios y tiene que ser un certero francotirador que dispara desde la intemperie de su soledad. —ECP: Corríjame si me equivoco: La trama de los días es su vigésimo cuarto poemario. Entre Claudio Rodríguez, que sacaba un libro cada 10 años, y usted... —RB: que suelo sacar alguno de vez en cuando si se tercia algún premio, existe una distancia, pero no creo que sea cualitativa ni cuantificativa. Creo que se trata más de una manera de entender y trabajar la poesía. Se trata más de los tiempos de gestación de los poemarios que del rigor. Hay poetas que necesitan tiempo para convivir con el poema, le toman cariño, lo acarician, lo miman, se enamoran de él, lo tallan una y otra vez, obsesivamente, como hacía Juan Ramón Jiménez, les cuesta dejarlo. Otros, como creo que es mi caso, escribimos sin cesar, día a día, cotidianamente, y como si buscásemos desprendernos del poema, vomitarlo, sacarlo fuera y dejarlo que viva su vida sea cual sea. Claudio Rodríguez publicó su primer libro con 18 años y su último poemario ocho años antes de morir con 65. Yo ya tengo 61 años, comencé a publicar con treinta y pico de años, aunque llevaba escribiendo desde mi adolescencia y quizás mi ritmo de publicación ha sido algo acelerado, pero ha dependido siempre de los premios que he ganado, porque las editoriales nunca han apostado por mí, y mira que lo he intentado. De todas formas, no soy el único caso de poeta que publica con asiduidad. Verónica Aranda, por ejemplo, que apenas tiene 48 años, ha publicado más de una docena de poemarios; Pedro López Lara, que no había publicado nada hasta hace unos años, en cinco o seis años ha publicado ocho o nueve poemarios, o Begoña M. Rueda, que va casi a poemario por año. Si la calidad y la rigurosidad de los textos es alta, no veo ningún problema en ser un poeta fértil y generoso. —ECP: Véndale al lector este último libro suyo en una frase. —RB: Soy mal vendedor, pero creo que La trama de los días es el poemario perfecto para la gente a la que le gusta la poesía aunque piense que la vida carece de sentido. —ECP: La trama de los días es un texto crepuscular, un tempus fugit, un vita flumens de principio a fin, a pesar de que su autor es aún joven. —RB: Gracias por lo de joven, pero lo de joven es relativo, a no ser que los sesenta sean los nuevos treinta. Pero independientemente de la juventud numérica, hay poetas que nacemos viejos o que nuestra visión del mundo es existencialista y pesimista, o en cierto modo está teñida de un realismo descarnado, que no busca embellecer con adornos el cadáver de la vida. En eso me aproximo a Brines, que en su primer poemario, Las brasas, publicado con 28 años, ya parecía un poeta maduro. Me temo que soy de los que opinan que siempre escribimos el mismo libro con ligeras variantes. Mi primer libro, Quedan las palabras, con el que gané el premio Miguel Hernández, ya contenía el resto de mi obra y de mi forma de entender la poesía y la vida. Con respecto al tiempo, estoy muy de acuerdo con el verso de Caballero Bonald que afirma que «Somos el tiempo que nos queda». —ECP: La muerte está muy presente en estas páginas: ¿Qué importa que la vida no sea más que un viaje / desde un vientre fecundo a la profunda fosa // Cualquier excusa sirve para escapar a tiempo / sabiendo que la muerte va siguiendo tus pasos // Son líneas paralelas cuyo punto de encuentro / no es el infinito sino que es la muerte. ¿Sirve como recurso poético o verdaderamente piensa mucho en ella? —RB: La verdad es que pienso bastante en ella. Siempre ha sido así. En alguna entrevista creo que comenté que soy tan optimista que soy de los que opinan que comenzamos a morir desde el mismo momento en que venimos al mundo. Vivimos de alquiler o de prestado. Siempre vivimos en tiempo de descuento. La mayoría de la gente se empeña en ver la vida como un lugar divertido, repleto de oportunidades, de momentos sublimes, e intenta darle un sentido. Yo opino que la vida carece de sentido, o yo no se lo encuentro, aunque lo busque, y sostengo que venimos al mundo para morirnos. Tengo un poema titulado así: «Para morir nacidos». Y mi tendencia pesimista respecto al tema se ha acentuado últimamente, ya que mis padres han fallecido en los últimos años, en 2021 y 2023. La orfandad te deja claro que el siguiente de la lista frente al paredón de fusilamiento de la muerte eres tú. Ya nada se interpone entre ella y tú. —ECP: La poesía es una forma de no ser feliz, dice un verso de Miguel d’Ors. La infelicidad es el estado poético por excelencia, parece confirmar Ramón Bascuñana en uno de los poemas de la primera parte de este poemario. Otros tres, de la última sección, son ‘El extranjero’, ‘El vagabundo’ y ‘El eremita’, que también remiten a la tristeza, a la soledad, a la inadaptación, al desarraigo... Comer en cualquier parte y visitar museos, / donde compro postales que me envío a mí mismo / a una casa vacía, donde no habita nadie // He pasado penurias, hambre, calamidades. ¿Hay siempre más belleza en el dolor, bajo cualquiera de sus formas? ¿Podría encontrar versos suyos fundados en todo lo contrario? —RB: Creo que la poesía, la buena poesía, la que perdura, la que nos toca la fibra, nace de la herida y la herida es dolor. Mi amiga Carmen Juan escribió un poemario titulado Amar la herida, publicado en La Bella Varsovia. Y yo identifico la herida como una metáfora de la propia poesía. El poeta escribe siempre desde un lugar solitario, a la intemperie, y escribe siempre contra algo, sea el mundo o sea el mismo. Si uno fuera feliz, si yo fuera feliz y tuviera una vida plena y dichosa, me dedicaría a vivirla, no intentaría escribirla; porque entonces sería como esos turistas que van a una ciudad y en lugar de verla al natural y vivirla, se dedican a fotografiarla o a verla a través del móvil. La felicidad se vive, no se canta en hexámetros. No pienso que haya más belleza en el dolor, simplemente el dolor nos agudiza la mirada, la felicidad nos la enturbia. No se trata de buscar la belleza, sino la verdad. No hay poemas gozosos en mis libros, pero sí bastantes versos irónicos que se aproximan a la sabiduría de la felicidad. En el fondo, todos los poetas son infelices, aunque cada uno lo sea a su manera. —ECP: Berlín, Trieste, Grecia, Roma, Lisboa, Morón de la Frontera... La segunda parte del poemario se titula “Lugares de paso”: Volver es alejarse / del lugar al que estamos destinados. ¿Es la poesía un obligado repaso de geografías transitadas o es que es más fácil invocar a la musa cuando evocamos el viaje, sea este interior o no? —RB: A la musa basta invocarla para que se largue de paseo. La poesía es un cierto o un incierto modo de mirar el mundo y por lo tanto es contemplativa y reflexiva. La vida sin metáfora alguna es un viaje quevediano de la cuna a la tumba. Nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar. La vida es movimiento, la quietud es muerte. Y la poesía es un acto a caballo entre el movimiento y la quietud. Exige una mirada atenta e introspectiva al mismo tiempo. Una mirada hacia fuera y hacia dentro. En este poemario hay viajes inventados y viajes reales. La poesía se encuentra en ambos. El viaje a Morón de la Frontera o el poema dedicado a Nefertiti en el Museo de Berlín son experiencias reales. Trieste o Lisboa pertenecen al ámbito de la literatura. —ECP: Me han parecido especialmente conmovedores y muy certeros los homenajes que suponen los poemas ‘Retrato apenas esbozado de Zenobia en Puerto Rico hacia 1955’ (Está segura de una sola cosa: / el poeta se enamoró de su risa clara); ‘En la muerte de Julio Aumente’ (Se deslizó feliz —sin otro anhelo / que gozar en la tierra de su cielo--); ‘Desde una buhardilla de París Cioran medita’ (Tan solo soy un hombre que medita / un hombre insatisfecho) y ‘Antonio Machado a orillas del Duero’ (para evocar al hombre vencido y derrotado / que presiente su muerte en un país extraño). ¿Qué significan para usted estos cuatro nombres?
—RB: Esto es como una brújula que apunta en cuatro direcciones diferentes. Soy una persona a la que le interesa todo, aunque a veces no puede llegar a casi nada. De Zenobia me atrae que, siendo una mujer que en muchos aspectos era más interesante que Juan Ramón, fue opacada por la figura de este. El poema es una reivindicación de ese tópico de que detrás de un gran hombre siempre hay una mujer. En este caso la mujer es incluso más grande que el hombre al que sostuvo. Julio Aumente, del grupo Cántico, no es de los poetas más valorados, pero tiene una poesía rara y exquisita, secreta, un tanto al margen, que a mí me atrae mucho. Por Cioran tengo debilidad. Una forma de renunciar al mundo para decir el mundo, para pensarlo desde el borde mismo del abismo. Me emociona la certeza de su clarividencia. Escribió aquello de que «Cuanto más leo a los pesimistas, más amo la vida». Con Antonio Machado tengo un sentimiento encontrado. En él se gesta toda la poesía moderna que vendrá después, es uno de los perdedores de la guerra, pero me temo que se le ha ensalzado en exceso, quizás para contraponerlo a su hermano Manuel, que también se me antoja un poeta excelente. El mal poema es un poemario perdurable. —ECP: Volviendo a la cuestión del paso del tiempo, asegura Manuel Vicent que el tiempo no existe, el tiempo son sólo las cosas que te pasan, por eso pasa tan deprisa cuando a uno ya no le pasa nada (...) Lo mejor que uno puede desear para el año nuevo son (...) venenos no del todo mortales y cualquier embrollo imaginario en noches suaves, de forma que la costumbre no te someta a una vida anodina. Que te pasen cosas distintas, como cuando uno era niño. Después de un año en el que han pasado demasiadas cosas distintas pero indeseables y más de un embrollo real, ¿qué venenos aceptables querría que le trajera al mundo la trama de los días de 2025? Y, remitiéndome al primero de sus versos en este libro, ¿adónde espera que le lleve realmente este viaje a parte alguna o ninguna parte? —RB: Uno va a la deriva y acabará al final donde lo arrastre la corriente. El horizonte social, político y demás es descorazonador y altamente intranquilizador. En lo personal, como he dicho antes, desde la muerte de mis padres me ha quedado una sensación de naufragio. Y en mitad de un naufragio uno se limita a sobrevivir, a intentar alcanzar la costa, si puede, o a nadar entre dos aguas con el mínimo esfuerzo posible. El esfuerzo y las fuerzas se reservan para intentar no hundirse y permanecer a flote. Han sido tres años de desidia y apatía, en los cuales he sobrevivido aprovechando los restos del naufragio, pues mis últimos poemarios publicados en Pre-Textos, ediciones Trea o Renacimiento son poemarios que ya tenía escritos. Poesía escribo poca y a salto de mata, aunque me he concentrado en mi vertiente narrativa, un tanto opacada por mi poesía. No hay que olvidar que he publicado dos libros de relatos. Tengo tres proyectos en marcha: un texto entre el ensayo y la crónica familiar sobre el concepto de orfandad; una especie de homenaje a David Markson, un novelista que es cualquier cosa menos un novelista, y como muchas amistades me han sugerido que escriba un libro de viajes sobre mis avatares por toda la geografía nacional en mis casi treinta años de viajero obligado por asuntos literarios, estoy recopilando mis viejos diarios y recortes de periódicos de mis viajes a lugares tan variopintos como Higuera de la Sierra o Fabero, por si me decido a escribir sobre el tema. De todas maneras, conservo cuatro o cinco poemarios inéditos en busca de solícito editor o de premio prestigioso que los visibilice. —ECP: No será para dentro de mucho, por tanto, la publicación de su próximo poemario. —RB: Mi próximo poemario ya está aquí sin estar aquí. Está sin estar en sí. De momento estoy moviendo y presentando La trama de los días, porque considero que es un poemario que representa con bastante exactitud mi manera de mirar y comprender la realidad. Habrá a principios de año una presentación en Valencia, otra en Elche y una en Orihuela. Pero lo cierto es que ya tengo poemario nuevo, titulado Disculpen las molestias, que obtuvo el premio Rei en Jaume en castellano, convocado por el Ayuntamiento de Calviá, y ya está publicado. Puede que con los ejemplares que me han entregado haga una única presentación antes del verano, porque mucho me temo que lamentablemente será un poemario difícil de conseguir a través de librerías en la península, a pesar de haber sido publicado por una editorial. Entrevista realizada por NATALIA CARBAJOSA Ser lugar Artista multidisciplinar de reconocida trayectoria, cartógrafo de lo que necesita ser contemplado, fotografiado y, sobre todo, nombrado (de esos territorios periurbanos en los que confluyen naturaleza y desechos, mirada consciente y extravío), Luis G. Adalid ha repartido su vida profesional entre Madrid y Cartagena. Conversamos con él sobre su último poemario, Ser lugar (RIL, Santiago de Chile/Barcelona, 2024), y acerca del proceso por el que, en su caso, la imagen deviene en palabra poética. —EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Luis, Ser lugar (RIL, 2024) es tu tercer poemario, después de Cartografía (2023) y de Punto suficiente (2016). La génesis de los dos últimos, Ser lugar y Cartografía, está relacionada. ¿Puedes explicárnosla? —LUIS G. ADALID: Ser lugar es mi tercer libro-poemario publicado, pero en realidad debería ser considerado como el segundo, ya que Cartografía era un libro misceláneo editado para un cometido muy concreto de ámbito local. Recogía una selección de escritos y poemas de distintas épocas y poemarios, referidos al paisaje, el lugar y el territorio. Se publicó en colaboración con la galería ADB de Murcia, como complemento de mi exposición Desbordamientos. Creímos, y así sucedió, que mis obras se entenderían mejor leyendo ese libro y viceversa. De hecho, buena parte de mi producción artística, así como diversas publicaciones aparecidas en los últimos años, podrían ser complementos o prolongaciones unas de otras, porque responden a las mismas inquietudes y se han gestado desde los mismos lugares. Ser lugar, por su parte, lo di a leer a unos cuantos amigos hace algo más de tres años y tuvo un contrato con una conocida editorial que deshice amistosamente por cuestiones derivadas de un problema grave y prolongado de salud. Cuando se editó Cartografía estaba pendiente de otra editorial para publicarlo, pero los plazos en esto de la edición son largos y a veces se solapan los proyectos. En el transcurso, lo revisé y finalmente la propia experiencia de la enfermedad me indujo a completarlo con nuevos poemas. Poco antes, hubo otras publicaciones relacionadas con el ámbito artístico que dieron pie a los libros citados, como Celebración, un fotolibro con una intencionada carga poética (Fueradcarta, 2019), y hace tres años El descampado, una edición de obra gráfica original que incorporaba un texto que reinterpretaba otro del arquitecto Ignasi de Solá-Morales, y que considero todo un manifiesto. —ECP: Eres ante todo artista plástico. ¿Qué lugar ocupa la poesía en tu mundo artístico? —LGA: Como artista siempre busco sentido en todo aquello que me rodea y en sus diversas relaciones. Y es precisamente en ese juego de relaciones y en todas sus posibilidades donde encuentro la dimensión poética que intento dejar latente en toda mi obra. El mundo es relacional, algo que he constatado desde mi oficio de dibujante. Para mí todo dibuja, todo significa. Miras un matorral y su reflejo en un charco, y tu mirada y tu pensamiento pueden hacer de algo tan sencillo y cotidiano una hermosa partitura. Como artista he realizado una serie bastante amplia de “charcos”, pero a la vez escribí «benditos sean los charcos / porque en ellos se conjugan todos mis universos»; la poesía completa así su sentido y les otorga otra dimensión, ese “algo más” que escapa a la representación. Y desde esta visión, que debe mucho a la “razón poética” de María Zambrano, como razón mediadora entre el hombre y la naturaleza, y donde se aúnan poesía y pensamiento, creí que un lugar a salvo podría ser la estética entendida como algo consustancial, casi lo mismo, a la ética. Cuando el arquitecto finlandés Juhanni Pallasmaa dice «la belleza no es lo opuesto a la fealdad, sino lo opuesto a lo falso», está introduciendo una exigencia ética en la contemplación o en la valoración de lo que se supone como belleza; y en mi caso esa exigencia ética la traslado al hecho de habitar y contemplar un territorio físico que deviene territorio emocional y que intento restaurar tanto a través de mi actividad artística como en lo que escribo. “Cartografía”, “constelación” o “principio naturaleza” se titulan muchas de mis obras, pero también algunos de mis escritos y poemas. Como artista, he llegado a sentir que el arte en realidad puede poco, porque es arbitrario, propio de cada época y de cada sociedad con sus consensos, sus opiniones, sus postureos... y le cuesta ir más allá del simulacro; de ahí esa búsqueda de una dimensión poética al margen; de ahí la necesidad de la poesía para quien siempre se sintió pintor, para poder decir lo que no alcanzaba solo con la plástica o con la gráfica. —ECP: Has fundado la editorial de poesía Nube de Piedra. ¿Cómo es tu labor de editor? —LGA: La Nube de Piedra es un sello editorial independiente que surge de manera natural de mi estrecho y continuado contacto, a lo largo de 25 años, con diversos escritores y poetas como partícipes y colaboradores de nuestra colección “Obra gráfica y poesía contemporáneas”. Con la misma intención y con el mismo cuidado que ha requerido nuestra labor como editores de arte contemporáneo y de libros de artista, puse en marcha este nuevo sello que busca hacerse un hueco, desde el compromiso y la calidad, en el difícil pero apasionante mundo de la edición de libros. Es algo que me rondaba desde hace tiempo y que, por fin, decidí hacer con todas las consecuencias. Editar hoy es arriesgar, y más desde la poesía o el ensayo, pero los libros han supuesto un papel fundamental en mi propia vida y para la gente a la que admiro y sigo, transmitiendo experiencias, emociones y pensamientos, y generando conciencias críticas tan necesarias en estos tiempos cada vez más deshumanizados. Hoy en día se edita mucho, probablemente demasiado, y a menudo de cualquier manera. Nosotros editamos los libros de uno en uno, no queremos apresurarnos en “hacer catálogo”, y cuidamos mucho tanto el aspecto físico como las presentaciones, la comunicación en las redes sociales y la distribución. Intentamos que cada libro que publiquemos implique un acontecimiento, una pequeña celebración, tanto para quien lo escribe como para los posibles lectores y, por supuesto, para nosotros como editorial. —ECP: Como artista que trabaja con dos códigos distintos, el visual y el verbal, ¿dirías que algunas cosas deben ser expresadas visualmente y otras con la palabra? ¿Por qué? —LGA: Para los que escriben en general, tal vez no para algunos poetas, es difícil admitir que se puede comprender y por supuesto expresar, sin palabras. Remito a los versos finales de un conocido poema de Antonio Gamoneda, «...como se comprende un fruto con la boca / una luz con los ojos». El arte que me atrae va más allá de la decoración y suele plantear preguntas, pero a menudo, como ocurre también en la poesía, puede surgir de la mera contemplación de las cosas. En realidad, es una especie de interpelación mutua, como aquel «¿qué sabes tú de mí?». Si observo e intento replicar el poder conformador de un viento dominante sobre las formas o sobre el relieve de un territorio, o con qué potencia formal se despliega un hinojo, como en algunas obras que he expuesto, estoy haciendo arte. Pero si intento comprender y expresar otro tipo de relaciones y de posibilidades, y escribo que de las puntas de ese mismo hinojo «brotan estrellas que anidan / los sueños del pensador errante...», estoy haciendo poesía, y con ello estoy completando mi mirada. Mostrar o describir cómo se abren paso las pequeñas hierbas entre las imperfecciones del asfalto o la vinagreta entre las grietas de los huertos y jardines más rabiosamente hormigonados, como escribí para Cartografía, implica además cierta actitud de rebeldía poética o existencial donde ética y estética confluyen. Recordemos que la mirada no es inocente... «la mirada siempre está cargada de afectos» (Aurora Fernández Polanco). Por buscar otras diferencias, el artista, sobre todo el pintor y dibujante, vive del afuera, está atento a las relaciones entre las partes, entre las partes y el todo, entre todas las cosas. Su mundo es relacional, y se rinde, se entrega, a lo visible. De ahí que cuando escribe use con frecuencia un lenguaje descriptivo. El poeta en cambio se suele nombrar a sí mismo. Y si nombra lo que le rodea se implica con todo su bagaje literario y su decir es más discursivo. Y las palabras domestican de alguna manera lo sucedido. Aunque afortunadamente haya fugas; pienso que la poesía en ese sentido puede liberar, puede suponer una línea de fuga... Tal vez porque no sea exactamente literatura, como decía Gamoneda, o porque esté más próxima «a la respiración de las cosas, al nombre de este mundo dicho por él mismo», como escribía Sophia de Mello refiriéndose al descubrimiento de la poesía en su infancia. Se atribuye a Rembrandt la frase «El artista persigue la línea y el color, pero su fin es la poesía». Puede que, después de tanto y tanto, no me haya alejado mucho... —ECP: ¿Qué significa “ser lugar”? —LGA: Este libro propone sentir la vida como posibilidad. Lo que pudo ser y lo que finalmente ha sido con la consciencia y aceptación de que ya no quedan lugares absolutos a los que ir, ni verdades absolutas que seguir. Y entender la poesía, los afectos y tal vez lo que se pueda suponer como belleza, como ecos o residuos de una posibilidad --en el principio fue la posibilidad...— y a partir de ahí intentar construir una cartografía emocional como lugar o referente a salvo del infinito consenso. Tendemos a anclar nuestras emociones y nuestras querencias a lugares y personas determinadas. Surgen así sentimientos que laten en mi obra, en esa cartografía tantas veces representada y en estos poemarios. Y desde esas latencias y finalmente desde una aceptación tranquila de las posibilidades incumplidas, y girando sobre uno mismo, Ser lugar supone una voluntad de imbuirte, de mezclarte, de acabar siendo el propio paisaje, de ir más allá de la propia “cartografía” que a menudo acaba siendo poco más que otro autorretrato, para ser agua entre agua, como cuando buceas, o un bulto entre las piedras... donde por fin sientes que en realidad no tienes nada excepto tu mirada, y en términos afectivos todo te puede ser dado pero nada te pertenece. Yo me siento muy libre en esa desposesión. Ser lugar, dicho así para despersonalizar aún más, como si fuera el infinitivo de un único verbo, sería entonces la querencia, la voluntad, de una desposesión. Ser o habitar simplemente ese lugar a salvo, sin belleza ni medida, donde a veces llueve. —ECP: Si, como tú mismo reconoces a la manera de Keats, la belleza es la verdad y viceversa, ¿cuál es la verdad de la poesía? —LGA: Belleza es verdad, pero no necesariamente “la verdad”; como la verdad es belleza, pero no sé si exactamente “la belleza”. Yo siempre huyo, desconfío, de absolutos. La poesía no tiene por qué ser razonable; la belleza que a mí me conmueve tampoco; huye de normativas, se aleja de los cánones. Por tanto, me siento el menos indicado para responder a una pregunta tan categórica. Hacerlo sería un acto de soberbia por mi parte. Pero, además, tampoco sé si es necesario. Para que las cosas y la vida fluyan hay que dejar siempre cierta holgura, unos márgenes de indefinición, que para mi forma de entender el arte y la poesía son absolutamente necesarios. Si no, ¿dónde quedarían esas posibilidades que abrieran a otras posibilidades? Por otra parte, quién soy yo para decir cuál es la verdad de la poesía siendo además el último en llegar... Siempre he buscado líneas de fuga que escapen de las exigencias normativas y, por supuesto, también de los consensos de la cultura, que son muchos, tal vez demasiados. Así que ¿cómo podría proponer o definir límites categóricos a una indefinición que considero necesaria? —ECP: ¿En qué medida belleza e intemperie se relacionan en tu obra?
—LGA: Los poemas que vertebran mis poemarios surgen fundamentalmente de las reflexiones y sentimientos de un paseante empedernido que se aparta conscientemente y busca su espacio en lo abierto, entendido como intemperie no sólo física, sino también intelectual. Y cuando se asume esa falta de abrigo, no se acepta sólo visitar esporádicamente espacios desolados, solitarios, o los más asilvestrados o salvajes (que en esta sociedad suenan casi a broma) para luego volver al confort de lo establecido y ampliamente consensuado; se acepta exponer tu propia identidad y tu propio pensamiento, «dejar que entre lo inesperado», como escribía Ignacio Castro, que no es ni más ni menos que exponerte a lo más incierto de ti mismo, a lo que eres cuando no tienes nombre, ni bagaje, ni reconocimiento alguno. En esos espacios abiertos, periféricos —como el tercer paisaje sobre el que escribió Gilles Clément o el Terrain Vague de Ignasi de Solá Morales—, la capacidad regenerativa de la naturaleza contrasta más nítidamente, de manera casi radiográfica, con las manifestaciones y formas tendentes a la uniformidad de nuestros planeamientos y construcciones, pero también nuestros pensamientos contrastan con el exceso de realidad que cotidianamente nos sobreviene y con la homogeneidad de lo establecido. A mí me parece bella la búsqueda recurrente de una excepción que se abra paso entre los descuidos de unas vidas tan ordenadas. Me parece bella la construcción, a sabiendas de que será posiblemente fallida, de un espacio emocional a salvo del infinito consenso, de sus convenciones, de sus patrones de pensamiento y de las formas de relación y de afecto establecidas. En un poema del libro escribo «...me concedo / al menos / el consuelo / de los derrotados / la belleza / de la imposibilidad». Como argumento propio, escrito hace mucho, pienso que la “vida bella”, capaz de encontrar entre basuras lo que tanto nos faltaba, capaz de encontrar sentido y belleza incluso en la derrota o en los fracasos, capaz de ser o habitar “la grieta”, la brecha, la herida, como en Juarroz, está un escalón por encima de la “vida buena” que hoy tanto se proclama, y además, no la excluye. Porque la vida bella es más exigente. De hecho, «la justificación estética de la existencia —como creí que podía ser mi lugar a salvo— está indisolublemente unida a una aceptación de la vida sin rescate, sin salvación, sin espera de una repetición —como decía Roberto Calasso— limitada a la precaria maravilla de su manifestación... Y en esas seguimos. Yo encuentro sentido y belleza a diario en ese trato con la intemperie. —ECP: ¿Qué sentido tiene la posibilidad y su contrario, la imposibilidad, en tu poesía? —LGA: No puede haber un imposible de lo que antes no haya sido posible; lo imposible es su negación, pero precisamente en esa negación está su reconocimiento. Por eso escribo «En el principio fue la posibilidad...». Como antes he dicho, encuentro la “dimensión poética” entre las cosas más sencillas tanto como entre aquellas que te desbordan, donde se da ese juego de relaciones y de posibilidades. Pero mi “razón poética”, por decirlo a la manera de María Zambrano, la encuentro en ese mismo juego de relaciones —sí—, pero conjugadas con mis imperfecciones y mis imposibilidades. Mi “razón poética” surge o nace así de mis imposibilidades, como creo que ocurre a tantísimos poetas. Y esa razón poética que asume plenamente nuestra condición humana, lleva implícito el reconocimiento de lo posible. Y lo posible para ser tal, debe abrir a otras posibilidades y debe suscitar tanto esperanza como asombro. Resulta verdaderamente balsámico y revelador descubrir, después de tanto y tanto, que ese lugar buscado denodadamente no es más que el lugar de la desposesión, donde sabes que en el fondo nada te pertenece excepto tu mirada... pero tu mirada siempre estará cargada de afectos. |
ENTREVISTAS
El Coloquio de los Perros. CABEZAS, ISMAEL
CAMARASA, RAFAEL CANO, LEONARDO CARBAJOSA, NATALIA CARBAJOSA, NATALIA [traducir... poesía] CARIDE, ALBERTO CARRILLO, MARÍA ENCARNACIÓN CARRILLO, VIRIDIANA CASTRO, JUANA CÉLINE CEREZUELA, ANA CERVERA, RAFA CHEJFEC, SERGIO CHEJFEC, SERGIO [5] CHESSA, ALBERTO CHESSA, ALBERTO [Anatomía de una sombra] CHICO, ÁLEX CISNERO, ALBERTO COMAN, DAN CONTRERAS, NADIA CORTINA, ÁLVARO CRUZ, GINÉS DELGADO, DESIRÉE DÍAZ, ANA CLAUDIA DÍEZ, JOSÉ MANUEL DOMINIQUE A ELENA PARDO, CRISTINA ELKOURI, RIMA ESPEJO, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JOSÉ DANIEL [Perro fantasma] FONT, VIOLETA GALÁN, JULIO CÉSAR GALÁN MOREU, SALVADOR GALÁN MOREU, SALVADOR [No fall] GALINDO, BRUNO GALLARDO, JOSÉ MANUEL GALLUD, EVA GALVÁN, ANI GAMBOA, JEYMER GARCÍA, CONCHA GARCÍA, DIEGO L. GARCÍA JIMÉNEZ, SALVADOR GARCÍA LÓPEZ, ERNESTO GARCÍA MELLADO, ISABEL GARCÍA-VILLALBA, ALFONSO GARRIDO PANIAGUA, RODRIGO GASS, CARLOS GERANIOS, ANA GINÉS, ANTONIO LUIS GINÉS, ANTONIO LUIS [Antonov] GÓMEZ, MACARENA GÓMEZ BLESA, MERCEDES GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO GÓMEZ RIBELLES, ANTONIO [QUIROMANTE] GONZÁLEZ LAGO, DAVID GRACIA, ÁNGEL GROZO, DANIEL GUERRA NARANJO, ALBERTO HENDERSON, DAIANA HERNÁNDEZ, GALA HERNÁNDEZ, JULIO HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [EL DOLOR DE LOS DEMÁS] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [ANOXIA] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [TIEMPO POR VENIR] HERNÁNDEZ, MIGUEL ÁNGEL [YO ESTOY EN LA IMAGEN] HERNÁNDEZ BUSTO, ERNESTO IRIBARREN, KARMELO C. JORGE PADRÓN, JUSTO JUAN, MIGUEL (de) KASZTELAN, NURIT LADDAGA, REINALDO LAYNA RANZ, FRANCISCO LEZCANO, YULEISY CRUZ LINAZASORO, KARLOS LLOR, DOMINGO LOBATO, FLORA LÓPEZ, PABLO LÓPEZ AGÜERA, FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ BRETONES, JOSÉ LUIS LÓPEZ KOSAK, ANDREA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, LOLA [Qué mundo tan maravilloso] LÓPEZ POMARES, ALEJANDRO LÓPEZ SANDOVAL, DAVID LÓPEZ SORIA, MARISA LOUZAO, ALICIA MACHUCA, LUIS MAESTRO, JESÚS G. MALAVER, ARY MANUELA, ADRIANA MARGARIT, LUCAS MARÍN, MARÍA MARÍN, MARÍA [Lo que se hunde] MARÍN, MARIO MARÍN ALBALATE, ANTONIO MARQUARDT, ANJA MART, BLANCA MARTÍ VALLEJO, MAITE MARTÍN, RUBÉN MARTÍN GIJÓN, SUSANA MARTÍN IGLESIAS, VÍCTOR MARTÍNEZ CASTILLO, ANA MENDOZA, NURIA MESA, SARA MICÓ, JOSÉ MARÍA MIGUEL, LUNA MIRALLES, INMA MOGA, EDUARDO MOLINO, SERGIO (DEL) MONTEVERDE, JULIO MONTEVERDE SÁNCHEZ, CONCEPCIÓN MOR, DOLAN MORALES, JAVIER MORANO, CRISTINA MORENO, ANTONIO MORENO, ELOY MORENO, JAVIER MORENO, SEBASTIÁN MORENTE, ESTRELLA MOYA, MANUEL MUÑOZ, MIGUEL ÁNGEL NAVARRO, ÓSCAR NETO DOS SANTOS, MANUEL NIETO, LOLA NORDBRANDT, HENRIK NUÑO, SIHARA OLMOS, ALBERTO OREJUDO, ANTONIO ORTIZ, DEMIAN ORTIZ ALBERO, MIGUEL ÁNGEL PALOMEQUE, AZAHARA PAPELES DEL NÁUFRAGO [Antonio Lafarque y Aníbal García] PARDO VIDAL, JUAN PARRA SANZ, ANTONIO PEÑA DACOSTA, VÍCTOR PEÑALVER, PATRICIO PEÑAS, ESTHER PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Querida hija imperfecta] PÉREZ CAÑAMARES, ANA [Las sumas y los restos] PÉREZ LEAL, AGUSTÍN PÉREZ MONTALBÁN, ISABEL PERONA, JESÚS PICÓN, EMILIO PRADA, JUAN MANUEL DE PRUDENCIO, JESÚS PUJANTE, BASILIO PUJANTE, MANUEL QUIJANO SÁNCHEZ, EDUARDO RÍOS, BRENDA RIVAS GONZÁLEZ, MANUEL ROBLES, SALVA RODRÍGUEZ, ALFREDO RODRÍGUEZ, ALFREDO [Urre Aroa] RODRÍGUEZ, ALFREDO [Días del indomable] RODRÍGUEZ, HILARIO J. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, ANTONIO RODRÍGUEZ PAPPE, SOLANGE ROMERO MORA, J.D. ROMERO MORA, J.D. [En el desvarío] ROSADO, JUAN JOSÉ ROSSELL, MARINA RUDEL, JAUFRÉ RUIZ, MIGUEL ÁNGEL RUIZ GUERRERO, Mª CARMEN SALSE BATÁN, ALEJANDRO SÁNCHEZ, GINÉS SÁNCHEZ, GINÉS [2096] SÁNCHEZ, GINÉS [MUJERES EN LA OSCURIDAD] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [El nudo] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [FACTBOOK] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LA CADENA DEL FRÍO] SÁNCHEZ AGUILAR, DIEGO [LOS QUE ESCUCHAN] SÁNCHEZ GÓMEZ, MARISOL SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS SÁNCHEZ MARTÍN, LUIS [Pastillas debajo de la lengua] SÁNCHEZ MENÉNDEZ, JAVIER SÁNCHEZ ROBLES, MIGUEL SÁNCHIZ, ANTONI SANTOS, ABEL SCHWEBLIN, SUSANA SEÑOR, RUBÉN SERRANO, PABLO SORIANO, ADA SUANE, SAÚL TRIGUEROS, SARA J. ÚBEDA, ANABEL URÍA, JUAN MANUEL VAL, FERNANDO DEL VALDÉS, ANDREA VALERO, MANUEL VALLÈS, TINA VARAS, VALENTINA VEGA, MIGUEL VERA FIGUEROA, ALBA VICENTE, TERESA VICENTE CONESA, FRANCISCO VILA-MATAS, ENRIQUE Hemeroteca
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